Índice de Crónicas y debates de la Soberana Convención Revolucionaria Recopilación de Florencio Barrera FuentesSesión del 4 de octubre de 1914 Primera parte de la Primera Junta Preliminar celebrada el día 10 de octubre de 1914 en la ciudad de AguascalientesBiblioteca Virtual Antorcha

CRÓNICAS Y DEBATES
DE LAS SESIONES DE LA
SOBERANA CONVENCIÓN REVOLUCIONARIA

Compilador: Florencio Barrera Fuentes

SESIÓN DEL 5 DE OCTUBRE DE 1914
Crónica del periódico El Liberal, publicada en su edición del día 6 de octubre de 1914


Ayer culminó el interés público que paso a paso ha venido siguiendo las peripecias a que han dado lugar las sesiones de la Convención de Gobernadores y Generales Constitucionalistas, celebradas en la Cámara popular. Y fue que de todos era conocido, que ayer debería resolverse el punto capital, que radicaba en la translación de esa asamblea a la ciudad de Aguascalientes, para continuar tratando los asuntos nacionales ante concurso más numeroso, y en donde se espera estén representados todos los elementos que combatieron en las filas de la Revolución.

Por eso, desde hora temprana, ayer estaban ocupadas todas las localidades de la Cámara de Diputados. Y en el vestíbulo y en la vía pública, numerosos espectadores se agruparon en espera de los delegados a quienes la secretaría citó para las diez de la mañana.

La hora transcurrió con exceso. Sonaron las doce del día y apenas un grupo reducido de generales y gobernadores había llegado, y entonces, entre los corrillos empezaron a circular las más extrañas versiones.

Unos afirmaban que los generales Obregón, Hay y García Aragón, que no estaban presentes, ya habían marchado para Aguascalientes. Otros afirmaban que había fracasado aquella Convención y esta era la causa de que no hubiesen llegado los delegados, para no verse en la precisión de aceptar la iniciativa de la Junta Pacificadora. Y los comentarios crecieron cuando se vio llegar al inspector general de policía, que penetró al salón, habló breves momentos con el general Lucio Blanco, y poco después ambos montaban en un carruaje.

También faltaba el licenciado Luis Cabrera, y cuando éste aparece en las puertas del salón, cuantos allí se encontraban, en las curules, en las tribunas y en las galerías, hacen brotar aplauso unánime en honor del revolucionario civil.

Transcurren quince minutos más, y entonces, ocupa la presidencia el general Francisco de P. Mariel, y el secretario, coronel Samuel M. Santos, en nombre de la mesa, manifiesta que no ha podido reunirse quórum, y por ello, la sesión se aplaza para las tres de la tarde.


QUINTA ASAMBLEA DE LA CONVENCION

Por la tarde, a las cuatro y veinticinco minutos, y contra lo que en público se afirmaba, los generales Obregón y Hay llegaron a la Cámara. Media hora más tarde abrió la sesión el general Mariel, y en seguida se procedió a dar cuenta con el acta de la junta anterior, que sin discusión fue aprobada.

Después se aprobó una credencial enviada por el jefe político de la Baja California apoyando la representación del corúnel Francisco Serrano, y en seguida, el secretario coronel Federico Montes, dio lectura a una proposición, que contenía los siguientes puntos resolutivos:

Primero: Diríjanse telegramas a los ciudadanos José María Maytorena y Francisco Villa, pidiéndoles pongan en inmediata libertad a los ciudadanos que por causas políticas mantienen presos en Hermosillo y en Chihuahua.

Segundo: Nómbrese una comisión que atentamente pida al Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, ordene sean puestas en libertad las personas que se hallan en la Penitenciaría por asuntos políticos, y que pertenecen a la División del Norte.

Pasó a fundar la moción el teniente coronel Guillermo Castillo Tapia.

En sesiones pasadas -dijo-, en esta tribuna, algún orador, un paisano que representa al coronel Calles -el licenciado Amador-, se desató en una cascada de injurias para el jefe de la División del Norte. Aquí se ha llamado al general Villa: ladrón, bandido y asesino ... Aquí, los que deberían buscar que las dificultades no se ahonden, los que deberían buscar todos los medios para hacer desaparecer las dificultades que nos separan, parecen haberse empeñado en que no se llegue a un arreglo mutuo, por la vía pacifica. Insultando al que no piensa con nosotros, no se busca tal resultado.

Y eso, ¿sabéis por qué se ha dicho? ¡Porque lo que aquí se pronuncia no es oído en Chihuahua, y sí, en cambio, llega el eco al Palacio Nacional! Y yo pregunto: ¿Es rudimentario, que si entre dos individuos que se van a desafiar, por circunstancias más o menos graves, un tercero interviene, que éste se desate en improperios para uno de los futuros combatientes y agrave la cuestión que podía ser resuelta sin menoscabo del decoro mutuo?

El licenciado Amador ha insultado al general Villa, aparentando ignorar que todos los aquí presentes tienen opinión distinta del jefe de la División del Norte, y que esa opinión se la reservan para manifestarla donde lo crean conveniente. Por eso, cuando todos nosotros ponemos toda nuestra energía con objeto de solucionar el conflicto, no es prudente, no es patriótico venir a precipitar los acontecimientos.

Es necesario enviar telegramas al señor Maytorena y al general Villa para que sean puestos en inmediata libertad los que, por su adhesión a la causa constitucionalista, están presos en Hermosillo y en Chihuahua; pero es también necesario que una comisión se acerque al Primer Jefe y gestione que al propio tiempo sean libertados los que aquí permanecen en la Penitenciaría. Que unos y otros, a la par, sean puestos en absoluta libertad. Esto seria lo único correcto, lo justo; y luego, que cada quien siga su camino, según se lo indique su patrioVismo y su deber. Y esto debemos resolverlo cuanto antes.

Inmediatamente, que no sería justo que los que combatieron por la libertad, los que han luchado para derrocar una tiranía infame, estén presos, mientras que por la gran avenida de Plateros continúan paseando tranquilamente los científicos.

El debate se consideró agotado, y, por unanimidad se aprobó la anterior proposición, para cuyo cumplimiento se designaron dos comisiones: una, para enviar aquellos telegramas, integrada por los generales Jesús Dávila Sánchez y Francisco Coss, y por el teniente coronel Carlos Prieto; y otra, que gestionará la libertad de los presos que se encuentran en la Penitenciaría, formada por los generales Alvaro Obregón y Alberto Carrera Torres y teniente coronel Guillermo Castillo Tapia. La primera de estas comisiones quedó insubsistente, porque hizo notar el licenciado Cabrera que para enviar telegramas no era necesaria, ya que la mesa directiva debía hacerlo.


LA CONVENCION DE AGUASCALIENTES

Se pasó a discutir una proposición subscrita por los coroneles Fernández de Lara y Bauche Alcalde, que en síntesis expresó lo siguiente:

Pedimos respetuosamente a los miembros de la Comisión Pacificadora, que designe los nombres de los generales que se comprometieron a que esta Comisión se continúe en Aguascalientes.

Las condiciones anormales -dijo el general Hay, que se apresuró a obsequiar a los peticionarios- traen como consecuencias inmediatas, resultados anormales. Y pasó a referir que, cuando surgieron los sucesos del Norte, que todos conocen, en la casa del general Lucio Blanco se reunieron varios generales y altos jefes del ejército, con el fin de buscar la manera de poder evitar satisfactoriamente el conflicto armado que parecía inminente. Entre las personas que a aquellas juntas asistieron y los miembros de la comisión nombrada para que fuese a tratar con los jefes de la División del Norte, hubo un contrato de palabra, que luego fue sancionado por todos.

Ciertamente que mucho mejor habría sido firmar un pacto, pero éste no se hizo ni nadie pensó en ello. Para haber firmado ese pacto, era preciso estar al tanto de todos los detalles, de todas las circunstancias, y hasta la fecha no nos hemos atrevido a hacerlo.

Pasó a referirse el general Hay a los anhelos que alienta la Junta Pacificadora y a los deseos que él tiene por que desaparezca toda escisión entre los que por una misma causa combatieron. Y dijo:

Yo deseo que venga la paz justificada, y hago notar que siempre que hablo de paz, agrego justificada, porque así es como yo la quiero, no injustificada.

Nosotros no tenemos todavía el derecho de dudar de la palabra de los jefes de la División del Norte, y refiriéndose a los acontecimientos que originaron la situación actual, dijo: El general Obregón fue allá, no en comisión de varios jefes, sino particularmente, autorizado por el señor Carranza. El general Obregón no llevó en su bolsillo ningún documento que le garantizara la vida, y si el general Obregón se encuentra hoy entre nosotros, ello no prueba otra cosa que la buena fe y la honradez de algunos jefes, tal vez todos los de la División del Norte. Y si creo que existe un perfecto derecho para que se nos pregunte cuáles fueron los pactos firmados entre unos y otros representantes, también tengo la satisfacción de informar que esos pactos no existen. Que no se firmaron.

Y ahora, yo puedo asegurar que el sentir general de aquellos jefes es semejante al nuestro; que todos desean que no vayamos a una guerra injustificada. Y como esto es lo que deseamos también nosotros, así lo diré esta noche, o mañana, cuando más tarde, que estaré en Aguascalientes. Allí espero convencer a nuestros hermanos de que la causa que nos separa es injustificada; pero, si se nos demuestra que no lo es, tendremos que ir a la guerra, porque ese es nuestro deber.


EN LA DlVISION DEL NORTE HAY PERSONAS HONORABLES

Deseo que el punto se discuta, pero con templanza; que no se agraven los hechos, que no se insulte a nadie, que a mí me consta que entre los jefes de la División del Norte existen personas honorables, patriotas y perfectos caballeros, como los generales Eugenio Aguirre Benavides y J. Isabel Robies, par ejemplo. Y vamos a la cuestión de si deben ir a Aguascalientes los civiles y los militares, o solamente éstos; ha dicho el señor Cabrera que se pretende que vaya al arreglo de las dificultades que actualmente existen en el pais, un grupo de militares, es decir: los representantes de ciento cincuenta mil soldados, y que no se quiere que vayan las civiles, que representan a catorce millones de habitantes ... Eso, señor Cabrera, con el debido respeto, digo a usted que es un sofisma. Ustedes no representan más que a determinada persona, general o gobernador, que en vosotros delegó sus facultades. Ustedes no son los representantes de catorce millones de habitantes.

Protestó nuevamente el general Hay que no se trataba de causar ningún agravio a los civiles, porque la verdad era que a una junta militar únicamente deben concurrir los militares, o sus representantes, siempre que éstos lo sean también. Es indudable -agregó el señopr Hay- que los servicios de los civiles nos serán muy útiles, pero también es cierto que ellos no verán la cuestión desde el mismo punto de vista, y por eso, lejos de unificar la opinión, podrán dividirla.

También nosotros abrigamos el temor de que en Aguascalientes no tengamos completa libertad para expresar nuestros pensamientos, pero, a esto, debo recordar que antes serán celebradas varias juntas previas y que la ciudad de Aguascalientes será neutralizada debidamente.

Terminó el general Hay:

Por mi parte, yo iré a Aguascalientes; el general Obregón irá también y nos seguirán los que quieran, y las que no, pueden permanecer tranquilos. Entonces, en aquella Asamblea tendrán mayoría los representantes de la División del Norte, y allí no estaremos todos, como no lo estamos aquí.

De apinión semejante fue el coronel Francisco Figueroa, representante del general Rómulo del misma apellido. Sostuvo que así como a los congresos de ingeniería sólo acuden los ingenieros, y en los de medicina sólo están representados los médicos, así también, en una junta militar, sólo deben estar presentes las militares. ¿Para qué estar discutiendo si también tienen derecho los civiles, a quienes no se trata de ofender con esta exclusión?

Y así que el coronel Bauche Alcalde pidió la palabra para una moción de orden, cantinuó el señor Figueroa:

Estamos perdiendo el tiempo con discutir el viaje a Aguascalientes. Yo, por mi parte, iré, como iría hasta el fin del mundo, si allí estuviera la paz nacional. Pero si vamos a ser obligados a cometer actos indignos, si no vamos a colaborar con ese hombre honrado, con ese ciudadano modesto que se llama Venustiano Carranza, entonces, yo suplico a ustedes, señores, que no vayamos a Aguascalientes.


LOS NOMBRES DE LOS GENERALES COMPROMETIDOS

El coronel Bauche Alcalde, de palabra, repitió su petición. Dijo:

Yo pregunto a los miembros de la Junta Pacificadora los nombres de los generales que se han comprametido a que esta Convención se traslade a Aguascalientes, a donde deberán acudir todos las elementos revalucionarios.

Y agregó:

¿Sabemos si los generales Aguirre Benavides y J. Isabel Robles han hecho allá, en el Norte, las mismas gestiones que ustedes han realizada aquí, para que no se precipiten los acontecimientos?

¿Sabemos si al llegar a Aguascalientes nos esperan todos los jefes de la División del Norte, o no asisten y nos corren un desaire y hacemos el ridículo? El general Hay nos ha dicho -continuó- que casi todos los jefes de la División del Norte le merecen entera confianza, y el mismo sentimiento de honorabilidad que Aguirre Benavides y Robles; y no hace mucho, el general Obregón nos dijo que salvó su vida de entre las manos de aquellos jefes por un verdadero milagro, milagro en que no quiso creer el coronel Prieto.

Y terminó:

- Yo, señores, iré a Aguascalientes, pero voy creyendo en dos generales de Villa que no serán seguidos por sus compañeros; ¡pero la Patria lo exige, y es necesario que vayamos ...!

Nosotros seremos responsables moralmente de lo que suceda -respondió el general Eduardo Hay. Por eso, salgo esta noche para Aguascalientes y allí espero convencerme de que las vidas de todos ustedes estarán seguras. Pero vamos a establecer una hipótesis: Supóngase usted, señor Bauche Alcalde, que allá, en el Norte, hay otro Alcalde, y no me refiero al señor su hermano; y que aquel Bauche Alcalde hace ante los generales Isabel Robles y Aguirre Benavides lo que usted hace aquí, y les pregunta qué pactos han firmado con nosotros y les pide garantías, y siembra la desconfianza con respecto a nosotros. ¿No cree usted que entre esos dos Bauche Alcalde se estrellan todos los esfuerzos por salvar a la patria?

Y ahora supóngase usted que morimos todos ... ¡Habremos muerto por la Patria! ¡Y entonces no seremos hombres: seremos la bandera de la patria! Habremos cumplido con nuestro deber.

- No me niego a ir a Aguascalientes -repuso Bauche Alcalde-; iré, aun cuando sepa yo que voy a la muerte. Pero quiero morir como hombre consciente.

Vinieron después algunas palabras del ingeniero Hay respondiendo a una alusión personal, y en seguida ocupó la tribuna el general Obregón:


EN AGUASCALIENTES SE LES ESPERA CON ANSIA

Después de lo pactado bajo la palabra de honor de los generales Robles y Aguirre Benavides -dijo-, en los archivos de la Junta Pacificadora existen algunos telegramas de los mismos generales, y aun de Villa, y en ellos nos dicen que nos esperan con ansia.

Y por lo que respecta a las objeciones del señor Bauche Alcalde, dijo:

- Cuando vamos a un combate, no preguntamos quién nos garantiza la vida; seguimos adelante, porque vamos en servicio de la Patria. Cuando he visto que tras de un barril de pólvora, que lleva pendiente su mecha, marchan tranquilos los soldados que le han de prender fuego, y que, tal vez, perecerán en la explosión, yo creo que nosotros debemos imitarlos; que debemos ir a Aguascalientes aun cuando sepamos que iremos a discutir ante una Asamblea cuyos miembros nos aguardan con las armas en las manos ... Pero, en fin -terminó, con acento de buen humor-: yo aconsejo a los que vayan a Aguascalientes, que antes arreglen sus negocios ...

Con esto se dio por terminado el debate provocado por la moción de los señores Gutiérrez de Lara y Bauche Alcalde, y la secretaría dio cuenta con la que presentaron varios de los representantes civiles, entre ellos, los señores Cabrera, Ugarte, Macías, Neri, Novelo, Cravioto, Martínez Alomía y otros.

En esa moción, los delegados civiles renunciaron al indiscutible derecho que les asiste para contribuir a la solución de los graves problemas nacionales, que entregan en manos de los elementos militares como una muestra de los buenos deseos que los animan.

Pasó a explicar esa renuncia el licenciado Cabrera. Su discurso fue sensacional. Indicó a los delegados cuáles serán las armas con que tratarán de combatir los adversarios, haciendo hincapié en cada uno de los puntos que contiene el manifiesto recientemente lanzado por el general Villa. Aquella pieza oratoria es de tanta importancia, encierra tal interés, que creemos necesaria su publicación integra. A ella remitimos a nuestros lectores.

Cuando terminó su discurso el señor Cabrera, estalló fragorosa ovación. Todos aplaudieron: civiles y militares, delegados y espectadores; a todos llegó la sapiente palabra del gran revolucionario, que fue objeto de unánimes felicitaciones.

Así que el orden fue restablecido, la secretaría dio cuenta con el dictamen recaido sobre la credencial expedida por el general Eduardo C. García, en favor del coronel J. Gallegos. Dicha credencial fue aprobada.


SE CONTINUARA EN AGUASCALIENTES

Luego se dio lectura a una proposición presentada por el licenciado Luis Cabrera, relativa a que fuera suspendida esta sesión, para continuarla en Aguascalientes el 10 del mes en curso.

Su autor pasó a fundarla en cumplimiento de un precepto parlamentario, que indica que cuando una moción no sea combatida, que su autor la amplie.


EL DISCURSO DE CABRERA

En un esfuerzo de buena voluntad y de patriotismo de parte de los elementos civiles que se encuentran representados en esta Convención, varios de nosotros convenimos en hacer manifestación pública ante esta Asamblea, de estar conformes en ceder toda la labor y toda la responsabilidad de ella a los elementos militares que asi lo desean; al hacerlo así, hemos obedecido, ante todo, como se dice en el escrito a que acaba de darse lectura, a un espiritu de conciliación y a un propósito de unificación.

Voy a permitirme explicar por qué los civiles tenemos el indiscutible derecho de tomar parte en las cuestiones politicas de nuestro pais, y voy a decir por qué tratándose de la labor que se va a efectuar en Aguascalientes, los civiles, por razones politicas meramente contingentes y del momento, consideramos patriótico eliminarnos de la participación en dicha asamblea.

Se han dado aqui muy diversas razones para excluir a los civiles de la participación en las discusiones de Aguascalientes. La principal -y casi podría yo decir la única- que vale la pena de tomarse en cuenta, es que estorban. (Risas.) La segunda es que no representan al elemento revolucionario, y la tercera, es que a la hora de la lucha no irán a los balazos. (Risas).

La razón de que estorban la analizaré más tarde; pero desde luego deseo llamar la atención y desengañar a los militares respecto de la intervención de los civiles. Los militares, y me refiero a los militares que llevan dentro de sí el espíritu militar, porque la mayor parte de los militares que me escuchan todavía no están bastante militarizados (aplausos); los militares que ya están picados de la araña ... del militarismo, se convierten en autómatas si son subordinados o en absolutos dominadores cuando son jefes; y por consiguiente, toda obsesión que encuentran, toda intervención que hallan en el camino de su actividad, aun cuando sea para traerlos a la razón y aun cuando sea para advertirles del peligro u orientarlos mejor en el conocimiento de los hechos, la interpretan inmediatamente como un estorbo a sus propósitos y por consiguiente la califican de obstrucción. De ahí que toda intervención de un civil que, acostumbrado más o menos a ver las cosas con un poco más de' frialdad, llama la atención al militar cuando éste se lanza decidido en el camino de la acción, la toma como una barrera y él instintivamente siente la inoportunidad de esta intervención; considera que la acción del civil le es inoportuna y estorbosa. Dentro del terreno de la acción el militar tiene razón, el civil estorba; en el terreno de la política no tiene razón: el civil ayuda.

Cuando se trata de acción, de poner en ejecución medidas tomadas o resoluciones adoptadas, la acción militar debe estar absolutamente libre de toda intervención civil; pero en el momento de considerar una determinación, el militar no debe ver, y suplico a los señores militares que están en período de formación ahora, que no vean en los elementos civiles una obstrucción. No es creíble, no es posible, que los hombres que venimos luchando y hemos venido predicando en la esfera de nuestros esfuerzos, tratemos de hacer obstrucción a nuestros mismos ideales. Lo que queremos es que se adopte determinado lineamiento de conducta, pero antes de que se entre en actividad queremos ser oídos. Los civiles no nos proponemos en ninguna forma obstruir el camino a los militares.

Se ha dicho, y entiendo lo ha dicho mi estimable compañero el ciudadano Coss, que cuando los militares hacían la revolución no tomaron su parecer a los civiles, y ahora que tratan de resolver los problemas políticos que nos preocupan, tampoco quieren tomar su parecer a los civiles. Tiene razón el C. Coss, siempre que se trate de la acción.

Pero confiese el C. Coss que mientras los militares se batían en Sonora o en Chihuahua o en Coahuila, había civiles que estaban constantemente trabajando precisamente para facilitar la obra de los militares. Allí estaba el primero de los civiles, don Venustiano Carranza, trabajando en ese sentido y se encontraba absolutamente rodeado de civiles; elementos civiles de otro orden se encontraban ocupados en otras faenas; elementos civiles nos encontrábamos encargados humildemente de una labor que los militares estiman que no tiene ninguna significación y esta labor es la propaganda y esclarecimiento de las ideas revolucionarias; elementos civiles se encontraban por todas partes; los elementos civiles han estado encargados de la organización de Aduanas, de Correos, de Telégrafos, etc.; todos los Estados Mayores de Obregón, de Lucio Blanco, de Pablo González, etc., estaban formados por elementos civiles. Decir que los elementos civiles no ayudaron a la Revolución, es como decir que la Cruz Roja en el momento del combate no ayuda para nada, ni sus médicos prestaron ningún servicio. No, señores, los civiles deben ser oídos, pues han contribuido y siguen contribuyendo al triunfo de la Revolución. El actual gobierno es un gobierno militar, y hay que confesar que los que se encuentran al lado de don Venustiano Carranza, son elementos civiles; y cuando se ha tratado de designar, de escoger un hombre para secretario de Guerra, se ha escogido a un militar que fuera el más civil de los militares, y se escogió a don Ignacio L. Pesqueira. Pero no quiero hacer méritos para los civiles, solamente voy a referirme al último punto, al de que los civiles no estarán a la hora de las balas.

En efecto, los civiles no estarán a la hora de las balas, y como muy probablemente la única solución que tendrá la Convención de Aguascalientes será una nueva guerra, una nueva actividad militar, los civiles, aunque no. estarán luchando, sí tendrán también responsabilidades y peligros. No estarán tal vez en los combates, y es ésta una de las pocas razones que podrán darse para su eliminación al lado de los militares.

Pero debo llamar la atención sobre la circunstancia de que a pesar de que los militares son siempre los que más directa intervención toman en las cuestiones políticas del país, siempre ante la Historia los civiles han tenido las más fuertes responsabilidades. Los civiles han tenido siempre la fortuna o la desgracia de ser los que cargan con las responsabilidades del éxito o del fracaso de la Revolución. Cualesquiera que sean las actividades de todos los elementos militares en esta Revolución, el responsable del resultado será don Venustiano Carranza; y don Venustiano Carranza es un civil. Cualesquiera que hayan sido las responsabilidades de los elementos militares que se encontraban al lado de Juárez, ahora que vemos a distancia aquella gran epopeya, encontramos que los militares casi han desaparecido del campo visual de la Historia y que las grandes responsabilidades recayeron sobre los elementos civiles que rodeaban a Juárez y sobre los civiles que estaban al lado de la reacción.

Los elementos civiles tienen la desgracia de ser siempre los que cargan con las más fuertes responsabilidades. Durante el gobierno del señor Francisco I. Madero, los elementos militares más vigorosos con que pudo contar, están vivos aún, están sanos, los elementos civiles fueron los sacrificados. (Aplausos.) El secretario de la Guerra, de don Francisco I. Madero fue respetado en su vida; los comandantes militares como Villa, como Angeles, existen todavía. Gustavo Madero era un civil, ni siquiera tenía una personalidad política dentro del Gobierno, y fue el primer asesinado; José María Pino Suárez fue, de todos los ministros de don Francisco I. Madero, el que menos influencia política tuvo en la marcha de los acontecimientos, fue el ministro que menos pudo influir en las determinaciones de la política de don Francisco I. Madero, porque la política de don Francisco I. Madero estuvo manejada por sus parientes don Rafael Hernández, don Ernesto Madero y don Jaime Gurza; pero a la hora de las responsabilidades, Henry Lane Wi]son extendió el pabellón de las barras y las estrellas sobre las cabezas de esos tres ministros, y declaró -yo he oído sus palabras- que eran los únicos elementos honrados del Gobierno del señor Madero, y los protegió y los salvó. En cambio, don José María Pino Suárez fue asesinado y don Francisco I. Madero fue asesinado. En la presente lucha, los militares tienen siempre detrás de sí cinco, diez o veinte mil hombres que les sirven de garantía; los civiles no tienen detrás de sí esta protección; después de la Convención de Aguascalientes, sea que los civiles tomen participación o que no la tomen, los primeros que sufrirán la responsabilidad serán los civiles, porque no tienen detrás de sí un elemento militar que les sirva de respeto.

El ciudadano Coss, interrumpiendo:

Tiene usted también una defensa que lo favorece: véngase conmigo a las filas y allí será favorecido. (Siseos).

El ciudadano Cabrera:

Suplico a todas las personas que me dejen escuchar al señor Coss.

El ciudadano Coss:

Los militares no queremos que vayan los civiles, porque en Guadalupe no se dijo que irían civiles; cuando el pacto de Torreón, no se dijo que vendrían a esta junta; se dijo militares, generales que tengan mando de fuerza, no porque tengamos ninguna predisposición, no, sino porque eso es lo pactado de antemano, y sólo los que estamos muy bien empapados con el roce del soldado, que hemos sentido las hambres y los fríos y levantado a los heridos en los campos dE batalla, empapados en la sangre; por eso, no porque tengamos predisposición a los civiles.

El ciudadano Cabrera:

Agradezco muy sinceramente a mi compañero el ciudadano Coss la aclaración que se sirve hacerme, pues esto exactamente me pone dentro del camino que me había trazado al tratar la cuestión de los civiles.

En efecto, yo civil -y cuando digo yo, no lo hago por egolatría, sino por ponerme como uno de tantos ejemplos-, no tengo detrás de mí ni una fuerza política ni un cargo público, ni unos cien mausers que protejan mi vida; si yo corro algún peligro como civil, la forma efectiva de protegerme tendría que ser la de convertirme en militar. Agradezco muy atentamente aquí en este caso a mi general Coss el ofrecimiento que me hace y crea que en el momento Que sea necesario, ni un instante vacilaré de ir bajo su comandancia militar; escogiendo lUego, como tendré que escoger, ya sea la brigada de mi general Esteban Márquez, ya la de mi general Antonio Medina, que están ambas representadas en esta Asamblea, y que son las que operan en el Estado de Puebla, donde conozco hasta las últimas veredas.

Y volviendo a la tercera parte, diré que mientras los militares representan elementos bien definidos, los civiles no representamos elementos bien determinados; cada militar representa cierto número de hombres enrolados, listados y conocidos, en los cuales se apoya y en los cuales confía al mismo tiempo, y los civiles, es cierto que no representamos a nadie tan concretamente. Mi compañero el ciudadano Hay padece una pequeña flaqueza de memoria al reproducir mis discursos: lo disculpo, supuesto que a veces aun los taquígrafos de la prensa con todo y su taquigrafía tienen también mala memoria.

Yo no he dicho que los civiles representemos a los quince millones de habitantes; la representación que los civiles tenemos se reduce a la representación espontánea que nosotros nos atribuimos; yo no tengo más representación ni he tenido jamás más representación, como político, que la de saber traducir las ideas que en mi opinión tienen los demás.

Cuando yo he escrito o hablado en público, ninguna idea es mía, procuro siempre interpretar el sentir de la nación y si lo he interpretado debidamente, no es a mí a quien toca calificarlo; pero puede creer también, en este caso, mi general Coss, que yo no conozco el sentir de los elementos militares; pero sí conozco el sentir de muchísimos desgraciados, muertos de hambre, infelices que claman por pan en la República, y que no han tomado las armas ... (Aplausos nutridos).

Vosotros, los militares, representáis el sentir de los hombres que tuvieron la suerte, llamaré privilegio, de haber podido adquirir un rifle; yo soy más modesto y me conformo con representar los anhelos, los deseos, las tendencias de todo el resto de desgraciados que no tuvieron ni siquiera un rifle y que, sin embargo, estaban también expuestos a los rigores de la dictadura porfiriana como todos los demás. Yo hablo en nombre de los millones de hombres que siendo desgraciados, desean que los militares los saquen de las condiciones en que se encuentran, en nombre de ellos es que deseo se me escuche, y todos estos hombres, siguiendo la misma actitud que yo, están conformes en que vosotros decidáis el problema; pero también desean que antes de partir a la lucha les escuchéis. (Aplausos).

Hay dos razones fundamentales e indiscutibles, una de las cuales entiendo me fue sugerida por primera vez por el ciudadano Blanco, y otra por el ciudadano Buelna; no recuerdo exactamente, pero les atribuyo la paternidad de esas razones fundamentales; dos razones para que los civiles no vayan a Aguascalientes. Estas dos razones son las siguientes:

Permitidme descender un poco y poner un ejemplo casero: toda ama de casa sabe que cuando tiene dos cocineras, tiene media cocinera. Es decir, que cuando dos voluntades colaboran unidas y perfectamente acordes en todos los detalles de su actividad, estas dos voluntades valen por dos, y entonces hacen la fuerza. Pero cuando dos voluntades tienen la menor sombra de desacuerdo, entonces es conveniente que esas dos voluntades no colaboren juntas. Si los militares y los civiles estuviésemos ya perfectamente unificados en nuestras opiniones y en nuestras ideas, en el seno de esta Asamblea, antes de ir a ponemos en presencia de otro grupo de hombres en el Norte, entonces la unión y el mayor número de nosotros contribuiría al mayor éxito de las labores. Pero si, como hemos visto, hay puntos pequeños -yo llamo pequeñas absolutamente nuestras diferencias de criterio- de desacuerdo, surge, cuando menos, la preocupación o la idea de que los civiles podamos obstruir; y si no estamos bien unificados, entonces nuestras diferencias nos servirían de estorbo en el momento de ponernos en contacto con los demás elementos en Aguascalientes. Por lo tanto, si dos hombres no están perfectamente de acuerdo, harían mejor en ponerse de acuerdo sobre quién de ellos debería separarse: si militares y civiles no podemos estar enteramente de acuerdo en detalles de nuestra actividad en Aguascalientes, haremos bien en eliminarnos los que significamos el menor número y la menor fuerza; y la minoría de fuerza y la minoría de número la representamos los civiles. Cedemos, por lo tanto, el campo a los militares.

Otra razón absolutamente fundamental y necesaria de tomarse en consideración para eliminar a los elementos civiles, es la de sentar el precedente de que también el otro grupo de hombres del norte, elimine a los civiles que trae a su lado. (Aplausos). No es que yo crea que los militares de las divisiones de Oriente, Centro y Oeste tengan mejores elementos civiles colaborando con ellos, que los que pueda tener la División del Norte; declaro, por el contrario, que los elementos civiles que se encuentran al lado de la División del Norte, son mucho más inteligentes, y sobre todo mucho más ricos, que los elementos civiles que se encuentran al lado de las otras divisiones; pero sí afirmo que los elementos civiles que pueden estar al lado de las divisiones de Oriente, Poniente y Centro, son mucho más patriotas que los de la División del Norte.

También declaro que los elementos civiles que están al lado de las divisiones del Sur -diré de Sur en general, para incluir Poniente, Oriente, Centro y Sur-, entienden mejor la Revolución que los elementos civiles del Norte, y la prueba es este manifiesto del general Francisco Villa, que indudablemente no ha sido redactado por él, sino por un civil que se encuentra a su lado. Este manifiesto entiende la Revolución exactamente en oposición a como la entendemos los militares y los civiles que estamos aquí congregados. Ya tendré ocasión de ocuparme de esto, pero por ahora voy a concluir. Por ahora me limito a ratificar la manifestación que hemos hecho los elementos civiles: Estamos conformes en retirarnos de. esta Convención, cuando ella acuerde trasladarse a Aguascalientes, o cuando se resuelva la formación de una nueva reunión en Aguascalientes. Estamos conformes en que llevéis, señores militares, la acción y la decisión de que habéis dado prueba, a esta nueva lucha. Estamos conformes en que luchéis por la salvación de la Revolución; os deseamos todo el éxito; os deseamos que sepáis interpretar debidamente los sentimientos de las tropas que habéis organizado y los sentimientos y las necesidades de la patria. La patria no está compuesta de civiles ni de militares, la patria somos todos, y está compuesta principalmente de madres, de esposas, de hermanas y de hijos; el hombre no es más que un medio en la lucha por la vida, para salvar a los débiles. Vosotros sóis los fuertes y. a vosotros confiamos el éxito de esas negociaciones.

Pero si he venido a esta tribuna a fundar nuestra separación, no quiero que os vayáis sin haber escuchado, en un brevísimo resumen, cuáles son, en mi opinión, y en opinión, os aseguro, de muchos millones de desgraciados, las aspiraciones de nuestra Patria.

Las aspiraciones de México, tales como se contienen en este manifiesto, son muy mezquinas.

Las grandes necesidades de nuestro país, no son políticas; la política no es más que un medio. Las necesidades de nuestra patria son más hondas: las necesidades de nuestra patria en política no son esencialmente constitucionales y democráticas en estos instantes. Este manifiesto del general Villa, que es la clave, que es el resumen de las ideas que predominan en la División del Norte, os pide única y exclusivamente que restablezcáis a toda prisa el orden constitucional. Vais, pues, a enfrentaros con un grupo de hombres que tiene por bandera el restablecimiento de la Constitución; un grupo de hombres que no quiere reformas, si no es después de restablecida la Constitución y, oídlo bien, un grupo de hombres que quiere por presidente de la República a un civil, para poderlo manejar.

No estamos de acuerdo con este manifiesto, y precisamente porque no estamos de acuerdo con el manifiesto del general Villa, deseo decir y prometo que no emplearé ni diez minutos, si me prestáis vuestra atención, cuáles son, en nuestra opinión, los ideales o lineamientos generales que deberéis sostener en la Convención de Aguascalientes.

Vais a discutir, señores militares, en Aguascalientes tres cosas: la forma de gobierno preconstitucional o provisional como la llaméis y su duración; las reformas sociales que debe comenzar a efectuar este gobierno provisional, y la manera cómo debe cesar este gobierno preconstitucional para poder cambiarse más tarde en gobierno constitucional. En el curso de esa discusión os encontraréis indudablemente con ideas ya bien definidas, ya bien estudiadas, ya bien preparadas, bien discutidas y hasta puede ser que bien financeadas, que se encuentran del otro lado, y que ya están concretadas en el manifiesto lanzado por el general Villa al desconocer a don Venustiano Carranza.

Vais a discutir el carácter que debe tener el gobierno constitucional, y yo pido a la Asamblea que una de esas formas tan extralegales y tan familiares que usamos desde esta tribuna, que los que no estén de acuerdo con mis ideas, se sirvan hacerlo presente con toda franqueza, aunque sea por medio de un no o levantándose de su asiento. Yo creo que no debe haber gobierno constitucional hasta que se hagan las reformas sociales exigidas por nuestra patria. (Aplausos nutridos).

Yo creo que las reformas que exige nuestra patria, si no se hacen ahora por la fuerza de vuestra espada, no se harán ya. (Aplausos).

Yo creo que si queremos tener un gobierno verdaderamente legal y constitucional, necesitamos formar una Constitución adecuada a nuestras necesidades. (Aplausos).

Yo creo que del seno de la Convención de Aguascalientes debe surgir un Congreso Constituyente, que será tan grande, o más grande que el de 57, y que ese Congreso será el primero que en la historia de la Nueva España y de México ponga la base de una legislación que vaya de acuerdo con la sangre, con la raza y con las necesidades del indio, y no una constitución copiada de la francesa o la de los Estados Unidos. (¡Bravo!, aplausos).

Yo creo que la defensa de todos los reaccionarios y de todos los conservadores consiste en clamar por la inmediata aplicación de la ley cuando se encuentran vencidos. (Aplausos).

Yo creo que si aplicamos en este momento un gobierno constitucional, la Revolución está fracasada. (Aplausos).

Ahora bien, el manifiesto lanzado a la nación por el general Villa, cuando desconoce al señor Carranza, está todo absolutamente fundado en esta inculpación: don Venustiano Carranza es un dictador y es necesario que cuanto antes se establezca el gobierno constitucional.

No voy a cansaros -que no sería cansaros- con la lectura de este manifiesto; pero si lo creeis necesario ... (Voces: que se lea. Aplausos). Entonces suplico atentamente que la secretaría me conceda un momento de descanso dando lectura al manifiesto del general Villa.

El ciudadano Obregón:

- Que se consulte a la Asamblea.

El ciudadano Cabrera:

- La Asamblea es siempre soberana en sus determinaciones. Suplico al presidente se sirva consultar a la Asamblea si desea que se lea el manifiesto del general Villa.

El ciudadano secretario:

- La Mesa, por conducto de la secretaria, pregunta a la H. Asamblea si acepta que se lea el manifiesto del general Villa. Los que estén por la afirmativa, suplico que se sirvan ponerse de pie. No. (Siseos).

El ciudadano Cabrera (continuando):

Respetuoso con la decisión de la Asamblea, hago gracia a ésta de todos los considerandos que se encuentran en tres columnas de glosilla, y paso a las resoluciones que contiene el manifiesto del general Villa y en las cuales hay palabras bastante claras.

Aqui el señor Cabrera dio lectura a la parte resolutiva del manifiesto del general Villa, cuyos puntos substanciales son: en síntesis:

Primero: La División del Norte desconoce la autoridad de don Venustiano Carranza como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista.

Segundo: Se invita a las demás divisiones del Ejército Constitucionalista a que desconozcan al Primer Jefe y contribuyan a su separación del Poder Ejecutivo.

Tercero: Una vez obtenida esa separación se designará a una persona civil, que inmediatamente convocará a elecciones y consultará a las Cámaras las reformas que exige la Revolución, y que serán llevadas a la práctica por el Presidente que resulte electo.

Cuarto: Se reformará la Constitución para que el término de seis años corra desde la fecha en que se verifiquen esas elecciones.

No quería yo daros a conocer más que este detalle: la idea de la División del Norte, en cuanto al gobierno provisional, ya está expresada en este manifiesto. Debe ser un gobierno constitucional y con Cámaras aun durante la presidencia provisional. El presidente provisional debe convocar inmediatamente a elecciones. El gobierno que debe encargarse de las reformas que exige la Revolución, debe ser un gobierno constitucionalmente electo.

Este problema se os va a consultar, señores militares, en Aguascalientes. Vosotros discutiréis con los miembros de la División del Norte los puntos relativos a esta cuestión de la forma y condiciones del gobierno provisional, y queda confiado a vuestro patriotismo el que sepáis libraros de la hermosa jaula de oro que se abre para entrar dentro del gobierno constitucional.

Si se buscara una marca en 1a frente de cada traidor, de cada huertista, de cada felicista o de cada reaccionario, si se buscara una marca que le indicara quién es el enemigo del pueblo y quién desea la continuación de la política infame de privilegios y exclusivismos en México, a mí me bastaría, para conocerlo, preguntarle lo siguiente: Si está por el restablecimiento del gobierno constitucional después de la Revolución. (Aplausos).

Sabéis que los esfuerzos más grandes que se han hecho siempre por una reacción contra una revolución, consisten en el restablecimiento de la legalidad; sabéis que en la Revolución Francesa la legitimidad fue el centro de todas las reacciones; la legalidad es siempre el eje alrededor del cual giran todos los reaccionarios.

Cuando veais que en México los hombres empiezan a pedir un gobierno constitucional, porque nos llamamos constitucionalistas y quieren que sea ese gobierno el que lleve a cabo las reformas del país, sabed que esos hombres están pretendiendo hacer fracasar la Revolución. Yo he repetido y no me cansaré de repetirlo: las reformas verdaderamente trascendentales para un pueblo, jamás se han obtenido por medio de la ley, siempre se han obtenido por medio de la fuerza. Por consiguiente, señores militares, no es al orden constitucional, no es a una asamblea, no es a un Congreso, no es a un gobierno legitimamente electo a quien toca hacer reformas; si no las hacéis con vuestras espadas, no las haréis en muchos años (Aplausos).

Se os presentarán, señores militares, todas las cuestiones relativas a las necesidades sociales; se os presentarán las reformas agrarias, y allí veréis quién clama por el respeto a la propiedad y por el consentimiento absoluto que se necesita para la expropiación de tierras, y quiénes dirán conmigo, como lo vengo diciendo desde hace muchos años, que hay que tomar las tierras de donde las haya; quiénes son los que quieren dar tierras, y quiénes son los que quieren ver cuántos pesos sacan de sus tierras para resolver la cuestión agraria.

Se os hablará, señores militares, de reformas económicas y allí veréis quiénes están contra ellas; se os hablará de las cuestiones religiosas que en los momentos actuales agitan al país, y ya veréis quiénes son los que después de haber expulsado a las órdenes menos dañinas de nuestro país, sin embargo, quieren evitar que salgan las más dañinas que todavía quedan en México.

Se os hablará de las reformas políticas, y allí veréis quiénes pretenden que se estudie una verdadera Constitución y quiénes quieren el restablecimiento de la Constitución que tenemos actualmente; allí oiréis hablar de nuestros ilustres antepasados del 57, y allí oiréis hablar de la necesidad de restablecer la Constitución vigente antes que todo, y veréis oponerse a que se reforme nuestra Constitución con más brío y como si fuesen los más sinceros defensores del pueblo, precisamente a los que quieren que continúe la política de imposiciones, chanchullos y falsificaciones electorales, que estuvo vigente durante los treinta y cinco largos años del período de Díaz.

Por último, tendréis que hablar principalmente de la forma de aniquilamiento del enemigo, y entonces veréis cómo se os dirá que ya no hay enemigo político en México desde que Huerta ha desaparecido; que, por consiguiente, ya no es necesario sacrificar ni hacer justicia, sino que es preciso la consolidación de la paz, y como dice el manifiesto de Villa, que se garanticen la vida y los intereses de los habitantes pacíficos, ya sean nacionales o extranjeros.

Se os hablará de la duración del gobierno provisional que se pretende establecer, y como se dice ya en el manifiesto de la División del Norte, eso será el tiempo indispensable para que se verifiquen las elecciones, y se os dirá que esas elecciones pueden verificarse ya, porque la División del Norte ofrece restablecer el orden y la tranquilidad.

Se os pedirá, por lo tanto, que se verifiquen las elecciones después de establecido el orden y la tranquilidad por la División del Norte. Se os hablará, por fin, de la forma de un nuevo gobierno constitucional, y no se hablará más qUe del restablecimiento de la Constitución. Ahora bien, vosotros sabéis mejor que yo, vosotros, los que también habéis estado en contacto con los humildes, vosotros, los que conocéis las necesidades, no de los grandes poblados que tienen tantos recursos para defenderse, sino de los pequeños poblados y pequeñas aldeas, que mientras no esté en nuestra Constitución escrita con letras grandes la autonomía del Poder Municipal, no podrá haber libertad; tendréis que ser, y os encargo especialmente, seáis los defensores de esta idea: cuando haya Poder Municipal, cuando haya autonomía municipal, os aseguro que aunque haya otras cuantas revoluciones, tendrá el país los medios de someterse y de ayudarse, sin necesidad de todos los horrores que hemos visto en la reciente. Cuando haya autonomía municipal, habrá verdaderas elecciones; cuando haya autonomía municipal habrá verdadera democracia.

Se os hablará del respeto a la soberanía de los Estados, de la autonomía del gobierno de cada localidad; se os pintará como pintaba el Partido Evolucionista al día siguiente del triunfo del señor Madero, la soberanía de los Estados, como la necesidad más grande de la Revolución; y, sin embargo, yo os digo, señores: la reforma de la división y organización política de los Estados es absolutamente indispensable. Se os hablará, sobre todo, señores militares, de que nuestras leyes no necesitan tantas reformas, de que como estamos podemos seguir marchando y se os comenzarán a señalar como peligrosas muchas de las reformas. Veréis entonces que hay muchos hombres que se dicen revolucionarios y que tiemblan ante una sola plumada de nuesra Constitución.

No quiero cansaros más, señores, y por consiguiente solamente quiero me sea permitido recordaros estas ideas.

Tal vez, cuando abráis la Convención de Aguascalientes, habré escrito en forma un poco más ordenada y más metódica, todas estas ideas.

Entre tanto, los civiles os decimos: Id y resolved todas estas cuestiones. Id a discutir con los militares del Norte la forma de salvar a la patria, pero tened presente que si lo sabéis hacer os cubriréis de gloria; si no lo sabéis hacer, sobre vosotros caerá una parte de la responsabilidad. El resto seguirá cayendo sobre nosotros los civiles, a pesar de no haber ido a Aguascalientes (Aplausos prolongados).

Ningún otro orador trató de impugnar la proposición, y por ello la secretaría trató de que fuera votada desde luego; pero el licenciado Rivera Cabrera se opuso y pidió que antes se diera alguna resolución al escrito de los delegados civiles, mencionado anteriormente, o por lo menos -dijo- que se les dé un voto de gracias por la buena voluntad con que han contribuido a estos trabajos.

Un aplauso entusiasta resonó en el salón, y en seguida fue a la tribuna el teniente coronel Marciano González, quien en nombre de la mesa directiva dio las gracias a los delegados civiles, manifestando que él lo hacía de la mejor buena voluntad. Queden ustedes aquí, señores civiles -dijo-; n0sotros, los militares, nos embarcamos en la nave, exponiéndonos, quizás, a vuestros reproches, si no logramos cumplir fielmente nuestro deber.


ENCARNA EL SENTIR DE LA PATRIA

El coronel Murrieta presentó una moción:

Pido -dijo- que al licenciado Luis Cabrera no se le considere como civil ni como militar, sino como un hombre que encarna el sentir de la Patria, y propongo que venga con nosotros a Aguascalientes.

La proposición fue acogida con aplauso unánime, que surgió de nuevo cuando el teniente coronel Castillo Tapia dijo que ya esperaba esa proposición porque de todos era conocida la limpia, la patriótica hoja de servicios del licenciado Luis Cabrera, que no sólo representa a un elemento nacional de grandes vuelos, sino que ha sido y será el doctrinario de los militares que estarán en Aguascalientes. Pidió que al señor Cabrera fuese agregado el licenciado Jesús Urueta, otro revolucionario civil de brillante hoja de servicios.

El general Obregón se opuso, porque -dijo- si todos vamos señalando revolucionarios civiles, tendrán que ir todos los que están en esta asamblea; y esto no se tome como negación a los méritos del señor Urueta, que soy el primero en reconocer; pero, repito, está bien que se haga una excepción, no muchas.

El teniente coronel Marciano González, como en otra ocasión lo hiciera ya, expuso razonamientos en pro del derecho que cabe a los civiles para contribuir a la solución de los problemas nacionales. Y dijo: Obras son amores y no buenas razones. Nosotros siempre estamos diciendo que somos civiles, que queremos seguir siendo civiles, y luegg,. a los civiles se les arroja de la Convención a que fueron invitados.

Si únicamente se trata de trasladar esta Convención a la ciudad de Aguascalientes, vamos todos allá. ¿ Por qué la duda? ¿Por qué el pavor que parecen infundir a los militares los civiles? No debemos excluirlos porque también ellos contribuyeron al triunfo de la Revolución. No debemos hacer distinciones, no levantemos una casta de la levadura de un pasado, porque esa casta es odiosa y tendrá que ser fatal. Nosotros sólo somos militares por circunstancias.

Contestó el general Obregón en parecidos términos:

- Nuestra bandera de revolucionarios dice: Cons-ti-tu-cio-na-lis-mo, y nuestros hechos afirman lo contrario: anti-cons-ti-tu-cio-na-lis-mo. Nosotros encontramos una casa y nos metemos en ella; agarramos a un cura, y lo deportamos; encontramos a otro, y lo metemos en la cárcel, y todo ... en nombre de la Constitución ... Pero esto es necesario. De otra manera no seriamos revolucionarios.


DERECHO DE REPRESENTAR A LOS CIVILES

Si porque somos constitucionalistas fuéramos a respetar la Constitución habríamos tenido que reconocer a Huerta, puesto que el Congreso lo había reconocido, y la Constitución así nos lo mandaba: y ahora, a otra cosa: Nosotros tenemos más derecho de representar a los civiles que los mismos civiles.

Los catorce millones de habitantes de que nos habla el señor Cabrera pusieron, por voto unánime, en el Poder al señor Madero. ¡Y esos catorce millones de habitantes lo dejaron asesinar!

¿Y qué dijeron esos catorce millones de habitantes? Dijeron: Unos: Yo soy neutral ... Otros: Yo tengo muchos hijos ... Estos: Yo tengo intereses ... Aquéllos: No lo supimos ...

Sólo aquellos ciento cincuenta mil, pero ¡qué digo!, esos son ahora; entonces éramos cincuenta, únicos que hemos devuelto, o pretendemos devolver a esos catorce millones sus libertades y tratamos de mejorar su condición social y cuanto pueda aspirar un hombre que se considere libre.

¿Y por qué pretender ahora que esos catorce millones no tengan confianza en aquellos que han hecho todo lo anterior? Señor Cabrera: ¿Usted cree que si damos tranquilidad y libertades, esos catorce millones de habitantes van a protestar porque nosotros únicamente los representamos?

La secretaría interrogó a la asamblea acerca de si aceptaba que el señor Cabrera asistiera, como excepción, a la reunión de Aguascalientes, y antes de que los delegados manifestaran su opinión, el licenciado Cabrera se apresuró a declinar ese honor, porque consideró que las opiniones en favor de un hombre son odiosas y lastiman aun al mismo que es objeto de ellas. Y así, dijo, él quedará en esta ciudad; pero no inactivo; seguirá laborando en su esfera de acción, que aun cuando él no es soldado y como tal apenas si podría haber dado muerte a unos cuantos hombres, como civil, con la pluma, ha matado muchos más.

Finalmente, la proposición se aprueba unánimemente, y el general Blanco informó que hoy, entre las tres y seis de la tarde, y en la estación de Colonia, estará. un tren a disposición de los delegados.

Y con ello se dió por terminada la sesión a las nueve de la noche. La próxima será en Aguascalientes, el día 10.

Índice de Crónicas y debates de la Soberana Convención Revolucionaria Recopilación de Florencio Barrera FuentesSesión del 4 de octubre de 1914 Primera parte de la Primera Junta Preliminar celebrada el día 10 de octubre de 1914 en la ciudad de AguascalientesBiblioteca Virtual Antorcha