CRÓNICAS Y DEBATES
DE LAS SESIONES DE LA
SOBERANA CONVENCIÓN REVOLUCIONARIA
Compilador: Florencio Barrera Fuentes
SESIÓN CELEBRADA EL DÍA 27 DE OCTUBRE DE 1914 EN LA CIUDAD DE AGUASCALIENTES
Primera parte
SUMARIO
Discusión sobre la credencial expedida a favor del ciudadano Fermín Carpio, que fue al fin aprobada.- Protesta de nuevos delegados.- En medio de aplausos es introducida al salón la delegación del Ejército Libertador.- El presidente Villarreal da la bienvenida a nombre de la Asamblea y contesta el ciudadano Paulino Martínez.- Discurso del ciudadano Soto y Gama.- Incidente tormentoso motivado por algunas apreciaciones del orador con respecto a la bandera.- Vibrantes discursos sobre este particular de los ciudadanos Hay y Marciano González.- Nueva alocución del ciudadano Soto y Gama, rectificando algunos conceptos, y explicando el por qué de los primeros.- Discurso del ciudadano García Vigil.- Lectura de la contestación dada por el general Zapata a la invitación que se le hizo para que nombrara delegados.
PRESIDENCIA DEL C. GENERAL ANTONIO I. VILLARREAL
A las 10.30 a.m., con asistencia del número competente de ciudadanos delegados según consta en la lista que previamente pasó la Secretaría, se abrió la sesión.
El C. secretario dio cuenta con el acta de la sesión anterior, que, puesta a discusión, sin debate, fue aprobada en votación económica.
El mismo O. secretario dio cuenta en seguida con el dictamen de la comisión de Poderes, que consulta si es de aprobarse la credencial expedida por el general M. M. Diéguez, a favor del ciudadano Fermín Carpio, en substitución del ciudadano J. J. Ríos, y lo puso a discusión.
El C. Gutiérrez de Lara:
Unicamente para hacer observar que el señor Ríos se ausentó de la ciudad sin permiso, faltando a los compromisos contraídos.
El C. secretario:
En votación económica se pregunta si se aprueba.
El C. González Garza:
Yo creo que este asunto debe ser meditado; que pase a una comisión para su estudio, porque en estos momentos acabo de presentar a la Mesa una moción, para que, precisamente al someterla a la consideración de la Asamblea, si ésta tiene a bien aprobarla, se evite la salida de los señores representantes, para que seamos consecuentes con los acuerdos anteriores que hemos tenido. Yo ruego a la Presidencia que si lo tiene a bien se sirva dejar pendiente este asunto, para después de que se trate de la moción que hemos presentado varios delegados, a fin de que este asunto sea debidamente estudiado.
El C. Osuna:
Pido la palabra, señor presidente, para apoyar el dictamen; y con respecto a lo que dice el compañero González, no sería prudente que fuéramos a tomar un acuerdo que va a tener efecto retroactivo, porque esto ya ha pasado; el señor delegado a que se refiere el dictamen ha salido de aquí sin contravenir ninguna disposición expresa de esta Convención, porque no se ha dicho que no pueden salir; cuando no había sesiones, otros delegados salieron también a diferentes lugares; no hay razón para considerar un delito lo que ha hecho el compañero, y sí hay razón para considerar que debe admitirse un nuevo representante, puesto que el general Diéguez, que es a quien representa el delegado de referencia, tiene verdaderos deseos de estar representado en esta Convención, sea por el delegado que había venido primero, o sea por el que ahora manda. Además, suspender la discusión de un dictamen hasta discutir una ley a la que tengan que sujetarse todos, no lo creo prudente.
El C. secretario:
La Mesa, por conducto de la Secretaría, informa que se está siguiendo el mismo orden que otras veces.
El C. González Garza:
Casualmente es lo que iba a impugnar; no se ha seguido el mismo orden; el orden que se ha seguido ahora es dar cuenta de los distintos mensajes, de los documentos, hasta que se someten a la consideración de la Asamblea, y después de leídos, la Mesa da el trámite que corresponde. Precisamente en eso me basé para hacer que ese mensaje fuera a dicha comisión, para que lo estudiase.
El C. secretario:
La Mesa informa, por conducto de la Secretaría, que ayer se leyó ese mensaje y se turnó a la comisión de Poderes.
El C. González Garza:
Por otra parte, en la moción que acabamos de presentar está previsto el caso de enfermedad, y tengo la absoluta seguridad de que, por lo que respecta al representante del señor general Diéguez, está dentro del dictamen, como que muy bien puede nombrar su representante; pero yo quiero y pido a la Asamblea, siempre que lo juzgue conveniente, que estos asuntos se traten en conjunto, porque tengo noticia de que no es ese el solo caso de cambio de representación, sino ocho o diez.
El C. Mariel:
¿Y qué?
El C. González Garza:
¿Cómo y qué? Qué, ¿acaso venimos a esta Asamblea a estar cambiando representantes en estos momentos, cuando vamos a acabar de unificar el criterio, reunirnos y ponernos de acuerdo para resolver los problemas que tenemos encima? Aquel que ha dicho: ¿y qué? debe de saber que es un asunto muy grave, y que por eso pido a la Mesa que lo retrase un solo momento, para poderlo tratar.
El C. Mariel:
Yo creo que todos los que tienen derecho a ser representados aquí, lo tienen también para nombrar sus representantes y cambiar las personas que no les merezcan absoluta confianza.
El C. González Garza:
Perfectamente; pero hay una moción aprobada por la Asamblea, y esa moción fue aprobada por unanimidad, a fin de que ningún representante de los aquí reunidos, pudiera ausentarse de las sesiones ... (Voces: ¡No, no!) Sí, señores; yo pido a la Asamblea que me haga el favor de informarme, sobre ese punto, cuál es la moción aprobada.
Recuerdo que a ese propósito hubo una mayoría que se opuso a esa moción que presentamos nosotros, respecto a que no debían de salir de la ciudad, y quedó aprobado lo que se refiere a los que faltaran a las sesiones; el representante del general Diéguez faltó a las sesiones, luego está en el caso de la moción.
El C. Julio Madero:
Pido la palabra.
El C. Marciano González:
En el presente caso me permito llamar la atención del señor González Garza, sobre que se trata de un dictamen, y, como tal, no puede ser retirado; él lo sabe perfectamente bien.
El C. Julio Madero:
Pido la palabra para una aclaración. El señor coronel Ríos salió el sábado en la noche para conferenciar con el señor general Diéguez; pensaba volver a las sesiones el lunes; pero enfermó, y hubo necesidad de que el general Diéguez mandara un nuevo representante.
El C. González Garza:
Para una interpelación a la comisión. ¿Le consta que esté enfermo el señor Ríos? En la moción que acabo de presentar excluyo a los enfermos, porque sería ilógico pretender exigir a un delegado que está enfermo que asista a esta Convención. En vista de esa moción, yo pregunto: ¿tiene la seguridad de que el señor Ríos está enfermo?
El C. Paniagua:
¿Por qué duda el señor delegado González Garza de la honorabilidad del señor general Diéguez, cuando dice que su representante está enfermo?
El C. González Garza:
Yo no dudo de la honorabilidad del señor Diéguez. Yo lo único que digo es que no es un solo caso de cambio de representación; hay siete u ocho casos, y me parece un mal síntoma; es un síntoma de disgregación del grupo que ha venido trabajando desde el principio de esta Convención, y quiero preverlo.
El C. secretario:
En votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa, sírvanse poner en pie. Aprobado.
El telegrama del general Aguilar sobre su nuevo representante, dice asi:
De Soledad, Veracruz, a Aguascalientes, el 25 de octubre de 1914.
Señor general Antonio I. Villarreal, presidente de la Convención.
En vista de que el coronel Josué Benignos no puede continuar representándome en esa respetable Convención, por estar enfermo, nombro para substituirlo, al ciudadano coronel ingeniero Carlos Prieto. Lo que tengo el honor de participar a usted para los fines consiguientes.
Respetuosamente.
El gobernador y comandante militar del Estado, Cándido Aguilar.
El C. González Garza:
Pido la palabra.
El C. secretario:
El dictamen de la comisión es el siguiente:
Es de aceptarse, en virtud de las razones que expone.
E. Aguirre Benavides.
El C. González Garza:
Nada más para hacer constar que el señor coronel Benignos se fue con conocimiento de causa, sin pedir permiso a la Asamblea, y descaradamente dijo aquí que se iría cueste lo que cueste. Pretende estar enfermo, no sé de qué enfermedad, porque el dictamen de la comisión Médica, compuesta por los señores Siurob y dos representantes más, dijo que la enfermedad que tenía no le prohibía estar en estas sesiones. Me confirmo más en la creencia de que se trata de una maniobra política, que yo estoy decidido a ir en contra de ella en esta Asamblea, porque yo considero de vital importancia la unificación de criterio, porque no tendremos el tiempo necesario, dadas las circunstancias por que atraviesa la República, para estar convenciendo a los individuos que vienen de nuevos a esta Asamblea, de los hechos consumados que han pasado, y en la conciencia de todos está que nosotros no hemos desvirtuado nada: me refiero a la División del Norte, que con hechos demuestra plenamente que ha obrado en todo y por todo bien; los que vienen de nuevos, nosotros consideraríamos, creeríamos que vienen a hacer aquí obra distinta. Esa es una inmoralidad, repito, que se quiere cometer.
El C. Mariel:
Pido la palabra para una aclaración. El coronel Prieto estuvo asistiendo a las sesiones como delegado; después ha seguido asistiendo como espectador; así es que no son nuevos para él todos los asuntos que hemos tratado en la Asamblea.
El C. González Garza:
Para decir al señor que acaba de hablar, que al impugnar ese dictamen empecé con estas palabras: Unicamente para hacer constar, etc., etc., en lo que se refiere al coronel Benignos, no al coronel Prieto. Yo conozco mejor que usted al señor Prieto. (Risas)
El C. Santos:
Hago constar que no se puede creer el cambio del señor coronel Josué Benignos por el coronel Carlos Prieto, como una maniobra política. El ciudadano Benignos, con disgusto de todos los que somos sus amigos, se fue a fuerza; así lo manifestó; el señor coronel Josué Benignos merece un reproche, o algo que la Convención acuerde. El general Cándido Aguilar no tiene la culpa de que el coronel Benignos no haya querido estar aquí; y en cuanto a maniobra política, no se puede creer, porque los dos pertenecen al mismo grupo, los dos merecen la confianza del general Aguilar, y no se puede creer que el general Aguilar haya cambiado a su representante por desconfianza; fue una cosa hecha por el señor Josué Benignos.
Hago constar que se quiere creer que los cambios han sido por cuestiones políticas; aquí no ha habido nada de eso, sino que el señor Josué Benignos, a fuerza, contra el dictamen de la comisión Médica y contra toda voluntad, se fue; yo le manifesté en el ferrocarril que no se fuera, que la comisión Médica había dictaminado que vendría al otro día de su enfermedad y que no aprobaba que se fuera de la población. Así es que pido a la Convención dé un reproche a la persona de Josué Benignos; pero nunca que se estime como una maniobra política.
El C. Siurob:
Para una aclaración. Como miembro de la comisión Médica que dictaminó en el caso del señor Benignos, me permito manifestar a la Asamblea que, en efecto, dicho señor tenía un padecimiento. de la boca, consecutivo a la picadura de una muela, y había venido un absceso, pero que se resolvió favorablemente; en la actualidad no tenía nada, si bien la intervención en la boca no era de urgencia, y por eso hicimos constar en el dictamen que no era de urgencia; pero él creyó que, sin esa intervención volvería a estar tan malo como se había visto en la época de la campaña. Creo yo que esa razón haya sido la que lo resolvió a retirarse; pero, como dije antes, él necesitaba una intervención, pero no era de urgencia.
El C. secretario:
La Mesa, por conducto de la Secretaría, pregunta a la Asamblea ...
El C. Paniagua:
Hay un acuerdo previo de esta Asamblea, en virtud del cual no se puede cambiar representación, y cuando un representante quiere separarse, debe venir aquel general al que esté representando; y nosotros no podemos pasar sobre ese acuerdo. Quiero también llamar la atención de la Asamblea sobre las palabras del coronel González Garza, que dice que es una maniobra política; yo protesto en contra de eso, porque se trata del señor general Aguilar; se trata de una maquinación, de un capricho del coronel Benignos, que no se debe tener como una maniobra política.
El C. secretario:
Los acuerdos a que ha hecho referencia el señor Paniagua dicen así: (Los leyó) La Mesa, por conducto de la Secretaria, pregunta a la honorable Asamblea si está suficientemente discutido el caso. Los que estén por la afirmativa, sírvanse poner de pie. Está suficientemente discutido. En votación económica se pregunta si se aprueba el dictamen. Los que estén por la afirmativa, sírvanse poner de pie. Aprobado el dictamen. (Voces: ¡No, no!)
El C. González Garza:
Pido votación nominal, por la duda.
El C. secretario:
Vamos a repetir la votación. Se suplica a los miembros de la Asamblea que se sienten.
El C. Aguirre Benavides:
Me permito retirar el dictamen, para hacerlo en otra forma más conveniente y ser consecuente con los deseos de la Asamblea. Hágame favor de consultarlo.
El C. González Garza:
Para una aclaración. Nótese que es una inconsecuencia de la Asamblea: la Asamblea acaba de oír un acuerdo anterior que fue aprobado por ella, y éste está en pugna con ese acuerdo. ¿Cómo es posible que apruebe la Asamblea una cosa que está en pugna con otra que aprobó?
El C. secretario:
El acuerdo a que se refieren los delegados Paniagua y González Garza dice así: (Lo leyó)
El C. Paniagua:
Vengo precisamente aquí a la Secretaría a que me den el otro acuerdo; hay otro donde se dice que tienen forzosamente que venir los generales, gobernadores o jefes políticos de los territorios. (Voces: ¡No, no!) Lo voy a presentar ahorita.
El C. presidente:
Lea usted ese acuerdo, a reserva de que se busque el otro.
El C. Aguirre Benavides:
Si la Asamblea permite que se pidan antecedentes, evitaremos una discusión larga, que no tiene razón de ser, y yo suplico, a la Asamblea me permita retirarlo.
El C. secretario:
El acuerdo a que se refieren es el siguiente: (Lo leyó)
El C. R. González:
Yo creo que todos hemos oído el acuerdo y que está absolutamente en pugna el dictamen de esta Convención sobre esa credencial, con el acuerdo, porque no es el coronel Josué Benignos quien delega su representación; es el general Aguilar, que tiene mucho derecho para quitarla cuando lo crea conveniente, no tan sólo en el caso de la grosería del señor Benignos; pero no está en pugna absolutamente. ¿Por qué vamos a dejar al general Aguilar sin representación? El tiene derecho a estar representado aquí. El coronel Benignos se ha ido sin consentimiento de la Asamblea; él se hace acreedor al castigo que la Asamblea disponga; pero no tiene derecho la Asamblea a dejar al general Aguilar sin representación.
El C. González Garza:
No se trata de dejar al general Aguilar sin su debida representación. Casualmente por eso he pedido respetuosamente a la Mesa se sirva dejar este asunto pendiente hasta discutir una moción que se acaba de presentar, para que, sin menoscabo de los intereses de los generales que han mandado su representante, pero también cuidando de los intereses de la Asamblea, se arregle este asunto.
El señor Aguilar no quedará sin representación, y precisamente por eso la comisión pide retirar ese dictamen para estudiarlo, tomando en consideración esos antecedentes sobre el asunto, porque ya conviene aquí el señor Aguirre Benavides en que se dictaminó a la ligera, sin tomar en consideración los antecedentes, los acuerdos tomados por la Asamblea en días anteriores.
El C. Berlanga:
El dictamen ya está aprobado, no tiene absolutamente discusión.
El C. secretario:
La Secretaría vuelve otra vez a repetir la votación.
El C. Lugo:
Para una aclaración. El señor González Garza parece que está empeñado en que esta clase de asuntos no se resuelvan hasta que no se apruebe una moción que tiene presentada. Debo advertir al señor González Garza que, en caso de que esa moción sea aprobada, solamente debe aplicarse a acontecimientos que se verifiquen de esa fecha en adelante, y de ningún modo a estos casos, que han tenido ya su verificativo. Como está suficientemente discutido el punto a debate, omito más razonamientos.
El C. Marciano González:
Me permito llamar nuevamente la atención del ciudadano González Garza, que es bastante ducho en prácticas reglamentarias, que todo dictamen no tiene más de dos fases: discusión y votación; él lo sabe perfectamente bien; pero a sus intereses conviene y pretende hacer que en este caso no se resuelva sobre este dictamen, que ya está aprobado, sin que antes se tome en consideración una moción que él ha presentado. No hay más que dos fideos, dos sopas. (Risas) Se me pregunta cuáles son las dos sopas: nada más la discusión y la votación, señores. (Risas) La Asamblea consideró suficientemente discutirdo el dictamen. Señores no hay que olvidar eso, no hay razón para conceder a la comisión poderes que retire ese dictamen. (Voces: ¡Ya está aprobado!)
El C. secretario:
En votación económica se pregunta si se aprueba.
El C. González Garza:
Es muy peligroso soltar la lengua. Lo hemos visto en el caso del señor Marciano González; no ha sabido él hilar sus ideas. El ha asentado aquí un hecho, que ya se aprobó el dictamen, y hubo duda. Yo por eso pedí votación nominal; estamos en la duda.
El C. presidente:
Se va a repetir la votación económica, y si hay duda, se repetirá nominal.
El C. secretario:
En votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa, sírvanse poner de pie. Aprobado.
El ciudadano general Abraham García ha dirigido el siguiente telegrama:
De Jamiltepec a Aguascalientes, el 24 de octubre de 1914.
Señor coronel J. Alfonso Herrera.
Autorizo a usted ampliamente para que me represente en Convención verificase en esa ciudad.
EI general, Abraham García.
Procedente Ometepec, el 19, por correo.
El dictamen de la comisión es el siguiente:
Es de aceptarse la presente credencial.
E. Aguirre Benavides.
Está a discusión. ¿No hay quién pida la palabra? En votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa, sírvanse poner de pie. Aprobado.
La credencial del señor general Colorado en favor del señor mayor Cantú es la siguiente:
México, 23 de octubre de 1914.
Señor mayor José T. Cantú.
Presente.
Muy señor mío:
Por la presente me es honroso conferir a usted poder amplio, cumpiido y bastante. para que a mi nombre y representación concurra a la Convención de generales que se está verificando en la ciudad de Aguascalientes, en el concepto de que las facultades que le otorgo no tienen limitación alguna, y en tal virtud todo acuerdo que usted firme o sostenga será plenamente ratificado por mí, y de acuerdo con las instrucciones que ya verbalmente le di, de que todos sus actos tendrán por norma el Plan de Guadalupe.
Soy de usted atento S. S.
El general Brigadier, Pedro C. Colorado.
El dictamen de la comisión es el siguiente:
Es de aceptarse la presente credencial.
Está a discusión.
El C. Aguirre Benavides:
Me permito hacer observar a la Asamblea que dictaminé a la ligera, porque no me fijé en lo relativo al Plan de Guadalupe, y le ruego me permita retirarlo.
El C. Vallejo:
Para una interpelación. ¿Tuviera la bondad el señor Aguirre Benavides de decirnos si solamente aquellas credenciales que estén enteramente de acuerdo con determinadas miras, pueden caber, o caben todas?
El C. Aguirre Benavides:
Me permito contestar al señor Vallejo que creo que deben venir las credenciales sin condiciones a esta Asamblea; eso ya está bastante discutido aquí. Nosotros no venimos a sujetarnos a determinado plan; venimos a resolver los problemas; por eso dije que obré a la ligera, y me permito pedir permiso para retirar el dictamen.
El C. Siurob:
El hecho de que se le señalen, para defender, los puntos que contiene el Plan de Guadalupe, no quiere decir que ésa ha de ser su decisión final; desde el momento en que viene, viene a acatar en todas sus partes las decisiones de esta Asamblea; no importa que venga a sostener determinadas ideas; pero, en último caso, tendrá que convenir con las ideas de la Asamblea. De manera que no hay ningún obstáculo en que se le diga que defienda determinadas ideas, para el objeto final de esta Convención.
El C. secretario:
La credencial dice así: (La leyó de nuevo)
El C. Castillo Tapia:
Pido la palabra.
El C. secretario:
La Mesa, por conducto de la Secretaría, informa ...
El C. presidente:
Tiene la palabra el ciudadano Castillo Tapia.
El C. Castillo Tapia:
Me parece que es contradictoria esa credencial; en su primera parte dice que da poder amplio y absoluto, y en la última dice que su criterio lo norme conforme a lo marcado en el Plan de Guadalupe. Entiendo yo que no debemos venir aquí con norma de conducta especial, y que las personas que nos han dado su poder, deben tener suficiente confianza en que vamos a limitarnos a ejecutar nuestros actos y a normarlos en bien de la Patria. De manera es que yo pido, con el señor Benavides, que debe reconsiderarse esa credencial, debe retirarse el dictamen y debe volverse a estudiar.
El C. Murrieta:
Creo, señores, que debe aceptarse esa credencial, porque en el mismo caso están otros individuos de otros partidos. Suponiendo que tuviéramos que aceptar aquí a los señores delegados, es decir, que tendremos que aceptar a los señores delegados de Zapata, ellos nos dirán que se van a sujetar, que se van a normar por el Plan de Ayala; nosotros tenemos la obligación de aceptarlos, y ellos, en resumidas cuentas, tendrán que ajustarse a lo que nosotros digamos aquí en masa, es decir, a la resolución de la Asamblea. Por consiguiente, si este señor viene a normar sus actos conforme al Plan de Guadalupe, los señores zapatistas normarán sus actos conforme al Plan de Ayala, y los del Norte seguirán también su modo de sentir y de pensar.
El C. De la Barrera:
Para una aclaración. Al aceptar entrar a esta Convención, no hay planes ni nada; nosotros tenemos que sujetarnos a lo que aquí se determine.
El C. Murrieta:
Eso es lo que estoy diciendo precisamente: que cada uno debe normar sus actos según su modo de pensar; pero que, en resumidas cuentas, tendremos que atenernos a lo que diga la Convención.
El C. Obregón:
Yo creo que si el delegado protesta como lo hemos hecho, no importa la consigna que haya traído. Yo creo que de aquí saldrá el plan de la Asamblea; no debemos entrar con plan ninguno; cada uno debe traer su criterio y venir con sus ideales; pero aquí debemos normarnos por un criterio común, que se llamará el criterio nacional.
El C. secretario:
La Mesa, por conducto de la Secretaría, pregunta a la Asamblea si permite a la comisión respectiva retire el dictamen. (Voces: ¡No, no!) Sigue la discusión. En votación económica se pregunta si permite retirar el dictamen. Sírvanse ponerse de pie. No se retira el dictamen. Continúa a discusión. ¿Se declara suficientemente discutido? Los que estén por la afirmativa, de pie. Suficientemente discutido. En votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa, de pie. Aprobado el dictamen.
La credencial del señor general Magaña dice así:
De Córdoba, Ver., a Aguascalientes, el 26 de octubre de 1914.
Señor presidente Convención Pacifista.
Con fecha hoy otorgo nombramiento en favor mayor Josué Sáenz para que me represente en esa Convención. Hónrome comunicarlo para fines consiguientes.
Respetuosamente.
El Brigadier, Antonio de P. Magaña.
A la comisíón de Poderes.
La credencial del señor general Iturbe es la siguiente:
De México a Aguascalientes, el 26 de octubre de 1914.
Señor presidente Convención.
He otorgado poder amplio para que me represente en esa honorable Convención al teniente A. Montaño, quien presentará su credencial.
Afectuosamente.
El general, R. Iturbe.
A la comisión de Poderes.
El C. Chargoy:
Pido la palabra para una pregunta.
El señor general Angeles, al informar del resultado de la comisión con que fue a Morelos, dijo que estaba una comisión de veintiséis hermanos del Sur, y que esperaba órdenes de esta Asamblea. Suplico respetuosamente se sirva informar la Mesa si ha tomado un acuerdo a ese respecto.
El C. secretario:
La Mesa informa, por conducto de la Secretaría, que luego que presten su protesta los nuevos delegados, se pasará al asunto de que acaba de hablar el señor delegado.
Se suplica a los señores delegados que no hayan prestado su protesta, pasen a hacerlo, y a la guardia de bandera, pase para que la ponga a la disposición de la Mesa.
Coronel Carlos Prieto.
El C. presidente:
¿Protesta usted por su honor de ciudadano armado cumplir y hacer cumplir las decisiones de esta Convención?
El C. Prieto:
Sí, protesto.
El C. presidente:
Si no lo hiciere, la Patria se lo demande.
El C. secretario:
Teniente coronel Fermín Carpio.
El C. presidente:
¿Protesta usted por su honor de ciudadano armado cumplir y hacer cumplir las decisiones de esta Convención?
El C. Carpio:
Sí, protesto.
El C. presidente:
Si no lo hiciere, la Patria se lo demande.
El C. secretario:
Coronel ingeniero Alfonso Herrera.
El C. presidente:
¿Protesta usted por su honor de ciudadano armado cumplir y hacer cumplir las decisiones de esta Convención?
El C. Alfonso Herrera:
Sí, protesto.
El C. presidente:
Si no lo hiciere, la Patria se lo demande.
El C. secretario:
Mayor José T. Cantú.
El C. presidente:
¿Protesta usted por su honor de ciudadano armado cumplir y hacer cumplir las decisiones de esta Convención?
El C. Cantú:
Sí, protesto.
El C. presidente:
Si no lo hiciere, la Patria se lo demande.
El C. Castillo Tapia:
Pido la palabra para un informe. Ahora que llegaba yo de México, el señor Morse, que nos condujo en sus automóviles a Cuernavaca, fue puesto prisionero en aquella ciudad por la gente menuda. No creo que esto haya sido disposición del señor don Venustiano Carranza; yo creo que ha sido disposición de esos hombres que a cada rato intentan ponerlo en ridículo, de la gente pequeña. Se acusa al señor Morse de haber escuchado una conversación entre los generales Angeles y Banderas, diz que prejuzgando para cuando en caso dado se atacara la plaza de México. Esto, como a mí me consta, es enteramente inexacto, y lo pongo en conocimiento de la Asamblea para que dicte las disposiciones necesarias para que el señor Morse quede en libertad, pues ha prestado muchos servicios con sus automóviles, tanto a las fuerzas zapatistas revolucionarias como a la gente revolucionaria. De manera que suplico a la Asamblea se sirva votar por que se envíe un telegrama al señor Venustiano Carranza, el cual estoy seguro no se ha inmiscuido en esta aprehensión, para que él disponga sea puesto en libertad el señor Morse.
El C. secretario:
La Mesa, por conducto de la Secretaría, informa que pondrá el telegrama inmediatamente, sin esperar a que la Asamblea lo apruebe, con el objeto de que salga el señor Morse.
El C. Obregón:
Creo que el telegrama debe ir encaminado a averiguar por qué ha sido puesto preso el señor Morse, porque no sería juicioso ordenar la libertad de un hombre que no se sabe por qué está preso. Bien puede ser una calumnia, bien puede haber cometido un delito que ni siquiera conocemos.
El C. Castillo Tapia:
Aquí está el jefe de la policía de México, y me acaba de indicar, cuando iba a pasar a la Mesa, que el asunto de que se trata, por lo que fue aprehendido el señor Morse, no fue por la supuesta conversación que tuvo el general Angeles con el general Banderas, sino por asuntos especiales, que voy a suplicarIe me haga favor de decimos, para transmitirlos a la Mesa.
Dice el señor que Morse compró un automóvil mal comprado (voces: ¡Ah!), y que se inquirió dónde lo tenía, se le encontró, y por eso está recluido. (Siseos)
El C. secretario:
La Mesa, por conducto üe la Secretaría, pregunta a la comisión que fue a invitar al Ejército Libertador, si está presente la comisión de dicho Ejército y que se sirva pasar.
El C. González Garza:
Está presente.
El C. presidente:
Se nombra en comisión para que introduzcan al salón a la comisión del Ejército Libertador, a los ciudadanos González Garza, Rodríguez Cabo y Hay.
(La comisión del Ejército Libertador penetró al salón en medio de los aplausos que se le tributaron)
El C. presidente:
Interpretando los sentimientos de la Convención, doy a los señores comisionados del Ejército Libertador la más cordial bienvenida, y espero que se impresionarán favorablemente del ambiente que aquí impera, y que abrigarán la convicción de que quienes nos hemos reunido en esta Asamblea tenemos el propósito de atraer a todos los elementos activos que hicieron la Revolución en México, para que, unidos en fraternal consorcio, deliberemos sobre los asuntos nacionales y procuremos resolverlos haciendo la paz orgánica en nuestro país y otorgando a éste un porvenir de libertad y de grandeza.
Reciban ustedes, señores, nuestros parabienes y nuestros deseos de que con nosotros laboren, de que con nosotros tengan acuerdos que redunden en beneficio de nuestra nacionalidad, en beneficio de los intereses humanos. (Aplausos nutridos)
El C. Paulino Martínez:
La comisión que me honro en presidir da las más expresivas gracias al señor presidente de esta Asamblea por la cordial bienvenida que nos ha dispensado; en seguida me permito suplicarle tenga la bondad de permitirme ocupar la tribuna, para explicar a la Nación los motivos que ha tenido este grupo de revolucionarios para venir hasta hoy a esta Asamblea. (Aplausos) (Pasa a la tribuna)
Ilustrado auditorio:
Honrado por la Revolución del Sur para hacer saber a la Nación por qué no se ha unido al Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, reconociendo su Jefatura y su carácter como Poder Ejecutivo Provisional de la República Mexicana, voy a exponer ante esta honorable Asamblea las razones que aquellos insurgentes de la montaña han tenido para asumir la actitud que hasta este momento están guardando, con el arma al brazo, y listos para defender los principios que forman su criterio revolucionario.
Demasiado sabéis, los que venís luchando desde el 20 de noviembre de 1910, y lo sabe el país entero, que el pueblo mexicano se levantó en armas, porque ya se cansaba de sufrir la odiosa dictadura del general Porfirio Díaz, quien durante 35 años había arrebatado a las clases pobres, a los hijos del pueblo, a los ciudadanos mexicanos todas sus libertades públicas y, con ellas, el pan con que deberían alimentar a sus familias; es decir, la falta de pan y de justicia fueron las causas principales que obligaron al pueblo a levantarse en armas. No todos los que iniciaron este movimiento pudieron comprender ni interpretar debidamente las justas aspiraciones de aquellas multitudes que se rebelaban en nombre de un pueblo oprimido y hambriento. Algunos de sus caudillos creyeron, de buena fe probablemente, que con las palabras hermosas de sufragio efectivo y no reelección, y cambiando de presidente, es decir, derrocando sencillamente al dictador Porfirio Díaz, quedaba todo arreglado; y ya veis, señores, lo que esa equivocación viene costando a la Nación.
Cuando el caudillo de 1910, don Francisco I. Madero, celebró prematuramente su pacto de Ciudad Juárez con los enemigos de la Revolución, todos los elementos sanos de ella quedaron descontentos y altamente decepcionados del que los había llamado a la lucha. ¿Por qué ese descontento?, ¿por qué tal decepción? Porque aquello era una farsa, y más que farsa era una traición para ahogar en su propia sangre a los cerebros y a la gigante energía de esta guerra social que entonces comenzaba.
El cuartelazo de la Ciudadela es la mejor prueba de lo que dejo dicho. Afortunadamente para la causa del pueblo, esos enemigos no consiguieron ni lo uno ni lo otro, porque ni los cerebros, ni las grandes energías de la Revolución legítima, de ideales, se encontraban entre los muertos de aquella horrible hecatombe. Las energías de los titanes, de esta homérica lucha que desgraciadamente no termina todavía, estaban en el Sur y en el Norte de la República; sus genuinos representantes eran el general Emiliano Zapata con todas sus fuerzas que le acompañaban en el Sur, y con las suyas el general Francisco Villa, acá en el Norte. (Aplausos)
Indios los dos, delineados en sus rostros los caracteres de esa raza altiva a que pertenecen, sintiendo en su corazón los dolores y las amarguras de esa raza humillada y proscrita del banquete de nuestra mentida civilización, sacudidos sus nervios en vibraciones de rebeldía, por los atropellos brutales sin número, por las injusticias inauditas llevadas a cabo en la persona del indio desvalido, del esclavo de las haciendas, del artesano explotado en las ciudades, de todos los desheredados víctimas de la rapiña del cacique, del militar y del fraile, no podían conformarse con un simulacro de reivindicación que no llenaba las aspiraciones legítimas del pueblo, porque no dejaba satisfecha ninguna de sus necesidades. (Aplausos)
Y la lucha siguió con más ardor; allá en el Sur, el general Emiliano Zapata, apodado el temible Atila por esa prensa venal y corrompida que no ha sabido llenar la delicada misión a que está llamada en los países cultos; allá en el Sur, esos llamados bandidos zapatistas por los fotógrafos asalariados del feudalismo agrario; aquellos sublimes insurgentes, como los llamará sin duda la posteridad, no quisieron reconocer el pacto fundamental de Ciudad Juárez, y siguieron luchando por el Plan de San Luis, exigiendo su cumplimiento, hasta que cristalizaron sus ideales en el Plan de Ayala, bandera pura y sin mancha que han venido sosteniendo hasta hoy y que están resueltos a defender hasta conseguir el triunfo de todos sus ideales.
¿Y qué es el Plan de Ayala?, preguntarán los que no lo conocen. El Plan de Ayala es la condenación de la infidencia de un hombre que faltó a sus promesas, y el pacto sagrado, la nueva alianza de la Revolución con el pueblo, para devolver a éste sus tierras y sus libertades que le fueron arrebatadas desde hace cuatro siglos, cuando el conquistador hizo pedazos la soberanía azteca, más que con la punta de su espada, con las hondas divisiones que debilitaron la fuerza de aquella raza indómita. Tierra y libertad, tierra y justicia, es lo que sintetiza el Plan de Ayala, para fundamentar la libertad económica del pueblo mexicano, base indiscutible de todas las libertades públicas; no sillones presidenciales para los ambiciosos de mando y de riqueza; no sinecuras para los que empuñaron las armas con deseos de substituir al verdugo de hoy improvisando nuevos caciques con la punta de sus espadas, que si la Revolución no hubiera puesto las armas en sus manos para crearse un seguro político de vida, rehusando volver a las tierras para fertilizarlas o a los talleres para transformar la materia en artículos por medio del trabajo de hombres libres, no asalariados que llevan a la boca el pan empapado con el sudor de una frente altiva; no privilegios para determinado grupo social sin igualdad política ni bienestar colectivo para los habitantes de la República; un hogar para cada familia, una torta de pan para cada desheredado de hoy, una luz para cada cerebro en las escuelas-granjas que establezca la Revolución después del triunfo, y tierra para todos, porque la extensión del suelo mexicano puede albergar y sustentar cómodamente noventa o cien millones de habitantes. (Aplausos)
Tal es, señores, en concreto, el programa político social de la Revolución del Sur, sintetizado en el Plan de Ayala, y que aquellos llamados bandidos zapatistas están resueltos a sostener con la fuerza potente de su brazo y el espíritu inquebrantable de la raza indómita a que pertenecen.
Por lo expuesto, quedaréis perfectamente convencidos, y con vosotros el mundo entero, de que aquel grupo de abnegados luchadores, llamados con toda propiedad Ejército Libertador, no es una chusma de obcecados que no tienen conciencia de la ley ni una orientación fija adonde encaminar sus pasos; precisamente porque tienen conciencia plena de lo que debe ser la ley basada en la justicia, única expresión de toda libertad bien entendida, y porque saben que todo gobierno que no está legítimamente representado por la voluntad del pueblo, se convierte en gendarme de la plutocracia, imponiendo su autoridad con miles y miles de bayonetas, como dije, para convertirse en gendarme de la plutocracia y explotar a los de abajo en beneficio de los que están arriba; porque de eso tiene conocimiento pleno la Revolución del Sur; porque sabe de dónde emanan la soberanía del pueblo y el gobierno legítimamente constituido. Por eso no ha podido ni puede reconocer como Presidente Provisional de la República al Primer Jefe del Ejército Constitucionalista. Cree sinceramente el Jefe Supremo de la Revolución del Sur, y con él todos los generales y soldados que lo rodean, que han sufrido una lamentable equivocación los que han creído que por el hecho de llegar en son de triunfo a la capital de la República, con un Plan de Guadalupe en la mano, podría ese plan imponer a la Nación un Gobierno Provisional, que no era el acuerdo armonioso y leal entre el pueblo y los demás grupos revolucionarios de toda la República.
Digo acuerdo leal entre el pueblo y los grupos revolucionarios, porque no son únicamente los que portan espadas que chorrean sangre y despiden rayos fugaces de gloria militar, los escogidos a designar el personal del gobierno de un pueblo que quiere democratizarse; ese derecho lo tienen también los ciudadanos que han luchado en la prensa y la tribuna, que están identificados con los ideales de la Revolución y han combatido el despotismo que barrena nuestras leyes; porque no es sólo disparando proyectiles en los campos de batalla como se barren las tiranías; también lanzando ideas de redención, frases de libertad y anatemas terribles contra los verdugos del pueblo, se derrumban dictaduras, se derrumban imperios; y recuérdese que el general Díaz cayó, más que con los proyectiles de los guerrilleros del Norte, encabezados por Madero, por la rechifla de la multitud de los habitantes de la capital de la República, que le pedían a gritos la renuncia, y por la lluvia de tinta que le arrojó la prensa independiente. (Aplausos)
Y si los hechos históricos nos demuestran que la demolición de toda tiranía, que el derrumbamiento de todo mal gobierno es obra conjunta de la idea con la espada, es un absurdo, es una aberración, es un despotismo inaudito querer segregar a los elementos sanos que tienen el derecho de elegir al Gobierno, porque la soberanía de un pueblo la constituyen todos los elementos sanos que tienen conciencia plena, que son conscientes de sus derechos, ya sean civiles o armados accidentalmente, pero que aman la libertad y la justicia y laboran por el bien de la Patria. Estas son las ideas, los sentimientos que abrigan todos los insurgentes del Sur, y no pueden traicionar su conciencia reconociendo un Gobierno Provisional cuya base es deleznable.
La actitud expectante de la Nación sin aprobar lo hecho, el no reconocimiento de este Gobierno Provisional por las naciones extranjeras y el desconocimiento de varios jefes del Norte a esa Jefatura, prueban evidentemente que los rebeldes del Sur no están equivocados; y como todas sus acciones se inspiran en lo que creen más justo y conveniente para los intereses del pueblo mexicano, se han abstenido de nombrar delegados a esta Convención.
Lamentamos esa división que hoy existe entre los que nos levantamos unidos en 1910 para derrocar una dictadura que se creía invencible. Deploramos sinceramente que nuestros compañeros de hoy vayan a ser quizá mañana los enemigos a quienes se tenga que combatir; no queremos que continúe la lucha fratricida, que sólo engendra odios y ahonda divisiones entre la gran familia mexicana; pero si hoy es necesario, para redimir a una raza de la ignorancia y de la miseria por cuatro siglos de opresión, por doloroso que sea, que continúe la lucha, que ruja el cañón repercutiendo con su horrísono trueno en el espacio, para que la gangrena de las injusticias y de los privilegios que nos han dividido hasta hoy, desaparezca, y quede purificado nuestro cuerpo social; pero que conste ante la Historia que no es el Ejército Libertador el que provoca la lucha, ni la desea; son los elementos insanos que se mezclan en ella, es la labor maldita de los enemigos de la Revolución -clero, militarismo y plutocracia-, que ofuscan al legislador, despertando las bajas pasiones que se agitan en el fondo de la bestia humana, para que no distinga en qué lado están la razón, la justicia y el triunfo inevitable de esta guerra social.
Meditemos, señores compañeros, antes de que pudiera reanudar se el combate.
Examinemos detenidamente, sin pasión alguna, las banderas que enarbola cada campamento. El Ejército Constitucionalista enarbola el Plan de Guadalupe; el Ejército Libertador, el Plan de Ayala; aquél tiene por principal objeto -y me atengo a lo escrito- elevar un hombre al Poder, si se quiere, atropellando la autoridad del pueblo y los derechos indiscutibles de otros grupos revolucionarios; el Plan de Ayala tiene por principal objeto elevar los principios al rango de leyes, para redimir a una raza de la ignorancia y de la miseria, a fin de que los mexicanos tengan su propio hogar, abundante pan con que alimentarse y escuelas libres donde poder abatir su ignorancia; y si esto es así, como los hechos lo demuestran, los campos están deslindados ya: luchadores de buena fe, escoged.
Los revolucionarios del Sur no os envían cartel de desafío al explicar su conducta, sino una invitación cariñosa, leal y completamente sincera, para que os unáis a su bandera; las palabras que brotan de mis labios no envuelven tampoco un reto, ni siquiera una provocación agresiva; son, como lo habréis comprendido, la exposición fiel, delineada a grandes rasgos, de los hechos históricos que se han venido sucediendo desde 1910 a la fecha. Meditadlo con la serenidad que lo demanda, y obrad según vuestra conciencia; si queréis que la Historia os señale mañana como personalistas, únicos responsables de la continuación de la guerra, seguir defendiendo el Plan de Guadalupe; si sois libertarios amantes del progreso y del bienestar del pueblo mexicano, si deseáis la redención de la raza oprimida por cuatro siglos de injusticias, adheríos sin vacilar al Plan de Ayala, y entonces, todos unidos, lucharemos contra el enemigo común de nuestras libertades: clero, militarismo y plutocracia.
La Comisión que me honro en presidir quedará altamente satisfecha, se congratulará muchísimo de llevar vuestra adhesión a los hermanos del Sur, quienes aplaudirán nuestra conducta, lo mismo que vuestra conciencia lo hará, para que, unidos todos en fraternal abrazo, el Ejército del Norte, el Ejército del Centro, no sean más que el glorioso ejército de la libertad futura del México moderno, para sostener y desarrollar mejor la grandeza y el bienestar del pueblo mexicano. He dicho. (Aplausos)
El C. Paniagua:
¡Que hable Soto y Gama! (Voces: ¡Sí, que hable!)
El C. Soto y Gama (pasa a la tribuna y es aplaudido):
Señores delegados, público de las galerías:
Nunca en mi vida había vacilado tanto al subir a esta tribuna, porque esta tribuna es la tribuna del país, es la tribuna de la Nación Mexicana, que, habiéndose portado heroicamente, ha puesto toda su sangre, todo su amor, toda su grande alma al servicio de la causa más grande que puede haber, que es la causa de los oprimidos, que es la causa de los desheredados, que es la causa del mayor número, eternamente olvidado en este pobre país. No es justo que esa Nación, esa gran Nación que el mundo admira y contempla, vaya a ser víctima de la última y de la más grande de las desilusiones, del más triste desengaño: la de que los hombres que encabezaron esta Revolución, los jefes que la llevaron al combate, vengan a dividirse en esta Asamblea, vengan a determinar el rompimiento frente al enemigo, frente al enemigo que está detrás de los confesionarios, que está detrás del Jockey Club, y lucha detrás de todos los palacios, para venir a ahogarnos y destruir de una vez por todas la gran obra revolucionaria que ha costado tanta sangre y tantos esfuerzos.
Los del Sur venimos, primero que nada, a hacer obra de unión, teniendo por delante y por encima de todo los principios. Cuando alguien en esta Asamblea dijo, con una inconsciencia que asombra: Aquí al entrar a esta Asamblea se prescinde de todo plan, se prescinde del Plan de Ayala lo mismo que del Plan de Guadalupe, me pregunté a mí mismo si venía a una asamblea reaccionaria o a una asamblea de locos, o a una asamblea que tenga el deseo de llamarse, no Convención Militar, como la ha nombrado infamemente la prensa puesta al servicio de Carranza, sino la Gran Convención Revolucionaria, la Convención heredera de los principios de 1910, y, en consecuencia, la Revolución reedificada en las montañas del Sur por la intuición del genio de Zapata y de todos sus hombres, y aprobada solemnemente, tácitamente por esta Asamblea, que, yo lo aseguro, sabrá a su tiempo adherirse, no al Plan de Ayala en su ataque al hombre discutido, a don Francisco I. Madero, ante cuya memoria de valiente yo me inclino, sino ante los grandes principios del Plan de Ayala, que quiere decir: ¡Guerra a los opresores! ¡Vamos al triunfo y a la gloria! (Aplausos)
Primero que nada es la opinión; cuando se viene a esta Asamblea no se es constitucionalista, ni villista, ni zapatista; se es mexicano. (Aplausos y bravos)
Digo más: se es hijo del pueblo, se es representante del pueblo; no viene uno a hablar con las ideas que trae cada quien en la cabeza; viene uno a saber, viene uno a pedir al pueblo que lo ilumine; y por eso yo, faltando a toda práctica parlamentaria, que yo detesto, me he dirigido a ese pueblo, a ese pueblo que es más grande que toda la Asamblea, al pueblo de las galerías, en el cual veo al pueblo mexicano. (Aplausos)
Yo no vengo ahorita a dirigir ataques; vengo a excitar el patriotismo, vengo a excitar la vergüenza, vengo a excitar el honor de todos los miembros de esta Asamblea, para que tengan el valor de romper toda liga con Carranza y con Villa, y que en todos los debates obren nada más con el corazón. (Aplausos y bravos)
Probablemente en nuestro país todos los triunfadores abjuran de sus principios y de sus doctrinas. Es necesario que se prescinda de fórmulas parlamentarias, de pactos que segregan; es necesario elevarnos a la altura de nuestro deber; es necesario que las sesiones sean públicas; es necesario que la Convención se llame como debe llamarse; es necesario que se invoquen símbolos que sean respetables; pero temo mucho que no se lleve en el alma el patriotismo, cuando parece necesario recurrir todos los días a las farsas, que me parecen mucho farsas de la iglesia. (Aplausos)
Aquí venimos honradamente. Creo que vale más la palabra de honor que la firma estampada en este estandarte, este estandarte que al final de cuentas no es más (toca la bandera) que el triunfo de la reacción clerical encabezada por Iturbide. (Voces: ¡No, no!)
Yo, señores, jamás firmaré sobre esta bandera. Estamos haciendo una gran revolución que va expresamente contra la mentira histórica, y hay que exponer la mentira histórica que está en esta bandera; lo que se llama nuestra independencia, no sólo fue independencia del indígena, fue la independencia de la raza criolla y de los herederos de la conquista, para seguir infamemente burlando ... (Voces porque vuelve a tocar la bandera) al oprimido y al indígena ... (Voces, siseos, una moción de orden)
El C. Gutiérrez:
¡Más respeto a la bandera! ¡Es usted un traidor! ...
(Voces exaltadas: ¡Sinvergüenza! ¡Abajo de la tribuna! ¡Orden! Siseos, etcétera. Un gran desorden. Una voz: ¡Nosotros, los aquí reunidos, hemos firmado y protestado cumplir las palabras que hemos estampado allí!) (Voces: ¡Orden! Siseos. gritos; ¡Calma señores!)
El C. secretario González:
La Mesa impone respeto. No faltará quien conteste al señor Soto y Gama, a esos defensores de allende el Bravo que no van al combate y vienen a hablar de libertad, y vienen a injuriar a la bandera.
El C. Hay:
Pido la palabra, señor presidente. (Varias voces: ¡Pido la palabra!, ¡orden!, ¡silencio!, ¡calma!; ¡que se baje el orador!, ¡abajo los traidores!, ¡fuera!)
El C. Hay:
Hagamos silencio para poder contestar. (Más voces: ¡Abajo el orador! ¡Abajo los traidores!)
El C. Hay:
Señores, como patriotas, les suplico tengan orden.
El C. Samuel Santos (tomando la bandera y yendo con ella al otro extremo de la plataforma, dice):
Retiremos por nuestro honor la bandera, y hagan el favor de dejar hablar a todos los oradores. Yo respondo de esta bandera. (Aplausos y siseos. Voces: ¡Orden, señores! ¡Orden!)
El C. Hay:
Tendremos manera de contestar, señores; entre tanto, tengamos patriotismo, conservemos el orden, dejemos hablar al orador; que después hablaremos nosotros. (Continúa el desorden)
El C. Almanza:
Por la razón, señores ... (Continúa un gran desorden)
El C. Almanza:
Calma, una poca de calma, para poder escuchar los argumentos del señor Soto y Gama. Esos argumentos se contestan con otros más contundentes, no con injurias.
El C. Soto y Gama:
Nunoa creí ...
El C. presidente:
Un momento, señores. Espero del civismo de la Asamblea que permita al orador continuar su argumentación. Luego se le contestará; pero que no se dé aquí el espectáculo de que se priva del uso de la palabra a quien desea hacerse oír en la Asamblea. Se ha permitido a los comisionados del Sur, que vengan aquí a expresar lo que sienten y piensan; hagamos el propósito de oírlos, y después quedará la tribuna a disposición de todos los que deseen contestar.
El C. Serrano:
Para una aclaración. El ultraje a nuestra bandera no podemos destruirlo con argumentos.
El C. Berlanga:
Yo creo que podríamos entablar una discusión; prefiero que baje el orador y se acabe todo. (Voces: ¡No, no!)
El C. Ríos Zertuche:
Pido la palabra para una aclaración. Debemos oír todos los errores que quiera decir el señor.
El C. presidente:
La mejor prueba de civismo que demos en estos momentos es permitir al orador que hable lo que guste.
El C. Soto y Gama:
Señores, es verdaderamente lamentable que esta Asamblea no me haya comprendido. He empezado y he seguido hablando en nombre de México y en nombre de la Patria. A lo que me he opuesto es a que ese nombre sagrado, a que ese nombre sagrado de Patria y de México, lo utilicen como una simple farsa para maquinaciones políticas. Los del Sur hemos visto claramente en esa firma sobre la bandera, que significa el deseo de arrancar, por sorpresa y de antemano, un compromiso, contrario quizá, a los intereses nacionales, a todos los delegados aquí reunidos. (Voces: ¡No, no!)
Lo que yo vengo aquí a señalar es que no es lo mismo la Patria que el símbolo, como no es lo mismo Dios para el que cree en El, que el monigote o el pedazo de madera que ponen en los altares, que el pedazo de trapo que colocan como símbolo y representación. Vengo a hablar precisamente, a hacer presente la diferencia que hay entre los símbolos y la realidad; vengo a hacer presente que aquí todos somos mexicanos y todos somos patriotas. Nadie más que los patriotas del Sur, que precisamente se creen burlados por la llamada Independencia de 1821, que naufragó en el triunfo de la reacción clerical, que naufragó en el triunfo de Iturbide, que estuvo muy lejos de representar el instinto, el sentimiento popular; y ustedes, señores, no me han dejado acabar mi pensamiento, no me han permitido hacer un análisis de la Historia Nacional. Y si yo cometí un error al decir: ésa es la bandera que representa el triunfo de Iturbide, nosotros, que somos patriotas del Sur y que por eso nos dicen traidores, pues, señores, francamente, es imposible hablar en esta tribuna, y será necesario ir otra vez a las montañas a quejarnos de que Iturbide, que enarboló la bandera, haya sido el que traicionó a Hidalgo, el que vino a establecer otra vez la tutela de los hacendados, de los criollos y de los descendientes de españoles en nombre del símbolo, el cual símbolo debemos respetar en lo que vale pues es permitido discutir, todo se discute, hasta Dios se discute en pleno socialismo, y no he venido a discutir esta bandera; yo lo haría en otra parte. Yo no soy capaz, porque me gusta respetar como el que más las ideas ajenas; no vengo a discutir la noción de Patria; vengo simplemente a precisar una cosa aquí: se necesita libertad plena; era el hilo de mi discusión, era el hilo que se me cortó. Respeto absolutamente el patriotismo; si es preciso que se respeten las palabras sagradas, seré el primero en respetarlas, porque dije: no venimos a hablar con nuestras ideas propias; venimos a traer las ideas del pueblo mexicano.
El pueblo mexicano respeta ese estandarte, y yo lo respeto; pero que no se le traiga aquí como un trapo para que ese trapo sirva para encubrir aquí ciertas maquinaciones políticas, maquinaciones de ambiciosos, a las que yo he querido absolutamente ser ajeno, y a las que yo he querido combatir desde el principio de esta Asamblea, desde su origen en México.
Yo creo que puedo hablar con toda libertad, porque si no pudiera uno hablar en la tribuna, entonces, ¿qué valía esta Asamblea, si vamos a sujetarnos a un cartabón, a un dique como el de Porfirio Díaz; si vamos a estar oprimidos por la presión de Huerta, por los de la mayoría? Aquí se ha discutido una idea y no se ha discutido un símbolo; y, lo que es peor, se ha discutido la Historia del país, que no está hecha, y probablemente muchos de los señores no comprendieron; quizá el señor Gutiérrez ignora hasta la Historia de su país; no sabe que Iturbide no independizó a la raza indigena por la que él ha luchado; y precisamente por eso, señores, vengo yo a echar en cara a esta Asamblea que su deber es defender a esa raza oplimida y no olvidar que esa raza no está emancipada, no olvidar que la verdadera revolución no es la de la raza blanca aquí reunida. Nosotros somos los aficionados de la política, los dilettanti de la Revolución; y los verdaderos hombres que han hecho la Revolución, para quienes la Revolución se ha hecho, son tan esclavos como antes del Plan de Iguala. Esa es mi tesis y mi afirmación.
Si esa bandera se ha santificado después con la gloriosa derrota de 47 y con los gloriosos triunfos contra la Intervención Francesa, yo la respeto, yo me inclino ante los tres colores; pero quise referirme a la bandera histórica y también a la piltrafa que de esa bandera se quiere hacer para ponerla como un instrumento para ocultar ciertas intrigas que están muy claras y que quiero desenmascarar. (Aplausos)
Si me permiten en esas condiciones la palabra, vuelvo a hablar. (Voces: ¡Que continúe!)
Decía yo, pues, señores, que lo primero que se nota en el ambiente de esta Asamblea, o más bien dicho en las fórmulas de esta Asamblea, es algo artificioso que no es lo que se soñó cuando en el Plan de Ayala se precisó y en el acta de Torreón se previno que debía celebrarse una Gran Convención Revolucionaria. ¿Quién no recuerda que primero se reunieron en junta los generales y jefes en México, desde donde debía dominar el Primer Jefe, porque era el que nombraba los gobernadores y daba los grados? Ahí está un manifiesto del general Villa en que precisamente se precisa este punto, porque esa Convención no era la genuina, sino peligrosa, desde el momento en que podría facilitar al señor Carranza imponer su mayoría. Viene después una maniobra política perfectamente conocida y perfectamente dirigida, porque debemos tener en cuenta, señores, que aquí con toda su fuerza militar, con todos los representantes que tengan de todos los revolucionarios de la República, estamos ahorita siendo, no los jueces, sino al contrario, los que estamos en el banquillo del acusado, ante la opinión nacional; y absolutamente nadie tiene el derecho de substraerse al fallo de la opinión nacional. Esta Convención tendrá el derecho de llamarse Soberana, siempre que represente e interprete los sentimientos y justos anhelos de la Nación, y siempre que venga a buscar la paz por delante, aprovechando todos los elementos revolucionarios. Yo vengo a hablar con toda la libertad a que me dan derecho mis ideas y el espíritu revolucionario todo, al cual yo acudo.
En la junta de México, la maniobra política a que me refiero consistió en que Luis Cabrera, cuando estaba ya aceptada la renuncia del señor Carranza, que es el estorbo único para la pacificación nacional, que es el hombre funesto que ha impedido que la Revolución llegue a su fin en este país, matando la reacción; entonces Luis Cabrera, con una argucia muy propia de los hombres de bufete, de los hombres de leyes, los sorprendió repentinamente y los obligó a ratificar su voto de confianza al señor Carranza; y ya amarrados con esa cuerda, los traen a la Convención, y aquí en la Convención los quieren amarrar con otra cuerda, que era el ultraje a la bandera, es decir, un cordel para amarrar a todos en un grupo y que sigan cometiendp la gran locura que juzgará la Patria Mexicana: poner a un hombre por encima de la Revolución; hacer creer que el señor Carranza personifica la Revolución; hacer creer que sin Carranza no existe la Revolución; hacer creer que sin Carranza se sacrifica todo, hacer creer que sin el Plan de Guadalupe se sacrifica la Patria.
Contra eso es contra lo que yo vengo aquí a protestar. Se está jugando con la palabra Patria; primero, la patria fue Díaz; después, fue la patria Huerta; actualmente, la patria es Carranza. Allí están los editoriales de El Liberal, allí están los artículos de Heriberto Barrón, allí está cómo a cada momento y a cada paso se invoca el nombre de Patria. Se cree que Carranza identifica la idea revolucionaria y que sin él no existe la Revolución, porque Carranza personifica a todos los revolucionarios, porque ha establecido una dictadura militar de tipo personalista; no estableció el período preconstitucional de represalias contra la reacción y sobre todo de inmediata amplitud en el principio agrario, y en lugar de implantar ese principio agrario protegiendo al pueblo de los campos, da a los jefes, muchos de los cuales están aquí, muchos palacios, muchas prebendas, muchas corrupciones, mucho oro y mucho dinero para que esos revolucionarios vengan aquí, o en otra parte, a hacerle propaganda, a hacerle réclame.
Yo creo, señores, que ésta no es la Revolución; ésta es la falsificación de la Revolución; y como los del Sur, por poco que valgamos, venimos a hablar en nombre de la verdadera Revolución, y ustedes, aunque sean jefes, si no son indígenas -y uno de los pocos que están en ese caso es el general Calixto Contreras-, si no están identificados con los indígenas, no pueden hablar con sus propias ideas; la fuente en el Sur es Morelos, es Guerrero, el núcleo donde prosperó la primera guerra insurreccional de 1812, continuación del movimiento de Hidalgo, núcleo donde Morelos y Guerrero se sacrificaron y donde se han sacrificado los hombres de Zapata. Por eso los hombres del Sur venimos a expresar, a interpretar las ideas de la Revolución. Está naufragando, y el pueblo de Morelos teme mucho por su suerte, por su tierra, por su elevación al rango, no de ciudadanos, sino de hombres libres que quieren una vida independiente. La Revolución del Sur declara terminantemente, como ya lo dijo por boca del señor Martínez, que no cesará, si los hombres del Norte, muchos de ellos de raza blanca y muchos de ellos incapaces de sentir, no quieren sentir los anhelos del pueblo indígena, porque no han trabajado aquí siempre. El Plan de Ayala, para el pueblo de Morelos, para todos los oprimidos, significa ampliamente toda esa iniciación de su vida de libertad, la consumación de todas sus ansias, la verdadera consagración de su bandera -y sin farsas y sin mentiras de patriotismo-, de esta bandera que ya no es de Iguala, de esta bandera que es la bandera de Hidalgo, la bandera de la emancipación, la bandera de la legalidad, la bandera gloriosa del progreso, la bandera que impulse a otro México, a otro México que sepa dar a los oprimidos y a los infelices lo que hasta hoy no se les ha dado; dejar atrás a los triunfadores, postergar los entorchados, levantar al hombre de trabajo, al hombre de labor, al indígena que se ha muerto de hambre. Y si cuando se levante enarbolando una bandera de justicia, el Plan de Ayala, se le contesta que es inconsciente, que esa bandera no vale nada, ¿qué sucederá?; que será substituida por un mediano programa de gobierno, fruto de la inteligencia de los aprovechados, de los vencedores del día siguiente, de los que se sientan a la mesa del festín, en donde el único soberano que tiene derecho a entrar y a repartirse todos los manjares, y no las migajas, es el pueblo mexicano.
Por el pueblo mexicano; por el pueblo del Sur, y por el honor de esta bandera, que hay que saber enarbolar con mano firme, y no con mano de hipócritas; por esa bandera; por la bandera nacional, de la que si algo debe surgir es esta palabra: Plan de Ayala, emancipación, justicia para los humildes; por esa bandera, por los principios del Plan de Ayala venimos a luchar los hombres del Sur. (Aplausos)