ENTREVISTA Píndaro Urióstegui Miranda LOS BATALLONES ROJOS PREGUNTA RESPUESTA Asistimos los integrantes del comité revolucionario; el local se llenó de bote en bote; además, en la calle hubo multitudes tratando de saber lo que ahí se hablaba. Una vez que se dio lectura al Pacto y al Manifiesto no necesitamos de otra literatura para escuchar la opinión de los trabajadores ahí reunidos. Tuvimos la siguiente actuación: Aurelio Manrique, que se había adherido a la Casa con un grupo de estudiantes, seguramente con un plan premeditado, trató de evitar que la Casa marchara al campo armado en ayuda de la revolución constitucionalista, lo que ameritó que hiciéramos uso de la palabra Rafael Quintero y yo; en aquel entonces no había altoparlantes. Aurelio Manrique hizo los esfuerzos que pudo por obtener la desaprobación de lo que estábamos haciendo, pero la colectividad no perdió, ni por un momento, el rumbo y Aurelio Manrique comprobó que aquella masa respaldaba lo hecho, unánimemente, a los gritos de: ¡Armas!, ¡viva Carranza!, ¡viva la Revolución! ¡viva la Casa del Obrero Mundial! Manrique abdicó teniendo que sacarlo por una puerta secreta para no ser atropellado por aquella colectividad enardecida. Terminado el acto, la Casa del Obrero Mundial estaba lista para tomar las armas, debiendo concentrar sus contingentes en la población de Orizaba. Con qué ardor acudieron a la estación del ferrocarril en Buenavista, dichos contingentes. No hubo necesidad de hacer convocatorias ex profeso; toda la segunda quincena del mes de febrero de 1915 se llevó esa operación. Entre los gremios que dejaban atrás a la ciudad de México iban los compañeros de la Fábrica Nacional de Armas (Maestranza Nacional). Había que ver el entusiasmo que les despertó el viaje a Orizaba a nuestros hombres. Marchaban los trenes con las banderas rojas en las farolas de las locomotoras; se cantaba la Internacional y el himno Hijo del Pueblo. El proletariado no conocía a su país. Era la primera vez que salía de la capital de la Repúhlica. Así, aquello era una fiesta, una cosa de dar gusto. Salí junto a ellos, en el último tren el dos de marzo de 1915. Al recorrer personalmente los carros me convencí del júbilo de esos trabajadores. El convoy fue tiroteado por los zapatistas, nada más tiroteado. En Orizaba, los obreros de Río Blanco, distribuidos en los andenes de la estación, recibieron, con manifestaciones de alegría, a sus hermanos de México. Calculo que salimos de México un poco más de ocho mil hombres, de los cuales arribamos a la ciudad de Pluviosilla unos siete mil, porque aprovechando algunos los trenes se fueron quedando en Apizaco, Puebla, etc. Ya en Orizaba, se tomaron uno o dos templos y casas particulares para alojar a los obreros. El coronel Ignacio C. Enríquez, designado por la Primera Jefatura para militarizar a los trabajadores, inició su labor de formación de los batallones con setecientas cincuenta plazas cada uno. Así fue organizado el 1er. Batallón Rojo, con los obreros de la Fábrica Nacional de Armas, siendo enviado a El Ebano y llevando como jefe al general Gabriel González Cuéllar; este batallón ocupó el ala izquierda de la línea defensiva. Las fuerzas de Villa atacaron muy duro ese lado al saber que ahí estaban los obreros y creerlos cobardes. Por lo general el jefe villista Tomás Urbina estuvo atacando esa ala, pero no la pudo tomar. Los obreros estaban diestros en el manejo de las armas, ya que trabajaban en la fábrica de armas y se portaron a la altura de los soldados fogueados, esto lo hace constar Antonio Rivera G. en su libro 72 días en El Ebano. Después se constituyó el 2° Batallón Rojo, con obreros tranviarios, conductores, mecánicos y gente de vía, de los tranvías de México; ese batallón fue consignado a la huasteca veracruzana. Luego se organizaron los Batallones Rojos 3° y 4°, quedando al mando, el tercero, del general Juan José Ríos, y el Cuarto, del general José Juan Méndez, siendo enviados a Celaya con el general Obregón. Por último, fueron formados el quinto y sexto, los que quedaron al mando directo del coronel Ignacio C. Enríquez. En estas condiciones, Enríquez los llamó de Supremos Poderes; estuvieron en servicio protegiendo las vías de Veracruz a Celaya, llevando y trayendo víveres, lo mismo que armamento; fueron de gran utilidad. Hay una información sobre el particular, servida por el propio coronel Ignacio C. Enríquez, muy elogiosa y que la tiene la Confederación de Trabajadores de México. PREGUNTA RESPUESTA El Segundo Batallón quedó deshecho en combate, en la región veracruzana. El Tercero y Cuarto Batallones marcharon a Colima. En pelea contra fuerzas villistas varios de sus miembros tuvieron el gesto de arrojarse por un desfiladero, esto en Puente Villegas, para no caer en manos de su enemigo. En Colima los soldados rojos construyeron un monumento a Juárez. El Tercero y Cuarto Batallones Rojos fueron licenciados personalmente por el señor Carranza. Ya sin armas marcharon a la capital de la República, pasando por Querétaro en cuya estación don Venustiano les dio las gracias por su cooperación a nombre de la Patria. Al llegar a la ciudad de México se llevó a cabo una ceremonia en la Casa del Obrero Mundial, donde se les dijeron palabras de reconocimiento. Por último, frente a la Secretaría de Guerra, volvieron a su vida de trabajo. El Cuarto y Quinto Batallones Rojos quedaron con el general Enríquez.
A ROSENDO SALAZAR
¿Y al llegar a la ciudad de México, procedieron de inmediato a la organización de los batallones rojos?
Al llegar a la ciudad de México, los comisionados que estuvimos en Veracruz, convocamos al proletariado al Teatro Ideal para darle cuenta.
¿Hasta cuándo existieron estos Batallones Rojos o cuál fue su destino?
El Primer Batallón Rojo realmente quedó absorbido por las fuerzas comandadas por el general Jacinto B. Treviño, quien era el jefe de la posición constitucionalista de El Ebano.