LA VIDA HERÓICA DE PRÁXEDIS G. GUERRERO
Eugenio Martínez Nuñez LIBRO SEGUNDO CAPÍTULO CUARTO Revolución Un nuevo periódico. La suerte de los revolucionarios capturados en El Paso había sido más afortunada que la de los de Ciudad Juárez, ya que Antonio I. Villarreal, Aguirre y Cano lograron escapar audazmente de las garras de la policía a principios de 1907, en los momentos en que se pretendía trasladarlos a territorio mexicano para ser juzgados por los mismos delitos porque Sarabia, Canales y demás correligionarios habían sido sentenciados en el proceso de Chihuahua. Al escapar, Villarreal se dirigió a Los Angeles, California, a reunirse con Librado Rivera y Lázaro Gutiérrez de Lara, con quienes pudo publicar un nuevo periódico como órgano de la Junta para continuar cuando menos desde sus columnas la lucha revolucionaria, ya que no podía hacerlo desde las de Regeneración, por haber sido suprimido en San Luis Missouri poco tiempo después de los acontecimientos de El Paso y Ciudad Juárez. Este nuevo periódico apareció en Los Angeles el día 1° de junio de 1907 con el nombre de Revolución, y en él colaboraron desde un principio Práxedis G. Guerrero y Ricardo Flores Magón, el primero desde la ciudad de Douglas, donde a la sazón se hallaba trabajando en la Compañía minera Coopper Queen, y el segundo desde Sacramento, California, donde se encontraha oculto después de haber andado huyendo por Los Angeles y San Francisco al abandonar su refugio secreto en El Paso, Texas. En el segundo número de este periódico publicó Flores Magón un artículo en que explica la grandeza de ideales del movimiento iniciado con los levantamientos de Jiménez y Aeayucan en la siguiente forma: La revolución que se inició a fines de septiembre del año pasado y que está próxima a continuar, es una revolución popular, de motivos muy hondos, de causas muy profundas y de tendencias bastante amplias. No es la revolución actual del género de la de Tuxtepec, de La Noria, verdaderos cuartelazos fraguados por empleados mismos del Gobierno, pOr ambiciosos vulgares que no aspiraban a otra cosa que a apoderarse de los puestos públicos para continuar la tiranía que trataban de derribar, o para sustituir en el Poder a gobernantes honrados como Juárez y como Lerdo de Tejada, a cuya sombra los bandidos no podían medrar. Una revolución cOmo aquellas que encabezó Porfirio Díaz o como las que antes de la guerra de Tres Años se siguieron una después de otra en nuestro desgraciado país; una revolución sin principios, sin fines redentores, la puede hacer cualquiera en el momento que se le ocurra lanzarse a la revuelta y bastará con apresar a los que hacen de cabecillas para destruir el movimiento; pero una revolución como la que ha organizado la Junta de Saint Louis Missouri no puede ser sofocada ni por la traición, ni por las amenazas, ni por los encarcelamientos, ni por los asesinatos. Eso es lo que ha podido comprobar el dictador y de ello proviene su inquietud. No está en presencia de un movimiento dirigido por aventureros que quieren los puestos pÚblicos para entregarse al robo y a la matanza como los actuales gobernantes, sino de un movimiento que tiene sus raíces en las necesidades del pueblo y que, por lo mismo, mientras esas necesidades no sean satisfechas, la revolución no morirá, así perecieran todos sus jefes; así se poblasen hasta reventar los presidios de la RepÚblica y se asesinase por millares a los c:udadanos desafectos al Gobierno ... (1). Guerrero, delegado de la Junta. En los últimos días de junio abandonó Flores Magón el escondite en Sacramento y se dirigió secretamente a Los Angeles para ponerse al frente de Revolución y para iniciar, en compañía de Villarreal y de Riyera, la organización de un nuevo levantamiento contra la dictadura. Entonces, tomando en cuenta que Guerrero mucho se había distinguido como luchador desde la creación de la Junta Obreros Libres, Flores Magón y Villarreal, como Presidente y Secretario de la Junta del
Partido Liberal, le extendieron nombramiento de Delegado Especial, para que ya cOn esa representación pudiera desarrollar en mayor escala sus trabajos en Arizona en favor del movimiento que se estaba preparando. El documento que lo acredita con tal carácter, aunque está fechado el 29 de junio de 1907 en San Luis Missouri para no descubrir el lugar de residencia de los miembros de la Junta, fue en realidad expedido en Los Angeles, y dice así: Teniendo en cuenta el desinterés y el entusiasmo con que trabaja Ud. en pro de la causa de la Revolución, y no dudando que, como hasta aquí, seguirá poniendo sus energías al servicio de tan noble causa, esta Junta ha tenido a bien cOnferirle el cargo de Delegado Especial para que active los trabajos del próximo levantamiento en México contra la dictadura de Porfirio Díaz. En virtud de su cargo queda Ud. facultado para acopiar cuantos elementos sean necesarios, otorgando en nombre de la Junta los recibos correspondientes en los que especificará si las armas, municiones o dinero que Ud. consiga se han obtenido en calidad de préstamos o como donativos, para hacer su pago en el primer caso al triunfo de la Revolución (2). No existen datos en qué basarse para asegurar cuáles hayan sido exactamente las actividades de Guerrero al recibir este nombramiento, pero es de suponer que un hombre como él, que todo lo sacrificaba por la causa de la libertad, haya hecho el mejor uso de las facultades que le habían sido conferidas. Plagio de Manuel Sarabia. Casi al mismo tiempo que Flores Magón y Villarreal extendían el nombramiento de Guerrero, se registró en la ciudad de Douglas. un atentado del que se hizo víctima a Manuel Sarabia, Segundo Vocal de la Junta del Partido Liberal, a quien el Consul mexicano de dicha población, de acuerdo con el plan de persecución seguido contra los luchadores exiliados, acusaba de haber cometido un asesinato con el objeto de pasarlo a México y entregarlo a la venganza de Porfirio Díaz. Manuel Sarahia vivía en Douglas en la mi5ma casa en que habitaba Guerrero, y el día 30 de junio, al transitar por una de las calles de la ciudad, fue detenido por un grupo de agentes del Servicio de Espionaje y llevado a la cárcel, donde quedó rigurosamente incomunicado. Esa misma noche, atado de manos, amordazado y con una venda en los ojos, fue conducido rápidamente en automóvil a la frontera mexicana y entregado a un pelotón de soldados del Ejército Federal, quienes lo lievaron amarrado sobre una mula hasta la cárcel de Cananea, y de aquí en ferrocarril a la Penitenciaría de Hermosillo, donde permaneció incomunicado una semana, al fin de la cual las autoridades mexicanas lo pusieron en libertad devolviéndolo a Douglas. La extraña actitud del Gobierno de México en el desenlace de este plagio se debió a que inmediatamente después de haberse llevado a cabo, unos periódicos de Douglas, el The Douglas Industrial y el Douglas Daily Examiner, denunciaron el atropello y realizaron una enérgica campaña en favor de Sarabia, en la que colaboró eficazmente Guerrero, repartiendo unas hojas sueltas en español y en inglés entre el pueblo obrero de la ciudad. Debido a esta campaña, la población, justamente indignada, efectuó unas manifestaciones públicas de protesta, durante las cuales se buscaba al Cónsul de México para ahorcarlo con una cuerda, ya que por su intervención se había realizado el atentado. Estas violentas demostraciones de descontento popular obligaron a las autoridades norteamericanas a reclamar a Sarabia, y la dictadUra mexicana se vio en la necesidad de obedecer la demanda para evitar mayores denuncias de la prensa de los Estados Unidos. En una carta que casi dos meses después de estos acontecimientos escribió Guerrero a su familia desde la misma ciudad de Douglas explica en la siguiente forma el atentado y su participación en la defensa del prisionero: ... Un día fue aprehendido Sarabia por intrigas del Cónsul mexicano y en la noche plagiado de la cárcel de esta ciudad y entregado infamemente a las autoridades mexicanas de Sonora, las circunstancias odiosas con que fue cometido este atentado, indignaron a todo el pueblo, mexicano y americano, hubo enérgicas protestas y un comité de ciudadanos pidió justicia al Gobierno de Washington. Yo, en presencia de aquel crimen, y conociendo a Sarabia como incapaz de haber asesinado a nadie -pues éste fue el pretexto que tomó el Cónsul- y viendo que sólo era una vengaza, del Gobierno, supuesto que si hubiera sido culpable, lo hubieran extraditado legalmente, escribí dos hojas sueltas señalando a los culpables. La justicia comenzó a hacerse y Sarabia fue traído de HermosilIo y puesto en absoluta libertad aquí. Ahora se espera el jurado de los plagiaríos ... Captura de Flores Magón, Villarreal y Rivera. Pero cuando Guerrero escribía esta carta, no sólo no sabía que jamás serían enjuiciados los culpables, sino que nuevos atentados acababan de sufrir los otros miembros de la Junta, que por su tenaz campaña contra la dictadura desde las columnas de Revolución no habían dejado de ser perseguidos, al grado de que se llegaron a publicar algunos avisos ofreciendo varios miles de dólares por la captura de Antonio I. Villarreal y de Ricardo Flores Magón. Efectivamente, el 23 de agosto de 1907 eran arrestados Flores Magón, Villarreal y Rivera en la ciudad de Los Angeles, también con objeto de pasarlos secretamente a México y entregarlos a la venganza del Gobierno. En la tarde de ese mismo día los agentes del Servicio Secreto que perseguían el premio, entre los que figuraban el famoso detective Furlong y dos conocidos espías mexicanos llamados Talamántes y Rico, obrando de acuerdo con el Cónsul, prepararon un automóvil para conducir a los tres revolucionarios a territorio mexicano, pero éstos, al darse cuenta de que se trataba de cometer un secuestro como el que había sufrido dos meses antes Manuel Sarabia, comenzaron, como éste lo había hecho antes de ser amordazado, a llamar la atención pública explicando en voz alta el atropello de que se les quería hacer víctimas, por lo que fueron golpeados por los esbirros en tal forma que cayeron al suelo desmayados y manando sangre en abundancia. Como no fue posible realizar el secuestro por la muchedumbre que se reunió en el lugar de los hechos, Flores Magón, Villarreal y Rivera fueron llevados a la cárcel de la ciudad, donde los agentes que los conducían casi a rastras, no encontrando de momento qué otros cargos presentar en su contra, dijeron simplemente que los entregaban por haberse resistido a un oficial. Estando ya presos, se les instruyeron varios procesos, primero por resistir a la fuerza armada, luego por robo, después por robo criminal y asesinato y más tarde por libelo criminal; pero en vista de que los abogados que se encargaron de su defensa pudieron deshacer uno a uno todos esos cargos en el curso de las audiencias, después de haberlos tenido encerrados en los calabozos de la prisión de Los Angeles cerca de un año y medio, se les declaró al fin culpables del delito de violación de las leyes de la neutralidad por conspirar contra el Gobierno de México, y se les sentenció a dieciocho meses de prisión, condena que cumplieron en las cárceles de Yuma y de Florence, en el Estado de Arizona, habiendo salido en libertad hasta el mes de agosto de 1910. Un nuevo editor. Con el encarcelamiento de Villarreal, de Flores Magón y de Rivera, Revolución sufrió un rudo golpe pero no por eso dejó de publicarse, pues la vacante editorial fue cubierta desde luego por Lázaro Gutiérrez de Lara, un inquieto y talentoso luchador que mucho se había distinguido desde los comienzos de la campaña liberal como dirigente obrero, como periodista y como orador de combate (3); pero su actuación al frente del periódico, que fue muy brillante, sólo duró poco más de un mes, pues el 27 de septiembre de 1907 los agentes del Servicio secreto, por instrucciones del Procurador General de los Estados Unidos, lo aprehendIeron y lo llevaron a la cárcel a hacer compañía a los antiguos redactores. Gutiérrez de Lara, que como los otros tres luchadores tampoco había sido hecho prisionero por delitos de imprenta, fue acusado más tarde de diversos delitos del orden comÚn, entre ellos el de haber cometido un robo en el fulano día del mengano mes de 1906 en el perengano Estado de la República de México, por cuya horrenda acusación se pedía su extradición a México; pero al fin pudo obtener su libertad por falta de pruebas en su contra, no sin antes haber perdido en la prisión de la manera más injusta ciento cuatro días preciosos de su vida. Guerrero y Manuel Sarabia al frente de Revolución. El 7 de octubre de 1907 llegó Enrique Flores Magón a Los Angeles procedente de Nueva York, donde había estado trabajando como electricista en el edificio de la compañía Singer después de haberse separado de su hermano Ricardo y de Juan Sarabia en el Canadá. Al llegar a Los Angeles, aunque se ocultó para no ser aprehendido por la policía, se hizo cargo de los trabajos secretos abandonados por los presos, y empezó a colaborar en Revolución, del que se habían encargado Práxedis G. Guerrero y Manuel Sarabia, el primero como jefe de redacción y el segundo como editor responsable inmediatamente después de la captura de Lázaro Gutiérrez de Lara. La aparición de Guerrero al frente de la redacción del periódico fue una gran fortuna para la causa revolucionaria, pues el joven combatiente, que desde sus primeras colaboraciones se había dado a conocer como uno de los más claros talentos y como uno de los más brillantes escritores del Partido Liberal, imprimió tan extraordinario vigor a la campaña, no sólo contra la dictadura, sino en favor de los intereses políticos y sociales de las masas pOpulares, que los mismos luchadores presos llamaron en esa época a Revolución el puente entre la vida autoritaria y la vida libertaria, sintetizando de este modo la gran fuerza del pensamiento creador de Práxedis, cuyo espíritu había ya evolucionado plenamente hacia los ideales que persiguen la más alta perfección social, moral y material del ser humano. Guerrero conoce a los presos. Hasta entonces, de los miembros de la Junta del Partido Liberal sólo conocía Guerrero a Manuel Sarabia y a Enrique Flores Magón, pero nunca había tenido oportunidad de hablar personalmente con ninguno de los tres que estaban presos, y no fue sino hasta el 9 de noviembre de 1907, día en que se les podía visitar en la cárcel, cuando tuvo la primera, aunque relativa entrevista con ellos, ya que una doble y espesa malla de alambre que esfumaba casi totalmente las figuras, los separaba. Los presos conocen a Guerrero. Con las entrevistas que a ésta se sucedieron, se estableció desde un principio una corriente mutua de fuerte simpatía entre todos estos grandes luchadores, y tal vez Ricardo Flores Magón, como ningún otro, penetró hasta el fondo espiritual de Guerrero, hallando en él una alma limpia e incorruptible y siempre dispuesta a los mayores sacrificios en beneficio de la humanidad. Puede afirmarse, áun a despecho de lo que digan ahora los insensatos y los necios por la separación posterior y definitiva entre Ricardo y Juan Sarabia, que el único que pudo haber llenado el vacío dejado por Juan en el seno de la Junta, fue Práxedis; el mismo arrojo, la misma audacia heroica, el mismo espíritu de abnegación, tal vez el mismo talento, los reunía también, de un modo maravilloso, Guerrero; igualmente. la misma simpatía, la alta estimación conquistadas entre todos los elementos de la Junta por la personalidad de Sarabia, entonces engrandecida y santificada por el martirio en Ulúa, fueron otorgadas sin re:ervas al joven revolucionario de Guanajuato; y justo es decir que esa estima fue creciendo cada día hasta convertirse en admiración, a medida que cada uno llegaba a conocer a fondo las extraordinarias cualidades del austero e inmaculado combatiente. Guerrero, secretario de la Junta. Por estas circunstancias, y a iniciativa de Enrique Flores Magón, a principios de diciembre del mismo año fue designado Guerrero, si no Vicepresidente como lo fue Juan Sarabia, sí segundo secretario de la Junta, nombramiento que fue recibido con beneplácito por todos los componentes del Partido. En virtud de su nueva investidura conoció los trabajos secretos de la Junta, entro en correspondencia con todos los jefes de los grupos liberales radicados en México y Estados Unidos para tratar sobre el nuevo levantamiento contra la dictadura, y dio a la lucha
libertaría mayor empuje desde las columnas de Revolución, empresa en que no sólo colaboraban de modo sobresaliente Enrique Flores Magón Y Manuel Sarabia, sino también, dentro de su esfera, los impresores Modesto Díaz, Federico Arizméndez y un joven Fidel Ulíbarri, quienes con verdadera abnegación habían aceptado todos los peligros a que estaban expuestos constantemente los dirigentes del Partido Liberal. Tanto se distinguió Guerrero en su campaña periodística de esa época, y tan inteligentemente trabajaron sus colaboradores, que Ricardo Flores Magón, en una carta que con fecha 19 de diciembre envió a Manuel Sarabia desde la cárcel, le decía lleno de entusiasmo: Revolución está hermosísimo. Los felicito a todos y especialmente a Práxedis. ¡Qué brillante pluma! La labor de los presos. Aunque Villarreal, Ricardo Flores Magón y Rivera no colaboraban en Revolución estando presos, no por eso permanecían inactivos en la cárcel, sino que a pesar de la estrecha vigilancia de que eran objeto por las autoridades de la prisión y de la incómoda postura en que se hallaban casi amontonados en una pequeña y penumbrosa celda, no cesaban de trabajar escribiendo continuamente multitud de cartas a los correligionarios y a los jefes de los grupos revolucionarios de México y Estados Unidos para mantener latente y fomentar el espíritu de rebeldía contra la dictadura. Esas cartas, escritas en clave en su parte más importante para que en caso de ser interceptadas por el Gobierno no revelaran ni el menor indicio de la organización del nuevo levantamiento, las entregaban con todo género de precauciones a los amigos de confianza que dos veces por semana iban a visitarlos, para que ellos a su vez las entregaran a Guerrero, a Enrique Flores Magón o a Manuel Sarabia, para que éstos se encargaran de hacerlas llegar a su deotino. Y no solamente escribían cartas en que trataban de los trabajos secretos de la próxima Revolución, sino también otros documentos destinados a la publicidad, ya para denunciar las iniquidades que jueces y otros funcionarios venales cometían en el largo proceso que se les tenía instruido y en el que se les negaba hasta el derecho de otorgar cauciones para obtener su libertad, o ya para abogar en términos generales en favor de la libertad y el bienestar del pueblo de México. Entre estos documentos figuraba un Manifiesto que redactaron a fines de 1907, sobre las deplorables condiciones morales, económicas, sociales y políticas en que vegetaban las clases populares de su país oprimidas bajo la férrea dictadura del general Díaz, y en el que hacían a la vez una detallada exposición de los trabajos que habían realizado en favor de esas clases humildes y de las tremendas persecuciones que por esa causa habían sufrido lo mismo en México que en los Estados Unidos. Ellos querían que particularmente este Manifiesto, al ser publicado, tuviera la más amplia e inteligente distribución tanto en toda la América como en Europa para contrarrestar la labor incensaria de los aduladores del porfirismo, que al mismo tiempo que presentaban ante el mundo entero a ese régimen tiránico y despótico como un Gobierno progresista, respetuoso de las instituciones democráticas y benefactor del pueblo, llenaban de improperios y de viles calumnias a los luchadores que desde el destierro y en la prisión bregaban por la libertad v el decoro de su patria. Antonio I. Villarreal, en una carta que con fecha 26 de diciembre le dirigió a Manuel Sarabia, le decía a este respecto lo siguiente: Querido Manuel: A fin de obtener el mejor éxito posible con el Manifiesto le comunicaré lo que hemos pensado acerca de su distribución. Parte de lo que aquí diré, ya se lo manifestamos a los amigos que nos visitan, pero es mejor repetirlo por escrito para evitar generalidades. Queremos que el tiro del Manifiesto se haga en dos formas si las circunstancias lo permiten: en hojas sueltas, con tipo grande, para fijarlas en las esquinas y en los bill-boards, y en folleto para distribuirlo en la ciudad y enviarlo por correo a los diputados y senadores, a la prensa, a las universidades, a los Gobernadores de los Estados, al cuerpo diplomático en Washington, y a las uniones de trabajadores. Entre estas últimas conviene darle amplia circulación. Sería de buen efecto que comisiones de señoras, señoritas y niñas se encargaran de la distribución del folleto en las calles de
esta ciudad. Hay que procurar que The Herald y algún otro periódico local inserten el Manifiesto o parte de él. Miss. Dolsen ofreció cooperar para el objeto indicado y con ella y dos amigos o amigas más se podría formar una comisión para que llevaran a las redacciones, copias del Manifiesto y para que se acercaran también a la Oficina de la Prensa Asociada. Probablemente tiene, asimismo, oficinas en esta ciudad la agencia de noticias United Press que no estaría por demás que la visitaran. En las redacciones de periódicos pueden darles la dirección de las agencias de noticias. En los Estados Unidos hay cinco agencias; pero no sé cuántas de ellas tengan representantes en esta ciudad. Telegrafíe a mi casa y a las redacciones del St. Louis Republic y S. L. Post Dispatch proponiendo enviar como despacho de prensa, parte del Manifiesto, en caso de que acepten publicarlo.
Cosa semejante hizo Araujo (4) con buen éxito durante las persecuciones del año pasado. Tal vez las redacciones de periódicos hagan los gastos telegráficos. Procure que los socialistas, los >I.W.W. y los de la A.F. of L. (5) manden por separado a las redacciones de los periódicos de sus respectivas organizaciones, copias del Manifiesto acompañadas de circulares o cartas en que pidan la inserción del referido documento. Del envío del Manifiesto a las diversas uniones también podrían encargarse los miembros de las agrupaciones citadas y así realizarían Uds. algunos ahorros. Con especialidad debe procurarse que Appeal to Reason reproduzca el Manifiesto. A amigos como Lawrence, Casas, Vidal, mándenles regular número de ejemplares para que a la vez los hagan llegar a sus amigos. A Lawrence recomiéndenle que remita manifiestos a los sindicatos y a la prensa de Francia. Si Revolución sigue publicándose o si se pudiera hacer la edición del Manifiesto en español, sería muy útil porque se lograría que lo reprodujeran algunos periódicos de Texas y Arizona, así como los de la América del Sur y los de España y Cuba. Si lo insertan en Revolución háganlo caber en un solo número. La idea de organizar una parada pública de protesta, de que nos hablaron en la última visita, es soberbia y esperamos que Uds. ayudarán con todas sus fuerzas para lograr que tenga verificativo. Se necesita hacer gran escándalo para conseguir que nos suelten. Manden diez manifiestos en inglés a: A. Schapiro -163 Jubilee Street, E. London. Conserven ese nombre para que le envíen todo lo que publiquemos. Si hay alguien que les pueda dar las direcciones de las uniones de trabajo y periódicos obreros de Inglaterra y Canadá, aprovechen la oportunidad para enviarles el Manifiesto. No se olviden de Bonafoux y Malato. Aunque el Common Sense reproduzca el Manifiesto es conveniente cubrir los envíos que dejamos especificados con folletos y no con la edición del Common Sense. El folleto le da más importancia al asunto por ser original y es más fácil que lo reproduzcan yendo en esa forma. Denles manifiestos a Lawler y Van Dyke (6) lo mismo que a los Jueces Federales Wellborn y Ross y procuren distribuir ejemplares con profusión en las oficinas federales (en el edificio del Tajo) lo mismo que en la vecindad donde viven esos tíos. Manden ejemplares al Cuerpo Diplomático en México, lo mismo que a Díaz y sus ministros, a los Diputados y Gobernadores de los Estados. Necesitamos peines, limpiadientes y polvo para los dientes, también cintas para zapatos y cerillos. En estos días se vence la inscripción del Examiner que estoy recibiendo. Aunque sea un peso depositen en la oficina a mi nombre para cubrir ese adeudo. Salude fraternalmente a todas y todos los amigos y Ud. reciba un abrazo de su compañero. Antonio (7). Captura de Manuel Sarabia. Después de la publicación del Manifiesto, del que se imprimieron muchos miles de ejemplares en inglés y en español con la cooperación de algunos periódicos liberales que se editaban en Texas y Arizona, de las organizaciones obreras y de la prensa americana, y que fue distribuido conforme al plan sugerido por los presos, la gran época del valiente semanario Revolución que se había iniciado con la aparición de Guerrero al frente de su jefatura de redacción habría de durar ya muy poco tiempo, pues a principios de 1908, apenas insertado en sus columnas aquel importante documento y debido a las incesantes persecuciones de que eran objeto sus impresores y redactores, que trabajaban secretamente y en silencio y cuando salían a la calle lo hacían siempre disfrazados, pudo ser localizado su editor Manuel Sarabia por los agentes del Servicio de Espionaje, quienes se apresuraron a llevarlo a la cárcel, acusándolo de los mismos delitos que se seguía contra Magón, Villarreal y Rivera en aquel tiempo. Manuel Sarabia permaneció en la cárcel de Los Angeles sin que se le ínstruyera proceso hasta principios de 1909 en que fue trasladado a la Penitenciaría de Florence, Arizona, donde por el mes de agosto del mismo año le fue concedida su libertad bajo caución. Poco después contrajo matrimonio con una señorita perteneciente a una antigua y acaudalada familia de Boston (8), pero como su salud había desmejorado notablemente por el maltrato que había sufrido durante su cautiverio de cerca de dos años, y creyéndose que se trataría de volverlo a aprehender no obstante la falta de pruebas, fue persuadido de pagar su caución y de huir junto con su esposa a Europa. En Londres, en París, en Barcelona y en otras ciudades del viejo mundo se dedicó a escribir artículos para periódicos ingleses, franceses, españoles y belgas sobre el movimiento democrático en México hasta fines de 1910 en que regresó a los Estados Unidos a seguir luchando por el triunfo de la Revolución, ya profundamente distanciado de los Flores Magón y de Rivera por cuestiones ideológicas. Se intenta publicar un nuevo periódico. Con la prisión de Manuel Sanabria y con la clausura de Revolución que siguió a su arresto, sobrevino un período de tres meses de silencio en la campaña de prensa de la Junta, durante el cual los miembros de la agrupación buscaron los medios de publicar un nuevo periódico donde continuar la lucha interrumpida. Esto se explica claramente en la correspondencia que Ricardo Flores Magón cruzó con Guerrero durante los meses de febrero, marzo y abril de 1908, en donde se habla primero de adquirir El Monitor Mexicano y después El Correo Mexicano, con la ayuda económica de algunos amigos y correligionarios. En una carta llena de espíritu combativo que Ricardo escribió a Guerrero con fecha 18 de marzo, le decía: Orteguita está dispuésto a dar lo que se necesite para comprar El Monitor Mexicano, y ayer encargué que le dijeran que facilite unos cien pesos para poder sacar siquiera unos tres números. Creo que si no da él todo el dinero, Conchita y Pepita Gesenins conseguirán lo que se necesite para cada número, a juzgar por el entusiasmo con que Conchita Flores acogió la idea y la promesa que hizo al mismo tiempo de trabajar con ardor para que haya dinero para cada nÚmero. Así, pues, parece que se inicia el asunto de una manera seria. Es innegable toda la ventaja que se obtendrá comprando El Monitor. Está registrado, y aunque su pasado es turbio, pronto se rehabilitará, porque, desde luego, será Modesto Díaz quien salga al frente de la publicación, conocido ya como hombre honrado, y después, porque el contenido del periódico será absolutamente de oposición a la tiranía. ... Necesitamos toda la ayuda que pueda Ud. prestar en la redacción del periódico. Por nuestra parte, veremos si podemos escribir algo. Yo escribo aquí con mucha dificultad. La postura en que puedo hacerlo es demasiado incómoda y había prometido no escribir para periódicos, pero hay necesidad de ponerse a escribir y escribiré, aunque no sea mucho. Casi toda la carga la soportará Ud.; pero si salimos bajo fianza alguna vez, aliviaremos su dura tarea. El periódico es indispensable no sólo para nuestra defensa y para arbitrar recursos para la misma por medio de él, sino para que vaya a alentar a los que están resfriándose por no saber nada de la lucha. Muchos han de creer que estamos libres y al no ver manifestación alguna de lucha, pensarán que todo se ha acabado. Otros saben que estamos presos; pero como tampoco notan que haya lucha, porque los trabajos secretos no pueden divulgarse, han de pensar que todo se ha aplazado y que no hay fuera de la cárcel quienes continúen los trabajos. En ambos casos se obtiene el mismo resultado: el desaliento. Se necesita el periódico. Esto lo comprenden nuestros mismos enemigos, y tan bien, que ponen todo lo que está de su parte por dejar a la causa sin prensa. Hemos llegado en los Estados Unidos a quedar en la misma situación que en México: sin libertad para escribir. En vista de todo eso, debemos procurar que el periódico sea viable, adaptarlo, en suma, lo más que sea posible, a las circunstancias. Yo creo que podemos atacar sin compasión a Díaz (Porfirio); pero cuando se trate de personajillos de poca importancia, y sobre todo, de personajillos de esta nación como polizontes y jueces, debemos caminar con pies de plomo, porque son precisamente esos miserables los que están listos para servir de instrumento en las persecuciones. Porfirio Díaz no acostumbra perseguir personalmente. La persecución contra Tierra no tiene precedente y se debió tan sólo al miedo que les tiene a los anarquistas. El tirano siempre ha usado instrumentos para perseguir a la prensa. Un Jefe Político, un funcionario de humilde categoría -como aquí Rico, Talamantes y comparsa- a quienes se ha atacado, son los que persiguen, por supuesto, porque el tirano les paga. Si nos cuidamos al tratar de esos desgraciados; pero nos tiramos a fondo cuando de Porfirio Díaz y de los grandes vampiros mexicanos se trate, creo que el periódico tendrá larga vida, a no ser que por completo se descaren los perseguidores ... Sin embargo, las esperanzas de adquirir pronto este periódico se desvanecieron por no contarse de inmediato con los recursos necesarios para publicarlo, según el mismo Flores Magón se lo comunica así a Guerrero ocho días después de haberle escrito la carta anterior: ... Orteguita me dice que en estos momentos no tiene dinero; pero que va a hacer un negocito y dará la plata para el periódico. Como eso será dentro de algunas semanas, cae por tierra el proyecto de la compra del Monitor; pero queda El Correo Mexicano cuyos dueños estún dispuestos a venderlo. Así, pues, hay esa esperanza de tener unn periódico registrado ... (10) Reaparece y muere Revolución. Como al fin, por falta de dinero, no fue posible adquirir ni El Monitor ni El Correo, Guerrero y Enrique Flores Magón hicieron todo lo posible por publicar de nuevo Revolución, lo que felizmente consiguieron a fines de abril con la decidida cooperación de los antiguos impresores, y particularmente con la de Modesto Díaz, que figuró como editor responsable y facilitó su casa y su pequeña imprenta para imprimir la publicación. Pero el fruto de estos esfuerzos no fue muy duradero porque a fines del mes de mayo, cuando Guerrero y Flores Magón comenzaban apenas a desarrollar de nueva cuenta la campaña contra la dictadura, los agentes del servicio de espionaje localizaron el taller del periódico, destruyeron las prensas y los muebles, decomisaron originales de artículos, listas de suscriptores y otros documentos, y aprehendieron y encarcelaron a los tres impresores bajo el cargo de libelo criminal. Arizméndez y Ulíbarri pudieron obtener su libertad poco más tarde, pero Modesto Díaz pagó con la vida su adhesión a la causa líbertaria ya que murió en la cárcel a consecuencia de la condena que le fue impuesta; y como después de estos desastres no fue ya posible seguir publicándose Revolución