Índice de Lecciones de historia patria de Guillermo PrietoPRIMERA PARTE - Lección VIIPRIMERA PARTE - Lección IXBiblioteca Virtual Antorcha

LECCIONES DE HISTORIA PATRIA

Guillermo Prieto

PRIMERA PARTE

Lección VIII

Dogmas religiosos. Dioses. ídolos. Templo Mayor de México.


Aunque muy confusa, los antiguos mexicanos tenían idea de la divinidad. Al ser supremo, divinidad invisible, le adoraban con el nombre de Téotl (Dios), sin tener figura alguna para representarlo.

Al espíritu maligno, en que creían, le llamaban Tlacatecólotl (Hombre Tecolote, espíritu del mal).

Al alma le creían inmortal y destinada para la vida futura.

Tres lugares distinguían para las almas separadas de los cuerpos.

Uno en la Casa del Sol, estaba destinado para los soldados que morían combatiendo, para los que luchando caían en manos de los enemigos, y para las mujeres que morían de parto.

Otro lugar se creía destinado para los que morían de rayo, ahogados o de determinadas enfermedades. Este lugar, alegre y ameno, se llamaba Tlalocan (residencia del dios Tláloc).

Finalmente, había Mictlan o infierno, adonde se destinaban las almas de los que morían de una manera no especificada anteriormente, sin sufrir más pena que una completa oscuridad.

He aquí una lista de los principales dioses, tomada de Clavijero, que es a quien preferentemente seguimos en esta parte.

Dioses de la providencia y del cielo

Tezcatlipoca (Espejo que Humea), el dios más importante después del supremo ser. Suponíanle señor de todas las cosas, ejercía la justicia para con los mortales, influía en sus destinos y decidía de su suerte.

Omecíhuatl y Omecixtli, dioses habitadores de un lugar delicioso de los cielos, desde donde comunicaban sus inclinaciones a los mortales.

Cihuacóatl (o Mujer Culebra), primera que tuvo hijos, madre de los hombres; dejábase ver, decían, atravesando el espacio, conduciendo en sus brazos a un niño en la cuna. Es la Eva mexicana.

Tonatiuh y Metzli (Sol y Luna).

Quetzalcóatl (Sierpe Armada de Plumas), el dios del viento.

Tláloc o Tlalocateuctli, señor del Paraíso.

Chalchiuhcueye, diosa de las aguas y compañera de Tláloc.

Xiuhtelectli, señor del año y de la yerba; Numen del fuego: llamábase Ixcozauhqui (Cariamarillo).

Centéotl, diosa de la tierra y del maíz. Tonacayoa (la que nos sustenta).

Mictlanteuctli, dios del infierno, y Mictlancíhuatl. El sacerdote se pintaba de negro para desempeñar las funciones de su empleo.

Xalteutli, dios de la noche; se le encomendaban los niños para que conciliasen el sueño.

Xaltílitl, médico nocturno.

Dioses de la guerra

Huitzilopochtli Mextli, dios de la guerra.

Tlacahuepan Cuexcotzin, dios hermano del anterior.

Painalton, dios de la guerra y teniente de Huitzilopochtli, a quien precedía, dando la voz de alarma.

Comercio, caza, pesca ...

Yacateuctli (señor que Guía), dios del comercio.

Mixcóatl, diosa de la caza.

Opochtli, dios de la pesca.

Xiuxtoczíhuatl, diosa de la sal.

Tzapotlatenan, diosa de la medicina.

Tezcatzóncatl, dios del vino.

Teotlazahuyan, dios de las inundaciones.

Ixtlilton (Cara Negra), dios de la medicina.

Coatlicue, diosa de las flores.

Tlazoltéotl, dios del perdón.

Xippe, dios de los placeres.

Nappateuctli, dios de los alfareros.

Omácatl, dios de los regocijos.

Tonantzin, nuestra madre; la misma diosa Centéotl de que se habló.

Teteo Innan, la madre de los dioses.

Ilamateuctli, señora vieja, diosa de las ancianas.

Tepitoton, dios de los domésticos.

Idolos

La mayor parte de los que construían eran de barro pero los había de madera Y de piedras preciosas.

El ídolo Huitzilopochtli se hacía con algunos granos amasados con sangre de las víctimas.

Templo Mayor de México

Los mexicanos, como todas las naciones de Anáhuac, tenían templos o lugares destinados al ejercicio de su religión.

El primer templo erigido a Huitzilopochtli fue el de que hemos hablado al tratar de la fundación de México. Este edificio fue una pobre cabaña: amplióla Itzcóatl después de la toma de Azcapotzalco. Reedificóle Moctezuma I y se hizo con la magnificencia que lo encontraron los españoles, por Ahuízotl, según mencionamos en una de nuestras últimas lecciones.

Ocupaba el templo el sitio que hoy ocupa nuestra Catedral y parte de las calles y casas de las inmediaciones, hasta la calle de Cordobanes.

El muro exterior que rodeaba el templo tenía cerca de tres varas de alto, estaba construido de cal y canto y le adornaban cuatro puertas que veían a las cuatro grandes calzadas que conducían a la ciudad.

Por el oriente Texcoco, al sur Iztapalapa, al poniente Tacuba, y al norte Guadalupe Hidalgo, entonces cerros del Tepeyac.

El pavimento del patio era de piedra menuda bruñida primorosamente y que relucía como espejo. Los caballos que montaban los españoles no pudieron dar allí un paso sin resbalar y caer.

En medio de ese patio se alzaba un inmenso edificio, cuadrilongo macizo, forrado de ladrillos iguales y compuesto de cinco cuerpos iguales también en altura, y una escalera sola que conducía desde el patio hasta la plataforma superior.

Sobre el quinto y último cuerpo había una plataforma o atrio superior, de cerca de 70 varas de largo y 60 de ancho: en cada una de las extremidades del lado oriental se alzaban dos torres de 15 varas poco más o menos de altura. Cada torre estaba dividida en tres cuerpos: el primero de cal y canto y los otros de madera primorosamente trabajada y pintada.

Una de estas torres o santuarios estaba consagrada a Huitzilopochtli, y la otra a Tezcatlipoca.

La altura total del edificio podía ser de 50 varas.

Desde aquella altura -dice Clavijero-, se alcanzaba a ver el lago, las ciudades que lo rodeaban y una gran parte del valle, lo que formaba, según los testigos oculares, un golpe de vista de incomparable hermosura.

En el atrio superior estaba el altar de los sacrificios ordinarios, y en el inferior el de los sacrificios gladiatorios. Delante de los dos santuarios había dos lugares de piedra de la altura de un hombre y de la figura de las piscinas de nuestras iglesias, en los cuales de día y de noche se mantenía fuego perpetuo que atizaban y conservaban con la mayor vigilancia, porque creían que si llegaba a extinguirse, sobrevendrían grandes castigos del cielo.

En los dos templos y edificios religiosos comprendidos en el recinto del muro exterior, había hasta seiscientos hogares del mismo tamaño y forma, y en las noches en que todos se encendían formaban un vistoso espectáculo.

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