Índice de Revolución del cura Miguel Hidalgo hasta la muerte de éste y de sus compañeros de Lucas AlamánCapítulo V - Segunda parteCapítulo VII - Primera parteBiblioteca Virtual Antorcha

REVOLUCIÓN DEL CURA MIGUEL HIDALGO
HASTA LA MUERTE DE ÉSTE Y DE SUS COMPAÑEROS

Lucas Alamán

CAPÍTULO VI

Hidalgo en Guadalajara.- Llegada de Allende a la misma ciudad.- Nombra Hidalgo ministros a Chico y a Rayon.- Envía a los Estados-Unidos a Letona, y muerte de este.- Imprenta.- Publicaciones que por ella se hicieron.- Varias medidas de defensa.- Fondos de que Hidalgo dispuso.- Fausto de Hidalgo.- Preséntase mas explícitamente la idea de independencia.- Expedicion de Hermosillo a Sonora.- Revolucion de la provincia de Nuevo Santander.- El gobernador de Coahuila Cordero reune tropas en el Saltillo.- Comisiona Hidalgo a Jimenez a las provincias internas de Oriente.- Accion de Agua-nueva.- Pásanse a Jimenez las tropas de Cordero.- Prision de este.- Fuga del obispo de Monterrey.- Revolucion de Texas.- Revolucion de Baton-rouge y acta de independencia de la Florida occidental.- Persecucion de los europeos indultados por Jimenez.- Prision del cura Brazeras y de otros eclesiásticos.- Matanza de los españoles presos en Guadalajara.- Marroquin.- Horror general que estas atrocidades causaron.- Auméntase la enemistad entre Hidalgo y Allende.- Plan de Calleja para atacar a Hidalgo en Guadalajara.- Movimiento de las tropas de provincias internas.- Marcha Calleja a Lagos.- Sale Cruz de Valladolid con direccion a Zamora.- Sale Hidalgo de Guadalajara con todo su ejército.- Batalla del puerto de Urepetiro ganada por Cruz.- Sitúase Hidalgo en el puente de Calderon.- Acampa Calleja con su ejército al frente de Hidalgo.


La ocupación de Guanajuato y Valladolid por los realistas, habia disminuido mucho el poder y la opinion de la insurreccion, pero la adquisicion de las provincias que por ella se habian declarado nuevamente y la posesion de la segunda ciudad del Reino, inspiró en Hidalgo la mayor confianza sobre el éxito de su empresa que creyó ya seguro, y le hizo pensar en dar a su gobierno la forma de una autoridad establecida, y afirmado y consolidado por medio de alianzas y relaciones en el exterior, al mismo tiempo que para su defensa en el interior, hacia uso de los muchos recursos que le proporcionaban las extensas y ricas provincias que estaban bajo su dominio, el que procuró tambien dilatar, propagando el fuego de la revoludon a todas las inmediatas.

Allende, despues de su salida de Guanajuato, se encaminó a Zacatecas, en busca de las tropas con que Iriarte habia marchado a su socorro, con las que este regresó a aquella ciudad luego que supo la pérdida de Guanajuato; pero fuese porque Iriarte no le inspiraba confianza, o porque creyese mas útil su presencia en Guadalajara, pasó a esta capital desde Zacatecas y habiendo llegado a ella el 12 de Diciembre, fue recibido por Hidalgo con mucha pompa y aparente amistad, pues sus disensiones no se habian hecho públicas; mas fuera de estas atenciones de ostentacion, no ejercia influencia ni poder alguno, habiendo pasado este en totalidad a manos de Hidalgo, y quedado Allende como mero espectador de lo que por aquel se hacia.

Para el giro de los negocios nombró Hidalgo dos ministros: el uno con el título de gracia y justicia y el otro con el carácter indeterminado de Secretario de estado y del despacho, lo que parece le daba las facultades de un ministro universal (1).

La eleccion del primero recayó en D. José María Chico, jóven que acababa de salir de los estudios de la abogacía, a quien tambien hizo presidente de la audiencia de Guadalajara. Chico era natural de Guanajuato, y su padre, aunque europeo, se habia manifestado en aquella ciudad adicto a la revolucion, por la que se declararon sus hijos.

El Lic. D. Ignacio López Rayón, a quien se confirió el ministerio de Estado y del despacho, era vecino del mineral de Tlalpujahua, en la provincia de Michoacan, y estaba encargado en aquel pueblo de la oficina de la estafeta, empleo que aunque de escasos productos, se solicitaba para eximirse de cargas concejiles. Cuando Hidalgo invadió aquella provincia en Octubre de 1810, Rayón se declaró por la insurreccion, segun pretendió en su causa, por evitar el saqueo de Marabatío y de la hacienda inmediata de Chamuco en las que estaba cometiendo los desórdenes que en todas partes acompañaban a la invasion de los insurgentes, un Antonio Fernandez que precedió a Hidalgo en aquel distrito; mas se vé que entró en ella decididamente, por un bando que publicó en Tlalpujahua con fecha 24 de aquel mes, de que se hace mencion en el edicto de la inquisicion de 26 de Enero de 1811, por el que convocaba a todos los americanos a tomar parte en la revolucion, que calificó de justa, santa y religiosa, proscribiendo a los europeos, confiscando sus bienes, y dando nueva forma a la recaudacion de impuestos (2). Presentóse despues a Hidalgo en Marabatío a su tránsito por aquel pueblo; le acompañó al monte de las Cruces en calidad de secretario, y habiéndosele vuelto a unir en Valladolid, le siguió a Guadalajara.

Era opinion general entre los mexicanos al principio de la revolucion, y lo fue por muchos años después, hasta que tristes desengaños la han hecho variar, que los Estados-Unidos de América eran el aliado natural de su pais, y que en ellos habian de encontrar el mas firme apoyo y el amigo mas sincero y desinteresado, y fue por tanto a donde Hidalgo trató de dirigirse desde luego. En consecuencia, nombró a D. Pascasio Ortiz de Letona, jóven natural de Guatemala, aficionado al estudio de las ciencias naturales en especial de la botánica, que residia en Guadalajara protegido por el oficial real D. Salvador Batres, y habia obtenido entre los insurgentes el empleo de mariscal de campo, para que fuese a los Estados-Unidos a ajustar y arreglar una alianza ofensiva y defensiva, tratados de comercio útil y lucroso para ambas naciones, y cuanto mas conviniese a la felicidad de ambas.

Confiriósele al efecto poder amplísimo en 13 de Diciembre de 1810, el que firmaron Hidalgo, Generalísimo de América; Allende Capitan General de la misma; los ministros y la audiencia de Guadalajara, en la que se habia dado plaza al Lic. Avendaño y a otros nombrados por Hidalgo, en lugar de los oidores ausentes o que se habian retirado del tribunal.

Este documento (3) prueba la falta de ideas que Hidalgo y sus ministros tenian de todas las formas establecidas en la diplomacia, y aun de la naturaleza del gobierno de los Estados-Unidos; dábasele en él a Letona el título de plenipotenciario y embajador; acreditábasele cerca del supremo congreso de los Estados-Unidos, en nombre de un cuerpo que ni se dice ni se sabe cual fuese, y representando las personas que se lo conferian.

Esta negociacion no llegó a tener efecto, porque dirigiéndose Letona a la costa de Veracruz para proporcionarse la ocasion de pasar a los Estados Unidos, fue preso por el justicia del pueblo de Molango en la Huasteca, a quien se hizo sospechoso viéndole caminar solo, y porque necesitando dinero en plata, procuró cambiar una onza de oro. Examinado prolijamente su equipaje, se le encontró el poder oculto en el lomillo de la silla de montar, remitióse el reo con el poder a México a la junta de seguridad, pero previendo aquel la suerte que le esperaba, se dió la muerte antes de llegar a la capital con veneno que llevaba oculto, y fue enterrado en la villa de Guadalupe.

Con la toma de Guadalajara adquirió Hidalgo un medio poderoso para extender la revolucion, que fue tener a su disposicion una imprenta, de que habia carecido hasta entónces.

En aquella época no las habia mas que en México, Puebla, Veracruz y Guadalajara, y todas habian estado sin excepcion en poder del gobierno, quien habia hecho uso de ellas para cambiar la revolucion con todo género de escritos. Ahora esta temible arma se volvia contra los que la habian empleado, e Hidalgo aprovechándola, estableció un periódico titulado el Despertador americano; hizo imprimir y circular abundantemente la contestacion que en Valladolid dió al edicto de la inquisicion, y multitud de proclamas y otros papeles.

De todas estas publicaciones Hidalgo solo reconoció por suyas la contestacion a los inquisidores y una proclama que se unió a su causa, y que por no haber copia de ella en la de la causa que existe en el archivo general, no puedo decir cual sea de las diversas que se le atribuyen.

En el primero de estos documentos, ademas de vindicarse de las acusaciones que se le hicieron por los inquisidores, excita a los mexicanos a unirse, para librarse de los males que habian sufrido por tanto tiempo, y de los mayores que les amenazaban, debiendo prometerse su felicidad de las luces del congreso que habia de convocarse, aunque no dice sobre que bases, evitando la palabra independencia, pero no hablando tampoco de Fernando VII (4).

Los esfuerzos de Hidalgo tuvieron por principal objeto, como las circunstancias lo exigian, el aumentar las fuerzas que oponer a las tropas del gobierno, que como preveia, habian de marchar contra él.

Los almacenes del arsenal de S. Blas le proporcionaban cantidad de municiones y mucha y buena artillería. Difícil era sin embargo hacer pasar esta por las barrancas de Mochitiltic, pero nada se resiste al esfuerzo unido de gran número de brazos.

Encargóse la operacion a D. Rafael Maldonado (5), quien venciendo todos los obstáculos, a fuerza de trabajo y constancia condujo a Guadalajara muchas piezas, hasta del calibre de 24. Empresa verdaderamente extraordinaria, y que prueba que no hay nada imposible en el calor de una revolucion. Ademas de la gente que habian reunido Torres y los demas jefes que proclamaron la insurreccion en Jalisco, se mandó recoger mucha mas, contando poco con la que tenia en Zacatecas Iriarte, de cuyas intenciones siempre desconfió Hidalgo; pero si juntar un gran número de hombres era muy fácil, no lo era armarlos y disciplinarlos. Para lo primero se construyeron gran número de lanzas, y para suplir la falta de fusiles, se hicieron granadas de mano y unos cohetes con una lengüeta de fierro (6) para lanzarlos contra el enemigo. Toda la gente se distribuyó en divisiones, para que adquiriese la instruccion que era posible en pocos dias, y careciendo de jefes y oficiales capaces de dársela.

De Colotlan habian venido siete mil indios con flechas, conducidos por D. José María Calvillo, que se estuvieron ejercitando en el uso de aquella arma (7).

Estas disposiciones militares se hacian con el desórden que todo lo demas, y uno de los efectos de este era aúmentar sin necesidad alguna el número de generales y jefes, cuyos nombramientos por otra parte recaian en hombres incapaces de prestar servicio alguno.

El P. Balleza, que habia sido ascendido al grado de teniente general, sin mas motivo aparente que el que siendo el cura generalísimo, era menester que el vicario ocupase en el ejército un lugar correspondiente al que tenia en la parroquia; de cuya valentía da tan triste idea la carta de Allende a Hidalgo que hemos copiado en su lugar (8), y que nunca fue empleado mas que en las degradantes comisiones de custodiar presos o de hacer algun despojo, obtuvo su retiro conservando su grado, y esto no para descanso de los servicios que habia hecho, sino como calificacion de su incapacidad para prestar ninguno.

No bastando la larga escala de empleos militares del sistema español, se crearon los títulos desconocidos de Coronel de coroneles, y Brigadier de brigadieres.

Los despachos se expedian casi a todos los que los pedian, y cuando apénas habia seis o siete mil hombres que pudiesen llamarse soldados, el número de generales y jefes era tal, que hubieran sobrado para proveer a los ejércitos fabulosos de Sesóstris o de Jérjes.

Tan grandes preparativos de guerra requerian cuantiosos gastos, no bajando los que se hacian de treinta mil pesos diarios (9). Para proveer a ellos, Hidalgo hizo uso de todos los fondos del gobierno; de los bienes de los españoles, de que pudo aprovechar gruesas sumas, pues no habiendo habido saqueo en Guadalajara, y siendo poco lo que pudieron llevar consigo los que escaparon a S. Blas, quedaron a su disposicion en su totalidad; de los caudales de la catedral y de todos los fondos piadosos, sin distincion alguna (10), ofreciendo que la nacion pagaria.

El clero, poco considerado en sus bienes, no lo fue mas en sus personas, pues el cura generalísimo hizo prender a varios de sus individuos, y trató con dureza y vilipendio al dean, que con otros tres capitulares, fue a pedir la libertad del canónigo D. Francisco Cerpa, que habia sido puesto en arresto (11).

Aunque las disposiciones de guerra fuesen el objeto principal de Hidalgo, no desatendia otras que pudieran ganarle el afecto del pueblo. Declaró por un decreto la libertad de los esclavos, aunque sin tratar de indemnizar a sus dueños, a quienes impuso la pena de muerte si no cumplian dentro de diez dias; mandó que las tierras de comunidad de los pueblos se cultivasen exclusivamente por los indios; extinguió los tributos, estanco de pólvora y papel sellado, y como el desórden a que habia dado impulso él mismo se propagaba mas allá de sus propios deseos, extendiéndose la rapiña a todo género de propiedades sin distincion, intentó poner remedio con otro decreto, por el que prohibió severamente el tomar bagajes, pasturas y otros objetos, de las fincas de los americanos (12).

Mas todos estos esfuerzos eran inútiles, cuando se habia dado rienda suelta a la viciosa propension al robo, y autorizando como legítimo el despojo de una parte de los individuos de la sociedad, no era posible impedir que se generalizase a todos.

Tan repentino engrandecimiento, hizo desvanecer completamente la cabeza a Hidalgo. Dábasele el tratamiento de Alteza Serenísima (13); acompañaban su persona oficiales que lo custodiaban y se llamaban sus guardias de corps (14), y en todo se hacia tratar como un soberano.

En la corte habia funciones a que asistia en toda ceremonia. En una de estas, una numerosa comitiva le aguardaba en el salon del palacio magníficamente iluminado y adornado; la música estaba prevenida para dar principio al concierto; abriéronse entónces las puertas del gabinete que estaba a la cabecera de la sala; los guardias de corps precedian, con hachas encendidas en la mano, y el cura generalísimo se presentó a la concurrencia con gran uniforme, dando el brazo a una dama que estaba entónces en todo el esplendor de la juventud y de la hermosura, y que ahora pasa en México en el olvido los años de la decadencia de la edad.

A medida que creía Hidalgo consolidado su poder, iba dejando caer en el olvido el nombre de Fernando VII, cuyo retrato hizo quitar del dosel bajo el cual recibia en público, e igualmente fueron desapareciendo los vivas y cifras de su nombre que todavía se llevaban en los sombreros (15) y cuando antes era aclamado por las turbas que seguian la revolucion, presentando como objeto de esta el asegurar estos dominios para su legítimo soberano o sus sucesores, ahora ya se comenzó a insinuar en los impresos y de palabra, que estaban rotos todos los vínculos que ligaban a estos paises con el trono español (16).

Unidos todos estos hechos, y recordando que en el plan de la conspiracion encontrado en Querétaro en casa de Epigmenio Gonzalez, se trataba de erigir un imperio con varios reyes feudatarios (17), y que el capitan Centeno no intentaba otra cosa que ir a México a poner al Sr. cura en su trono (18), no se tendrá por ajena de probabilidad la sospecha de que, si la suerte de las armas hubiera sido favorable a Hidalgo y no se lo hubiera embarazado la rivalidad de sus compañeros, México hubiera tenido en su persona un soberano eclesiástico, y hubiera presentado al mundo ese fenómeno extraordinario.

En sus declaraciones cuando fue procesado en Chihuahua, explica este cambio con respecto al nombre de Fernando VII diciendo: que en los últimos tiempos habia notado que se hacia ménos uso de la imágen (esto es el retrato) de Fernando VII que a los principios, particularmente en la gente que mandaba el llamado general Iriarte, cuyo motivo ignora, pues ni él ni Allende dieron órden ninguna sobre este punto, ni tampoco realmente se puede hacer alto sobre él, pues al fin cuanto se hacia era arbitrario (19) pero que siempre fue su ánimo poner el reino a disposicion de Fernando VII, siempre que saliese de su cautiverio (20).

Aunque el poder que Hidalgo ejercia fuese absoluto, no faltaron personas de energia que lo resistiesen. Entre ellas fue una el Dr. Francisco Velasco de la Vera, abogado distinguido que combatió sus proyectos en contestaciones verbales; el regente de la audiencia D. Antonio de Villa Urrutia (21), y de una menera todavía mas declarada, el padre D. Juan María Corona, al que segun el mismo Hidalgo refiere en su causa, reprendió y aun llegó a arrestarle porque predicó contra la insurreccion, y porque no repicó en la iglelsia de que estaba encargado cuando la toma de S. Blas, no habiendo tomado providencia mas rigurosa contra él, sin embargo de las fuertes altercaciones que sostuvo contra el declarante (Hidalgo) porque su misma firmeza le impuso, al mismo tiempo que le complacia en su interior (22).

La firmeza se hace estimar aun por el enemigo contra quien se emplea, que no puede ménos de aplaudirla, aun cuando parece que la reprende.

Antes de que Hidalgo llegase a Guadalajara, Gomez Portugal, uno de los que como hemos visto hizo la revolucion en la Nueva Galicia, comisionó para propagarla en Sonora y Sinaloa a D. José María Gonzalez Hermosillo, quien se dirigió a aquella provincia en compañía de D. José Antonio Lopez, oficial de la primera division de milicias del Sur (23).

Habiendo reunido alguna gente y acompañándolos el padre domínico Fr. Francisco de la Parra, emprendieron su marcha por Tepic, y el 15 de Diciembre pasó la expedicion por Acaponeta, último pueblo de la provincia de Guadalajara confinando con la de Sinaloa. El 18 atacó Hermosillo en el Rosario al coronel D. Pedro Villaescusa (e), que defendia aquel punto con tropas dependientes de la comandancia de provincias internas; lo batió y obligó a rendirse tomándole seis cañones de artillería (24).

En premio de esta victoria, Hidalgo dió a Hermosillo el empleo de coronel, y le prometió el de brigadier cuando se hubiese apoderado de Cosalá, en donde se le habia informado que habia gruesas cantidades de reales y mucha plata en pasta, de que tenia gran necesidad para los crecidos gastos del ejército. Recomendóle siguiese ocupando el resto de la provincia, sin detenerse en cada lugar mas que lo preciso para el establecimiento de su sistema, y en consecuencia Hermosillo se hizo dueño de Mazatlan y S. Sebastian, pasándosele la gente que guarnecia el primero de estos puntos, con la cual y con la que de ellos sacó, contaba para atacar a Cosalá y aun aposesionarse de Durango, y para que esto pudiese hacerse sin necesidad de emplear las armas, Hidalgo le previno que extendiese la lectura de los impresos de Guadalajara que le remitió, y que con la moderacion, buen trato y desinteres, procurase ganar aun a la gente mas bárbara, haciéndoles conocer la justicia de la causa que se defendia, para que se desapoderasen del fanatismo en que estaban por los europeos, y para atender a las urgencias de la tropa le previno procurase realizar cuanto fuese posible los bienes de los europeos, para cuyo saqueo habia comisionado a varios sujetos.

Hermosillo le remitió por efecto de estas medidas catorce marcos de oro, por lo cual dándole Hidalgo las gracias en carta de 14 de Enero de 1811, le dice que los consideraba como la primicia de su buen celo, y le recomendó de nuevo realizase a la mayor brevedad cuanto pudiese, para el socorro de las tropas que lo necesitaban.

D. Carlos Bustamante en su Cuadro histórico (25) da muchos pormenores acerca de la toma del Rosario y demas sucesos de Sinaloa, que atribuye principalmente al P. Parra, el cual aunque segun dice, no quiso admitir el empleo de brigadier que le fue dado por Hidalgo, porque repugnaba a su estado monacal, se ofreció a dirigir la expedicion que marchó bajo el nombre de Hermosillo.

El mismo autor asegura que Villaescusa prestó juramento de no tomar armas contra la nacion mexicana, cuando batido en el Rosario y presentándose a Hermosillo, se condujo de una manera pusilánime y deshonrosa. Mas como el autor no dice de donde ha tomado estas noticias, me ha parecido no hacer uso de ellas y limitarme en la relacion de los sucesos de aquella provincia a lo que se deduce de las cartas de Hidalgo a Hermosillo, que fueron remitidas por el gobernador de ella D. Alejo García Conde (e) al comandante general de provincias internas Salcedo, las que reconocidas auténticas por Hidalgo, se hallan agregadas a su causa, y estas no confirman, sino que antes bien contradicen, el relato de Bustamante, pues no se hace en ellas ni una sola vez mencion del P. Parra, como habria sucedido si hubiese tenido una parte tan principal en la empresa, hablándose de Lopez y de otros que eran muy subalternos; y en las declaraciones tomadas a Hidalgo con motivo de estas cartas, dice positivamente, que la comision dada a Hermosillo para ir a revolucionar en Sonora, la habia recibido de Gomez Portugal antes que el mismo Hidalgo llegase a Guadalajara, y que le eran desconocidos los que andaban promoviendo aquellos movimientos.

Es verdad que Bustamante dice, que los servicios del P. Parra habian sido comprobados ante la junta de premios, establecida despues de hecha la independencia, la que propuso que a este religioso se le diese una canongía, cuando el patronato estuviese declarado y celebrado un concordato con la silla apostólica; pero los procedimientos de aquella junta fueron marcados de tanta parcialidad y fue tanta su prodigalidad de grados y premios, como en su lugar veremos, que no son dignas de mucho crédito sus calificaciones (26).

Los progresos de la revolucion fueron mucho mas rápidos en las provincias del Oriente que baña el golfo de México. De la de S. Luis Potosí, en la que cundió velozmente de la capital a todas las poblaciones situadas al Norte de ella, se comunicó a la del Nuevo Santander, cuyo gobernador, el teniente coronel D. Manuel de lturbe (e) (27) abandonado por la tropa que habia reunido, se vió obligado a retirarse con pocos soldados que permanecieron fieles, parte de la oficialidad y algunos vecinos a Altamira, a esperar los refuerzos que habia pedido al Virrey.

Los españoles que vivian esparcidos en estas dilatadas provincias, eran sorprendidos en el seno de sus familias, arrancados de los brazos de sus esposas e hijos, despojados de los bienes que habian adquirido en largos años de trabajo y economía, y conducidos a las prisiones de que habian salido los criminales.

Muchos para librarse de tan triste suerte, se ponian en fuga, procurando acercarse a la costa o a los puntos que no habian sido invadidos y en que habia algunas tropas del gobierno que pudiesen protegerlos.

Los del rico mineral de Catorce, unidos con los de los pueblos del Venado, Matehuala, Cedral y otros, se retiraron al Saltillo, en donde el coronel D. Antonio Cordero (e), gobernador de la provincia de Coahuila, una de las sujetas a la comandancia general de provincias internas, organizaba un cuerpo de tropas con las cuales debia moverse sobre S. Luis, en ejecucion del plan de operaciones combinado por Calleja (28). El número de europeos que en aquel punto se reunió, era bastante considerable para formar una partida que auxiliada por alguna tropa de Cordero, hubiera podido recobrar la provincia de S. Luis; pero como sucede en todos los casos en que se versan diferentes intereses y no hay una mano bastante enérgica y autorizada para darles una direccion uniforme, nunca pudieron ponerse de acuerdo, pretendiendo cada uno que la partida fuese de preferencia al lugar donde tenia su radicacion e intereses, y en esta discordancia de opiniones, muchos trataron de ponerse en salvo embarcándose, y otros quedaron esperando el resultado del movimiento que Cordero hiciese con su division.

Hidalgo, sabedor de los progresos que la revolucion hacia en las provincias de San Luis y comarcanas, dió el mando de ellas al teniente general Jimenez, quien con una fuerza de diez u once mil hombres, se dirigió hacia el Saltillo de donde Cordero habia recibido órden de marchar a la provincia de San Luis, para restablecer en ella la obediencia al gobierno y las autoridades que habian sido depuestas llevando bajo sus órdenes dos mil hombres, fuerza muy suficiente para batir a Jimenez, si no hubiese estado seducida.

Encontráronse la una y la otra division el 6 de Enero de 1811 en el campo de Agua-nueva, a corta distancia del Saltillo; campo al que sucesos posteriores han dado mayor celebridad, y al avistarse las tropas, las de Cordero se pasaron a los insurgentes con armas, caballos y todo cuanto habia. Cordero pudo escapar y huyó por algunas leguas, pero perseguido por sus mismos dragones, fue cogido y presentado a Jimenez, quien entró triunfante en el Saltillo.

A consecuencia de esta ventaja D. Manuel Santa María, que aunque nacido en Sevilla pasaba por mexicano, por haber venido niño al pais y era gobernador del nuevo reino de Leon, se declaró por la revolucion en Monterrey, capital de la provincia, cuyo ejemplo siguió esta toda entera.

El obispo D. Primo Feliciano Marin se fugó y pudo embarcarse, y así caminaban hacia México por los dos mares opuestos, el de Guadalajara por el del Sur, dirigiéndose a Acapulco, y el de Monterrey por el golfo navegando hacia Veracruz.

En S. Antonio de Bejar el capitan de milicias D. Juan Bautista Casas se hizo dueño de aquella capital y de toda la provincia de Texas, prendiendo el 22 de Enero al gobernador D. Manuel de Salcedo (e), y al que lo habia sido de Nuevo-Leon D. Simon de Herrera (e), que mandaba las milicias de las provincias vecinas, con las que el Virrey Iturrigaray (29) formó un cuerpo de observacion de la frontera, habiendo sido ambos conducidos presos a Monclova, y con este último movimiento, todo el pais que se extiende desde San Luis hasta la frontera de los Estados-Unidos, obedecia a Hadilgo, sin enemigo alguno en todo él, pues Jimenez rechazó y obligó a retirarse en el puerto del Carnero al capitan D. José Manuel de Ochoa, que con algunas tropas de provincias internas se acercó a impedir el progreso de la revolucion (30).

Muy a los prinCipios de esta, pero sin ninguna relacion con ella, varios vecinos de Baton-rouge, tomándose ellos mismos el nombre de representantes del pueblo, declararon la independencia de la Florida occidental, por una acta que firmaron en 26 de Septiembre (31). El gobernador de Texas, Salcedo, dió cuenta de este suceso al Virrey y a Calleja en 21 de Noviembre pidiendo auxilios, pues temia ser invadido, y recomendando la importancia de la provincia de su mando, como si previese los acontecimientos a que ella habia de dar motivo en lo sucesivo, y que tan funestos han sido para México, dice estas notables palabras: Esta provincia es la llave del Reino, y es la mas despoblada y exhausta de cuanto es necesario para su defensa y fomento, pudiendo ser la mas rica, y el antemural respetable de las ambiciosas miras de nuestros vecinos.

Salcedo atribuye el movimiento de Baton-rouge, a las consecuencias del que pocos años antes intentó el coronel Burr, y al influjo francés, por efecto de la venida a aquel pais del general Dalvimar, de que se habló en su lugar; lo que parece carecer de fundamento, a lo ménos en esta última parte, siendo la verdadera causa la que despues se ha hecho conocer con mas extensos resultados, y que habrá de ocuparnos a su tiempo.

No era Jimenez sanguinario, y despues de su triunfo en Agua-nueva y de su entrada en el Saltillo, dejó en libertad a todos los españoles que allí encontró, eXpidiéndoles papeles de indulto, para que pudiesen volver a los lugares de su residencia con seguridad (32). Algunos de estos emprendieron atravesar la provincia de S. Luis, para ir a buscar la proteccion del ejército de Calleja, y la noticia de sus aventuras, extractada de la que publicó el uno de ellos, D. Juan Villarguide, dará una idea de cual era la suerte de los españoles en aquella época, y del género de persecucion que sufrian.

Saliendo del Saltillo se dirigieron aquellos al Cedral, y en un rancho distante dos leguas de aquel pueblo, mientras mandaron a un aguaje (33) inmediato las bestias de su avío, se encontraron rodeados por multitud de gente, que creyeron se contendria viendo los indultos que Jimenez les habia dado, que presentaron por medio de uno de los de la comitiva, y de un religioso que con ellos caminaba.

Los indultos fueron despreciados, el religioso amenazado y preso, y el otro individuo que le acompañaba fue lazado y arrastrado por el suelo hasta dejarlo sin sentido. La muchedumbre se echó entónces sobre los demas, y descargando sobre ellos palos, pedradas y machetazos, los condujeron con las manos atadas a las espaldas, desnudos, heridos y cubiertos de sangre, sin cesar de darles golpes, al Cedral, habiendo entretanto saqueado su bagaje, y quitádoles armas, ropa y todo cuanto traian. Al entrar en el lugar, se agolpó toda la plebe llenándolos de maldiciones, y las mujeres y muchachos pedian a gritos sus cabezas. La vocería y los insultos crecian en las calles del pueblo, y los que los conducian tuvieron harto que hacer para librarlos del furor de la muchedumbre, hasta encerrarlos en una bodega, en la que pasaron la noche entre los lamentos de los heridos, los dicterios de los que los custodiaban, que afilando sus machetes les amenazaban con la muerte, y teniendo a la vista en un ataud el cadáver de uno de sus compañeros, que habia sido herido de un balazo en el acto de prenderlos, y cuando clamaba por un confesor, le respondieron: allá te confesarás en el infierno con Lucifer, hereje, indigno, y pisándole el vientre y la cabeza le hicieron espirar, y condujeron el cadáver, al rededor del cual estuvieron toda la noche celebrando un velorio (34), con desentonados cantos fúnebres. Permanecieron presos en el Cedral durante un mes, amenazados frecuentemente por la plebe; lleváronlos de allí a Matehuala, escoltados por una multitud de indios flecheros, y a la entrada del pueblo corrieron nuevos riesgos; salieron para San Luis, habiendo comisionado el intendente D. Miguel Flores, hombre de buenos sentimientos, a un coronel a quien proveyó de dinero y avío, para que llevase a la capital de la provincia a todos los españoles que estaban presos en Catorce, Cedral y Matehuala, a pretexto de asegurarlos mejor, pero con objeto de librarlos de los peligros a que incesantemente estaban expuestos; tuvieron que retroceder en seguida a la hacienda de Peotillos, en donde los operarios de ella y porción de indios armados, sin hacer caso del coronel que los conducia ni de las órdenes del intendente, los atacaron, los despojaron de la poca ropa que les quedaba, y los encerraron en la cárcel; de aquí en el dia siguiente fueron llevados a San Luis, y se les destinó por prision el convento de S. Francisco; pero en la noche del tercero día de su mansion en él, habiendosele quitado el mando a Flores, entró al convento una porcion de coroneles y otros oficiales, acompañados de sesenta lanceros, y les mandaron en nombre de la nacion mexicana que saliesen, y aunque les dijeron que los llevaban para que diesen una declaracion ante sus jueces, sin que esto se verificase, los condujeron a la cárcel pública y los dejaron en un obscuro e inmundo calabozo. Mas adelante veremos la suerte que corrieron en manos del lego Herrera (35).

Ni aun el carácter sacerdotal, que antes de esta época era respetado hasta la supersticion, era entónces bastante a preservar de estos inhumanos tratamientos (36).

El cura de S. Sebastian, D. José Mateo Braceras, eclesiástico respetable y mexicano de nacimiento, aterrorizado por los sucesos que presenció en San Luis en los días de la revolucion de Herrera, salió de aquella ciudad para retirarse a Querétaro, acompañándole un religioso franciscano y el secular D. Francisco Fraga; al cabo de seis dias que anduvieron por caminos y sendas desusadas, se les reunieron otros tres sacerdotes y un lego tambien franciscanos que caminaban en la misma direccion; mas no obstante que lo hacian por los parajes mas solitarios, fueron asaltados en las inmediaciones del mineral de azogue del Durazno, por multitud de indios y soldados insurgentes armados con escopetas, machetes, palos y piedras, que a grandes voces los amenazaban. En tal conflicto, el cura y sus compañeros echando pié a tierra y puestos de rodillas, tomando en las manos los crucifijos que llevaban al cuello, imploraban piedad, manifestando que eran unos sacerdotes indefensos, que no llevaban mas armas que sus breviarios y una estola; mas insensibles aquellos a sus súplicas, descargaron sobre sus víctimas una lluvia de golpes, dejándolos en breve cubiertos de sangre y sin sentido; quitáronles la ropa y desnudos y descalzos los llevaron a pié a empellones al pueblo de Tierra-nueva; cada nuevo peloton de gente que encontraban, los maltrataba e insultaba a porfía, repitiendo vivas a Nuestra Señora de Guadalupe, hasta llevarlos a la cárcel, de donde los sacaron a la plaza, en la que estaban unos soldados preparados para pasarlos por las armas. Estábanse disponiendo para la muerte, cuando el comandante suspendió la ejecucion, diciendo al pueblo agolpado, que iba a llevarlos a presentar a sus jefes, y conduciéndolos a su casa para curar sus heridas, les hizo dar alimento y una frazada con que cubrirse, y en seguida los llevó a S. Luis, en donde el lego Herrera los puso en prision; pero a instancias de los indios de S. Sebastian que pedian a su cura, y por súplicas del prior del convento de S. Juan de Dios, los puso en libertad.

La persecucion a los españoles era uniforme y general en todas las provincias en que habia prendido el fuego de la revolucion; en todas eran presos y despojados de sus bienes, y aunque algunos lograron ocultarse y salvarse en los montes, de donde salieron con indultos que sus familias obtuvieron, y que tambien consiguieron algunos de los presos, fueron todos recogidos y llevados a las prisiones a San Luis y Guadalajara.

El mismo Hidalgo prevenia a sus subalternos el no hacer caso de estos documentos de seguridad. Deponga vd. todo cuidado, decia a Hermosillo comisionado en Sonora, en carta de 3 de Enero de 1811, acerca de los indultos o libertad de europeos, recogiendo vd. todos los que haya por esa parte para quedar seguro, y al que fuere inquieto, perturbador o seductor, o se conozcan otras disposiciones, los sepultará en el olvido, dándoles muerte con las precauciones necesarias, en partes ocultas y solitarias, para que nadie lo entienda (37).

Lo que Hidalgo prevenia a Hermosillo, era conforme a lo que él mismo mandó hacer en Valladolid antes de su salida de aquella capital con los españoles que en ella habia presos, y lo mismo que por sus órdenes se estaba a la sazon practicando con los que habia hecho reunir en Guadalajara en el colegio de San Juan, en el Seminario y en otros edificios. Sacábanlos ocultamente por las noches en partidas de cuarenta o mas, y dábanles muerte en barrancas y otros parajes ocultos, inmediatos a la ciudad. La primera de estas partidas que se sacó, fue el 12 de Diciembre, como si por ser el dia que se celebra la aparicion de la Vírgen de Guadalupe, que sacrílegamente habia tomado Hidalgo por patrona de la revolucion, hubiese querido solemnizar la festividad con tan horrible sacrificio.

El principal ejecutor de estas horrendas matanzas, nos ha dejado en las declaraciones que dió en la causa que se le formó en Chihuahua, la relacion del modo con que en ellas se procedia.

Este era Agustin Marroquin, capitan de bandoleros, a quien despues de haber sufrido la pena infamante de doscientos azotes en Guadalajara, se le seguia causa y estaba en la cárcel de aquella capital, cuando Torres habiendo entrado en ella, puso en libertad a todos los presos. Hidalgo a su llegada, no solo le hizo capitan, sino que en junta de oficiales, lo declaró solemnemente libre de toda nota, le puso por su mano las charreteras y le exigió juramento de fidelidad (38). Este, pues, al cargo que se le hizo por el juez, acerca de las matanzas en que habia intervenido como principal ejecutor de ellas, contestó:

Que en Guadalajara fue mucha la gente europea que pereció segun oyó decir, pero el solo concurrió a una ejecucion, como de cuarenta y ocho sujetos, poco mas o ménos, en la misma noche en que salió de avanzada con sus ciento y cincuenta hombres para el ejército del Sr. Calleja, lo cual aconteció de este modo. El cura D. Miguel Hidalgo, Generalísimo y caudillo de la insurreccion, que se hacia dar el tratamiento de Alteza Serenísima, mandó al coronel Alatorre que todos los individuos constantes en la lista que le entregó, y se hallaban presos en el colegio de San Juan, los mandase sacar al silencio de la noche, y los llevase a paraje donde todos pereciesen; que en efecto los sacó y trasladó a un paraje llamado San Martin, distante como dos leguas de Guadalajara, custodiándolos el mismo Marroquin con su gente y la del regimiento que mandaba Alatorre, quien iba a su cabeza, y allí los degollaron, y en un hoyo que hicieron dejaron los cadáveres, despues de cuya operacion siguieron su camino para invadir al ejército del Sr. Calleja (39).

No era solo Marroquin el que intervenia en tales operaciones como el las llama; otros habia que tenian el mismo horrible encargo, y en su desempeño recibian las órdenes directamente de Hidalgo, sin concurrencia de otra ninguna persona, pues su ministro de justicia Chico, declaró ser público y notorio que el cura mandó hacer en Guadalajara varios asesinatos, sin embargo de haberlo hecho con tal reserva, que el mismo Chico nunca pudo saber como y cuando lo hacia, y que allí mismo oyó y despues supo, que Agustin Marroquin, un Vicente Laya, un nombrado coronel Alatorre y otro Muñiz, eran los ministros de estas bárbaras ejecuciones (40).

ste Muñiz es el mismo capitan del regimiento de infantería de Valladolid, que desde aquella ciudad habia tenido tan horrenda comision. Hidalgo confirmó lo mismo relativamente a Muñiz, y agregó, que tambien fueron encargados de estas ejecuciones un coronel Vargas, nativo de Cotija, y un capitan Cajiga de Pénjamo (41).

En cuanto al número de los desgraciados que así perecieron, Hidalgo lo reduce a trescientos y cincuenta (42); los demas que declararon en su causa, hablan indeterminadamente, aunque todos conformes en que fueron muchos y D. Mariano Hidalgo, hermano del cura y tesorero general de su ejército, dice que fue una multitud (43). Generalmente se creyó entónces que habian sido cosa de mil (44). Comprendiéronse en estas atroces matanzas los que habian recibido indulto a papel de seguridad del mismo Hidalgo, y los que se entregaron en S. Blas a Mercado bajo una solemne capitulacion, segun la cual solo se les debia conservar presos, hasta que se presentasen los documentos que comprobasen su complicidad o su inocencia, en el supuesto crímen de la conspiracion para entregar la Nueva España a Napoleon.

Entre los muertos habia hombres verdaderamente venerables por sus virtudes, benéficos a los lugares de su radicacion, ancianos exagenarios y cargados de familia, un sacerdote, religioso dieguino y un lego carmelita; a todos se les conducia a deshora de la noche, o en la madrugada del mas riguroso invierno, sin alimento, a algunas leguas de distancia, hasta la orilla de un barranco; allí se les desnudaba para aprovecharse mejor de su ropa, y atadas las manos, eran entregados al bárbaro furor de los indios, que los mataban a lanzadas, precipitando sus cadáveres a la profundidad del barranco (45).

D. Carlos Bustamante pretende (46), que estas matanzas fueron motivadas por una conspiracion que se descubrió en Guadalajara, estando previniéndose los europeos presos, de acuerdo con el religioso dieguino y el lego carmelita para atacar a Hidalgo, a cuyo fin estaban en correspondencia con Calleja, y se tenia por seguro que habian fundido un cañon de artillería en la huerta del Carmen. Atribuíaseles tambien, según el mismo Bustamante, el incendio causal de un almacen de pólvora en Aguascalientes, que se voló dejando muertos a muchos de los que se ocupaban en fabricarla, y destruyó una parte de la poblacion. No aprueba sin embargo este escritor el atroz proceder de Hidalgo, aunque lo cree autorizado por el derecho de represalias, y hubiera querido que una informacion judicial hubiese puesto en claro los hechos, y justificado las ejecuciones; pero no cita mas prueba de su aserto, que el haber visto unas cartas, existentes en la secretaría del virreinato, escritas a Calleja por algunos españoles de Guadalajara, instruyéndole de lo que allí pasaba, sin hacer atencion a que estas cartas no solo no convencen que tal conspiracion se hubiese tramado, sino todo lo contrario, por el hecho de no hacer mencion de ella; que no hay probabilidad ninguna de que un corto número de españoles, rodeados por todas las fuerzas de Hidalgo, pudiesen intentar una sublevacion, y que no es posible fundir ocultamente cañones, lo que era muy fácil averiguar si se habia hecho por una simple visita, sin necesidad de ningunas formalidades mismo judiciales. Pero lo que es peor todavía para el intento del autor, es que en la causa de Hidalgo que tuvo en su poder y ha examinado, este contradice expresamente tal especie, pues aunque para recoger los indultos a algunos a quienes se les habian dado, dice que hubo denuncios al parecer fundados, aunque nunca se hizo proceso en razon de ellos (47), confiesa terminantemente que a ninguno de los que se mataron de su órden en Valladolid y Guadalajara se les formó proceso, ni habia sobre qué, porque bien conocia que estaban inocentes; pero sí se les dió confesores, cuyos nombres ignoraba, y sabrian los que asistian a estas ejecuciones, las cuales se ejecutaban en el campo, a horas desusadas y lugares solitarios, para no poner a la vista de los pueblos un espectáculo tan horroroso, y capaz de conmoverlos, pues únicamente deseaban estas escenas los indios y la ínfima canalla (48), que eran los ejecutores.

Estrechado sobre esta respuesta por el juez de la causa, y preguntándole los motivos que tuvo para un proceder tan inhumano, con unos hombres que reconocia ser inocentes y a quienes habia privado de su libertad y bienes, arrancándolos del seno de sus familias, y reduciéndolos a un estado tal, que no podian serie dañosos; no siendo probable que lo hiciese por complacer a su ejército, el cual componiéndose de indios y de canalla, gente que no guarda consideracion con la de mayor esfera cuando se reconoce superior, no se habria contentado con que tales asesinatos se ejecutasen a horas desusadas y parajes solitarios, contra lo que se ha visto siempre en los desórdenes públicos, que es complacerse no solo en ver, sino en ejecutar por sus manos semejantes atrocidades. Hidalgo contestó que conocia toda la fuerza del argumento pero que realmente no habia tenido mas motivo que una criminal condescendencia con los deseos de su ejército (49).

Aunque estas ejecuciones se ocultasen con el velo de la noche, y se extendiese la voz de que a los españoles se les sacaba de las prisiones para repartirlos en los pueblos, no dejaron de ser bien presto sabidas. Un movimiento general de horror se excitó entre toda la gente sensata, y muchos, entre ellos el gobernador de la mitra, se dirigieron a Allende para que tratase de evitarlas (50).

De cuyas resultas, Allende consultó con el Dr. Maldonado y con el mismo gobernador de la mitra Gomez Villaseñor, si seria lícito dar un veneno a Hidalgo para cortar los muchos males que estaba causando, como los asesinatos que de su órden se ejecutaban y los muchos mas que amenazaba su despotismo, no quedándole a Allende influjo ni arbitrio para evitarlos, aunque lo habia procurado en cuanto habia podido, porque desde los primeros pasos se apoderó el cura (51) de todo el mando, tanto político como militar.

¡Así trataba Allende de evitar un crímen con otro crímen, y a este exceso habia llegado la division y enemistad entre los dos principales jefes de la revolucion!

Todo esto produjo en Allende la conviccion de que la empresa se frustraria, por la funesta direccion que el cura le habia dado; lo manifestó así a las personas que trataba con confianza, y disuadió a varios jóvenes que estaban dispuestos a entrar en la revolucion, diciéndoles que iban a sacrificarse en vano (52).

He tenido ocasion de hacer observar en otro lugar (53), que el número de españoles europeos que se supone existian en Nueva España en el año de 1810, no podia ser el de setenta mil, que ha sido generalmente recibido por todos los escritores, siguiendo a Humboldt. Hízome creer que hay mucha exageracion en este cálculo, el de los que fueron muertos en la alhóndiga de Granaditas en Guanajuato, que no excedieron de cuatrocientos en las dos matanzas que allí se hicieron, habiéndose reunido los de toda la provincia, pues no fueron muchos los que escaparon a las inmediatas; hemos visto cuantos fueron los que perecieron de los presos en Valladolid y los que se salvaron a la entrada de Cruz en aquella ciudad, y por lo que acabamos de referir de la Nueva Galida puede concluirse, que no excedian mucho de mil los que en ella residian, habiendo sido conducidos a Guadalajara casi todos, y algunos de S. Luis y Zacatecas.

Parece pues claro que en las provincias ocupadas por Hidalgo en el primer impulso de la revolucion, que fueron de las mas ricas y pobladas del Reino, y en las que por razon del giro de las minas habia mas abundancia de europeos, ciertamente el número de estos no podía exceder en ellas de cuatro mil, lo que corresponderia muy bien con el cálculo, muy fundado en mi concepto, de D. Fernando Navarro, segun el cual no habria en toda la Nueva España en la citada época, mas de quince mil individuos de aquella clase.

Mientras Hidalgo manchaba la causa que defendia con estos frios y atroces asesinatos y se hacia execrable a los ojos de sus mismos compañeros, las tropas realistas moviéndose en diversas direcciones, se iban situando en los puntos convenientes para ejecutar el plan combinado por Calleja, en cuanto podia permitirlo la inmensidad de las distancias y la corta fuerza de que el gobierno podia disponer, y la nueva campaña iba a abrirse al principio del año de 1811 conforme a estas disposiciones.

El brigadier D. Alejo García Conde, hermano de D. Diego, intendente y gobernador de Sonora y Sinaloa, que desde el principio de la insurreccion habia dirigido una proclama a la provincia de su mando, exhortándola a la obediencia y a resistir los intentos de los sediciosos (54), habia reunido las fuerzas que le habia sido posible para venir al socorro de Villaescusa, que despues de la pérdida del Rosario, se habia retirado a S. Ignacio y procuraba rehacerse en aquel punto, desde el cual debia García Conde efectuar un movimiento por el Norte sobre Jalisco.

En Durango se habían organizado, por el empeño y actividad del asesor que funcionaba de intendente, unos dos mil hombres, que aunque no obraron activamente contra los insurgentes, sirvieron para resguardar la frontera por la parte que aquella provincia confina con la de Zacatecas (55).

En las provincias internas de Oriente, las divisiones de Cordero y Ochoa estaban destinadas a reconquistar las de S. Luis y Zacatecas; pero la defeccion de las tropas de Cordero en Aguanueva, y el reves sufrido por Ochoa en el puerto del Camero, dejaron todos aquellos países a disposicion de Hidalgo con libre comunicacion hasta los Estados-Unidos, con lo que se desconcertó por aquella parte la combinacion, para la que se contaba con aquellas fuerzas. Para suplir esta falta, el Virrey destinó al coronel D. Joaquin Arredondo, con el regimiento fijo de Veracruz, que mandaba, quien embarcándose en aquella plaza, salió a tierra en la barra de Tampico, y unido con el teniente coronel D. Manuel Iturbe, gobernador de Nuevo Santander, que se hallaba en Altamira con las tropas que le habian quedado, conmenzó sus operaciones en aquella provincia.

Todas estas fuerzas estaban destinadas a auxiliar el movimiento principal que debía hacerse por los ejércitos del mando de Calleja y de Cruz, que partiendo el primero de la provincia de Guanajuato, y el segundo de Valladolid, debian reunirse en el puente de Guadalajara el dia 15 de Enero, segun el itinerario fijado por Calleja, con el intento de reducir a Hidalgo a huir hacia S. Blas, único camino que le quedaba libre y que se tenia el mayor empeño en cerrarle, a lo que se dirigian las instrucciones que el Virrey daba a Cruz en sus diarias comunicaciones (56).

Dejamos a Calleja en León, desde donde propuso al Virrey con fecha 16 de Diciembre de 1810, el plan de operaciones de que hemos hablado. Su ejército, llamado de operaciones del centro, habia sufrido considerables bajas por la desercion y las enfermedades, pues solo en León dejó ochenta y dos enfermos, y habiendo marchado sin interrupcion doscientas leguas en el espacio de dos meses, habia arruinado su caballada, vestuario y monturas.

Para reparar algun tanto las faltas mas precisas, se detuvo en León algunos dias. Su fuerza excedia poco de cinco mil hombres, la mayor parte caballería. Segun en su plan decia, la experiencia le habia enseñado que los pueblos por donde pasaba arreglando sus autoridades, exhortando a los eclesiásticos al cumplimiento de sus obligaciones, publicando el indulto, y castigando con el último suplicio a algUnos pocos de los mas revoltosos, se mantenian fieles (57), y conforme a estos principios hizo ahorcar en León a dos individuos en los dias 21 y 22 de Diciembre (58).

Pasó de allí a Lagos, e irritado porque habia sido arrancado de los parajes públicos el edicto de la inquisicion contra Hidalgo, y porque el ejército no habia sido recibido con aplauso, escribió al Virrey:

No economizaré los castigos contra los que resultaren reos de tan grave delito; este es uno de los pueblos que mereceria incendiarse por su obstinacion (59).

Iriarte, que con sus tropas se hallaban en Aguascalientes, abandonó aquel punto luego que supo la aproximacion de Calleja; pero antes remitió a este con una escolta a su esposa con todas sus alhajas, y recibió en cambio la suya que habia caido, ignoro por que accidente, en manos de Calleja. Sabiendo este que en Aguascalientes se hallaban veintidos españoles traidos de S. Luis, que eran conducidos a Guadalajara a una muerte cierta, destacó desde Lagos para libertarlos, al capitán D. Antonio Linares con su compañía de voluntarios de Celaya y la de la escolta del general (60); Linares, andando treinta leguas en un dia y una noche, no solo logró poner en libertad a aquellos desgraciados, entre los que se encontraban el intendente de S. Luis, Acebedo, y el que antes lo habia sido y estaba nombrado para Caracas, Arce, hermano del inquisidor general de España (61), sino tambien presentar con ellos a Calleja en Lagos, treinta mil pesos que habia encontrado en Aguascalientes, y trescientos caballos que fueron muy útiles para la remonta de la caballería (62).

Permaneció en Lagos Calleja el tiempo que calculó necesario, para que hubiesen tenido efecto los movimientos combinados de las demas tropas que en diversas direcciones debian moverse sobre Guadalajara; pero no recibiendo noticia alguna de las de Coahuila, y no queriendo dar lugar a que Hidalgo aumentase las suyas, prosiguió su marcha dirigiéndose al punto designado para la reunion con Cruz sin nuevo incidente, hasta Tepatitlan a donde llegó el dia 15 de Enero de 1811.

Cruz con su ejército, al que se dió el nombre de reserva, no pudo por varios incidentes verificar su salida de Valladolid en el dia demarcado en el plan de Calleja, que era el 1° del año, y se puso en marcha el 7 de Enero, dejando en aquella ciudad a Trujillo con una corta guarnicion. Su fuerza ascendia a unos dos mil hombres, y a diferencia del ejército de Calleja, era en proporcion mucho mayor el número de infantes que el de la caballería, de la que no habia mas que doscientos cincuenta hombres escasos, de los regimientos de dragones de España y Querétaro.

Hidalgo en vista del movimiento de los dos cuerpos de ejército de Calleja y Cruz, vaciló sobre el partido que debia tomar, y se celebró junta de guerra para decidir lo que convenia hacer.

El plan propuesto por Hidalgo fue, marchar con el grueso de su ejército al encuentro de Calleja; tomar a este al mismo tiempo por la retaguardia, moviéndose al efecto Iriarte con la gente de Zacatecas, e impedir la reunion de Cruz con Calleja, situando en el camino que aquel debia seguir, un cuerpo de tropas suficiente para embarazarlo.

Allende por el contrario, teniendo a la vista los resultados de las acciones de las Cruces, Aculco y Guanajuato, no queria aventurar otra, no confiando en las tropas que tenían, por grande que fuese su número y mucha su artillería, y juzgaba mas prudente dejar entrar a Calleja libremente en Guadalajara, y dividiendo en varios trozos el ejército independiente, hostilizar al realista en diversas direcciones y ocupar a Querétaro, o retirarse con todas sus fuerzas a Zacatecas.

Hidalgo sin duda tenia en consideracion la dificultad de movilizar una masa de gente indisciplinada; la probabilidad de que se desbandase, dividiéndola en varios trozos; la casi certidumbre de perder la numerosa artillería que tenia reunida; el menoscabo de su crédito abandonando a Guadalajara, y la falta de recursos si se perdia aquella capital; razones todas de mucho peso, aunque tambien lo tenian y acaso mayor, las que asistian a Allende para no arriesgarlo todo en una accion, cuyo éxito temia fuese funesto.

La junta se decidió por la opinion de Hidalgo y se tomaron las disposiciones que eran consiguientes.

En ejecucion de lo dispuesto por Hidalgo, se situó ventajosamente en el puerto de Urepetiro a cuatro leguas antes de Zamora, para impedir a Cruz aquel paso difícil, un cuerpo de diez a doce mil hombres con veintisiete cañones, mandado por el cura de la Piedad Macías y por D. Ruperto Mier, capitan que habia sido del regimiento de infantería de Valladolid, a quien Hidalgo hizo coronel en su entrada en aquella ciudad, dándole un regimiento que organizar, aunque sin mas armas que 80 fusiles recompuestos.

Cruz, habiendo salido el 14 de Tlasasalca dirigiéndose a Zamora, a las dos horas de marcha comenzó a descubrir en las alturas que dominan el puerto de Urepetiro la fuerza que mandaba Mier, ocupando una posicion de muy difícil acceso, por la arboleda, quebradas y cercas que estorbaban la subida (63). Mandó sin detenerse que su vanguardia empezase la carga, avanzando por la orilla de un arroyo de bastante agua que es la subida del puerto, para atacar una eminencia coronada por una batería de diez y siete cañones; pero el vivo fuego de esta detuvo el avance, y obligó a aquellas tropas a replegarse en espera de nuevas órdenes. Para sostenerlas, dispuso Cruz que el batallon de marina con dos piezas, se aposesionase de una altura hacia la izquierda, destacando dos compañías del de Toluca para tomar otra de la derecha, quedando las seis piezas restantes de las ocho que componian la artillería del ejército, en el paraje mas ventajoso que ofrecia el pié del puerto, al frente del enemigo, sostenidas por el teniente coronel comandante del regimiento de Toluca D. Ignacio García Illueca, con tres compañías del segundo batallon de su cuerpo.

El movimiento retrógrado de la vanguardia del ejército real hizo creer a Mier que estaba en fuga, y moviendo el suyo, adelantó mucha parte de sus fuerzas por su izquierda y centro, comenzando a batir con doce o quince piezas las seis situadas al pié del puerto, al mismo tiempo que avanzó con otras cinco contra la izquierda de los realistas, a cuya espalda se dejó ver un número considerable de insurgentes.

Descubierta así la totalidad de la fuerza y posicion de estos, Cruz determinó atacar a un tiempo las diversas posiciones que ocupaban; confió el ataque por la izquierda al teniente de navío D. Pedro Celestina Negrete, quien con el batallón de marina y tres compañías del primero de Toluca, sin hacer fuego hasta estar a tiro de pistola y cargando en seguida a la bayoneta, se hizo dueño de las cinco piezas que Mier había situado por aquel costado y destrozó toda la fuerza que las sostenia, la que se sostuvo con firmeza, hasta que se rindió el que llevaba la bandera. Mientras Negrete batia y arrollaba cuanto se oponia a su paso, el teniente coronel D. Francisco Rodriguez con los dragones de España y de Querétaro y tres compañías de Puebla, cargó a galope al cuerpo principal de los insurgentes, se apoderó de veintidos cañones, cuyas descargas a metralla recibió con serenidad, y dejando una parte de sus tropas para que los custodiasen, siguió con el resto el alcance del enemigo. Las fuerzas de este que se presentaron a retaguardia, fueron puestas en dispersion por el capitan de navío D. Rosendo Porlier que las atacó con alguna caballería y el resto del regimiento de infantería provincial de Puebla. Los realistas quedaron así en hora y media de combate dueños del campo, y de toda la artillería y bagajes de los insurgentes, que huyeron en desórden hacia Zamora, habiendo perdido seiscientos hombres. La pérdida de los realistas se redujo a un muerto y dos heridos.

Aunque el resultado de esta accion fuese tan funesto a los insurgentes, ella sin embargo produjo el efecto que Hidalgo se habia propuesto, pues sin embargo de que Cruz no quiso ni aun recoger los despojos del enemigo, dando órden a Trujillo para que mandase de Valladolid a conducir la artillería que habia tomado, para poder continuar sin demora su marcha; no pudo llegar al puente de Guadalajara en el dia señalado en el plan de Calleja, habiéndose detenido en Zamora a reponer unas cureñas, y aunque no encontró resistencia en el paso del rio Grande, pero habiendo hallado una sola barca, fue muy lenta operacion trasladar su ejército a la ribera opuesta.

Entre los oficiales que Cruz recomendó por haberse señalado en esta batalla, llaman la atencion por el papel que despues representaron, D. José Mozo del batallon de marina, y los capitanes de dragones de Querétaro D. Angel Linares y D. Luis Quintanar. Recomendó tambien al sargento mayor de dragones de Pázcuaro D. Rafael Ortega, cuya conducta hasta entónces habia parecido sospechosa, y a D. José Canto, teniente del mismo cuerpo, que habiéndose unido a Hidalgo cuando entró en Valladolid, se le concedió el indulto con la condicion de servir en el ejército real en la clase de soldado, y por su brillante comportamiento en esta accion, pidió Cruz al Virrey que se le restituyese en su antiguo empleo, como se verificó.

Mier, perdida la accion, en la que se condujo con valor e inteligencia, se retiró a Guadalajara, y habiéndose indultado después, sirvió con distincion en las tropas reales, y murió algunos años adelante en Valladolid, en la obscuridad y la pobreza.

Una falsa alarma que hubo en Guadalajara en la noche del 25 de Diciembre, puso en movimiento a toda la gente y la ciudad se iluminó para evitar confusion. Avisóse del pueblo de San Pedro que el enemigo se acercaba, pero habiendo salido Allende a hacer un reconocimiento, resultó falsa la notiticia.

Cuando por avisos mas ciertos se supo que en efecto Calleja estaba en marcha, salió de aquella capital el 14 de Enero a medio dia el ejército de Hidalgo, a cuya cabeza marchaba este y Allende, y la retaguardia la cubria Torres, el cual llevaba consigo noventa tercios de efectos valiosos que le quitó el intendente Anzorena, impidiéndole los hiciese llevar a su casa a S. Pedro Piedra Gorda, como lo intentaba. Aquella noche acampó toda la fuerza reunida en las llanuras inmediatas al puente de Guadalajara (64).

El siguiente dia, habiendo recibido Hidalgo aviso de la derrota de las fuerzas de Mier en Urepetiro, frustrado con esto su intento de impedir la reunion de Cruz con Calleja, resolvió marchar a atacar a este antes que la reunion se verificase, con cuyo objeto levantó su campo del puente de Guadalajara para ocupar, antes que Calleja lo hiciese, la ventajosa posicion del puente de Calderon, paso preciso para Guadalajara, y por el que era muy dificil penetrar por la estrechez, elevacion y aspereza del terreno (65).

Su ejército consistia en cien mil hombres, de los cuales veinte mil eran de caballería; tenia siete regimientos uniformados y regularmente disciplinados aunque escasos de armamento, y noventa y cinco cañones, la mayor parte del calibre de cuatro a diez y ocho y uno de veinticuatro, con abundancia de municiones, granadas de mano, cohetes con puntas de hierro, y otros proyectiles con que se habia tratado de suplir la falta de fusiles. De esta numerosa artillería cuarenta y cuatro piezas eran muy buenas, de las fundiciones reales, y habian sido conducidas de S. Blas, como en su lugar dijimos; las restantes eran fundidas en Guadalajara. Aquellas estaban montadas en cureñas bien construidas; la mayor parte de las otras estaban puestas en carros, y no podian variar sus punterías una vez fijas en el sitio en que habian de operar.

Unas fuerzas tan considerables, que Calleja creyó se le exageraban hasta que las vió, daban tal confianza en la victoria a Hidalgo, que al partir de Guadalajara dijo que iba a almorzar en el puente de Calderon, a comer en Querétaro y a cenar en México.¡Tan seguro creia el triunfo, y que una vez obtenido este, no encontraria resistencia en ninguna parte!

No era el intento de Calleja atacar a Hidalgo miéntras no se le reuniesen las fuerzas de Cruz; mas impuesto del movimiento de aquel por un correo que el dia 15 interceptó en Tepatitlan, enviado a Marroquin que con una division de cinco a seis mil hombres y algunas piezas de artillería observaba los movimientos del ejército real, se dirigió con presteza al puente de Calderon, que Hidalgo trataba de ocupar, con el objeto de prevenirlo si pudiese; pero al llegar a él el 16, lo encontró ya dueño de aquel punto, y situado con todas sus fuerzas en las alturas circunvecinas.

Hizo en aquella tarde practicar un reconocimiento por el capitan D. Antonio Linares, con la compañía de voluntarios de Celaya y con la que se había formado con los europeos escapados del degüello de Guanajuato, y habiendo dispuesto que estas se adelantasen a desalojar a los independientes del puente y sus inmediaciones, se empeñó un fuego tan vivo, que obligó al general realista a hacer marchar para sostenerlas al batallón ligero de S. Luis con un cañon, los escopeteros de Rio-verde, y dos escuadrones de los regimientos de dragones de España y México.

Los realistas quedaron dueños del puente, y en la noche continuaron, sin ser incomodadas sus descubiertas, buscando en las márgenes del arroyo que dividia los dos ejércitos, pasos practicables para la artillería y caballería. El ejército real tomó posicion a la vista del contrario al pié de una colina, y pasó la noche vivaqueando, con toda la vigilancia que exigia la proximidad de los enemigos.

Todo se preparaba por una y otra parte, para la memorable batalla que iba a decidir al dia siguiente la suerte de la Nueva España.


Notas

(1) Estas denominaciones eran tomadas del gobierno español.

(2) No he visto el bando y copio las mismas palabras del edicto inserto en la Gaceta de 1° de Febrero de 1811, t. 2°, núm. 15, fol. 101, en el que! por equivocacion se le llama José Antonio Rayon. Que tuviese el corto empleo del despacho de la estafeta, lo dice Calleja en su manifiesto de 15 de Enero de 1816, párrafo 52. Estos hechos tomados de las declaraciones de Rayon, son contrarios a lo que Bustamante refiere en el Cuadro histórico. Dice tambien este autor que no detuvo a Rayon ni el acabar de casarse, ni el ser dueño de una mina en el real del Oro, que estaba entónces en bonanza; en lo que entiendo que hay equivocacion, pues yo contraté algunos años despues las minas del oro, por cuenta de la compañía unida de minas, y no apareció dueño de ninguna D. Ignacio Rayon; su hermano D. Ramon sí lo era de una de ellas, pero creo que era por denuncia reciente, y la mina no habia estado nunca en bonanza.

(3) Véase este curioso documento en el apéndice.

(4) Véase esta contestacion en el apéndice. D. Carlos Bustamanle la ha publicado tambien, como adicion al t. 1° de la segunda edicion del Cuadro histórico, y cree encontrar en ella el plan concebido y seguido por Hidalgo en la revolucion. Sin embargo, el lector imparcial no hallará en este documento mas que declamaciones vagas, sin otra idea de plan que lo que dice vagamente tambien, acerca del congreso que habia de convocarse.

(5) Informe arriba citado de Garro a Calleja.

(6) Archeder, Apuntes históricos, manuscrito.

(7) Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, f. 185.

(8) Véase el capítulo V, segunda parte de esta obra.

(9) Véase el manifiesto titulado:. El desengaño americano, del Dr. D. José Angel de la Sierra, inserto en la Gaceta de 8 de marzo de 1811, fol. 202. Este dato está al fol. 208.

(10) Idem, y el art. del Dr. D. José María Aldama, inserto en el suplemento a la Gaceta de 8 de Febrero de 1811, fol. 127. Apéndice.

(11) Oficio del cabildo eclesiástico de Guadalajara al Virrey Venegas, de 24 de Enero de 1811. Gaceta de 5 de Febrero, tomo 2°, núm. 16, fol. 111.

(12) Véanse estos decretos, en el apéndice.

(13) Hidalgo en su causa, existente en el archivo general, contestando a la primera pregunta que se le hizo por el juez comisionado Abella, dice sobre este particular: Que el tratamiento de excelencia se le convirtió despues en el de alteza, que unos se la daban simple y otros con el aditamento de serenísima, pues así este tratamiento como el de excelencia, se lo dieron arbitrariamente y sin órden ni acuerdo formal precedente. Bustamante dice, que el primero que empezó a darle el tratamiento de alteza, fue el oidor español D. Juan José de Souza. Souza era de Caracas, y este tratamiento empezó a dársele a Hidalgo en Zamora.

(14) Artículo del Dr. Aldama, Gaceta citada, fol. 126.

(15) Artículo del Dr. Aldama, folio 127, Gaceta citada.

(16) Idem, fol. 126.

(17) Véase el capítulo primero de esta obra.

(18) Véase el capítulo prmero de esta obra.

(19) Contestacion de Hidalgo al cargo doce.

(20) Id. id., al cargo treinta y ocho.

(21) Arechederreta, Historia manuscrita. Este D. Antonio Villa Urrutia fue primo de D. Jacobo, que tanto figuró en las juntas de Iturrigaray. Murió en Madrid, siendo Consejero de Indias.

(22) Contestación al cargo once.

(23) Hidalgo en su causa dijo que no sabia quien fuese este Lopez, pues los que intervinieron en estos sucesos de Sonora le eran desconocidos, pero se infiere ser el que aquí se dice, porque el general Cruz en su oficio al Virrey de 17 de Febrero de 1811, Gaceta del 26, núm. 28, fol. 178, dice habérsele presentado a pedir el indulto.

(24) Aunque Villaescusa tenia el grado de coronel, su empleo efectivo era capitan del presidio de S. Carlos de Buenavista en Sonora.

(25) Cuadro histórico, tomo 1°, fols. 176 a 181.

(26) El P. Parra ha muerto hace poco tiempo en Sto. Domingo de México, sin haber llegado a ser canónigo, pues ni se secularizó, ni el cabildo eclesiástico hubiera hecho gran caso de la recomendacion de la junta de premios.

(27) Estaba casado con mi hermana Da. María de la Luz, y fue padre de D. Luis Iturbe, magistrado del tribunal superior del departamento de México.

(28) Véase fol. 73. Todas estas noticias están tomadas de la Memoria curiosa de los sangrientos sucesos acaecidos a D. Juan Villarguide y sus compañeros en poder de los insurgentes. México, 1812. Imprenta de Arizpe.

(29) Véanse las noticias relativas a esta revolucion, en la Gaceta de 15 de Octubre de 1812, tomo 3°, núm. 302, fol. 1087.

(30) Bustamante es el único que habla de esta accion, sin dar pormenores, y dice fue tres dias despues de la batalla del puente de Calderon. Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 198.

(31) Bustamante, Cuadro histórico, t. 1°, fol. 122, ha publicado esta acta y hablado de este movimiento, copiándolo de la correspondencia de Salcedo.

(32) Memoria de Villarguide.

(33) Lugar donde se recoge artificialmente agua para beber.

(34) Se llama velorio, el acompañar a los muertos la noche que precede al entierro, los parientes y amigos no sólo rezando por su descanso, sino cantando, bailando y embriagándose; lo que da lugar a veces a tales excesos, que la autoridad pública tiene que intervenir, para desbaratar estas reuniones. Esta palabra solo se usa en la República mexicana.

(35) Relación de Villarguide, fol. 1° al 10.

(36) Los sucesos del cura Braceras constan en una relacion que el mismo formó, con fecha 30 de Marzo de 1811, la que Calleja remitió al Virrey oficialmente en 4 de Abril, y se insertó en la Gaceta extraordinaria del 25 del mismo Abril, t. 2°, núm. 49, fol. 366.

(37) Carta de Hidalgo a Hermosillo, acumulada original a la causa de Hidalgo y reconocida por este auténtica.

(38) Observaciones del Dr. Velasco impresas en Guadalajara y reimpresas en México en casa de Arizpe: 1811, fol. 11.

(39) Declaracion de Marroquin acumulada a la causa de Hidalgo.

(40) Idem de Chico, idem.

(41) Declaracion de Hidalgo contestando al cargo diez y seis, al fin.

(42) Id. contestando al mismo cargo.

(43) Declaracion de D. Mariano Hidalgo, agregada a la causa del cura.

(44) Bustamante los hace subir a setecientos. Calleja dice lo mismo.

(45) Cuad. cit. antes del Dr. Velasco.

(46) Cuadro histórico, fol. 182.

(47) Declaracion de Hidalgo, contestando al cargo veinte.

(48) Id. al cargo diez y seis.

(49) Contestacion de Hidalgo a los cargos diez y siete y diez y ocho.

(50) Lo que sigue está copiado literalmente de la declaracibn de Allende, agregada a la causa de Hidalgo.

(51) Bustamante pretende, que habiéndosele ofrecido el mando a Hidalgo al principio de la revolucion, lo rehusó modestamente, por ser opuesto a su carácter eclesiástico, lo cual es contrario a lo que dice aquí Allende.

(52) Lo sé por el Dr. Sanchez Resas, que ha muerto de dean de Guadalajara hace dos años.

(53) Véase Adiciones y rectificaciones, en esta misma obra.

(54) Se insertó en la Gaceta de 3 de Mayo de 1811, tomo 2°, n. 52, f. 390.

(55) Bustamante, Cuadro histórico, por noticias sacadas de la secretaria del virreinato.

(56) Tengo copia de estas comunicaciones, en las que si bien se echa de ver la falta de conocimientos que Venegas tenia del pais, es notable su prevision y su laboriosidad.

(57) Son las expresiones mismas de Calleja en el plan referido publicado por Bustamante. Campañas de Calleja, fol. 59.

(58) Bustamante, Campañas de Calleja, fol. 39, y Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 116.

(59) Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 39, copiando el expediente de las Campañas de Calleja.

(60) Representacion manuscrita de Linares.

(61) Areched, Apuntes manuscritos.

(62) Representacion de Linares.

(63) Véanse los dos partes de Cruz sobre esta accion, insertos en la Gaceta extrordinaria de 17 de Enero, núm. 8, fol. 53, y de 25 del mismo núm. 13, fol. 81.

(64) Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 186.

(65) Para la relacion de la batalla del puente de Calderon y todos sus incidentes, sigo la publicada de oficio en la imprenta de Arizpe, México, 1811 y lo que de ella dice Calleja en su correspondencia reservada con el Virrey Venegas, publicada por Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 159, y Campañas de Calleja, fol. 82. Contaba ampliar estas noticias con las que comunicó al obispo de Guadalajara, el cura Perez de Zapotlanejo, en cuyo distrito se dió la accion, y que se halló en el campo de Hidalgo, pero habiéndome remitido este documento original, con otros muy importantes, el P. Fr. Manuel de S. Juan Crisóstomo, carmelita (Nájera) a quien debo muchas de las noticias de que he hecho uso en este capítulo, fue robada la diligencia que los conducia y todo se extravió en ella, lo que ha sido una pérdida irreparable para mí.

Índice de Revolución del cura Miguel Hidalgo hasta la muerte de éste y de sus compañeros de Lucas AlamánCapítulo V - Segunda parteCapítulo VII - Primera parteBiblioteca Virtual Antorcha