Índice de Lecciones de historia patria de Guillermo PrietoCUARTA PARTE - Lección XVCUARTA PARTE - Lección XVIIBiblioteca Virtual Antorcha

LECCIONES DE HISTORIA PATRIA

Guillermo Prieto

CUARTA PARTE

Lección XVI

Entrada de Juárez a la capital en enero de 1861. Conducta del clero. Inquietud y desorden. Nuevo ministerio, compuesto de don Francisco Zarco, don Ignacio Ramírez, don Jesús González Ortega y don Guillermo Prieto. Extrañamiento a los ministros extranjeros. Consumación de la Reforma. Grita contra el ministerio. González Ortega. Desorden administrativo. El nuevo Congreso. Elección del señor Juárez para presidente.


El 1° de enero de 1861 hizo su entrada triunfal en la capital el señor licenciado don Benito Juárez, presidente de la República.

El país había sido desgarrado por la guerra durante tres años en que pesaron sobre él cerca de doscientos mil hombres, que tuvieron por principal recurso el pillaje y la devastación, ya desvergonzada y brusca, ya con los nombres de ocupación, préstamo, contribución extraordinaria, etcétera. Los campos abandonados, la administración pública destruida, legalizado el robo a la orden del día, el aniquilamiento y la matanza.

El ejército, con pocas y honrosísimas excepciones, había dado todo su contingente y sus mejores fuerzas a la reacción, y llamó apóstatas de la clase y traidores a los que adhiriéndose a la ley, permanecieron fieles al gobierno.

Los caudillos de la Reforma eran hombres como González Ortega, escribiente de un pueblo oscuro de Zacatecas; como Zaragoza, comerciante humildísimo de Monterrey; como Díaz, que abandonaba la carrera literaria al concluirla, por empuñar las armas; como había sido Comonfort empleado de Hacienda, y Degollado dependiente del clero de Morelia. Estos jefes no tenían ni la ciencia ni la pericia de los viejos soldados; pero los viejos soldados, con pocas excepciones, eran traidores, y confundían el espíritu militar con el despotismo, el odio a todo progreso, la diligencia del esbirro y el servilismo del lacayo.

El clero, sin ceder en un ápice, mantenía en el corazón de las familias la inquietud, dándole un carácter totalmente religioso y dogmático a la guerra, y presentando como mártires y acreedores a la bienaventuranza a los que resistieran al gobierno, y teniendo en acción activísima el confesionario, el púlpito, la excomunión, la no absolución y la privación de sepulcro al que profesaba ideas liberales.

Los favorecidos por los cuantiosos bienes del clero, propietarios, hacendados, usurpadores de capellanías, etcétera, hacían empuje porque la Reforma no se consumase.

El que entonces adquiría una posesión del clero, tenía aparejada la afrenta, la excomunión social y la maldición eterna.

Desde la publicación de la ley de 11 de enero de 1847, y antes con motivo de los bienes de temporalidades, se habían hecho cuantiosas ocultaciones de los bienes del clero, fingido deudas, suplantándose escrituras, y otros medios, autorización de robos y crímenes que pasaron inapercibidos por verificarse en las tinieblas de los claustros y con la garantía del temor de Dios.

En México, por un lado los agentes de Veracruz, por otro los del clero, y unidos ambos elementos en una compañía en contacto con el gobierno nacional y el reaccionario, por medio de agentes diestros hicieron composiciones y cometieron abusos incalculables (1).

El gobierno errante de Juárez hacía negocios y confirmaba las operaciones que habían hecho los jefes de las fuerzas; además, admitía denuncias de los bienes que por devolución de los reaccionarios estaban resultando en México.

Cada uno de los jefes militares hacía, competentemente autorizado, la desamortización según su necesidad (2).

El gobierno de Veracruz, al expedir la ley de 22 de julio, quitó toda traba a la desamortización; y el inmaculado señor acampo llegó a conceder, o mejor dicho concedió constantemente el 80 por ciento para el pago de los pagarés, con lo cual no sólo se daba la propiedad del clero, sino que quedaba debiendo el gobierno.

En cuanto al giro político de los negocios, Degollado había quedado semidislocado del gobierno por haber querido proclamar las bases orgánicas, y por sus contestaciones sobre transacción por medio del ministro inglés Mathew; y Lerdo, aspirando a la presidencia, era acaso, sin quererlo, una entidad enemiga de Juárez y Ocampo, que le alejaban y casi le perseguían.

Bajo tales auspicios vino al poder el señor Juárez, merced de las tropas fieles pero desorganizadas y tumultuosas, de González Ortega, que era en aquellos momentos el ídolo del pueblo.

Los directores de la política eran Juárez y sus ministros Ocampo y Llave. Los asuntos militares giraban, por la fuerza de las cosas, como por cuerda separada, bajo la dirección de González Ortega.

Entretanto, por todas partes había meetings y reuniones queriendo, en tumulto, dirigir la política (3).

La prensa se entregó al más completo desenfreno.

Llave y Ocampo eran de moralidad acrisoladísima e intransientes; querían que los empleados fueran leales a las instituciones y desterrar el favoritismo.

Esto les enajenó toda voluntad; tronaron las reuniones tumultuosas y provocaron la formación de un nuevo ministerio, compuesto de Zarco, Ramírez, Prieto y González Ortega.

Zarco, de inteligencia privilegiada, comenzó por hacer salir del país a los ministros de España, de Guatemala, el Ecuador, y al nuncio apostólico, por el participio directo que habían tenido en el gobierno reaccionario.

La reacción, con este incidente, encontró un poderoso apoyo en el descontento extranjero.

Ramírez, el gran pensador y la bondad suma, era el fanfarrón de la palabra; se calumniaba suponiéndose propósitos de persecución e intolerancia. Intransigente en cuanto a principios, quería plantearlos a toda costa y consumar decidido la reforma social, que era el pensamiento del gabinete en su mayoría.

Digo en su mayoría porque Zarco, por una fatalidad y por circunstancias tan privadas que no creemos lícito revelar, aparecía como en discordia con sus compañeros, se le suponía en relación con los enemigos de Ramírez y Prieto, haciéndose, acaso sin quererlo, punto de apoyo contra toda reforma iniciada o dictada por sus colegas.

A Prieto estaba encomendada, por naturaleza de su encargo, con toda su gravedad, la consumación de la Reforma (4).

Casi nadie quedaba del personal de la Secretaría de Hacienda, por justas medidas del señor Ocampo; sobre ningún negocio se encontraba antecedente, y se comenzó el despacho en medio de las aspiraciones más encontradas.

El ministro nombró al sabio y honrado patriota don José María Iglesias oficial mayor del ministerio, y persona tan digna constituyó el consejo, el estudio y la probidad en todos los negocios.

Para la oficina especial de desamortización fue nombrado consultor y consejero el señor licenciado Mariscal, notable por sus talentos y por su intachable pureza.

Reformóse la ley de 27 de junio, el ministro, deseoso de dar un ejemplo honroso y digno, renunció para su personal al beneficio Pingüe que la ley le daba, e hizo que el señor presidente mandara a distribuir entre los empleados un tanto de lo que la ley le concedía, después de dictar varias medidas de orden, poniendo en salvo dotes de religiosas, bienes de beneficencia, etcétera, que dejaban en pie las leyes de Reforma; dictó la ley de 5 de febrero que era la ratificación de lo hecho por la revolución y su consumación definitiva.

La ley de 5 de febrero declaró que los bienes llamados eclesiásticos son y han sido siempre de la Nación, declaración que debe verse como la consumación de la Reforma.

Suprimió todos los conventos, porque antes sólo se habían hecho reducciones de contemporización.

Reconoció y aprobó las deudas contraídas por los jefes de la revolución autorizados para ellas, aprobó la pérdida de los bienes a los que los habían devuelto al clero o se habían coligado con él para solaparlo, y por último encomendó, como debía, a la decisión judicial los negocios que se pretendía se despacharan en el seno del gabinete, influyendo el favoritismo y la intriga (5).

La grita fue espantosa y a ella se unían todos los intereses que se lastimaban y se habían creado en medio del barullo.

El meeting, la prensa, el partido moderado, los reformistas a quienes se les hacía restituir verdaderos robos, se aliaban contra Ramírez y Prieto, apoyados por el que se llamó partido de Zarco que se hizo numeroso.

En cuanto a González Ortega, urgido por los vencedores, enemigo de las fórmulas, calentado por el espíritu militar, hizo como a una administración separada de guerra, entendiéndose directamente con la Tesorería general.

Los negocios que quedaron pendientes en México, los celebrados por el gobierno en Guadalajara, Guanajuato y Veracruz, los que habían dejado por concluir los varios jefes, todos afluyeron en tropel y se llevó cuenta de todos y cada uno, lo que por sí hace la apología más completa de la desamortización en México, porque si bien pone de manifiesto una largueza que se pudiera llamar imprudente, no lo era ni con mucho si se considera que no recursos sino reforma social era lo que se buscaba, y que siendo posible el aprovechamiento de esos bienes, habría sido muy benéfico; pero no siéndolo, se lograba el objeto capital, poniendo las bases de la consolidación de la paz y el ingreso al derecho de una sociedad presa de la prostitución, del atraso y de los abusos de la tiranía y el privilegio.

La vida tempestuosa del gabinete le creó una existencia febril, y en medio de tantas contradicciones, llevó a su total desarrollo las leyes de Reforma.

El nuevo Congreso reunido en 9 de mayo de 1861, declaró electo presidente constitucional al señor licenciado don Benito Juárez.



Notas

(1) Con poco esfuerzo sería fácil probar que del tráfico que se hizo de la desamortización, los más aprovechados fueron los conservadores, cometiendo abusos que ahora denuncian como robos y escándalos.

(2) Después se ha vuelto moda desconocer los empeños contraídos y jactarse de grandes ahorros y economías, por el desconocimiento cruel de títulos legítimos.

(3) Del seno de una de esas tempestuosas reuniones salieron los señores Romero Rubio y Leandro Valle, competentemente autorizados a pedir el cambio de gabinete.

(4) Véase el expediente que existe en la Cámara de Diputados, formado por don Juan Suárez Navarro con motivo de la revisión de las operaciones de desamortización.

(5) Sobre la conveniencia y justificación de esa medida que quitaba influencias perniciosas sobre el gabinete, se escribió mucho y muy bueno; pero para ciertos especuladores de mala ley la medida fue un golpe que produjo serio descontento, sin ser dable rectificar el criterio con la citación de negocios privados, a cual más vituperable.

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