CRÓNICAS Y DEBATES
DE LAS SESIONES DE LA
SOBERANA CONVENCIÓN REVOLUCIONARIA
Compilador: Florencio Barrera Fuentes
SESIÓN CELEBRADA EL DÍA 30 DE OCTUBRE DE 1914 EN LA CIUDAD DE AGUASCALIENTES
PRESIDENCIA DEL C. GENERAL ANTONIO I. VILLARREAL
Crónica del periódico El Liberal, publicada en sus ediciones de los días 31 de octubre y 1° de noviembre de 1914.
La sesión de hoy ha despertado una expectación enorme. Es el tema obligado de todas las conversaciones, y por dondequiera nótase ansiedad por conocer el resultado de aquélla.
Los asuntos tratados en los últimos días, al conocerse, han motivado interés siempre creciente aquí, y la población flotante aumenta día a día al grado de que los hoteles y restaurantes han encarecido sus precios.
Son las nueve de la mañana. Una bulliciosa multitud se agita frente al Teatro Morelos, y en vano pugna por entrar al interior, pues una fuerte guardia militar colocada en el pórtico lo impide.
Todas las puertas que dan acceso al coliseo hállanse cerradas, excepción hecha de una, en la que los empleados sólo permiten la entrada de los elegidos, entre los cuales nos contamos los periodistas, afortunadamente, pues la sesión tiene el carácter de a puerta cerrada.
Los periodistas, para llegar hasta el Teatro, hemos tenido que abrirnos paso a través de una muralla humana. Y ya dentro, vemos que han llegado muchos convencionales.
LA SESION
Cerca de las diez, el secretario Santos pasa lista de asistencia. Después la Guardia de Honor lleva la bandera hasta su sitio; y el general Villarreal declara abierta la sesión.
El mismo secretario da lectura al acta de la sesión anterior, y aquélla se aprueba con pequeñas modificaciones.
En seguida se ponen a discusión los dictámenes de la Comisión Revisora, en que se aceptan las credenciales otorgadas a los coroneles Carlos Domínguez y Rafael Flores Garza, por los generales G. Novoa e Isidro Cortés, respectivamente. Y la asamblea los acepta.
También fueron aprobadas las credenciales del mayor Josué Sainz y capitanes Francisco Vela y A. Montaño, representantes de los generales Antonio Magaña, Luis Domínguez y Ramón F. Iturbe.
Los nuevos delegados otorgan la solemne protesta estilada ante el presidente, y luego rubrican en la histórica bandera.
Luego el coronel Berlanga, en nombre de la Junta Neutral de Gobierno, informa que en México se ha ordenado que no se envíen mercancías ni chapopote para Aguascalientes, y que esto traerá serios trastornos para el pueblo, que dentro de pocos días atravesará serias penalidades.
Y como la mesa guarda silencio, Berlanga pregunta si se toma o no en cuenta su proposición, y se le indica que debe hacerla por escrito.
Hay luego un largo momento de silencio.
Al fin es roto por el general Hay, quien solicita que se envíe luego al Primer Jefe un mensaje solicitando la libertad del señor Francisco Díaz Lombardo, de quien dice que se halla preso sólo por la intervención que sú hermano, el licenciado Miguel, tiene en los asuntos de la División del Norte.
EL PRIMER JEFE PROPORCIONO A LA CONVENCION $ 50,000
En seguida se lee un informe en que la Comisión de Hacienda da cuenta de que el general Obregón, durante su reciente permanencia en México gestionó que la Primera Jefatura le proporcionara cincuenta mil pesos para ponerlos a la disposición de la Asamblea, y que recibió esa suma. Se propone el nombramiento de un tesorero, a quien se indicará la distribución proporcional que deba darse a esa suma; y un delegado propone que se reparta entre todos los convencionales. (Aplausos)
El general Osuna, miembro de la Comisión, dice que, habiendo presentado el informe desde hace cuatro días y como nada habíase resuelto, algunos delegados ocurrieron a la Comisión y les fueron proporcionados doscientos pesos a cada uno.
Puesto a discusión, el dictamen fue aprobado en lo general. En lo particular se aprobó el nombramiento de un tesorero, y que se diga a la Junta Neutral de Gobierno que, teniendo dinero los convencionales, ya no existe la necesidad de que los servicios de los hoteles y restaurantes sean gratuitos.
La tercera proposición, relativa a la cantidad que ha de entregarse a los delegados, provoca el buen humor de la asamblea. Hay risas y cuchufletas.
Y al fin se acuerda que tal proposición vuelva a la Comisión de Hacienda para que la formule de modo concreto.
EL DICTAMEN SOBRE LA RESPUESTA DEL PRIMER JEFE
Luego el Secretario Marciano González da lectura al dictamen de las comisiones unidas de Gobernación y Guerra, sobre la respuesta dada a la Convención por el Primer Jefe, dictamen que fue terminado hoya las cuatro de la mañana, y que textualmente dice así:
Refiriéndonos a la nota del ciudadano Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, de fecha 23 de los corrientes, las comisiones unidas de Guerra y Gobernación presentan a la consideración de la H. Asamblea el siguiente dictamen:1° Contéstese al C. Primer Jefe, que esta Convención deplora el que no haya aceptado la invitación que se le hizo por medio de la Comisión nombrada al efecto, pues esperaba mucho de su contingente personal en las arduas labores de pacificar el país y darle una forma adecuada de Gobierno;2° Como la nota aludida contiene una serie de preguntas respecto del sentir de esta Convención acerca de la necesidad de que se retire del Poder el ciudadano Primer Jefe, contéstese que la asamblea no hace cargos al ciudadano Venustiano Carranza, y que aprecia en lo que vale su labor revolucionaria, pero que cree indispensable la aceptación de su retiro del Poder para la organización formal del Gobierno de la República sobre la base de la unidad revolucionaria;
3° En vista de que la renuncia del Poder Ejecutivo que en la referida nota hace el ciudadano Venustiano Carranza no está redactada en términos susceptibles de ser discutidos y votados en esta Asamblea, las comisiones unidas dictaminan que en este punto no debe tomarse en consideración el referido memorial debido a los términos en que está redactado;
4° Tomando en cuenta las mismas comisiones que es de urgente necesidad adoptar una resolución definitiva acerca de la separación del Poder Ejecutivo del C. Venustiano Carranza, y que al mismo tiempo deben tenerse presentes las ideas contenidas en el escrito cuyo estudio hemos hecho antes, en pro de la más pronta pacificación del país, sometemos a la inmediata resolución y aprobación de la asamblea las siguientes proposiciones que están condensadas en la forma más adecuada para aprobar las solicitudes del Primer Jefe y las exigencias de la pacificación:
Primera: Por convenir así a los intereses de la revolución, cesan en sus funciones como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, encargado del Poder Ejecutivo, el ciudadano Venustiano Carranza y como jefe de la División del Norte, el ciudadano general Francisco Villa.
Segunda: Procédase a nombrar por esta Convención un presidente interino de la República.
Tercera: Dicho presidente protestará ante la Convención, cumplir y hacer cumplir el programa de Gobierno que emane de ella, así como sus demás acuerdos, para realizar en un período preconstitucional las reformas sociales y políticas que necesita el país.
Cuarta: Reconózcase el grado de general de División con antigüedad de la fecha del Plan de Guadalupe al ciudadano Venustiano Carranza.
Quinta: Dése un voto de gracias a los ciudadanos Carranza y Villa por su actitud patriótica y por los altos servicios que han prestado a la Revolución.
Sexta: Se suprimen las jefaturas de los cuerpos de Ejército; y las de las divisiones y sus jefes, el general Villa inclusive, pasarán a depender de la Secretaría de Guerra del Gobierno interino emanado de la Convención.
Séptima: Con relación al general Zapata, dígase al Primer Jefe que este asunto se discutirá cuando hayan ingresado a la Convención los delegados del Ejército Libertador y sometidose a su soberanía.
Aguascalientes, octubre 30 de 1914.
Este dictamen fue aprobado por unanimidad por las comisiones unidas del día de la fecha
Las comisiones unidas.
Comisión de Guerra: Alvaro Obregón, E. Aguirre Benavides, E. Gutiérrez, Felipe Angeles.
Comisión de Gobernación: M. Chao, Martín Espinosa. G. Garcia Aragón, M. M. Peralta, Raúl Madero.
Por dos ocasiones es leído el anterior documento, y en cada vez, al terminar, produce nutridos aplausos.
LA DISCUSION
Desde luego se pone a discusión ese dictamen.
El teniente coronel Castillo Tapia hace notar que en aquél no se fijan los lugares en que han de residir los señores Carranza y Villa, ni si continuarán en el país o saldrán fuera de él.
Al parecer ningún delegado trata de intervenir en el debate. Casi todos solicitan que se les facilite copia del dictamen.
Don Paulino Martínez dice que recibió instrucciones para los asuntos que ya conoce la asamblea, y que además el general Zapata les dio otras de que no ha hablado porque se proponía darlas a conocer en sesión secreta, en virtud de que le fueron dadas con carácter confidencial. Y luego recuerda lo que ya ha manifestado sobre el reconocimiento del señor Carranza como Jefe del Ejecutivo y de la soberanía de esta Convención, esto es, que ello podrá decidirse cuando en el seno de la asamblea se hallen representados todos los elementos principales del Ejército Libertador. Y termina pidiendo que se conceda un plazo para que puedan venir los representantes surianos.
Luego Soto y Gama insinúa que si en el tiempo que transcurra mientras llegan los representantes del Sur, se presenta la renuncia del señor Carranza, la Convención se comprometa a establecer una junta provisional de Gobierno, compuesta por tres personas: una que represente la División del Norte; otra por los elementos del Centro que dice son hostiles al general Villa, y la tercera que representa al Ejército Libertador. Porque de otra manera -agrega- los surianos no podrían reconocer al gobernante que se elija sin su concurso. Y agrega que en caso de que se acepte el nombramiento de esa junta, ellos sí están facultados para señalar a su representante.
¿PARA QUE ESTAN AUTORIZADOS LOS ZAPATISTAS?
El general Obregón hace notar seguidamente que los delegados del Sur están autorizados para tener voz y voto en muchas cuestiones, voz nada más en otras, y ni voz ni voto en otras muchas; y que hay que aclarar esto, porque si se aceptan todas las condiciones que imponen, como la de que estén representados los jefes militares de mayor a general, entonces habrá que convocar a una nueva Convención porque ésta no será la misma, aunque así lo hayan afirmado los zapatistas.
Otros delegados también hablan oponiéndose a las pretensiones de los surianos; y como el debate se ha apartado del derrotero que debería seguir, se acuerda suspender la discusión del dictamen de las comisiones de Guerra y Gobernación, para tratar preferentemente de resolver la cuestión de los zapatistas.
El general Cerecedo Estrada observa que la asamblea está cediendo mucho en favor de los elementos del Sur, y que en cambio éstos no se comprometen a nada.
Expone que primero pusieron como condiciones únicas la adhesión al Plan de Ayala y la renuncia del señor Carranza, y que después han manifestado nuevas exigencias, al grado de que Soto llegó a indicar una nueva forma de Gobierno, y que siempre al terminar cada nueva proposición, se repite el estribillo: sólo así el general Zapata y el Ejército Libertador reconocerán la Convención.
El general Obregón opina en igual sentido, y dice que ya se abusa demasiado de la Asamblea, porque a cada diez minutos se están cambiando nuevas proposiciones. Cree que no son éstas las instrucciones que traen los representantes zapatistas, sino que aquí se están formando un programa.
Pide por último que aquéllos presenten una lista de todas sus exigencias, sean cincuenta o quinientas, o veinte mil; pero que se evite de una vez estar escuchando a cada momento amenazas de que si no se hace esto o lo otro, el general Zapata no reconocerá la Convención.
Sobre este tema continúa el debate en forma desordenada, hasta que se llega a un medio conciliador: que pase la cuestión al estudio de las Comisiones de Gobernación y de Poderes, porque la respuesta de Zapata la hicieron suya el general Natera y el coronel Alessio Robles.
QUINCE PESOS SE DARAN A CADA CONVENCIONALISTA
Luego se da a conocer una proposición suscrita por los delegados Mariel, Osuna y Serrano, para que se asigne la suma de quince pesos diarios a cada delegado. Y se pone luego a discusión.
González Garza se opone y sus palabras lastiman a los convencionales, pues dice que no efectúe un golpe teatral con los dineros que trajo Obregón. Agrega que todos los delegados perciben haberes y que ahora parece que quieren echarse sobre los cincuenta mil pesos, y que por decoro de la Asamblea pide que se deseche la proposición para que nadie pueda más tarde lanzar la infame calumnia de que se quiso comprar con dinero a los delegados.
Esto causa generales protestas; abundan los incidentes personales, las frases burlonas y los apóstrofes crudos.
Se agota por fin el debate y en votación económica queda aprobada la proposición.
La presidencia dispone que por escrutinio secreto se elija al tesorero. Los delegados se ponen de acuerdo para elegir a González Garza, y éste, en efecto, obtiene mayoría; pero renuncia porque dice que tiene dos comisiones más.
El delegado Raúl Madero propone que se acepte esa renuncia y que se elija al delegado Josué Sáinz. Muchos se oponen, pues quieren que se respete la voluntad de la Asamblea; pero como González Garza dijera que como tesorero cerraría la caja y no daría dinero a nadie, entonces se acepta luego su renuncia, y se otorga el nombramiento al delegado Sáinz.
La sesión se levantó a las dos de la tarde, para reanudarla a las tres y media.
LA SESION DE LA TARDE
Por la tarde aumenta la pública expectación. La multitud apostada frente al teatro es más numerosa que en la mañana, y algunas personas han logrado ser admitidas en las localidades consagradas al público.
A las tres y media hay todavía pocos delegados. Paulatinamente van llegando más; y al fin, a las cuatro de la tarde, después de que el secretario Alessio Robles pasó lista, se reanuda la sesión, que es presidida por el general Villarreal.
La guardia conduce la bandera hasta su sitio de honor.
Y en seguida, el secretario Almanza da lectura a la solicitud de permiso presentada por el general Salvador Cervantes, apoderado del Gral. Francisco Murguía, gobernador del Estado de México, pues aduce que se le llama para que se ponga al frente de sus fuerzas a fin de batir a las gavillas rebeldes.
Se turna esta petición a la Comisión de Poderes. Y el general Cervantes pide que se considere el caso de pronta y obvia resolución, en vista del urgente llamamiento.
¡MAYTORENA SE UNE A LOS FEDERALES!
Luego el coronel Julio Madero entrega un mensaje que desde Douglas le dirige su poderdante, el general Benjamín Hill, quien le da cuenta de que cruzaron a esa ciudad setecientos ex federales para unirse a las fuerzas de Maytorena, lo que demuestra que ha celebrado pacto con el cientificismo.
También se da cuenta de un mensaje de Maytorena, en el que transcribe el que le dirigió el gobernador de Sinaloa, Felipe Riveros, quien le pide mil hombres para que cuiden que la guarnición de El Fuerte no coadyuve al ataque contra sus fuerzas.
Estos dos mensajes y otros menos importantes, se turnan a las respectivas Comisiones.
LOS ZAPATISTAS NO RESPETAN EL ARMISTICIO
La Secretaría siguió dando cuenta de otros mensajes. Entre ellos se cuentan los dirigidos por el gobernador de Puebla y otros generales, que manifiestan que los zapatistas no acatan el armisticio pactado y que siguen cometiendo todo género de depredaciones.
El general Pablo González envía de Querétaro un telegrama, en el que manifiesta que en virtud de los hechos anteriormente manifestados, se ha visto obligado a ordenar a los jefes sus subordinados, que batan enérgicamente a los zapatistas que no respetan los pactos.
El ingeniero Modesto C. Rolland, oficial Mayor de Comunicaciones y Obras PÚblicas transcribe un mensaje que le fue enviado por el Cónsul mexicano en Nueva York, y en el que manifiesta que Francisco Urquidi se ha declarado en abierta rebeldía, que se niega a entregar el Consulado, y dice que sólo acatará órdenes de la Convención.
Y luego se da cuenta de un telegrama que Urquidi envía a la Convención, y en el que tratando de explicar su actitud, dice que se ha resistido a entregar el Consulado porque se rebela contra las imposiciones del licenciado Zubaran, que tiene establecida una agencia periodística bajo la dirección de Carlo de Fornaro.
Se da lectura a un mensaje de los generales Cándido Aguilar, Galindo y Colín, en que excitan a la Convención para que no se sufra por más tiempo la permanencia de los soldados americanos en Veracruz.
En otro telegrama, fechado en Guadalajara, varios alumnos del Colegio Militar se quejan de que no se haya organizado aún ese plantel, y piden que se abra de nuevo.
RIVEROS, MAYTORENISTA
De Mazatlán se recibe aviso de que el gobernador de Sinaloa, Riveros, está sugestionando a los jefes de tropas en favor de Maytorena y de Villa, y que hace propaganda contra el Primer Jefe, y que excita a que sólo se obedezca a la Convención.
Cuando se termina la lectura de esos mensajes, Soto y Gama pide la palabra.
Dice que se habrá visto que los delegados zapatistas han guardado una actitud pasiva, y que eso lo han hecho para no turbar la tranquilidad del ambiente; pero que después de la lectura de aquellos mensajes, queda demostrada una cosa: que la guerra existe en toda la República, por desgracia; y que el país se está incendiando. Hace de ello responsable al Primer Jefe, para quien tiene duros calificativos que provocan una oleada de protestas. Habla después sobre el aspecto que ahora ofrece la Asamblea enloquecida -dice-; que por eso se quiso que esta sesión fuera secreta. La califica luego de personalista y asegura que para venganza de la Convención, los que la forman son peores que los de la época porfiriana, porque -expresó- entonces jamás la renuncia del presidente se trató en secreto, sino que se dio acceso al pueblo porque éste está vivamente interesado en conocer los asuntos que le atañen íntimamente. Agrega que esto no le extraña, cuando esta mañana vio que toda la asamblea insultó a un solo hombre y no le dejó hablar.
El general Obregón trata de interrumpir a Soto y Gama; pero éste no lo permite, pues dice que no está dispuesto a dejarse atropellar por nadie; y al fin, entre gritos y otras manifestaciones de protesta, logra terminar su discurso.
SOTO Y GAMA HA FALTADO A SUS COMPROMISOS
Habla después el coronel Berlanga. Protesta enérgicamente contra lo asegurado por el licenciado Soto y Gama, pues dice que aquí no se insulta a nadie; que al contrario se le deja hablar cuando lo hace con corrección, y así lo haga en contra de Carranza, Villa o Zapata. Agrega que él siempre ha hablado con toda verdad y sin miedo de sufrir persecuciones, y recuerda que en México él les ha dicho verdades a Villarreal, a Obregón y al Primer Jefe, y que nunca se le ha perseguido. Manifiesta que él ha dicho cosas que Soto y Gama no diría delante de su jefe.
Castillo Tapia califica de intemperante a Soto y Gama, y dice que éste ha faltado, no solamente a sus principios, sino a algo más grande, que son sus compromisos con el general Zapata, quien le recomendó compostura, concordia y armonía. Compara su actitud con los representantes del general Villa, a quienes dice que siempre que han tratado del señor Carranza lo han hecho con entero respeto y comedimiento. Que el primero que ha faltado a sus compromisos de cordialidad es Soto y Gama. Y pide, finalmente, que no se discutan personalidades.
Esto último excita a Soto y Gama, quien se manifiesta asombrado de que en una Asamblea democrática no se quiera discutir personalidades. Será, tal vez -dice- porque los hombres del Norte tengan máculas, porque los del Sur no las tienen. Invita luego a la asamblea a que se discutan personalidades, y agrega: ¡No faltaba más! Se discute a Juárez, a Hidalgo, y hasta a Morelos, y no íbamos a discutir a Carranza, que nada ha hecho por la Revolución ...
Un tumultuoso rumor se levanta; la mayoría de los delegados protesta; pero el orador, impasible, repite:
¡Que nada ha hecho por la Revolución! ... y voy a demostrarlo.
Continúan las protestas, y éstas se hacen de tal manera ruidosas, que no dejan continuar al orador.
Cuando vuelve el orden, Castillo Tapia contesta. Dice que no se opone a que se discuta al señor Carranza; pero que pide que no se haga en forma acre. Yo también tengo mucho que decir sobre el señor Carranza ...
¡Nunca lo que dirán los hombres del Sur! -le interrumpe Soto y Gama.
Luego, a la vez, varios delegados piden la palabra. Siguen el desorden y las protestas. El presidente agita en vano varias veces la campanilla llamando al orden, que muy difícilmente se restablece al fin.
Siurob protesta porque Soto y Gama dijo que la asamblea tenía poca vergüenza; y dice que ellos, para no turbar la armonía, de propósito no han recordado los atroces crímenes cometidos por los zapatistas en hombres, en mujeres y hasta en niños.
El general Obregón afirma que aquí no se imponen personalidades, y reconoce que Soto y Gama dijo verdad al asegurar que la asamblea insultó a González Garza.
Dice que él lo hizo también; pero que retira sus palabras y pide excusas.
SOTO Y GAMA, ACTOR
Luego el mismo general Obregón pasa a reíerirse a Soto y Gama. Dice que su lenguaje y sus ademanes son perfectamente cómicos y propios sólo de un actor de teatro. Dice que resulta verdaderamente risible cada vez que viene a decir: Si no se acepta tal artículo, volveremos a las montañas del Sur y alli empuñaremos el rifle.
¡Qué va a ir a las montañas Soto y Gama! -dice-. También nos habla de los sufrimientos que ha tenido al lado de los pobres indios: ¿Qué sufrimientos ha tenido Soto y Gama? ¿Qué conoce él de los dolores de los indios? Yo aseguro que ni siquiera los conoce. Y yo, vea usted, señor Soto y Gama, sí los conozco; sé lo que sufren porque soy indio mayo puro, y he sufrido con ellos, y vea como no vengo aquí a chillar. Soto y Gama confiesa que, en efecto, él no irá a las montañas, porque viene aquí en calidad de intelectual.
El general Angeles informa que el dictamen sobre las condiciones impuestas por Zapata no está terminado, por falta absoluta de tiempo; que su intención era hacerlo luego, pero que no ha podido.
Por su parte, el presidente Villarreal informa que en la mañana el dictamen de las comisiones de Guerra y Gobernación acerca de la respuesta al Primer Jefe, fue retirado porque la asamblea consideró que debía darse preferencia al estudio de las condiciones que el general Zapata fija para enviar representantes; que como la comisión ha informado que está terminado el dictamen, pidió a la Asamblea dijese si deseaba tratar sobre este último asunto.
Varios delegados piden la palabra a un tiempo y esto motiva gran desorden.
El general Robles pide que se suspenda la discusión sobre el asunto de las condiciones de Zapata y que se vuelva a estudiar el dictamen sobre la respuesta del señor Carranza.
Paulino Martínez, por su parte, dice que si tal se hace, ellos, los del Sur, creerán que no se obra con buena fe. Por eso este hecho, el cambio de trámite, lo consideramos como un chanchullo, como una falsedad -agrega-. Tal opinión provoca la protesta del general Robles, quien dice que no hizo su proposición con mala fe, sino porque quiere que se aproveche el tiempo para poner término a la angustia nacional que reina en estos momentos, porque cada minuto que pasa debe considerarse que agrava la situación.
El delegado zapatista, doctor Cuarón, recuerda las instrucciones que les dio el general Zapata; y agrega que si se trata la cuestión del retiro del señor Carranza antes de que aquí estén representados los hombres del Sur, toda la nación creerá que se ha prescindido del elemento suriano; pero que, si en cambio, se les dan voz y voto, entonces las responsabilidades serán de todos los elementos.
El general Hay hace un parangón entre la conducta moderada de don Paulino Martinez y del doctor Cuarón y la intemperante de Soto y Gama y termina pidiendo compostura.
El general Angeles dice que se pueden tratar hoy las condiciones señaladas por el señor Carranza para su retiro, porque no hay incompatibilidad con las pretensiones de los zapatistas, ya que si éstos solicitan el establecimiento de una Junta de Gobierno, el dictamen propone el nombramiento de un presidente provisional, y que hay que entender que esto no se hará inmediatamente.
El general Lugo manifiesta que el asunto de la renuncia del señor Carranza debe tratarse con exclusión de los delegados del Sur, por el propio decoro de la Asamblea, para que no se crea que ha existido imposición por parte del general Zapata.
Nuevamente el general Robles señala la gravedad de los momentos actuales, ya que -dice- se trata de conocer si se respeta la soberanía de la Convención, y si los señores Carranza y Villa acatarán sus órdenes. Agrega que muchas de las decisiones de la Asamblea no han sido acatadas y propone, por último, que los que con él estén de conformidad, se pongan de pie.
Muchos así lo hacen, y la moción del general Robles queda aprobada.
LA DISCUSION EN LO GENERAL
Por eso se pone luego a discusión en lo general el dictamen de que se trata, es decir, el de las comisiones unidas de Guerra y Gobernación, acerca de la respuesta dada por el Primer Jefe, y al cual el secretario, Marciano González, vuelve a dar lectura.
Se inscriben varios oradores en pro y varios en contra.
En pro habla desde luego el delegado Hernández García.
Luego en contra lo hace el coronel David Berlanga, quien estudia cada uno de los artículos del dictamen, excepción hecha del primero, al que no ataca. Respecto al artículo segundo, dice que el presidente provisional que se elija debe ser miembro de la Convención, porque sólo así estará impregnado de los ideales revolucionarios; agrega que debe fijarse también el tiempo que dure en sus funciones, porque, una vez en el Poder, muchos hombres tenidos como demócratas, se han olvidado de sus promesas y se aferran al puesto.
Al referirse al artículo cuarto, el orador manifiesta que si por gratitud se va a conceder al señor Carranza el grado de general de división, que éste no sea con la antigüedad del Plan de Guadalupe, sino con el de la fecha en que se pronunció contra la dictadura. Respecto al artículo sexto, dice que si se suprimen las Jefaturas de Cuerpo de Ejército, debe suprimirse también ese grado ...
¡Ese grado no existe en el Ejército Constitucionalista! -exclama el general Obregón, que es jefe del Cuerpo de Ejército del Noroeste.
QUE, COMO GARIBALDI, SE RETIRE A LLORAR LAS INGRATITUDES DE SU PUEBLO
Luego el teniente coronel Castillo Tapia habla en pro del dictamen. Dice que hay muchas razones para que éste se apruebe, y considera tales razones como de orden sociológico-histórico. Luego compara el acto del señor Carranza, al mostrarse pronto a retirarse del Poder, en bien de la patria, con la actitud del patriota Garibaldi, que después de sus triunfos se retiró a los campos a llorar las ingratitudes de su pueblo.
Explica después que los desaciertos de orden económico-político que, en su concepto, ha cometido el señor Carranza, se deben al grupo de hombres infantiles que lo rodea -dice-, y que el Primer Jefe tiene abundante familia, y que no son buenos los gobernantes que se hallan en ese caso, porque ello les acarrea numerosos compromisos.
Juárez fue un buen gobernante -expresa-, precisamente porque tuvo muy escasa familia; y en cambio, si Madero cometió tanto desacierto, fue porque tenía mucha familia.
Afirma el mismo orador que el señor Carranza es punto de desunión, no sólo respecto a la División del Norte, y por ello manifiesta que su retiro resulta forzoso.
Al referirse al artículo cuarto, Castillo Tapia dice que el hecho de conceder al señor Carranza el grado de general de División, no sólo es un acto de gratitud, sino de justicia.
Luego afirma que la supresión de las jefaturas de los Cuerpos de Ejército se hace necesaria porque la existencia del Ejército es inmoral y entraña serio peligro.
A este propósito menciona a Huerta, de quien dice que si dio el abominable cuartelazo fue porque ese hombre controlaba un gran rebaño de parias.
Con frase dura condena las instituciones militares; y dice que él es un militarista que no admite que un hombre mande a otro; que admitirá en el Poder al señor Carranza, con tal de que el general Pablo González no tenga tres hombres a sus órdenes; de que Villarreal no tenga dos, de que Obregón no tenga uno, y de que Villa no tenga ninguno. Afirma que tan inmoral era el ejército de Porfirio Díaz, como este que se está formando.
El delegado Ríos Zertuche dice que aceptará la separación del señor Carranza, siempre que con ella termine la guerra civil; pero que como tiene la creencia de que no sucederá así, por ello pide que se apruebe el dictamen, ya que ello no resolverá el término de la lucha armada entre hermanos.
Aceptaría el retiro del Primer Jefe, -termina- siempre que las partes contendientes afirmen que cesarán inmediatamente las hostilidades, porque de otro modo el sacrificio resultaría inútil.
En pro habla el delegado doctor Siurob, quien dice que el dictamen está sustentado en un amplio espíritu de justicia.
En contra lo hace el doctor Gutiérrez de Lara, quien manifiesta que no ataca el fondo del dictamen, sino la forma, ya que conceptúa que la permanencia del señor Carranza en el Poder es causa de la desunión de los elementos revolucionarios. Y termina diciendo que la historia será la que dé la justa recompensa a que el señor Carranza se hace acreedor.
LA APROBACION DEL DICTAMEN
Con esto se dio por terminado el debate en lo general, el cual, en votación nominal resultó aprobado por mayoría de ciento doce votos contra veintiuno.
Al terminar la votación se observa que hay en el salón muy notables huecos, pues habíanse ausentado ya muchos delegados. Ese hecho vino a descompletar el quórum.
González Garza opina que se trata de una maniobra política, para impedir que se termine la resolución de este asunto.
Otros delegados protestan enérgicamente diciendo que no hay tal maniobra.
Y García Vigil y algunos más presentan moción para que se suspenda la sesión y se reanude hasta mañana a las nueve.
El capitán Piña protesta porque dice que cree que al discutirse una cuestión no debe presentarse una moción diferente.
El general Hay rebate esa creencia. Y García Vigil apoya su moción diciendo que habiéndose aprobado ya en lo general el dictamen sobre tan grave asunto, no hay obstáculo para continuar mañana la discusión en lo particular.
González Garza trata de oponerse; pero al fin se desiste a condición de que mañana sin falta se discuta en lo particular esa cuestión.
Y al fin la Asamblea aprueba la moción suspensiva, y la sesión se levanta a las nueve y quince minutos de la noche.