CRÓNICAS Y DEBATES
DE LAS SESIONES DE LA
SOBERANA CONVENCIÓN REVOLUCIONARIA
Compilador: Florencio Barrera Fuentes
SESIÓN CELEBRADA EL DÍA 28 DE OCTUBRE DE 1914 EN LA CIUDAD DE AGUASCALIENTES
Primera parte
SUMARIO
Aprobación del acta de la sesión anterior.- Después de una discusión sobre si deben tener voz y voto los delegados del Sur, se acuerda que la Asamblea se erija en junta previa, para que los enviados del general Zapata expongan las ideas que llevan a la Asamblea.- Varios delegados del Sur informaron sobre las condiciones en que pueden unirse a la Convención los revolucionarios del Ejército Libertador.- Dichas condiciones están contenidas en el Plan de Ayala.
PRESIDENCIA DEL C. GENERAL ANTONIO I. VILLARREAL
A las 10 a.m., con el número competente de ciudadanos delegados, según consta en la lista que previamente pasó la Secretaría, se abrió la sesión.
El ciudadano secretario Vito Alessio Robles dio lectura al acta de la sesión anterior; y, puesta al debate, el ciudadano E. Ruiz dijo:
Pido la palabra, señor presidente.
Pediría al señor secretario se sirviera volver a leer en la parte relativa al incidente de la bandera, lo que dijo el señor Soto y Gama.
El C. secretario:
Dice así: (Repite la lectura en lo relativo al señor Soto y Gama, que comienza así: Ha moción de algunos delegados ...)
El C. Ruiz:
Yo quería, señores, que se hiciera constar una protesta en masa de la Asamblea. (Voces: ¡No, no; no fue en masa!)
El C. González Garza:
No fue en masa.
El C. Ruiz:
Si el señor Soto y Gama tiene derecho a ser él un renegado, no tiene derecho para desconocer el mérito que para esta Asamblea tiene esta bandera, ante la cual hemos hecho juramento y que nosotros hemos firmado. (Voces: ¡No, no!)
El C. secretario:
Con la rectificación que propone el ciudadano Ruiz, está a discusión el acta.
El C. González Garza:
Pido la palabra para hacer una aclaración. No fue en masa la protesta de la Asamblea, porque yo le entendí al señor Soto y Gama. (Voces: ¡No, no! Risas)
El C. secretario:
Se pregunta si se aprueba la rectificación que propone el ciudadano Ruiz. (Voces: ¡No, no, no!) ¿La retira?
El C. Ruiz:
No la retiro.
El C. secretario:
Los que estén por la afirmativa, es decir, porque aprueben la rectificación del ciudadano Ruiz, sírvanse poner en pie. Rechazada. (Risas)
En votación económica se pregunta si se aprueba el acta. Los que estén por la afirmativa, sírvanse poner en pie. Aprobada. (Desorden. Risas. Campanilla)
El C. secretario:
La Mesa ordena a la Secretaría dé lectura a la comunicación del ciudadano general Zapata y al dictamen que la comisión de Poderes ha rendido con relación a dicha comunicación. Dice así:
En contestación a su atenta comunicación de fecha quince de los corrientes, en la que invitan al Ejército Libertador, para que concurra, por medio de sus delegados, a dicha Convención, he tenido a bien nombrar a los ciudadanos generales Otilio E. Montaño, Enrique S. Villa, Juan N. Banderas, Samuel Fernández y Leobardo Galván; coroneles: Paulino Martínez, licenciado Antonio Díaz Soto y Gama, Leopoldo Reynoso, doctor Alfredo Cuarón, doctor Aurelio Briones, Genaro Amezcua, Manuel Robles, Gildardo Magaña, Manuel F. Vega, Rutilio Zamora, Miguel Zamora, Rodolfo Magaña, Herminio Chavarría, José Aguilera, Rafael Cal y Mayor, Juan Ledesma; tenientes coroneles: Amador Cortés Estrada, Reynaldo Lecona, Salvador Tafoya; mayor, Porfirio Hinojosa y capitán Miguel Cortés Ordóñez, para que asistan a la expresada Convención en representación del Ejército Libertador, a fin de que expongan de viva voz los motivos por los cuales no es posible desde luego enviar a los jefes o delegados que los representen.
Asimismo, en nombre del Ejército Libertador, me permito solicitar a esa honorable Asamblea, se conceda a mis comisionados voz y voto en las deliberaciones que surjan con motivo del desempeño de su mandato, a fin de que la Convención no retarde sus labores y pueda continuar.
Lo que hago saber a ustedes para su inteligencia y fines consiguientes.
Reforma, Libertad, Justicia y Ley.
Cuartel General en Cuernavaca, Morelos, 22 de octubre de 1914.
El general en jefe del Ejército Libertador de la República, Emiliano Zapata.
A los ciudadanos Antonio I. Villarreal, J. Isabel Robles, coronel Samuel M. Santos, M. González, Mateo Almanza, V. A. Robles y Pánfilo Natera; presidente, vicepresidente; 1°, 2°, 3° y 4° secretarios, y 2° vocal, respectivamente, de la Convención Revolucionaria.
Aguascalientes.
Dictamen de la comisión de Poderes:
La contestación que el general Emiliano Zapata ha dado a la comunicación en que se invitó al Ejército Libertador para que envíe sus delegados a esta Convención, hace la petición a esta honorable Asamblea, para que se conceda a la delegación del señor general Zapata voz y voto en las deliberaciones que surjan, con motivo del desempeño de su mandato, a fin de que la Convención pueda continuar sus labores.
El oficio que contiene esta petición ha sido enviado a la comisión de Poderes para que rinda el dictamen correspondiente.
La primera parte del oficio en cuestión dice que la delegación ha sido enviada a fin de que se expongan de viva voz los motivos por los cuales no es posible desde luego enviar a los jefes o delegados que los representen; pero la petición hace suponer que algunos otros asuntos se han encomendado a la delegación, para cuya discusión y resolución se pide voz y voto para los delegados.
Para comprobar si efectivamente la delegación tiene encomendados otros asuntos, el general Angeles inquirió con las personas de la delegación sobre esta cuestión y fue autorizado para declarar que, entre los asuntos que la delegación tiene a su cargo, existen dos de tan grande importacia que de su resolución dependerá el que el Ejército Libertador se una o no al Ejército Constitucionalista.
En vista de lo cual, la comisión de Poderes dictamina que: dependiendo de la resolución de esos asuntos la pacificación de la República, la Convención debe resolver favorablemente la petición hecha por el señor general Emiliano Zapata de que se conceda voz y voto en Juntas Previas, a sus delegados, en los asuntos que les ha encomendado.
Aguascalientes, octubre 28 de 1914.
E. Aguirre Benavides.
Felipe Angeles.
Esteban Márquez.
Está a discusión.
El C. Siurob:
Pido la palabra. Para ser consecuentes con lo que ha aprobado la Asamblea, tendriamos que hacer una selección de los miembros que vienen en representación del señor general Zapata. En este sentido, tendríamos que admitir a los generales que vienen en el seno de esta delegación, desde luego con voz y voto, porque ellos sólo tienen representación por sí en esta Asamblea; de las personas que no son generales, podemos admitir a alguna de ellas en representación del señor general Zapata, puesto que teniendo todas ellas credencial expedida para representar al señor general Zapata, y no siendo posible que se admitan varias representaciones de un solo jefe, podemos admitir a uno de ellos, al que la comisión designe en representación del señor general Zapata. A las otras personas, cumo representantes por sí, y las otras personas, si estamos de acuerdo con lo aprobado, no las podemos admitir con voz y voto.
Yo propongo que la comisión reforme su dictamen en este sentido, porque cualquiera que quiera entrar en el seno de esta Convención tiene que cumplir con las decisiones que se han tomado en ella, y como se acordó que sólo los generales y gobernadores pueden tener representación en esta Asamblea, y de los que no son generales, uno de ellos con la credencial expedida a favor de él por el señor jefe del Ejército Libertador, general Emiliano Zapata.
El C. Buelna:
Teniendo en cuenta que se trata aquí de un grupo revolucionario que ha obrado siempre independientemente de lo que hasta aquí ha sido el Ejército Constitucionalista, debemos tener en cuenta eso para considerar este caso como muy distinto de todos los que se nos han presentado hasta aquí, porque siempre se ha tratado de Cuerpos del Ejército Constitucionalista; siempre han mandado su representante; ha venido el jefe de ellos aquí, o el mismo jefe manda su representante. Aquí es una cosa muy distinta, aquí es otro grupo diferente, es un caso distinto, habiendo sido siempre independiente de nosotros el Ejército Libertador y teniendo necesidad urgentísima, para beneficio de la Patria, de unificarnos con ellos o de que ellos se unifiquen con nosotros para resolver juntos, porque tanto derecho tienen ellos como revolucionarios como nosotros, para venir a esta Asamblea a deliberar sobre los asuntos relativos a la Patria. Necesitamos, pues, admitir la súplica que el general Zapata hace, aunque sea limitando a los delegados a tener voz y voto, como allí se explica, solamente para los asuntos relacionados a lo que ellos mismos vienen aquí a pedir, y no a todos los asuntos de la Asamblea y sólo a lo que ellos quieran tratar, concediéndoles voz y voto, como suplica el general Zapata se les conceda. Y siendo un caso distinto, creo que no hay por qué exista un egoísmo tan grande de parte nuestra para negarles ese derecho, porque en justicia y en el fondo realmente lo tienen. (Aplausos)
El C. Mariel:
Nadie niega al Ejército Libertador el derecho de ser representado en esta Asamblea; antes bien, la Convención resdlvió mandar una comisión para invitarlos; esa comisión llevaba instrucciones para explicar allí cómo había sido integrada la Asamblea y qué resoluciones había tomado, a fin de que teniendo eso en cuenta el jefe del Ejército Libertador y sus miembros, quiero decir, teniendo en cuenta esas decisiones, mandaran sus delegados aquí. Por mayoría se han resuelto algunos asuntos en esta Convención y entre ellos está, como ha dicho el delegado Siurob, que no puedan ser representados más que generales y gobernadores de Estado o quienes hayan sido designados por ellos. Creo que deben seguirse tratando estos asuntos en la misma forma para no hacer distinciones, porque toda distinción resulta odiosa. Nadie niega el derecho al Ejército Libertador para ser representado aquí y todos los que de acuerdo con las disposiciones de la Asamblea tengan voz y voto aquí, los acogeremos con mucho gusto. El afán de nosotros de hacer labor de concordia y unión se revela desde el momento en que una comisión especial fue a invitar al señor general Zapata y a todos los jefes que forman la jefatura del Ejército Libertador.
El C. Buelna:
La comisión a la que tuve la honra de pertenecer, indicó al señor general Zapata la forma y objeto de la representación que debía enviar aquí; pero como en el mismo oficio que ha mandado el señor general Zapata explica claramente que la comisión dirá el por qué no le ha sido posible hasta ahora mandar sus delegados en la forma que nosotros queremos, y simplemente se limita a pedir voz y voto para los delegados en los asuntos que van a tratarse aquí, para que esta misma comisión los trate y sean suficientemente discutidos, debemos concederles que tengan voz y voto, tanto para ser consecuentes con esa súplica, cuanto porque no hay una causa en realidad para que se les pueda negar. La comisión explicó cómo debían venir; pero como no podían venir en esa forma, han venido en otra y quieren voz y voto para tratar sencillamente los asuntos que vienen a tratar aquí, no para otros; lo necesitan nada más para tratar los asuntos que les han encomendado allá.
El C. Gallegos:
Creo que no podemos concederles voto más que para ciertos asuntos y no sin antes tener conocimiento de ellos; creo sería conveniente saber qué asuntos vienen a tratar.
El C. González Garza:
Son algunos asuntos, son solamente dos.
El C. De los Santos:
La Convención actual, si bien es cierto que tiene visos de constitucionalista, nosotros hemos sido los primeros en pedir que no sea así; nosotros hemos propuesto que estén aquí representados todos los grupos armados de la República; es cierto que tenemos los mismos derechos, tanto los señores del Ejército Libertador como todos nosotros; a todos nos interesan las cuestiones de la Patria que aquí se traten. No es posible que los señores del Ejército Libertador se concretaren a tratar dos asuntos; tienen derecho a tener voz y voto en todos los asuntos que interesan a la Patria, son tan buenos revolucionarios como todos nosotros; pero tenemos un cartabón al cual deben sujetarse para entrar aquí. Ya ustedes saben las condiciones y los delegados del señor Zapata deben saberlo, porque la comisión se las debe haber manifestado. Tienen que ser generales, gobernadores, comandantes militares de algunas plazas o sus representantes, protestar y firmar esa bandera. Ese es el cartabón a que nos hemos sujetado aquí. El señor Siurob ha dicho bien: los que sean generales y un representante que puede quedar por el general Emiliano Zapata ya podían entrar y tener voz y voto; los que no estén así, es preferible, mil veees preferible esperar que se requisiten sus documentos, que entren legalmente aquí y no permitir que entren sin que estén legalizados. ¿Por qué vamos a admitir que los señores delegados del zapatismo tengan voz y voto en todos los asuntos cuando no están legalizados ni están comprometidos bajo ningún juramento ni bajo ninguna protesta a que lo que aquí se determine se cumpla? Primero, que se legalicen: eso está en la conciencia de todos; no les pondremos obstáculos para que se legalicen en cuanto a que están en diferentes circunstancias. No, señor; si nosotros fuéramos simplemente Convención Constitucionalista, sí; pero no hemos querido eso, hemos querido que se haga la paz, la unión entre todos; ellos son como nosotros, admitámoslos; pero admitámoslos bajo todas las bases que se nos han puesto para entrar.
¿Por qué esa supremacía para algunos? ¿Por qué se distinguen? Ni ellos son mejores que nosotros ni nosotros mejores que ellos. Así es que yo suplico a esta Convención, apelo a su buen criterio, para que admitamos a todos aquellos que puedan entrar bajo el mismo cartabón y a los que no, que les demos tiempo, si es posible, para que legalicen sus credenciales. (Aplausos)
El C. Angeles:
Pido la palabra.
Como ha dicho muy bien uno de los oradores, la Convención no es juez en la República; la República es juez y nosotros somos los que estamos sentados en el banquillo del acusado. La República juzgará de nuestros actos; hemos tratado de hacer obra de unificación; nos hemos declarado soberanos antes de tiempo, antes de que estén representados aquí todos los grupos revolucionarios; hemos dejado de considerar uno de los grupos más importantes, porque en aquella región del Sur cada habitante es un revolucionario, no como en la región donde ha dominado el Ejército Constitucionalistá. Se trata de hacer la unificación; el general en jefe del Ejército Revolucionario del Sur, manda una delegación, tiene grandes esperanzas de hacer la unificación; no ha podido enviar sus delegados inmediatamente y suplica que se les dé voz y voto a los miembros de su comisión, para que expliquen algunos asuntos que traen para que traten esos asuntos y se pueda hacer la paz en la República, y nosotros contestamos: no. Es necesario sujetarnos a un cartabón mezquino que antes hemos fijado; no estamos en los casos que hemos prefijado; no estamos en el mismo caso de los que precedieron antes; aquí se ha tratado, aquí se trata de hacer una excepción, un caso espeeial; de la resolución de esta Asamblea dependerá que la paz en la República exista o que volvamos a declarar la guerra a nuestros hermanos del Sur y la Nación nos juzgará. (Aplausos nutridos)
El C. Castillo Tapia:
Pido a la honorable Mesa y a la Asamblea, se sirvan conceder la palabra a alguno de los miembros de la delegación del Sur, para saber en qué asuntos quieren tener voz y voto, para ver si la Asamblea lo concede; que lo digan.
El C. González Garza:
De aceptar lo que dice el preopinante, cuánto mejor sería que pasando la delegación entremos de lleno en la tramitación de esos asuntos que, en el concepto del señor general Zapata, los miembros de esa comisión necesitan aclarar para entrar por completo en la Convención como delegados. ¿Por qué uno y no dos?
El C. Osuna:
Pido la palabra para decir que no es lo mismo conceder voz y voto que conceder voz; todos queremos que se les conceda voz para que puedan expresar, yo estoy conforme en que se les conceda voz, pero en cuanto a dar voz y voto a personas que, si les conviene continúan con nosotros y si no se separan de nosotros no estoy conforme, porque antes de declarar a esta Asamblea Soberana, nunca se admitió a nadie sin comprometerse a su vez, sin someterse a lo que han hecho los militares; en esta parte no estoy de acuerdo con el dictamen, y sí que se les conceda voz para qUe expresen sus ideales y expliquen las dificultades que crean encontrar aquí, para ver si es posible aclarárselas, sin necesidad de llegar a un acuerdo con personas que no estén dispuestas a estar con nosotros si no se les concede lo que ellas pretenden.
El C. Obregón:
Pido la palabra, señor presidente.
El C. presidente:
Tiene la palabra el ciudadano Obregón.
El C. Obregón:
Yo creo que debemos poner, como hemos puesto, todos los medios para que estén representados todos los grupos revolucionarios de la República, sin llegar a cometer debilidades.
Hemos declarado Soberana la Asamblea; pero nos hemos comprometido solemnemente a no tratar nada sino dentro de un plazo suficiente para que vinieran los revolucionarios del Sur, y ya una vez ingresados éstos al seno de la Asamblea, tratar y por mayoría de votos, es decir, comprometernos a sostener, a apoyar lo que la mayoría de votos determinara. Por consiguiente, no creo que se haya corrido ningún desaire, al contrario, se han guardado toda clase de atenciones, como se las merecen. Podemos nosotros aceptar a los que quieran ingresar a la Convención, si así lo desean, siempre que estén dispuestos a sostener los acuerdos de esta misma Asamblea. Porque, qué resultaria si yo dijera, si no estoy de acuerdo con la Asamblea en apoyar talo cual cosa: yo me retiro, y cada quien fuera poniendo una condición; esto no sería una Convención.
Por lo tanto, creo que aquí en esta Asamblea deben tener voz y voto todos los que ingresen a ella, todos los que se sometan al compromiso que todos tenemos, y si los señores revolucionarios del Sur quieren expresar amplia y libremente sus ideales, podemos, cuando se levante la sesión, continuar aquí una hora, media hora, todo el tiempo que ellos deseen para escucharlos con la atención que se merecen.
El C. Castillo Tapia:
Vuelvo a suplicar a la honorable Mesa se sirva consultar a la Asamblea a ver si concede que hablen algunos de los delegados del Sur, para que funden y expongan las razones de por qué quieren tener voz y voto, en qué casos y cuáles son los hechos para los que los piden.
El C. Mancilla:
Hago mío en todas sus partes lo que acaba de decir el señor Obregón, y agrego, que no estimo al señor Zapata tan irascible para que en sus deseos de paz se moleste porque aquí se cumple con una fórmula ya convenida.
El C. Angeles:
Yo hago notar a la Asamblea que el Ejército Constitucionalista y el Ejército Libertador son dos entidades: no se han levantado movidos por el mismo plan; nosotros nos levantamos realmente sin plan ninguno, pero después hicimos ley general el Plan de Guadalupe que muchos ignoraban hasta recientemente. (Una voz: ¡No es cierto!)
Alguien acaba de decir que no es cierto, y cuando tuvimos las dificultades de Torreón, muchos de los generales decían: ¿Cuál es el Plan de Guadalupe? Y el señor ingeniero Bonilla tuvo que ilustrarles respecto a ese plan.
El Ejército Libertador se ha levantado mucho antes que nosotros con un plan, con una bandera de principios; ellos tienen la preeminencia en ese sentido y nosotros no los admitimos aquí y queremos hacerlos entrar con nuestras leyes, sin razón y sin justicia. Son dos entidades, ellos tienen sus proposiciones, tienen sus exigencias; si nosotros somos patriotas y queremos la unificación, démosles toda clase de libertades en este asunto especial. (Aplausos)
El C. Siurob:
Pido la palabra.
Siento mucho estar en desacuerdo con el señor general Angeles, respecto a lo que acaba de decir; en efecto, no es cuestión sin importancia el hecho de que los delegados entren aquí con las legalidades debidas, por lo mismo que es una condición; se trata de que los elementos que entren a la Asamblea se comprometan de una manera terminante, enteramente práctica, a que acatarán todas las decisiones de la Asamblea, puesto que todos los miembros vienen sosteniendo los mismos fines que estos señores persiguen, que son precisamente hacer la paz, dar a la República un mandatario de acuerdo con todos.
Ellos mismos estarán de acuerdo en que se necesita acatar en todas sus partes las resoluciones de la Asamblea, y para aceptarlos en nuestro seno, hacerlos entrar en la Asamblea, necesitamos hacerlos acatar esas resoluciones, hacer el mismo juramento que hemos hecho, porque ayer, en contra de lo que se dijo, aparte de lo que se dijo contra la bandera, está por encima la opinión hasta del general Zapata, que dijo que la respetaban tanto como nosotros; por otra parte, sería muy poco democrático, y estoy muy lejos de suponerlo, por el contrario, creo que los delegados del señor general Zapata son bastante democráticos, pero creo que a un Cuerpo Colegiado no deben entrar personas que no reúnan los requisitos necesarios para entrar en ella; los requisitos que se necesitan ya los sabemos. Si cada general fuera a traer a los miembros de su Estado Mayor, resultaría que esta Convención resultaría una Convención enorme, inmensa, y sobre todo, no ha sido convenido así, no es así la forma que se ha adoptado para que haya representantes en la Asamblea.
Se refería el señor general Angeles a que la soberanía de la Convención había sido prematura; no fue prematura, primero: porque fue la mayoría de sus representantes la que la declaró; segundo: porque si no hubiera sido declarada la soberanía nadie hubiera obedecido a la Convención, nadie le hubiera dado la importancia que legítimamente se merece, y estoy casi seguro de que los delegados del Ejército Libertador no hubieran acudido si no se hubiera erigido a la Convención en Soberana. Por último: si los miembros del Ejército Libertador no ingresaran al seno de esta Asamblea con las condiciones que llevamos dichas, esto no sería Convención desde el momento en que ellos se guardarían una reserva: que ellos no habían jurado acatar las decisiones de esta Asamblea. Estoy de acuerdo con el señor general Angeles en que se debe tener en muy alto honor en el seno de esta Asamblea al general Zapata y al glorioso Ejército Libertador, que ha mantenido la rebeldía en favor de los principios salvadores a través de todos los gobiernos que no han cumplido con los principios de libertad del pueblo, y precisamente por eso yo mismo pido que se les conceda voz a todos; pero que no se les conceda voto más que a los que legitimamente y conforme a las decisiones de la Asamblea deban tenerlo.
El C. Angeles:
No estoy de acuerdo en que realmente debimos declararnos soberanos, porque la mayoría haya estado aqui; no sabemos si será mayoría; pero aunque así fuera, no es condición suficiente que la mayoría esté representada, es necesario que todas las facciones estén aquí representadas para que la Convención pueda ser soberana.
Nosotros hemos hecho una obra patriótica, una obra de conciliación, de unificación de todo el país; pero estamos en un momento crítico, en que no queremos dar todas las libertades. Supongo yo que el Ejército Libertador quisiera hacer esta chicana; que se reuniera en Convención allá y se declarara soberana, y que nos llamara a nosotros y nos hiciera entrar con cierto cartabón estrecho y nos dijeran: Necesitamos condiciones, porque el Ejército Libertador es una entidad tan fuerte, o quizá más -dirian ellos-, que ustedes; y es necesario que no se les permita la entrada sin ciertas exigencias, porque nos hemos levantado con principios y con un plan determinado, y es necesario que en el seno de esta Convención se respeten los principIos por los que hemos combatido y dejado tantos muertos.
Si nosotros estuviéramos en el caso de ellos, podríamos decir: hace mucho tiempo que luchamos por una bandera de principios que hemos enarbolado; toda nuestra región está agotada, nuestras ciudades destruidas, nuestros intereses perdidos completamente, y nosotros, con el alma entristecida, gritamos a nuestros hermanos: dejadnos entrar, porque queremos la pacificación de la República, y nosotros respondemos: no; si quieres entrar con condiciones estrechas, entrarás, y si no, perecerás para siempre. (Aplausos, aclamaciones y murmullos)
El C. Hay:
Para excitar al público, ha sido bellísimo el discurso del señor general Angeles; como razonamiento, cae por su peso, puesto que no ha dado razones.
Nosotros, inclusive el señor Angeles, nos hemos juramentado ... (Siseos y murmullos)
El C. Murrieta:
Yo pido que las galerías no tomen parte en las discusiones.
El C. Hay:
Nosotros nos hemos juramentado, y en ese juramento está incluido el señor Angeles, para cumplir y hacer cumplir las decisiones que se llevaren a cabo en esta Asamblea. Una de las decisiones ha sido, sin refutación casi de ninguno de los aquí presentes, de que los elementos civiles no podían estar en esta Asamblea, ni por sí mismos ni representando a militares; la invitación que se ha hecho a los elementos surianos ha sido una invitación franca, leal y amistosa, una verdadera invitación de fraternidad, y se les ha dicho: Por convenir así a los intereses de la Nación, hemos creído conveniente y hemos decidido que aquí no vengan elementos civiles, ni en su representación ni en representación de elementos militares; pero sí que vengan los elementos militares bajo determinadas condiciones; a eso el señor general Angeles se comprometió, fue una decisión que no solamente debe cumplir él, sino exigir su cumplimiento.
A los del Ejército Libertador no se les retira, no se les cierran las puertas, sino bien al contrario, se les ha invitado cordialmente, como antes digo, dándoseles las condiciones a las cuales aquí nos hemos sujetado, han podido mandar los elementos debidos para representar justa y dignamente a ese grupo suriano, sin necesidad de mandar elementos que no reúnan las condiciones referidas; no es que cerremos las puertas, señor Angeles, sino que las dejamos abiertas, para que aquí puedan entrar con las condiciones debidas.
El señor Santos ha dicho que los generales del señor Zapata no son más revolucionarios que nosotros; los generales del señor Zapata no son más que nosotros, ni nosotros más que ellos, sino que somos iguales, como ellos. ¿Por qué exigirnos condiciones, si no son ellos más que nosotros?; ¿por qué admitirles que nos propongan condiciones a las cuales nosotros no nos hemos sujetado? Yo pido, en nombre de la democracia y de la legalidad, que no se insista más en este punto; que cumplamos y hagamos cumplir a lo que aquí nos hemos juramentado.
Hay aquí uno o varios miembros de la comisión del Sur que son militares, y quizá traen la representación de varios generales; éstos, claro es que pueden ser admitidas sus credenciales extendidas en la forma como lo hemos hecho, ni más ni ~ menos, prestando voz y voto, juramentándose en la misma forma en que nosotros lo hemos hecho, comprometiéndose igual que nosotros; aquellas personas que no estén en las mismas condiciones, pueden ser requisitadas en la misma forma que usted, señor general Angeles, que yo y que las demás personas aquí presentes.
No veo yo por qué razón exige usted a esta Convención que falte a sus juramentos y se distinga a determinado grupo, que no es ni más ni menos que nosotros; no veo yo razón para que cambie usted de criterio, y tampoco veo la razón por qua quiere usted hacernos faltar a nuestros juramentos.
Vengan los del Sur, aquí encontrarán los brazos abiertos; lo hemos dicho todos, y yo, personalmente, lo he dicho varias veces, encontrarán sinceridad, afecto; pero vengan decididos a cumplir lo que aquí se decida, juramentados en la forma en que nosotros lo hicimos, porque si hay patriotismo aquí entre nosotros, no creo que no lo haya entre ellos, y no creo que deban eximirse de juramentarse como nosotros lo hemos hecho, de cumplir con lo decidido por la Convención.
El C. Angeles:
Pido la palabra.
El C. Castillo Tapia:
Pido la palabra para una moción de orden.
Yo suplicaría que a alguno de los miembros de la Comisión del Sur se le permitiera el uso de la palabra, para que explique por qué quieren voz y voto, y en qué casos lo quieren.
El C. presidente:
La Mesa considera que debe seguirse discutiendo el asunto. (Voces: ¡Se está discutiendo!)
El C. E. C. González:
Pido la palabra para reforzar lo que dice el señor Castillo Tapia. Si nosotros aceptamos la lectura de una proposición que se manda por escrito por algunos individuos, no creo justo que ni siquiera se presente por escrito; no creo justo que no tratemos a uno de los delegados del Sur, que vienen a decir de palabra lo que otros nos han dicho por escrito.
El C. presidente:
Se está discutiendo ese punto.
El C. E. C. González:
No es necesario poner a discusión este asunto; muchos delegados presuntos tienen el derecho de sentarse en las butacas y tomar la palabra; así lo hicimos; ¿y cómo se van a hacer excepciones? Cuando se estaba formando esta Convención, no había delegados reconocidos; éramos presuntos delegados y teníamos derecho de discutir; con el mismo derecho pueden venir todos los delegados del Ejército Libertador a tomar la palabra, pero en su oportunidad a dar su voto, si es que ya tienen derecho.
El C. Hay:
En lo que antes dije olvidé decir que estoy enteramente de acuerdo con que los señores delegados del Sur pasen a este salón: son presuntos delegados, por lo menos, y tienen todo derecho a pasar aquí; a lo que yo me referí, fue a las condiciones que deben exigirse para ser admitidos como delegados.
El C. Buelna:
Como dijo el señor general Angeles, el Ejército Constitucionalista y el Libertador son dos entidades düerentes, y es natural que cuando va a verificarse algún contrato o cualquiera otra relación entre dos entidades diferentes, haya ciertos arreglos preliminares, ciertas condiciones que se exigen unos a otros. Los señores tienen como condición especial, ante esta Asamblea, la de explicar los motivos por qué no ha sido posible al Ejército Libertador mandar hasta ahora delegados debidamente autorizados, como están dispuestos a mandarlos y en la forma en que se exija por esta Convención; así como lo exigen el señor Hay y el señor Siurob, así como se ha convenido en esta Convención, están ellos dispuestos a mandarlos; pero antes necesitan tener ciertos arreglos con nosotros.
Son dos entidades düerentes, como he dicho, y es natural que no van a entrar ellos cuando ni siquiera conocen bien el fondo de esta Convención. Nosotros sabemos perfectamente que es honrado y es justo el juramento que hemos dado, escribiendo, poniendo nuestra firma sobre esa bandera, para comprometernos a sostener mañana las decisiones de esta Convención; pero ellos no pueden saber el fondo de esta cuestión; ellos ignoran por completo lo que se ha hecho aquí y vienen a arreglar con nosotros el que los dejemos deliberar; démosles voto en las cuestiones que ellos lo piden y solicitan; creo que tienen justicia.
El C. Castillo Tapia:
Para una aclaración. Aquí en el salón está un presunto delegado. Si él quisiera hablar, hablaría desde el palco en donde están todos los presuntos delegados del Sur; no veo la razón por qué esos señores están en los palcos, y ese señor en el salón; no veo la razón; es de justicia. (Aplausos)
El C. Julio Madero:
Pido la palabra.
El C. Berlanga:
En contra del dictamen.
El C. Hay:
Para una moción de orden. Suplicaría al señor presidente, o a esta Asamblea, que invite a los señores como presuntos delegados, a reserva de que se vayan discutiendo sus credenciales individualmente. (Voces: ¡Si no vienen como delegados!)
El C. Berlanga:
Desde luego comienzo por manifestar mi sorpresa ante las declaraciones hechas por mi respetado general Angeles, de que siendo él subsecretario de Guerra desconocía el Plan de Guadalupe ...
El C. Angeles (interrumpiendo):
No he dicho que yo lo desconocía: que muchos no lo conocían.
El C. Murrieta:
Señores: es necesario que se suplique a las galerías, a esa claque que está dando guerra, que, o tiene compostura, o se desalojan esas galerías.
El C. Angeles:
La claque son todos, es el pueblo. (Aplausos)
El C. presidente:
Las galerías están tratando de hacer presión sobre la Asamblea; se ve claramente que son parciales, se ve claramente que se han constituido en claque. La Mesa no va a consentir que sigan las galerías ejerciendo presión sobre la Asamblea; así es que, o guardan compostura o las mando desalojar. (Aplausos y siseos)
El C. Berlanga:
El señor general Angeles acaba de hacer una declaración, por lo que retiro entonces mis sorpresas. (Risas) Pero no deja de permanecer en pie mi sorpresa por aquello que dijo el general Angeles; por lo que, secundando un plan revolucionario, como era precisamente el Plan de Guadalupe, era desconocido para ellos, hasta que el señor Bonilla lo dio a conocer en Torreón, y entonces fue cuando muchos generales, según lo acaba de decir el señor general Angeles, manifestaron su adhesión al plan. (Voces: ¡Eso no está a discusión!) Bien está; realmente no está a discusión, pero es precisamente el punto principal.
El señor general Angeles estuvo aquí cuando se discutió el asunto de la condición principal para que los miembros fueran aceptados en la Asamblea, y entonces él no hizo absolutamente ninguna observación; entonces era oportuno que el señor general Angeles hubiera manifestado sus vivos deseos, relativos a los miembros del Ejército Libertador; pero él permaneció callado y aprobó que las condiciones para ser miembros de la Asamblea, eran: primera, ser militar; segunda, ser general, gobernador, o bien, que a éstos se les concedía el derecho de nombrar representante, siendo indispensable que los representantes fueran militares; esto lo aprobó el señor general Angeles y no manifestó nada en contrario, ¿por qué viene ahora a proponer una excepción?
El C. Angeles:
Si yo hubiera podido prever el futuro, lo hubiera hecho.
El C. presidente:
Se advierte al señor general Angeles que debe pedir la palabra antes, para poder hablar.
El C. Angeles:
Es una aclaración solamente.
El C. presidente:
Debe usted pedir la palabra antes.
El C. Berlanga:
Si no se pudo prever esto, mi señor general, lo debía haber previsto, porque usted siempre ha manifestado deseos por que la Revolución del Sur tenga entre nosotros sus representantes. Ahora bien, el general Zapata está de acuerdo con todo lo que nosotros estipulamos, y usted no está de acuerdo con él. Ahora, en lo único en que no está de acuerdo el general Zapata, lo único que desea, es un plazo para mandar sus representantes conforme a las condiciones que hemos estipulado. El general Zapata dice: No me es posible comunicarme con los generales, dada la extensión que ocupan las fuerzas de mi mando, y pido un plazo para comunicarme con ellos y mandar a esa Convención mis representantes.
Así es que el general Zapata acepta las proposiciones que nosotros hemos propuesto, acepta todo a lo que nos comprometimos aquí; pero en lo único en que no está de acuerdo, es en el tiempo. El señor general Zapata está de acuerdo con nosotros: él manda una delegación especial para que venga a tratar asuntos que no conocemos; esos asuntos pueden tratarse por proposiciones que firmen los delegados, o bien pueden tratarse en una junta privada, en una junta particular, pudiéramos decir.
Respecto a que algunos de ellos son generales, están desde luego conforme a lo que nosotros hemos aprobado, con pleno derecho de venir aquí a la Asamblea; pero 'ese pleno derecho también los pone en las condiciones de aceptar obligaciones. Las obligaciones que nosotros hemos puesto para con todos, ya son perfectamente conocidas: defender, cumplir y hacer cumplir los acuerdos de la Convención. Si los delegados del Ejército Libertador se comprometen a cumplir y hacer cumplir los acuerdos de la Convención, entonces, si aceptan las condiciones que nosotros hemos aceptado, tienen perfecto derecho de venir a tomar lugar para tener voz y voto en nuestras discusiones. Mientras ellos no acepten esas condiciones, mientras ellos no acepten las obligaciones, nosotros no podemos concederle ningún derecho a nadie, porque nuestro propósito no es sólo llamar a las facciones revolucionarias; nuestro propósito es unificar el credo revolucionario para hacer una reforma, para hacer un gobierno, para cimentar la paz, si la paz es conveniente; pero para continuar la guerra, si la guerra es necesaria. Nosotros no queremos el predominio de una facción, que sea la que resuelva los asuntos de la Patria; queremos el acuerdo de todos, pero de todos aquellos que estén perfectamente unificados con nosotros; por eso nunca hemos invitado ni invitaremos a Higinio Aguilar, a Argumedo, ni a los curas que andan levantados.
El tiempo que tienen de levantados los generales zapatistas, no les da derecho de venir a votar aquí, ni para tener voz y voto; porque la antigüedad no está para nada reconocida; aquí, entre nosotros, no se ha tomado en cuenta que el que tenga más antigüedad como revolucionario, tenga más derecho; aquí todos somos iguales; aquí vamos a hacer de nuestro credo un plan, un verdadero plan revolucionario; ese plan revolucionario no ha existido; aquí lo vamos a deliberar, aquí lo vamos a aceptar, aquí lo vamos a discutir y él va a ser nuestro pabellón.
Respecto a que el general Zapata comanda una facción, un ejército que tiene aspiraciones distintas a las nuestras, y que por eso debemos concederle derechos especiales, no estoy de acuerdo con ello; si el Ejército Libertador tiene aspiraciones distintas al Ejército Constitucionalista, no por eso debemos nosotros concederle derechos que a los mismos miembros del Ejército Constitucionalista no se les ha concedido. Aquí hemos rechazado a generales, aquí hemos rechazado a civiles, aquí hemos rechazado a militares asimilados, y aun ocupando elevados puestos; y esto ¿no lo hacemos con aquellos que tengan en el Ejército Libertador algún grado, porque tengan algún título?
Aquí hemos rechazado a un licenciado que tenía título de general, a Frausto, ¿por qué? Unicamente porque él no ha sido un revolucionario combatiente; con esas condiciones hemos hecho aquí entrar a cada uno de los miembros; aún más: se ha discutido la personalidad de cada uno de nosotros, de cada uno de los que vienen aquí en representación, y esas personalidades, después de discutirse, han sido aprobadas por votación; y bien, muchos de los generales han sido de aquí desechados; generales que han comulgado con nuestras ideas formando el Ejército Constitucionalista, porque siempre hemos sido exigentes para con nosotros mismos; ¿y vamos a ser ahora débiles para con los que no forman parte de nuestro Ejército? Es cierto que los dos ejércitos tienen una misma aspiración; pero hasta ahora han estado distanciados, tal vez en el fondo, o sin tal vez, con seguridad, en el fondo los dos ejércitos persíguen un mismo fin; pero el mismo general Angeles, en tiempos del señor Madero, salió a combatir a Emiliano Zapata; ¿por qué lo hizo? Si precisamente el general Angeles era partidario de la Revolución, como lo es ahora, ¿por qué combatió al general Zapata?
Este es un asunto, tal vez, que no venga a discusión; pero quiero hacer observar que hace unos cuantos meses ...
El C. Buelna:
Pido la palabra para una moción de orden.
El señor ha pedido la palabra para una aclaración.
El C. Berlanga:
No, señor, en contra del dictamen. (Voces: ¡En contra del dictamen!)
Hace unos cuantos meses nosotros considerábamos al general Zapata como miembro del Ejército Constitucionalista; sé, no estoy seguro, pero sé por informes que tengo, que el general Zapata aceptaba comunicaciones de don Venustiano Carranza (voces: ¡No, no!), y el señor general don Venustiano Carranza también aceptaba comunicaciones; estaban en relaciones uno y otro; aún más: sé que del cuartel constitucionalista se mandó armas y parque al general Zapata. (Voces: ¡No, no!) Así es, según los informes que tengo; y bien, entonces considerábamos al Ejército Libertador como parte integrante de nuestro Ejército; pero por un acuerdo al que no se llegó, por puntos particulares que no se pudo convenir, los dos partidos revolucionarios, el partido revolucionario del Sur quedó en su Estado, en su actitud hostil en contra nuestra; aun muchos de los que están aquí como miembros de la Convención, vienen del campo en que se ha batido Zapata; muchos de los que aquí están han disparado sus armas contra Zapata hace unas cuantas semanas; que ahora vienen aquí y abren sus brazos a los jefes surianos, al señor general Zapata, no con el fin de que nosotros nos unamos a ellos y de que ellos se unan a nosotros bajo determinadas condiciones, o de que ellos se unan a nosotros bajo determinado fin, sino con el fin de unificar nuestro criterio, para unificar nuestra labor revolucionaria y hacer un nuevo credo revolucionario, y hacer que se castigue a los que no cumplan con nuestras decisiones.
El C. Angeles:
Pido la palabra para modificar nuestro dictamen.
Entre lo que ha dicho el señor Berlanga hay una cosa interesante: él dice que soy el único que olvida lo que dice; él dice que el señor general Zapata está de acuerdo con todas las condiciones puestas aquí, y yo creo que esa afirmación tiene la consistencia de todas las afirmaciones del señor Berlanga; bastaría preguntarle al presidente de la comisión del Ejército Libertador, para ver si eso era cierto; pero eso es perder el tiempo. Ya con lo que se ha dicho en esta Asamblea estoy convencido.
El C. Mariel:
El señor general Buelna, que fue también miembro de la comisión, expresó lo mismo que el señor Berlanga ha estado diciendo: que el general Zapata estaba conforme con las condiciones que imponía esta Asamblea.
El C. Angeles:
Eso nos lo podrá decir el señor presidente de la comisión, aunque estoy seguro de lo contrario; pero eso tampoco tiene importancia.
Por el estado psicológico de la sala, yo estoy seguro de que si la comisión retira parte del dictamen diciendo que se concede solamente voz a la comisión, creo que se aceptará. (Voces: ¡Sí!)
El C. Julio Madero:
Para una moción de orden.
Toda esta discusión ha sido inútil; estamos bordando en el vacío enteramente; porque hay una manera perfectamente legal dentro de la Asamblea para que personas extrañas a la Asamblea presenten proposiciones: de que sea por escrito y haciéndola suya alguno de los delegados. Por otro lado, y para abreviar tiempo, se les puede conceder voz a los señores del Sur y queda arreglado todo esto perfectamente bien.
El C. presidente:
Nadie les ha negado voz.
El C. secretario:
La Mesa informa que nadie les ha negado voz a los miembros del Ejército Libertador.
La Mesa pide informes a la comisión de poderes a fin de que diga si está dispuesta a modificar su dictamen, como lo expresó el señor general Angeles.
El C. Díaz Soto y Gama:
El incidente de ayer me obliga a hacer una aclaración a la Asamblea. Soy exaltado de temperamento, y a veces algunas frases duras inopinadamente salen de mis labios. De antemano pido mil perdones a la Asamblea. Voy a hablar con la excitación que es propia de mi temperamento, y en este sentido voy a hablar con franqueza, que a mí en lo personal, y creo que a mis compañeros también ha causado ese incidente ... (Voces: ¡No se oye!)
El C. secretario:
La Mesa suplica al orador pase a la tribuna. (Aplausos y siseos)
El C. Díaz Soto y Gama:
Señores: ayer creía yo que esta Convención se calificaba a sí misma militar, y hoy podría yo llamarla de abogados. Estoy azorado de que un asunto tan grave, tan profundamente ligado con las más hondas necesidades del país, con las necesidades de la pacificación, con la necesidad de la unidad revolucionaria, con la necesidad de salvar la República, ayer invocada tan vehementemente y que hoy olvidan con los hechos, cosa que ya me estaba asombrando, se trate aquí con juramentos y con formulismos. Me acuerdo de mis cursos de Derecho Romano. En Derecho Romano, como los jurisconsultos de hace mil años, se perdía un pleito cuando en vez de decir jardines se decía árboles; tenía que decirse la palabra sacramental.
Aquí venimos con fórmulas y es verdaderamente doloroso ese criterio en momentos perfectamente anormales, perfectamente revolucionarios. Creo que en la Asamblea habrá una mayoría de personalistas de criterio revolucionario, que es precisamente antilegalista, que es precisamente contra las fórmulas, contra los requisitos legales, contra las formas jurídicas. Se está violando la Constitución paso a paso, la gran Constitución de 57 que ustedes han enarbolado en su bandera; la Constitución no rige en ninguno de sus artículos. Esta Convención, que es de militares, está supliendo al Congreso de la Unión: es lo más anormal que se ha visto en el país; y, sin embargo, ustedes que violan la Constitución, que pasan por encima de todas las leyes, acuden a los requisitos, acuden a las condiciones cuando se trata del más grande de los bienes de la Patria, que ayer invocaba con grandes voces y con gran escándalo. Nosotros, los revolucionarios del Sur, tenemos otro criterio enteramente distinto; el criterio del señor general Angeles, el criterio del bien común; hay que discutir las necesidades del momento. Se nos quiere excluir; hay que levantar el debate, no el criterio de las fórmulas; se nos quiere excluir de tener voz y voto cuando se va a discutir nada menos que nuestra bandera: el Plan de Ayala. Se quiere que sobre eso no tengamos voto, nosotros, los más interesados. Eso va a ser un punto a discusión. ¿Por qué se nos quiere quitar el voto y se nos concede únicamente voz?
Para que tengamos que salir corridos, desairados, tristemente dispuestos a luchar, cuando esta Asamblea declaró lo que ayer, con alardes de civismo, decía el señor Vigil: Hay que romper el Plan de Ayala. Después de oír esta afirmación en plena Asamblea, se quiere privarnos de voto contra toda razón, con el objeto de no ir a perder por veintitantos votos más.
El Ejército Libertador se compone de sesenta mil ciudadanos perfectamente armados; tendremos derecho a sesenta delegados, y hay aquí veinticuatro simplemente.
¿Cuál es la razón de fondo?; ¿cuál es la razón verdaderamente grande ante el bien nacional para quitarnos esa representación, cuando el Sur va a mandar la más poderosa? El señor general Zapata, más bien dicho el Ejército Libertador -porque no es él quien nombra a los delegados, sino el Ejército Libertador-, compuesto de un gran número de hombres y que podría mandar mayor número de delegados, puesto que el Ejército Libertador quiere votar y tener voz, puesto que al Ejército Libertador no es justo, no es legítimo sujetarlo a esas bases preestablecidas que él no discutió, puesto que él precisamente en su Plan de Ayala tiene tres reglas, tres requisitos, y allí no se habla de generales con mando de tropas, ni de comandantes militares, ni de gobernadores, ni de ninguna de esas bases que ustedes sólo han discutido y que aprobaron tiránicamente y que ahora quieren imponer.
¿Por qué no hacen una excepción con un grupo al que no han escuchado ustedes, con un ejército al que ustedes desconocieron hace mucho tiempo?, porque no es cierto, como decía el señor Berlanga, que el Ejército Libertador hubiera estado receloso de entrar en relaciones con el Ejército Constitucionalista, jamás lo estuvo; y ahora que el Ejército Libertador ha olvidado el pasado y viene a hacer labor de concordia y de confraternidad, se le rechaza, y se le rechaza en nombre de formulismos que no existen para otras altas cuestiones.
El C. Berlanga:
No se le ha rechazado; se le ha invitado.
El C. Díaz Soto y Gama:
Se le ha invitado; pero para recnazarlo después.
El C. Berlanga:
No se le ha rechazado; se le ponen condiciones previamente acordadas aquí, no ahora que han venido ustedes.
El C. Díaz Soto y Gama:
Precisamente; lo previamente aprobado es lo que nos obliga a poner esas condiciones al venir nosotros aquí; es un círculo vicioso.
Ustedes discutieron condiciones que quieren hacérnoslas aprobar y que votemos discusiones que ignoramos. Es decir, ustedes de hecho se declararon soberanos, y por eso no podemos absolutamente pasar sin antes saber bajo qué condiciones podemos mandar a nuestros delegados para los asuntos que son de trascendencia e importancia.
¿Qué importan los requisitos, qué importan las fórmulas?
Vuelvo a hacer la interpelación que hice al principio: si ustedes son patriotas, y lo creo; si ustedes aman la Revolución, si ustedes quieren la paz, ¿por qué hacen cuestión de amor propio los intereses generales de la Revolución, de la gran causa, y los someten a un pobre requisito, que no cuesta trabajo sacrificar, máxime cuando el caso es perfectamente distinto para todos los representantes?; aquí acaban de discutir este procedimiento obligatorio, lo que aquí se ha resuelto para nosotros que venimos a explicar bajo qué condiciones nos sujetamos y por qué no nos sujetamos, no puede regir esto; hasta entre abogados se dice: residua ne abios acta; nosotros no hemos sido escuchados, no hemos votado esás condiciones; proponemos que se nos permita votar las condiciones; ¿qué vamos a hacer si nosotros, los más interesados, somos los que no tenemos voto? Francamente, yo no entiendo.
Y concluyo: felizmente no me exalté, felizmente guardé la compostura necesaria, y pido a ustedes que con la misma serenidad resuelvan esta cuestión, fijándose en los requisitos, para no vernos en el caso de tenernos que volver a las montañas del Sur, de tener que volver a las cuestiones de antes, sino que se siga creyendo por el Ejército Constitucionalista que el Ejército Libertador puede mandar una representación de cuatro o cinco representantes.
El C. Berlanga:
Pido la palabra para hacer una aclaración. No lo hemos creído.
El C. Díaz Soto y Gama:
Con estas aclaraciones, el señor me corta el uso de la palabra. (Risas)
No queremos que en el Sur se diga que por culpa de un requisito de forma, el país, que es el juez, nos juzgue de otra manera; por esa razón se nos obligue a no entendernos con ustedes, porque nosotros, como decía ayer, no vemos aquí sino un plan, un plan que no se nos puede obligar a sostener incondicionalmente.
Ahora bien, la aceptación del Plan de Ayala es un requisito sine qua non, y si ustedes, por no oírnos, por oponerse a un criterio revisor no revisan el Plan de Ayala y se niegan a admitirnos, ustedes serán responsables ante la Historia, ante la Patria y ante la humanidad de que esta Revolución naufrague, y mañana no será el Ejército del Sur, sino el Ejército Constitucionalista, el que tenga ese borrón ante la Historia.
El C. Castillo y Tapia:
Antes de que acabe usted, señor licenciado, suplico a usted tenga la bondad de explicamos cuáles son las razones fundamentales que tienen ustedes para desear tener voz y voto.
El C. Díaz Soto y Gama:
Con todo placer.
Las dos razones que tenemos son tan claras, que mis compañeros no quieren una inconsecuencia: la primera es que se acepte el Plan de Ayala, y segunda, que se quite al hombre-estorbo, como yo califico al ciudadano Venustiano Carranza, al cual no hemos reconocido ni reconoceremos; se trata de las condiciones sine qua non de la pacificación: ustedes tienen dos en la cartera; se va a rendir dictamen sobre ellas y nosotros, los más interesados, los más castigados por Carranza, los más interesados en la defensa del Plan de Ayala no tendremos voto. Dejamos al criterio de ustedes, al criterio honrado, sereno, para que digan si eso es racional, si esa razón es de sentido común, si esa razón tan clara y tan lógica no es superior a las razones que han invocado muchos de los miembros de esta Asamblea.
El C. Obregón:
El cortísimo tiempo que tiene de revolucionario el señor Soto y Gama, no le ha dado la oportunidad de conocer los elementos del Sur. Yo creo que es ingrato con esos elementos. Y creo que los favorece muy poco pretendiendo defenderlos.
Nosotros admiramos y hemos admirado al Ejército Libertador, precisamente por los pocos elementos con que cuenta; hemos admirado esas energías inquebrantables con que ha podido sostenerse un reducido número de hombres lejos de las fronteras, lejos de los aprovisionamientos de cartuchos, sin un centavo quizá para conjurar las necesidades indispensables de la guerra. Eso es lo que ha causado admiración en la República; eso es lo que ha hecho grande al genio del general Zapata y a todos los revolucionarios. Sería hacerles poco favor, señores, decir que tienen 60,000 hombres perfectamente armados y pertrechados, cuando nosotros con 26,000 hemos recorrido cuatro mil kilómetros para venir a ocupar la capital de la República. Por consiguiente, creo que es injusto el señor Soto y Gama al concederles esos elementos que nunca han tenido. No causarían la admiración que causan si tuvieran esos elementos; diríamos: es un ejército cobarde, que con 60,000 hombres nunca pudo ocupar la capital de la República. De suerte que yo sostengo que es ingrato el señor Soto y Gama.
Vamos a otro punto. ¡El hombre que más mal le ha hecho al Ejército Libertador, Venustiano Carranza! Yo creo que es otra injusticia del señor Soto y Gama.
No quiero decir que será un dechado de bondad; pero a mí, que me cupo en suerte ocupar la capital de la República, cuando ocupé la capital de la República les ordené terminantemente a mis jefes que no fueran a cometer una imprudencia con ninguno de los soldados del Ejército Libertador. Me dijeron: ¿Qué hacemos con los zapatistas? Abrirles los brazos y decirles que hemos triunfado, decirles que ya se acabó la tiranía y que vamos de común acuerdo a solucionar todos los problemas que entrañan las necesidades nacionales. Se colocaron todas las tropas alrededor de México, y desde luego empezaron las fuerzas a hostilizarse. El general Carranza ni siquiera sabía dónde estaban nuestras fuerzas cuando se libraban combates; si antes de esto ha cometido alguna inconsecuencia el señor Carranza con el Ejército Libertador, yo no la conozco; esos dos puntos quería aclarar. (Aplausos)