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CAPÍTULO LX

Pláticas con el General Trujeque

Del 10 al 8 de mayo de 1866

Después de que se incorporó Visoso regresé otra vez a Tlapa, y considerando que mi fuerza era muy pesada para vivir sobre aquellos pueblos que eran amigos míos; y considerándome, por otra parte, capaz de emprender operaciones en el Estado de Puebla, promoví un pronunciamiento entre los vecinos de San Juan Ixcaquistla que eran amigos. Mientras se preparaba ese movimiento, el General Trujeque que se encontraba al servicio del enemigo encuartelado en el Rancho de Tacache, punto estratégico para observarme y observar a Ixcaquistla y Silacayoapan, pueblos muy sospechosos para el enemigo, me mandó en comisión al Capitán Don Enrique Travesí, que era ayudante suyo y hermano de Don Manuel Travesí, mi secretario particular, ofreciéndome ponerse al servicio del Gabinete con toda su fuerza. Me daba como garantía, la vida de Don Enrique Travesí, que quedaría en rehenes como los míos, mientras yo pasaba a tener una conferencia con él en el Rancho de Tacache.

Como la situación comenzaba a declinar para los imperialistas y yo conocía el carácter de Trujeque, no me pareció inverosímil su buena disposición, y salí para Tacache, acompañado de un ayudante.

Al salir de Xochihuehuetlán que era mi Cuartel General, quedaron muy alarmados todos mis subordinados de que yo emprendiera solo esa marcha y sin ninguna escolta que me diera seguridad, y convinieron en que me seguiría a cierta distancia para que yo no los viera, el Teniente Coronel Don Marcos Bravo con cien caballos de lo mejor que tenía. Pasé la avanzada que tenía el General Trujeque sin novedad, porque no me conocieron o porque tendrían instrucciones al efecto. Parecía lo primero, porque me trataron como desconocido. La avanzada era un puesto nada más de vigilancia de cinco hombres desmontados.

Al llegar al Rancho de Tacache y en los momentos de desmontar junto a la puerta del jacal donde estaba alojado Trujeque, hicieron fuego de otro que había al lado opuesto de la pequeña plaza, sobre mí y mi ayudante, hiriendo al caballo de éste. Salí a todo escape por donde había entrado, forzando y evadiendo la avanzada en cuanto lo permitía el terreno que era muy estrecho y seguido por gente de a caballo a tan corta distancia, que no pasaría de quinientos metros.

Cuando corríamos de ese modo por las colinas vi fuerza de caballería que al parecer salía a cortarnos la retirada. A poco reconocí que esa fuerza pertenecía a los míos, y entonces me incorporé a ella y retrocedió la de Trujeque, al Rancho de Tacache.

Acto continuo me escribió Trujeque explicándome que todo lo que había pasado fue porque me reconoció algún oficial de los que no estaban de acuerdo con él, y yo quedé en duda de la verdad de lo ocurrido, porque si hubiera sido efecto de un plan preconcebido, bastaba que me hubiera dejado poner pie en tierra para que hubieran sido dueños de mí y de mi ayudante.

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