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CAPÍTULO LXXVI
Marcha sobre Puebla
Del 10 de enero al 10 de febrero de 1867
El 10 de enero de 1867 entré a Oaxaca, de regreso de Tehuantepec, y me ocupé activamente de organizar la campaña sobre Puebla.
Coincidió mi regreso de la campaña de Tehuantepec con el arribo a Oaxaca del armamento que condujo de los Estados Unidos el General Don Pedro Baranda, y esa circunstancia favoreció mucho la organización de mi columna con que debía operar sobre la capital y cuya organización e instrucción había dejado encomendada al General Alejandro García, a quien había llamado de su Cuartel de Tlacotálpam con ese objeto. Encontré, sin embargo, que aún no estaban concluidas las baterías rayadas que yo había mandado fundir y montar antes de salir para Tehuantepec, y que aún no estaba uniformada una brigada compuesta de los Batallones 1°, 2° y 3°, de Cazadores de Oaxaca, y encomendé ese trabajo al General Alejandro García y al Jefe de dicha Brigada, General Don Manuel González.
Al comenzar mi campaña, después de mi evasión de Puebla, había ofrecido a las Guardias Nacionales que me seguían, que aprovecharía sus servicios hasta la ocupación de la capital del Estado de Oaxaca y que una vez logrado esto, las licenciaría a todas, regalándoles las armas con que habían hecho la campaña. Esta promesa constituía para mí un gran embarazo, y ella explica la necesidad que tenía de improvisar nuevas tropas, con carácter ya de Ejército Permanente, a lo que procedí desde luego. En momentos, pues, en que tanto necesitaba tropas para emprender una nueva y seria campaña, estuve licenciando a todas las Guardias Nacionales que exigieron el cumplimiento de mi promesa, y por fortuna logré convencer a algunos, aunque muy pocos, para que siguieran sirviendo en la nueva campaña que iba a abrirse.
No siendo suficientes para esa campaña las fuerzas que yo pudiera organizar en Oaxaca, extendí mi acción y mis esfuerzos, a los Estados de Puebla, Veracruz, México y Tlaxcala, y con ese propósito y estando todavía en la ciudad de Oaxaca, destaqué con sus respectivas fuerzas, y con objeto de aumentarlas, al General Luis Pérez Figueroa a los Distritos de Tuxtepec y Teotitlán de aquel Estado, con orden de concurrir algunos días después al Valle de Ixcaquistla. Había ordenado también a los Generales Juan N. Méndez e Ignacio R. Alatorre que aumentaran sus fuerzas, tanto como fuera posible en el Norte de Puebla y Estado de Veracruz respectivamente, para concurrir al lugar que yo designaría en una orden al efecto, y al coronel Don Cristóbal Palacios que organizara un regimiento en los Distritos de Tepeaca y San Andrés Chalchicomula de Puebla, y en la parte oriental del Estado de Tlaxcala. Al Coronel Rodríguez Bocardo que había desertado del imperio y que se había puesto a mis órdenes, le mandé que permaneciera y mejorara sus tropas en la ciudad de Tlaxcala. Al Coronel Anastasio Roldán, servidor del imperio y que también se había puesto a mis órdenes con doscientos caballos, le ordené permaneciera en Acajete y amagara a Puebla por el rumbo de Ayotla. Al General Rafael Cuéllar le había mandado que organizara fuerzas de infantería y de caballería en los Distritos de Chalco y Xochimilco y contiguos del Estado de México, y al coronel Florentino Mercado, que organizara también la fuerza de caballería que pudiera en los llanos de Apam.
El 26 de enero de 1867 salí de Oaxaca para Acatlán, del Estado de Puebla, con una pequeña fuerza de caballería que no llegaría a trescientos hombres, porque el resto de caballería que era en su totalidad de hombres de Ixcaquistla, de Tepeji y de toda la Mixteca baja y sur de Puebla, les había dado licencia para presentárseme, un mes después, en el repetido pueblo de Ixcaquistla.
Me situé primero en Acatlán con objeto de observar de cerca las operaciones del enemigo, y proteger al Coronel Don Juan Espinosa y Gorostiza que había avanzado con unos cuantos infantes para posesionarse de Matamoros Izúcar y organizar allí un batallón que debía mandar él mismo, y también había mandado al General Don Francisco Leyva a apoderarse de Cuernavaca y organizar allí fuerzas de infantería y caballería con las cuales maniobraría después, según órdenes que recibiera, y mandé al General Don Vicente Ramos que inspeccionara la organización de las fuerzas que había mandado levantar en los distritos del sur de Puebla, pero desgraciadamente murió cuando comenzaba a desempeñar ese servicio que encomendé después al General Manuel Toro.
Permanecí en Acatlán cosa de dos semanas, esperando que emprendieran su marcha para incorporárseme las diferentes fuerzas que había mandado organizar en los Estados de Oaxaca, Veracruz, Puebla, México y Tlaxcala.
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