Índice de Revolución del cura Miguel Hidalgo hasta la muerte de éste y de sus compañeros de Lucas AlamánCapítulo III - Segunda parteCapítulo V - Primera parteBiblioteca Virtual Antorcha

REVOLUCIÓN DEL CURA MIGUEL HIDALGO
HASTA LA MUERTE DE ÉSTE Y DE SUS COMPAÑEROS

Lucas Alamán

CAPITULO IV

Revolucion de la intendencia de Guadalajara o Nueva Galicia.- Comisionados para propagar la insurreccion.- Recibe Torres este encargo para Jalisco.- Pone en movimiento varios pueblos de la tierra caliente.- Únensele otros jefes.- Disposiciones del comandante de brigada Abarca.- Nombramiento de jefes hecho por la junta establecida en Guadalajara.- Oidores Recacho y Alva.- Accion de la Barca.- Retírase Recacho a Guadalajara en forma de procesion.- Derrota de Zacoalco.- Consternacion en Guadalajara.- Fuga del obispo y de los europeos.- Entra Torres en Guadalajara.- Expedicion del cura Mercado a Tepic y S. Blas.- Entrégase esta plaza huyendo a Acapulco el obispo. los oidores Recacho y Alva y los europeos.- Revolucion de Zacatecas.- Medidas dictadas por el intendente Rendon.- Quedan sin efecto.- Llegada del conde de Santiago de la Laguna.- Reconócese la imposibilidad de la defensa de la ciudad.- Fuga de los europeos.- Sublevacion de la plebe.- Fuga del intendente Rendon.- Su prision.- Es nombrado el conde intendente.- Convoca una junta de los vecinos.- El Dr. Cos va en comision a hablar con Iriarte.- Entra Iriarte en Zacatecas.- Revolucion de S. Luis Potosí.- Los legos Herrera y Villerías.- Llega Iriarte a S. Luis.- Hácese dueño de la revolucion.- Llega Allende a Guanajuato.- Su recibimiento.- Disposiciones que toma.- Su posicion difícil en aquella ciudad.- La de Hidalgo en Valladolid.- Su respuesta al edicto de la inquisicion.- Resuelve trasladarse a Guadalajara.


La revolución había podido terminar con la dispersion que sufrió en Aculco la fuerza principal de Hidalgo, si la brigada de Guadalajara hubiera tenido a su cabeza un hombre como Calleja, que con la energía y actividad que las circunstancias exigian, y haciendo uso de los abundantes recursos que la rica provincia de Jalisco proporcionaba, hubiese sabido levantar y organizar un ejército y poniéndose a su cabeza, en combinación con los movimientos de Calleja, estrechar a los insurgentes en las intendencias de Guanajuato y Michoacan, que habian quedado indefensas por la marcha de Hidalgo a la capital; pero el brigadier D. Roque Abarca, que unia al empleo de comandante el de presidente de la audiencia e intendente, no solo no contribuyó a contener y reprimir la revolucion en las provincias confinantes, sino que dejándola propagarse en la de su mando, por su debilidad y desaciertos fue causa de que tomase aquella mayor vuelo y acrecentamiento. Desavenido con la audiencia y con los comerciantes europeos de Guadalajara desde: la prision de Iturrigaray, cuyo hecho desaprobó aunque sin dejar de reconocer a la autoridad que en lugar de aquel se estableció, la suya desde entónces vino a ser incierta y vacilante (1), y aun trató de deponerlo enteramente del mando ei partido que contra él se formó, lo que no llegó a tener efecto por no haberse podido convenir en el modo de ejecutarlo (2). Luego que se empezaron a sentir los primeros movimientos de la revolucion, Abarca en vez de hacer uso del poder que sus diversas investiduras le daban, teniendo en su mano el mahdo militar, el político y la administracion de la hacienda, se dejó despojar de las facultades que legítimamente le pertenecian, permitiendo el establecimiento de una junta compuesta de letrados, eclesiásticos y particulares, que aunque tomó el nombre de auxiliar del gobierno, vino a ser absoluta (3), quedando anulado el jefe superior, y débil y enervada entre muchos la autoridad, cuando mas necesario era que fuese unida y robusta, y estuviese ejercida por uno solo.

Aunque el primer intento de Allende hubiese sido, no alzar la voz de la revolucion hasta que esta contase con suficientes partidarios, para que por un movimiento simultáneo se echasen a un tiempo sobre los europeos en toda la extension del pais, haciendo unas vísperas sicilianas, o como se procedió a la prision de los jesuitas; esto era del todo impracticable habiendo de intervenir tantas personas, y segun las prevenciones que Hidalgo hizo a Arias en la carta que le escribió a Querétaro (4); la insurreccion habia de estallar en principios de Octubre, aunque nada estaba preparado para ella, y mucho ménos habiendo tenido que dar principio al movimiento inopinadamente, y solo por poner en salvo las personas de los conspiradores. Fue pues; necesario suplir a lo que no estaba prevenido, por medio de comisionados que despues de dado el grito, fuesen a todas las provincias a ponerlas en insurreccion, empleando los mismos medios de que Hidalgo se habia valido para darle el primer impulso.

Tuvo este encargo con respecto a Jalisco, un hombre del campo, nativo del pueblo de S. Pedro Piedragorda en la provincia de Guanajuato, y mayordomo de una hacienda en aquellas inmediaciones. Llamábase José Antonio Torres, mas conocido con el nombre del Amo Torres, porque este título se daba a los que tenian algun mando en las fincas de campo. Aunque rústico y sin ningunas letras, tenia Torres astucia, viveza, actividad y valor, y comisionado por Hidalgo a su paso por Irapuato cuando se dirigía a Guanajuato en fines de Septiembre de 1810, levantó en breve a la voz de Viva la vírgen de Guadalupe y mueran los gachupines, los pueblos de Colima, planes de tierra caliente, Sayula y Zacoalco (5).

Pronto se presentaron otros jefes de revolucion por diversas partes: Gomez Portugal, Godinez, Alatorre y Huidrobo, pusieron en movimiento todos los pueblos inmediatos al rio Grande, de manera que a fines de Octubre estaban en completa insurreccion todos los distritos que confinan con las provincias de Guanajuato y Michoacan.

Para contener este torrente, el comandante de brigada Abarca puso sobre las armas los cuerpos de milicias provinciales, que consistian en el batallon de infantería de la capital y el regimiento de dragones de Nueva Galicia, o de Aguascalientes; hizo tambien marchar las compañías de la frontera de Colotlan con los indios de la misma, y armó mas de doce mil hombres; pero no habiendo dado a estas fuerzas la conveniente organizacion, ni inspirádoles el espíritu de cuerpo, como Calleja lo habia hecho en el campamento de la hacienda de la Pila, no fue mas que mandar refuerzos al enemigo, al que se pasaron todas las tropas nuevamente levantadas, y lo hicieron también tres escuadrones del regimiento de Aguascalientes, y mas adelante hizo lo mismo el otro que guarnecia la capital, de la que salió a las órdenes de un jefe europeo, que fue segundo comandante de Gomez Portugal, siguiéndole las compañías de Colotlan y los indios de aquella frontera (6).

Levantáronse tambien en la ciudad dos compañías de voluntarios, compuestas de jóvenes del comercio y cursantes de la universidad, y el obispo D. Juan Cruz Ruiz Cabañas formó un cuerpo que se liamó de la Cruzada, con los individuos del clero secular y regular y otros que quisieron alistarse, los cuales llevaban por distintivo una cruz encarnada al pecho. Convocábaseles al son de la campana mayor de la catedral a hacer ejercicio, y salian del palacio episcopal, que era el punto de reunion, a caballo, sable en mano, llevando un estandarte blanco con una cruz roja, y los seguian grupos de gente del pueblo gritando: viva la fé católica (7).

A pesar de lo urgente del peligro, seguia la division y desconfianza entre Abarca y los europeos de Guadalajara. Estos querian de preferencia asegurar sus tiendas en la ciudad y los intereses que tenian fuera de ella, y aunque Abarca instruyéndolos de las frecuentes y numerosas deserciones que habia en las tropas que habia levantado, y de la escasez de dinero para atender a los gastos que las circunstancias demandaban, les hacia ver la necesidad de tomar ellos mismos las armas y de subvenir con sus caudales a las erogaciones precisas, para lo que dió él mismo el ejemplo aprontando de su peculio cinco mil pesos, se negaron a uno y otro (8).

La junta entre tanto tenia por traidores a algunos de los oficiales de mas aptitud y a quienes Abarca creia dignos de la mayor confianza, y para colmo de desacierto, confió aquella el mando de las dos divisiones que hizo marchar a la Barca y a Zacoalco, al oidor D. Juan José Recacho de la primera y a D. Tomas Ignacio Villaseñor de la segunda (9).

Recacho habia sido en España capitan de dragones, pero cambió la espada por la toga, habiéndole dado el empleo de oidor de Guadalajara el ministro de gracia y justicia Caballero, en premio de haberle batido las cataratas el padre del agraciado; jóven, petulante y muy satisfecho de sí mismo, era con otro oidor jóven Alva (10), que habia venido con él de España, el principal motor de todos los avances contra la autoridad de Abarca, el alma de la junta, y ambos presentaban la triste prueba, de que bajo el influjo del príncipe de la Paz, la corte de Madrid no procedia con la circunspeccion que antes se habia observado, en la provision de las plazas de las audiencias de América.

Villaseñor era un rico hacendado, igualmente inexperto, creado entónces teniente coronel por la junta (11).

Recacho con su division, fuerte de quinientos hombres, entre los que se contaba la compañía de granaderos del batallón provincial de Guadalajara, dos compañías de voluntarios españoles, y el resto lanceros, se dirigió a la Barca y al acercarse a la poblacion, encontró que los insurgentes mandados por Huidrobo que tenía el título de inspector y por los capitanes Godinez y Alatorre, la habian abandonado y habiendo pasado el rio, se encaminaban hacia Zamora. Entró pues en ella sin resistencia, pero en los dias 3 y 4 de Octubre fue vivamente atacado por ambas riberas del rio, y aunque se defendió con denuedo dentro de las calles, y obligó a los insurgentes a abandonarlas con mucha pérdida haciéndoles buen número de prisioneros, resolvió sin embargo retirarse habiendo perdido algunos de sus mejores oficiales, para esperar en Sula recursos de Guadalajara, a donde recibió órden de volver y para hacerlo con mas seguridad ocurrió a un extraño expediente. Hizo que el cura fuese en un coche, llevando al Santísimo Sacramento, prometiéndose que como sucedió, los insurgentes por respeto no se atreviesen a atacarle, y de este modo el togado general, con su ejército en procesión, llegó seguro a Guadalajara en donde fue recibido con repiques de campanas, como si volviese vencedor (12).

Entre tanto, la division mandada por Villaseñor, fue completamente derrotada en Zacoalco por Torres, el dia mismo en que Calleja triunfaba en Aculco, habiendo perecido en esta accion la flor de la juventud de Guadalajara que formaba las compañías de voluntarios, las cuales, faltas de disciplina, y compuestas de jóvenes no acostumbrados a las fatigas y riesgos de la guerra, fueron fácilmente arrollados por la impetuosidad de los indios, terribles en la primera acometida. Durante la accion que no fue larga, se pasaron a los insurgentes los milicianos de Colima, lo que acabó de decidirla y en ella quedaron prisioneros el comandante Villaseñor, D. Salvador Batres, capitan de una de las compañías de voluntarios, y D. Leonardo Pintado, que lo era de la de Tepic, habiendo perecido el teniente del regimiento de la Corona Gariburu, que se hallaba con bandera de recluta para su cuerpo, siendo el único que opuso una regular resistencia, y quedó muerto en su puesto. Refiere Bustamante (13), que antes de trabar el combate, intimó Torres a Villaseñor, que era americano, que dejase solos a los europeos, y que Villaseñor contestó con desden, amenazando a Torres que lo haria ahorcar, y sin embargo este no abusó de la victoria para vengar tal insulto (14).

La derrota de Zacoalco y la retirada de la division de la Barca, que volvió llena de terror manifestando que era imposible la defensa (15), no obstante el aparato triunfal de su entrada a la que convidó por rotulones el ayuntamiento, invitando al vecindario para que saliese a recibir al Santísimo Sacramento, que Recacho traia para no dejado expuesto a irreverencias (16), causaron la mayor consternacion en la ciudad y no se trató ya mas que de la fuga.

Abarca reunió a los europeos para animarlos a la defensa, pero muy léjos de tratar de esta, uno de ellos levantando la voz, contestó por todos: que no eran soldados, y no debian cuidar sino del número uno y de sus intereses (17). El obispo fue de los primeros en tomar el camino de S. Blas; la junta se disolvió, y Recacho y Alva se dirigieron al mismo puerto, recogiendo en el tránsito los intereses del Rey y destruyendo lo que no podian llevar; siguiéronlos todos los europeos que pudieron, llevándose lo que era mas fácil de transportar de sus fortunas y quedó solo Abarca, con ciento diez reclutas (18), a quienes se acababa de hacer vestir el uniforme, rodeado de numerosas cuadrillas de insurgentes, cuyo número y alientos habian crecido con el triunfo; con lo que vista la imposibilidad de la defensa, se retiró al pueblo de S. Pedro, lugar de recreo en las inmediaciones de la ciudad, y hallándose enfermo gravemente (19), dejó el mando en manos del ayuntamiento.

Este, completando el número de sus individuos con americanos, en reemplazo de los capitulares europeos que habian huido, no trató de otra cosa que de evitar desastres en la entrada de los insurgentes en la ciudad. Al efecto, nombró comisionados que fuesen a conferenciar con los jefes de estos, destinando a D. Ignacio Cañedo y a D. Rafael Villaseñor a Zacoalco donde estaba Torres; al Dr. Padilla franciscano, para tratar con los jefes que estaban en la Barca, y al Dr. D. José Francisco Arroyo a Jacotan, donde se hallaba Gomez Portugal. Por resultado de estas conferencias entró Torres en Guadalajara el dia 11 de Noviembre de 1810, habiendo ofrecido respetar las propiedades y personas de los vecinos, como lo cumplió, aunque despues instigado por un mayorazgo de aquella ciudad en cuya casa se alojó, hizo proceder a recoger a los europeos que habian quedado, poniéndolos en arresto en un colegio. En seguida llegaron los demas jefes, y estos suscitaron a Torres cuestiones sobre el mando, pues por desgracia entre los insurgentes, el obtener una ventaja sobre sus enemigos, era la señal de encenderse entre sí mismos celos y pretensiones.

Sólo faltaba a los independientes el puerto de S. Blas, para ser dueños de toda la provincia de la Nueva Galicia, el que les era de la mayor importancia, tanto por las comunicaciones marítimas que por él podian proporcionarse, cuanto por el mucho armamento que de allí podian sacar.

El presbítero D. José María Mercado, cura del pueblo de Ahualulco, solicitó de Torres una comision para perseguir a los españoles que huian hacia aquel puerto, la que se le concedió sin dificultad (20).

Mucho llamó la atencion el que Mercado tomase parte en la revolucion, por que gozaba de mucha reputacion de virtud, y era director de los ejercicios espirituales en Guadalajara (21), cuando en lo general, los eclesiásticos que se alistaban bajo las banderas de la insurreccion, solian ser los mas corrompidos de cada lugar.

En los pueblos de su tránsito juntó unos seiscientos hombres de indios y gente del campo, con los cuales entró en Tepic sin resistencia, y habiéndosele unido la compañía veterana que guarnecia aquel pueblo, marchó a sitiar a S. Blas.

La empresa parecia sin embargo imposible para las fuerzas con que se intentaba. D. Vicente Garra, administrador de correos de Guadalajara (22), testigo de los hechos, en el informe que sobre todos estos sucesos dió a Calleja en 8 de Febrero de 1811, se expresa en estos términos (23):

Un terreno que domina el único punto por donde puede ser atacado por tierra; una proporcion para aislarle con facilidad por la comunicación de los esteras; un castillo respetable con doce cañones de a 24, que defiende el puerto y puede tambien arruinar la villa, cuatro baterías en ella y en la mar una fragata, dos bergantines, una goleta y dos lanchas cañoneras; la segura esperanza de que diese fondo de un dia a otro la fragata Princesa y la goleta particular S. José con harinas; seiscientas o setecientas cargas de estas existentes en la plaza; igual número con corta diferencia de arrobas de queso: mas de mil fanegas de maiz; de ciento cincuenta a doscientas reses, y facilidad de traer por mar en poco tiempo de las Bocas, Guaymas y Mazatlan la carne, harina y reales necesarios; abundantes pozos de agua en el recinto de la villa; trescientos hombres de marinería, doscientos de maestranza y mas de trescientos europeos armados y dispuestos como aquellos a defenderse; ciento y tantas piezas de artillería de todos calibres, y montadas cuarenta de ellas con sus correspondientes municiones, y ocho o nueve oficiales de marina; este era el verdadero estado en que se hallaba la plaza de S. Blas en 1° de Diciembre de 1810, cuando sin haber disparado un tiro para su defensa, se rindió vergonzosamente a unas muy malas y pocas escopetas, hondas, lanzas y flechas, manejadas muchas de ellas por ancianos y muchachos, como todos vieron cuando entró el desordenado y no crecido ejército sitiador, con seis cañones de corto calibre que tomó en Tepic.

El 28 de Noviembre intimó Mercado la rendicion a la plaza, y aparentando en el oficio que dirigió al comandante fuerzas que no tenia, llamó ejército respetable a la miserable chusma desarmada que le acompañaba; ofreció bajo su palabra de honor que los europeos y todos los habitantes, si voluntariamente se rendian, serian tratados con toda consideracion y salvarian sus vidas y parte de sus intereses o acaso la totalidad de ellos; mas si no salian dentro de media hora comisionados a tratar de capitulacion, amenazó llevarlo todo a fuego y sangre, sin dar cuartel, pues una vez empeñada la accion, no le seria posible contener el desatinado furor de sus soldados, cuyo número era tal que aun cuando peleasen en la plaza los niños y las mujeres, todavía tendria diez soldados que oponer a cada uno de los contrarios, quienes si a pesar de esto lograban resistirle, nada habrian conseguido, pues no podrian resistir el ímpetu terrible de toda la nacion mexicana, que levantada en masa, se movia toda contra aquel punto.

He querido extractar esta arrogante intimacion, porque ella da a conocer el estilo usado por los insurgentes en aquella época, y manifiesta la idea exagerada que se hacian del poder y fuerzas de la nación. Mercado en este oficio tomó el título de Comandante de las armas americanas de Poniente que Hidalgo le habia dado, y cuyo nombramiento se celebró en su campo con salvas de artillería; la comunicacion es dirigida, al comandante de europeos de la villa de S. Blas.

El comandante de la plaza D. José de Lavayen, oficial de la marina española, sobrecogido con tales amenazas, contestó, que la plaza y todo lo que en ella habia era propiedad del Rey Fernando VII y que como tal, estaba obligado a defenderla; que ignoraba por qué se hallaba levantada en masa la nacion como se le decia, y que para instruirse de este punto y evitar la inútil efusion de sangre, dejando al mismo tiempo a cubierto su honor y asegurados a los europeos acogidos bajo la bandera de la plaza, comisionaba al alférez de fragata D. Agustin Bocalan.

En este estado de cosas el obispo, no ménos amedrentado que el comandante, se retiró a bordo del bergantin S. Carlos, y los europeos, entendiendo que se trataba de entregar la plaza, hicieron lo mismo embarcándose cuantos pudieron con sus intereses, y así lo verificaron igualmente los oidores Alva y Recacho, poniéndose en franquía para dar la vela la mañana misma que la plaza fue entregada, dirigiéndose a Acapulco, a donde llegaron felizmente.

El informe abultado que hizo Bocalan de las fuerzas de Mercado, inducido acaso por el interes de salvar unos cortos bienes de campo que en las inmediaciones tenia, decidieron a Lavayen y a los vocales de la junta de guerra que convocó, a admitir la capitulacion que el mismo Bocalan habia convenido con Mercado, en la cual se estableció que la plaza quedaria siempre bajo la misma soberanía y en el culto de la misma religion, y que no se seguiría perjuicio alguno a las personas que hubiesen tenido parte en la traicion que contra la religion y patria se meditaba, dando los europeos caucion de sus personas y haciendas, miéntras se recibian los comprobantes para calificar quien era inocente y quien reo.

El fundamento de todo esto era el engaño con que se habia pretendido alucinar al pueblo, de que la revolucion se hacia para defender los derechos del Rey Fernando y preservar al Reino de la traicion tramada por los europeos para entregarla a los franceses.

De este modo se apoderó el cura Mercado de S. Blas, sin que en ello hubiese sin embargo traicion alguna de parte del comandante Lavayen, sino solo una vergonzosa cobardía, la que le hizo dar crédito a los infieles informes de Bocalan, y entregar la plaza a una chusma desordenada, que ni aun se habia dejado ver todavía, sin intentar siquiera la defensa. Pudo tambien contribuir a ello el terror de que estaban poseidos el obispo, los oidores Recacho y Alva y los europeos, amedrentados con el suceso de Zacoalco y retirada procesional de la Barca, y cuyo embarque y fuga precipitada debió causar mucho desaliento en los que tuviesen alguna disposicion para defenderse. Lavayen fue llamado a México a responder a los cargos que le resultaban, pero fue declarado absuelto en el juicio a que se le sujetó, a lo que no contribuyó poco la circunstancia de estar casado con la hija de D. Andres de Mendívil, administrador de correos, hombre de grande influjo en el gobierno y en el partido europeo.

La plaza de S. Blas y todo el extenso Reino de la Nueva Galicia o provincia de Guadalajara, cayó en poder de Hidalgo, sin otro esfuerzo de su parte que haber expedido algunos nombramientos de comisionados y dado título de jefes. Ni aun esto hubo para excitar la revolucion en Zacatecas(24).

El 21 de Septiembre se supo en aquella ciudad el levantamiento verificado en Dolores el 16. El intendente D. Francisco Rendon, tomó inmediatamente todas las providencias que el caso exigia: convocó a los europeos para que armados formasen patrullas y cuidasen de la tranquilidad de la ciudad; trató de averiguar el número de armas con que podia contar y hallando que eran muy escasas, abrió una suscripcion para construir lanzas, de las que en quince dias solo pudieron hacerse cuatrocientas, no obstante haberse puesto a fabricarlas todos los artesanos que en la ciudad habia; circuló órdenes a toda la provincia, para que se enviasen a la capital todos los hombres y armas que pudieran reunirse y se preparasen todas las poblaciones a la defensa, pidiendo tambien a los propietarios de campo mil y mas hombres a caballo, montados y armados, que serian pagados por la real hacienda. Púsose en comunicacion con los intendentes de S. Luis Potosí, Guadalajara y Durango para la combinacion de las operaciones solicitando le auxiliasen, y tambien pidió al gobernador de Colotlan que pusiese sobre las armas y le mandase todas las tropas de su distrito, como lo verificó enviando primero dos compañías que fueron destinadas a guarnecer la villa de Aguascalientes, que era el punto mas próximamente amenazado, y llegó después el mismo gobernador con otras cuatro, pero unas y otras desarmadas y a las que fue menester dar alguna parte de las lanzas que se estaban fabricando.

Por grande que fuese la actividad del intendente para dictar estas medidas, poco podia esperarse de ellas en una provincia enteramente desarmada y desprevenida y en que no habia tropas ningunas organizadas, pues no se habian formado todavía cuerpos de milicias, a excepcion del regimiento de dragones de Aguascalientes. Tampoco podia recibir auxilios ningunos de las inmediatas: Guadalajara, aunque bien manejados los muchos recursos que tenia, hubiera podido prestarlos, por la debilidad e incapacidad de Abarca y desaciertos de la junta, no podia ni aun hacer frente a los que excitaban la revolucion dentro de ella misma; el intendente de Durango contestó, que apénas tenia fuerzas para defender aquella capital, y el general Calleja, ocupado entónces en organizar su ejército, estaba temiendo ser atacado en S. Luis, y no podia distraerse en otras atenciones.

La plebe entre tanto se insolentaba, y con la noticia de la toma y saqueo de Guanajuato, se temia que se entregase a los mismos desórdenes de que habia dado ejemplo la de aquella ciudad. De los hombres armados pedidos a los propietarios de fincas rústicas, no llegaba ninguno y hasta el 6 de Octubre solo se presentaron veintiuno, que armándolos con lanzas, fueron empleados en conducir a Durango cincuenta barras de plata del Rey para ponerlas en salvo.

En aquel dia entró en Zacatecas el conde de Santiago de la Laguna, uno de los mas ricos hacendados de la provincia, llevando consigo doscientos de sus sirvientes, montados y con algunas armas, y ofreció al intendente este auxilio para defensa de la ciudad, y su influjo que era grande en aquella plebe. A las 10 de la mañana del mismo, se recibió aviso de Calleja de que los insurgentes se dirigian de Guanajuato a Zacatecas, cuya noticia confirmaban de Lagos y Aguascalientes, de donde se habian fugado todos los europeos. El peligro parecia inminente y los medios de evitarlo ningunos.

En este conflicto, el intendente convocó una junta a que concurrieron el ayuntamiento, diputaciones de minería y comercio, administradores de rentas, cura, prelados de las religiones y varios sujetos distinguidos del de los vecindario. En ella se declaró imposible la defensa de la ciudad, tanto por falta de un cuerpo de tropas con que hacerla, como por situacion, que es muy semejante a la de Guanajuato, y en consecuencia, en aquella tarde y noche se fugaron los mas de los europeos, llevándose consigo lo que pudieron de sus efectos y caudales, y lo mismo hicieron los empleados.

De los primeros, los mas acaudalados tomaron el camino de la provincia de S. Luis, y ya vimos en su lugar (25) que los fondos que llevaron y entregaron a Calleja para que se les pagasen en México, fueron uno de los recursos con que aquel general contó para la formacion de su ejército.

El gobernador de Colotlan expuso el dia 7 a Rendon que en el estado presente de cosas, su presencia y la de las compañías de su mando era innecesaria, no pudiéndose contar con estas porque ademas de estar mal armadas, los soldados le habian manifestado, que habian salido con él porque era criollo, pero que cuidara de no comprometerlos, porque ninguno de ellos expondria su vida por defender a los europeos, por lo que creía mas conveniente volverse a cubrir el distrito de su mando, y esperar en él las órdenes de! comandante de brigada de Guadalajara. Dispúsolo así el intendente, haciendo que esta tropa saliese aquella misma noche, y ya hemos visto que trasladada a Guadalajara se pasó a los insurgentes, como era muy de esperar de estos antecedentes.

Crecia entretanto la agitacion en la plebe: presentábase esta en grandes masas a impedir que los dependientes que habian quedado en las casas de comercio sacasen sus efectos; pretendian los cabezas de motin que se les autorizase para embargar las tiendas y estorbar que saliesen de ellas tercios de ropa y dinero; las autoridades eran desobedecidas, y el pueblo desenfrenado pedia a gritos las cabezas de Apezechea y de D. Angel Abella; el primero minero rico, uno de los dueños de la mina de Quebradilla, entonces floreciente, que se habia puesto ya en salvo huyendo a S. Luis; el segundo administrador de correos, al que al salir el dia 7 para Chihuahua, a donde se retiró, la plebe enfurecida detuvo en la plaza en el coche en que iba con su familia, miéntras una porcion de los amotinados fue a pedir permiso al conde de la Laguna para quitarle la vida, la que salvó por el respeto de este, quien a duras penas consiguió que le dejasen seguir su camino con su mujer e hijos. Intimidados con esto el cura y varios eclesiásticos, ocurrieron al intendente a pedirle con lágrimas, que salvase con la fuga su vida y la de su familia; el mismo conde de la Laguna, desconfiando de que su influjo pudiese bastar a contener al pueblo ya en completa insurreccion, cuyos excesos juzgaba mas temibles que los de los insurgentes que amenazaban la ciudad, le instó para que se pusiese en salvo, y le ofreció sacarlo con los doscientos hombres que tenia, y llevarlo a donde quisiese por caminos desembarazados de enemigos.

Decidido el intendente a partir, verificó su salida en la madrugada del día 8, dirigiéndose a Guadalajara para reunirse allí a las fuerzas que el comandante de aquella brigada organizaba, y con el mismo designio le acompañó el conde de la Laguna con los doscientos hombres de sus sirvientes; pero en la hacienda de la Quemada, donde pasaron la primera noche, el conde varió de resolucion, por haber recibido un oficio de Zacatecas en que se le avisaba, que habiéndose formado tumultuariamente un nuevo ayuntamiento, este le habia nombrado intendente interino de la provincia.

Dispuso el conde con este motivo volver a la ciudad, por no desairar el nombramiento, ni abandonar aquella poblacion a los excesos de la plebe que su presencia podria contener. Propúsole Rendon que le dejase los doscientos hombres que traía, pero ellos se resistieron a continuar teniendo que volver a sus casas a cosechar sus maices, por lo que solo pudo dejarle una escolta de veinte hombres. Con ella siguió Rendon su marcha, mas a corta distancia del pueblo de Tabasco, supo que este y los de Jalapa y Juchipila, estaban ya en poder de los insurgentes y aprisionados los europeos avecindados en ellos, con lo que se vió obligado a refugiarse en la hacienda de Santiago, y a pedir al comandante de Guadalajara una escolta para poder continuar a aquella ciudad. Recibida esta, volvió a ponerse en marcha, pero el 29 de Octubre al amanecer, fue aprehendido con su familia por una partida mandada por Daniel Camarena, que despojó a todos aun de la ropa que llevaban puesta, le condujo atado el primer dia y suelto otros 32 por diversos rodeos. hasta llegar a Guadalajara que estaba ya en poder de los insurgentes (26). ¡Tan desgraciada fue la fuga del intendente de Zacatecas, magistrado respetable por su integridad y conocimientos!

El conde de la Laguna logró evitar en Zacatecas el saqueo de las casas de los españoles, y aproximándose a aquella capital D. Rafael Iriarte, que se titulaba Teniente General y con gran número de gente se dirigia a ocuparla, convoco una Junta de los vecinos que habian quedado, en la que se acordó que el Dr. D. José María Cos, cura del burgo de S. Cosme, fuese al campamento de los insurgentes, para hablar con lriarte e informarse si la guerra que hacian aquellos salvaba los derechos de la religion, Rey y patria, y si en el caso de ceñirse su objeto a la expulsion de los europeos, admitia excepciones y cuales eran estas, con el fin de que la explicación que sobre estos puntos se diese, sirviese de gobierno a las provincias para unirse todas en un mismo sistema de paz o guerra, segun la naturaleza de las pretensiones que se manifestasen.

El conde comunicó esta disposicion al intendente de S. Luis, Acevedo (27), y este lo hizo a Calleja, quien tuvo por muy sospechosa la duda que habia ocurrido al primero sobre el caracter y naturaleza de la insurreccion, y en consecuencia, previno a Acevedo procediese con mucha cautela en la contestacion que le hubiese de dar, sin manifestarle una desconfianza que le obligase a arrojarse enteramente en el partido de la revolucion, ni indicarle que se adoptaban sus ideas.

El Virrey Venegas fue mas léjos en el concepto que formó del procedimiento del conde, pues impuesto de todo por Calleja, lo calificó de un preludio de su decision posterior en favor de los insurgentes, lisonjeándose de que no estaba muy léjos que experimentase el castigo (28).

El Dr. Cos, en desempeño de la comision de la junta, pasó a Aguascalientes en donde se hallaba Iriarte, a quien instruyó de su llegada desde uno de los suburbios. Iriarte salió a recibirlo con una gruesa partida de caballería, llevando un estandarte con la imagen de Guadalupe, el que puso en manos de Cos, no obstante su resistencia, para entrar con él en la villa, en la que fue recibido con repiques y salvas. Impuesto por Iriarte del plan y medios de la revolucion, quedó muy poco satisfecho del uno y de los otros; mas creyéndose comprometido por el papel que Iriarte le habia hecho representar en la entrada a aquella poblacion, no se atrevió a volver a Zacatecas y se dirigió a S. Luis para informar a Calleja de todo lo ocurrido, quien lo recibió muy bien y le previno fuese a México a presentarse al Virrey, como iba a hacerlo; pero a su paso por Querétaro fue detenido por el comandante de brigada García Revollo, quien lo puso preso en el convento de S. Francisco, y en su lugar veremos el papel distinguido que hizo en la revolucion (29). El conde de la Laguna se trasladó. a Guadalajara, y la gente que Iriarte acaudillaba entró en Zacatecas, quedando este con el mando de la provincia.

La de S. Luis Potosí, en contacto tan inmediato con las de Zacatecas y Guanajuato, no podia dejar de tomar parte en el movimiento que en ellas se habia verificado (30). Sin embargo, la escasa comunicacion que habia de unas provincias a otras, y las medidas que Calleja a su salida habia dejado tomadas, contuvieron la revolucion, que no se verificó hasta principios de Noviembre.

Dos legos de S. Juan de Dios, Fr. Luis Herrera y Fr. Juan Villerías, fueron los que la promovieron y ejecutaron. El primero, travieso de ingenio y perdido de costumbres, se unió a Hidalgo cuando pasó por Celaya y siguió al ejército con título de primer cirujano; separóse despues por motivos particulares y dejados los hábitos se dírigió a S. Luis; pero una partida de tropa apostada en la hacienda del Jaral por órden de Calleja, teniéndolo por sospechoso, lo aprehendió y conducido a S. Luis fue puesto en la cárcel pública, con una barra de grillos en los piés. Para conseguir la libertad, se dió a conocer por fraile y se le trasladó con las mismas prisiones al convento del Carmen, en donde, como en su lugar se dijo, había dejado presos Calleja a su salida de aquella ciudad, bajo buena guardia, a varios oficiales y otros muchos individuos (31) complicados en la conspiracion que allí se tramó intentando seducir la tropa. Pidió entónces Herrera que se le llevase al convento de su órden que allí habia, a lo que accedió el comandante Cortina, constituyéndose fiadores por el preso el prior y demas conventuales. Conseguida esta pretension, concibió el atrevido proyecto de hacerse dueño de la ciudad en una noche, poniéndose de acuerdo con Villerías, lego en aquel convento. Con este intento solicitaron a D. Joaquín Sevilla y Olmedo, oficial de lanceros de S. Carlos, quien les ofreció proporcionarles alguna tropa y les franqueó las armas y municiones que en su casa tenia.

En la noche del 10 de Noviembre, encontró Sevilla a las diez de ella a una patrulla de su cuerpo y a otra de caballería, y prevalido de su carácter de oficial, les pidió auxilio para ejecutar una órden del comandante; diéronselo y con ellas se dirigió al convento de S. Juan de Dios, en donde se le reunieron los dos legos y juntos todos pasaron al del Carmen, en el que llamando con la campana destinada a hacer seña de confesion durante la noche, la pidieron para D. Juan Pablo de la Serna, persona conocida y vecino principal de aquella ciudad.

Engañado con este artificio, el lego carmelita portero abrió la puerta y asegurándose de él los conspiradores, sorprendieron y desarmaron a los soldados de guardia, y con las armas que quitaron a estos armaron a los los presos, a quienes pusieron en libertad a condicion de unírseles y ayudarlos en la empresa, y dejando en arresto a los carmelitas, que todos eran españoles, marcharon a la cárcel cuya guardia tambien sorprendieron.

Engrosado el número de los sublevados con los presos que de la cárcel sacaron, intentaron sorprender el cuartel de artillería, pero aunque segun se vé por estos hechos, era general el descuido y poca vigilancia en todas las guardias, la del comandante Cortina, cuya casa estaba en frente de este cuartel, sintió algun rumor y alarmado con él, hizo fuego sobre los conjurados, matando a cuatro de ellos e hiriendo al asistente de Sevilla; este no obstante avanzó rápidamente sobre el cuartel y héchose dueño de él, hizo sacar diez piezas que mandó colocar en las entradas de la plaza, asestando una contra la casa de Cortina. Apoderándonse con el mismo buen éxito de los demas cuarteles, y solo quedó defendiéndose Cortina con la tropa que en su casa tenia.

Para vencer esta resistencia, colocó Sevilla una compañía de infantería sobre la azotea de las casas reales, que dominaba a la de Cortina, y dió órden de hacer fuego sobre esta, dirigiendo la puntería a los balcones, ventanas y claraboyas. Herido Cortina en una mejilla, fue hecho prisionero con la tropa que le acompañaba, la cual habia matado a diez y siete de los asaltantes y herido a no pocos; la casa, tienda y bodegas, con muchos efectos, pues Cortina era de los principales comerciantes del lugar, fue entregada al saqueo, y sus hijas tuvieron que ocultarse con trabajo, para escapar de la lubricidad de Herrera. Este nombró intendente a D. Miguel Flores, vecino respetable de la ciudad, e hizo poner presos a mas de cuarenta españoles que en ella habia.

La revolucion quedó concluida a las siete de la mañana del día 11, y en él no hubo por entónces otra ocurrencia; pero en el siguiente, habiendo hecho fuego, segun se dijo, de la casa de D. Gerónimo Berdiez, español, sobre una patrulla que rondaba en el primer cuarto de la noche, el comandante de ella entró por fuerza en la casa, e hirió con el sable tan gravemente a Berdiez, que a poco tiempo murió.

Tres dias despues de estos sucesos, Iriarte, que como hemos visto se habia apoderado de Zacatecas, avisó con un correo que se hallaba en marcha para Guanajuato, a donde se dirigia en socorro de Allende, y preguntaba a Herrera y a sus compañeros si podria entrar en S. Luis; contestósele que sí, y en efecto llegó con una muchedumbre de indios con flechas, que evolucionaron formados en la plaza tirándolas al aire, y fue recibido con salvas, repiques y Te Deum, que es cosa que nunca faltaba en las fiestas de los insurgentes, y ademas se le dieron bailes por tres dias consecutivos. Iriarte, para corresponder a estos obsequios, hizo tambien un baile, al que convidó a los dos legos Herrera y Villerías y al oficial Sevilla; pero el festin fue interrumpido por la gente armada de Iriarte, que por órden de este, entró en la sala y se apoderó de los tres convidados, al mismo tiempo que otros de los suyos tomaban la artillería y se hacian dueños de la ciudad, que fue entregada al saqueo de aquella bárbara chusma, la cual en el dia siguiente quitó hasta las rejas de fierro de los balcones de las casas, alzando el grito de mueran los traidores de S. Luis. Villerías logró escaparse, y con cincuenta hombres que pudo reunir, huyó a Guanajuato a buscar la proteccion de Allende; quedaron presos Herrera y Sevilla, temiendo a cada momento que Iriarte mandase quitarles la vida, pero este hizo que se los presentasen en un convite con que celebró estos sucesos con sus oficiales; díjoles que estaban en libertad, y que la causa de aquel procedimiento habia sido, evitar una desgracia con sus personas, cuyo intento habia conseguido con el saqueo de la ciudad.

Esta revolucion, muy semejante a las que se refieren en la historia de las Repúblicas italianas de los siglos XV Y XVI, en que son tan frecuentes los actos de traicion y perfidia, terminó con nombrar Iriarte Mariscal de Campo al lego Herrera, coroneles a Sevilla y a otro oficial Lanzagorta, y dejar a este y a otro lego juanino llamado Zapata, encargados de las armas y municiones que quedaban en S. Luis, conservando a Flores en el empleo de intendente que Herrera le habia dado.

La esposa del general Calleja cayó en poder de Iriarte, y fue tratada con toda consideracion; esta circunstancia, y el haber sido Iriarte escribiente de la comandancia de brigada, en cuyo tiempo era conocido con el nombre del Cabo Leiton, hizo sospechar que tenia algunas inteligencias secretas con aquel general.

Arregladas así las cosas en S. Luis, Iriarte se preparó a salir de aquella ciudad para auxiliar a Allende que lo llamaba de Guanajuato con instancia.

Verificada la revolucion en la capital, se propagó rápidamente en toda la provincia, y siguiendo las riberas del rio de Tampico hasta las inmediaciones de este puerto, comprendió a toda la Huasteca comunicándose con el territorio sujeto a Villagran, y se extendió de aquí por el norte de las provincias de México y Veracruz, quedando bajo el poder de los insurgentes todo el dilatado espacio de uno a otro mar (32), en el que se comprendian las tres provincias que acababan de declararse por la insurreccion, que siendo de las mas ricas y pobladas de la Nueva España, proporcionaban sacar de ellas para continuarla, recursos abundantes con que reparar la pérdida sufrida en Aculco, presentándose la revolucion mas fuerte y temible, cuando aparecia enteramente destruida y falta de toda esperanza.

Pero aunque sus progresos hubiesen sido tan rápidos en aquellas provincias, la derrota de Aculco dejaba a merced de Calleja las de Guanajuato y Michoacán, y no podia dudarse que este general, aprovechando la ventaja que acababa de obtener, marcharia sin demora sobre la capital de la primera de estas, que era la mas proxima e importante.

Allende, como hemos visto, se dirigió a aquella ciudad con los pocos que le siguieron, y al acercarse a ella, el intendente Gomez dispuso se le hiciese un solemne recibimiento.

Estábase tratando de esto en cabildo, cuando un grande alboroto y tropel de gentes y caballos que se oyó en la plaza, hizo salir a los balcones de las casas consistoriales a los regidores, sobresaltados con aquella novedad; púsoseles delante y se mantuvo a su vista por largo rato, el cadáver desnudo de un hombre muerto a lanzadas y atravesado sobre un asno, que fue despues paseado por las calles de la ciudad hasta que se le dió sepultura. Este era el de D. Manuel Salas, criollo, vecino de Dolores, que se habia unido a Calleja cuando estuvo en aquel lugar, y preso después, era conducido a Guanajuato y fue muerto a la entrada de la ciudad.

Los regidores entendieron que este sangriento espectáculo se habia presentado a sus ojos para intimidarlos a ellos y a los vecinos distinguidos, que en lo general no eran inclinados a la revolucion (33).

El ayuntamiento salió a recibir a Allende, aunque no en forma de corporacion (34), y lo mismo hicieron las demas autoridades. Entró en la ciudad el dia 13 por la tarde, con porcion de hombres a caballo, algunos de los cuales le acompañaban desde Aculco y los mas se le hablan reunido en los pueblos de su tránsito; llegaron tambien con él los demas generales Aldama, Jimenez, Arias, Balleza y Abasolo.

Tratóse desde luego de poner en defensa la ciudad, para lo que dió bastante tiempo la tardanza de Calleja, que lento en sus movimientos, parecia dejar de intento renacer la revolución y cobrar nuevas fuerzas, para conservar la preponderancia que esta le habia hecho adquirir y venir a ser necesario, como desde entónces empezó a sospecharse (35).

La falta de fusiles y la imposibilidad de hacerlos, era la causa de que se diese por los insurgentes grande importancia a la artillería, y de su empeño para fundir mucho número de cañones en todas partes.

Dávalos, que quedó encargado por Hidalgo de construirlos, habia alistado veintidos, que se colocaron en diversas baterías situadas en los puntos que enfilan la entrada por la cañada de Marfil, que era por donde se suponía que habia de venir Calleja, y teniendo este que pasar por una garganta estrecha, tortuosa y dominada por uno y otro lado por montañas, que en algunas partes forman rocas escarpadas, esta disposición del terreno sugirió otro arbitrio de dañar al enemigo, fundado en la práctica de la minería, que es el arte y ejercicio de los habitantes de aquella poblacion. Diéronse en los puntos adecuados de la rocas que estrechan el paso, barrenos cuya explosion hiciese saltar pedazos grandes de peñas sobre el ejército real, a su tránsito por estos parajes.

Todo esto lo dirigió el administrador de Valenciana Chovell, con Dávalos y otro colegial de minería llamado Fabie, pensionista del consulado de Manila, que hacia su práctica en aquella mina y que habia sido nombrado Teniente Coronel del regimiento levantado por Chovell en la mísma; los conocimientos científicos de estos individuos eran análogos a esta clase de trabajos.

Ademas de reunir la gente que pudo levantar en las inmediaciones, Allende, para aumentar los medios de defensa, trató de excitar el entusiasmo de la plebe de Guanajuato, del modo mas propio para conmoverla. Venérase con particular devocion en aquella parroquia, una imagen de la Vírgen Santísima que es la patrona de la ciudad, a la que dispuso se hiciese una solemne funcion el domingo 18 de Noviembre, octava de la festividad del Patrocinio de Nuestra Señora, que es la advocacion de aquella imagen, sacando en procesion al Santísimo Sacramento como en el dia de Corpus, con la imagen de la Vírgen, y para llamar mas la atencion del pueblo, Aldama, Arias, Jimenez y Abasolo cargaban las andas en que se la habia colocado, y él mismo llevaba la cauda del manto con que estaba vestida; el regimiento de infantería levantado en Guanajuato, armado con lanzas y vestido de manta, marchaba cerrando la procesion (36).

El dia siguiente hizo juntar al clero y religiones, presidiendo la reunion Aldama, quien exhortó a los eclesiásticos a predicar en las calles y plazas, persuadiendo al pueblo a que defendiese la religion y pelease por ella hasta morir (37).

De los eclesiásticos unos se excusaron, otros cumplieron friamente lo que se les habia mandado, pero algunos otros, entre los que se señaló el padre franciscano Fr. Bernardo Conde, dejaron correr su verba con las mas extravagantes declaraciones. Por el lado contrario, los eclesiásticos que seguian el partido realista hacian iguales prédicas, distinguiéndose especialmente el padre misionero del colegio de la Cruz de Querétaro Fr. Francisco Bringas, que acompañaba a Calleja.

La religion servia así de instrumento a uno y a otro partido, y el pueblo no sabia a quien creer, oyendo invocar tan respetable nombre en favor de las dos causas, y se le ponia en riesgo de no creer a ninguno.

Ni las pompas religiosas, en las cuales tenian gran complacencia en manifestarse los jefes de los insurgentes, ni las atenciones graves de la defensa de la ciudad de que se ocupaba mas especialmente Chovell, apartaban a Allende y a sus compañeros de distracciones ménos dignas del papel que representaban. La mesa de juego estaba permanentemente puesta en las casas reales en que se alojaban, y eran frecuentes en ellas las diversiones, a las que no concurrian las personas decentes de la ciudad, que no tenian ninguna comunicacion con los jefes de la revolucion, cuyo trato estaba limitado a algunas mujeres de mala reputacion, y aquellas casas, que cuando las habitaba el intendente Riaño con su familia, eran ejemplar de decoro y punto de reunion de la buena sociedad, ofrecian un contraste que en una poblacion en que la gente principal se distinguia por sus buenas costumbres, no contribuia poco al descrédito de la revolucion y de los que en ella hacian cabeza.

Allende con los demas generales iba diariamente a inspeccionar las obras de defensa que se estaban haciendo, pero esto tampoco era con el empeño que las circunstancias parecian exigir.

Hidalgo en Valladolid se empleó en ocupaciones que estaban en consonancia con su carrera de estudiante. Escribió en aquella ciudad un manifiesto que mandó leer en todas las iglesias parroquiales y de los conventos, satisfaciendo a las acusaciones contenidas en el edicto que contra él publicaron los inquisidores, a quienes inculpó de haberse dejado arrastrar por el espíritu de paisanaje, y de haber incurrido en contradicciones manifiestas, imputándole errores incompatibles y que se excluyen unos a otros.

Los inquisidores publicaron con este motivo un nuevo edicto (38), en que contestando sobre las contradicciones que Hidalgo les echaba en cara, pretendieron que ellas eran efecto, no del tribunal, sino del progreso de los errores en que Hidalgo habia caido sucesivamente, segun se manifestaría por su causa cuando esta se concluyese y viese públicamente, sentenciándola en rebeldía; y renovando las censuras y penas decretadas contra todos los que leyesen y conservasen en su poder las proclamas y papeles de los insurgentes o de los franceses, hicieron extensiva la prohibición a todas las publicaciones que habian llegado a su conocimiento, y a todos los escritos que de nuevo se circulasen, para quitar la excusa de que por ser posteriores al edicto, no estaban comprendidos en él; mas sin embargo de estas conminaciones, continuaban aquellos pasando con empeño de mano en mano, hasta que llegaban a la de algun celoso y fiel vasallo que los denunciase; lo que prueba el poco efecto que producian las censuras, empleadas como auxiliares de la política, y la pugna que causaban en las conciencias, buscando aun los timoratos pretextos para eludirlas.

El Virrey (39) mandó que este manifiesto de Hidalgo y otras proclamas manuscritas que habian llegado a sus manos, se quemasen por la del verdugo en la plaza pública, declarando al mismo tiempo delito de alta traicion, el conservar en su poder o comunicar a otros estos papeles, que calificó de libelos incendiarios, sometiendo a los que no los entregasen al juez del lugar de su residencia, a las penas que se reservaba imponer, segun la gravedad del delito.

Si la posicion militar de Allende en Guanajuato era peligrosa, no era tampoco segura la de Hidalgo en Valladolid. Las fuerzas que allí podia reunir eran insuficientes para sostenerse en caso de ser atacado, reduciéndose a algunos cañones que se habian fundido durante su ausencia, a un regimiento de infantería levantado por D. Juan de Foncerrada y Soravilla, que aunque de doce compañías, solo siete estaban medianamente armadas (40), y a la gente a caballo del campo que era fácil reunir en mucho número, pero que por su indisciplina y falta de armamento, era de muy poca utilidad.

Felizmente para él, el progreso de la revolucion en la Nueva Galicia y la division que se introdujo entre los jefes que la hicieron, le presentó la ocasion de dejar a Valladolid y dirigirse a Guadalajara, saliendo de una manera plausible de una situacion comprometida, para dar un nuevo y mas ventajoso aspecto al estado de las cosas.


Notas

(1) Todo esto está tomado de la relacion que el mismo Abarca hizo a Calleja, en carta particular que le escribió en 9 de Octubre de 1811, con motivo de felicitarle por su ascenso a Mariscal de Campo, en que le llamó amigo y colega, por haber estado ambos en el colegio de cadetes de la isla de León. Esta carta ha sido publicada por Bustamante, Campo de Call., fol. 97, en ella dice:

No mando la Nueva Galicia, desde que fue depuesto el Exmo. Sr. D. José Iturrigaray. Se empeñaron sus enemigos en que lo declarase traidor, sin declararlo ellos, pero me mantuve firme en mi silencio, aunque subordinado a la autoridad que se estableció en México.

(2) Me declararon una guerra encarnizada y quisieron deponerme, lo que dejó de hacerse por no poderse avenir en el modo de sorprenderme. Carta citada.

(3) Se me precisó a permitir que se formase una junta que se llamase auxiliar del gobierno, y que fuese déspota. Idem.

(4) Véase tomo 1°.

Las visperas sicilianas, como es bien sabido, fueron una conspiracion formada en Sicilia para degollar al toque de vísperas a todos los franceses que residian en la isla, habiéndose apoderado de ella.

(5) Así se refiere en la sentencia de muerte pronunciada contra Torres, cuando fue preso en Palo alto el 5 de Abril de 1811, dada por la audiencia de Guadalajara, que extracta Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 144.

(6) Todos estos pormenores los da el mismo Abarca, en su carta citada a Calleja. Bustamante, Camp. de Call., f. 99.

(7) Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 139.

(8) Carta de Abarca a Calleja. Bustamante, Camp. de Call., fol. 99.

(9) Idem. Tuve que nombrar comandante al oidor Recacho y le dí a vd. aviso de que marchaba a Lagos, pero llegó a Jalos y volvió a Guadalajara sin darle a vd. aviso ni a nadie. Son las palabras de Abarca.

(10) Este Alva, que se llamaba D. Juan Hernandez de Alva, era hijo de un fiscal de la audiencia de México, por cuya consideracion se le dió la toga.

(11) Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 140.

(12) Recacho dirigió al Virrey desde la fortaleza de S. Diego de Acapulco, un parte con fecha 31 de Diciembre de 1810, que se insertó en la Gaceta de 19 de Febrero de 1811, tomo 2°, núm. 25, fol. 157, en el que dice que a media legua de la Barca encontró al Sr. cura con sus clérigos y el Santísimo Sacramento. que habia sacado de su iglesia, cerrándola en virtud del entredicho, al que hizo subir con su Majestad a un coche en que llevaba los heridos. Es cosa extraña que no le ocurriese al cura consumir las formas, en vez de emprender con ellas tan larga peregrmaClon. D. Antonio Corbaton, capitan de una de las compañías de voluntarios europeos, que se halló en la accion, reclamó en la Gaceta de 29 de Marzo, núm. 37, fol. 262, contra lo que dijo el Dr. D. José Angel Sierra en la de 3 del mismo, núm. 31, fol. 202, que atribuyó la pérdida de Guadalajara a las acciones de la Barca y Zacoalco, sosteniendo que en la primera las tropas reales quedaron vencedoras, lo que prueba con el aparato con que fueron recibidas en Guadalajara. Cierto es que rechazaron a los insurgentes; pero lo es tambien que se vieron obligadas a retirarse, por no poderse sostener en aquel punto.

(13) Cuadro histórico, tomo 1°, fols. 142 y 145.

(14) Algun tiempo despues Villa señor tomó el hábito de San Juan de Dios, y murió de lego en esta religión.

(15) Así lo dice Abarca en la carta citada. Bustamante, Campaña de Calleja, fol. 100.

(16) Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 141.

(17) Abarca, carta citada.

(18) El mismo, ib. Mis fuerzas, dice, consistian en ciento diez zaragates que acababa de vestir de soldados y con ellos, un oficial veterano y cinco del pais, quise hacer frente a la muchedumbre. Me rodeaban entónces cincuenta mil hombres, y no tenia en la ciudad mas maiz que para once días. Probablemente en el número de cincuenta mil hombres hay exageracion, pues debe tenerse presente que Abarca escribia para vindicarse.

(19) Por último, caí en cama, y estando en ella, recomendándome el alma, capituló la ciudad. Abarca, en dicha carta.

(20) Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 148.

(21) Arechederreta, Apuntes históricos.

(22) Fue padre de D. Máximo Garro que murió el año de 1846, siendo ministro plenipotenciario de la República en Paris, y servia entónces en la clase de teniente en el batallon provincial de Guadalajara.

(23) Este informe se halla en el expediente de las campañas de Calleja, y lo publicó Bustamante en el opúsculo de estas y en el Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 148.

(24) La relacion de la revolucion de Zacatecas, se ha extractado del informe que el intendente de aquella provincia D. Francisco Rendon dirigió al Virrey desde Guadalajara con fecha 27 de Enero de 1811, publicado por Bustamante, Campañas de Calleja. fol. 45.

(25) Véase el Capítulo 3°.

(26) Camarena fue fusilado por órden de Calleja, el 22 de Febrero de 1811, en el camino de Guadalajara a S. Luis. Con este motivo, Bustamante, Campañas de Calleja, fol. 51, copiando un verso de una fábula de Samaniego dice: En pos va del delito el escarmiento. Pero si aquel autor aplaude el castigo de Camarena, no parece que haya razon para censurar el de los demas, pues todos eran lo mismo.

(27) Véase en las Campañas de Calleja, fol. 51 y siguientes, toda esta correspondencia.

(28) Véase la contestacion de Venegas a Calleja. Campañas de Calleja, fol. 53, y Cuadro histórico, tomo 1° fol. 130.

(29) Todas estas noticias y otras de que haré uso relativas al Dr. Cos, se las dió él mismo en Pázcuaro, a donde se retiró despues de indultado, al P. D. Pedro Rafael Conejo, sujeto muy recomendable y de toda verdad, quien las comunicó al P. D. Múcio Valdovinos, a cuya amistad las debo.

(30) He tomado las noticias relativas a la revolucion de S. Luis, del Cuadro histórico de Bustamante, quien las ha sacado de apuntes que de aquella ciudad le dieron, y de cuya verdad he cuidado de cerciorarme.

(31) Tom. 1°, lib. 20., cap. 30., f. 302.

(32) En esta nota, Lucas Alamán invita a ver la lámina correspondiente a un mapa en el que se expone la extensión territorial de la zona liberada por las fuerzas insurgentes, al igual que el territorio dominado por las fuerzas militares realistas al mando de Calleja, reproducida en la edición de papel. Como en este caso no nos es posible incluirla, tan sólo señalamos lo anotado por el autor. Aclaración de Chantal López y Omar Cortés.

(33) Exposicion del ayuntamiento de Guanajuato, fols. 43 y 44.

(34) Idem, fol. 45.

(35) Todo lo relativo a la defensa y toma de Guanajuato, yo lo presencié o supe de los que en ello intervinieron. Dícelo tambien Bustamante.

(36) Exposicion del ayuntamiento, fol. 47. Yo vi esta procesion, tal como va descrita.

(37) Exposicion del ayuntamiento, fol. 47.

(38) Edicto de 26 de Enero de 1811, inserto en la Gaceta de ° de Febrero, tomo 2°, fol. 101.

(39) Bando de 19 de Enero de 1811, inserto en la Gaceta de 22 del mismo, tomo 2°, fol. 67.

(40) Bustamante, Cuadro histórico, Tomo 1°, fol. 146.

Índice de Revolución del cura Miguel Hidalgo hasta la muerte de éste y de sus compañeros de Lucas AlamánCapítulo III - Segunda parteCapítulo V - Primera parteBiblioteca Virtual Antorcha