LA VIDA HERÓICA DE PRÁXEDIS G. GUERRERO
Eugenio Martínez Nuñez LIBRO SEGUNDO CAPÍTULO UNDÉCIMO Sobre la brecha Aquí estamos. Después de tres años de prisión, en la más completa miseria pero llenos de fe en el triunfo de la Revolución, Ricardo Flores Magón, Antonio I. Villarreal y Librado Rivera obtuvieron su libertad el 3 de agosto, y el día 7, estando ya en Los Angeles con la idea jamás abandonada de publicar de nuevo Regeneración, fueron objeto de un homenaje del Partido Socialista de los Estados Unidos, que organizó una grandiosa manifestación y un mitin en su honor. En el mitin se recolectaron cuatrocientos catorce dólares, y con esa suma, agregada a las pequeñas pero numerosas cuotas que habían enviado los correligionarios de México, se pudo reeditar el periódico en la misma ciudad de Los Angeles, cuyo primer número de ésta su quinta época apareció en gran formato el domingo 3 de septiembre de 1910, figurando como director Ricardo Flores Magón, como editor Anselmo L. Figueroa, y como redactores Práxedis G. Guerrero, Enrique Flores Magón, Antonio I. Villarreal, Librado Rirera y Lázaro Gutiérrez de Lara. Contando ya con las garantías que el Congreso de Washington se había visto obligado a otorgar a los luchadores mexicanos refugiados en los Estados Unidos, como resultado de las denuncias de la prensa americana y de los trabajos de los Comités de Defensa de los Presos Políticos, Ricardo Flores Magón, siempre combativo, pero más radical que nunca, trazando el programa de lucha sin cuartel que en lo suceslvo iban a adoptar los miembros de la Junta contra el despotismo porfirista, y haciendo un heroico llamamiento al pueblo mexicano para que cuanto antes se lanzara a la conquista de su libertad por medio de las armas, escribía en el número inicial de Regeneración: Aquí estamos. Tres años de trabajos forzados en la prisión han templado mejor nuestro carácter. El dolor es un ácicate para los espíritus fuertes. El flagelo no nos somete: nos rebela ... Aquí estamos, con la antorcha de la Revolución en una mano y el programa del Partido Liberal en la otra, anunciando la guerra. No somos gemebundos mensajeros de paz: somos revolucionarios. Nuestras boletas electorales van a ser las balas que disparen nuestros rifles. De hoy en adelante, los marrazos de los mercenarios del César no encontrarán el pecho inerme del ciudadano que ejercita sus funciones cívicas, sino las bayonetas de los rebeldes prontas a devolver golpe por golpe. Sería insensato responder con la ley a quien no respeta la ley; sería absurdo abrir el Código para defendernos de la agresión del puñal o de la Ley Fuga. ¿Talionizan? ¡Talionicemos! ¿A balazos se nos quiere someter? ¡Sometámoslos a balazos también! Ahora, a trabajar. Que se aparten los cobardes; no los queremos; para la Revolución sólo se alistan los valientes ... (1) Un poderoso estímulo. Es inútil decir que con la libertad de Flores Magón, de Villarreal y Rivera, y más que todo, con la nueva publicación de Regeneración, que salvando grandes obstáculos se hacía llegar hasta los más apartados rincones de la República, se levantaron los ánimos de los grupos rebeldes establecidos en México y en el sur de los Estados Unidos. Después del levantamiento ocurrido recientemente en San Bernardino Contla, Tlaxcala (2), se registraron nuevas acciones armadas de más o menos importancia en distintas partes del país (3), pues la insurrección liberal alcanzaba grandes proporciones en Chihuahua, Tlaxcala, Oaxaca, Tabasco y Veracruz, debido a la intensa propaganda libertaría que en esas regíones desarrollaban los representantes de la Junta. La Revolución en Veracruz. En Veracruz, que era junto con Chihuahua uno de los Estados donde la causa revolucionaria había sido abrazada con mayor entusiasmo desde 1906, existían numerosos grupos rebeldes bien organizados que reconocían como jefes a los delegados de la Junta del Partido Liberal Hilario C. Salas, Cándido Donato Padua, Pedro Antonio Carvajal e Ignacio Gutiérrez (4), quienes dando un admirable ejemplo de tenacidad, de abnegación y de fe revolucionaria, después de haber visto totalmente deshechos sus elementos de combate en el desastre de Acayucan, habían logrado reunir a muchos de sus partidarios y formar así aquellos núCleos insurgentes, que en la región suriana del Estado sostenían con frecUencia encuentros casi siempre victoriosos con los soldados de la dictadura. Santanón. Entre los nombres de los más notables guerrilleros veracruzanos afiliados al Partido Liberal figuró, a partir de julio de 1910, el de Santana Rodríguez Palafox, mejor conocido por Santanón, hombre de valor temerario sobre quien se ha inventado toda una larga serie de hechos casi legendarios, y que tan denigrado y calumniado fue por los periódicos del porfirismo, que todavía se le hace aparecer como un temible bandolero que por largo tiempo sembrara la desolación y la muerte en los pueblos y en los caminos de una gran parte del Estado de Veracruz. Es muy probable que Santana haya cometido, antes de pertenecer al Partido Liberal, algunos de los muchos delitos que se le atribuyen; pero si los cometió, seguramente fue obligado por las tremendas injusticias de que fue víctima por parte de los caciques de la región en que en un tiempo viviera, como cualquier ciudadano pacífico y laborioso. Los antecedentes de Santana, que son muy poco conocidos, son, hasta donde es posible averiguarlo, en pocas palabras, los siguientes: en unión de un pariente suyo de nombre José Refugio Ramírez, poseía un rancho en el entonces Cantón de Acayucan, en donde tranquila y honradamente se dedicaba a los trabajos agrícolas. Era un hombre joven, de carácter alegre, muy moreno, de inteligencia natural aunque inculto, pues a pesar de que se dice que cuando era niño "su padre lo educó en la escuela de Tantoyuca, Cándido Donato Padua, que lo trató íntimamente en los últimos meses de su vida, afirma que no sabía leer ni escribir y sí medio firmar; se expresaba con facilidad con una voz fuerte y gruesa, y por haber tenido una gran estatura y complexión atlética, sus conterráneos le pusieson el sobrenombre de Santanón (5). Por el año 1906 contrajo Santana matrimonio con una de las más hermosas muchachas de la Sierra de San Pedro Soteapan, y poco tiempo después, el súbdito alemán Roberto Voigt, que administraba la hacienda de Bella Vista, le robó una partida de ganado valuada en cerca de mil pesos; no conformándose Voigt con esto, sino que también sedujo y le robó a su joven y bella esposa, y para colmo de infamias, el mismo Voigt, aprovechándose de la amistad que tenía con el jefe político de Choapan, Oaxaca, logró que Santana, de quien temía una muy justa represalia, fuera detenido en su propiedad por un delito supuesto y consignado al servicio de las armas. Poco más tarde desertó Santana, y como no podía volver a su propiedad por ser tenazmente perseguido como desertor, en unión de sus amigos Eduardo Díaz, Fermín Cortés, Martín Castro, Bartolo y Agapito Astasio, Odón Camacho y Nicanor Pérez, que posteriormente fue general maderista, se dedicó a merodear por las abruptas serranías del sur de Veracruz y parte de Oaxaca y de Tabasco, alcanzando bien pronto una gran celebridad por su valor y por la audacia con que, por su extraordinario conocimiento del terreno, sabía sortear las emboscadas de los rurales que se destacaron en su persecución. A mediados de 1908, Santana fue hecho prisionero y encerrado en la cárcel de Juchitán, Oaxaca, de donde logró escapar, derrotando poco después y con sólo ocho hombres a sus órdenes, a una partida considerable de rurales en el rancho de El Coyol, con cuya hazaña su fama de invencible se extendió más y más por toda la República y aun en el extranjero; pero como la idea predominante de Santana era vengarse de las graves ofensas de Voigt, por cuya culpa de hombre pacífico y trabajador se había visto obligado a convertirse en bandolero, después de haber andado cerca de dos años a salto de mata por caminos agrestes y siempre acosado como una bestia salvaje, por el mes de mayo de 1910 bajó de la montaña al casco de la hacienda de Bella Vista, en donde, como un nuevo Manelick, encontró y dio muerte al hombre que le había robado sus pertenencias y había mancillado su honra. Santana y Díaz Mirón. La muerte de Voigt levantó protestas de la colonia alemana residente en Veracruz, y el Ministro Plenipotenciario de Alemania en México, señor Carl Buenz, pidió al Gobierno que se castigara severamente al autor del crimen. Se inició desde luego una nueva y más vigorosa persecución en contra de Santana, y fue entonces cuando el poeta Salvador Díaz Mirón, que con sus hechos desmiente el contenido de sus vibrantes cláusulas contra los tiranos, tuvo la ocurrencia de solicitar la autorización para batir y exterminar al sanguinario forajido. Se le proporcionó un cuerpo de rurales, y por el mes de junio, dejando el turíbulo en las oficinas nauseabundas de El Imparcial, salió rumbo a Veracruz al frente de sus hombres a llevar a cabo su arriesgada empresa. Díaz Mirón deambuló con sus valientes rurales por espacio de tres meses en busca de Santanón, sufriendo estoicamente las inclemencias del clima, ya por las fragosidades de la sierra, ya por pueblos y rancherías de los cantones de Acayucan y Minatitlán, pero nunca se le presentó la oportunidad de exterminarlo porque el Centauro Veracruzano, como se ha designado también a Santana, sintiendo cierta admiración por el poeta, no quería perjudicarlo y eludía sistemáticamente todo contacto con sus fuerzas. Se asegura que Santanón, para demostrar a su ilustre perseguidor que no lo tomaba en serio, una ocasión en que supo que por ser un fumador empedernido buscaba sin encontrar unos tabacos de cierta marca en uno de los pueblos más apartados a donde lo había arrastrado su aventura, él se los llevó personalmente hasta su habitación aprovechando un momento de su ausencia, dejándoselos sobre una mesa con una gentil dedicatoria que, según unos, decía: El bandido Santanón, al poeta Diaz Mirón; y que, según otros, rezaba así: Hay vates de guitarrita, y vates de guitarrón; unos van a Santa Aníta, y otros van a Santanón. Contrariado por no haber podido capturar o dar muerte al Centauro Veracruzano como lo había prometido, el inquieto poeta, sintiéndose enfermo por las fatigas y malpasadas que tuvo que sufrir durante su larga y azarosa persecución contra el bandido, como dijo la prensa gobiernista de la época, a principios de septiembre dejó por la paz su infortunada empresa, abandonó a sus rurales, y derrotado y abatido se encaminó a la ciudad de Jalapa a curarse de sus dolencias en el domicilio de unos parientes. Cómo ingresó Santana al Partido Liberal. De cómo se unió Santana Rodriguez Palafox con los revolucionarios veracruzanos, de cómo combatió a su lado y de cómo sucumbió peleando bizarramente por los principios libertarios del Partido Liberal, el señor Corl. don Cándido Donato Padua nos proporciona los siguiente3 interesantes y poco conocidos datos en unas bien documentadas memorias que escrihió con el título de Movimiento Revolucionario de 1906 en Veracruz. Dice el Corl. Padua que el 10 de julio de 1910, encontránd03e él en su campamento de la sierra en Chínameca, recibió, por conducto del correligionario Valeriano Ortiz, una comunicación en el sentido de que Santana deseaba unírsele con su gente, por lo que desde luego le mandó decir con el mismo Valeriano que lo esperaba en cierto día y en tal lugar para conferenciar. Pocos días después bajó Padua de la sierra con dos compañeros rumbo a Jalapilla, que era donde vivía el citado Ortiz, y de allí, en unión de éste y de Fidencio y Onésimo Carvajal y Evaristo Pérez, en la noche del 18 del mismo julio salió al lugar señalado para esperar al famoso Santanón, quien escoltado por sus inseparables camaradas Eduardo Díaz, Fermín Cortés, Odón Camacho y Nicanor Pérez, llegó a las dos de la mañana del día siguiente. A pesar de lo avanzado de la hora, Padua se puso a conferenciar inmediatamente con Santana, quien con toda llaneza le manifestó que no tenía compromisos políticos con nadie, que únicamente se defendía de las fuerzas del Gobierno, y que conforme lo perseguían tenía que robar para mantenerse él y los suyos. Padua, por su parte, le hizo ver las obligaciones que tenía contraídas con el Partido Liberal, diciéndole, además, que después de muchos trabajos preparatorios, estaba en vísperas de estallar un movimiento revolucionario en toda la República para derrocar al régimen dictatorial de Porifirio Díaz, y que sólo se esperaba para llevarlo a cabo, que los grupos rebeldes esparcidos a lo largo del país, recibieran instrucciones para iniciar las hostilidades. Santana hacía a cada momento manifestaciones de agrado, pero lo que más le entusiasmó hasta hacerlo tomar la resolución de unirse con Padua para luchar junto con él contra la dictadura, fue cuando se le leyeron y comentaron tanto el programa como los demás documentos expedidos por la Junta del Partido Liberal en favor del pueblo mexicano. Padua y Santana marchan a la sierra. Ya una vez que Santana se le hubo unido, Padua celebró con él un pacto de alianza para formalizar bajo ciertas condiciones el acontecimiento, pacto que desde luego puso en conocimiento de la Junta, así como de Hilario C. Salas, de Juan Hernández, de Ignacio Gutiérrez y de los correligionarios de Oaxaca y de Tabasco, y poco después marchó a su campamento general en Chinameca en compañía de su nuevo aliado. Estando ya en el campamento,' uno de los puntos principales que trató Padua con Santana fue la manéra de conseguir el parque y el armamento suficientes para dotar a todos los grupos liberales que en Veracruz y otros Estados del sudeste luchaban con grandes dificultades, por estar muy mal armados, contra los numerosos soldados que en esas regiones tenía destacados la dictadura para sofocar el movimiento revolucionario; y después de haber desechado varios proyectos por poco prácticos, llegaron a la conclusión de que asaltando con un buen número de compañeros la plaza de San Andrés Tuxtla cuando tuviera menos guarnición, se podrían tomar de las oficinas públicas los fondos necesarios para la adquisición de aquellos elementos de combate. Creyendo que en esa forma sería posible obtener el armamento, Padua preguntó a la Junta con fecha 25 de julio por conducto del periodista León Cárdenas Martínez, que radicaba en Texas y firmaba su correspondencia con el seudónimo de L. Gante, si se podía encargar de comprarlo en los Estados Unidos y enviarlo por mar con las precauciones debidas desde un puerto americano hasta un lugar cercano a la Barra de Sontecomoapan, situada en las costas meridionales de Veracruz, de donde él se encargaría de recogerlo. Guerrero interviene en el proyecto de Padua. Al recibir Cárdenas Martínez la comunicación de Padua, la puso desde luego en conocimiento de todos los miembros de la Junta, y Guerrero, que a la sazón se encontraba todavía en San Antonio poco antes de marchar a Los Angeles a reunirse con los Flores Magón, Villarreal y Rivera, comenzó desde luego con su actividad característica a atender los asuntos que en ella se trataban, contestando al revolucionario de Veracruz con fecha 17 de agosto lo que sigue: L. Gante me envió la carta de usted, querido compañero Padua, relativa al armamento que ustedes desean, e inmediatamente principié a trabajar en el sentido de encontrar en una casa armera la venta y entrega de los fusiles y municiones citados en las condiciones requeridas. Los lugares mejores para embarcarlos son Nueva York, o Nueva Orleáns. Deme usted más informes acerca de la posición geográfica de la Barra elegida. Todo se hará con el mayor secreto. Explíqueme usted si desean carabinas ligeras para caballería; o fusiles para infantería. Como no se trata de poner las armas en algún punto de la frontera, lo que resultaría más barato, calculo que se necesitará algo más de 75,000.00 oro ... Puede usted usar para mí y los demás miembros de la Junta, la dirección siguiente: Sr. William Lowe W 206 Stanton St. El Paso, Tex. Sobre interior: Para Raúl Ortigosa. Soy el segundo Secretario de la Junta. Mi nombre: Práxedis G. Guerrero, y uso como seudónimo el que va al pie de esta carta. Lo saluda afectuosamente su compañero que mucho lo aprecia. Nihil. Mientras Padua continuaba discutiendo con Santana los planes para el asalto a San Andrés Tuxtla, esperando el momento oportuno para verificarlo, y organizando sus elementos para el próximo levantamiento contra la dictadura, Guerrero, estando ya en Los Angeles, le escribió esta nueva carta el 3 de septiembre, día en que apareció con renovados bríos el periódico Regeneración: Muy estimado amigo: He continuado trabajando empeñosamente para resolver satisfactoriamente el asunto de ustedes, y hay dos maneras de conducir las armas a esos terrenos: el medio indicado por ustedes y el de pasarlas de contrabando por Tamaulipas hasta un lugar seguro, de donde poder enviarlas por ferrocarril en una forma que no pueda causar sospechas, como cualquier mercancía inocente. El dinero puede traerlo un compañero de confianza. Escríbame usted pronto para saber si pueden recibir las armas por mar o por tierra, como se pueda arreglar aquí. En caso de venir algún compañero avÍseme para decirle adónde ha de llegar. Los compañeros están en libertad, pero hemos convenido en que Ricardo, Antonio y Librado se encarguen de los trabajos públicos de la Junta y Enrique y yo de los secretos, para evitar dificultades. Digan si pueden mandarse por allá algunos números de Regeneración, hoy salió el primero. La Junta felicita a usted calurosamente por sus trabajos; salude y dé bienvenida a Santana Rodríguez en nombre de nosotros. Es indispensable que hablemos antes de hacer el movimiento. Si no puedo ir por allá como tengo pensado, ira un delegado; hágame las indicaciones necesarias para encontrar a usted. Lo saluda afectuosamente. Nihil. En vista de que por exigencias de su cargo de Secretario de la Junta, Guerrero no pudo ir a Veracruz como tenía pensado, continuó esperando en Los Angeles los fondos que debían enviársele para la compra y embarque de las armas; pero como a Padua no le había sido posible entrar a San Andrés Tuxtla tan pronto como hubiera deseado para apoderarse del dinero necesario para la adquisición del armamento en los Estados Unidos, tuvo que conformarse por lo pronto, sin abandonar su proyecto original y hacia la realización del cual tendían entonces todos sus esfuerzos, con cerca de un centenar de flamantes carabinas winchester automáticas de doce tiros que con grandes trabajos había logrado conseguir en el mismo Estado de Veracruz, y con las que quedaron perfectamente armados otros tantos de los rebeldes que luchaban en los Cantones de Minatitlán y Acayucan, incluyendo a Santana Rodríguez con su gente. Santana, delegado de la Junta. Como a raíz de haber celebrado el pacto de alianza con Santana, Padua había preguntado a la Junta que con qué carácter debía reconocerlo en lo sucesivo, la misma Junta, después de haber sido informada de la actividad conque el Centauro Veracruzano trabajaba en favor del movimiento revolucionario, le extendió un documento en el cual se le nombraba Delegado Especial de la propia Junta y Comandante Militar de los grupos rebeldes que organizara para combatir la dictadura. Dicho documento le fue enviado a Padua por Guerrero en una carta de fecha 24 de septiembre de 1910, y dice así: En nombre de la causa de la emancipación de México, extendemos al ciudadano Santana Rodríguez el nombramiento de Comandante Militar de los grupos revolucionarios que organice para el movimiento que dirige esta Junta; autorizándolo al mismo tiempo como Delegado especial de la misma, para que reúna elementos de todas clases para la Revolución. Reforma, Libertad y Justicia. Santana sale a expedicionar. Sin imaginarse que le había sido extendido el documento anterior y por medio del cual se le colocaba en una posición distinguida entre los revolucionarios de Veracruz, Santana, acompañado de sus inseparables amigos Eduardo Díaz y Fermín Cortés y de una escolta de seis hombres que al mando del valiente Espiridión Pérez le había proporcionado Padua, salió del campamento de Chinameca el mismo día 24 de septiembre a expedicionar por las faldas de la sierra con el objeto de reconocer el paraje que cerca de la Barra de Sontecomoapan se había escogido para el desembarque de las armas, así como de abrir entre los espesos breñales de la serranía una vereda de varios kilómetros hasta llegar a la sierra de San Martín, para hacer así menos difícil el proyectado asalto a la plaza de San Andrés. Después de once días de rudo trabajo regresó Santana al campamento el 5 de octubre en muy malas condiciones de salud por haber sido atacado por un fuerte paludismo, pero esto no le impidió dedicar algunas horas para tratar con Padua sobre los importantes asuntos que tenían pendientes. De esa conferencia, en la cual le fue entregado su nombramiento, surgió la idea de apresurar los acontecimientos, y considerando que sólo necesitaban mayor cantidad de gente de la que disponían para tomar los fondos que existían en San Andrés, acordaron que Padua fuera desde luego a sacar de la finca azucarera de San Carlos a unos cincuenta indios yaquis que allí desempeñaban trabajos forzados y que deseaban unirse a las fuerzas liberales para salir de la infame esclavitud en que se hallaban (7). Padua pone en libertad a los cautivos. Dejando a Santana enfermo en Chinameca, Padua bajó de la sierra el 6 de octubre con sólo cuatro hombres de escolta para no hacerse sospechoso en el largo trayecto que tenía que recorrer, llegando a San Carlos hasta
el día 11 con seis compañeros más que se le habían unido en el camino. A las ocho de la noche del día siguiente entró a la finca en son de guerra, capturando a los guardianes de los infelices yaquis a quienes flagelaban despiadadamente, y poniendo inmediatamente en libertad a veinticinco hombres, catorce mujeres y veintidós niños de ambos sexos que en esos momentos se encontraban enjaulados como bestias salvajes en un inmundo y enlodado corralón cercado con gruesas alambradas de púas. Padua derrota a un cuerpo de rurales. Todos los libertados se unieron a Padua, quien sin pérdida de tiempo inició el regreso a su campamento, y después de cuarenta y ocho horas de lento y penoso caminar por accidentados senderos, en la noche del día 11 llegó con toda aquella gente a un punto llamado Amamaloya, perteneciente al Cantón de Acayucan, donde dispuso que se hiciera un alto para que descansaran las mujeres y los niños. Habría transcurrido una media hora cuando de pronto se les echó encima un cuerpo de rurales comandado por el entonces cabo primero del 12 Cuerpo Rural, Francisco Cárdenas, que más tarde alcanzó una muy triste celebridad por su participación en el asesinato de Madero, y cuyo cuerpo había sido destacado en su persecución poco después de lo ocurrido en la finca de San Carlos. Al ser atacados, Padua ordenó que las mujeres, los niños y los hombres desarmados se ocultaran en la maleza, y él, con sólo ocho combatientes, bajo la luz de la luna que en esos momentos alumbraba divinamente, mantuvo a raya al enemigo hasta que llegaron otros ocho compañeros que se habían quedado atrás en el desempeño de una comisión, y con cuyo auxilio se logró poner en fuga a los rurales, que a marchas forzadas y llevándose sus heridos y sus muertos, fueron a dar parte de su derrota al Corl. Manuel Jasso, Jefe de las Armas en Acayucan. Santana sale a combatir. Al día siguiente de este encuentro victorioso, en el que los rebeldes sólo tuvieron varios heridos, Padua, que ya había marchado de Amamaloya rumbo a Chinameca, mandó por delante a uno de sus compañeros para que informara a Santana de lo acontecido y le dijera que estuviera preparado para que cuando él llegara al campamento salieran juntos a tender una emboscada a unos soldados que sabía habían sido enviados igualmente en su persecución. Estas noticias exaltaron a Santana, y en lugar de esperar a Padua como se le había indicado, bajO violentamente de la sierra el 16 de octubre al frente de cincuenta y nueve hombres en dirección de Amamaloya con el propósito de proteger a los que estaban en peligro, llegando a dicho lugar, que encontró desierto, a las once de la mañana del día siguiente. Cómo sucumbió Santanón. Al no encontrar a Padua y su gente, Santana se puso a registrar el campo donde había tenido lugar el combate tres días antes, y hallándose en esta ocupación fue sorprendido por unas fuerzas del Gobierno comandadas por el Corl. Jasso y por Francisco Cárdenas, quienes habían salido de Acayucan con ciento veinte hombres entre soldados del 24° Batallón y rurales de distintos cuerpos a escarmentar a los bandidos. Al ver aquellas tropas, Santana se preparó rápidamente para repeler cualquier agresión, viendo que los soldados se ocultaban en la maleza en línea de tiradores y que los rurales avanzaban lentamente sobre él y sus compañeros que empuñaban sus armas ya listas para disparar. Al romperse el fuego por ambas partes, Santana, seguido por Eduardo Díaz, Fermín Cortés y unos cuantos más, avanzó como un relámpago sobre el enemigo, que impotente para resistir el vigoroso ataque del gran guerrillero retrocedió hasta el sitio en que se habían ocultado los soldados, dejando abandonados algunos muertos en el campo. La mayor parte de la gente serrana que Santana había reunido en Chinameca lo abandonó casi desde los primeros disparos de la pelea, y entonces los rurales y los soldados se arrojaron como una avalancha sobre él y los pocos que lo acompañaban, quienes al fin, después de una lucha terrible y desesperada en que Santana fue herido varias veces y que se prolongó por espacio de una hora, cayeron valientemente acribillados por las balas (8). Así fue como sucumbió Santana Rodríguez Palafox, alias Santanón, el hombre fuerte y valeroso que al principio de su vida fue un ciudadano pacífico y útil a la sociedad y que obligado por adversas circunstancias tuvo que convertirse en bandolero; el hombre que tan vilmente fue calumniado por la prensa porfiriana y que por sus hazañas guerreras ocupó tanto la atención en México y en el extranjero; el hombre que tantas veces y con sólo dos parejas de individuos vio las espaldas de sus perseguidores; el admirable combatiente, en fin, que hubiera sido un gran caudillo si la vida le hubiera permitido exponer sus grandes facultades de conductor de multitudes a la victoria, y a quien el destino había reservado consagrar sus últimos esfuerzos y las últimas gotas de su sangre a la causa de la emancipación del pueblo mexicano. Padua continúa luchando. Con la muerte de Santana, que fue sentida mucho entre todos sus compañeros de combate, no sólo se suspendió el plan de compra de armas en Estados Unidos, sino que la causa liberal perdió futuros triunfos por los grandes proyectos que se tenían en planta y que no se pudieron realizar; sin embargo, Padua, a través de interminables persecuciones y de grandes sacrificios, continuó trabajando empeñosamente por la causa revolucionaria, ya combatiendo casi siempre con éxito las fuerzas del Gobierno en distintos lugares de Veracruz, o animando, en unión de Hilario C. Salas y demás jefes insurgentes del Sureste, a los compañeros que luchaban en Tlaxcala, Oaxaca, Tabasco y Yucatán, en espera de que sus esfuerzos fueran secundados por los importantes grupos rebeldes que en el norte y otros puntos de la República sólo aguardaban instrucciones de la Junta para lanzarse a la lucha armada contra la dictadura. Transmitiendo unos informes secretos que en relación con los asuntos anteriores había recibido de Salas, del mismo Padua y de otros correligionarios que luchaban en México, el delegado de la Junta en Tohay, Texas, León Cárdenas Martínez, escribió a Guerrero una extensa carta con fecha 24 de octubre, de la que son los párrafos siguientes: Antier recibí carta de Listo (K. Listo, seudónimo que usaba Salas) ... en ella me comunica estar terminando sus preparativos para la acción ... Con fecha de hoy recibo cartas de (dos renglones en clave) y de Lara (Tito Lara, uno de los seudónimos de Padua): el primero me comunica que ... llegaron a Puerto México dos vapores conduciendo fuerzas de la Federación ... completándose para esa fecha cinco batallones que les hacen persecución. Los compañeros que ha preparado Lara tuvieron un encuentro con los federales donde perdieron éstos 22 soldados y un gran número de heridos; los rebeldes sólo tuvieron dos bajas y algunos heridos; además temen que la persecución para ellos sea tenaz, por lo que precisa que se muevan simultáneamente. Todos los comprometidos en las cercanias están secundando y la dictadura da mayor empuje a sus fuerzas. En una palabra: Las hostilidades se han comenzado. Es urgente que ustedes den la voz de alarma para que aquéllos no se encuentren solos y sean víctimas de la tiranía ... Todos los camaradas a que me he referido, comunican que los están secundando y los secundarán por los Estados vecinos, según compromisos que tienen; resta pues que en los puntos fronterizos incendien el chispazo ... ... Así pues, los informes transcritos son alarmantes; toca al deber de declarar los incendios, tanto para desorientar al enemigo como para dar impulsos a los combatientes, y que se lancen a la revolución el sinnúmero de rebeldes que sólo esperan el principio de la empresa que ha comenzado. Me parece de mucho estímulo que lanzaran un alcance al número 8 de Regeneración, dando la voz de alarma; todos los datos que les doy son dados por los camaradas que encauzan los movimientos; éstos están sucediéndose en Tlaxcala, Veracruz y Yucatan en los puntos que indico ... (9) La actitud de la Junta. En realidad, no era necesario dar esa voz de alarma, si los grupos rebeldes de los Estados fronterizos no entraban en acción o no incendiaban el chispazo, como dice Cárdenas Martínez, no era por falta de espíritu combativo, sino porque la Junta, por conducto de Guerrero y Enrique Flores Magón, que como se sabe se encargaban de los trabajos secretos de la misma, les había indicado que no hicieran ningún movimiento hasta que en fecha ya muy próxima se les diera a conocer un bien madurado plan de campaña para que ya sin temor a nuevos fracasos se lanzaran a la lucha contra el despotismo porfiriano. Y no solamente hacía eso la Junta; por medio de Regeneración, que continuaba apareciendo semanariamente cada vez más radical en su ideología revolucionaria, no cesaba de excitar a los combatientes y al pueblo oprimido en general, para que al declararse en rebelión no lo hicieran con el simple propósito de cambiar de amos, sino que deberían sacar el mayor provecho del gran sacudimiento social que estaba próximo a derrumbar la dictadura, tratando de obtener no sólo su libertad política sino su libertad económica apoderándose de la tierra y de todos los elementos de trabajo para asegurar en el futuro el bienestar que a costa de su sangre habrían de conquistar para sus hijos. Deseamos que nuestros compañeros los desheredados, decía Ricardo Flores Magón, se penetren bien de lo que es la libertad política y los beneficios que puede reportar a los pueblos. Nosotros tenemos la convicción de que la libertad política por sí sola es impotente para hacer la felicidad de los pueblos, y es por eso por lo que trabajamos con empeño para hacer entender al pueblo que su verdadero interés es el de trabajar por su libertad económica, que es la base de todas las libertades, el cimiento sólido sobre el cual puede construirse el grandioso edificio de la emancipación humana ... (10) En todos los artículos publicados en esa época en Regeneración campeaban ya, en efecto, los principios libertarios o anarquistas que habían comenzado a ser expuestos primero en Revolución y después en Punto Rojo. Sus autores, Guerrero y los Flores Magón, profundamente convencidos de que el Estado, con toda la maquinaria opresiva de su ejército, de sus polizontes, de sus funcionarios políticos, judiciales, municipales y administrativos, de sus Cámaras legislativas, de sus impuestos, etc., era incapaz de proporcionar bienestar y libertad a los pueblos, abogaban por la supresión de toda autoridad y de toda imposición para conquistar el desenvolvimiento integral del ser humano; pero sin duda lo hacían, no como simples declamaciones de un entusiasmo irreflexivo, sino como resultado de una firme convicción; ellos tenían fe en el porvenir de las masas oprimidas y trataban de hacerlas escalar, sin estaciones, la cima más alta de la perfección social. Olvidaban tal vez el proceso evolutivo del espíritu del hombre, que está sujeto a leyes inviolables de lento desarrollo; pero si hacían el llamado más heroico a los más grandes sacrificios en aras de una dicha verdadera y permanente, era porque creían haber llegado para los de abajo, después de una larguísima noche de amarguras y miserias, la hora de la justicia y de las reivindicaciones supremas (11). La Revolución sigue adelante. Mientras tanto, la Revolución seguía adelante. Para mediados de noviembre los grupos rebeldes de la Sierra de Chihuahua, de Sonora y de Coahuila habían entrado en acción; los de Tlaxcala, Veracruz y Yucatán habían sido secundados por nuevos combatientes en Hidalgo, Puebla, Tamaulipas y Campeche ... y la dictadura hacía esfuerzos desesperados por apagar el incendio que se extendía por toda la República, movilizando fuerzas, ocultando sus derrotas y desencadenando sobre sus enemigos la más desenfrenada persecución, a tal grado, que ya para fines de aquel mes las cárceles y penitenciarías de todo el país eran casi insuficientes para albergar en sus cámaras sombrías a los sesenta mil ciudadanos que purgaban en ellas no su antiporfirismo, como dice el Gral. Rubén García, sino su mala sangre, palabras conque interpretaba el tirano su amor por la libertad y la justicia (12). El Gral. Díaz hacía derroche de actividad y energía para no permitir que le arrebataran la presa que devoraba hacía más de treinta años, pero los acontecimientos indicaban que para su régimen dictatorial había llegado la hora del ocaso.
Notas (1) Fragmentos de un articulo titulado Regeneración. (2) Este levantamiento tuvo lugar el 26 de mayo de 1910. Juan Cuamatzi, Marcos Hernández Xocolotzi y Antonio Hidalgo, de acuerdo con los delegados de la Junta del Partido Liberal Hilario C. Salas y Juan F. Velázquez, atacaron la población al frente de trescientos hombres, tomándola y haciendo prisioneros al Presidente Municipal Nicolás Reyes y a otros funcionarios públicos. (3) Entre estas acciones figura la de Cabrera de Inzunza, en Sinaloa, que tuvo lugar el 13 de junio de 1910, y en la que perdió la vida Gabriel Leyva. (4) Pedro Antonio Carvajal e Ignacio Gutiérrez eran también los jefes del movimiento revolucionario en el Estado de Tabasco. Más tarde fueron generales maderistas. (5) El Imparcial, tratando de deformar no sólo moral sino físicamente a Santana. en su número del 19 de octubre de 1910, dice que Santanón era un individuo excesivamen!e alto, de busto corto y piernas y brazos enormes ... (6) Documento facilitado al autor por el historiador Valadez. (7) Estos indios eran de los que la dictadura hacía prisioneros en grandes cantidades en Sonora para desterrarlos a Veracruz, Yucatán. Quintana Roo y al Valle Nacional a desempeñar trabajos forzados por el único delito de oponerse a que les fueran arrebatadas sus tierras, de las que al fin eran despojados para ser vendidas a extranjeros a precios irrisorios. (8
Los Angeles, Cal., 20 de septiembre de 1910.
"Ricardo Flores Magón.
Práxedis G. Guerrero (6).