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LECCIONES DE HISTORIA PATRIA
Guillermo Prieto
CUARTA PARTE
Lección IX
Bloqueo de Veracruz. Desembarco a las órdenes del general Scott. Resistencia de Veracruz. Capitulación. La reprueba Santa Anna. Su marcha a Jalapa. Batalla de Cerro Gordo. Retiro a Orizaba. Ocupa Puebla el ejército norteamericano. Fortificaciones en la capital y en los alrededores. Conducta de algunos ricos. Marcha del ejército invasor a la capital. Valencia se sitúa en Padierna. Anaya, Rincón y Gorostiza en Churubusco. Santa Anna se sitúa en las haciendas de San Antonio y Portales. Batalla de Padierna. Batalla de Churubusco. Armisticio. Pláticas de paz. Ruptura del armisticio.
Desde el mes de mayo de 1846 habían declarado los norteamericanos el bloqueo de Veracruz, después de haber hecho tentativas infructuosas de desembarco en Alvarado y en San Juan Bautista, Tabasco.
El 8 de febrero de 1847 se avistaron al puerto buques de guerra, y en 9 de marzo un segundo ejército desembarcó a las órdenes del general Scott, precisamente en el día o días en que se retiraban nuestras maltratadas fuerzas a San Luis Potosí y el vicepresidente Farías luchaba contra el pronunciamiento impulsado por el clero y por moderados y serviles.
La defensa de Veracruz estaba confiada al general Morales, con cuatro mil hombres entre tropas regulares y guardias nacionales. El castillo de Ulúa lo defendía con mil hombres el general Durán.
El ejército norteamericano que desembarcó se componía de trece mil hombres, teniendo a su cabeza a los generales Worth, Twigs, Patterson, Pillow y Quitman.
El 22 de marzo intimó el jefe americano rendición a la plaza, que contestó enérgicamente por la negativa. Rompiéronse los fuegos a las cuatro de la tarde, y desde ese momento se desató sobre la plaza un espantoso bombardeo que era contestado con actividad y decisión. Seis días duró aquella granizada de proyectiles que sembraba la desolación, especialmente por dirigirlas los norteamencanos con toda barbarie sobre las casas de asilo y hospitales; y cuando habían perecido cerca de mil hombres y pasado de trescientos los heridos, cuando habían caído sobre la reducida plaza seis mil setecientas bombas y trece mil balas de cañón; cuando las perdidas se calculaban en más de seis millones de pesos; cuando ni había parque ni víveres, ni esperanza de socorro alguno, se ajustó Una honrosa capitulación el 27 de marzo (1).
El general Santa Anna reprobó aquella capitulación, puso presos a los generales Morales, Landero y Durán, y dejando la presidencia a don Pedro María Anaya, nombrado antes por el Congreso, salió de la capital con dirección a Jalapa, diciendo en una proclama que iba a lavar la deshonra de Veracruz.
Antes había mandado fortificar Cerro Gordo, distante seis leguas de Jalapa, contra la opinión científica de los ingenieros Robles y Cano, desechada por la tiránica suficiencia de la ignorancia.
Constituido definitivamente el campo en Cerro Gordo, el señor Robles formó su proyecto de fortificación, proyecto que rectificó y mutiló la ignorancia del general Santa Anna con perjuicio de la defensa.
Cerro Gordo está casi rodeado por barrancas, escabrosidades y malezas: del lado opuesto a ellas se situaron los norteamericanos, con satisfacción de Santa Anna, que decía que por aquellos lugares no podían pasar ni conejos.
No obstante, por esos puntos se mandó hacer un reconocimiento con caballería a Canalizo, que como era de esperarse, no dio resultado alguno.
Scott, perfectamente aconsejado, formó su plan de ataque y dio órdenes precisas a sus tropas.
En su consecuencia y después de bien combinados movimientos que en vano quiso contrariar el general Alcorta, los norteamericanos ocuparon el cerro de la Atalaya que flanqueaba el cerro del Telégrafo, centro y altura dominante de nuestro campo, y punto que había quedado sin fortificar por mandato de Santa Anna, contra las previsiones de Robles.
El día 18 de abril se verificó el ataque, Scott embistió por el frente y los flancos el Telégrafo con numerosas fuerzas y poderosa artillería. Las fuerzas asaltantes constaban de ocho mil quinientos hombres de tropas floridas.
La defensa fue heroica, sostenida por el general Vázquez, Banneli, Draga, Palacios, Robles y otros beneméritos jefes de los que perecieron el citado general Vázquez, coronel Rafael Palacios, comandantes Velasco y asomo, capitanes Herrerías, Palafox, Martínez y otros.
Consumóse la derrota.
Santa Anna se retiró con un corto número de oficiales a Orizaba a organizar nuevas resistencias, mereciendo por su fe y energía, a pesar de sus faltas, que se le considere en toda esta campaña como el primero de los defensores de México.
Canalizo, con una corta fuerza, había marchado rumbo a puebla, que abandonó a poco. Santa Anna reunió fuerzas en Orizaba y se presentó en México el 20 de abril, recogiendo el poder supremo de manos del señor Anaya.
Los norteamericanos ocuparon fácilmente Puebla y fueron recibidos dulce y afectuosamente por el señor obispo de la diócesis.
Con actividad extraordinaria se fortificaron las garitas de la ciudad y los puntos de Churubusco, el Peñón y Mexicalcingo. Reinaba el entusiasmo, se repetían los actos de patriotismo, y al clamoreo tremendo de la campana mayor respondía el aspecto del pueblo indignado y resuelto a defender sus derechos.
Varios ricos se guarecieron tras de las banderas de los cónsules, y la abstención, si no la hostilidad del clero, fue antipatriótica y fatal a nuestra causa.
El ejército enemigo, compuesto de doce mil hombres, marchó sobre la capital (2).
El general Valencia se situó en las lomas de Pelón Cuautitla, cerca de San Ángel, con los restos del brillante ejército del Norte que era la gloria de nuestras armas.
El general Anaya, acompañado de Rincón y Gorostiza, ilustre por tantos títulos, estaba en Churubusco, y Santa Anna en la hacienda de Portales creía poder atender a puntos tan importantes.
El enemigo descendió de Tlalpan, se dirigió por el camino de Peña Pobre a Padierna; Santa Anna mandó situar a don Francisco Pérez a la vista del campo, en Coyoacán.
Valencia, aunque hombre ignorante, dócil al consejo y valiente hasta la temeridad, resistió con heroísmo acompañado de los generales González de Mendoza, Blanco, Salas, Parrodi y Frontera, que pereció peleando; pero las envidias, la ambición y las malas pasiones dejaron sin auxilio oportuno a Valencia, que sucumbió a la madrugada el día 20, huyendo, disfrazado y perseguido a muerte, a Toluca (3).
La tropa desbandada y que caía como una avalancha de las lomas de Padierna, llegó a Churubusco, donde Twigs atacaba con Cinco mil hombres aquella posición defendida únicamente por ochocientos guardias nacionales de los cuerpos de Independencia y Bravos.
Los asaltantes, a pesar de sus desesperados esfuerzos, no lograron penetrar en la fortaleza sino cuando no había quedado un solo cartucho y cuatrocientos hombres yacían cadáveres.
En esta gloriosa acción perecieron Martínez de Castro, joven notabilísimo por su saber y virtud; Peñúñuri, hacendado próvido y laborioso, y Villamar, poeta distinguido.
Comonfort, Haro, don Antonio García Torres y otros, se señalaron por sus servicios importantes (4).
Anaya, habiendo quedado ciego en medio de la acción por la explosión de un cajón de parque, hizo que le condujese a caballo, casi sobre los parapetos, para seguir alentando a sus soldados.
Al ocupar Churubusco, le preguntó Twigs a dónde estaba el parque, y Anaya le contesó: Si hubiera parque no estaría usted aquí.
A las jornadas descritas siguió un armisticio, durante el cual se entablaron pláticas de paz: los americanos insistieron tiránicamente en que se les diera Texas, Nuevo México y la Alta California, pretensión a que se negó el gobierno, diciendo los comisionados nuestros, Atristáin, Couto, Herrera y Mora, que era inaudito que a un país se le hiciera la guerra porque no consentía en su desmembración (5).
El 6 de septiembre se rompió el armisticio y el 8 se verificó la batalla del Molino del Rey.
Notas
(1) Apuntes para la historia de la guerra, artículo escrito por el señor licenciado J. M. del Castillo Velasco, página 151. En el artículo siguiente de los Apuntes, titulado Cerro Gordo ..., escrito por el patriota eminente don J. M. Urquidi, se amplían los conceptos emitidos por el señor Castillo Velasco.
(2) Los sucesos del Peñón el 9 de agosto se pormenorizan en los Apuntes de la historia citados, capítulo escrito por el autor de este compendio, que se presentó a servir como voluntario a las órdenes del general Valencia y fue testigo ocular de lo que escribe.
(3) Realmente la fuerza que combatió en Padierna, con especialidad la que formaba el heroico ejército del Norte, sucumbió o se dispersó; los jefes y oficiales siguieron luchando. El general Santa Anna no puso coto a su ira contra Valencia, que hombre de gran corazón y de prestigio en el ejército, no quiso ser un elemento de discordia y huyó, como se ha dicho, a Toluca, con el nombre de Ferrer o Ferriz, alojándose en la casa que accidentalmente habitaba en aquella ciudad el señor licenciado Zozaya.
(4) Apuntes para la historia, página 247. Arrangoiz, página 283, tomo II.
(5) Roa Bárcena, página 380.
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