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LECCIONES DE HISTORIA PATRIA
Guillermo Prieto
TERCERA PARTE
Lección VI
5° Virrey, don Lorenzo Suárez, conde de la Coruña (1580 a 1583). Establece el Consulado. Tribunal privativo para los comerciantes. 6° Virrey, don Pedro Moya de Contreras (1584). 7° Virrey, don Álvaro Manrique de Zúñiga (1585).
E1 4 de octubre de 1580, día en que se celebraba con gran pompa a San Francisco de Asís, entró en México el Virrey don Lorenzo Suárez, conde de la Coruña, hombre ya entrado en años y de excelentes cualidades.
A sus primeras indagaciones sobre las cosas del gobierno, dio con la llaga ensordecida y peligrosa de la mala administración de justicia y la pública, y para curarlas, una de sus primeras diligencias fue pedir al Rey enviase una visita que pusiera coto a los desmanes de oidores y oficiales reales.
En su tiempo se estableció el tnbunal del Consulado para entender de cosas de comercio, tribunal que, como todos los privativos, fue semillero de abusos.
Vinieron en la época de este Virrey las monjas fundadoras de Jesús María, quienes primero habitaron unas casas de por la Santa Veracruz, y los primeros frailes mercedarios, que después se instalaron en varios conventos.
La muerte llamó a sí a este bondadoso Virrey en 29 de junio de 1583, durando en el mando menos de tres años.
Rivera Cambas dice: Tenía México entonces 7 000 españoles, 8 000 indios; había en el centro de la ciudad tres plazas continuadas.
6° Virrey, don Pedro Moya de Contreras (1584). Virrey íntegro, suspendió a los oidores que abusaban de su puesto y mandó ahorcar a los empleados ladrones.
En 1589 se fundó el Colegio de San Gregorio para indios, por los jesuitas; se celebró el Tercer Concilio Mexicano aprobado por Sixto V, asistieron a él seis obispos.
7° Virrey don Álvaro Manrique de Zúñiga (1585). La venida y entrada de los Virreyes consistía en una sucesión de ceremonias que fueron objeto de multiplicadas leyes, y dejaron profundos recuerdos.
Era costumbre que el nombrado Virrey adelantase desde la rada de Campeche uno de los gentilhombres de su comitiva, en navío, con la noticia de su nombramiento, que era recibida con repiques, cortinas e iluminaciones.
Al llegar el Virrey a Veracruz, le recibían el Ayuntamiento y el gobernador, quien le entregaba las llaves de la ciudad, pasando la comitiva al templo, donde se cantaba el Te Deum.
De México se enviaba al nuevo Virrey la competente escolta de caballería. En Jalapa le esperaba, para conducirle y obsequiarle, un canónigo de Puebla; seguía el Virrey con su acompañamiento por Perote y Tlaxcala, donde hacía sus entradas a caballo, en medio de su gran comitiva y seguido y de los indios con sus banderas y estandartes, en medio de las aclamaciones de regocijo.
En Puebla era solemnísima la recepción; y aun en los pueblos de Cholula y Huejotzingo.
En Otumba esperaba el Virrey saliente a su sucesor y le entregaba el mando.
En la Villa de Guadalupe le recibía el arzobispo con un gran convite, y pasaba la comitiva a Chapultepec, donde recibía las felicitaciones del Tribunal de la Inquisición y las autoridades, obsequiando al Virrey con toros y con toda clase de festejos.
Entraba el Virrey por las calles de Santa Ana y Santa Catarina; en una de estas parroquias le recibía la Audiencia.
En la esquina de Santo Domingo, bajo un arco vistoso que se disponía oportunamente, el corregidor y el Ayuntamiento saludaban al Virrey, llevando los alcaldes las riendas del caballo que montaba su excelencia.
Dirigíase el Virrey al templo a hacer oración, y salía bajo el palio al Palacio, donde se hacía llevar el gran sillón con las armas reales, y prestaba el Virrey juramento sobres los santos Evangelios.
Grandes diferencias hubo en la época de este Virrey, dotado de las mejores prendas, entre los religiosos y el gobierno. En su tiempo las religiones se habían multiplicado, los sacerdotes no tenían la severidad en la independencia de las cosas mundanas que antes; pero en el pueblo tenía grande prestigio por sus antecedentes, y en odio a los soldados, que siempre fueron sus verdugos.
Las religiones que preponderaban eran:
Franciscanos, que entraron a México en 1524, existiendo dos monasterios, el nuevo y el viejo. Éste se encontraba en la plaza mayor de la ciudad, tocando en la calle de Santa Teresa.
En 1526 vinieron los dominicos, pobrísimos, yéndose a hospedar provisionalmente con los franciscanos, y señalándoseles después para convento el sitio donde hoy se halla el edificio de la exInquisición.
En 1530, Alonso de Estrada concedió a los dominicos el sitio donde está hoy el templo, que se construyó a expensas de la hacienda pública.
Los agustinos llegaron a México en 1533; se hospedaron en Santo Domingo. El primer templo que construyeron, al sur de la ciudad, se quemó, fundándose el que sirve hoy de Biblioteca Nacional, en 1543.
En los primeros días del gobierno del señor de Villa Manrique, llegaron a la capital los frailes carmelitas.
En 1587, el famoso corsario inglés llamado el Drake, recorrió, en son de saqueo y matanza, algunos pueblos del Pacífico, apoderándose de la nao de Filipinas, lo que causó en México profunda sensación.
Algunas dificultades habidas entre el Virrey y la Audiencia de Guadalajara, unidas a la rectitud con que quiso que se cumplieran las órdenes que ponían coto a las demasías de los religiosos y autoridades, hicieron que el Virrey cayese de la gracia en la corte, la que nombró por su sucesor a don Luis de Velasco, hijo del segundo Virrey, y dio el cargo de visitador de Villa Manrique al obispo de Tlaxcala don Diego Romano, quien según parece, por resentimientos particulares, le embargó hasta la ropa blanca, no consiguiendo, a pesar de la patentización de su inocencia, obtener jamás reparación de los males sufridos. Otros lo atribuyen a distintas causas. El obispo Abzola puso paz en estas diferencias.
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