Índice de Lecciones de historia patria de Guillermo Prieto | CUARTA PARTE - Lección V | CUARTA PARTE - Lección VII | Biblioteca Virtual Antorcha |
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LECCIONES DE HISTORIA PATRIA
Guillermo Prieto
CUARTA PARTE
Lección VI
Estado de las cosas en 1834. Rentas públicas y empréstitos. Partidos federalista y militar. Congreso convocado por Santa Anna. Pronunciamiento de Zacatecas (1835). Triunfo de Santa Anna. Guerra de Texas. Marcha de Santa Anna a Texas, quedando el general Barragán en la presidencia. Batallas del Álamo, Harrisburg, Goliad, el Refugio, etcétera. Cae prisionero Santa Anna en San Jacinto. Convenio ignominioso. Nombramiento de Bravo para abrir una nueva campaña. Conducta del Congreso. El general Barragán deja el poder. El licenciado don José Justo Corro. Las siete leyes. Reconocimiento de España y segunda presidencia del general Bustamante.
Al terminar el estudio del periodo colonial, vimos claramente la mala distribución territorial; la desproporción entre el terreno y los habitantes del suelo; la persecución del trabajo; los impuestos recayendo sobre los consumos; los pésimos caminos; los estancos; en una palabra, las condiciones todas económicas que habrían viciado cualquier sistema político.
La independencia se verificó por transacciones y acomodamientos; pero esencialmente al nulificarse los tratados de Córdoba, Iturbide, aunque representante de las clases privilegiadas, tuvo que aceptar, para que figurasen, a los hombres que traían la tradición del Congreso de Chilpancingo, y que se aliaban en ideas a los partidarios de la Constitución española.
La amalgama de entidades tan contradictorias fue el afán de los hombres que ejercieron el poder, y que fracasaban, por asentarse sobre elementos de suyo anárquicos que hacían vacilante e insegura la administración.
Expresión de estas contradicciones, de estas inconsecuencias, de esta debilidad de los partidos que se hallaban frente a frente, fue la Constitución de 1824; en ella se prescribía la libertad del pensamiento y la intolerancia religiosa; la igualdad y los fueros; la soberanía de los Estados y la preponderancia del poder militar.
En el partido español del retroceso o centralista, había algunos partidarios del sistema representativo, de la abolición de los fueros y de la libertad de conciencia; en el partido del progreso había odio en contra del extranjero y de la libertad de conciencia, y en la gran masa del pueblo no había ideas sino ciegos instintos para adherirse a las personas del poder o sus contrarios.
LaS rentas estaban casi aniquiladas; de hecho la fuerza de las circunstancias había abolido los estancos, las medias anatas, las lanzas, etcétera.
Quedaba apenas la odiosa alcabala como recurso de vida de los Estados.
El gobierno general había asumido la responsabilidad del pago de las deudas, que eran aproximativamente 60 millones de pesos; 40 de las contraídas por los gobiernos coloniales, y veinte de los jefes independientes, que no tuvieron más erario que los avances sobre la propiedad particular.
Urgido el gobierno por tales compromisos, invadía a los Estados; éstos resistían; entonces se recurría a los préstamos, que como no tenían garantía de pago, arruinaban el crédito, y a las facultades extraordinarias, que son la autorización de lo arbitrario y de lo absurdo cuando no se tiene ni plan ni sistema de conducta, y urgen circunstancias apremiantes.
Formáronse, por la naturaleza de las cosas, dos partidos nuevos, porque los conocidos escoceses habían concluido con la rota de Tulancingo, y los yorkinos con el pillaje de la Acordada. Los partidos que ahora señalamos, eran uno de la soberanía de los Estados, otro del gobierno; a éste se unieron el clero y la milicia.
Como hemos anunciado, el gobierno vivía de las más desastradas operaciones del agio; el presupuesto de la guerra importaba 11 millones de pesos cuando las rentas habían quedado reducidas a 16 a lo más. Los partidos dominantes falseaban todos los datos, para presentar lisonjera la situación que dominaba. El clero estaba consentido por el gobierno, y las relaciones exteriores no comprendidas de nadie.
En suma, la ignorancia más crasa dominaba en todas materias; las masas se adherían a las personas sin cuidarse de sus ideas; el trabajo sufría cada vez más, y la empleomanía era el gran negocio para la clase ociosa y mal educada, así como el agio el gran negocio para la improvisación de opulentas personas.
Un círculo corto, muy corto, de hombres ilustrados, bien apoyaban el retroceso halagando las conveniencias de las clases, bien se decidían por el progreso, pero ni contaban con fuerza, ni con pueblo, ni con intereses generales que les fueran simpáticos.
Santa Anna y Farías personalizaron al fin, en el seno del poder, esta situación, uno apoyando tradición colonial, centralismo, clases privilegiadas, etcétera; el otro formulando el programa del progreso en estos términos:
1° Libertad de imprenta.
2° Abolición de fueros.
3° Supresión de instituciones monacales; independencia de la Iglesia y del Estado.
4° Reconocimiento y clasificación de la deuda pública.
5° Leyes para la protección de la propiedad territorial.
6° Mejora del estado moral de las clases populares; instrucción laica.
7° Abolición de la pena capital para los delitos políticos.
8° Leyes de colonización, garantizando la integridad del territorio.
El 4 de enero de 1835 se reunió ei Congreso convocado por Santa Anna, siendo uno de sus primeros actos aprobar lo hecho por el dictador.
El gobierno del Estado de Zacatecas se había pronunciado contra la dictadura de Santa Anna; el Congreso le concedió licencia para ir a batirlo, nombrando por sustituto al general don Miguel Barragán, quien entró a ejercer el poder en 28 de enero de 1835.
Santa Anna triunfó en los llanos de Guadalupe, cerca de Zacatecas, de la fuerza de aquel Estado, regresó a México victorioso, y salió a poco a ponerse al frente del ejército que iba a emprender la campaña de Texas.
Los colonos establecidos en Texas desde 1819, bajo el pretexto de la dictadura de Santa Anna se declararon independientes y se erigieron en República, bajo la presidencia de Samuel Houston. Estos movimientos eran protegidos solapadamente por los Estados Unidos, e instigados por don Lorenzo Zavala, que se manchó para siempre aliándose con los texanos, y traicionando infamemente a su patria (1).
Santa Anna penetró en Texas con los generales Urrea, Ramírez Sesma, Filisola y otros, así como con oficiales distinguidos como Luelmo, González y algunos más, obtenido sobre los texanos señaladas victorias en el fuerte del Álamo, Harrisburg, Goliad y el Refugio. En todas esas acciones se hizo la guerra sin cuartel y de un modo feroz.
El general Santa Anna fue sorprendido en San Jacinto, hecho prisionero en unión de don Juan N. Almonte, y salvó la vida merced a un convenio ignominioso para el que no tenía facultades.
El ejército se retiró en desorden con el general Filisola por mandato de Santa Anna, hasta Matamoros, donde se nombró a Bravo para que abriese una nueva campaña.
Entretanto, el Congreso, arrogándose facultades arbitrarias, formó una nueva Constitución con una sola cámara y estableciendo la República central.
El 27 de febrero de 1836 se retiró del poder el general Barragán por causa de la enfermedad de que murió a pocos días, y fue nombrado, acaso por su propia oscuridad e insignificancia, un abogado llamado don José Justo Corro.
La Constitución que expidió el Congreso bajo esa presidencia, es conocida con el nombre de Las siete leyes.
Se confirmaba el sistema central que de hecho regía desde la dictadura de Santa Anna.
El Ejecutivo tenía un consejo, y además del Poder Legislativo y el Judicial, se instituyó un poder conservador, quedaron suprimidas las legislaturas de los Estados; éstos recibieron el nombre de departamentos; y los gobernadores estaban acompañados, para ejercer el mando de un consejo o junta administrativa que se denominaba junta departamental.
En aquellos días se recibió la noticia del reconocimiento de nuestra independencia por España el 28 de abril de 1836, siendo nuestro representante en aquella corte don Miguel Santa María. Como era de esperarse por sus antecedentes, resultó electo por el Congreso, para presidente de la República, el señor general don Anastasio Bustamante, quien por la segunda vez iba a ejercer el poder, tomando posesión el 19 de abril de 1837.
Notas
(1) Véase la introducción de los Apuntes para la guerra entre México y los Estados Unidos, escrita por el sabio patriota don José María Iglesias.
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