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CAPÍTULO XXXII

Evacuación de la Capital

Del 24 de mayo al 20 de junio de 1863

Al presentarme al Gobierno en México, el Sr. Juárez me dijo que me nombraría Secretario de Guerra o General en Jefe del Ejército, según lo conviniera yo con el General Berriozábal, porque él había de tener uno de dichos puestos y yo el otro. Manifesté al Presidente que sin perjuicio de hacer lo que el Gobierno me mandara, debía llamar su atención sobre el efecto que causaría mi nombramiento de General en Jefe o de Secretario de Guerra, sobre todo para el mando del Ejército, que sería lo que yo preferiría en todo caso; que había en el Cuerpo de Ejercito muchos jefes viejos y muy ameritados, como lo eran el General Don Miguel M. de Echegaray, el General Don Anastasio Parrodi y otros, y que yo era demasiado joven para que con buena voluntad estuvieran a mis órdenes. Además, que era probable que en el período difícil en que íbamos a entrar, algunos de ellos abandonarían nuestras filas y no era conveniente darles un pretexto tan plausible como lo sería, hasta cierto punto, mi nombramiento, que heriría su celo militar.

En esos momentos entraba el Sr. José. M. Iglesias con algunas otras personas y suspendimos la conversación, diciéndome el Sr. Juárez que al día siguiente temprano volveríamos a hablar. Lo ví de nuevo al día siguiente y al contestanne el saludo el Sr. Juárez, me dijo que había pensado bien lo que yo le había dicho, y que era muy posible que tuviera yo razón; que en este concepto si quería el mando de una División, me daría la que yo designara. Le contesté que en la forma que tenían, ninguna me parecía buena; pero que si me lo permitía organizaría una a mi gusto con las tropas que yo escogiera al efecto. Tuvo la bondad el Sr. Juárez de darme un papel para que pusiera los nombres de los Batallones y regimientos que fueran de mi agrado. Formé a mi gusto la División que debía mandar y con ella, una vez organizada, emprendí la marcha para Ayotla, con objeto de cubrir la carretera por donde debía venir el enemigo.

El Gobierno salió de la capital para Querétaro el 31 de mayo de 1863 y después de la salida se me dio orden de volver a México y de allí emprender la marcha y seguir al Cuerpo de Ejército que mandaba el General en Jefe Juan José de la Garza, a quien alcancé en el Contadero, camino para Toluca. Luego que me incorporé al ejército, el General en Jefe que tenía necesidad de estar en Toluca, me encomendó el mando, y emprendió la marcha con su escolta y Estado Mayor. Pocos momentos después se sublevó uno de los Batallones de Guardia Nacional de México que formaba la retaguardia, y que mandaba el Coronel Rangel, cuyo jefe, lo mismo que el Teniente Coronel Don Pedro de Garay, habían desaparecido en México, al emprender su marcha el batallón. Perseguí a los sublevados, matando a algunos y aprehendiendo casi a todos, y diezmándolos después en el Llano de Salazar, en presencia de las tropas formadas.

Pasamos la noche sin más novedad que algunos tiroteos insignificantes de los traidores que plagaban la montaña. Al día siguiente seguimos la marcha a Toluca, y a nuestra llegada informé al General en Jefe de la novedad ocurrida.

Después de permanecer tres o cuatro días en Toluca sin haber desempeñado ningún servicio importante y sin recursos, manifesté un día al General en Jefe que necesitábamos obtener algunos para continuar nuestra marcha.

Como los franceses estaban entrando ya a la ciudad de México, nuestro Cuerpo de Ejército se encontraba sin recursos y como el General en Jefe no manifestaba empeño ninguno por obtener los necesarios ni por mover sus fuerzas, le manifesté un día que creía indispensable conseguir algún dinero para salir de la plaza. El citó, a mi nombre, y sin mi conocimiento a los comerciantes principales de la ciudad para una junta en mi alojamiento, y al verlos reunidos les manifesté mi situación y les pedí un préstamo, que me facilitaron de buena gana y me produjo una cantidad que no llegaba a tres mil pesos. Con esto salí de Toluca para el Llano del Cazadero y así llegué hasta Querétaro, en donde recibí algunos fondos que me mandó de San Luis el Gobierno Federal.

A pocos días llegó el General Garza, con las otras dos Divisiones de su Cuerpo de Ejército, enteramente destrozado, pues además de que las mulas eran insuficientes para conducir su artillería y bagajes, algunos Jefes habían dispuesto de parte de ellas, y el camino estaba regado con piezas de artillería y material de guerra; siendo también de consideración las deserciones que habían sufrido muchos cuerpos. El General Garza salió para San Luis y entregó el mando del Cuerpo de Ejército al General Echegaray, y con este jefe las cosas marcharon mejor.

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