CRÓNICAS Y DEBATES
DE LAS SESIONES DE LA
SOBERANA CONVENCIÓN REVOLUCIONARIA
Compilador: Florencio Barrera Fuentes
SESIÓN CELEBRADA EL DÍA 29 DE OCTUBRE DE 1914 EN LA CIUDAD DE AGUASCALIENTES
SUMARIO
Lectura y aprobación del acta de la sesión anterior.- Después de breve discusión se aprueba el dictamen modificado de la comisión de Poderes que concedió voz y voto a los delegados del Ejército Libertador en la Junta previa.- Lectura del documento que el ciudadano Carranza envió contestando a la Soberana Convención la invitación que se le hizo para que asistiera o enviara sus representantes.- Discusión de otros varios asuntos de interés.- En vista de lo avanzado de la hora se suspende la sesión para reanudarla al día siguiente a las nueve de la mañana.
PRESIDENCIA DEL C. GENERAL ANTONIO I. VILLARREAL
A las 6.35 p.m., con el número competente de ciudadanos delegados, se abrió la sesión.
El C. secretario Alessio Robles dio cuenta con el acta de la sesión verificada el día de ayer, y la puso a discusión.
El C. Berlanga:
En el acta anterior pido que se quite el adjetivo zapatista y que se diga comisión del Ejército Libertador, que es el nombre oficial.
El C. secretario:
Con la modificación propuesta por el ciudadano Berlanga, ¿aprueba la Asamblea el acta? Los que estén por la afirmativa, sírvanse poner de pie. Aprobada el acta. Continúa la discusión, por disposición de la Mesa, el siguiente dictamen de la comisión de Poderes.
La contestación que el señor general Emiliano Zapata ha dado a la comunicación en que se invitó al Ejército Libertador para que envíe sus delegados a esta Convención, hace la petición a esta honorable Asamblea para que se conceda a la delegación del señor general Zapata voz y voto en las deliberaciones que surjan, con motivo del desempeño de su mandato, a fin de que la Convención pueda continuar sus labores.
El oficio que contiene esta petición ha sido enviado a la comisión de Poderes para que rinda el dictamen correspondiente.
La primera parte del oficio en cuestión dice que la delegación ha sido enviada a fin de que exponga de viva voz los motivos por los cuales no es posible desde luego enviar a los jefes o delegados que los representen; pero la petición hace suponer que algunos otros asuntos se han encomendado a la delegación, para cuya discusión y resolución se pide voz y voto para los delegados.
Para comprobar si efectivamente la delegación tiene encomendados otros asuntos, el general Angeles inquirió con las personas de la delegación sobre esta cuestión, y fue autorizado para declarar que, entre los asuntos que la delegación tiene a su cargo, existen dos de tan grande importancia, que de su resolución dependerá el que el Ejército Libertador se una o no al Ejército Constitucionalista.
En vista de lo cual, la comisión de Poderes dictamina que: dependiendo de la resolución de esos asuntos la pacificación de la República, la Convención debe resolver favorablemente la petición hecha por el señor general Emiliano Zapata, de que se conceda voz y voto a sus delegados en los asuntos que les ha encomendado.
E. Aguirre Benavides.
Felipe Angeles.
Esteban Márquez.
Está a discusión.
El C. García Valderrama:
Unicamente para contestar. Estamos de acuerdo en que los enviados que han venido de parte del general Zapata tengan uso de voz, pero no de voto.
El C. Ernesto Aguirre:
Creo que el dictamen está perfectamente bien fundado; pero también considero que es fuera de tiempo para la misión encomendada a los señores delegados del Sur, pues han tenido voz y voto en esta Asamblea; de consiguiente me parece que, en mi concepto, sale sobrando someter a la deliberación de la Asamblea ese dictamen, puesto que ya de hecho ...
El C. Angeles:
El dictamen dice que entre los asuntos que la delegación tiene encomendados, existen dos; uno de ellos ha sido ya tratado, y el otro no debía tratarse por corrección; pero parece que, además de esos dos, existen algunos otros que no conozco.
El C. Gutiérrez de Lara:
Es cierto que se les concede a nuestros compañeros los representantés del Ejército Libertador, voz y voto en la sesión previa; estamos en estos momentos en sesión ordinaria, y es preciso que la Asamblea ratifique esta determinación, para que puedan tener voz y voto. La misma razón que existía para haberles concedido voz y voto en la Junta previa, es la que actualmente se puede alegar en su favor; se trata de condiciones que vienen a poner, que ellos, quizá más documentados que nosotros, pueden exponer; por tanto, esta declaración de que se les debe conceder voz, es un asunto que entraña interés público, tanto para ellos como para nosotros.
El C. García Lozano:
Para cerrar la sesión previa, se acordó que después de discutirse aquí por los delegados las condiciones del Ejército Libertador, que tuvieron voz y voto, los principios del Plan de Ayala, a los cuales nos adherimos; se acordó que, al erigirnos en sesión ordinaria, se ratificaría esto. Creo oportuno hacerlo de una vez.
El C. Siurob:
Pido la palabra.
El C. presidente:
Tiene la palabra el ciudadano Siurob.
El C. Siurob:
Yo creo, señores, que si les damos voto, cometemos una grande injusticia, y voy a decir por qué. Hasta ahora los delegados del Ejército Libertador sólo han tenido derecho y derecho muy justo y merecido, de ocupar un lugar de honor en el seno de la Asamblea, de tener voz y voto en una Junta previa, condiciones para ingresar en el seno de ella; pero, por otra parte, ha llegado el tiempo de que ellos comprendan que tienen obligaciones, y si no han contraído todavía la obligación de respetar los acuerdos todos de esta Asamblea, ¿ cómo les vamos a dar voto, cómo si no contraen ellos también las obligaciones que todos nosotros tenemos? Nosotros tenemos la obligación de sostener los acuerdos de la Asamblea, aun a costa de nuestra sangre, y los delegados del Sur todavía no han contraído esa obligación; desde el momento en que dicen que no son delegados, no están dispuestos a aceptar las obligaciones como delegados.
¿Por qué les damos toda clase de derechos y no les imponemos todos sus deberes?
Todo derecho trae imbíbita también la aceptación de un deber, y si ese deber es coadyuvar con todos los miembros del Ejército del Sur, entonces ¿por qué no esperamos a que ellos traigan verdaderamente, ya no sólo sus derechos, sino también sus deberes?; y que ellos los contraigan, es esencialmente justo. Si la Asamblea procediere en otra forma, si solamente les concediera derechos como ella ya lo ha hecho al discutir un plan que, como hemos visto, es menos radical que la misma Asamblea, llegará hasta el extremo de retardar sus labores y de estar exponiendo cosas tan urgentes y de las cuales depende la paz de la República, nada más para concederles derecho a entrar al seno de nosotros.
Aceptamos en la Asamblea todas sus proposiciones, y, en cambio, ellos están sin contraer ninguna obligación; se cometería un acto muy grave. Por tanto, yo creo que no pueden tener voto; podríamos concederles voz, porque ellos pueden ilustrarnos con su opinión en los asuntos graves; verdaderamente solemnes, que se van a tratar en esta sesión; pero no podemos concederles voto, porque sería tanto como cometer una injusticia: que ellos no tuvieran ninguna obligación, y, en cambio, sí tuvieran derechos.
El C. González Garza:
Pido la palabra.
En mi concepto, señores delegados, la comisión dictaminadora estaba obligada a rendir el dictamen que ustedes han oído; y como ya es un hecho consumado, la comisión no debe, por obvio de dificultades, retirarlo; puede agregar las frases de: En la Junta previa concederles voz y voto; y así queda redondo el asunto.
El C. Siurob:
Pido la palabra para una aclaración. Habiendo tenido ya nosotros una Junta previa, habiendo hablado precisamente ahí de todas las condiciones de los delegados del Ejército Libertador, y como ya no hay condiciones nuevas, ya no hay necesidad de hacer juntas previas, precisamente porque ya las condiciones las conocemos perfectamente. Por tal motivo, ya no debe hacerse la modificación que se exige ahora.
El C. presidente:
Permíta usted preguntar primero a la Asamblea, si permite que modifique el dictamen en esa forma; luego que se haya modificado, entonces hace usted uso de la palabra.
El C. González Garza:
El dictamen dice así: ... Que se conceda voz y voto en juntas previas a sus delegados en los asuntos que les ha encomendado.
En juntas previas: esas palabras son las que faltan. Esto no quiere decir que lo que yo propongo es con el objeto de que el dictamen ya no se discuta más; puede hacerse una moción, y es probable que yo la haga, para que se conceda voto en la Convención a los señores delegados del Ejército Libertador; pero ésa ya será cuestión de la Convención y no de la Junta previa.
El C. secretario:
La Mesa pregunta a la Asamblea si está de acuerdo con que se haga esa modificación. Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie.
Nuevamente la Mesa pregunta: los que estén de acuerdo con la modificación pedida, sírvanse poner de pie. Aprobada. Está a discusión, con esa modificación, el dictamen de la comisión de Poderes.
¿No hay quién tome la palabra?
El C. Siurob:
Pido la palabra.
El C. presidente:
Tiene la palabra el ciudadano Siurob.
El C. Siurob:
Ahora es tiempo de sostener que no tenemos necesidad de juntas previas, desde el momento en que ya estamos perfectamente conscientes de las condiciones que pone la delegación del Sur para ingresar al seno de la Asamblea.
Ya no nos toca más que aceptarlas, o no aceptarlas; ya se discutirá en el seno de la Convención, y no en la Junta previa, porque siendo asuntos que se relacionan con los intereses de esta Convención, y no siendo los señores que forman la comisión del Sur, porque no debe llamarse delegación, sino comisión del Sur, pues no vienen más que en comisión para arreglar ciertos asuntos, y no son verdaderos delegados; ahora es tiempo de declarar que no hay necesidad de juntas previas. De consiguiente, debe reprobarse ese dictamen, porque se refiere a juntas previas que van a tener verificativo y que no tenemos necesidad de que las haya.
Ahora sólo resta a la Asamblea aprobar o desechar las tres condiciones que se nos han impuesto. Si ya, por decirlo así, creo que las hemos aprobado en Junta prevía, sólo falta aprobar la ratificación; si es necesario, volver a discutir lo que se refiere a los principios y lo que se refiere al plazo. La comisión del Sur desconoce que las circunstancias pueden obligarnos a prorrogar ese plazo o a no darlo, a no concederlo; ¿dónde nos vamos? Los asuntos que se tratan, principalmente en sesiones secretas, los asuntos de la suspensión de hostilidades, pueden obligarnos a no conceder ese plazo más allá de tal límite, y si es que no lo aprobamos, los señores delegados del Sur no pueden tratarlo. Por consiguiente, no pueden tener voz ni voto para tratar el asunto de la renuncia del Primer Jefe; para este asunto, ellos tampoco están documentados en este sentido; pero en este asunto ellos sí pueden tener voz, porque ellos también tienen razones qué exponer. Por eso yo he pedido que para todos los asuntos de las sesiones ordinarias se les conceda voz y no se les conceda voto, y pido también que ya no haya más juntas previas, que no hay necesidad de juntas previas. Vamos al grano: aceptar o no aceptar las condiciones que ellos nos han puesto.
El C. González Garza:
Pido la palabra para una moción de orden.
El C. presidente:
Tiene la palabra el ciudadano González Garza, para una moción de orden.
El C. González Garza:
Eso que acaba de decir el señor Siurob en grandilocuente discurso, se concreta a una nueva moción; que la presente por escrito y que corra los trámites debidos.
El C. Siurob:
La voy a hacer.
El C. secretario:
Continúa a discusión el dictamen.
El C. Eduardo González:
Para hacer una aclaración a la Asamblea.
El C. Aguilar:
¿Qué fecha?
El C. secretario:
No tiene fecha.
El C. González Garza:
Para una moción de orden. Muy bien puede ponerse a ese dictamen la fecha correspondiente al día anterior de la Junta previa, porque lo de la Junta previa no hace más que venir a ratificar de hecho, hacer de hecho lo que ese dictamen debía decir en el día anterior; yo creo que no debemos seguir discutiendo sobre ese dictamen, ya que no tiene caso, son cosas pasadas; nada más que se le ponga esa fecha, ese requisito, para que sea consecuente el dictamen.
El C. Julio Madero:
Yo veo que los señores parlamentarios son los que más nos están enredando, y estamos aquí recordando cosas que ya hicimos. Pido que se diga de enterado y que se mande al archivo.
El C. Angeles:
Pido la palabra.
Suplicaría a la Convención que se dé la palabra a alguno de los delegados del Sur para ver cuáles son esos asuntos, porque yo no los conozco; pudiera ser que eso ilustrara un poco la opinión y diera lugar a que se apruebe o se repruebe el dictamen; respecto a los asuntos que se han tratado, sería conveniente darles voz y voto; pero tal vez para otros asuntos no. Yo los ignoro totalmente, y me parece muy conveniente cederles la palabra para que esclarezcan la cuestión y puedan orientar la votación en la Convención.
El C. Paulino Martínez:
Entre las condiciones que traemos nosotros para proponer a esta honorable Convención, existen unas de carácter secreto, y para exponerlas suplico a la Asamblea se declare en sesión secreta. (Voces: ¡Muy bien! Aplausos)
El C. Hernández García:
Qué, ¿ya no está a discusión el dictamen?
El C. González Garza:
Vamos desaprobando el dictamen, para que quedemos libres; ya nada más pido la votación.
El C. secretario:
Se pide la votación del dictamen. Los que estén por la afirmativa, de pie.
El C. Aguirre:
Que pongan la fecha.
El C. secretario:
Tiene fecha de ayer. El dictamen dice así: (Lo leyó) Firma la comisión dictaminadora con fecha de ayer.
El C. Hernández y García:
Para hacer una pregunta; después de esta Junta previa, en que se ha resuelto lo más importante de los problemas, el de los principios, ¿vamos a continuar celebrando juntas previas? Quiero que se tenga la bondad de contestarme a esa pregunta.
El C. presidente:
No podrá haber juntas previas si no lo manda así la Asamblea.
El C. Hernández y García:
Porque está ahí, señor presidente, en juntas previas.
El C. presidente:
Tienen voz y voto en juntas previas.
El C. Hernández y García:
Pero el dictamen ha recaído únicamente sobre una Junta previa, que ya resolvió lo que trató.
El C. González Garza:
En plural, dos.
El C. Hernández y García:
Entonces que se agreguen dos. Señores delegados:
Suplico a ustedes tengan la bondad de disimularme. Es muy importante, porque esto es lo primero que en su género hacemos, y con esto sentamos un precedente; pero necesitamos ser claros y precisos, es muy justo que se ponga aquí: Dos juntas previas o agregar nomás el número 2, porque estando en el seno de la Asamblea los comisionados del Ejército Libertador, van ellos a colaborar o a tomar parte en los debates trascendentales de la Asamblea, y en ese caso ya no necesitamos las juntas previas.
El C. Chao:
Pido la palabra para una moción de orden. El dictamen de la Comisión ya no está a discusión; está a votación, y a súplica de un señor delegado se leyó de nuevo; por consiguiente, creo de más estar discutiendo sobre este asunto.
El C. Angeles:
Pido la palabra.
El C. secretario:
La Mesa pregunta si se aprueba el dictamen.
El C. Angeles:
Yo quiero, señores, hacer notar que el señor delegado tiene razón porque pudiera suceder que no fueran solamente dos juntas previas. El dictamen dice que son varios los asuntos que se han tratado; solamente dos se aprobaron rápidamente. Estaba la Convención sorprendida, porque había aprobado que todos los demás asuntos se trataran también en juntas previas; y creo que eso lo debemos hacer conscientemente, y no por sorpresa; por eso parece conveniente que alguno de los señores delegados del Sur tomara la palabra y dijera cuáles son esos asuntos, para saber si solamente dos juntas previas debe haber, o más.
El C. Chao:
En primer lugar, lo que dijo el señor Angeles hace un momento, en este momento no tiene motivo para hacer esa aclaración. Creo que el dictamen de la comisión de Poderes está en el sentido de que se conceda a la comisión del Ejército Libertador voz y voto en las juntas previas, sin decir cuántas. Cuando la Asamblea lo crea conveniente, creo que podrá conceder el que haya juntas previas sin tener necesidad de aclarar si son dos, tres o más.
El C. secretario:
La Mesa pregunta si se aprueba el dictamen. Los que estén por la afirmativa, de pie. Aprobado el dictamen.
Se va a dar lectura a la comunicación de los delegados que fueron a conferenciar con el Primer Jefe, y que han traído de él.
El C. González Garza:
Para una moción de orden. Yo creo, señor, que uno de los miembros de la comisión, el que figuró como presidente, debe informar de viva voz, primero, para después tratar del documento que trajeron.
El C. Lugo:
Para una rectificación. Me opongo a lo que expresa el ciudadano González Garza, porque en la Junta previa se les invitó para que hablaran. Ya estamos en una sesión de la Convención, y no ha lugar a hablar de eso.
El C. González Garza:
Lamento que el señor Lugo no haya entendido lo que dije yo. Lo que digo, señor, es que la comisión que fue a México, por medio del que figuró como presidente, de viva voz informe sobre la manera como se hizo de ese documento que mandó el señor Carranza a la Asamblea.
El C. Lugo:
Mil perdones.
El C. Obregón:
Al ser comisionados los generales Chao, Castro y yo por esta honorable Asamblea (voces: ¡Que pase a la tribuna!), para ir a invitar al ciudadano Primer Jefe a México, nos trasladamos a aquella capital, presentamos las credenciales que llevábamos, y el ciudadano Venustiano Carranza nos dijo que deseaba contestar por escrito a esta honorable Asamblea, y que lo hacía en un pliego cerrado que nos entregó y que ha sido depositado en manos de la honorable Mesa.
El C. secretario:
Dice así:
Ejército Constitucionalista.
Primer Jefe.
He recibido la atenta invitación que ustedes se sirven hacerme para que concurra a Aguascalientes a tomar parte en las discusiones que allá se están verificando.
Entiendo que esta invitación se me hace por creerse que mi presencia contribuirá a decidir con más facilidad las cuestiones que están pendientes de tratarse ante esa Junta, y sobre todo la relativa al personal del Gobierno que debe regir los destinos del país.
Tengo la pena de no poder aceptar la invitación que se me hace; pero al mismo tiempo deseo que la Convención entienda que, al rehusar mi concurrencia a esa Junta, lo hago precisamente con el propósito de facilitar hasta donde de mí dependa la mencionada resolución de las cuestiones pendientes.
Yo no podría, en efecto, concurrir a esa reunión más que en uno de estos dos caracteres: o como individuo o como Jefe del Ejército Gonstitucionalista.
Como individuo no podría concurrir a la Junta de Aguascalientes, a menos que, abandonando mi cargo de Prímer Jefe, tomara la denominación de general, o concurriera como gobernador del Estado de Coahuila; pero en uno y otro caso tendría necesidad de asumir un carácter igual al de los demás miembros de esa conferencia, lo cual me colocaría en condiciones de no poder desempeñar debidamente el cargo de Jefe del Ejército Constitucionalista y de Encargado del Poder Ejecutivo que ustedes mismos me confiaron.
Como Jefe del Ejército Constitucionalista, mi presencia en la Asamblea de Aguascalientes podría ser interpretada como un intento de coartar la deliberación, de la cual he dado pruebas de ser muy respetuoso.
Por otra parte, para el mejor logro de los propósitos de la Convención, y especialmente para que no se frustre el objeto único que tuvo la traslación de la Junta a la ciudad de Aguascalientes, donde fuera posible el contacto con la División del Norte, a fin de llegar a una pronta solución de las dificultades entre el jefe de esa División y yo, creo que es prudente mi alejamiento de ese lugar. La ausencia mía, así como la del general Villa personalmente, contribuirán a facilitar la solución que patrióticamente está tratando de buscarse.
De propósito no quiero hacer referencia a las condiciones en que se halle la ciudad de Aguascalientes, porque no deseo que se crea que declino la invitación por consideración de peligro personal, y como Encargado del Ejecutivo tengo el deber de no cometer actos de imprudencia, que en un momento dado pudieran dejar acéfalo el Gobierno de la República.
Al declinar la invitación que se me ha hecho para concurrir a Aguascalientes, debo, sin embargo, expresar de una vez más por escrito, con toda claridad, para conocimiento de la Asamblea y para conocimiento del país entero, la disposición en que me encuentro de ayudar, en todo lo que de mí personalmente dependa, a la solución de las dificultades que se pretenden resolver.
Tengo la convicción de que la verdadera causa de las dificultades por las cuales atraviesa el país en estos momentos, es la reacción natural que siempre sobreviene al día siguiente del triunfo de toda revolución, es decir, los intentos de defensa que se hacen con objeto de evitar que las consecuencias del triunfo revolucionario recaigan con toda la fuerza de su peso sobre los elementos del régimen derrocado.
Esos elementos reaccionarios casi siempre procuran rodear a alguno de los jefes revolucionarios más conspicuos, sugiriéndole ambiciones personales de mando para agruparse a su rededor y obtener así protección.
Por lo que a mí hace, ignoro si en el ánimo de los miembros de la Convención exista la idea de que pueda yo abrigar ambiciones personales; pero, en todo caso, mis hechos hablarán con toda claridad, pues no soy afecto a hacer ampulosas declaraciones de desinterés.
Por lo que hace a otras personas y sobre todo a los jefes militares que se consideran enemigos míos, debo decir que, a pesar de sus protestas de patriotismo y de desinterés personal, el móvil de todos sus actos es la ambición, pues mientras declaran renunciar a la Presidencia de la República, ni una sola vez han declarado estar dispuestos a renunciar al poder militar efectivo que tienen en sus manos, y que desean conservar como instrumento de dominio.
Hay una ambición más grande que la de ser Presidente de la República, y es la de tener una omnipotencia militar tal, que permita a un hombre dominar a todos los Poderes de la Unión.
La insistencia del general Villa en conservar el mando de una División a la cual se supone omnipotente, pretendiendo al mismo tiempo restablecer desde luego un orden constitucional sobre las bases del antiguo régimen, y designando para la Presidencia de la República a un civil, indica claramente que el sueño de este jefe es el de constituirse en árbitro de los destinos de México, con facultades de nombrar Presidente, elegir Cámaras, designar la Suprema Corte de Justicia, dominar los gobiernos de todos los Estados, y, en general, abarcar todo el poder de la República.
Ignoro cuáles sean las pretensiones del general Zapata; pero creo que no diferirán mucho de las del general Villa.
Por lo que a mí toca, nunca se me ha llegado a expresar cuáles son las verdaderas razones que existen para considerar necesaria mi inmediata eliminación del Gobierno de la República y mi separación de la Jefatura del Ejército Constitucionalista.
Pero precisamente porque no han llegado a expresarme esas razones, creo que el verdadero motivo que pudiera existir para desear mi separación del Gobierno del país, es el de que se ve en mí un hombre demasiado radical, aunque pausado en la acción, lo cual hace que por un lado los elementos conservadores me teman, y por otra parte los elementos revolucionarios impacientes desconfíen de mis capacidades para llevar a cabo los ideales de la Revolución que acaba de triunfar.
Cualquiera que sea, sin embargo, la opinión que de mi persona se tenga, estoy dispuesto a hacer todo aquello que pueda contribuir al bienestar del país y ante todo y desde luego a poner a un lado mi personalidad como hombre público, mis títulos como Jefe de la Revolución y hasta mis derechos como ciudadano.
Deseo declarar solemnemente que estoy dispuesto a abandonar mi cargo de Primer Jefe del Ejército Constitucionalista y mi puesto de Encargado del Poder Ejecutivo de la Unión, y si es necesario a ausentarme del país, siempre que estos actos míos sean considerados por la Convención como necesarios y se tomen las medidas adecuadas para que este sacrificio de mi personalidad produzca los efectos que de él debe esperar el país para recobrar su tranquilidad.
Deseo, por lo tanto, que la Convención de Aguascalientes manifieste claramente su opinión acerca de esta materia, expresándose en concreto:
Primero, si la Convención de Aguascalientes cree necesario que yo me retire del poder, como el medio más efectivo de que se restablezca inmediatamente la armonía ante los elementos revolucionarios.
Segundo.- Si la Convención de Aguascalientes cree necesario que yo me retire del poder, para que pueda lograrse el triunfo completo de la revolución y el subyugamiento de los elementos hostiles a esta, cosas ambas que aún no se han acabado de obtener.
Tercero.- Si la Convención de Aguascalientes cree necesario que yo me retire del poder, para que puedan hacerse las reformas sociales y políticas que exige el país para la conquista de la paz definitiva.
Cuarto.- Si la Convención de Aguascalientes cree, en suma, que mi permanencia en el poder es un obstáculo para la realización de los ideales revolucionarios.
Tales son las razones de necesidad que la Junta de Aguascalientes debe pensar, y si después de pensarlo serena y patrióticamente, encuentra que mi persona no es ya necesaria para la Revolución, sino un obstáculo para el bien de la Patria, estoy dispuesto a retirarme. Las únicas condiciones que yo pondría para ese retiro, no serán absolutamente de carácter personal, ni tendrán por objeto preparar un futuro regreso al puesto que hoy ocupo, ni mucho menos esconderán intenciones de quedarme con una parte del poder que ahora tengo en las manos, sino que serán todas enteramente desinteresadas.
Esas condiciones tienen por objeto garantizarme de que mi retiro del poder no será estéril y de que no voy meramente a ceder el campo a los enemigos de la revolución o a Jefes Militares con ambiciones personales.
Si yo me retirara pura y simplemente, mi retirada equivaldría a abandonar el poder en manos de los que ahora quieren adueñarse de él, o entregarlo a cualquiera otra personalidad que pudiera fácilmente convertirse en instrumento de los conservadores enemigos de la Revolución.
Mi retirada no debe tener tampoco por objeto escombrar el camino para una restauración ni para una dictadura militar; tampoco debe tener por objeto restablecer inmediatamente un régimen de apariencia constitucional, en la cual la revolución volvería a fracasar.
Por lo tanto, manifiesto a la Convención que me encuentro dispuesto a entregar en manos del Ejército Constitucionalista el Poder Ejecutivo de la Nación, y si es necesario, a retirarme del país bajo las siguientes condiciones:
PRIMERA.- Se establecerá un gobierno preconstitucional apoyado por el Ejército Constitucionalista, que se encargue de realizar las reformas sociales y políticas que necesita el país, antes de que se establezca un gobierno plenamente Constitucional.
SEGUNDA.- El General Villa renunciará, no su candidatura a la Presidencia o Vicepresidencia de la República, que nadie le ha ofrecido, sino la Jefatura Militar de la División del Norte, retirándose como yo, a la vida privada, y renunciando a toda injerencia en los asuntos públicos del país y a toda pretensión de dominio político de él, saliendo de la República si la Convención acuerda que yo también deba expatriarme.
TERCERA.- El General Zapata renunciará el mando de sus fuerzas y toda pretensión a puestos políticos, locales o federales, retirándose igualmente del país y entregando las fuerzas que ahora lo reconocen como Jefe al gobierno que la Convención constituya.
Tal es la forma de solucionar el conflicto existente, que someto a la consideración de ustedes y que estoy dispuesto a cumplir.
Mas si lo único que se desea es alejarme de la Jefatura de la revolución y del Poder Ejecutivo de la Unión para que las ambiciones personales o la reacción encuentren escombrado el camino, entonces desde ahora declaro que estoy firmemente resuelto a servir a la causa por que he venido luchando.
Mientras la Junta de Aguascalientes encuentre la posibilidad de solucionar patrióticamente las dificultades existentes, marcharé de acuerdo con ella; pero si llegare un momento en que dicha Junta no pudiere seguir adelante porque en otros no hay el mismo espíritu de abnegación y patriotismo que en mí, entonces, si la salvación del país y el triunfo de la revolución así lo exigen, en mi carácter de Jefe llamaré a mi lado al Ejército Constitucionalista que me reconoce como tal, para luchar contra los enemigos de la libertad del pueblo mexicano.
Venustiano Carranza.
Hacemos nuestro este documento.
Firmas,
Enrique W. Paniagua.
J. Madero.
Eduardo Ruiz.
Dr. Renato Miranda.
S. M. Santos.
Marciano González.
G. Bandera y Mata.
F. Neyra B..,
J. M. Infante.
Carlos S. Fierros.
F. García Lozano.
A los CC. Grales. y Gobernadores de la Convención establecida en Aguascalientes.
Aguascalientes, Ags.
NOTA
Hasta aquí, las versiones taquigráficas publicadas por el periódico La Convención en sus ediciones del 16 de diciembre de 1914 al 26 de enero de 1915.
La parte final de esta sesión está tomada de la crónica del periódico El Liberal, publicada en su edición del 31 de octubre de 1914.
Al terminar la lectura de la respuesta del Primer Jefe, la Mesa da el trámite de que se turne a las comisiones unidas de Guerra y Gobernación, y ello prtlvoca empeñado debate, motivado, sobre todo, por el coronel González Garza, que propone que esa respuesta se envíe a la Comisión Revisora de Credenciales.
En ese debate se hicieron importantes declaraciones.
El general Chao, por ejemplo, dijo que de las palabras emitidas por el Primer Jefe, en conversación particular que con él tuvieron, puede deducirse que no reconoce la soberanía de la Convención, y que no mandará representante.
Esto hizo que González Garza sostuviera que el Primer Jefe no quería estar dentro de la Convención, y que por ello no debería turnarse el asunto a comisiones ajenas a él; y agregó que no deberia extrañarse la ausencia del señor Carranza, ya que no gustaba de contraer compromisos porque no los cumpliría, como no cumplió los convenios de Torreón.
Esta acusación la contestó el General Villarreal diciendo que el Primer Jefe no concurrió a las conferencias de Torreón, y que sin embargo tuvo el valor civil necesario para manifestar qué cláusulas aceptaba, y cuáles rechazaba; y que en cambio la División del Norte no cumplió sus compromisos.
Entonces el general Robles, de la División del Norte, declaró que ambas partes contrajeron compromisos y que ambas no los cumplieron. (Aplausos)
Después de enojoso debate, el trámite de la Mesa quedó aprobado, y las respectivas comisiones se comprometieron a dictaminar prontamente.
LA ADHESION AL PLAN DE AYALA
Luego se pidió que dentro de la Convención se ratificara la adhesión de ésta al Plan de Ayala, ya tratada en junta previa.
Y por unanimidad se confirmó tal resolución.
Luego se dio cuenta de un mensaje en que el Primer Jefe manifiesta que han sido libertados los presos que había en la Penitenciaría, pertenecientes al Ejército Libertador, general Enrique Villa e ingeniero Reyes, y que éstos fueron llevados hasta las líneas zapatistas.
El general Obregón y el teniente coronel Castillo Tapia presentaron moción para que se suspendiera la sesión a fin de reanudarla mañana con carácter secreto por tener que tratar un asunto importantísimo.
Esta moción motivó un largo debate, y se aclaró al fin que el asunto importantísimo era la renuncia del Primer Jefe, relacionada con la respuesta que hoy fue conocida.
Unos delegados pidieron el alejamiento del público, aduciendo que su presencia coartaba la libertad de los oradores; y otros opinaron que el público debería estar presente.
Hay en estos momentos una gran confusión en la asamblea. Los delegados ríen de los coroneles Paniagua y González Garza, que se afanan en hablar a toda costa. La algarabía, en la que se mezclan gritos y risotadas, se prolonga por algunos minutos.
Y al fin a las nueve de la noche se aprueba que se suspenda la sesión para reanudarla mañana, con el carácter de privada, es decir, que será excluido el público y sólo tendrán acceso los representantes de la prensa.