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LECCIONES DE HISTORIA PATRIA
Guillermo Prieto
TERCERA PARTE
Lección V
4° Virrey, don Martín Enríquez (1568 a 1580).
Don Martín Enríquez de Almanza, hermano del marqués de Alcañizas descendiente de la ilustre familia de don Francisco Enríquez de Almanza, tomó posesión del virreinato el 5 de noviembre de 1568.
A su llegada a Veracruz, pudo prestar el importante servicio de desalojar de la Isla de Sacrificios a algunos corsarios ingleses, situados allí para dañar a todos los buques que entraban o salían de la bahía.
La conducta tiránica de la Audiencia, las atrocidades del odiado visitador Muñoz, el levantamiento y excursiones de los chichimecas, motivos eran todos que hicieron dificilísima la situación del señor Enríquez y dieron realce a la probidad y tino que resplandeció en los doce años de su gobierno.
Recién llegado a México el Virrey, ocurrió una dificultad entre clérigos y frailes que pudo haber tenido consecuencias fatales, si no se hubiera interpuesto la prudencia del Virrey.
Fue el caso, que el día de la Asunción de Nuestra Señora, en 1569, los frailes franciscanos llevaron, como lo tenían de costumbre, una procesión desde su iglesia a la ermita de Santa María la Redonda, situada en uno de los barrios de la capital. Los clérigos, celosos de los frailes o por cualquier otro motivo, trataron de impedir la procesión.
Presidían a los frailes sus reverendos prelados, justamente amados de los indios.
La procesión emprendió su marcha; los clérigos se oponían al caso; unos detenían, los otros querían continuar; los clérigos al fin tomaron la iniciativa de los hechos y emplearon la fuerza para hacer regresar la procesión. El alcalde mayor quiso interponerse y fue arrollado por los clérigos. Los indios, que habían estado atentos a esta reyerta, aunque murmurando de la violencia de los clérigos, en vista de sus desmanes se desataron en denuestos, se armaron de piedras y embistieron contra los clérigos, armando un furibundo tumulto.
Entablóse un proceso, y el Virrey creyó prudente echarle tierra, como el mejor partido que se podía tomar.
Los frailes querían conservar a toda costa la preponderancia adquirida, reclamando consideraciones y prerrogativas, no siempre compatibles con la rectitud y el desembarazo en el gobierno.
A causa de una antesala que hizo sufrir a fray Francisco Rivera, comisario de los franciscanos el Virrey, el fraile ofendido lo satirizó acremente. Indignado el Virrey, expulsó al comisario, ordenándole que pasase a España. El comisario lo participó a la comunidad; los frailes se dispusieron a partir tomando el camino de Veracruz, entonando el In exitu Israel.
Produjeron tal descontento estos acontecimientos y se notaron tales síntomas de insurrección en la clase indígena, que el Virrey se vio obligado a pedir al comisario que volviese, disimulando su enojo y reservando para más tarde el castigo del malaconsejado religioso.
Prestó el nuevo Virrey preferente atención a la guerra de los chichimecas, y para combatirlos fundó con carácter permanente los presidios de Portezuelas, Ojuelos y San Felipe.
En 1571, según conjetura el padre Cabo, se celebró con fiestas suntuosas el quincuagésimo aniversario de la Conquista, mencionándose en esas fiestas los toros y cañas, y la diversión de los indios de que nos queda recuerdo en el Volador.
El terrible tribunal de la Inquisición se estableció también en 1571, siendo primer inquisidor don Pedro Moya de Contreras.
La Inquisición se fundó, según los datos más probables, en el edificio que tiene ese nombre y sirve de Colegio de Medicina. El quemadero estaba entre San Diego y la parte de la Alameda que llega al frente de Corpus Christi. Había otro quemadero en San Lázaro para ejecuciones de justicia.
Por aquellos días llegaron a México los jesuitas, siendo el superior Pedro Sánchez, y para evitar toda pompa penetraron en la capital de noche, yendo a parar al Hospital de la Concepción, fundado por Cortés. A pocos días se instalaron en San Pedro y San Pablo y procedieron a la edificación de su colegio, conocido hoy con el nombre de San Ildefonso. Fundóse también el Colegio de Santos, con una donación de don Francisco de Santos, para pasantes pobres, que tomó el nombre de Santa María de Todos Santos y se edificó en la calle de la Acequia, donde hoy están las casas conocidas con el nombre de Loperena, después de don Miguel Rul.
Desde 1573 comenzó a cobrarse la alcabala en México, a pesar de que, como dice Torquemada, hubo muchos dares y tomares por esto entre el Virrey y los comerciantes.
Bajo la administración de don Martín Enríquez, en 1573, y siendo arzobispo el señor Moya de Contreras, se puso la primera piedra de la Catedral existente hoy, que costó cerca de dos millones de pesos; erigióse inmediata a la iglesia antigua que estaba donde hoy es el atrio. Donde primero se celebró misa fue en los bajos de la casa de Cortés (calle del Empedradillo), y después en un corredor de la misma.
Don Luis de Velasco, segundo Virrey, inició la construcción de un templo suntuoso; la obra quedó aplazada hasta la época del Virrey Enríquez, que vamos refiriendo.
En 1576, el Papa Pío V, sabedor de las riquezas de los frailes, y que muchos, abandonando el ministerio, iban a España a pretender puestos, dispuso que se pusiera coto a esas prodigalidades, y otros arreglos que contribuyeron a morigerar a los religiosos. Dio cinco prevenciones sobre esto. El Rey aprobó semejantes órdenes y exhortó al Virrey para que se llevasen a cabo, pero los padres resistieron y esto causó no pocos disgustos al Virrey.
En los últimos días que el señor Enríquez estuvo en México, estalló entre los indios la peste llamada matlazáhuatl, que según los historiadores, acabó con dos millones de indígenas, durando por espacio de un año, y en que compitieron en ardiente caridad las autoridades, los religiosos y las mujeres españolas.
Inundóse la ciudad por este tiempo, y quedó señalado el sitio de Huehuetoca para construir un desagüe que previniese las inundaciones; por último, dice Roa Bárcena, eximió el Virrey a los indígenas del pago de tributos durante la carestía que siguió a la peste, y reglamentó, estableciendo las tandas, un modo benéfico para atender al laboreo de las minas a que se obligaba a los indios.
En 1580 terminó el gobierno del señor Enríquez, quien fue destinado por sus buenas prendas al virreinato del Perú.
En aquel tiempo se fundó, en donde hoy existe, el templo de San Hipólito, frente a una capilla que había y se llamaba de los Mártires, por hallarse en ella sepultados los españoles que sucumbieron la Noche Triste. Estos restos fueron trasladados a San Hipólito.
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