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CARTAS DE RELACIÓN

DE HERNAN CORTÉS AL EMPERADOR CARLOS V

TEZCUCO, 10 DE OCTUBRE DE 1530




Sacra católica cesárea majestad. Después que besé las manos a vuestra majestad en Barcelona, y le di cuenta de las cosas que hasta aquella sazón habían sucedido en esta Nueva España, estuve algunos días en Madrid para que los del Consejo de indias cumpliesen lo que vuestra majestad les envió a mandar cerca del remedio de estas partes, porque, como quien más que a nadie le dolía, tenía de ello más cuidado. Estando entendiendo en esto, llegó una célula de vuestra majestad en que mandaba al arzobispo de Santiago, presidente del Consejo Real, que entendiese en proveer las cosas de acá, y fue provisión divina, y como de tan católico y cristianísimo príncipe se espera; y no en balde tiene Dios el cuidado de las cosas de vuestra majestad que hasta aquí ha tenido, pues tanto vuestra majestad tiene de su honra, y de dilatar su fe católica y conservar estas gentes que nuevamente a ella se convierten; y tenga vuestra majestad este por el mayor premio que ante Dios merece, porque en todo el universo no hay cosa donde su santa iglesia más engrandezca.

El arzobispo de Santiago se comenzó a informar de las cosas de acá para mejor acertar en su provisión, y a esta causa hubo alguna dilación; y en este tiempo llegaron muchas informaciones de religiosos y de otras personas celosas del servicio de Dios y de vuestra majestad, por donde al arzobispo y a los del Consejo de las Indias les constó los insultos y robos y otros daños que vuestra majestad sabrá por otra parte, que el presidente y oidores que acá estaban hacían, y la necesidad que había de breve remedio, y así comenzaron a dar mucha prisa en buscarle, y hablaron a algunas personas para encomendarles la presidencia de la nueva audiencia que proveían y con ninguna se concertaron. Las causas, ellos las habrán dado a vuestra majestad.

Visto que en esto había alguna dilación y como vuestra majestad me mandó diese mucha prisa en mi venida determiné de me partir antes de ver la conclusión de esto aunque deseando que todos viniéramos juntos por excusar algún escándalo que se me representaba que había de haber con mi venida. Me detuve en Sevilla y en Sanlúcar muchos días, y aun en Santo Domingo de la isla española dos meses y medio, creyendo que cada día me alcanzarían, y como yo traía mucha costa con la mucha gente que traje, no pude detenerme, y asi me vine; verdad es que primero supe cómo la Emperatriz, mi Señora, y los del Consejo habían ya dado fin a este remedio, y señalado todos los oidores, y por presidente al obispo Santo Domingo de la Concepción, y presidente de la isla española, que también me pareció cosa proveída de Dios, según lo que yo allí conocí de su persona y vi en las obras que hacía en su oficio. Y tengo por cierto que Dios no tiene olvidados a estos que con tan buena voluntad desean su salvación, y tan a rienda suelta se convierten y tan milagrosamente conocen su Criador. Yo llegué al puerto de esta Nueva España a 15 de julio de este año, y en la ciudad de Veracruz, que es el primer pueblo de españoles, presenté ante el cabildo de ella la provisión de vuestra majestad en que me manda sea su capitán general en estas partes, y allí fue obedecida con todo acatamiento y pregonada públicamente. Antes de esto habia escrito, luego que llegué al Puerto, a los oidores de esta Audiencia, haciéndoles saber mi llegada y diciéndoles que saltando en tierra les haria más larga relación de lo que vuestra majestad me mandó.

Allí junto, cinco leguas de la ciudad de la Vera Cruz, está un poblezuelo pequeño que se dice la Rinconada, y antes le llamaban los indios Yzcalpan, y es uno de los que vuestra majestad me hizo merced, y por virtud de ella tomé la posesión con los autos y diligencias necesarias ante escribano público. y como los oidores supieron que la provisión de vuestra majestad había sido obedecida y cumplida por los del cabildo de aquella ciudad de la Vera Cruz y supieron que había tomado aquella posesión, sintieron mal de ello, porque quisieran hacer con estas provisiones lo que con todas las otras que vuestra majestad y la emperatriz, mi Señora, han enviado, que es no haber cumplido ninguna; en especial lo quisieran mucho efectuar en éstas, porque demás de la enemistad que a mis cosas han mostrado, sigueseles mucho interés por tener ellos, como tienen, todos los más de estos pueblos míos, y se sirven y aprovechan de ellos, unos puestos en cabeza de vuestra majestad, otros en sí mismos, otros en deudos y criados suyos, y de todos estos depósitos no tienen más del nombre, y los intereses llevan ellos, como parecerá por los libros de los oficiales de vuestra majestad, que se verán cuánto son los intereses o ventas que de los pueblos que para vuestra majestad tienen señalados, se le han seguido, como ya otra vez hablando a su majestad en esta materia le dije. Y aun quisieron hacer alguna alteración y bullicio, y enviar a prender los que obedecieron la provisión de su majestad, e hicieron muestra de juntar gente, y aderezar artillería, y hacer capitán de ella, y otros bullicios de esta calidad muy en deservicio de vuestra majestad y desasosiego de la tierra.

Como yo lo supe, hablé al obispo de Tlascala, y al prior de la orden de Santo Domingo, y al guardián de los franciscos, y les rogué y dije de parte de vuestra majestad que fuesen a los oidores y les dijesen cómo yo había sabido aquella novedad, y que ya sabían cuánto desasosiego era para la tierra y cuánto vuestra majestad se deservirla; y que si hacian aquel apercibimiento de artillerla y junta de gente para alguna cosa que conviniese al bien y pacificación de la tierra, que ya sabían como yo era capitán general, y que ellos habían visto la provisión que vuestra majestad me dio y tenldola muchos dlas; que me lo hiciese saber, porque luego iría con mi persona, y con toda la gente que traía y con la que más fuese menester a entender en ello; y que si no era para este efecto, que les rogaba y aun requería de parte de vuestra majestad que no hiciesen aquel bullicio ni alboroto, porque seria muy dañoso, antes les pedía que nos conformásemos en todo para el servicio de vuestra majestad, y bien y sosiego de la tierra, y otras muchas cosas que me pareció que convenía decirles y amonestarles para que se cumpliese la voluntad de vuestra majestad, pues yo mejor que nadie la sé en este caso.

Este obispo y religiosos aceptaron mi ruego, y fueron a la ciudad de México donde ellos residen, y yo me quedé en la provincia de Tlascala, porque la Emperatriz, mi Señora, me envió a mandar por una su cédula, que no entrase en la dicha ciudad con diez leguas a la redonda, a causa que entre los dichos presidente y oidores no hubiese algún escándalo, y asl lo obedecí y cumplí, y hablaron a los dichos oidores, y significaron mi voluntad, y ellos respondieron que también la suya era de toda conformidad; pero las obras no correspondieron, ni hasta ahora han sido conformes a esta respuesta, porque no sólo no han querido cumplir provisión ninguna de las que vuestra majestad me mandó dar, ni merced de las que me mandó hacer, antes han tenido y tienen muchas formas para proseguir en hacerme daño, porque luego que les constó la merced que vuestra majestad me hizo del valle de Guaxaca, habiendo visto las provisiones originales, porque tuviese contradicción y por dar color a su dañada voluntad, fundaron una villa en el dicho valle, y repartieron los pueblos de él que yo tenia, y vuestra majestad me hizo merced, a los vecinos de la dicha villa, los cuales son todos hermanos, parientes, allegados de los dichos presidente y oidores, y me tomaron todos los otros pueblos que yo tenía en esta Nueva España sin me dejar ninguno, y los repartieron asimismo por personas de esta calidad para que hubiese opositores que defendiesen la posesión, pues no era menester más de oponerse, siendo ellos los jueces, a los cuales dieron luego que en la tierra entré, mandamiento de amparo, y con ellos me requirieron. Por manera que demás de haberme tomado toda cuanta hacienda, mueble y raíz yo dejé en esta Nueva España, me quitaron los dichos pueblos, y me han dejado sin tener de dónde haya una hanega de pan ni otra cosa de que me mantenga.

Y además de esto, porque los naturales de la tierra con amor que siempre me han tenido, vista mi necesidad, y que yo y los que conmigo traía nos moríamos de hambre, como de hecho se han muerto más de cientas personas de las que en mi compañía traje, por falta de refrigerio y necesidad de provisiones, me venlan a ver, y me proveían de algunas cosas de bastimento, enviaron los dichos oidores alguaciles a prender a los dichos naturales que estaban conmigo, y prendieron y llevaron presos muchos de ellos con mucho escándalo y alboroto, a fin que los dichos naturales no me proveyesen, y se les diese a entender que yo no era parte para nada en la tierra, y para que con estas afrentas y con ponerme en estrecho de necesidad, yo no pudiese hacer sino resistir algo, por dar algún color a lo que tan falsamente han propuesto y querido decir, por tener, como han tenido, la tierra en tiranía, y que no hubiese en ella quien contradicción les hiciese, para no obedecer, como hasta aquí no han obedecido ni cumplido, carta ni provisión de vuestra majestad, sino como absolutos señores de ella han robado, así a los naturales como a los nuevos pobladores, y destruídola en tanta manera, que certifico a vuestra majestad que si les durara, que en muy breve tiempo la pusieran en el término que a la española y a las otras islas.

Porque ya falta más de la mitad de la gente de los naturales, a causa de las vejaciones y malos tratamientos que han recibido, que ni han bastado para lo estorbar las ordenanzas que para defensa de esto vuestra majestad mandó hacer enviar, antes las han tenido suspensas sin cumplir ninguna de ellas; y ahora, después de yo venido, andan en darles limitación, diciendo que no se pueden sufrir, y para me enemistar, con los españoles dicen y publican que yo fui el que las hice y di a vuestra majestad el aviso de ellas. Y ni tampoco ha bastado la protección que vuestra majestad mandó que tuviese el electo obispo de México, porque jamás han querido cumplir ni obedecer las provisiones que para esto trajo; antes porque el dicho electo ha trabajado de defender que no sean los naturales tan maltratados, le han a él maltratado y ofendido, asi en la persona, poniendo las manos en él, como en la fama, levantándole mil testimonios falsos, siendo como es uno de los buenos religiosos, y de buena doctrina y ejemplo que pueden ser, y como tal vuestra majestad le escogió para el cargo. Mas porque si el dicho electo lo tuviera, ellos no pudieran haber tenido, como tienen, cada cincuenta mil castellanos en un año, sin casi otros tantos que han gastado en pagar muchas deudas que trajeron, y enviar a esos reinos, como han enviado, en cabeza de otros, mucha suma de oro y joyas, y gastar en banquetes y fiestas con mujeres y otras deshonestidades, que porque hay de esto muchos cronistas, y algunas de las crónicas han enviado a vuestra majestad y su Consejo, yo no me entrometo, y también porque no quiero ser relator de lo que no he visto.

Yo ando entreteniendo lo que puedo porque no hagan dar causa a algo de lo que ellos desean por colocar su maldad, y sufriré todo lo posible, aunque certifico a vuestra majestad que ya no puedo sufrir, ni son sufrideras las afrentas que me han hecho y cada dia me hacen, ni la gran necesidad en que me ponen por haberme quitado los alimentos, como hicieron, y lo mismo al electo obispo de que no tuvieron otra cosa que hacer con él, y sufriré hasta esperar la nueva Audiencia, mas si se tarda será imposible que no haya de tomar los pueblos que vuestra majestad me hizo merced, pues para ello me da autoridad y poder, para mantenerme, y que no se me acabe de morir de hambre la gente que queda, que en otra cosa no pienso entretenerme hasta que, como digo, venga la nueva Audiencia, porque venidos éstos, vuestra majestad será mejor informado de ellos de las cosas que acá han pasado y pasan.

También Nuño de Guzmán, presidente de esta Audiencia, vista la provisión que su majestad me mandó dar de su capitán general en esta Nueva España, que la tuvo en su poder muchos dias, porque la tomó a la persona con quien yo la envié desde Castilla, como tomaba todas otras, y cartas que de aquellos reinos a esta Nueva España venian, sin autoridad alguna, ni poder de vuestra majestad, hizo mucha gente y ha ido por muchas provincias que yo tenia vistas y andadas, y algunas de ellas muy pacíficas, y halas robado y alborotado, en especial la de Mechuacán, que vuestra majestad sabe cuánto tiempo ha que está en su real servicio. Atormentó al señor de ella, y le sacó mucha suma de oro y plata; y porque no se supiese la cantidad, le mató, diciendo que el dicho señor tenía cierta gente de guerra para pelear con él, que fue muy contrario de la verdad. Y puesto que por cartas de muchas personas de los que están en su compañía y por información de algunas que de allá han venido, he sabido el poco fruto que hace en la tierra por donde anda, por no haber pasado de las provincias que ya tenía andadas, antes está en ellas gastándolas y alborotándolas, y conozco (y así es notorio a todos) que de su estado Dios Nuestro Señor y vuestra majestad son muy deservidos y la tierra muy destruida y alborotada, yo quisiera evitar aquel daño con ir o enviar mi lugarteniente para tomar aquella gente y con ella, y con la que más traje y la que conmigo fuera de buena voluntad, sin los llevar por fuerza, como él hizo, para pasar adelante, y descubrir y poblar más tierras, y asegurar las que estaban descubiertas. No lo he osado y oso hacer porque no me levanten que doy causa a desasosiegos; y helo hecho saber a los oidores, y a ellos bien les consta todo lo que he dicho, pero también quieren suspender esta provisión como todas las otras, porque les parece que no tenían consigo la compañía que con Nuño de Guzmán tienen.

Ya vuestra majestad sabe cómo al tiempo que yo me partí para esos reinos, dejé en la costa del sur cuatro navíos casi acabados para enviar en seguimiento de los que vuestra majestad me mandó que enviase al Maluco, y después se hizo otro que fueron cinco, y estaban muy a punto con todas las cosas necesarias para seguir el dicho viaje, de donde tengo por muy cierto que vuestra majestad fuera muy servido, así en socorrer aquellas gentes que se enviaron y en poblar alguna parte de aquellas islas, como en descubrir otras. Llegados los dichos oidores, quitaron la persona que yo dejé para entender en los dichos navíos, y le trajeron preso a esta ciudad, y quitaron los pueblos que entendían en la obra de ellos, y la suspendieron, por manera que todas las jarcias y otras cosas que estaban para los dichos navíos, se robaron y las llevó quien quiso, y los navíos están casi perdidos, y los maestros estuvieron cerca de un año sin hacer nada. Y después condenaron a la persona que dejé en cargo de los dichos navíos, en tres mil y tantos castellanos de los salarios que pidieron aquellos maestros del tiempo que estuvieron suspensos, habiéndolos ellos suspendido; y para pagarlos se vendió mucha hacienda, por manera que toda la obra cesó, y no sé si aprovechará la que estaba hecha, porque está muy dañada y destruida, y robada toda la jarcia, como dicho tengo, y los maestros idos por muchas partes, donde demás del interés de vuestra majestad, que no es poco, a mi me destruyeron más de veinte mil castellanos que tenia gastados en la obra y aparejos de los dichos cinco navios, todo a fin que no pareciese servicio mio, y en verdad que esto he sentido más que toda la otra hacienda que me han destruido, que pasa de trescientos mil castellanos, por lo que se ha estorbado de servir a Dios y a vuestra majestad con aquella armada. Y por lo que yo conoci del deseo que vuestra majestad tiene de saber el secreto de estas partes, y porque el que yo traía de emplear mi persona en este descubrimiento, plega a Dios que no permita que el demonio dé ya más estorbos en esta obra, sino que se cumpla la voluntad que vuestra majestad tiene de servirle y que por estas partes se predique su santo Evangelio, que yo aparejado estoy a seguir esta jornada hasta morir en ella. Y que esta nueva Audiencia no se tarde, porque venida tengo mucha esperanza que habrá remedio; porque aunque no conozco los oidores, al presidente tengo por persona de mucha rectitud y conciencia por el tiempo que le conversé en la isla española. En viniendo haré más larga relación a vuestra majestad de lo que hubiere.

Suplico a vuestra majestad sea servido mandarme siempre avisar de su voluntad porque yo acierte, pues éste es mi principal deseo, y lo mande así a los del Consejo, pues están más cerca para hacerla, y también me haga merced de me mandar escribir las nuevas de todo lo acaecido a vuestra majestad en esas partes, para que por acá demos gracias a Dios y nos regocijemos con sus victorias, que yo espero por la santa intención de vuestra majestad, él por esas partes, y nosotros por estas otras, hemos de traer al corral mucha parte de las ovejas perdidas.

Sacra católica cesárea majestad; Dios Nuestro Senor la muy real persona de vuestra majestad guarde y conserve en su servicio por muy largos tiempos con acrecentamiento de mayores reinos y señorios.

De la ciudad de Tezcuco de esta Nueva Espana a 10 de octubre de 1530 anos.

De vuestra sacra católica majestad muy humilde criado y vasallo que sus muy reales pies y manos besa.

El marqués del Valle.

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