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CAPÍTULO XXIX
Batalla de San Lorenzo
8 de mayo de 1863
En la noche del día 7 de mayo, al hacer mi vigilancia de la línea del enemigo desde las alturas de San Agustín, noté algún movimiento en sus tropas que me hizo sospechar que volvería yo a ser atacado en esa misma noche. Observando cuanto me era posible en los intervalos de los fuegos de artillería que el enemigo hacía desde sus baterías de San Javier, probablemente para que sus movimientos no fueran advertidos, comprendí que se trataba o de un relevo de las tropas que cubrían la línea o de organizar columnas para un asalto, pues el ruido de armas, rumor de voces humanas y toses que se repiten tanto cuando se mueve la tropa a las horas en que duerme, lo demostraba muy claramente. Di aviso en el acto al Cuartel General y a los Jefes de las líneas vecinas a mi derecha y a mi izquierda, y puse a mis tropas en actitud de resistir un ataque. Momentos después, el látigo de los trenistas, el rumor de la rodada y de la marcha de los soldados, me hicieron comprender claramente que de las tropas del enemigo abrigadas detrás del edificio de San Javier, estaba saliendo una columna que se dirigía sin duda, a los campamentos del Ejército del Centro que había sido organizado desde el 30 de octubre de 1862 a las órdenes del General Don Ignacio Comonfort, con objeto de auxiliar a Puebla. Puse este hecho en conocimiento del Cuartel General quien mandó Oficiales de su Estado Mayor y del Cuartel Maestre para ratificar mis noticias. Esos Oficiales rindieron sus informes que coincidieron con los míos, y sin embargo, sólo se dispuso al día siguiente, que las columnas de reserva estuvieran en actitud de recibir órdenes.
Luego que amaneció el día 8 de mayo hice yo algunos ataques de iniciativa sobre la línea del enemigo que estaba a mi frente, sin ningún resultado de importancia; y pude averiguar que estaba cubierta por tropas de línea que en la noche habían venido a relevar a los Batallones de zuavos que antes la cubrían. Al día siguiente, 9 de mayo, quedaron ratificadas todas mis presunciones, porque se dirigió a la plaza un porta-pliegos del General Forey, con bandera blanca y tocando parlamento, quien fue introducido con las precauciones de estilo hasta el Cuartel General. En los pliegos de que aquel era conductor, avisaba el General Forey que había alcanzado una victoria sobre el Ejército del Centro que le permitía ofrecer al General González Ortega el canje de todos los prisioneros franceses, por un número equivalente, y equivalencia también de categorías, que podría dar de los prisioneros que había hecho en dicha victoria el día anterior. Y se hizo en efecto el canje de todos los prisioneros del enemigo, así los sanos como los heridos, quedando después de esto terminado el armisticio.
El día 4 de mayo había celebrado el General González Ortega un convenio con el General Forey para el canje de los prisioneros que ambos se habían hecho, y ese convenio se aplicó a los que el Ejército francés hizo al General Comonfort en la batalla de San Lorenzo.
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