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CAPÍTULO XXXIII
Ejército del Centro
Del 10 de junio al 1° de septiembre de 1863
Pasados diez o doce días vino de San Luis a Querétaro el Ministro de la Guerra, que era entonces el General Berriozábal, y sin previa indicación, como antes lo había hecho conmigo el Sr. Juárez, me dio a reconocer en la orden general como General en Jefe del Cuerpo de Ejército del Centro, quedando a mi lado como Cuartel Maestre, el General Echegaray.
Comenzamos entonces una seria organización, refundiendo en un batallón cada dos o tres batallones diminutos, y empleando la mayor parte de los días en la instrucción de maniobras, recomposición de armamento, de material de artillería y trenes, adquisición de mulas, academias de oficiales, y todo lo que era indispensable para dar a la fuerza la forma de verdadero Cuerpo de Ejército. Situé una División en Celaya, otra en Salvatierra, una Brigada de observación en Arroyozarco, y dejé el núcleo principal en Querétaro.
En seguida y por orden del Ministerio de la Guerra, cambiamos el Cuartel General a Acámbaro, donde permanecimos muy poco tiempo, porque los movimientos del enemigo nos hicieron comprender que su punto objetivo era Queietaro.
Durante mi permanencia en Acámbaro, el Gobierno me mandó, para que fueran ocupados en el Ejército, al Sr. Lic. Don Matías Romero y al General Don Rafael Benavides. Romero había acompañado al Sr. Juárez, en el año de 1858, en su marcha de Guanajuato a Guadalajara, Manzanillo, Panamá y Veracruz, en donde permaneció hasta que en diciembre de 1859, fue enviado como Secretario en nuestra Legación en Washington; a poco volvió a México Don José María Mata, que era el Ministro, y quedó Romero como encargado de negocios, con cuyo carácter permaneció hasta fines de abril de 1863, en que desanimado porque no creyó poder prestar servicios eficaces al país, en vista de la crítica situación que guardaban los Estados Unidos, que a la sazón se hallaban en lo más serio de su guerra civil, lo cual los hacía tener algunas condescendencias con los franceses; y deseando tomar las armas en defensa de la independencia, se vino con licencia a San Luis Potosí, renunció allí a su empleo el 16 de julio siguiente, y solicitó servir a mis órdenes. El Sr. Juárez le dio el despacho de Coronel efectivo de ejército permanente, y orden de que se me incorporara en Acámbaro, lo cual hizo poco después. Yo lo coloqué como Jefe de mi Estado Mayor y Secretario. Al General Benavides lo nombré General en Jefe de la primera División.
En los últimos días de julio de 1863 y con el objeto de tratar algunos negocios de importancia con el Gobierno, mandé a mi Secretario y Jefe de Estado Mayor, el Sr. Romero, a San Luis, que era entonces la residencia del Gobierno Federal. Entretanto había ocurrido allí un cambio de Gabinete. Para contar el Sr. Juárez con el prestigio y los elementos de Don Manuel Doblado, Gobernador de Guanajuato, lo había nombrado Ministro de Relaciones. Doblado que era hombre de fuertes pasiones, puso como condición para aceptar el puesto, que se revocara el nombramiento de su predecesor Don Juan Antonio de la Fuente, que había salido para los Estados Unidos como Ministro de México, y estaba ya en Matamoros y a quien Doblado tenía mala voluntad. El Sr. Juárez tuvo que pasar por esta exigencia para asegurar los servicios de Doblado y le propuso que fuera Romero en lugar de Fuente. Aceptado esto por Doblado, en momentos en que Romero llegaba a San Luis Potosí en comisión mía, tuvo que admitir ese cargo con gran repugnancia de su parte, muy contrariado y haciéndose mucha violencia, porque no podía llevar a cabo su propósito de servir en la campaña. Apenas duró Doblado una semana en el Gabinete, pues a los pocos días se separó de una manera ruidosa, y fue reemplazado por el Sr. Don Sebastián Lerdo de Tejada, quien permaneció en el puesto de Secretario de Relaciones durante todo el período de la intervención extranjera y algunos años después de terminada ésta.
Más tarde, durante la permanencia del Ejército en las Plazas de Celaya, Salvatierra, Querétaro y San Juan del Río, las expediciones del Cuartel General no podían hacerse de un punto a otro, sino con una gruesa escolta, o fingiendo unos movimientos para hacer otros, porque el camino estaba interceptado por unos bandidos, los hermanos Troncoso, que algunas veces reunían hasta cuatrocientos caballos. Así lo expliqué al General Comonfort, al relevarme en el mando del Cuerpo de Ejército que había estado a mis órdenes, pero no dió importancia a mis informes, y a los pocos días de mi separación, intentó hacer una travesía en coche con 50 caballos de escolta, de San Miguel Allende para Celaya, en cuya ocasión fue asesinado por los Troncoso, cerca de Chamacuero.
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