Índice de Lecciones de historia patria de Guillermo Prieto | CUARTA PARTE - Lección XIX | CUARTA PARTE - Lección XXI | Biblioteca Virtual Antorcha |
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LECCIONES DE HISTORIA PATRIA
Guillermo Prieto
CUARTA PARTE
Lección XX
Juárez en San Luis Potosí. Su ministerio. El general Doblado. La prensa. Jefes defensores de la independencia. Llegada del emperador. Su ministerio. Muerte de Comonfort. Mejía ataca San Luis. Salida del gobierno para el Saltillo. Derrota de Matehuala. Ocupación de Durango y Colima. Fusilamiento de Arteaga en Jiquilpan. Muerte de Rosales en Alamos. Mazatlán y Oaxaca. Sánchez Ochoa en Mazatlán. Portirío Díaz en Oaxaca. Defecciones. Tropas francesas en abril de 1865. Defección de Vidaurri. Marcha de Juárez a Chihuahua. Paso del Norte. Decreto de 3 de octubre. El ejército del Centro. Ejecuciones de los generales Arteaga y Salazar, y de los coroneles Villagómez, Jesús Díaz y González. Notas de M. Sewart a Napoleón III. Éste ordena el regreso de las tropas francesas.
El señor Juárez organizó el gobierno de la República en San Luis Potosí, siendo sus ministros don Sebastián Lerdo de Tejada, don José María Iglesias, el general Comonfort, y en su defecto los generales Negrete y Mejía, don Ignacio (1).
El general Doblado acudía a las necesidades del gobierno y abría liberalmente sus arcas para socorrer y entender en todo lo posible a los buenos servidores del gobierno.
Instalóse el Congreso, arbitráronse recursos, y por toda clase de medios se alentaba el espíritu patrio.
Zarco publicaba luminosos escritos, y Arias, Riva Palacio, Prieto, Alcalde y otros escritores redactaban El Monarca, e instruían al pueblo sobre sus derechos.
Muchos jefes republicanos hacían esfuerzos poderosos para combatir la intervención, siendo los más visibles Porfirio Díaz y Figueroa en Oaxaca; Álvarez, Pinzón, Leyva y Altamirano en el sur; Régules, Arteaga y Riva Palacio en Michoacán; Herrera y Cairo en Jalisco; Corona y Rosales en Sinaloa; Pesqueira, García Morales y Angel Martínez en Sonora; Patoni en Durango; González Ortega, García de la Cadena y Auza en Zacatecas; Rincón Gallardo en el Bajío; don Juan Méndez, don Juan c. Bonilla y el licenciado Fernando Ortega en la sierra de Puebla; Alejandro García, Alatorre y Pedro Baranda en Veracruz; Méndez y Pavón en Tamaulipas; Gregorio Méndez en Tabasco; y otros muchos jefes de menor representación, que mantuvieron la guerra hasta su término.
El 28 de mayo de 1864 llegaron a Veracruz el emperador y su esposa, e hicieron su entrada en México el 12 de junio, en medio e festejos oficiales que costaron a la nación 142 478 pesos (2).
Compusieron el ministerio del emperador los señores Fernando Ramírez, don Pedro Escudero y Echanove, don Juan de D. Peza, don Luis Robles Pezuela, y don Joaquín Velázquez de León.
Franceses y traidores ocupaban en esos momentos gran parte del país: Mejía, Querétaro; Márquez, Morelia, y las fuerzas de Bazaine, Guadalajara y Guanajuato. Las fuerzas del gobierno habían sufrido entre otras pérdidas la del valiente general Comonfort, mandado asesinar en el camino de Chamacuero por orden de Mejía, y ejecutando el crimen Sebastián Aguirre (3).
Mejía se dirigió sobre San Luis Potosí, cuya defensa tardía tomó el general Rocha, y partió el gobierno para el Saltillo en medio de penalidades sin cuento, donde se instaló y formó un ejército de cuatro mil hombres, que fueron puestos a las órdenes del general Doblado, quien fue derrotado en Matehuala por el coronel Aymard (4).
El coronel L'Herillier ocupó Zacatecas y marchó sobre Durango, en donde entró el 14 de julio; el general Castagny marchaba sobre el Saltillo, y Douay ocupaba Colima el 5.
Los traidores, en número de 20 285 hombres, ocupaban el país del modo siguiente:
Márquez, Morelia, Jalapa, Perote;
Mejía, San Luis, Venado, Matehuala;
Vicario, Cuernavaca, Iguala, etcétera;
Flón, Puebla, Tepeji;
Trujeque, Puebla, Atlixco;
Argüelles, Córdoba, etcétera;
Gálvez, Orizaba;
Valdés, Toluca;
Navarrete, Toluca;
Cano, Pachuca;
Domínguez, Pachuca;
Figueroa, Veracruz;
Rivera, Texmelucan;
José de la Peña, Tula;
Murúa, Soledad;
Inválidos, ciudad de México;
Chávez, Aguascalientes;
Zermeño, Lagos;
Cuéllar, Guadalajara;
Octaviano Castellanos, Tepetitlán;
Rentería, Guadalajara;
Velarde, La Barca;
Santiago Castellanos, Guadalajara;
Dupin, el carnicero incendiario, el Estado de Tamaulipas.
Arteaga fue derrotado en Jiquilpan y Rosales en Álamos, del Estado de Sonora. Doblado fue completamente derrotado en Matehuala.
En medio de tanto desastre, aparecieron como dos puntos luminosos Mazatlán y Oaxaca.
En Mazatlán en los últimos días de marzo de 1864, pretendió hacer un desembarque atrevido la fuerza del vapor francés de guerra La Cordeliere.
El coronel de ingenieros Gaspar Sánchez Ochoa defendía la plaza y con los ingenieros Quintana, Benítez y Tagle y pocos soldados, entabló el combate. Llegaron los franceses en sus lanchas a tocar nuestras playas, pero mandando calar bayoneta, los rechazaron Ochoa y sus valientes soldados. Al siguiente día el vapor La Cordeliere renovó el combate y fue obligado a hacer cesar sus fuegos y retirarse, cubriéndose de gloria el jefe y oficiales mexicanos con este honrosísimo hecho de armas (5).
En oaxaca Porfirio Díaz, con sus cortísimos elementos, detuvo la marcha de Brincourt, al punto de tener que reforzarlo Bazaine con 5 500 hombres, cayendo prisionero Díaz en uno de los más recios combates y siendo conducido a Puebla, de donde logro fugarse para seguir combatiendo por la patria.
En vista de los reveses de nuestras armas, defeccionaron ignominiosamente Vidaurri, Uraga, O'Horán y otros jefes republicanos, pasándose a las filas enemigas.
El ejército francés constaba en abril de 1865 de 63 800 hombres formado de la siguiente manera:
Tropas francesas - 28 000.
Imperialistas - 20 000.
Guardias rurales - 8 500.
Voluntarios austriacos - 6 000.
Belgas - 1300.
Total - 63 800.
La defección de Vidaurri puso a discreción del imperio toda la frontera, y cuando Juárez acudió por el depósito de armas y municiones que había confiado Doblado a su honor, se le recibió en son de guerra. Pero Juárez y su ministerio, desafiando el hombre peligro en medio del motín, volvieron al Saltillo para emprender por el desierto, en medio de indescripibles penalidades, la marcha a Chihuahua, de cuya ciudad se apoderó Brincourt, retirándose Juárez a Paso del Norte, siempre entero y con fe en el triunfo de la patria (6).
El 3 de octubre de 1865 se dio el célebre decreto de su nombre, padrón de infamia para los mexicanos que lo suscribieron y los que lo ejecutaron y sostuvieron. Ese decreto condenó a la pena de muerte a todos los prisioneros que se hicieran pertenecientes a reuniones armadas, fuese el que fuese su grado militar y la bandera política que sostuviesen (Firmaron ese ignominioso decreto los ministros Ramírez, Peza, Escudero y Echanove, Siliceo, Robles Pezuela y el subsecretario César).
En circular separada, fecha 11, se ordenaba que se fusilase irremisiblemente a todo individuo que se sorprendiese con las armas en la mano.
El ejército del Centro, que había tomado Uruapan, que se había creado justas simpatías, que tenía por intérprete al ilustre general Riva Palacio para que se respetaran los derechos de la guerra y de la civilización, fue sorprendido en Amatlán por el general Méndez, quien hizo fusilar el 21 de octubre de 1865 a los generales Arteaga y Salazar, a los coroneles don Trinidad Villagómez y don Jesús Díaz y al capitán González.
El aspecto de insurrección que presentaba el país, la firmeza de Juárez para rechazar toda sombra de transacción o avenimiento con la infamia, las notas dirigidas por Mr. Sewart a Napoleón III que equivalían a una protesta contra su injerencia en los negocios de México, y la grita en Francia misma contra los gastos y la política de México, decidieron a Napoleón a ordenar la salida de sus tropas (7).
Notas
(1) El señor Juárez organizó definitivamente su ministerio en San Luis Potosí, como dice el principio de la lección, pero antes y en corto intervalo fungieron como ministros los señores Berriozábal, Núñez, generales Téllez y Suárez Navarro, Doblado, etcétera.
Doblado tuvo la cartera poquísimos días, porque habiendo querido que se procediese de un modo irregular contra Zarco, que le hacía la oposición, Juárez defendió los fueros que tenía Zarco como diputado, saliendo Doblado del ministerio, a pesar de verle el gobierno como poderoso sostén.
Negrete fungió como ministro en el Saltillo, Monterrey y Chihuahua, y el señor Mejía desde el Paso del Norte hasta México.
(2) Para la mejor inteligencia del párrafo anterior, y dar idea clara del estado de cosas a la llegada del emperador, téngase presente que el ejército se consideraba dividido en cuatro cuerpos:
Oriente, a las órdenes del general Porfirio Díaz;
Norte, a las órdenes del general Escobedo;
Centro, a las del general Régules; y,
Occidente, a las órdenes del general Corona.
No obstante, en los Estados de Veracruz y Tabasco, los generales Alejandro García y Baranda obraron, por la fuerza de las cosas, separadamente, y así mantuvieron la lucha gloriosamente. Ellos procuraron la liga de Veracruz y Tabasco, ocuparon a Campeche y fue Baranda a los Estados Unidos a proveerse de armas y municiones, reforzando la defensa de aquellos pueblos, en que hubo acciones muy dignas de consignarse en la historia.
La entrada del emperador no fue en junio, sino en julio.
Véase a Rivera Cambas, tomo II, página 246.
(3) Rivera Cambas, página 531.
La madrugada del día de su muerte le vi en San Luis en casa del señor Lerdo, donde pasó la noche anterior: tenía mil planes gloriosos para la salvación de México y me habló del señor Juárez con veneración y ternura: usando de la mucha intimidad que con él tenía, le dije, pasándole la mano por el cuello: Cuídalo; él me respondió, aludiendo a Juárez: Lo cuida el indito ... ¡A las seis horas le habían asesinado! Defendiéndole hasta el último trance el general Núñez, que aún vive. Comonfort era la misma bondad; ¡eso lo caracteriza!
(4) Aunque lo que voy a exponer parece una divagación la creo necesaria, para comunicar el debido enlace a los sucesos históricos, dando idea de las operaciones del cuerpo del ejército de Occidente, que se hizo acreedor, por sus altos hechos, a la gratitud nacional.
Al partir parte de las fuerzas francesas de Durango a Ocupar Sinaloa al mando de Garnier, fueron batidas en el Espinazo del Diablo, con mal éxito, por Corona. Garnier siguió su marcha para Mazatlán y Castagny, que venía en su seguimiento, fue batido por Corona, restablecido de su derrota en Veracruz. Ángel Martínez revivió infatigable y valiente el espíritu de aquellos pueblos, y se produjeron el ataque de Palos Prietos y la derrota de los franceses en Villa Unión. Todos estos combates fueron anteriores al de La Cordeliere. La brigada de vanguardia destacada de Sinaloa poco antes de ocupar a Mazatlán, a las órdenes del general Parra, venció a los franceses en la Coronilla y ocupó en seguida a Guadalajara, abandonada por su desmoralizada guarnición.
Corona salió de Sinaloa con el ejército de Occidente, y de Guadalajara destacó al general Manuel Márquez, quien ocupó a Zamora derrotando a los imperialistas.
Chacón capituló en Colima hostilizado por Corona, que iba a incorporarse con Régules en Morelia. Unidos los ejércitos de Occidente y Centro, en combinación con el general Escobedo, marcharon sobre Querétaro, que ocupaba Maximiliano con lo más florido de su ejército. Escobedo asumió el mando, dejando de su segundo al general Corona.
(5) Los señores licenciados Ogazón y Vallarta, y el señor general Doroteo López, por una casualidad presenciaron este hecho de armas magnífico; y alguno me ha dicho (el señor López): Es superior a todo lo que se ha escrito, lo que allí pasó.
Las fuerzas francesas debían ocupar Mazatlán, bloqueándolo previamente. Sánchez Ochoa, coronel de ingenieros, se hallaba en aquella plaza con los capitanes Marcial Benítez y Miguel Quintana, y el teniente Cleofas Tagle, con ocho subalternos. El general García Morales era gobernador y comandante militar. Este general confió la defensa de la plaza, por su saber y antecedentes honrosísimos, al jefe y oficiales que acabo de mencionar. El jefe y los oficiales de que hablo, fortificaron en lo posible la plaza, y se procuraron elementos de defensa con gran actividad. El 28 de marzo de 1864 se presentó en las aguas de Mazatlán en son de guerra, La Cordeliere, buque hermoso de guerra, haciendo sus primeros disparos por todo anuncio del rompimiento de hostilidades. La plaza no contestó. A las nueve de la mañana, doce lanchas perfectamente tripuladas con la marinería francesa, bastante infantería y ocho piezas, se acercaron a las fortificaciones y rompieron sus fuegos. Después de más de media hora de combate, avanzaron las lanchas; entonces Sánchez Ochoa y los oficiales mencionados salieron de los parapetos a la playa, en medio de un fuego espantoso. Quintana personalmente trabajaba con los artilleros, y al alejar las cajuelas, una granada cayó en una de ellas, incendió el parque, hirió al muy intrépido joven Tagle y quemó a Quintana horriblemente. El fuego se hizo espantoso; bombas y granadas llovían sobre el pequeño grupo que mandaba Sánchez Ochoa. Las lanchas avanzan, y verifica la tropa el desembarque, apoyada por los fuegos de La Cordeliere. Sánchez Ochoa forma una pequeña columna y corre a su encuentro; manda calar bayoneta, toca paso de carga, y arrolla a los franceses, que vuelven caras y se reembarcan echándose a nado muchos para verificar la fuga.
El 31 La Cordeliere volvió frente a las fortificaciones a romper los fuegos.
La fragata inglesa Caribdis y el navío de guerra Lancaster entraron en las aguas del puerto a presenciar el combate.
La Cordeliere puso en juego sus treinta y seis cañones. Sánchez Ochoa resistía con una sola pieza de alcance y una pequeña batería; hacía frente con los oficiales Benítez, Tagle y Gamboa. El combate comenzó a la una de la tarde, no interrumpiéndose un momento. Las tripulaciones del Caribdis y el Lancaster celebraban con ¡hurras! las hazañas multiplicadas de nuestros valientes. Al fin, al ponerse el sol, averiado, lleno de desaire, y dejando el campo por México victorioso, se retiró La Cordeliere, con gloria y honra de nuestras armas.
A los ocho días, el jefe de la escuadra inglesa dio un convite a bordo del Caribdis al señor Sánchez Ochoa y sus valientes oficiales, dispensándoles especiales honores. A ese convite asistieron, entre otras personas, los señores Ignacio L. Vallarta e Ignacio Ramírez el Nigromante, que se hallaban en Mazatlán.
(6) Vidaurri defeccionó en la frontera del norte; Uraga en el sur de Jalisco; siendo de notar que quiso pasarse con todo el ejército, y lo abandonó hasta su escolta, pasándose solo y con peligro de su vida.
La defección de Vidaurri estuvo embozada en un principio; y el señor Doblado, que se había confiado en él ciegamente, daba toda clase de seguridades de su comportamiento.
En ese concepto partió el señor Juárez a Monterrey en unión de Lerdo, Iglesias, Suárez Navarro, Benigno Arriaga, el autor de estas Lecciones y otras personas del gobierno.
Juárez pidió las armas y exigió el reconocimiento al gobierno. Vidaurri, con acompañamiento tumultuoso, fue al lugar en que el señor Juárez estaba. La entrevista fue fría y llena de majestad por parte de Juárez. Un hijo de Vidaurri, sacando su pistola, rompió toda contestación y declaró el motín. Lerdo había previsto el desenlace y tenía listo el coche; con suma precipitación subieron al mismo Lerdo, Juárez, Iglesias, Suárez Navarro y, en la calle, Prieto. Entonces se desencadenó el populacho y siguió el coche, haciendo disparos. El coronel Buchoni, con unos cuantos, y haciendo prodigios de valor, detuvo a la multitud enfurecida.
Al siguiente día en el pueblo de Santa Catarina, se intentó el asalto: don Manuel Goytia y Prieto trajeron un guayín en que salvaron las personas del gobierno, defendidas por los coroneles Yépez, Mirafuentes, Arriaga, Abraham Díaz y algunos otros que no recuerdo.
(7) Véase Rivera Cambas, tomo II, página 660 y siguientes.
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