Presentación a la edición cibernética
Fue en 1985, después de haber realizado el trabajo de recopilación que duró aproximadamente ocho meses, cuando nos dimos a la tarea de editar en Ediciones Antorcha, la compilación que ahora presentamos en su versión cibernética.
Como de costumbre, con el objeto de reducir los costos, la edición en papel de El programa del Partido Liberal Mexicano de 1906 y sus antecedentes, la realizamos por separado, esto es, la tipografía la mandamos hacer en un lado, los negativos, en otro, el papel de los interiores, lo adquirimos en una parte, y él de la carátula en otra, para hacer más fácil el asunto, la impresión y la encuadernación fueron hechas en distintos talleres. Todo esto con el fin de abaratar el costo final de la edición aunque, huelga decirlo, implicaba un trabajo mucho mayor para nosotros.
En el proceso de producción de esta edición en particular, acaecieron dos sucesos que viene bien recordar a manera de anécdotas.
El primero fue el error cometido por el impresor quien, en vez de imprimir dos mil ejemplares más sobrantes para reposición que originalmente habíamos acordado con él, terminó imprimiendo tres mil quinientos. Aquel error descontroló nuestras finanzas, puesto que debimos de comprar mayor cantidad de papel. Bien recordamos el dìa en que el impresor se comunicó con nosotros para decirnos que le iba a faltar papel, puesto que ya llevaba impreso la tercera parte de los pliegos y el papel se le había terminado. Nuestra sorpresa fue mayúscula, puesto que el papel que le entregamos iba incluso sobrado para la impresión de los dos mil ejemplares más sobrantes, y así se lo hicimos saber. Su respuesta nos dejó anonadados: ¿Qué no habiamos quedado en tres mil quinientos ejemplares?, nos dijo. Por supuesto que no, le respondimos, y como teníamos la costumbre de llevar bien apuntadita lo que nosotros denominábamos bitácora de producción, cuando fuimos a verle le mostramos los papeles relativos a la impresión de dos mil ejemplares más sobrantes. Ante tan determinante prueba, no le quedó más que confesar que su asistente había cometido el error de imprimir tres mil quinientos ejemplares más sobrantes, y de ahí la falta de papel.
El asunto lo arreglamos adquiriendo el papel que faltaba, pero dejando inalterable el precio que originalmente habíamos acordado con el impresor, lo que no sin cierto enojo hubo de aceptar. Y es que no podía ser de otra manera ya que el error le era imputable por completo al impresor, ¿ni modo que nosotros terminásemos pagando su burrada?
La segunda anécdota ocurrió en el momento de trasladar los pliegos impresos al encuadernador.
Como podrá entenderse, la cantidad de papel impreso de esta obra era más que considerable, así que para transportarla del taller del impresor al taller del encuadernador, lo hicimos en nuestra nave, un auto dodge coronet modelo 1969, al cual, quitándo los asientos traseros, le cabía un mundo de papel, sin embargo, y como era natural, la parte trasera terminaba cargándose notoriamente; esto es, el carro se sentaba ostenciblemente. Así, sucedió lo que no era raro que nos ocurriese en aquella época: a dos cuadras del taller del encuadernador, fuimos detenidos por una patrulla de tránsito. El dato curioso fue que, uno de los patrulleros, indicándonos que el motivo de que nos hubieran detenido era el exceso de peso que a simple vista era evidente en nuestro carro, nos preguntó: ¿Y qué traen ahí?, a lo que inocentemente y quitados de la pena, respondimos: Un libro ... De inmediato, el patrullero echo mano a su revólver, lo desenfundó y apuntándonos nos increpó: ¡No se hagan pendejos! ¿Cómo que un libro? ¡Digan qué es lo que realmente traen ahí!, y de inmediato el otro patrullero también bajó de la patrulla, pistola en mano.
No es necesario señalar el susto que nos dieron, pero para nuestra fortuna en esos precisos momentos el encuadernador pasaba por el lugar y al ver el espectáculo de inmediato se acercó y nos ayudó para aclarar la situación.
El asunto fue que el patrullero tomo de manera literal lo de un libro, y ha de haber pensado que ni aún siendo de acero un libro pudiese sentar la parte trasera de nuestro automóvil, de ahí su agresiva reacción. Así, una vez que se le explicó con calma la situación, mostrándosele los pliegos de papel que transportábamos, su actitud cambió por completo e incluso su compañero no paró de reirse a carcajadas. Sin embargo, el susto llegó para quedarse.
Veinte años han pasado desde que editamos la obra que ahora colocamos en nuestra Biblioteca Virtual Antorcha, y el contenido de este libro sigue pareciéndonos excelente, e igual que antaño continuamos lamentando la mala fortuna de que el Partido Liberal Mexicano no haya logrado su cometido de haber desplazado al regimen porfirista para poner en práctica los puntos expresados en aquel documento, un verdadero monumento a la inteligencia. E igualmente seguimos considerando que lo peor de toda aquella tragedia fue el que varios de los individuos claves en el desarrollo de aquel proceso que culminó con la expedición del Programa del Partido Liberal Mexicano de 1906, hubiesen terminando renegando, tiempo después, de lo expuesto en aquel documento y, por ende, de su interesantísimo proceso de conformación.
En efecto, fue y sigue siendo para nosotros particularmente triste el que individuos de la talla de Ricardo Flores Magón y Librado Rivera, terminasen, por purismos simplones, prácticamente desligándose de tan importante documento y proceso.
Realmente el ulterior desarrollo del anarquismo expropiador no ameritaba, afirmamos, el haber tenido que renegar públicamente de su pasado liberal. Sin embargo así sucedió y eso ya es imposible el cambiarlo. No cabe duda que un alto grado de ideologización produce verdaderas catástrofes porque, lo repetimos, personajes de una inteligencia fuera de lo común, como Ricardo Flores Magón y Librado Rivera, patéticamente sucumbieron víctimas de la ideologización. En efecto y no obstante, lo repetimos, que su posterior desarrollo por los movedizos e inhóspitos campos del anarquismo expropiador, evidentemente les orillaba a hacer mutis mutantis de su actividad como liberales, ello no constituía razón de peso como para casi arrepentirse o hacer un mea culpa de su pasado accionar político, pero ... así sucedió.
Ahora es de esperar que quien se acerque a hojear esta edición cibernética saque sus propias conclusiones compenetrándose del interesantìsimo proceso en que fue, poco a poco, conformándose esa maravilla documental que constituye el Programa del Partido Liberal Mexicano de 1906.
Chantal López y Omar Cortés