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APRESUREMOS EL PASO
La unión de los liberales iniciada en el Manifiesto del 28 de septiembre de 1905, fue un paso de importancia cuya trascendencia advirtió la dictadura que, llena de temor, procedió sin pérdida de tiempo a desatar sus persecuciones sobre los miembros de la Junta Organizadora, logrando encarcelar a tres de ellos.
¿Qué consiguió la dictadura con esa persecución? Ponerse en ridículo una vez más; hacer que sus tropelías hasta entonces poco conocidas en el extranjero, tuvieran una gran publicidad. Por lo que respecta al efecto causado en México por tal persecución, no pudo ser mejor para la causa de la justicia; cada persecución sólo ha servido para despertar en los ciudadanos el amor a la libertad.
Desde esa persecución, la unión quedó formada; todos los hombres de buena voluntad, todos los que sienten en sus pechos arder la llama de los sentimientos solidarios, se apresuraron a tender la mano a los caídos, con lo que quedó demostrado para siempre que la tiranía es generalmente odiada.
El paso dado por la tiranía fue infructuoso. Si pretendió matar la idea de la unión de los liberales, sólo consiguió precipitar esa unión.
Desengañóse la tiranía; ni las persecuciones, ni las calumnias, ni los enfurecidos ataques de sus papeles mercenarios, podrán detener ese movimiento de unión que cada vez se robustece más.
El Partido Liberal está ya orientado y marcha a su destino. Si al principio pudo encontrar obstáculos, ahora es bastante fuerte para arrollarlos y será más grande el estrago mientras mayores sean las fuerzas hostiles que le salgan al paso. El alud lo forma un guijarro desprendido de lo alto del monte.
Pretender detener ese movimiento es locura; preferible es cederle el paso, no estorbarle la marcha si no se quiere cometer un suicidio.
Ese despertar del pueblo estaba previsto. Todos los que hemos luchado con constancia y con desinterés, lo presentíamos y teníamos confianza en el renacimiento de ese espíritu altivo que en otras épocas ha rodeado de admiración el nombre de mexicano. No podía morir el pueblo de Ayutla y de la Reforma; algo hervía bajo los pechos al parecer sometidos; detrás de la apariencia tranquila de las muchedumbres esclavas se extendía un mar formidable de anhelos libertarios.
La organización del Partido Liberal avanza más cada día; ya no podrá detenerse, pero es necesario, para que más pronto realice su obra emancipadora, que todos los miembros se penetren de la conveniencia de hacer que nuevos correligionarios adopten la bandera del Partido, y que éstos, a su vez, trabajen en el mismo sentido.
Y en esa tarea no hay que desmayar. De los tenaces, de los que perseveran, de los que hasta el fin son constantes, es el triunfo. No hay que desmayar ni ante las dificultades que haya que vencer ni ante el tiempo más o menos largo que tarden nuestros ideales en imponerse. Los hombres de corazón no miden los obstáculos, y en cuanto al día del triunfo, depende de nuestra actividad.
Si cada correligionario se transforma en decidido propagandista del Programa del Partido Liberal, pronto, en unos cuantos meses, nuestras ideas habrán llegado a conocimiento de todos y entonces ...
Hay que procurar al Programa una gran circulación; que en ningún hogar deje de conocérsele aunque sea por referencia, pero que todos sepan que hay algo más allá; que los dolores del pueblo tienen remedio; que los señores del dinero y de la política tienen un freno cuando los ciudadanos se deciden a ser libres y a trabajar por la felicidad común.
Hay que hacer llegar el Programa a conocimiento de todos, para que cuando lo reciba el paria, sepa que dejará de ser esclavo cuando lo desee, que podrá tener tierra para mantenerse y mantener a su familia. Hay que hacerlo llegar a conocimiento del obrero, para que comprenda que tiene enfrente un amplio campo para conquistar sobre el capital, la felicidad a que es acreedor el que con sus manos fabrica la riqueza y hace el progreso de los pueblos. Debe llegar también a manos del soldado, para que se convenza de que es hermano del pueblo, y también un esclavo destinado a perpetuar el despotismo y la injusticia, y que, por lo tanto, el deber del soldado en México no es disparar sus fusiles sobre el pueblo, esto es, sobre sus hermanos, sino hacer causa común con los que luchan por la libertad.
Hay que hacer llegar el Programa a conocimiento de todos, como una buena nueva. El ciudadano podrá levantar la frente, será libre para emitir sus ideas; el fraile encontrará un dique opuesto a su obra de envilecimiento popular; sobre la niñez ya no imperará esa educación de seminario que hoy se imparte; los mexicanos dejarán de sentir en sus bolsillos las manos de los gobernantes y sobre sus cuellos los bastones de los gendarmes.
El Programa anunciará el advenimiento de una era de efectivo progreso y de innegable bienestar general que serán el estímulo para nuevas y mejores conquistas.
Cuando el pueblo mexicano comience a ser feliz, se desarrollará en él una ansia noble de mayor felicidad. Al Partido Liberal corresponde iniciar la tarea redentora.
Consideramos que todos los correligionarios nos ayudarán a que el Programa del Partido Liberal tenga una gran circulación. El l° de julio, la Junta promulgará el Programa y es necesario hacerlo llegar a todas partes para que los hombres de buena voluntad se apresten a llevarlo a la práctica.
Una gran circulación del Programa beneficiará a la causa.
No hay que desmayar, correligionarios; el triunfo está cercano y con una poca de actividad lograremos que llegue más aprisa.
Animados de una gran fe en la victoria, sigamos adelante a despecho de los bellacos que pretendan obstruir nuestro camino. La causa es grande y es justa y tiene que triunfar.
Vamos caminando hacia el triunfo; apresuremos el paso.
(De Regeneración, No. 8 del 15 de mayo de 1906).
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