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CAPÍTULO LXVIII
La Carbonera
18 de octubre de 1864
Como la incomunicación a que había yo reducido al enemigo en la ciudad de Oaxaca era perfecta, le intercepté un pliego en que se le avisaba que una columna de mil trescientos hombres, en su mayor parte austriacos y franceses reenganchados, se dirigía a auxiliar la plaza y se recomendaba a Oronoz que se sostuviera a todo trance hasta la llegada de esa columna y que protegiera su entrada. Seguro de que los sitiados no tenían conocimiento de la venida de ese auxilio, levanté mi línea en la noche del día 16, la reuní toda en la Hacienda de Aguilera y atravesando por encima de los cerros, para no dejar huella por el Camino Nacional, emprendí la marcha para Etla, con objeto de proteger a una pequeña columna que venía a las órdenes del General Don Luis Pérez Figueroa a incorporárseme por el camino de Teotitlán; y como el que seguía el enemigo se reúne con el que traía la Brigada Figueroa, en un punto cerca de La Carbonera, era muy posible que fuera batido antes de que se me incorporara. No pasó esto así, porque el General Figueroa llegó a San Juan del Estado a las nueve de la mañana del día 17, casi en los momentos en que yo llegaba al mismo pueblo, para proteger su marcha.
Volví a Etla con toda mi fuerza, incorporado ya Figueroa, e hice un movimiento de retroceso con toda la caballería hasta la Hacienda Blanca, a seis kilómetros de Oaxaca, para hacer creer al enemigo que volvíamos a establecer el sitio; pero después de media noche salí de la Hacienda Blanca habiendo anticipado mis órdenes para que la infantería y artillería marcharan para La Carbonera, tomando el camino de Tenexpa y Huitzo.
Alcancé la columna al salir de Etla y poniéndome a su cabeza, marché con ella a paso bastante acelerado hasta La Carbonera, porque temía que el enemigo ocupara ese punto antes que yo, en cuyo caso me batiría en descenso, ventaja que yo quería alcanzar sobre él; y aunque no pude lograrla del todo, porque llegamos simultáneamente a la Meseta de La Carbonera, que es el punto más elevado de la montaña, tomé posiciones adecuadas para batirlo en la principal eminencia donde tenía colocada su artillería, y sobre la marcha destaqué una pequeña columna, a las órdenes del Coronel Don José Segura y Guzmán, hombre muy conocedor del terreno, para que sin tomar parte en el combate, se situara a la derecha del enemigo detrás de una pequeña eminencia y con una barranca de por medio, procurara no ser visto ni sentido y estuviera listo para cortarle la retirada cuando se le ordenara, operación que favorecía grandemente una curva que acercaba a Segura el camino por donde el enemigo tenía que retirarse.
Formé la primera línea poniendo al Coronel Díaz en el centro, al General Figueroa a la derecha y al Coronel Fidencio Hemández a la izquierda. La caballería mandada por el General Don Vicente Ramos, formó la segunda línea.
Aún no acababa yo de colocar mis tropas cuando el enemigo destacó una intrépida cadena de tiradores franceses que avanzaron muy cerca de mi línea, sin que pudiera impedirlo el fuego de los míos y de la artillería. Fue necesario hacer un ataque formal con dos pequeñas columnas, y esto ocasionó que el enemigo emprendiera un ataque decisivo sobre nosotros. No obstante que yo reforcé mis columnas con otras nuevas, fueron obligadas a retroceder por el empuje del enemigo, bien sostenido por su caballería que en su mayor parte era húngara. Metí entonces al combate toda la reserva que me quedaba, lo mismo que la caballería que había abrigado en un torno de la carretera, y cuando el enemigo llegaba desordenado a su base de operaciones, que consistía en una pequeña reserva de artillería, moví por medio de un toque combinado, al Coronel Segura, quien según mis instrucciones debía atacar al enemigo por la espalda, comenzando por cortarle la carretera que era su única retirada.
Este movimiento que se ejecutaba a la vista del enemigo por encima de la colina y mi ataque vigoroso por el frente determinó la fuga de la caballería traidora y una parte de la húngara, abandonándonos en el campo cinco de sus cañones y retirándose todos los soldados en desorden.
Les hice una persecución de más de cuatro leguas, cuyo fruto fue la adquisición del otro cañón que aún les quedaba y más de 700 prisioneros, entre los cuales había muchos Oficiales austriacos de infantería.
La caballería, lo mismo la mexicana que la húngara, se escapó en su mayor parte, con excepción de unos treinta o cuarenta hombres que por haber perdido el camino, fueron capturados en la selva por paisanos armados y dos días después conducidos a Oaxaca.
Mi fuerza se componía de cosa de 1,600 hombres y la enemiga sería de 1,300 con seis cañones rayados de siete centímetros, del sistema austriaco, mientras que mi artillería consistía en dos obuses lisos de montaña, sistema Grigoval y un pedrero contrahecho.
Toda la oficialidad de infantería fue hecha prisionera. Entre los prisioneros había más de veinte Oficiales austriacos de infantería, pues solamente se salvó la oficialidad de caballería.
Inserto en seguida un sucinto parte de la batalla de La Carbonera, fechado en Minas el mismo día de la acción, y el detallado en la Hacienda de Aguilera el 22 de octubre de 1866 sUprimiendo los estados que acompañaron al último.
Ejército Republicano (1).
Línea de Oriente.
General en Jefe.
Ciudadano Ministro:
Después de la acción de Miahuatlán el 3 del corriente de que he dado a usted parte, marché a Oaxaca que se hallaba sitiada por el C. Coronel Félix Díaz; perfeccioné el sitio y después de once días y en momentos en que había determinado un asalto, supe que una columna fuerte de 1,500 hombres de las tres armas, venía en auxilio de los sitiados. Abandoné a éstos y rápidamente vine sobre la expresada columna; la encontré en el paraje llamado La Carbonera, hoy a las doce del día; comenzamos a combatir a la una con tenacidad y valor, por ambas partes, son las siete de la noche y me encuentro en el paraje de las Minas, después de tres leguas de persecución al enemigo, teniendo en mi poder 396 (2) prisioneros austriacos, polacos y húngaros, de ellos siete son Oficiales; tengo también cuatro piezas de montaña, más de 600 carabinas y un buen surtido de municiones de ambas armas, costándome algunas pérdidas bastante lamentables.
El Supremo Gobierno me perdonará que le dé este parte sinóptico, en lugar del detallado que daré más tarde; pero no tengo tiempo para más, supuesto que no debo dar lugar a que se me fugue el enemigo que se halla en Oaxaca con muy buena artillería, armamento, municiones y vestuario.
Tenga usted la bondad de felicitar en mi nombre al C. Presidente por este fausto acontecimiento, aceptando para sí mi consideración y respeto.
Independencia y Reforma.
Cuartel General en las Minas, octubre 18 de 1866.
Porfirio Díaz.
C. Ministro de la Guerra y Marina.
Ejército Republicano.
Línea de Oriente.
General en Jefe.
Ciudadano Ministro:
Como manifesté a usted en el parte que sobre la marcha di a ese Ministerio del punto de Las Minas, el mismo día del hecho de annas en La Carbonera, el 18 del corriente, levanté el sitio que había puesto a esta ciudad por haber sabido que una columna fuerte de 1,500 hombres de las tres armas compuestas casi en su totalidad de tropas austriacas, avanzaba por el camino de la Mixteca en auxilio de la plaza. En el mismo día supe también que el ciudadano General Figueroa, con la brigada de su mando y obrando conforme a las instrucciones que había recibido de este Cuartel General, se dirigía por la Cañada a verificar su incorporación; y temiendo que el enemigo tratase de batirlo, antes de que lo verificase, me decidí por esta razón más, como he manifestado a usted, a marchar a su encuentro, procurando que antes se me uniese el General Figueroa, lo que tuvo lugar el 17 del corriente en el pueblo de San Juan del Estado.
Desvanecido el temor de que esta fuerza fuese batida en detall robustecida con su auxilio y sabiendo que Oronoz trataba de hacer un movimiento de la plaza y salir al encuentro de la columna austriaca, marché de San Juan del Estado a Etla, avanzando la brigada de caballería hasta la Hacienda Blanca, simulando emprender de nuevo mis operaciones sobre la plaza. Este movimiento produjo los resultados que yo me esperaba; los defensores de ella se encerraron otra vez en sus fortificaciones, y yo me quedé libre para obrar sobre la columna austriaca. Como era preciso hacerlo con actividad, salí de Etla a la una de la mañana del 18, tomando el camino de Huachichilla, por La Carbonera, vía que según mis exploradores debía traer el enemigo.
A las doce del día, los exploradores, tanto de mi descubierta como los que había mandado dentro del enemigo, me anunciaron que los austriacos estaban ya a nuestro frente: detuve mi marcha y escogí las posiciones para librar el combate; éstas son las lomas de La Carbonera. Mi línea de batalla quedó establecida de esta manera: la Brigada del General Figueroa, formada en columna con la artillería, teniendo a su frente líneas de tiradores, apoyaba la derecha; el centro lo formaba la Brigada de la Sierra a las órdenes del ciudadano Coronel Félix Díaz, en batalla con tiradores al frente; a su retaguardia dos columnas de los Batallones de Chiautla, de la Brigada del ciudadano Coronel González, y cazadores de la que manda Figueroa, formando una fuerza de 350 hombres mandados por los Tenientes Coroneles Juan de la Luz Enríquez y Lorenzo Pérez Castro, a las órdenes del ciudadano Jefe del Estado Mayor, Coronel Juan Espinosa y Gorostiza. Cuatro pequeñas columnas de la Brigada del ciudadano Coronel González, compuestas de los Batallones Fieles, Montaña, Guerrero y Costa Chica, teniendo a su frente la compañía del Tlaxiaco, en tiradores, defendían el Camino Nacional a las órdenes del Jefe de la Brigada, y a la izquierda, que estaba separada del centro por dicho camino y por una barranca donde embosqué tiradores, la formaban los Batallones Patria y Morelos, de la misma Brigada.
La caballería a las órdenes del General Ramos, quedó formada a retaguardia de la línea, sobre el mismo camino que se mantuvo despejado para que pudiese cargar.
Pocos momentos despúes de haber quedado establecida la línea dé batalla, el enemigo desembocó por el camino en una fuerte columna, marchando a tomar posesión de una loma situada a 600 metros de nuestras posiciones, y desplegando la columna estableció su artillería, rompiendo inmediatamente los fuegos; entre tanto, organizaba otras dos columnas de infantería que lanzó sobre el centro de nuestra línea, las que fueron rechazadas y el enemigo retrocedió a organizarse de nuevo, bajo el amparo de su artillería. Acomete otra vez en el apoyo de su caballería, que carga impetuosamente sobre nuestra línea, llegando casi a tocarla, introduciendo algún desorden en ella; sin embargo, es de nuevo desbaratada y retrocede. Este momento creí era el más oportuno para lanzar nuestra caballería y así lo ordené. Avanza en efecto, se traba el combate entre ambas y la nuestra se ve obligada a retroceder algún espacio por el fuego del cañón del enemigo que recibe a quemaropa; vuelve sin embargo a la carga y el combate permanece indeciso. En estos supremos momentos ordené que las Brigadas del General Figueroa y Coronel Díaz cargasen también, lo que verificaron con sumo brío; sin embargo el enemigo había echado mano de sus reservas, y estas columnas son contenidas; entonces y queriendo acabar de una vez, hice mover las reservas que mandaba el Coronel Espinosa y las columnas del General González. El enemigo opuso al avance de ellas una desesperada carga de caballería por el camino, sobre los Batallones Fieles y Chiautla, que avanzaban por él. Esta carga fue rechazada. Al mismo tiempo que avanzaban todas estas columnas, las Brigadas Figueroa y Díaz hacían otro tanto; el enemigo, amedrentado por éste ataque general, empezó a retirarse, sufriendo en menos de una hora completa derrota.
Los Batallones Patria y Morelos que habían recibido orden de cargar sobre el flanco derecho del enemigo, lo hicieron sobre la izquierda por haber comenzado éste su retirada.
La persecución se hizo por espacio de cuatro leguas, y el enemigo dejó en este espacio regada su artillería, municiones, armamento y multitud de muertos y prisioneros.
La relación número uno indica a usted los muertos, heridos y dispersos que ha tenido esta División; la marcada con el número dos el armamento y pertrechos quitados al enemigo; el número tres las municiones consumidas, y la número cuatro las pérdidas conocidas del enemigo en muertos, heridos y prisioneros. Además, acompaño a usted las listas nominales de ellos, marcadas con las letras A, B y C.
Un Subteniente y tres soldados que se portaron cobardemente, fueron castigados ayer. El resto del personal con cuyo mando me honro, llenó sus deberes a mi satisfacción de una manera tan general, que no me atrevo a recomendar especialmente a nadie, y espero que haciendo justicia ese Supremo Gobierno al mérito militar, concederá un recuerdo honorífico a los combatientes del 18 de octubre en La Carbonera.
Felicito a usted y al ciudadano Presidente por el hecho de armas a que me refiero, y me honro en reiterarle mi justa consideración y respeto.
Patria y Libertad.
Cuartel General en la Hacienda de Aguilera, octubre 20 de 1886.
Porfirio Díaz.
Ciudadano Ministro de Guerra.
Monterrey.
Notas
(1) Esta carta fue comunicada oficialmente por nuestro Ministro en Washington al Secretario de Estado de los Estados Unidos de América con nota de 20 de noviembre de 1866 y transmitida por el Presidente a la Cámara de Diputados del Congreso de aquel país, con su mensaje de 29 de enero de 1867, y mandado imprimir por acuerdo de dicha Cámara. (Documento del Ejecutivo N° 76, del segundo período de sesiones de la Cámara de Diputados del 39° Congreso. Pág. 309). Correspondencia de la Legación Mexicana en Washington durante la intervención extranjera. 1860-1867. Nota N° 760. Vol VIII, págs, 585 y 586.
(2) El día de la acción se recogieron 396 prisioneros según dice el parte oficial; pero los vecinos de los pueblos de Jayacatlán, Atatlauca y Oloapam, recogieron y me entregaron al día siguiente, más de trescientos dispersos, lo cual hizo un total de 700 prisioneros que llevé a Oaxaca.
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