Índice de Lecciones de historia patria de Guillermo PrietoCUARTA PARTE - Lección XIIICUARTA PARTE - Lección XVBiblioteca Virtual Antorcha

LECCIONES DE HISTORIA PATRIA

Guillermo Prieto

CUARTA PARTE

Lección XIV

Comonfort en el poder. Aparece la reacción con Miramón y Osollo. Juárez preso. Sale de la prisión e instala su gobierno en Guanajuato. Junta de notables en México. Batalla de la estancia de las Vacas. Batalla de Salamanca. Juárez en Guadalajara. Pronunciamiento de don Antonio Landa. Conducta heroica del general Núñez. Prisión del presidente, los ministros y varios empleados. Gravísimo peligro. Guillermo Prieto tiene la fortuna de salvar al gobierno y por entonces la causa de la Reforma. Salida del gobierno a Mazatlán. Santa Ana Acatlán. La familia enferma. Campañas de Osollo y Miramón. El Ahualulco. Juárez se embarca en Mazatlán, toca en Orleáns, desembarca y se instala en Veracruz. Cambios en la capital de la República. General Salas. General Echegaray. Defección de Negrete. Sitio y bombardeo de Veracruz. Retirada de Miramón. Degollado amaga a México. Márquez y el 11 de abril. Folleto de don Francisco Zarco.


Como era de esperarse, aunque no lo creyó así el señor Comonfort, su funesto golpe de Estado, destruyendo sus títulos legítimos, puso el movimiento revolucionario a discreción del ejército rebelde apoyado enérgicamente por el clero.

Miramón y Osollo, que se apoderaron del convento de Santo Domingo, fueron los árbitros de la situación.

El señor ]uárez fue reducido a prisión en Palacio mismo, donde se entronizó la fuerza armada con aquel desorden, aquel atropello de la autoridad y aquellas escenas de crápula, de insolencia y rencores que son consecuencia de los motines.

El señor Comonfort conoció a muy poco el abismo en que se había precipitado; quiso defenderse y no pudo, sintió el frio del vacio que había creado a su alrededor, y todo fue vacilar, contradecirse y aturdirse.

Su corazón bueno y generoso le representaba los horrores de la guerra, y aunque valiente entre los más esforzados, no quiso resistir tal vez inútilmente. El alejamiento de las simpatías que su finura y su bondad le habían granjeado, era notorio, y esto lo desmoralizó totalmente y le hizo abandonar la capital el último de enero de 1858.

El señor licenciado don Benito ]uárez, investido como estaba de la presidencia de la República, se evadió de la prisión auxiliado por don Sabás Iturbide, eminente patriota, y don Nicolás Pizarro Suárez, y en unión del señor licenciado don Manuel Ruiz partió para Guanajuato, escapando milagrosamente en San Juan del Río de Mejía, que le tuvo entre las manos.

En Guanajuato preparaba hospitalidad espléndida y generosa don Manuel Doblado, representándolo el señor licenciado don Francisco Rodriguez, y se instaló el gobierno, siendo ministros del presidente don Melchor acampo, don León Guzmán, don Santos Degollado y don Guillermo Prieto.

Los Estados acudieron con fuerzas a la defensa del gobierno, el que las puso a las órdenes del general Parrodi, quien fue acometido cerca de Celaya, y se retiró a Salamanca.

A la noticia de la retirada de Parrodi abandonó el gobierno Guanajuato, dejando con su representación a don Guillermo Prieto, y fue a situarse a Guadalajara.

La junta de notables de rutina, entretanto, nombró en la capital presidente a Zuloaga, quien tomó posesión en enero de 1858, confiando el mando de las armas a Miramón y a Osollo, quienes tuvieron, como se ha indicado, su primer encuentro con Parrodi cerca de Celaya.

Estaba el gobierno en Guadalajara cuando recibió el 13 de marzo la noticia de la derrota de Salamanca, a pesar de prodigiosOs esfuerzos y del heroico comportamiento del coronel Calderón (1).

Juárez estaba en junta con sus ministros ese día cuando le avizaron que el coronel don Antonio Landa se había pronunciado en su cuartel por Zuloaga. Juárez, sin interrumpir la junta ni inmutarse, dio órdenes al general Núñez para que fuese a apaciguar aquel motín.

Núñez se arrojó solo sobre la guardia de los pronunciados y contuvo el movimiento, retirándose lastimado de un golpe contuso sobre el corazón, producido por una bala disparada a quemarropa que quedó encasquillada en su reloj.

La junta proseguía cuando llegó el parte de la derrota de Salamanca, con horribles pormenores: todos se quedaron en profundo silencio. Juárez, sin titubear, dijo: Han quitado una pluma a nuestro gallo, y dio instrucciones a Prieto para que redactase un manifiesto, diciendo la resolución del gobierno de seguir luchando, Y que en tal virtud era de poca importancia lo sucedido.

A pocos momentos, hora del relevo de la guardia, el pronunciamiento de la fuerza fue en Palacio, reduciendo a prisión al presidente, sus ministros y cerca de ochenta personas, entre las que se contaban Pizarro y Suárez, Cendejas, general Refugio González, Fermín Gómez Farías, y otros menos notables.

Guillermo Prieto, que salía en esos momentos a la casa del señor licenciado López Portillo, que era donde se retiraba a estudiar y escribir, volvió a solicitar de Landa seguir la suerte de sus compañeros, y le llevaron maltratándole horriblemente, donde estaba Juárez.

Cundió en la ciudad la noticia del atentado; don Miguel Cruz Ahedo y un médico Molina arengaron al pueblo y se dirigieron a San Francisco, donde el general don M. Díaz reunía a los adictos al gobierno.

De San Francisco se desprendió una gruesa columna que se dirigió a Palacio en medio de un fuego horroroso.

En esos momentos, los oficiales Pagaza, Morett y don Filomeno Bravo, con una compañía del quinto, penetraban a son de caja en el salón de los prisioneros para fusilarlos. Éstos se refugiaron en un cuarto pequeño a la puerta del salón. Los soldados avanzaron y formaron semicírculo frente a los prisioneros. Juárez estaba en la puerta del cuarto como una estatua.

Bravo dio las voces de mando para hacer fuego; a esa palabra, Guillermo Prieto cubrió con su cuerpo a Juárez y gritó a los soldados: ¡Levanten esas armas; los valientes no asesinan!, y siguió hablando con suma vehemencia hasta contener a la tropa, reducirla y convertirla en su defensa ... apaciguándola con trabajo los oficiales ya mencionados ...

A pocos días el gobierno, con unos cuantos soldados del Distrito de México, salía con dirección a Colima y Manzanillo, en una situación tan lamentable, que le valió el título de la familia enferma.

En Santa Ana Acatlán fue atacado por Quintanilla, que cercó con numerosa fuerza el mesón en que Juárez se encontraba y defendieron heroicamente Iniestra, Leandro Valle, Degollado y el hoy general Escudero (2).

La corta fuerza de que hablamos resistió quince horas un fuego vivísimo, perdiendo veinte o treinta hombres, y emprendió su penosísima y peligrosísima salida a las doce de la noche, tomando el rumbo de Atemajac para salir a Colima atravesando las barrancas de Beltrán.

El país era presa de un desencadenamiento espantoso de gente con las armas en la mano.

Al partir Juárez por el Manzanillo, dejó a Degollado como general en jefe de todas las fuerzas que obraban en el interior. Este jefe las aumentó, organizó, y entró con ellas en el Estado de Jalisco.

Miramón, victorioso en Salamanca, se dirigió a Guadalajara después de la sublevación de Landa, y del grueso de su ejército dispuso así: mandó a Pérez Gómez con una división a Morelia; a Manero, a Zacatecas; dejó con otra división a Casanova; él, con el resto de las fuerzas, se dirigió rumbo a Zacatecas.

Supo en el camino el amago a San Luis por fuerzas del norte, y se verificó la acción del puerto de Carretas.

Los jefes de las fuerzas eran Miramón y Zuazua, y puede decirse que quedó indecisa la victoria porque Miramón se retiró a San Luis con grandes pérdidas y levantó el campo Zuazua, dejando fuerzas en el Venado y otra en Bocas con el general Hinojosa. La acción de Carretas fue a mediados del año de 1858 (3).

Las fuerzas de Tamaulipas atacaron Zacatecas, que tomaron, mandando Zuazua fusilar a Manero, Landa, Gallardo y otros.

Entretanto, moría Osollo en San Luis; Miramón tomó el mando de sus fuerzas y siguió a Degollado a Atenquique, donde le derrotó.

A poco de esta acción de armas, supo Miramón la ocupación de San Luis por Zuazua, voló a su encuentro, y en el camino ganó a Vidaurri la célebre batalla de Ahualulco. Mientras, Degollado volvía sobre Guadalajara en que fue fusilado Blancarte por el guerrillero Rojas, quien ahorcó a Piélago en castigo de haber asesinado al doctor Herrera y Cairo.

Miramón y Márquez unidos marcharon sobre Guadalajara y derrotaron a Degollado en Tololotlán, a inmediaciones de San Joaquín.

Juárez, saliendo por el Manzanillo, atravesando Panamá y tocando en Orleáns, se instaló en Veracruz, donde puso a su disposición el gobernador Zamora no sólo los recursos del Estado, sino su caja de comercio que era muy valiosa, poniéndose al frente de las fuerzas del Estado, que se convirtió en el centro y baluarte de la acción constitucionalista (4).

En Veracruz se encontraban Llave, Miguel Lerdo, Arriaga, Mata, Ignacio Ramírez y otros personajes menos notables.

En ese tiempo se sucedían en México los cambios. Robles pezuela sustituía a Zuloaga, de diciembre a enero de 1859; Salas fungía por muy pocos días, y al fin Miramón se apoderó del poder desde 1859.

Nombrado el general Echegaray jefe de las fuerzas que operaban sobre Veracruz, ocupó gran parte del Estado; Juárez mandó a Negrete a combatirlo, pero Negrete defeccionó con su fuerza, dando notable impulso a la reacción (5).

Poco antes de llegar Juárez a Veracruz (marzo de 1859), Miramón marchó sobre aquella plaza; ésta se preparó a la defensa con su patriotismo característico, y Miramón levantó el campo porque supo que las fuerzas de Degollado, que reapareció en Morelia después de su última derrota, estaban sobre la capital.

En efecto, el general constitucionalista estaba al frente de seis mil hombres. Márquez le atacó, y el 11 de abril, en lo más empeñado del combate, llega Miramón y se consuma la derrota de Degollado. Márquez mandó fusilar aun a los practicantes y médicos que habían llegado la víspera a curar a los enfermos, lo que le hizo pasar en la historia con el sangriento dictado de Tigre de Tacubaya.

En las aclaraciones posteriores a este horrible atentado, cuyos pormenores divulgó en un elocuentísimo escrito don Francisco Zarco, Márquez sostuvo que había obrado por orden de Miramón, pero la opinión había fallado, y los más indulgentes le dieron un cómplice (6).



Notas

(1) El coronel Calderón era el tipo del caballero soldado. La brillante carga de caballería que dio en la batalla de Salamanca, y en la que perdió la vida, se registra con honra en los fastos militares. El general reaccionario Osollo, que era tan valiente como generoso y de noble carácter, mandó que se diera sepultura a Calderón con los honores y distinciones de la guerra. El cura resistía, y Osollo le mandó decir que lo enterraóa en la sepultura ya abierta si no inhumaba a Calderón. Entonces el cura le hizo magníficos honores.

(2) En vista del peligro inminente que se corría en Acatlán, el señor Juárez propuso a su gabinete que renunciase, puesto que para él solo era ineludible aquella situación. El gabinete rechazó como una ofensa aquella propuesta, y esta repulsa renovó el aliento de los combatientes, entre los que había varios empleados, como don Rafael Ortega, empleado en Hacienda; don Jacinto Aguilar, visitador de correos; don Matías Romero, empleado de Relaciones; don Manuel Mateos, estudiante, y otros varios que prestaron servicios distinguidos, y a los que llamaba Valle, cariñoso, la guerrilla de pluma.

(3) Acción de Carretas. La apreciación de esta acción así como de las otras del tiempo de la Reforma, tienen de ser diminutas y oscuras, porque de lo que existen abundantes legajos en los archivos, son de documentos oficiales de los que ocupaban México, y las relaciones contrarias tienen que resentirse también de parcialidad.

Para la explicación de las acciones de Carretas, Ahualulco, etcétera, debe tenerse presente que el jefe patriota Zuazua, con jefes de Tamaulipas como Zayas, Hinojosa, Blanco y Escobedo, con fuerzas en su mayor parte de San Luis, concurrieron a las acciones mencionadas.

En el Venado quedó una parte de esa fuerza.

En la hacienda de Bocas otra, con Hinojosa.

La acción de Carretas la dio Miramón contra Zuazua, y después de sangrientísimo choque y de gran dispersión de las fuerzas de Zuazua, pasó Miramón; pero el campo con las armas, con los muertos del enemigo, etcétera, quedó por los liberales, y allí permanecieron Zayas, Blanco y Escobedo, quienes levantaron el campo partiendo para San Luis con Hinojosa y los otros jefes.

En Zacatecas esas propias fuerzas fusilaron a Manero y Landa, que se portaron como entendidos y valientes en el campo de batalla; y por último; las mismas fuerzas, después de penosísimas marchas y de incidentes brillantes, asaltaron Guadalajara, donde el primero que entró fue el que es hoy ministro de Guerra, entonces, si mal no recordamos, a las órdenes de Zayas.

Miramón, que era el simpático jefe de la reacción, por valiente, por entendido, y por rasgos realmente generosos, persiguió a Degollado sin tregua, hasta justificar su título de héroe de las derrotas, porque en efecto, después de cada una de ellas, renovando su aliento, organizando incansable, etcétera, reaparecía, haciendo equivaler cada derrota a una gloriosa victoria.

La acción de Ahualulco que se menciona en el texto, se verificó después de salir Zuazua de San Luis, perseguido por los reaccionarios.

Vidaurri desapareció desde el principio de la acción, que sostUvieron como leones Zuazua y sus jefes, siendo derrotados totalmente, entre otras causas, por el descuido del cerro del Zapatero y por la colocación del parque, del que quedaron interceptadas las fuerzas.

Derrotado Degollado en el puente de Tololotlán, se dirigió a Michoacán, que era el punto de apoyo de su constancia y de sus esfuerzos heroicos, desde Michoacán se puso en contacto con el gobierno de Veracruz, y esto da explicación clara de dos acontecimientos: uno, la invasión de Blanco hasta las goteras de la capital; otro, el llamado plan de Navidad.

En cuanto a lo primero, Miguel Lerdo, agente de Veracruz, oculto en Tacubaya en la casa de Perry, hizo entender al gobierno y a Degollado que en la capital se efectuaría un movimiento decisivo si había una fuerza que llamara la atención. El patriota y esforzado general Blanco acudió y se situó en Tacubaya, con Escobedo que se apoderó de Chapultepec, porque a los alumnos los pasaron a la Casa Blanca, finca cerca de San Cosme. El licenciado Romero Rubio, representante de Lerdo, concurrió a la acción; el general Justo Álvarez obraba con las facultades de Degollado.

Combinóse el plan y Zaragoza, según afirman, desobedeció las órdenes que se le dieron, haciéndolo fracasar.

Las tropas de Blanco tomaron las garitas. En la de San Cosme resistieron los alumnos de este colegio. Blanco, al partir, dejó depositada la plata que traía de Morelia en la casa de Perry, de donde la mandó sacar y la aprovechó Zuloaga. Las tropas de Blanco fueron tan audaces, que se apoderaron del convento de la Merced.

Expliquemos ahora el plan de Navidad. Degollado, desde Morelia, se dirigió a Robles Pezuela para que hiciese un movimiento en favor de Juárez, y Robles Pezuela, aunque rehusándose, comisionó a su hermano Luis para que se entendiese con don Justo Álvarez su representante: las contestaciones quedaron sin efecto, pero se encontraban presos en Santiago, Doblado, Romero Rubio, Agustín del Río y otros, que tenían por agente libre a don Justino Fernández; entre todos, se hicieron de los coroneles Tapia y Gual, se apoderaron de la situación y proclamaron el plan de Navidad; pero los conservadores habían espiado sus pasos y dado parte a Miramón, quien fue al cabo el árbitro del desenlace del movimiento.

(4) En los párrafos anteriores hay omisiones y errores que es preciso rectificar. Las omisiones consisten en no haber mencionado en la defensa de Veracruz al señor general don Ramón Iglesias que la llevó a cabo, ni a jefes tan beneméritos en aquella defensa como Enrique Ampudia, Azpe, Zamora y otros que siento no recordar. En la batalla del 11 de abril, don Justo Álvarez fungía como general en jefe y coadyuvó a sostener brillantemente la retirada el licenciado Romero Rubio, según carta que dirigió el señor Degollado al señor Ocampo dándole parte de lo ocurrido en Tacubaya.

(5) Como complemento de los sucesos citados, téngase presente lo que sigue.

Después de los acontecimientos del 14 de marzo en Guadalajara, Landa quedó en el gobierno de Jalisco con el mando militar, pero las fuerzas eran en realidad en corto número.

Con muy poco tiempo de diferencia apareció en San Pedro, poco más de una legua de Guadalajara, el general Parrodi con unos mil hombres que había salvado de la derrota de Salamanca, con municiones y piezas de artillería. Hubiera atacado a Landa pero venía a su retaguardia el general Osollo, con fuerzas considerables, y venciendo serias dificultades los jefes de los partidos beligerantes se ajustaron convenios que dieron por resultado la entrada triunfal de Osollo en Guadalajara.

Tovar quedó gobernando en Guadalajara y Casanova con el mando de las fuerzas.

Ogazón, antes de entrar Osollo en la capital del Estado, instaló en el sur de Jalisco su gobierno, acompañado de Cruz Ahedo, desplegando con actividad y energía todos los recursos posibles para hacerse de fuerzas considerables.

El señor Juárez, al pasar por Colima para embarcarse en Manzanillo, invistió con el carácter de general en jefe de todas las fuerzas de la Reforma al general Degollado, dándose facultades omnímodas; éste, secundado por Ogazón, Cruz Ahedo, Nunez y otros jefes, organizó el ejército y marchó sobre Guadalajara con arrojo inconcebible.

Miramón acudió en auxilio de Casanova; Degollado levantó el sitio, Miramón lo persiguió, verificándose, como se verá en seguida, la batalla de Atenquique en que con desvergüenza de los conservadores atribuyeron la victoria a Miramón.

(6) La equivocación principal consiste en decir que las fuerzas de Miramón llegaron en lo más empeñado del combate. Eso no es cierto; Miramón llegó después, y en cuanto a la orden de los fusilamientos, Miramón la negó; pero persona muy respetable y verídica la ha tenido en sus manos en un papel que tiene el timbre de la señora esposa de Miramón.

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