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EL PROGRAMA DEL PARTIDO LIBERAL

En otro lugar de este número se publica la Convocatoria que la Junta Organizadora del Partido Liberal dirige a todos los patriotas mexicanos para que colaboren en la formación del Programa del Partido. En dicha Convocatoria expone la Junta las principales razones en que funda su proposición; pero es tan importante la medida que se presta a otras consideraciones de que vamos a ocupamos en estas líneas.

Por muchos años, el estribilllo de los gobiernistas ha sido que la oposición no es seria, que no tiene ni candidato ni programa, que ni ella misma sabe lo que desea. Algunos liberales han sido influenciados por ese tonto estribillo y lo han repetido en diversas formas, quizá sin darse cuenta de que secundaban cándidamente las declaraciones que los asalariados hacían de mala fe.

Nunca tuvieron razón los gobiernistas. Lo que la oposición ha hecho antes de ahora, es lo único que podía hacer, como lo demostramos en nuestro artículo del número anterior sobre la organización. La primera labor de los liberales tuvo que ser casi exclusivamente de ataque; antes de fijar programas de lo que había de hacerse en un futuro más o menos lejano, fue preciso dar a conocer las tristezas del presente; se necesita exhibir los males que encarna la dictadura, para despertar en el pueblo el anhelo de un gobierno mejor; se imponía la necesidad de estudiar y mostrar primero el mal, para en seguida deducir el remedio. Si en años pasados un luchador hubiera comenzado por lanzar un Programa para un gobierno futuro, desentendiéndose de señalar las llagas del gobierno presente, no hubiera encontrado un solo secundador, y los mismos que reclaman de la oposición programas y candidatos cuando no los tiene, hubieran sido los primeros en ridiculizar al luchador de nuestra suposición: lo hubieran acusado de ilógico porque pedía un nuevo orden de cosas, sin probar que el orden existente era malo; lo hubieran tachado de iluso o de audaz porque solo, aislado, sin antecedentes, se atrevía a dictar la norma a que debía sujetar sus actos un problemático gobierno en un remoto porvenir. Un programa de gobierno no es cosa que una persona cualquiera pueda lanzar cuando le venga en gana: los programas de gobierno los lanzan colectividades que tienen la resolución y la fuerza suficientes para cumplirlos, y no personas aisladas que, por muy enérgicas y talentosas que se las suponga, nunca podrían realizar, ellas solas, la liberación de un pueblo y la radical transformación de un país. No habiendo antes de ahora ninguna organización entre los liberales enemigos de la dictadura, no era posible que el Partido adoptará un programa, como lo va a hacer, ni mucho menos era posible que un luchador cualquiera decretará voluntariamente con sabias palabras el programa a que habían de sujetarse los demás. De ahí que la oposición se concretara a atacar, a exhibir el despotismo reinante, a mostrar prácticamente la necesidad de un cambio, a preparar, en suma, el espíritu público para la organización que actualmente se realiza y que tiene por finalidad la caída de la actual dictadura y la implantación en México de un regimen justo y liberal. La oposición, pues, en años anteriores, hizo lo único que podía y debía hacer; cumplió su misión de labor preparatoria cuyos frutos estamos ya recogiendo.

Lo que se dijo de la oposición en general, puede haberse dicho también de la Junta Organizadora, poco después de su instalación. Los espíritus impacientes pueden también haber pensado que la Junta no llenaba su objeto porque no comenzó por lanzar un Programa de sus propósitos futuros.

Esos espíritus no encontrahan suficiente que la Junta llamará a los liberales a unirse para combatir a la tiranía, y cegados por su adhesión a los programas, llegaban a conclusiones candorosas y a desconfianzas injustificadas.

Es, en efecto, candorosidad suponer que lo que la Junta anhela es nada más quitar del poder al general Díaz, sin desear ni preparar nada para después de la caída del dictador. Aunque la Junta no haya lanzado programa, es lógico suponer que anhela que se corrijan los grandes males que puntualizó en su Manifiesto del 28 de septiembre. Toda lucha contra una tiranía, lleva en sí el propósito de restablecer la libertad. ¿Quién creerá que la Junta desea que los liberales derroquen al actual gobierno, y enseguida se cruzen de brazos?

Fácilmente pudo la Junta formular un Programa desde que se instaló, pues naturalmente tiene ideas sobre la manera de mejorar las pésimas condiciones actuales de la patria; pero no hizo tal cosa porque no se considera con derecho a hacerla, porque no quiso faltar al espíritu democrático que ha sido la norma de sus actos. El Programa del Partido Liberal tenía que ser formulado por todos los liberales, y no sólo por la Junta, puesto que todos los liberales, y no la Junta sola, serán quienes lo realicen. Sin el concurso del pueblo, nada podría hacer la Junta: ¿con qué derecho, entonces, imponía ésta al pueblo el Programa por el que había de luchar?, con justicia se hubiera censurado a la Junta semejante proceder, lo que, por fortuna, no sucederá ahora que el Programa va a formarse con el concurso de todos los que estén dispuestos a luchar por sostenerlo y cumplirlo.

En la actualidad, y por el hecho de faltar el Programa, no puede decirse que los liberales luchen por orden superior de la Junta, sin saber lo que van a encontrar después del combate. En primer lugar, la Junta no da ni quiere dar órdenes a nadie: los ciudadanos que luchan no lo hacen por orden superior, sino por espontánea voluntad, y en segundo lugar, los adeptos, saben bastante bien por qué luchan pues las aspiraciones generales, así de la Junta, como de todos los liberales, son harto conocidas: se desea y se busca la caída de la actual dictadura, la supresión de todos los males analizados en el Manifiesto, y la restauración de la libertad y la justicia. La Junta puntualizó las desventuras de la patria, expresó la necesidad de remediarIas e invitó a los liberales a unirse en una forma determinada de organización para lograr el fin expresado. Esto era todo lo que podía hacer la Junta para obrar democráticamente. La Junta, ni se impuso por la fuerza ni pretendió ser obedecida por nadie. Los liberales quedaron en libertad de secundarIa o no, y si muchos se adhirieron y continúan adhiriéndose al movimiento, será porque lo consideran honrado y útil a la patria y no por pueriles irreflexiones.

Hemos hecho las consideraciones anteriores para probar que en los principios de la lucha no era posible ni necesario tener un Programa como el que se va a formar, contestando con esto de una vez por todas a los que, fuera de la razón y la lógica, exigían de luchadores aislados y de grupitos sin organización, actos trascendentales, como la proclamación de un programa político, que sólo corresponden a colectividades fuertes, organizadas y capaces de cumplir lo que declaren.

Hemos querido probar también que determinados actos en la lucha no podían llevarse a cabo por la caprichosa voluntad de éste o aquél sino según lo exigido por las circunstancias.

En la actualidad, las circunstancias mismas son las que exigen que el Partido Liberal formule su Programa, y por eso se formulará, lo que no sucedería si las circunstancias no fueran propicias, si los antecedentes no autorizarán esta medida o si el Partido no se considerara todavía bastante seguro de sí mismo para realizar en un futuro más o menos próximo, el grave compromiso que va a contraer con la nación mexicana. Cesen, pues, las críticas de los que consideraban poco seria y sin objeto la labor oposicionista realizada hasta hoy por los patriotas. Esa labor ha dado sus resultados, ha despertado al pueblo que dormía y ha hecho posible la organización que se realiza, llegando al fin el momento solemne en que el Partido Liberal proclame su Programa, con la seguridad y firme propósito de cumplirlo.

Resta a los buenos liberales enviar sus proposiciones a la Junta, que redactará el Programa, aprovechando todas las buenas ideas de los correligionarios. La prensa independiente debe también prestar su ilustrada colaboración en asunto de tanta importancia para el porvenir de la patria.

Comprendemos la situación difícil de nuestros colegas nacionales, por el medio de opresión en que viven, pero creemos que no dejarán de responder a la Convocatoria de la Junta, pues el asunto propuesto se refiere al porvenir y bien puede tratarse sin necesidad de hacer apreciaciones de actualidad que provocarán las cóleras de la tiranía. Hay que considerar que el dictador tiene forzosamente que desaparecer y que todos los patriotas estamos en el deber de preocuparnos por el porvenir de nuestro país y debemos coadyuvar a prepararlo, según nuestras honradas aspiraciones.

La formación del Programa de nuestro Partido es el acto más serio y trascendental hasta hoy, en el curso de la lucha contra la tiranía. Que a ese acto, pues, contribuyan todos los hombres de buena voluntad que anhelen el mejoramiento de la patria, para que mañana, cuando ese Programa sea inflexiblemente llevado a la práctica, todos podamos decir satisfechos que se ha cumplido la voluntad nacional.

(De Regeneración, No. 3 del 1° de marzo de 1906).

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