Índice de Lecciones de historia patria de Guillermo PrietoCUARTA PARTE - Lección XCUARTA PARTE - Lección XIIBiblioteca Virtual Antorcha

LECCIONES DE HISTORIA PATRIA

Guillermo Prieto

CUARTA PARTE

Lección XI

Presidencia del general don J.J. Herrera. Pronunciamiento de Paredes. Buena administración. Reforma del ejército. Arreglo de la deuda. etcétera. El cólera. Presidencia del señor general Arista. Integra y honrada administración. Pronunciamiento de Jalisco. Pronunciamiento de Sinaloa. General Uraga. Progresos de la revolución. Caída de Arista, su expatriación y muerte. El licenciado don Juan B. Ceballos. Golpe de Estado. Don Manuel María Lombardini. Vuelta de Santa Anna a la República.


En mediados de junio se trasladó el señor Herrera a la capital con el gobierno.

El general Paredes, que había vuelto ocultamente del extranjero, se apoderó de Guanajuato después de haberse pronunciado en Aguascalientes; pero el general Miñón le derrotó completamente; y aquél fue a ocultarse a México, donde murió al año siguiente, casi olvidado (1).

Formó su gabinete el señor Herrera de los individuos siguientes:

Licenciado Mariano Otero, Relaciones;
Riva Palacio, Hacienda;
Jiménez, Justicia;
el general don Mariano Arista, Guerra.

Personas todas pertenecientes al partido moderado, pero respetables por su sabiduría y por su honradez (2).

El restablecimiento de la paz, la economía y la moralidad del gobierno contribuyeron en mucho a que la nación en poco tiempo convaleciese de sus quebrantos. Contribuyó mucho al bienestar la suma cuantiosa de la indemnización norteamericana, invertida con pureza en las más urgentes necesidades de la administración (3).

El señor general Arista, ministro de la Guerra, se dedicó con mayor eficacia a corregir los mil abusos y los pretextos de malversación de que estaba plagado el ejército; procedió a la liquidación de los cuerpos, instituyó los pagadores y cegó las fuentes de encubiertos robos en contratas, gratificaciones y granjerías.

Reciente la invasión y cuando el gobierno en Querétaro no acababa de organizarse, el general Paredes se pronunció en Aguascalientes contra los tratados de paz, cundió la insurrección en Guanajuato fomentada por el padre Jarauta, clérigo español, alborotador y sin creencias. El gobierno mandó en persecución de los sublevados al general Miñón, derrotándolos y fusilando al padre Jarauta.

En 1850 apareció el cólera morbo por segunda vez (la primera fue en 1833) haciendo grandes estragos, y contando entre sus víctimas al eminente orador Otero, que fue universalmente sentido.

En las elecciones que se verificaron en 1850 resultó electo el señor general Arista, quien tomó posesión del mando supremo el 15 de enero de 1851, término legal del presidente anterior.

La transmisión del poder la hizo el señor Herrera en medio de la paz, volviendo a su modesta vida rodeado de la veneración y el respeto profundo de sus conciudadanos.

El señor Arista, aunque carecía de educación científica y literaria, poseía rectísimo juicio, un espíritu de probidad íntimo, e intransigente con todo lo indigno y deshonroso; luego que ocupó elevados puestos, procuró reparar su ignorancia con el estudio y escuchaba atento a los hombres de saber.

Su permanencia en los Estados Unidos lo inició en las verdades económicas y sociales, abrazando sincero principios democráticos, y comunicándole sanas ideas, que planteó en la administración.

Como soldado, fue esclavo de la ley; valiente hasta la indiferencia con el peligro, humano y caballero. Arista es uno de los gobernantes más honrados y dignos que ha tenido nuestra patria.

Arista siguió la senda de moralidad, orden, respeto a las leyes y economía que había formado su antecesor.

En esa época y siendo ministro de Hacienda don Guillermo Prieto, se precedió a la liquidación de la deuda interior y se consumó el ventajosísimo arreglo de la deuda contraída en Londres preparado y ajustado por don Manuel Payno, en la ley de 14 de octubre de 1850, y llevado a cabo por los señores Arista como presidente y Prieto como su ministro, en 1852.

Fueron sus ministros en distintas épocas, don Mariano Yáñez, don José María Aguirre, don Manuel Payno, don Guillermo Prieto y el coronel Manuel Robles Pezuela.

La prosecución de la reforma del ejército inmoral y turbulento, y las maquinaciones de los amigos de Arista en contra de las instituciones, aunque conservando hipócritamente sus fórmulas, abrieron de nuevo las puertas a las revoluciones y asonadas (4).

El 26 de julio de 1852 se pronunció don José María Blancarte en Guadalajara, primero contra el gobierno del Estado y después proclamando la caída de Arista y su remplazo por Santa Anna. Mandó el gobierno a reprimir la asonada al general Miñón, quien fue relevado por el general Uraga. Al mismo tiempo se pronunciaba en Sinaloa el comandante de artillería don Pedro Valdez derrotando al general Vega y apoderándose de Culiacán.

Uraga, lejos de atacar la revolución se puso de acuerdo con ella, adhiriéndose con la fuerza; menos don Severo del Castillo, que se separó para unirse al gobierno de Jalisco y esperar los auxilios de la capital.

La revolución progresaba; sus agentes en México cortaban los recursos al gobierno, orillándolo a negocios desastrados que rechazaba el gabinete con inflexibe probidad.

En Guadalajara se modificó el plan de Blancarte, agregándole la convocación de un Congreso extraordinario. A esta modificación se llamó el plan del Hospicio, porque en el local de ese nombre se reunieron los autores del movimiento.

La revolución cundió extraordinariamente y se hizo incontenible en el Congreso; el partido conservador, que tenía representación numerosa, apoyaba indirectamente, pero con suma eficacia, la revolución. Los amigos personales del general Arista, y los hombres de todos los partidos. le aconsejaban un golpe de Estado como único medio de salvación. Convencido Arista de que era imposible marchar sin atropellar. obstáculos que tenían el carácter de leyes, hizo renuncia del poder el 4 de enero de 1853; y habiéndose él mismo expatriado para no dejar pretexto a la revolución, murió pobre y oscuro en Lisboa, en 1854 (5).

El señor Arista, con talento claro, aunque ignorante, de probidad inmaculada como se ha dicho, y de instintos firmes y enérgicos para procurar el bien del pueblo, emprendió la reforma del ejército; sin cuya reforma es imposible la de la hacienda, según había dicho el señor Pedraza.

Disminuyó y moralizó el ejército, declarándose contra todos los bribones que lo infestaban, y sus ministros se señalaron por notables mejoras en todos los ramos.

El señor Arista combatió con energía el agio; se emancipó de la tutela del clero, y puso su esmero en consolidar el crédito, reduciendo el deficiente y cumpliendo los compromisos contraídos.

A los empleados se les sujetó a examen, y se publicaban las vacantes para que se otorgaran los nombramientos al mérito. En una palabra, en lo administrativo, ninguna administración tiene los títulos a la gratitud pública que puede presentar el eminente patriota, modelo del soldado, ciudadano don Mariano Arista.

Como presidente de la Suprema Corte de Justicia, tomó posesión del poder el señor licenciado don Juan B. Ceballos, que había brillado por su palabra y energía en las filas del partido moderado, el 5 de enero de 1853.

El carácter de Ceballos era irritable, y en los accesos de sus enfermedades del hígado se volvía irreflexivo y atrabiliario.

Al entrar al poder se fijó en dar un golpe de Estado disolviendo al Congreso; las guardias nacionales, prostituyéndose, se prestaron a ejecutar la disolución, que llevó a cabo don Tomás Marín.

Los diputados se reunieron en un local privado (6), desconocieron con energía a Ceballos y nombraron presidente a don Juan Múgica y Osorio, gobernador de Puebla, quien no quiso aceptar el poder.

Ceballos había mandado al coronel Robles a que combatiera a los pronunciados; pero Robles defeccionó, uniéndoseles y modificando el plan, concediendo a Ceballos la presidencia interina. Ceballos la rechazó y abandonó el poder, sucediéndole don Manuel María Lombardini, nombrado por la soldadesca triunfante.

Varias comisiones se dirigieron a Turbaco (Nueva Granada) en busca de Santa Anna, declarado jefe de la nación por los pronunciados, entre esos comisionados figuraban el general Basadre y don Miguel Lerdo de Tejada (7).



Notas

(1) Paredes murió oculto en un convento de monjas en que lo puso en salvo la protección del clero. Murió pobre, porque en el manejo de los caudales públicos fue intachable su honradez.

(2) Arrangoiz, página 296, tomo II.

(3) Se anticipa en esta mención y la siguiente, los arreglos del señor Arista, porque su anhelo constante desde que mandaba el ejército del Norte, fue la organización del ejército, repitiendo constantemente: un ejército sin moralidad es la mayor de las plagas, y sin el orden y la economia en los gastos de guerra, es imposible que haya hacienda. Preguntando un día el señor Santa Anna a sus ministros Haro y Tornel en qué se ocupaban, respondió Tornel chanceándose: En que el señor me dé dinero para que yo lo tire.

(4) El señor Arista, como el señor Comonfort después, cayeron en la alucinación de amalgamar los partidos, poniendo en el gabinete personas que, como Piña y Cuevas, Arrangoiz y otros, detestaban la Federación. Se pretendió así desde antes, que la Constitución fuese máscara de la dictadura, lo cual fue funestísimo.

(5) Véase en los Mexicanos distinguidos del señor Sosa, la biograña de Arista.

(6) Calle del Hospicio de San Nicolás, los diputados, casa del general Parte arroyo; los senadores, en la Alcaiceria en la casa del señor don Francisco M. de Olaguíbel, quien salió de allí preso entre soldados a la Diputación con el señor senador don Guillermo Valle y otros patriotas que se opusieron a las tropelías de Lagarde, jefe de policía, encargado de la dispersión de aquellas reuniones.

(7) Todos los partidos tenían esperanza de apoderarse de Santa Anna; quien se apoderó realmente de él fue don Manuel Escandón, quien le llevó carruaje hasta San Cristóbal Ecatepec y le condujo a la Villa de Guadalupe, burlándose de todos los políticos con su modo especial.

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