LECCIONES DE HISTORIA PATRIA
Guillermo Prieto
CUARTA PARTE
Lección XXII
República federal. Presidencia de don Benito Juárez. Imperialistas. Mafiesto. Arreglos del ejército. La convocatoria. Los restos del emperador. El general Santa Anna. El cuarto Congreso. Reelección de Juárez. Levantamiento de Yucatán. Levantamiento de Sinaloa. Don Francisco Aguirre se pronuncia en San Luis. El quinto Congreso. Partidos que se disputan el poder. Lerdistas, juaristas, porfiristas. Pronunciamiento de Tampico. El general Rocha. El sexto Congreso. Pronunciamiento de la Ciudadela. Entereza de Juárez. Sublevación de Zacatecas y otros varios Estados. Plan de la Noria. Batalla de Sindihui. Batalla de la Bufa. Sumisión de Mazatlán. Porfirio Díaz recorre el país en son de guerra y se sitúa en Chihuahua. Muerte del Benemérito de América, Benito Juárez.
A la entrada del gobierno se hicieron muchas prisiones en los servidores del imperio, prisiones que duraron poco, porque el carácter mexicano no es vengativo, y por la convicción de la impotencia a que había quedado reducido el partido conservador.
En un bien razonado manifiesto hizo presente el gobierno a la nación lo fructuoso de sus sacrificios y el término de su lucha, y declaró que todos los tratados celebrados con potencias extranjeras se reconocían, entrando la nación en el goce de derecho de gentes, como toda nación civilizada.
Arreglóse el ejército en cuatro divisiones a las órdenes de los generales Escobedo, Corona, García y Díaz, quien se retiró a la vida privada, y fue nombrado en su lugar el general Alatorre.
El 14 de agosto expidió el señor Juárez la convocatoria en que se incluían, cautelosa e ilegítimamente, reformas a la Constitución, embrollando sus principios y ensanchando el poder del Ejecutivo.
Tales medidas produjeron profunda impresión en el partido liberal, que se organizó en oposición poderosa en el seno de la Cámara acaudillada por el hábil y elocuente orador don Manuel María de Zamacona.
A la vez nació otra escisión profunda entre los partidarios del presidente Juárez y los de su ministro Lerdo, que lo vieron abocado al poder, satisfaciendo sus esperanzas y especulaciones.
El pueblo elector frustró con su abstención la intriga de que se pronunciase por el falseamiento de los principios y entonces las reformas se propusieron a la Cámara, produciéndose la modificación del ministerio, dando entrada en él a don Antonio Martínez de Castro, y después a don Ignacio Luis Vallarta.
En aquellos días accedió el gobierno a la petición que se le hizo de que condujeran a su país los restos del emperador Maximiliano, cuyo embarque se verificó en la fragata Novara, el 26 de noviembre de 1867 (1).
Antes había intentado desembarcar en nuestras playas el general don Antonio López de Santa Anna; pero sujeto a un consejo de guerra, le condenó, en 9 de octubre, a ocho años de destierro (2).
Las leyes más notables que dio el gobierno después de su entrada a la capital y antes de la reunión del Congreso fueron:
Abolición de peajes;
Revalidación de la Compañía La Sere para comunicar por medio de un ferrocarril el istmo de Tehuantepec;
La renovación a Escandón de la concesión del ferrocarril mexicano;
Dotación del municipio;
Liquidación de la deuda;
Instrucción pública superior,
y otras de menor importancia.
El cuarto Congreso constitucional, que abrió solemnemente sus sesiones el 8 de diciembre de 1867, declaró presidente de la República al señor don Benito Juárez, y presidente de la Corte de Justicia a don Sebastián Lerdo de Tejada, quienes a su tiempo tomaron posesión de sus respectivos cargos.
El señor Juárez, conforme en un todo con el espíritu del Congreso, reanudó sus relaciones con Alemania, los Estados Unidos y España, con la condición de formarse nuevos tratados, dando por insubsistentes los anteriores.
El cuarto Congreso desempeñó su misión con espíritu patriótico, introdujo economías en el presupuesto, discutió de un modo luminoso las concesiones de ferrocarril, e hizo en ellas reformas convenientes; dio apoyo enérgico al Ejecutivo en todo lo que consideró bien progreso, y cuando disintió de sus iniciativas, se opuso sin espíritu sistemático, poniéndose del lado de los intereses nacionales.
Declaró Benemérito de la Patria a Farías, como para consagrar sus ideas progresistas, lo mismo que a don Juan Álvarez y a don José María Arteaga, para mostrarse reconocido con los buenos servidores de la patria.
Al terminar el Congreso sus funciones, volvió la inquietud a apoderarse del país, resintiéndose de la contraposición de los círculos de Juárez y de Lerdo.
En Yucatán (1868) una fuerza sublevada de Villafaña derrotó a Alatorre.
Granados, Adolfo Palacio e Ireneo Paz insurreccionaron Sinaloa, hasta que el general Corona pacificó el Estado (3).
En 1869 la perturbación de la paz pública fue completa, compitiendo la tenacidad de los revolucionarios en sus diversas intentonas, con la energía del gobierno para reprimirlas.
El primero que saltó a la arena fue don Desiderio Díaz en la costa de Sotavento, proclamando al general don Porfirio Díaz presidente de la República.
Casi a la vez en San Luis se formalizaba a revolución local COn motivo de haber declarado la legislatura con lugar a formación de causa al gobernador don Juan Bustamante.
Vega, en son de guerra, apareció en Sinaloa, en actitud hostil al gobierno.
Los partidarios del general Huerta sublevaban Michoacán, y ocupaba Tampico, pronunciado contra el gobierno, don Manuel Maña Cuesta, ejerciendo todo género de depredaciones.
En Huisquilucan y el monte de las Cruces, los agentes de Negrete recorrían los pueblos y alentaban la rebelión directa de la misma capital.
Cundió el bandidaje e invadió con proporciones formidables la sierra de Puebla, y los sangrientos encuentros de las tropas rebeldes y las del gobierno terminaron con las sangrientas ejecuciones de Atéxcal.
La revolución mal apagada en San Luis, apareció en 1870 acaudillada por el general don Francisco Aguirre.
Se mandó que lo combatiesen los generales Larrañaga y Matínez; pero éstos se adhirieron a su causa defeccionando al gobierno; entonces se mandó que el general Rocha marchase sobre las fuerzas pronunciadas; pero las defecciones mencionadas dieron gran impulso a la revolución, y entonces se nombró al general Escobedo en jefe de las fuerzas que debían operar en aquella campaña.
El pronunciamiento en Zacatecas de García de la Cadena, los recursos abundantes que procuró y el movimiento de Guadalajara, formaron una conflagración que amenazaba la existencia del gobierno.
Las fuerzas pronunciadas y las que traía el general Rocha, procedentes de la capital, se avistaron el 13 de enero en el puerto de San José.
Las fuerzas del gobierno, al mando de Rocha, eran de 1 068 hombres; las demás tropas fieles se encontraban en varios Estados. En el primer combate el enemigo fue derrotado, pero se rehizo y envolvió a nuestras fuerzas en San José, no obstante la resistencia heroica del general Montesinos, entonces coronel, y de Corella, jefes acreedores a todo elogio.
Rocha se retiró a Río Verde a reparar sus fuerzas con increíble actividad. El 11 de febrero salió de León rumbo a Jalisco, y su expedición, llena de acierto y de talento militar, dio por resultado la victoria de Lo de Oveja, que se señaló como la más sangrienta y notable de la época (4).
Comenzó a funcionar el quinto Congreso constitucional en septiembre de 1869.
Como las contrapuestas aspiraciones se encontraban entre los individuos del mismo gobierno, los círculos lerdista y juarista se habían fijado en la elección de ese Congreso, pervirtiendo el voto público y enervando la fuerza electoral, origen de todos los males en un sistema representativo popular.
Los grupos en que al anuncio de la elección de presidente se dividió la Cámara, y pudo decirse que el país entero, fueron tres. El de Juárez, el de Lerdo, y el del general Díaz, que había sido el alma de los anteriores trastornos.
Los conservadores no tuvieron candidatos: respecto a los traidores, el cuarto Congreso había seguido la política de no castigarlos; pero no dar el ejemplo altamente inmoral de habilitarlos para los empleos públicos, ni menos para empuñar las armas de que se habían servido en contra de la patria.
El quinto Congreso concedió a los traidores amplia amnistía, con sólo algunas excepciones. Los conservadores, que lo que querían eran destinos y representación, se alistaron indistintamente con Lerdo o con Díaz, porque Juárez aparecía intransigente.
La tribuna, la prensa, la opinión y la intriga atizaban estas ardorosas pasiones (5).
Los círculos de Díaz y de Lerdo tenían un poderoso punto de contacto, que era deshacerse de Juárez, y sobre todo, era mayor el número de aspirantes de estas dos fracciones que el de colocados al lado de Juárez.
Las fuerzas que quedaron dispersas después de Lo de Oveja, se reorganizaron con los caudillos descontentos, invadiendo diferentes Estados de la República.
Zacatecas, Nuevo León, Michoacán y otros Estados, con los generales García de la Cadena, Quiroga, Toledo, Donato Guerra y Martínez, desplegaron numerosas gavillas, procurando el gobierno combatirlas.
Mazatlán, lo mismo que las goteras de México, estaban amagadas.
El más serio de estos levantamientos fue el de Tampico, acaudillado por don Máximo Molina, teniente coronel del 14° batallón.
Los generales Corella y Ceballos combatían al enemigo.
El general Ceballos declaró la plaza en estado de sitio.
El gobierno mandó al general Rocha a tomar el mando en Jefe de las fuerzas. Dispuso el general Rocha el asalto de la plaza el 11 de junio de 1871, y fue tomada a la bayoneta con actos realmente temerarios de valor de parte de los jefes, de los oficiales y de la tropa; habiendo sido igualmente heroica la resistencia (6).
En el mes de septiembre comenzó a fungir el sexto Congreso, resultó electo presidente el señor Juárez, y la mayoría del congreso fue originaria y apasionadamente juarista.
Irritados los partidos con este triunfo, determinaron el levantamiento de la Ciudadela el 1° de octubre de 1871.
Sin antecedentes, sin plan y sin concierto alguno ostensible aparecieron en armas en la Ciudadela, Negrete, Chavarría, el general Toledo, algunos oficiales imperialistas y otros.
En el cuartel de policía los soldados dieron muerte al coronel Larragoitia.
El día del pronunciamiento no había ni remotos elementos de trastorno.
El señor Juárez estaba en la mesa comiendo cuando le dijeron que se habían pronunciado en la Ciudadela. El ministro de la Guerra estaba ausente en el pueblecito de San Ángel, a tres leguas de México (7).
Por sí mismo y solo absolutamente dictó las providencias convenientes, destinando al señor general Rocha para que atacase con una columna la Ciudadela.
El conflicto duró todo el día; los pronunciados pusieron libres y armaron a los presos, que amenazaban desbordarse sobre la ciudad.
En la noche asaltó el general Rocha, venciendo espantosas resistencias, y se fusilaron varios pronunciados (8).
La victoria de la Ciudadela, juzgada en el Congreso y comentada horriblemente por Zamacona, lejos de calmar las pasiones, las exacerbó a tal punto que a la noticia de la reelección de Juárez el 12 de octubre, estallaron sucesivamente sublevaciones, a las que dio unidad y vigor el general Díaz, en un plan que destrozaba los principios de la Constitución, se pronunció en la Noria, hacienda cerca de Oaxaca, desconociendo los poderes federales (9).
El gobierno con gran actividad, destacó fuerzas sobre los puntos pronunciados, obteniendo, generalmente hablando, feliz éxito.
Alatorre marchó sobre Oaxaca, destacando contra las fuerzas que mandaba el general Mier y Terán, el general Loaeza, quien le derrotó en la sangrienta acción de San Mateo Sindihui (10).
El gobernador pronunciado don Félix Díaz, murió a pocos dlas asesinado por los tehuantepecanos.
contra los sublevados del interior se mandó al general Sostenes Rocha, quien libró la reñida batalla de la Bufa contra las valientes fuerzas de Treviño, Donato Guerra y García de la Cadena (11).
Pudo este último jefe rehacerse; pero fue derrotado por e coronel Ordóñez; los generales Corella y Revueltas combatían sin descanso a Treviño, Rocha sometía a Mazatlán en los primeros días de mayo, y Porfirio Díaz, después de recorrer en son de sublevación gran parte del país, se internó al Estado de Chihuahua con una pequeña fuerza de caballería (12).
El 18 de julio de 1872 falleció el Benemérito de América, presidente de la República don Benito Juárez, después de haber adquirido por sus altos servicios a la patria, un nombre que brillará con luz tan indeficiente como los de los primeros héroes de nuestra independencia.
Notas
(1) Véase Rivera Cámbas, página 673.
(2) Santa Anna, en sus últimos días, logró volver a la República, y vivió oscuro en la calle de Vergara, donde murió en un aislamiento tal que a la hora de su muerte, de sus amigos sólo le acompañaba un soldado, que le fue fidelísimo, así como el coronel González Munoz que hasta su muerte lloró por él y conservó su retrato en su sombrero.
Por motivos muy personales me abstengo de todo juicio sobre este gobernante, que falleció en 1876. El señor licenciado don Joaquín Alcalde, que había sido defensor de Santa Anna, y que poseía noble y sensible corazón, fue de las pocas personas que no le abandonaron.
(3) Véase los últimos capítulos de la obra escrita por los señores Híjar de Haro y Vigil, intitulada Ensayo histórico sobre el ejército de Occidente.
(4) La acción de Lo de Ovejo fue entre las fuerzas del general Rocha, por parte del gobierno secundado por el intrépido Corella, y las revolucionarias al mando de Treviño, Pedro Martínez y García de la Cadena. Rocha, aunque tuvo un descalabro en San José, después de un esforzadísimo combate de seis horas, con fuerzas inferiores a las de su enemigo corrió al alcance de los jefes dichos, que tenían sobresaliente caballería, y jefes tan valientes y expertos como Martínez Toledo y otros; formó sus cuadros y sostuvo combates terribles, muriendo en las puntas de las bayonetas los asaltantes.
(5) En el partido de Juárez se distinguieron el licenciado Juan José Baz, Chavero y otros. En el de Lerdo, don Ramón Guzmán, don Jesús Castañeda, don Trinidad García, don Manuel Romero Rubio, don Justino Fernández, Lemus y otros; y representaban con habilidad y resolución a Díaz, Zamacona, Benítez, Tagle, etcétera.
(6) Los pronunciados fueron Molina y Calleja. El sitio duró veinte días. Concurrieron al asalto Rocha, Ceballos, Corella, Alfonso Flores, y otros jefes. Calleja fue fusilado y Rocha ascendió a general de división, por la habilidad y el arrojo que mostró en el sitio y en el asalto.
(7) Juárez, como hemos dicho, estaba en la mesa: a la noticia del pronunciamiento bajó él solo al patio del Palacio, y mandó llamar violentamente al general Alejandro García.
En el intervalo llegaron varios generales, jefes y oficiales a ponerse a sus órdenes. Juárez, con la más natural tranquilidad, se puso al frente de aquella situación. Dio el mando en jefe a García; dispuso que Rocha, con el cuerpo de zapadores, atacase la Ciudadela; confió la custodia del gobierno y de su persona al general Alatorre, de cuya caballerosidad y valor tenía alta y justa idea, y dio el mando de la caballería a Donato Guerra, jefe que tenía simpatías, y acaso compromisos con los pronunciados, pero compromisos que no quiso hacer efectivos hasta no entregar el último soldado y el último centavo al señor Juárez, que había depositado en él su confianza.
(8) En instantes tomó proporciones formidables el movimiento de la Ciudadela; se temía, con razón, el desbordamiento de más de mil criminales encerrados en la cárcel que ocuparon los pronunciados. La fuerza de Rocha era bisoña, y el asalto se hizo de éxito incierto.
En la garita de San Cosme Aureliano Rivera había dado muerte al jefe de la policía Castro. Los salones de Palacio estaban llenos de gente; Juárez los atravesaba impasible dando sus órdenes como en una tertulia.
El combate se hizo formidable, no obstante que varios de los jefes comprometidos se escondieron.
En esa indecisión, Rocha se posesiona de la puerta que da a Belén, manda que avance la caballería tocando a degüello, y él el primero asalta y conqui$ta la victoria.
El sargento que mató a Larragotia fue fusilado, haciéndose otras ejecuciones, como hemos dicho, cruelmente, porque las órdenes que recibió Rocha fueron atroces, y porque corrió con aceptación la voz de que se había fusilado aun a detenidos en la cárcel por delitos leves. Rocha mandó que fungiesen dos consejos de guerra, y por su dictamen se hicieron las ejecuciones, siendo relativamente tan corto el número, que muchos opinan que no llegaron a diez; pero fue exagerado el hecho en la Cámara por la vehemente voz de Zamacona. Prieto fue encargado de las explicaciones de la sangrienta jornada, entre los gritos de indignación de la plebe en su contra.
(9) El plan de la Noria fue altamente impopular, y se estancó su prestigio, dando origen a peripecias que no nos parece prudente revelar. El agente poderoso de ese movimiento fue el señor licenciado don Justo Benítez, persona muy lealmente identificada con el general Díaz. Sí diremos que fue admirable la energía, la constancia y el valor del señor licenciado Benítez, representante leal del señor Díaz, y quien con resolución en la defensa de sus planes y pureza en el manejo de sus caudales, mantenía vivo el fuego revolucionario.
(10) La posición de Sindihui consistía en la iglesia de San Mateo y su gran cementerio, que tenía fortificado el enemigo. El general Loaeza ordenó el asalto, con tres columnas mandadas por don Juan Gastón, comandante de artillería; coronel don Manuel Díaz, y en la reserva don Luis Cázares. Emprendióse el asalto, y las columnas, penetrando en el atrio, se apoderaron de la artillería, y tuvieron que retroceder. Entonces Loaeza emprendió un nuevo y rudo empuje con cien hombres que, unidos a los otros, hicieron hazañas heroicas. El enemigo emprendió la retirada perseguido por las fuerzas del gobierno, dejando en su camino un reguero de muertos y heridos.
Dice el general Loaeza, en su parte al señor general Alatorre: El fruto de esta jornada ha sido la destrucción de la primera brigada del ejército llamado Constitucionalista, el que ha perdido seis piezas de artillería, todas sus municiones, equipajes, imprenta, mulada, etcétera. En la batalla resultó muerto el coronel don Venancio Leyva, y heridos el mismo general Loaeza, y el coronel Cázares.
Terán, jefe enemigo, se pudo salvar, según el señor Payno, con doscientos caballos.
De las otras operaciones del señor general Alatorre no hago mención, porque sabido es cuánto le estimo y me honro con su amistad, y temería no ser imparcial, aunque consten a todos los hechos relevantes de este señor.
(11) La acción de la Bufa duró siete horas. En la batalla desplegaron gran valor y pericia los revolucionarios y los jefes imperialistas que los acompañaban. Rocha, al entrar en combate, mandó vestir de gala la fuerza, y la dividió en tres columnas, dando el mando de dos de ellas a los generales Fuero y Corella, y reservándose el mando de la tercera. La presencia de los jefes imperialistas en este y otros combates de su género, explica el por qué figuraron al lado del señor general Díaz jefes de los que sirvieron al imperio.
El señor general don Félix Díaz fue asesinado por los juchitecos, no por los tehuantepecanos como dice el texto.
(12) Ya hablamos de la Bufa al dar idea de las expediciones del general Rocha al interior, y nos referimos a los sucesos de occidente al recomendar la obra de los señores Híjar de Haro y Vigilo Página 413. Véase Rivera Cambas, segundo tomo de los Gobernantes de México, página 685. Payno, página 264.