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CAPÍTULO XLVIII

Tehuitzingo

22 de septiembre de 1865

A las 7 de la mañana del día 22 de septiembre emprendimos la marcha el Coronel García, un asistente, un clarín, yo, mi criado y mi guía.

Previamente había citado García a los hombres de su guerrilla, para un paraje despoblado en el camino de Tehuitzingo, uno de los pueblos del Estado de Puebla limítrofe con Guerrero, en el cual había unos 20 infantes de Guardia Civil imperialista.

Cuando llegamos al lugar de la cita, apenas éramos por todos 14 hombres, montados todos y armados con pistolas de repetición y sables, y muy pocos, no llegarían a 8, con carabinas.

Hicimos algún rodeo para entrar a Tehuitzingo, por la parte más deprimida del terreno y mejor arbolada; y una vez allí nos dividimos en dos fracciones que debían caer simultáneamente a la plaza donde estaba la guardia. La sorprendimos sin resistencia y sin efusión de sangre, nos hicimos de todas sus armas y municiones, y reclutamos en e pueblo muchos voluntarios que se nos presentaron, no con malos caballos, pero sí con pésimos aperos y la mayor parte sin armas. Los armamos con los fusiles quitados a los Guardias Civiles y así formábamos al anochecer 40 hombres.

Así comencé bajo muy buenos auspicios mi tercera campaña contra la intervención extranjera; la falta de recursos y la pobreza de los lugares por donde expedicionaba yo, no me permitieron por más de un año avanzar gran cosa; pero al fin, después de Miahuatlán, vino a coronar mi empresa el éxito más completo.
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