Indice de La vida heróica de Práxedis G. Guerrero de Eugenio Martínez Nuñez LIBRO SEGUNDO EL REVOLUCIONARIO - Capítulo cuarto - RevoluciónLIBRO SEGUNDO EL REVOLUCIONARIO - Capítulo Sexto Acción revolucionaria de ViescaBiblioteca Virtual Antorcha

LA VIDA HERÓICA DE PRÁXEDIS G. GUERRERO

Eugenio Martínez Nuñez

LIBRO SEGUNDO

CAPÍTULO QUINTO

Nuevos preparativos



Extensa ramificación revolucionaria.

Como se ha visto, los trabajos revolucionarios no se habían paralizado por el encarcelamiento de Ricardo Flores Magón, de Villarreal, de Manuel Sarabia y de Rivera, máxime cuando en derredor de Práxedis G. Guerrero y de Enrique Flores Magón se encontraban magníficos elementos que disfrutaban de su libertad como Francisco Manrique, Prisciliano Silva, Jesús María Rangel, Amado Gutiérrez, Juan Olivares, José R. Aguilar, Eugenio Anzalde, Salvador Medrano, León Cárdenas Martinez, Encarnación Díaz Guerra, Calixto Guerra Chico, Antonio de P. Araujo, Guillermo Adam, Luio G. Mata, Lauro Aguirre, Néstor López, Benjamín Canales y otros muchos inteligentes, valerosos y activos correligionarios que colaboraban eficazmente en la organización del nuevo levantamiento que ya se preparaba.

De cómo se venía preparando una parte de este movimiento revolucionario se puede Ver en los siguientes fragmentos de una extensa carta que con fecha: 7 y 8 de junio de 1908 escribió Ricardo Flores Magón a su hermano Enrique desde la cárcel de Los Angeles, carta que fue decomisada por la policía y publicada en agosto del mismo año por La Patria y El País, periódicos gobiernistas de la ciudad de México, y reproducida en 1925 por Diego Abad de Santillán en su libro Ricardo Flores Magón, el Apóstol de la Revolución Social Mexicana:

Hoy, 7, contesto, querido hermanito, la tuya del 5 del actual, diciéndote que si tú estás ansioso por que se señale la fecha del levantamiento, Librado y yo estamos desesperados, porque tememos que de un momento a otro desbarate los grupos el despotismo ...

Juan Olivares, uno de los que con nuestro infortunado José Neyra fundaron en Río Blanco Evolución Social y el Gran Círculo de Obreros, está comprometido para ir a agitar a los obreros del distrito fabril de Orizaba ... Si Olivares tiene oportunidad de encontrar en las fábricas algunos viejos amigos, la revolución podrá hacerse en Orizaha; los mejores obreros han huido de aquellos malditos lugares, y los que no huyeron están en el Valle Nacional, Quintana Roo, Tres Marías y en los cuarteles (1). Por eso no lleva Olivares la seguridad de levantar a la gente, pero lo intentará. Yo creo que Orizaba puede caer en poder de la revolución si se pone en práctica el siguiente plan, que he comunicado a Olivares para que lo medite sobre el terreno.

En Orizaba debe haber no menos de 1,500 hombres contra los cuales no se puede obrar sino por medio de la dinamita, derribando los cuarteles. Al mismo tiempo, un pequeño grupo se encargará de destruir la maquinaria de Necaxa, que es la que produce la fuerza para las fábricas de Río Blanco, Nogales, Cocolapan, El Yute y otras más que hay en esa importante región. Entonces, como una avalancha, se echará la masa de obreros sobre Orizaba, cuyos cuarteles en ese preciso momento estarán siendo volados y la plaza quedará en poder de la revolución. Orizaba es una ciudad muy rica, de donde pueden sacarse varios millones de pesos, una gran cantidad de armas y municiones de boca y guerra. Si el ataque contra los cuarteles fracasa, de todos modos quedarán sin trabajo más de 2,000 obreros con la destrucción de la maquinaria de Necaxa, y esos hombres serán otros tantos rebeldes empujados por el hambre ...

Con una cruz a la izquierda van señalados los que son buenos amigos en la lista que devuelvo ... Advierto que los señalados no están hablados para la revolución, no se si aceptarán formar grupos. No anoté al excelente Mateo Almanza, de Matehuala, porque no sé si todavía esté preso en San Luis Potosí ... Mateo cayó pocos días antes de los sucesos de Acayucan y Jiménez. Estaba comprometido para levantarse. Lo mismo temo que ocurra esta vez, que caigan buenos gallos como Mateo antes de que comience el movimiento, pues es muy difícil que todos los comprometidos a levantarse guarden el secreto necesario.

¡Ojalá que logres echar a El Paso a esos cinco compañeros. Yo mandaré diez cuando menos. Lo malo es que no irán armados más que con pistolas, por la maldita miseria; pero los que no tengan armas se armarán aunque sea de piedras; de todos modos sirven los que no tienen armas, pues pueden encargarse de cortar alambres, de forzar las puertas de las armerías y de arrojar bombas ...

Hemos pensado mucho sobre la posible invasión gringa con motivo de la revolución. Creemos que si para evitar la invasión se agitase al pueblo norteamericano antes de comenzar el movimiento, no haríamos sino preparar a los dos tiranos. Hay que recordar que se decidió no circular el manifiesto revolucionario precisamente para que Díaz no se preparase y pudiéramos cogerlo descuidado. Por su parte, Roosevelt, aun cuando no invadiera, mandaría sus tropas a la frontera y perderíamos de realizar parte del plan, no pudiendo meter compañeros de esta nación, como los diversos grupos de Texas. No se podría tomar Juárez con la gente reclutada en esta nación, ni Díaz Guerra podría pasar la línea con su gente y así sucesivamente ...

Voy a hablar algo acerca del movimiento. Los grupos números ... (2) estarán completamente listos, esto es, armados como ellos y nosotros deseamos. Si esperásemos a que queden los grupos completamente listos, no podrá estallar nunca la revolución, y de aplazamiento en aplazamiento se iría pasando el tiempo y los grupos contadísimos que ya estuvieran listos caerían en desaliento; se necesitaría entonces volver a visitarlos, comenzar a alentarlos de nuevo, y mientras se conseguía eso, los grupos que por no estar listos habían ocasionado la demora del movimiento y el desaliento de los ya listos, se desalentarían a su vez, por el aplazamiento que fuera acordado para reorganizar los desanimados y así se seguiría aplando hasta no sé cuando. Debemos, pues, renunciar a la esperanza de tener una perfecta organización de grupos absolutamente listos. Lo que hay que hacer, según nosotros, es obtener de los grupos el ofrecimiento solemne de levantarse el día que se fije como quiera que se encuentren. Si la mitad, y aun la tercera parte de los grupos que hay, cumplen levantándose, la revolución estaría asegurada aunque se haya comenzado con grupos miserablemente armados, que siendo varios los grupos rebeldes y extensa la República, no podrán ser aplastados en un día por los esclavos de la dictadura, y cada día de vida para un grupo significa un aumento de personal, aumento de armas y adquisición de recursos de todo género, con la circunstancia, además, de que alentados los valientes en todas partes, surgirán nuevos levantamientos secundando a los bravos que prendieron la mecha ...

No sería malo, y así lo proponemos a ustedes, señalar de una vez la fecha para dentro de un mes del día en que se señale.

Se avisaría inmediatamente a Velázquez (Juan E., de Veracruz) por carta que dijera a los grupos de su zona que se levantasen como estuvieran en la fecha fijada.

A los de la tercera zona se les avisaría del mismo modo, así como a los del centro y del sur.

Se le avisaría a Caule (Pedro R.) para que invadiera Sonora por el noroeste, mientras Huitimea (indio Yaqui) y su gente revolucionaba en el centro.

Tal vez Prisciliano (Silva) quiera tener armados sus doscientos hombres y eso es imposible, y será preferible renunciar a la toma de Ciudad Juárez a aplazar más el movimiento.

Si no hay delegados visitando ya Veracruz y la tercera zona del norte y la del centro, y sea necesario hacer la notificación de la fecha a los grupos de esas zonas por medio de cartas, es absolutamente necesario darles un mes para que se alisten, y así lo proponemos a ustedes, que creemos verán que es necesario hacerlo así, pues no estando al tanto los grupos de esas zonas de los trabajos de la Junta, con excepción de Veracruz, tienen necesidad sus jefes de volver a animar a la gente ...

Además de lo que deja escrito Ricardo Flores Magón en la carta anterior, hay que agregar que a pesar de las persecuciones y de los atentados de que tan frecuentemente eran víctimas tanto él como los demás luchadores exiliados en los Estados Unidos, ya para mediados de 1908 habían logrado establecer una extensa ramificación revolucionaria en toda la República mexicana, qne había quedado dividida en seis grandes zonas rebeldes con sesenta y cuatro centros armados (3), algunos de ellos con doscientos hombres, sin contar con infinidad de pequeños grupos que se encontraban diseminados a lo largo del territorio nacional y en el sur de Texas, de California y Arizona, todos ya preparados para entrar en acción en el momento que se les indicara. En dichos centros armados, integrados casi en su totalidad por ciudadanos de firmes convicciones liberales, y radicados principalmente en los Estados de Sonora, Chihuahua, Coahuila, Tamaulipas, Sinaloa, Durango, Zacatecas, San Luis Potosí, Michoacán, México, Puebla, Oaxaca, Chiapas, Tabasco y Veracruz, se daban cita continuamente sus afiliados para inquirir y tratar sobre los planes de la Junta en reuniones secretas, ya en ios barrios solitarios de los pueblos, en los campos o en los bosques, como dice más o menos novelescamente Jesús María Rangel en sus Memorias, para evitar todo contacto con los agentes o con las fuerzas del Gobierno.

Los jefes de los grupos de Sonora fueron Pedro R. Caule y el indio yaqui Huitimea, que posteriormente fue hecho prisionero y enviado a San Juan de UlÚa; de los de Chihuahua, el infatigable y altivo Eugenio Anzalde (4) de los de Las Esperanzas y Viesca, en Coahuila, tuvieron como jefes a Jesús Cantú y a Benito Ibarra; del de Melchor Ocampo, en el Estado de México, fue jefe Andrés A. Sánchez; de los de Oaxaca, el ingeniero Angel Barrios, que posteriormente fue uno de los más honestos intelectuales del zapatismo; del de Torreón, Juan Alvarez; Alberto de P. Tagle, fue jefe del de Uruapan; Lumbano Domínguez, de los de Chiapas; Hilario C. Salas, Cándido Donato Padua, Juan F. Velázquez, Pedro Antonio Carvajal e Ignacio Gutiérrez, fueron los jefes de los numerosos grupos de Veracruz y de Tabasco; de los de Puebla, fue jefe el doctor Antonio Cebada; Albino Soto, del de Tamasopo, en San Luis Potosí, y en fin. Encarnación Diaz Guerra. Prisciliano Silva, Benjamín Canales y Guillermo Adam, fueron los jefes de los grupos establecidos en El Paso y en Del Río, Texas.

Guerrero fija la fecha del movimiento.

Con la prisión de sus cuatro compañeros de la Junta, Práxedís G. Guerrero y Enrique Flores Magón se encargaron de terminar los preparativos del nuevo movimiento armado. Inmediatamente después de la clausura del periódico Revolución en Los Angeles, Guerrero marchó a El Paso, Texas, en compañía de Francisco Manrique para ponerse en contacto con los revolucionarios de la frontera y para reunir dinero y toda clase de armamentos entre los correligionarios, depositando esos elementos de guerra en las casas de José R. Aguilar y de Prisciliano Silva, en cuyos domicilios acostumbraba alojarse por pequeñas temporadas (5).

Pocos dias después de haber llegado a El Paso, Guerrero comprendiendo que la Revolución debía estallar cuanto antes para derrocar la tiranía y para libertar a sus compañeros de la Junta y a Juan Sarabia, a César Canales, a Manuel M. Diéguez, a Lázaro Puente, a Juan José Rico, a Esteban B. Calderón y a otros muchos luchadores quc desde hacía dos años se encontraban prisioneros en la fortaleza de San Juan de Ulúa v en otras cárceles del interior del país, resolvió que la fecha del levantamiento general de los elementos armados de que disponía el Partido Liberal debería fijarse para la noche del 24 al 25 de junio de 1908, tanto para dar tiempo a los grupos rebeldes para que se prepararan convenientemente, como para solemnizar de esa manera el luctuoso aniversario de los fusilamientos de Veracruz ordenados por el general Díaz en 1879, y que se conocen por Mátalos en caliente. Esta determinación la hizo saber por carta a Ricardo y Enrique Flores Magón, y desde luego procedió a enviar a varios delegados a la República Mexicana para que visitaran á todos los grupos revolucionarios con el objeto de darles personalmente la noticia de la fecha señalada: estos delegados fueron Eugenio Anzalde y José Inés Salazar, que recorrieron los Estados de Sonora y de Chuihuahua, y Francisco Manrique, que realizó una verdadera proeza, pues derrochando valor, inteligencia y audacia en su peligroso cometido y con sólo diez dólares en el bolsillo, recorrió casi toda la extensión del país de Norte a Sur y de Oriente a Poniente en sólo veinticuatro días, regresando a El Paso el 24 de junio para tomar parte en la Revolución y para sacrificar una semana más tarde su vigorosa y juvenil existencia en el movimiento armado (6).

Misterio y aventura.

Casi inmediatamente después de haber enviado a Manrique al interior de la República, Guerrero salió de El Paso para avisar a los grupos rebeldes del sur de Texas y Arizona sobre la fecha del levantamiento. Una vez hecho esto, realizó algunas excursiones por distintos pueblos y rancherías cercanos a la frontera, a cuyas plazas y centros de trabajo repartía proclamas en las que estimulaba el amor patrio y el espíritu cívico de los obreros y campesinos mexicanos emigrados para que ayudaran con su esfuerzo personal en la conquista del bienestar que a ellos y a sus familiares siempre les había negado la dictadura. En esos días su vida fue de aventura y de misterio, pues huyendo de las persecuciones anochecía en un pueblo para amanecer en otro, siempre con el espíritu embargado con la idea del mejoramiento social que anhelaba para los explotados y oprimidos. Pero esta actividad febril, ejecutada no obstante sin las precauciones que necesariamente debían tomar en aquellas especiales circunstancias para bien de la propia organización revolucionaria, preocupaba grandemente a los Flores Magón, y más aún cuando les anunció su propósito de pasar a territorio mexicano para activar los preparativos de los grupos rebeldes de Chihuahua, ya que podía ser descubierto por la policía y caer en poder de la dictadura. En una extensa carta que con fechas 9, 10, 11 y 12 de junio de 1908 le escribió Enrique desde su escondite de Los Angeles, carta que fue publicada en La Patria el 25 de agosto del mismo año bajo el rubro de Intimidades Sensacionales y reproducida en parte por Abad de Santillán. en su obra ya citada, le decía a este respecto lo siguiente:

Oiga Práxedis:

Debo ser franco, le diré que creo malo y arriesgado el paso que usted vaya a Juárez antes del movimiento; casi, casi, lo considero un acto carente de prudencia. Recuerde usted lo que tanto nos recomienda y aun suplica Ricardo, que no nos expongamos a caer en las manos de nuestros enemigos; y pensando las razones que Ricardo da, concluye uno por darle la razón.

Efectivamente, Práxedis; por lo pronto, aunque seamos anarquistas, debemos consideramos como jefes del ejército liberal y, por nuestro mismo carácter de jefes, debemos cuidarnos para impedir que con nuestra caída venga el caos y la confusión que Ricardo presiente y nos marca acertadamente, puesto que las circunstancias sociales por las que atraviesa el movimiento nos coloca en la lucha como jefes, y hasta como una bandera que seguir en el combate y por la cual luchar. No crea usted por eso, mi buen Práxedis, que la megalomanía ha hecho presa en mí también, como en nuestros pobres compañeros Antonio I. Villarreal y Manuel (Sarabia); no, no desconozco mis pocas aptitudes para jefe, ni mi escaso mérito de luchador para ser tomado como una bandera; pero, a la vez, tampoco me es ignorado que nuestros correligionarios, no conociendonos a todos personalmente, ni estando en aptitud de estudiarnos y analizarnos, creen que todos los de la Junta tenemos la vigorosa capacidad mental de Ricardo o de Juanito (Sarabia). Como quiera que sea, el caso es, Práxedis, que si usted o yo, o ambos a la vez, cayésemos en manos e nuestros enemigos, traeria el desaliento, la desorganización y aun el desbando en nuestras filas, lo que, como cuando la traición de Juárez, acarrearía un fracaso de peores consecuencias que las originadas por aquel de 1906.

Nosotros, Práxedis, debemos evitar todo motivo de fracaso; no importa que los necios interpreten por cobardía nuestra prudencia; al demonio con ellos, y busquemos de afianzar el éxito.

No sé si convenceré a Ud. y hacerlo desistir de su idea, de su intención de pasar al otro lado antes de que se desarrollen los acontecimientos revolucionarios. En mi concepto y en el de Librado (Rivera) y Ricardo, no es conveniente hacerlo. No olvidemos como cayó Juanito por haber pasado, cosa a la que se oponía Ricardo y Antonio, pero la que nuestro infortunado Juanito se empeñó en hacer ...

Enrique Flores Magón marcha a El Paso, Texas.

Mientras Guerrero luchaba en la frontera, Enrique Flores Magón permanecía oculto en Los Angeles en la casa del correligionario Rómulo S. Carmona, desde cuyo refugio secreto, que sólo abandonaba de vez en cuando por la noche para asistir a juntas con algunos de los jefes de grupos comprometidos a tomar parte en el levantamiento, empujaba la organización revolucionaria por cuantos medios estaban a su alcance, publicaba artículos en los periódicos liberales Evolución Social y Reforma, Libertad y Justicia que se editaban en Texas y en Libertad y Trabajo de Los Angeles, y sostenía nutrida correspondencia con su hermano Ricardo para comunicarle las noticias que sobre los progresos del movimiento le enviaba Guerrero desde El Paso. Su prolongado y desesperante encierro en la casa de Carmona, que ya era de largos ocho meses, se debía, por una parte, para evitar que los agentes del Servicio Secreto que andaban en pos de su captura lo aprehendiesen, ya que también por su cabeza el Gobierno mexicano, según él mismo lo confiesa (El Demócrata, 3 de septiembre de 1924), ofrecía varios miles de dólares, y por otra, a la falta de recursos para trasladarse a la frontera a luchar por el triunfo de la Revolnción junto con Guerrero y demás correligionarios que se encontraban en El Paso. En la misma carta a que arriba se ha hecho referencia, le decía a Guerrero:

Quisiera yo bajarme a El Paso, pero la falta de dinero me clava aquí. Esto me irrita y pone peor que un alacrán, de pura rabia; pero esto nada arregla, y aquí sigo y seguiré hasta que la maldita miseria permita que vaya a ocupar el lugar que nos corresponde cerca de los sucesos ...

Y más adelante, agregaba:

Creo bajarme la semana entrante en viernes o sábado. ¿Cómo haré para llegar a ésa sin novedad, caso de irme solo? Saliendo de la estación, ¿qué dirección debo tomar para ir a la casa de Prisciliano sin necesidad de preguntar? Instrúyame sobre el particular ...

Después de que Guerrero le contestó esta carta, Enrique Flores Magón, habiendo reunido algún dinero que le facilitó el inteligente y activo liberal Salvador Medrano, lio su petate, según su propia expresión, y el día 20 de junio emprendíó la marcha a la frontera para tomar parte activa en los trabajos revolucionarios que se desarrollaban en El Paso. De cómo realizó este viaje y de lo que ocurrió en dicha ciudad inmediatamente después de su llegada, el mismo Flores Magón nos los explica en la siguíente forma en un artículo publicado en la revista Todo el 5 de junio de 1934.

El 20 de junio me disfracé de músico italiano; con mi violín abordé el tren para El Paso, desenfundé a bordo el instrumento y ejecuté una o dos piezas en cada coche, adquiriendo en esa forma mi carta de impunidad, pero mi presencia en esta ciudad se hizo notable inmediatamente. Al día siguiente la policía ya andaba buscando al señor de la barbita. Por la noche, los esbirros rondaron por la casa de Prisciliano Silva, en la que nos hallábamos. Terminado nuestro trabajo, dimos instrucciones a Silva para que no se ceconcentrasen las armas y municiones que debíamos recibir en dicha casa para atacar Ciudad Juárez.

Práxedis y yo éramos ya duchos en el arte de burlar a la policía. Imagínese pues, mi sorpresa, al sentir que caía en los brazos de un hombre alto y fuerte precisamente cuando me consideraba a salvo. Pero imagínese, también, mi alegría al oír una voz que me decía: Soy Manrique. Era nuestro delegado especial, que nos enseñó el camino seguro para salir de aquel cerco. Al día siguiente, después de cortarme la delatora barbita, volvimos a la ciudad para lo que conseguimos un carrito distribuidor de carbón, y entramos con nuestra mercancía a recoger noticias y dar instrucciones. Con gran pena supimos que Prisciliano no había cumplido con nuestras instrucciones; las armas, municiones y bombas llegaron a su casa, y cayeron en poder de la policía junto con nuestro equipaje y toda la correspondencia. Vanamente traté de consolar a Prisciliano pretendiendo no dar importancia al asunto, pero, en realidad, a mi me preocupaba también el incidente, porque aquellas cartas, descifradas, nos erán muy perjudiciales, pues descubrían nuestros planes y los nombres y direcciones de algunos compañeros ...

Un nuevo desastre.

Con la visita de Eugenio Anzalde, de José Inés Salazar y de Francisco Manrique a los centros armados de toda la República se habían dado ya por terminados los preparativos para el levantamiento, pero este nuevo intento de insurrección, como el de octubre de 1906, también fue descubierto por la dictadura y no pudo estallar en las grandes proporciones que eran de esperarse tomando en cuenta la buena organización que desde hacía más de un año se le había venido dando.

Y no pudo estallar debido a las siguientes circunstancias: Casi al mismo tiempo que unos falsos liberales traicionaban a los revolucionarios de Casas Grandes denunciándolos a la policía, se presentaba ante Juan Alvarez, jefe del grupo rebelde de Torreón, un individuo apellidado Avalos, espía de la dictadura, haciéndose pasar por Antonio I. Villarreal, con quien tenía un extraordinario parecido físico, diciéndole que iba a visitarlo a nombre de los demás compañeros de la Junta para que le rindiera un informe sobre sus trabajos. Como Juan Alvarez sólo conocía a Villarreal por las fotografías no tuvo desconfianza en atender al esbirro, y de este modo el Gobierno supo los nombres y direcciones de casi todos los jefes de los grupos rebeldes y descubrió los planes de la vasta conspiración, dando esto como resultado que el 24 de junio se capturaran en toda la República grandes cantidades de parque y armamento y se hicieran prisioneros a varios centenares de conjurados, a algunos de los cuales asesinaron, estando a punto de caer también en la emboscada el mismo Práxedis G. Guerrero, así como Manrique y Enrique Flores Magón.



Notas

(1) Estaban prisioneros en esos fatídicos lugares.

(2) Como dice Abad de Santillán en su obra citada, los números de los grupos mencionados por Flores Magón fueron suprimidos por el gobierno al publicarse esta carta, con el objeto de sorprenderlos y arrestarlos.

(3) Efectivamente, eran sesenta y cuatro centros armados, sin contar el Estado de Chihuahua entero y la Región Lagunera, que en masa estaba con nosotros, ni las tribus tarahumara y yaqui, que también estaban con nosotros. Los grupos abarcaban hasta Yucatán (Nota de Enrique Flores Magón).

(4) El compañero Eugenio Anzalde, ayudado por Prisciliano Silva, organizó todo Chihuahua y la Región Lagunera, asi como la tribu tarahumara; y el contacto con Sibalaume, jefe superior yaqui, lo obtuvimos por conducto del compañero yaqui Huitinea. (Nota de Enrique Flores Magón).

(5) Tanto en esa época, como en 1906 y después de 1910, el compañero José R. Aguilar fue un poderoso auxiliar en El Paso, Texas. José fue el encargado de contrabandear armas y municiones, para equipar a nuestros hermanos del lado mexicano. Aguilar está hoy en día en completo ahandono en Ciudad Juárez, inválido y en la miseria. (Nota de Enrique Flores Magón).

(6) Este detalle pinta vivamente el temple de Pancho. comparable al de Práxedis. (Nota de Enrique Flores Magón).
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