Índice de Revolución del cura Miguel Hidalgo hasta la muerte de éste y de sus compañeros de Lucas AlamánCapítulo V - Primera parteCapítulo VIBiblioteca Virtual Antorcha

REVOLUCIÓN DEL CURA MIGUEL HIDALGO
HASTA LA MUERTE DE ÉSTE Y DE SUS COMPAÑEROS

Lucas Alamán

CAPÍTULO V

Segunda parte

Ocupa Calleja a Valenciana y Flon el Cerro de S. Miguel.- Huyen Allende y los demás generales.- Matanza de los presos en Granaditas.- Entra Calleja en la ciudad habiendo dado órden de tocar a degüello.- Suspéndese esta órden.- Prisiones y ejecuciones.- Disposiciones de Calleja.- Quintana.- Canal.- Nombra Calleja intendente a Marañon.- Sale el ejército de Guanajuato.- Bando publicado en Silao.- Indulto del cura Labarrieta.- Expedicion de Cruz a Huichapan.- Fuga de Villagran y continuacion de sus depredaciones.- Llegada de Cruz a Querétaro.- Marcha a Valladolid.- Ocupacion de esta ciudad.- Sus consecuencias.


Luego que en la ciudad se supo la aproximacion de Calleja por el fuego de cañon que se oyó en Jalapita se tocó la generala, y la campana mayor de la parroquia hizo la seña que se habia anunciado, para que todo el vecindario ocurriese a la defensa, y se esparcieron por la poblacion hombres armados, que entraban en las casas y obligaban a salir a los que se resistian, no obstante lo cual muchos se ocultaron, y otros subieron a los cerros para ser solamente espectadores del combate.

Calleja y Flon simultáneamente, iban ocupando casi sin resistencia, los diez puntos fortificados que habia a uno y otro lado de la cañada, correspondiéndose entre sí y cuyos fuegos se cruzaban, pero que mal podian ser defendidos por gente indisciplinada, armada con pocos fusiles y con los frascos de azogue que con tan poco efecto, se intentó hacer servir en vez de aquellos; los mas no tenian otras armas que palos, lanzas y piedras, y aunque hacian caer lluvias de estas sobre la tropa que los atacaba, el fuego de la artillería que iba enfilando las posiciones una por una, con los oportunos ataques de la infantería, desbarataba pronto con mucha pérdida aquellos pelotones, que dejaban abandonados los cañones y corriendo de uno a otro punto, llevaban el desórden y el terror a todos.

Seis horas tardó Calleja en llegar a la mina de Valenciana y Flon a la altura de las Carreras y cerro de S. Miguel que domina a la ciudad, detenidos mas que por la tenacidad de la resistencia, por las dificultades del terreno, cuyas desigualdades y aspereza obligaban a llevar la artillería estirada por los soldados.

La pérdida del ejército real se redujo a un dragon muerto, con pocos heridos y contusos de piedra, entre los que se contó el conde de la Cadena; lo que prueba los escasos medios de defensa que podian emplear los insurgentes, pues aun la artillería de que tenian veintidos cañones, estaba tan mal montada que las piezas no podian variar la puntería, quedando fijas en la posicion que una vez se les daba. La de estos la hace subir el ayuntamiento de aquella ciudad (1) a ocho mil hombres, y Calleja sin fijar número, dice en su parte que fue muy considerable; pero de la relacion dada por el cura de Marfil, encargado de enterrar los cadáveres (2), resulta que no se recogieron mas que doscientos cuarenta y seis, de los cuales se encontraron doscientos catorce en el cerro de Tumulto, que desde entónces se llama de la Guerra, por haber sido aquel punto en donde fue mas empeñada la pelea, y aunque quedaron muchos esparcidos en las barrancas en que cayeron en la fuga, en socavones de minas viejas y en otros lugares inaccesibles, nunca podrán pasar de mil y quinientos. El ayuntamiento queria lisonjear al Virrey, haciendo parecer muy considerable la pérdida de los insurgentes, y Calleja, por hacer mas glorioso su triunfo, exagera tambien el número de combatientes que dice llegaban a setenta mil, cuando no podia haber ni aun la mitad, pues no concurrió a la accion mas que la gente reunida en algunos puntos comarcanos, y una parte de la plebe de la ciudad y de las minas.

Allende y los demás generales permanecieron durante toda la batalla en la ciudad en las casas reales, no habiendo visto ni aun el humo de la artillería, siendo Jimenez el único que estuvo presente en la accion. Habiendo abandonado así sin direccion ni jefes a la gente que se sacrificaba por su causa, luego que supo que estaban perdidas las baterías y que las tropas reales avanzaban sobre la ciudad, emprendió la fuga con su comitiva de generales y pocos hombres de a caballo, escoltando las mulas de carga en que llevó el dinero que le quedaba, y se apresuró a tomar el camino de la sierra de Santa Rosa por la mina de Mellado, antes que fuese interceptado por Calleja que se dirigia a la de Valenciana.

Bustamante asienta que permaneció en la ciudad hasta el dia siguiente, sosteniendo un cañon que había hecho situar en el cerro del Cuarto, y que se retiró con su tropa sin que osase nadie perseguirle (3); pero todo es completamente falso, pues no hubo tropa que le siguiese y la fuga fue tan anticipada, que esto y no otra cosa fue lo que impidió que fuese perseguido.

Sabida la derrota de los insurgentes, la plebe comenzó a formar pelotones (4) y a presentarse en las cercanías de la alhóndiga de Granaditas, en donde estaban los presos españoles y algunos mexicanos contrarios a la revolucion, con el objeto de degollarlos; pero la contenia la guardia del regimiento levantado en la ciudad por órden de Hidalgo que custodiaba el edificio, y que aquel dia mandaba el capitan D. Mariano Covarrubias.

Acertaron a pasar entónces por el camino que va a las minas, frente a la esquina de la misma alhóndiga, Allende y los demas generales que iban en fuga, y el uno de ellos, sin que se pudiese distinguir quien, dirigió la voz al pueblo reunido en un gran grupo delante de la alhóndiga, diciéndole:

¿Qué hacen que no acaban con esos?

Así resulta del proceso formado algun tiempo despues al capitan Covarrubias (5), aunque Allende, Aldama y Chico, en las declaraciones que dieron en sus causas, imputan el hecho exclusivamente al pueblo. Con tal exhortacion, este no pudo ya ser contenido; se precipitó a la puerta de la alhóndiga atropellando a la guardia, una parte de la cual se unió a él, y aunque intentó impedir la entrada D. Mariano Liciaga, hiriendo a varios con el sable, cayó en tierra de una pedrada y pudo con dificultad salvar la vida. Ocurrió en seguida D. Pedro Otero y el sargento Francisco Tobar, y tambien se presentó el cura D. Juan de Dios Gutierrez con algunos eclesiásticos, pero no pudieron evitar el estrago (6).

El pueblo se arrojó sobre los presos y degolló en breve la mayor parte (7) de los doscientos cuarenta y siete que estaban reunidos en aquel edificio, no habiendo acabado con todos, porque los restantes se pudieron encerrar y defender en algunas de las bodegas, cuyas puertas hacian esfuerzo para derribar los asesinos, cuando se pusieron estos en fuga por haber corrido la voz de que Calleja llegaba, aprovechando este momento aquellos desgraciados para escapar y guarecerse en el convento inmediato de Belen y en algunas casas particulares.

En una de estas bodegas o trojes estaban encerrados muchos de los europeos vecinos de S. Miguel, y por esta casualidad salvaron la vida Berrio, Landeta e Isasi (8), a quienes hemos visto que Allende y Aldama debian el primero su educacion y suerte, y el segundo el caudal, que con la proteccion de los dos últimos se habia labrado.

Lograron tambien escapar D. Márcos y D. Domingo Conde, capitanes del regimiento de la Reina, aunque el primero salió gravemente herido.

En la matanza perecieron el asesor de la intendencia D. Manuel Perez Valdés, el teniente coronel de la Reina Barros, el mayor del mismo cuerpo Camuñez, D. Francisco Rodriguez, que aunque anciano y ciego habia sido llevado de Pénjamo a la prision, y muchos vecinos respetables de Guanajuato y de los pueblos de la provincia y de las inmediatas.

Entre los muertos en la alhóndiga, se comprendieron D. Pablo y D. Antonio María de la Rosa, ambos americanos (9); lo fueron también D. Agustin Cañas, administrador de alcabalas de Salamanca, y su esposa, señora gallega, que quiso acompañar a su marido en la prision, de cuyo cadáver se dijo habian abusado torpemente los asesinos, y quedó gravemente herida su hija (10), que también quizo seguir la suerte de su esposo, que fue muerto. Todos los cadáveres fueron despojados de su ropa y saqueadas las camas y los tercios con efectos que estaban todavía depositados en aquel edificio, echándose de ver en este y otros sucesos semejantes, las consecuencias del funesto resorte que Hidalgo habia movido para dar impulso a la revolucion.

Los presos que estaban en el oratorio de S. Felipe Neri, antiguo colegio de los jesuitas, pasaron la noche ocultos en la bóveda de la iglesia que servía de sepulcro; uno de ellos fue el capitan Pelaez y otras personas distinguidas, algunas de las cuales habian sido enviadas a Irapuato, de donde se las trajo a este edificio al acercarse Calleja a aquel pueblo (11).

Pasó Calleja la noche en Valenciana, ocupando una posicion que le proporcionaba batir a los independientes con ventaja el dia siguiente, si encontraba alguna resistencia; mas habiendo llegado a aquel punto cuando todavía quedaba tiempo para tomar la ciudad en la misma tarde, el capitan de los voluntarios de Celaya D. Antonio Linares le instaba para que continuase su marcha y salvase a los prisioneros españoles, a quienes consideraba en peligro; pero le contestó que bastaba por aquel dia, en el que se habia hecho más de lo que esperaba (12).

Flan, con la seccion de su mando, permaneció en las alturas de las Carreras y cerro de S. Miguel. Calleja hizo llamar al encargado de justicia de Valenciana, y le previno continuase desempeñando aquel cargo, aunque habia sido nombrado por Hidalgo, dándole el bando del indulto y el edicto de la inquisicion contra este, para que los publicase y fijase el dia inmediato.

Chovell, los padres capellanes de la mina, y otros que se hallaban temerosos y dispuestos a escapar en aquella noche, se tranquilizaron en vista de estos documentos y se quedaron en sus casas juzgándose seguros.

A las tres y media de la mañana del 25, los insurgentes rompieron el fuego sobre las tropas de Flan, con el cañon de grueso calibre que desde el dia anterior habian situado en el cerro del Cuarto, el que se dijo era servido por un norte-americano; Flan hizo contestar desde el de S. Miguel con una de las piezas que habia tomado, pues no habia llevado consigo ninguna; las balas de una y otra parte pasaban por sobre la ciudad, aumentando el terror de que estaban poseidos los habitantes con la matanza de la alhóndiga.

Al amanecer emprendió Calleja su marcha, y luego que bajó a punto conveniente, hizo situar dos cañones para batir al del cerro del Cuarto, cuyo fuego le molestaba al paso por la calzada de Valenciana, y habiendo logrado desmontarlo a los primeros tiros, los insurgentes lo abandonaron siendo atacados por tropa de infantería y caballería.

Dos granaderos de Celaya fueron muertos por un tiro, que por casualidad se fue a uno de sus mismos compañeros.

Quitado el obstáculo que presentaba el fuego de aquel cañon, siguió Calleja avanzando por el camino de las minas, al mismo tiempo que Flan bajaba por el de las Carreras.

Antes de salir de Valenciana recibió Calleja la noticia de la matanza de los presos en la alhóndiga, por uno de los españoles que lograron escapar de ella, llamado D. Andrés Otero, que habia pasado la noche oculto en el coro de la iglesia de aquella mina, por lo que mandó prender a Chovell y a otras personas de aquel lugar, y pasando delante de la alhóndiga e informado de la verdad del hecho por el capitan del regimiento de Puebla Guizarnótegui (e), que por su mandado habia entrado a reconocer el edificio, en el primer impulso de indignacion hizo dar muerte inmediatamente a seis o siete hombres que Guizarnótegui le presentó, que fueron encontrados en la misma alhóndiga, y se supuso haber tenido parte en el crímen, o que habian entrado a robar (13), y dió la órden de tocar a degüello, para llevar a fuego y sangre la ciudad, la que hizo luego suspender (14) para ejecutar castigos mas meditados.

Flon dió la misma órden que Calleja, pero como las calles estaban enteramente solas y las casas cerradas, no tuvo efecto alguno, y habiendo llegado a la plaza se le presentó el padre dieguino Fr. José María de Jesus Belaunzaran (15), religioso respetado en la ciudad, que echándose a sus piés y presentándole la imágen de Jesucristo crucificado, obtuvo que mandase suspender aquella bárbara disposicion (16).

Calleja llegó luego a la plaza, y quedando en la ciudad el regimiento de infantería de la Corona y el de dragones de Puebla, hizo volver a salir inmediatamente a todo el ejército que acampó en las alturas de Jalapita, a la entrada de la cañada de Marfil.

En el mismo dia mandó Calleja publicar un bando amenazador (17), en el que decia que los crímenes inauditos cometidos por los habitantes de aquella ciudad desde el principio de la revolucion, y especialmente el horrible atentado ejecutado en la alhóndiga de Granaditas, pasando a cuchillo a sangre fria en la tarde del dia anterior mas de doscientas personas, estaban pidiendo la mas atroz y ejemplar venganza; que aunque habia mandado suspender por un efecto de humanidad, la órden que habia dado en aquella mañana al entrar en la ciudad, de llevarla a fuego y sangre y dejarla sepultada bajo sus ruinas, no por eso debian quedar del todo impunes delitos tan atroces, ni hacer participante a aquella poblacion de las gracias concedidas por el Virrey a los pueblos que habian depuesto las armas al presentarse en ellos las tropas reales; en consecuencia mandó, bajo la pena de ser pasados por las armas los contraventores, que se presentasen toda clase de armas y municiones, y se delatase a todos los que hubiesen favorecido o fomentado la revolucion; prohibió bajo la misma pena, toda especie de conversacion sediciosa y con la de una fuerte multa o doscientos azotes, segun la calidad de las personas, el salir a la calle por la noche sin permiso por escrito dado por el mismo, o por el intendente interino que nombró, así como cualquiera reunion de gente del pueblo que excediese de tres personas, la que seria dispersada a balazos, y por último previno se presentasen los tejos de oro o plata comprados por ménos de su legítimo valor. Procedióse al mismo tiempo a la prision del intendente Gomez y de todos los que habiendo obtenido empleos durante la ocupacion de la ciudad por los insurgentes, o habiéndose señalado por los servicios que les habian prestado, cometieron la temeridad de no fugarse u ocultarse, sin que se pueda atinar qué razon tuvieron para tan necia confianza, habiéndola llevado D. Rafael Dávalos (18) hasta el grado de andar en la calle entre la tropa, la que lo prendió, y habia tenido la buena suerte de que lo volvieran a dejar en libertad, cuando al soltarle los brazos que le ataron con un porta fusil, un granadero percibió en la vuelta de la manga de la chaqueta un papel que le sacó y presentó a uno de sus jefes; este papel era una cuenta relativa a la fundicion de cañones de que Dávalos estaba encargado, lo que dió motivo a su reaprehension.

Todos fueron conducidos en cuerda y a pié, por la cañada de Marfil que llevaba entónces alguna agua, al campamento de Jalapita, en donde pasaron la noche sin alimentos ni abrigo. Hizo tambien Calleja recoger toda la gente del pueblo que se encontró por los barrios destacando al efecto partidas de tropa, la que fue llevada a la alhóndiga de Granaditas.

El lúnes 26 de Noviembre, dia en que Hidalgo hacia su entrada triunfal en Guadalajara, fueron traidos del campamento los presos, de la misma manera que se les llevó, y se les condujo a la alhóndiga, en la que los esperaba Flon, comisionado por Calleja para sentenciarlos.

Era su carácter propenso a excesiva severidad, y en esta vez aquella disposicion natural era estimulada por la reciente matanza de los españoles, cuyos cadáveres desnudos se estaban a la sazon sacando para enterrarlos en el cementerio de Belen y en la iglesia de S. Roque, y por el recuerdo de la muerte de su concuño Riaño, acaecida en aquel lugar de funesta memoria para Guanajuato (19).

Hízose, con asistencia del escribano de cabildo, un lijero exámen de la gente del pueblo que habia sido recogida el dia anterior en aquel edificio, para calificar los que habian concurrido al degüello de los europeos, y muchos fueron puestos en libertad por parecer exentos de aquel crímen; los que quedaron se diezmaron y de ellos se sacaron diez y ocho en suerte, los cuales en la misma mañana fueron pasados por las armas por no haber verdugo para ahorcarlos, haciéndose la ejecución dentro del patio de la propia alhóndiga, en el zaguan correspondiente a la puerta del costado, la que como se ha dicho, se habia cerrado con una pared, cuando se dispuso por el intendente Riaño la defensa en aquel sitio.

En cuanto a los presos de clase más distinguida, estableció Calleja que fuesen condenados a la pena capital todos los empleados y militares que hubiesen tomado parte en la revolucion, y los que en esta habian obtenido grados superiores o prestádole servicios extraordinarios, y por estos principios mandó Flon fusilar por la espalda como traidores, en el mismo dia y lugar en que lo fueron los que cayeron en suerte de los diezmados, a D. José Francisco Gomez, que habia sido ayudante mayor del regimiento de infantería de Valladolid y administrador de tabacos en Guanajuato, de donde le nombró intendente Hidalgo; a D. Rafael Dávalos, director de la fundicion de cañones; a D. José Ordoñez, teniente veterano del regimiento del Príncipe, a quien Hidalgo hizo sargento mayor del de Guanajuato, con grado de teniente coronel; a D. Mariano Ricocochea, administrador de tabacos de Zamora y a D. Rafael Venegas, ambos coroneles, siendo en todo veintitres los ejecutados en aquel dia, inclusos los diez y ocho diezmados, segun la certificacion que dió el teniente del regimiento de la Corona D. José Monter, que mandaba la partida encargada de la ejecucion (20).

Quiso Calleja causar el mayor terror con el aparato de estas ejecuciones, y al efecto, hizo poner horcas en todas las plazuelas de la ciudad, ademas de la que habia en la plaza (21), en lo que hizo trabajar a todos los carpinteros que pudieron encontrarse, y el dia 27 habiendo sido sorteados diez y ocho individuos del pueblo, se les ahorcó en la plaza a la entrada de la noche.

Era esta muy obscura y la ciudad toda se hallaba en el mas pavoroso silencio, y como la plaza está en lo mas profundo del estrecho valle en que se halla situada, rodeada como en anfiteatro por toda la poblacion, desde toda ella se descubria el fúnebre resplandor de las teas de ocote que alumbraban la terrible escena, y se oian las exhortaciones de los eclesiásticos que auxiliaban a las víctimas, y los lamentos de estas implorando misericordia.

Muchos años han transcurrido desde entónces, y nunca se ha podido debilitar en mi espíritu la profunda impresion que en él hizo aquella noche de horror (22).

En la tarde del día 28, fueron ejecutados en la horca colocada frente a la puerta principal de la alhóndiga, D. Casimiro Chovell, administrador de la mina de Valenciana y coronel del regimiento de infantería levantado en ella (23); D. Ramon Favie, teniente coronel; y el mayor del mismo cuerpo D. Ignacio Ayala, cuñado de Chovell, con otros cinco individuos.

El ayuntamiento, en su vindicacion dirigida al Virrey Venegas, hace notar que ninguna de las tres personas notables ejecutadas en este dia, ni de las cinco que lo fueron el dia 26, era nacida en Guanajuato, para prueba de que ninguno de los vecinos distinguidos de aquella ciudad tomó parte en la revolucion (24).

El 29 por la tarde, cuando habian sido ya ahorcados dos de los cuatro individuos que estaban condenados a sufrir aquella pena en el mismo lugar, un repique general de campanas anunció la publicacion del indulto, con lo que no fueron ejecutados los otros dos.

El pueblo angustiado con tan continuas ejecuciones, salió entónces lleno de regocijo de los puntos en que se habia ocultado y se dirigió en tropel a la plaza, presentándose en frente de las casas reales en donde estaba alojado Calleja, el cual se presentó en el balcon e hizo un discurso, encareciendo la indulgencia con que habia hecho extensivas a aquella poblacion las gracias concedidas por el Virrey, sin embargo de haberse perpetrado en ella tan atroces crímenes que la habían hecho merecedora de los mas severos castigos; el pueblo prorrumpió en aclamaciones al Rey y al mismo general (25).

No obstante, despues de la publicacion del indulto, fueron todavía ahorcados el 5 de Diciembre en Granaditas cinco individuos mas, presos de antemano, culpables de otros crímenes, y que se creyó lo eran tambien de los asesinatos de los presos españoles (26) siendo en todo cincuenta y seis los que fueron fusilados o ahorcados en estas diversas ejecuciones.

Habíase procedido entre tanto a recoger las armas, en cumplimiento del bando publicado por Calleja el dia de su entrada en la ciudad, lo que se ejecutó con tal rigor, que se obligó a entregar hasta los espadines de adorno, algunos de los cuales tenian puños de mucho valor, de que se aprovechó Calleja con poca delicadeza (27) en cuya materia su conducta no estuvo exenta de justa censura.

Entre las armas que se recogieron se comprendieron las del teniente coronel D. Manuel García de Quintana, comandante del batallón de Guanajuato, quien hallándose enfermo en León cuando la ciudad fue tomada, permaneció en aquella villa sin ser molestado por Hidalgo, a pesar de ser europeo; esto dió motivo a que, habiendo reclamado sus armas, como militar y caballero que era del órden de Calatrava, las que en el primer momento de terror habian sido entregadas por su esposa, Calleja le contestase con estas duras palabras:

Es muy de admirar que reclame V. las armas que se le han recogido, como correspondientes a su graduacion y condecoracion, cuando no ha sabido emplearlas en defensa de su soberano y en sostener ese mismo decoro, y cuando se le encuentra dentro de un país ocupado por los insurgentes, sin haber dado antes paso alguno que yo sepa, en desempeño de las obligaciones que como jefe de un cuerpo y como fiel vasallo le correspondia. En esta virtud, y debiendo V. dar cuenta de su conducta al Exmo. Sr. Virrey de estos Reinos, le incluyo el adjunto pasaporte, para que en el término que él señala, se presente en la capital.

Tal era la severidad con que Calleja cuidaba del cumplimiento de los deberes de los militares; Quintana no pudo ejecutar lo que se le mandaba y murió poco tiempo despues (28).

Con mayor dureza fue tratado el coronel de la Reina, Canal. Antes hemos visto que este jefe, por complicidad o por timidez, no hizo esfuerzo alguno para impedir la entrada de Hidalgo en S. Miguel, y que huyó de aquella Villa al acercarse a ella Flon. Desde entónces habia permanecido en Guanajuato, y habiéndose verificado la entrada en esta ciudad del ejército real, un piquete de voluntarios lo sacó por órden de Calleja de la casa en que estaba alojado, y con los brazos atados con un porta fusil, fue conducido en cuerda con los demas presos y con la gente del pueblo que habia sido cogida hasta el campamento de Jalapita, haciéndole andar legua y media a pié y pasar todo el dia y la noche sin alimento, sentado sobre un carro, sufriendo toda especie de malos tratamientos y siendo el ludibrio de los soldados, para hacerle volver en la misma forma el dia siguiente a la alhóndiga, donde fue puesto en estrecha prision, oyendo las ejecuciones que se estaban haciendo, incierto de si le tocaria la misma suerte. Habiéndosele comenzado a procesar, fue remitido a Querétaro, donde se le siguió causa por el comandante de brigada, y aunque se acogió al indulto concedido por las cortes, murió en su prision en el convento de S. Francisco de aquella ciudad, habiéndole precedido al sepulcro su buena esposa, que no omitió diligencia alguna para conseguir su libertad.

Era Canal de una de las mas antiguas e ilustres familias del pais y disfrutaba un opulento caudal. Indeciso, como suele suceder en todos los hombres de su clase, en el momento crítico, ni admitió la invitacion de Hidalgo para unirse a él, dando con el respeto de su nombre gran peso a la revolucion, ni contestó tampoco a los realistas por quienes fue perseguido (29).

Todos los demas presos fueron puestos en libertad, aun aquellos que como D. Francisco Robles director de la casa de moneda, habian ocupado puestos importantes, a excepcion de los capellanes de Valenciana y otros eclesiásticos que con sus sermones habian excitado al pueblo a la defensa, los cuales fueron conducidos a Querétaro, en donde se les puso en diversos conventos.

La tropa no cometió desórden alguno, a diferencia de lo que sucedió en S. Miguel cuando entró Flon en aquella Villa, en la que no solo fue saqueada la casa de Canal y otras de sujetos adictos a la revolucion, sino que tambien se consumó el despojo de algunas casas de europeos que habian sido ya saqueadas por los insurgentes (30).

Para restablecer la administracion pública en Guanajuato, nombró Calleja el dia mismo de su entrada en aquella ciudad, intendente interino de la provincia al regidor alférez real D. Fernando Perez Marañon, que habia rehusado servir este empleo por nombramiento de Hidalgo; esta circunstancia y los términos de que usó el Virrey al confirmar el nombramiento (31), dieron motivo para creer que Marañon estaba de antemano en relaciones con el Virrey y con Calleja, y que era quien les instruia de cuanto pasaba en la ciudad para dirigir con acierto sus operaciones; despues se le dió el grado de teniente coronel, para que ejerciese tambien el mando militar en calidad de comandante general de la provincia. Hizo Calleja se repusiese en el empleo de alcalde a D. Miguel Arizmendi, que habia sido privado de él por ser español, y mandó se hiciese nueva eleccion del otro alcalde que faltaba, considerando ilegal la que se habia verificado durante el dominio de Hidalgo, la que recayó otra vez en el mismo D. José María Chico nombrado entónces. Todos los demas empleos que habian quedado vacantes por muerte de los que los obtenian, fueron provistos provisionalmente hasta la aprobacion del Virrey.

Concluidas todas las disposiciones necesarias para el arreglo del gobierno en Guanajuato, resolvió Calleja dejar aquella ciudad para dirigirse a Guadalajara.

Antes de emprender su marcha hizo reunir a los eclesiásticos en la parroquia, y el P. Bringas, capellan mayor del ejército, les dirigió un discurso reprendiendo la parte que habian tomado varios de ellos en la revolucion incitando al pueblo a la defensa y los exhortó a observar una conducta mas conforme a su profesion; despachó a México un convoy, en el que remitió las barras de plata del Rey y de particulares que se presentaron y ascendieron a seiscientas dos; las máquinas que estaban construidas para la casa de moneda y como trofeo de su victoria, el cañon de grandes dimensiones, fundido en Guanajuato con el nombre pomposo del defensor de la América, que estuvo expuesto por muchos dias a la curiosidad pública, en el patio principal del palacio de México.

Tambien fueron conducidos a Querétaro con este convoy el coronel Canal y algunos de los eclesiásticos que mas habian manifestado su adhesion a la revolucion por predicaciones u otros actos.

Como no quedaba en Guanajuato guarnicion, ni otra defensa que una compañía que formaron los vecinos armados (32), salieron con este convoy las mas de las familias principales, las unas para radicarse en México (33), las otras esperar en Querétaro a que hubiese mayor seguridad para regresar a sus casas, y esta emigracion, sobre tantas pérdidas como Guanajuato habia sufrido, consumó la ruina de aquella ciudad, antes tan rica y populosa, dejándola por muchos años reducida a la miseria, y arruinado el opulento ramo de las minas.

En Silao, pueblo distante cinco leguas de Guanajuato, se detuvo Calleja algunos dias, y con el objeto de evitar por medio del terror, el asesinato de los prisioneros europeos en otros puntos como habia sucedido en Guanajuato, publicó en aquel lugar un bando el 12 de Diciembre en el que prevenia:

Que el pueblo en donde se cometa asesinato de soldado de los ejércitos del Rey, de justicia o empleado, de vecino honrado criollo o europeo, se sortearán cuatro de sus habitantes, sin distincion de personas, por cada uno de los asesinatos, y sin otra formalidad, serán pasados inmediatamente por las armas, aquellos a quienes toque la suerte (34).

Así es como en esta guerra de desolacion, una atrocidad llamaba a otra, la sangre pedia sangre, y la venganza seguia inmediatamente a la ofensa. Este bando sin embargo, no llegó a tener cumplimiento en ninguna parte.

Aunque tan señaladas habian sido las pruebas de fidelidad que el ejército habia dado, recelaba no obstante Calleja de su constancia, y creia necesario asegurar esta por medio de premios. Así lo manifestó al Virrey en carta reservada que le dirigió desde el mismo pueblo de Silao el 12 de Diciembre, en la que le dice: El ejército que V.E. se ha servido confiarme se compone de hijos del pais, que siempre han tenido la queja de que los servicios hechos en América han sido desatendidos.

Expone en seguida que con las dos acciones que habia dado, el aspecto de la revolucion habia cambiado enteramente, por cuyos importantes servicios, y para sofocar el sentimiento que observaba, propone se conceda alguna distincion, dando a todos una medalla con el nombre de las acciones ganadas, porque, agrega: El corazon del hombre no tiene más resortes que el premio y el castigo, y aunque para las almas generosas la recompensa de la virtud es la virtud misma, no son todas de este temple.

En cuanto a los jefes y oficiales europeos aseguró que nada deseaban ni pretendían mas que la gloria de servir a su patria, tanto mas pura cuanto ménos son sus aspiraciones (35).

El Virrey Venegas le contestó en 16 del mismo mes, reconociendo la necesidad de hacer lo que Calleja proponia, pero reservándolo para la conclusion de la guerra, que consideraba próxima. El Virrey conocia bien que este género de premios, solo adquieren precio y son estimables cuando se conceden con economía, y no queria caer en el exceso de dispensar a manos llenas empleos y condecoraciones, como despues se ha hecho, con lo que no se ha logrado mas que envilecer estas, destruir toda moral en el ejército, y perder a este y a la nacion.

Aunque el cura de Guanajuato Dr. D. Antonio Labarrieta no se hubiese comprometido por ningun acto público de adhesion a la revolucion, por su amistad y antiguas relaciones con Hidalgo, y por haber pasado a Valladolid estando allí este, con el objeto de salvar los bienes de un cuñado suyo español, creyó necesario cubrirse con el indulto que le fue concedido por Calleja, exigiéndole juramento de defender abiertamente y sin disimulo los derechos del trono, la paz de los pueblos y la observancia de las leyes patrias, predicando, persuadiendo y exhortando a sus feligreses, igualmente haciéndoles conocer los males en que envuelven al Reino los sediciosos y manifestándoles los errores, injusticias y crímenes de que se han cubierto.

Labarrieta, no obstante su carácter débil y tímido, con el que disculpó las consideraciones que habia tenido a Hidalgo en la representacion que hizo a Calleja pidiendo el indulto, se obligó con este juramento (36), y horrorizado de lo que habia visto en Guanajuato, cualesquiera que fuesen sus opiniones e inclinacion a la independencia, fue en lo sucesivo acérrimo enemigo de una revolucion tan atroz y destructora, la que combatió con empeño con sus sermones, ejemplo e influjo.

Esto mismo aconteció a otras muchas personas, que aunque deseaban la independencia, no podian aprobar los atroces medios con que se pretendia obtenerla, y así fue que Hidalgo, con el sistema de muerte y desolacion que adoptó, creó mayores resistencias y transformó en enemigos, a los que de otra suerte hubieran auxiliado y apoyado sus intentos.

El indulto de Labarrieta fue concedido en Leon, en donde se detuvo Calleja con el ejército, y allí le dejaremos miéntras vemos las operaciones que en combinacion con las suyas se ejecutaban en otros rumbos.

Hasta entónces el Virrey no habia podido seguir otro plan que salvar el peligro mas inminente, haciendo frente a la revolucion donde esta se presentaba. Las ventajas obtenidas, le proporcionaban poder combinar sus operaciones, empleando tambien mayor número de tropas. Para franquear el camino a Querétaro y poner expedita la comunicacion con el ejército de Calleja, dispuso el Virrey que marchase a Huichapan una division compuesta del regimiento de infantería provincial de Toluca, uno de los que mas se distinguieron en el canton de Jalapa, doscientos y cincuenta dragones de los regimientos de España y Querétaro y dos cañones, al mando del brigadier D. José de la Cruz, que con el nombramiento de comandante de la brigada de México, acababa de llegar de España en donde habia servido con distincion en el ejército del general Cuesta; diósele por segundo el teniente coronel Trujillo, que tanto se señaló en la batalla del monte de las Cruces (37).

Salió Cruz de México con esta division el 16 de Noviembre y se dirigió al pueblo de Nopala, a donde llegó en la noche del 20. El cura de aquel pueblo D. José María Correa, era adicto a la revolucion aunque no se habia declarado todavía por ella; pero Cruz penetrando sus disposiciones, le dió órden para que se presentase en México al Virrey, quien lo remitió al arzobispo Lizana, y éste le mandó que nombrase coadjutor para el curato quitándole la administracion de él, lo que fue llevado adelante por el cabildo que por muerte del arzobispo le sucedió en el gobierno de la mitra (38).

De Nopala marchó Cruz el 21 a Huichapan esperando encontrar allí a Villagran, pero a una legua de distancia del pueblo recibió aviso del cura, por el que supo que se habia retirado aquel a los montes, situándose en el cerro de Nastejé o de la Muñeca. Cruz siguió con la division a Huichapan, en donde fue recibido con las mayores demostraciones de júbilo, presentándose el clero con palio a la puerta de la iglesia, bendiciendo los vecinos a la Providencia Divina, que los habia librado del poder tiránico del bárbaro que los oprimia. Allí se encontraron las municiones que habian sido cogidas con el convoy que se remitia a Calleja como antes se ha dicho (39), y porcion de fardos de particulares, para cuya restitucion a sus dueños nombró el Virrey comisionados que reconociesen y calificasen la respectiva propiedad.

Cruz hizo publicar el indulto al que muchos se acogieron; pero recelando que volverian a la revolucion cuando él se retirase, tomó las medidas mas rigurosas para la seguridad de aquel territorio, desarmando enteramente a todos los pueblos en donde habia prendido la insurreccion, para lo que mandó recoger todo cuanto pudiera ser empleado como arma ofensiva, sin exceptuar los instrumentos mas comunes de uso doméstico, tales como cuchillos de mesa, tijeras y herramienta de carpinteros y herreros, dando órden para pasar a cuchillo todo pueblo en donde hubiese insurgentes o que les prestase auxilio, reduciéndolo a cenizas (40).

Era Cruz hombre de carácter demasiadamente severo, y habiendo visto en España el modo atroz con que los franceses obraban contra los que llamaban insurgentes, y en especial contra los guerrilleros, quiso emplear el mismo sistema de terror, por lo que para castigar las depredaciones cometidas por los Anayas, quienes con los indios que capitaneaban, cogieron el convoy de que se ha hablado a la entrada del monte de Capulalpan y dieron cruel muerte al Dr. Velez (41), desde las inmediaciones de la hacienda de la Goleta hasta el pueblo de San Miguelito en el monte de Capulalpan, dejó varios cadáveres suspendidos de los árboles, que señalaban el camino por donde habian pasado (42). El pueblo y todo el caserío fue quemado.

Villagran se mantuvo en lugares inaccesibles, hasta que habiendo salido Cruz de Huichapan volvió a aquel pueblo, y sin sujetarse a jefe ni gobierno alguno, sin ningunas ideas ni proyectos políticos, se entregó al robo y a toda clase de excesos, oprimiendo con vejaciones a los pueblos que estaban bajo su poder, y castigando cruelmente a todos los que rehusaban seguirle; su posicion era muy ventajosa, pues ocupando el monte de Capulalpan en el camino real de México a Querétaro, el mas transitado del pais, tenia frecuentes ocasiones de ejercer sus depredaciones, y cuando era vivamente perseguido por las tropas del gobierno, se guarecia en la serranía de Zimapan y del real del Doctor.

Trujillo volvió a México desde Huichapan, para tomar el mando de una pequeña division que se formó con la tropa que se habia destinado al valle de Toluca a las órdenes de D. Juan Sanchez, y alguna mas que sacó de la capital, dirigiéndose con ella a Valladolid por el camino de Marabatío, en combinacion con el movimiento que sobre la misma ciudad emprendió Cruz pasando por Querétaro, con el objeto de continuar su marcha a Guadalajara, por el camino de Zamora segun el plan formado por Calleja, arreglando sus movimientos con los del ejército de este, y con los que simultáneamente debian hacer las tropas de las provincias internas, dando por resultado estrechar a los insurgentes en la provincia de GuadaIajara y no dejarles ninguna retirada cuando fuesen batidos en ella.

En consecuencia, salió Cruz de Huichapan el 14 de Diciembre (43), y en aquel mismo dia se unieron a su division el segundo batallon del regimiento de infantería provincial de Puebla, un batallon de marina compuesto de las tripulaciones de los buques de guerra surtos en Veracruz, y seis piezas de artillería del calibre de a cuatro, que con este objeto salieron de México a las órdenes del capitán de navío D. Rosendo Porlier, comandante de la fragata Atocha.

De Querétaro, en donde se detuvo algunos días, salió el 20 para Celaya, y sabiendo que en Acámbaro habia reunidos tres o cuatro mil hombres con seis cañones, situados en las alturas que dominan aquel pueblo y en el puente (44) del rio grande para estorbarle el paso, marchó con el intento de atacarlos el 24, pero apénas se pusieron en movimiento sobre ellos las guerrillas a las órdenes del capitan Cos, con setenta infantes de Toluca que mandaba el teniente Amat, abandonaron sus posiciones llevándose su artillería, y Cruz pasó el rio y se aposesionó del pueblo sin resistencia.

El dia siguiente 25, destacó al batallon de marina con algunas otras tropas de infantería y caballería y dos piezas de artillería a seguir el alcance, pero sin fruto; estas fuerzas se pusieron a las órdenes del teniente de navío D. Pedro Celestino Negrete, que en esta ocasion por primera vez figuró en esta guerra, en el curso de la cual habia de hacer tan señalado papel (45).

Cruz en el progreso de su marcha, llegó el 27 a Indaparapeo, lugar distante seis leguas de Valladolid. Al acercarse a aquella capital, el intendente Anzorena con todos los empleados nombrados por Hidalgo, la abandonó retirándose hacia Guadalajara, llevándose consigo el dinero y alhajas de valor que habían recogido.

La plebe, excitada por un herrero de Toluca nombrado Tomas, a quien llamaban el norte americano, se precipitó al colegio que fue de la compañía de Jesus, para degollar a ciento setenta españoles que habian quedado presos en aquel edificio, asaltándolos a la hora de misa en el mismo coro de la iglesia, y todos hubieran sin duda perecido, a no haberlos salvado el celo del canónigo conde de Sierra Gorda, del prebendado Valdes y de otros eclesiásticos, que a riesgo de sus vidas y sacando al Santísimo Sacramento, acudieron a su socorro (46).

Pereció sin embargo a manos del pueblo D. Tomas Carrasquedo, americano, que intentó contener el motin, y murieron tambien tres de los españoles presos; los demás se ocultaron, esperando la llegada de Cruz.

Este con tales noticias, habia resuelto continuar su marcha el mismo dia 26, situándose aquella noche sobre las alturas que dominan la ciudad, y dió la siguiente órden al comandante de su vanguardia: Si la infame plebe intentase de nuevo quitar la vida a los europeos, entre V. en la ciudad; pase a cuchillo a todos sus habitantes, exceptuando solo las mujeres y los niños, y pegándole fuego por todas partes (47).

Antes de que estas disposiciones hubiesen podido tener efecto, una diputacion del ayuntamiento se presentó a Cruz en el mismo pueblo de Indaparapeo, manifestándole que libre ya la ciudad de la opresion en que habia estado, sus fieles habitantes esperaban con ansia la entrada de las tropas reales, para volver a gozar de la tranquilidad y seguridad de que habian estado privadas.

La entrada se verificó en la mañana del 28, siendo recibido el ejército con repique de campanas, y pasando por las calles adornadas con cortinas y con todas las señales de aplauso y alegría. El cabildo eclesiástico por medio de una diputacion, hizo presente a Cruz que le esperaba a la puerta de la catedral, a la que se dirigió aquel jefe con su estado mayor, para asistir al solemne Te Deum que se cantó, y en el dia siguiente se celebró misa de accion de gracias, con la misma asistencia y la de todos los prelados y comunidades.

En el mismo dia se publicó el bando del indulto, al que se presentaron muchedumbre de personas.

Nombró Cruz comandante general de la provincia al teniente coronel D. Torcuato Trujillo, que llegó a Valladolid el 2 de Enero, y organizó la administracion, como Calleja lo habia hecho en Guanajuato.

El conde de Sierra Gorda, D. Mariano Escandon, gobernador del obispado, publicó un edicto el 29 (48) en el que exponiendo las razones por las cuales habia levantado la excomunion impuesta al Cura Hidalgo y sus secuaces por el obispo electo Abad y Queipo, que fueron el descrédito de aquella censura, que se creia por el pueblo ineficaz por emanar de un obispo europeo y que no estaba consagrado, y el temor de que fuese levantada por la fuerza, termina declarando incursos en la excomunion al mismo cura Hidalgo y a todos los que lo seguian, y exhorta a los fieles a la debida obediencia a la autoridad de la iglesia, y a los eclesiásticos, para que hagan conocer el respeto que se debe a esta.

El alcalde D. Ramon de Huarte en una proclama dirigida a aquellos habitantes, encarece la benignidad con que habian sido tratados, no obstante los muchos crímenes perpetrados en aquella ciudad, y pone en paralelo la conducta arreglada de las tropas reales, con los excesos de toda especie cometidos por los insurgentes (49).

El cabildo eclesiástico no se quedó atras en manifestar su celo y adhesion al gobierno, al que se habia conservado siempre fiel en medio de la opresion que habia sufrido, habiendo sido presos dos de sus individuos y amenazados todos con la pérdida de las prebendas y aun de la vida; despojado violentamente el tesoro de la iglesia, contra la que se asestó la artillería y fue rodeada de gente armada y registradas hasta las bóvedas sepulcrales; recomendando tambien la decision con que el mismo cabildo y otros muchos eclesiásticos habian salvado a los españoles presos, presentando vivos casi todos al brigadier Cruz (50).

Algún tiempo despues el cabildo, por disposicion de Trujillo, hizo un solemne funeral a los que fueron degollados por órden de Hidalgo en los cerros de las Bateas y Molcajete y cuyos huesos habian quedado insepultos. Recogiéronse estos y fueron conducidos en muchas cajas a la catedral, en donde se levantó una magnífica pira; las familias de aquellos desgraciados cubiertas de luto, asistieron al servicio fúnebre, y muchas veces sus doloridos lamentos interrumpieron al orador, el canónigo Moreno, cuando en su discurso refirió el modo atroz en que habian sido sacrificados.

Trujillo hizo sacar de las prisiones a los insurgentes de alguna graduacion que habian sido hechos prisioneros, entre los cuales se encontraba el coronel Foncerrada y Soravilla, para que asistiesen a la ceremonia y presenciasen los males que habian causado, y concluidas las exequias, fueron enterrados los huesos en la misma catedral al pié del altar de S. Cristóbal y en la iglesia de S. Diego.

El rector del colegio de S. Nicolas, en el que Hidalgo habia hecho su carrera literaria, solicitó del obispo que el nombre de este fuese borrado de la lista de los que habian sido alumnos de aquel establecimiento, y aunque este y los demas actos referidos de las autoridades de Valladolid, sean el efecto ordinario de la vicisitudes políticas en todas partes, volviendo todos las espaldas al vencido y dirigiendo los aplausos y lisonjas al vencedor; es indubitable que en todas las poblaciones que llegaban a ser dominadas por los insurgentes, por fovorables que antes hubiesen sido para estos sus disposiciones, fatigadas de sus excesos y desórdenes, todas las clases respetables de la sociedad recibian como libertadoras a las tropas reales, y el espíritu revolucionario solo quedaba arraigado en el pueblo, cuyas funestas inclinaciones habian sido halagadas por los jefes de la insurreccion, dando rienda suelta al robo y al asesinato.

Presentáronse a Cruz solicitando el indulto, el coronel del regimiento de Pázcuaro D. Francisco Menocal y el sargento mayor D. Rafael Ortega (e), pues aunque no hubiesen tomado parte activa en la revolucion, los hacia sospechosos el haber abrazado aquel partido todo su regimiento, y Ortega lo era tambien mas por haber sido secretario de cartas del Virrey Iturrigaray.

Concedióselo Cruz e hizo que Ortega, con otros oficiales del mismo cuerpo que lo pidieron tambien, siguiesen en su ejército, de todo lo cual dió cuenta al Virrey. Este, dando su aprobacion a esta y otras medidas tomadas por Cruz, manifestó la poca confianza que le inspiraba la conducta del cabildo eclesiástico y del clero de Valladolid, así como los individuos indultados, pero creyó prudente darse por satisfecho, esperándolo todo del éxito de la guerra.

La opinion pública de que V. S. se queja en esa provincia, decia a Cruz en oficio de 5 de Enero de 1811, anda igual por todas partes, y solo la derrota de las principales cabezas y dispersion de las grandes masas, puede restituir el órden, pues verificado lo primero, será fácil exterminar las pequeñas gavillas esparciendo destacamentos o partidas con este objeto; con cuyo fin todo su empeño se dirigia a la ejecucion del plan acordado para el ataque de Guadalajara.

La naturaleza del caso en que nos hallamos, le decia en oficio del dia siguiente, no puede dejar de ofrecer inconvenientes y apuros; por todas partes hay malos rostros y yo los observo en México, porque siendo pocos los hombres que aman el camino de la justicia, que los sujeta a privaciones y a una conducta no licenciosa, es muy comun que una vez roto el freno de las leyes, lo sigue la muchedumbre, pero la disciplina y la vigilancia sobrepujarán todos los obstáculos.

El Virrey dió el mando en jefe de la provincia de Michoacan, al mariscal de campo D. García Dávila, para moderar por su respeto el carácter demasiado fogoso de Trujillo (51) y con este general salieron para Valladolid el obispo electo Abad y Queipo, el intendente interino Merino, y los demas empleados y algunos de los españoles que escaparon de aquella capital al acercarse a ella Hidalgo.

Cruz, ejecutada esta parte del plan formado por Calleja, dejó a Valladolid para seguir su marcha, segun lo establecido en el mismo; pero antes de referir la continuacion de sus operaciones y las del ejército de Calleja, es menester dar razon de los sucesos ocurridos en Guadalajara y en las provincias del Norte y Oriente, y de las medidas tomadas por Hidalgo para rechazar el ataque que veia prepararse contra él.


Notas

(1) Exposición del ayuntamiento, fol. 54.

(2) Bustamante ha publicado este informe del cura en el Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 108, y en esto sí merece entero crédito, pues lo tomó del expediente de las Campañas de Calleja, de la secretaría del virreinato.

(3) Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 102.

(4) Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 101, fundado en una relación que le fue comunicada de Guanajuato, atribuye la reunion. de la plebe a un negro platero, natural de Dolores llamado Lino, quien dice salió por las calles convocando al pueblo, para ir a matar a los gachupines en la alhóndiga. No tengo seguridad del hecho, que no he podido averiguar, aunque entiendo que el tal Lino se presentó despues de la independencia a la junta de premios, reclamando el que habia merecido por esta accion, y que se le reprobó afeándole el hecho el mismo Bustamante, cuya recomendacion pidió y creyó obtener, porque se habia comenzado ya la publicacion del Cuadro histórico.

(5) Todas estas noticias relativas al proceso formado a Covarrubias, las debo al Sr. D. Benigno Bustamante, bien impuesto del hecho por ser su primo Covarrubias.

(6) Informe manuscrito remitido de Guanajuato, el mismo que cita Bustamante y que creo formado por D. Francisco Carrillo, dependiente del conde de Valenciana.

(7) En la informacion mandada hacer por Calleja al intendente Marañon se dice, que el número de cadáveres enterrados fue el de ciento treinta y ocho. Véase el apéndice.

(8) Berrio e Isasi murieron años despues en Veracruz; Landeta se radicó en S. Juan del Río donde murió.

(9) Gaceta extraordinaria número 153, fol. 1063; Proclama de Calleja de 12 de Diciembre en Silao.

(10) Esta desgraciada jóven fue llevada a mi casa, desnuda, envuelta en una sábana, llena de sangre y allí fue curada y asistida. Estaba como demente, mostrándose insensible al dolor de sus heridas y de la curacion, ocupada su imaginacion siempre con la imágen del horrible espectáculo que habia presenciado, viendo asesinar ante sus ojos a su padre, su madre y su marido, despues de haber perdido toda su fortuna. ¡Cuántas personas, por desgracia, se hallaban en el mismo caso!

(11) En este caso se encontró D. Juan José García Castrillo, que fue despues mi suegro, a quien oí contar el modo con que se salvó en la bóveda con sus compañeros, y todos los riesgos que corrieron.

(12) Me lo refirió muchas veces el mismo Linares.

(13) Bustamante extracta el parte de Guizamótegui en su opúsculo Campañas de Calleja, fol. 27, pero no lo ha publicado en el Cuadro histórico.

(14) La única persona distinguida que murió por efecto de la órden de Calleja, fue D. Agustin Calderon, tio del autor de esta obra y padre del Lic. D. Francisco Calderon, fiscal del tribunal superior de Guanajuato. Este sujeto estaba muy léjos de ser partidario de la revolucion, y salió de su casa sin recelo cuando el ejército entraba por la calle de los Pozitos, en la que fue muerto. ¡Triste resultado de estas bárbaras órdenes, por las que se procede contra todos, sin calificacion alguna del delincuente!

(15) Fue nombrado en el año de 1831 obispo de Monterrey, por el presidente D. Anastasio Bustamante.

(16) Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, f. 102.

(17) Suplemento a la Gaceta extraordinaria de 28 de Noviembre, núm. 142, fol. 997.

(18) Fue mi maestro de matemáticas, cuya cátedra servía en el colegio que fue de los jesuitas en Guanajuato.

(19) Véase el apéndice.

(20) Mandósele formar al escribano D. Ignacio Rocha la lista de todos los que habian admitido empleo de Hidalgo, y habiendo tenido que comprender en ella a su hijo mayor D. Ignacio, que fue nombrado capitan del regimiento de infantería formado en Guanajuato, puso la nota siguiente. Ignacio Rocha: este es hijo mio; le nombró capitan el Cura Hidalgo, a quien le hice presente el perjuicio que a mi prolongada familia de doce hijos se le seguia de ocuparme a este único grande, pues los demas son chiquillos; me conminó por conducto del coronel, conque perjudicaria a mi casa si no lo admitia; hícelo así por cuatro dias, pues luego que se fue, retiré al muchacho del servicio, quien ha sido muy poco el que hizo, como es público y notorio. ¡Tanto era el miedo que habia inspirado la severidad de Calleja! Bustamante copia esta nota en el Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 110.

(21) En aquel tiempo en las plazas de todas las ciudades, estaba puesta permanentemente la horca y la picota.

(22) Como la horca no era bastante grande para tanto número de personas, se quitaban de ella muy pronto los cadáveres para dar lugar a otros, y los ponian en el cementerio de la parroquia que está inmediato, en donde permanecieron hasta el dia siguiente. Uno de estos desgraciados no quedó mas que privado de sentidos, y habiéndolos recobrado, se puso en salvo en la noche y consagró el resto de su vida a servir en la iglesia del Señor de Villa-seca, en la mina de Cata, en donde lo conocí. Estaba siempre vestido con el hábito de Nuestra Señora de Guanajuato, que es una túnica de jerga, y la voz le quedó ronca.

(23) Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 105, y Campañas de Calleja, fol. 31, con sus exageraciones acostumbradas, haciendo el elogio de Chovell, le llama el genio de las ciencias y el Lavoisier de nuestra revolucion. Chovell no era mas que un buen administrador de mina con los conocimientos suficientes para ello, y no tenia otro mérito que haber sido uno de los alumnos mas aprovechados del colegio de minería. Tampoco es cierto que Chovell fuese inocente, como Bustamante pretende, pues para un general español eran crímenes y muy graves, todo lo que eran méritos muy distinguidos para los insurgentes, y ya hemos visto que a Chovell se le acusaba de haber sublevado y dirigido contra la alhóndiga al pueblo de Valenciana, era coronel y habia levantado un regimiento y dirigido los barrenos, y otras disposiciones de defensa en la cañada de Marfil.

(24) Exposicion del ayuntamiento, fol. 55. Alega como otra prueba con el mismo intento, fol. 53, que ni Hidalgo, ni Allende fueron hospedados, obsequiados, ni aun recibidos de visita en la casa de algún criollo de esta ciudad, no obstante los conocimientos y amistades que anteriormente tenian con ellos. Con la expresion de casa de criollo, exceptúa la de D. Bernardo Chico, que era español, en la que se alojó Hidalgo al volver del reconocimiento que hizo en S. Felipe.

(25) Exposición del ayuntamiento, fol. 56.

(26) Todo lo relativo a estas ejecuciones de Guanajuato lo he tomado de Bustamante, quien lo ha sacado del expediente de las Campañas de Calleja, en el que se hallan las certificaciones de los escribanos que presenciaron los hechos. Entre los que fueron ahorcados el 5 de Diciembre, fue uno el llamado el gallo, que estaba preso por un asesinato y un estupro, cuando a la entrada de Hidalgo fueron puestos en libertad los presos; a esto se agregó la acusacion, aunque no suficientemente calificada, de haber concurrido a los asesinatos de Granaditas. Bustamante, Campañas de Calleja, fol. 32, copia la breve instruccion que se formó para condenar a muerte a este hombre, que se llamaba Cesario Torres.

(27) Puedo dar testimonio de este hecho, pues habiendo tenido que presentar dos espadines con puño de oro y piedras de mi padre, que habia sido regidor perpetuo de Guanajuato, no conseguí que se me volviesen los puños. Lo mismo sucedió a los demas regidores y a otras personas; todos estos espadines, asegura D. Carlos Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 14, se le dieron en México al platero Vera, siendo Virrey Calleja, en pago de adornos de brillantes para la Virreina.

(28) Exposicion de las Campañas de Calleja, de donde lo tomó Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 113.

(29) Véase el apéndice.

(30) Véase en el apéndice, la declaracion de Berrio en la causa de Canal.

(31) Calleja al comunicar al Virrey el nombramiento de Marañon, en su parte de 25 de Noviembre, inserto en la Gaceta extraordinaria, del 28, núm. 141, fol. 995, dice que lo habia nombrado, atendiendo a sus notorias circunstancias de honradez, fidelidad y patriotismo, agregándose a estas, la de obtener la aceptacion y confianza de aquel insolente y atrevido pueblo, y el Virrey aprobándolo dice, que ya tenia anteriores noticias de estas circunstancias. Gaceta extraordinaria de 29 de Noviembre, fol. 1001. No cree que basten estas razones para probar las relaciones de Marañon con el Virrey, y antes hacen creer que no las habia, pues habria otras noticias de ellas en el expediente de las Campañas de Calleja.

(32) Exposicion del ayuntamiento, fol. 57.

(33) Entónces pasó mi familia a establecerse a México, lo que fue el motivo de mis viajes y de todas las vicisitudes de mi vida, que sin esta causa habria pasado tranquilamente en Guanajuato, en las ocupaciones del giro de mi casa.

(34) Gaceta extraordinaria de 17 de Diciembre, núm. 153, fol. 1063.

(35) Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 118. Todo esto es copiado del expediente de las Campañas de Calleja, existente en el archivo de la secretaría del virreinato.

(36) Manuscrito en que constan las contestaciones habidas sobre esto, copiado por Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 114.

(37) Gaceta extraordinaria de 25 de Noviembre de 1810, núm. 139, fol. 981.

(38) Así lo dice el mismo Correa en los apuntes que dió a Bustamante, Cuadro histórico, tomo 2°, fol. 109.

(39) Véanse sus cartas a Calleja sobre este punto en el apéndice.

(40) Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 137, refiere con este motivo, que habiendo sido alojado Cruz en Huichapan, en casa de una señora Chavez, fue servido en la mesa con la vajilla de plata de aquella señora, y que al retirarse del pueblo, se llevó consigo la vajilla, y reclamándosela la dueña, la hizo llevar presa a México acusándola de insurgente. Yo oí contar esto mismo por aquel tiempo a los afectos a la revolucion que en México habia, pero creo que fue uno de los muchos cuentos con que los partidos se desacreditaban mútuamente, pues toda la conducta posterior de Cruz, desmiente el concepto desventajoso que haria formar de el tal suceso si fuere cierto.

(41) El Dr. Velez murió habiéndole machucado la cabeza con una piedra haciéndole saltar los ojos, y cuando imploraba misericordia con señas con las manos, los indios lo acabaron a palos. Lo confirma Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 136.

(42) Esto yo ví pasando por allí al venir a México en Diciembre de aquel año. Entre estos cadáveres se contaban el del gobernador de los indios de San Miguelito, que estaba suspendido a un árbol junto a la iglesia, y el del mayordomo de la hacienda de la Goleta, que quedó colgado de una viga en el sitio donde está la remuda de la diligencia.

(43) La fuerza con que salió Cruz de Huichapan, consistia en mil ciento veintiseis infantes, y doscientos treinta y cinco caballos. (Carta de Cruz a Calleja, fecha en Huichapan 23 de Noviembre). Expediente de las Campañas de Calleja, Bustamante, id. fol. 58.

(44) Este magnífico puente fue construido a expensas del obispo de Valladolid D. Fr. Antonio de S. Miguel, en el año de 1786 llamado de la hambre, por la mucha escasez de maíz que hubo, y con esta utilísima obra, proporcionó aquel ejemplar prelado medios de subsistencia a muchos necesitados.

(45) Todo lo relativo a la expedición de Cruz contra Valladolid, está sacado de la relacion de ella, inserta en la Gaceta extraordinaria de 4 de Enero de 1811, núm. 3, fol. 17.

(46) Véase el apéndice.

(47) Cruz comunicó esta órden a Calleja, y se halla en el expediente de las campañas de este, y la ha publicado Bustamante, Campañas de Calleja, fol. 59.

(48) Gaceta de 8 de Enero de 1811, tomo 2°, núm. 4, fol. 26. Este edicto comienza Satisfaccion que el Lic. D. Mariano Escandon da, etc.

(49) Gaceta de 8 de Enero de 1811, tomo 2°, núm. 4, fol. 28. Este D. Ramon fue hermano de Doña Ana Huarte, esposa de D. Agustin de Iturbide.

(50) Gaceta extraordinaria de 9 de Enero de 1811, tomo 2°, núm. 5, fol. 31; la contestacion del Virrey está en la misma, fol. 33.

(51) Calleja que no le era afecto, decia de él que era un loco con una espada.

Índice de Revolución del cura Miguel Hidalgo hasta la muerte de éste y de sus compañeros de Lucas AlamánCapítulo V - Primera parteCapítulo VIBiblioteca Virtual Antorcha