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CRÓNICAS Y DEBATES
DE LAS SESIONES DE LA
SOBERANA CONVENCIÓN REVOLUCIONARIA

Compilador: Florencio Barrera Fuentes

SESIÓN DEL 15 DE ENERO DE 1915 CELEBRADA EN LA CIUDAD DE MÉXICO
Crónica del periódico La Convención, publicada en su edición del día 16 de enero de 1915


La sesión ordinaria de la Soberana Convención se abrió a las 4 y 30 minutos de la tarde, bajo la presidencia del ciudadano general González Garza.

El acta de la celebrada anteayer fue leída por el secretario Quevedo y, por unanimidad y sin debate, se aprobó en votación económica.

Se dio lectura a un telegrama del ciudadano Roncal, fechado en Nogales, y en el que participa que, debido a la interrupción de comunicaciones, no le ha sido posible venir a las sesiones con la representación del general Juan Carrasco.

En seguida se pone a discusión el punto relativo a la substitución del coronel Caloca, por el ciudadano Cárdenas, en virtud de haber sido el primero comisionado por la Secretaria de Guerra para ir a Juchipila. Se abre un debate breve sobre el particular, en el que toman la palabra en contra de la concesión de ese permiso los delegados Marines, Fierros, Velázquez y otros, en pro los ciudadanos Casta, Encinas y el mismo interesado, exponiendo la necesidad que tiene de salir para reorganizar sus fuerzas.

Considerando el asunto suficientemente discutido, la Asamblea, por mayoría de votos, negó el permiso solicitado.

La Mesa anunció que estaba a discusión, en lo particular, el artículo primero del Proyecto de Ley sobre organización del Poder Ejecutivo, durante el período preconstitucional, que fija el tiempo durante el cual durará en su encargo el Presidente Provisional.

El delegado Fierros pide que se adicione el artículo con estas palabras o al que esta propia Convención elija durante los primeros días del mes de enero de 1916, a fin de que al comenzar este mes el Presidente Provisional sepa a quién tendrá que entregar el Poder en caso de que no hubieran podido verificarse las elecciones de que habla el mismo artículo.

El coronel Cervantes aborda la tribuna anunciando que va a hablar en defensa de sus ideas, a combatir el artículo a debate y a contradecir las ideas anárquicas y disolventes del señor Soto y Gama, que, renegando de la Constitución y de los derechos del hombre, se olvidó de la noche del 4 de agosto de 1791, en que la Convención Francesa dio a la Francia la primera Constitución democrática que tuvo.

Entrando en materia dijo que el artículo a discusión concedía un año de vida al régimen preconstitucional -si así puede llamarse-- y no comprendía por qué los impugnadores de la Constitución acababan por aceptarla al cabo de un año.

No -continuó-, no será haciendo a un lado la Constitución como se logrará la paz; sino que ésta se establecerá más pronto si entra el país por el régimen constitucional. La guerra civil y los grandes problemas del país necesitan varios años para solucionarse y mientras no pongamos en vigor la Carta Fundamental, no habrá Gobierno que nos reconozca; el problema económico es cada día más hondo y más grave y no debemos olvidar -dijo para concluir- que reduciendo el plazo para que comience el imperio de la ley, reduciremos la miseria del pueblo.

El ciudadano Soto y Gama sostuvo el artículo a discusión, diciendo que el reinado de la Constitución permitió el cuartelazo, que dio lugar a todo lo que el país ha sufrido en estos tiempos. Por otra parte -añadió-, deben fijarse los ciudadanos delegados, en que nosotros, los exaltados, al redactar este artículo en la forma que está, nos hemos puesto en el caso de la defensa de los intereses financieros, pidiendo un año para el reinado de la ley en lugar de dos o más.

El delegado Catalá pronuncia un discurso contra la reacción, que atisba la oportunidad de hacer su obra de obstruccionismo y concluyó repitiendo la frase de Lerdo: Ahora o nunca.

El delegado Quevedo habla en pro del restablecimiento de la ley y propone una reforma al artículo que se discute.

Le sucede en la tribuna el general Montaño, quien dice que los oradores del contra, que llaman demagogos a los autores del Proyecto a debate son los que llevan la voz de la reacción.

Rechaza los ataques que se les hacen de odiar a la Constitución y expone las razones que los signatarios del proyecto tuvieron para considerar ajustado a la equidad el plazo de un año de que habla la cláusula primera.

El general Pasuengo dice que le parece corto el plazo, porque se trata de reconstruir, y el delegado Soto y Gama, anunciando que prescindirá de toda elegancia de estilo y de adornos retóricos, invita a la Asamblea a que con toda seriedad estudie el asunto, y explica por qué la solución propuesta por los firmantes es la menos peligrosa, por estar el asunto presidencial íntimamente relacionado con la política internacional, pues el establecimiento de un plazo fijo satisfará los deseos del mundo, de que nuestro país entrará en la senda constitucional, pudiendo así obtenerse un empréstito que venga a aliviar la triste situación económica por que pasamos en la actualidad.

En contra pide la palabra el ciudadano Castillo y Tapia y comienza por declarar que en este país todos estamos locos y no se puede explicar lo que se discute.

Atacó a los signatarios del Proyecto, con especialidad a los ciudadanos Soto y Gama y Montaño, respecto de los cuales se manifestó extrañado de que, siendo los léaders del socialismo, vinieran en pleno siglo veinte con pudibundeces de dama romana, en los tiempos en que Roma estaba completamente prostituida, y olvidándose de los grandes desastres que los Estados Unidos nos han ocasionado, aducieran la razón de que el Presidente Wilson, que nunca ha reconocido a la Revolución ni a los mexicanos, no nos reconocerá.

Manifestó su odio cordial para los yanquis, que no han hecho -dijo- sino humillarnos, explotarnos y quitarnos la vergüenza ante la Europa y expresó su desilusión porque la Revolución, al dar el paso más sublime hacia su triunfo, tenga hijos medrosos que, como los de Loth, vuelven los ojos hacia el Bravo, hacia la ciudad maldita, cuando México ha luchado tanto para ser nación independiente. Concluyó pidiendo la reprobación del artículo.

Para refutar los argumentos de los oradores del contra, hizo uso de la palabra el secretario Palacios Moreno, y sostuvo la necesidad de que se aceptara el artículo primero, porque con él se tiende a evitar el establecimiento de un régimen despótico y militar, y esto solamente podrá hacerse en el período preconstitucional, durante el cual se procurará, sin restablecer por completo la vigencia de la Constitución, escoger de ella aquellas garantías que no se opongan a los principios revolucionarios.

Después de un ligero incidente que se produce entre los ciudadanos Castillo Tapia y Pasuengo, por haber citado este último, al hacer una moción, el nombre de Carranza, continuó la discusión e hizo uso de la palabra en contra, el ciudadano Quevedo, proponiendo una reforma al artículo que en su concepto lo dejaría perfectamente aceptable para el fin que se propone.

Para defender el dictamen y contestar las alusiones que le hiciera el ciudadano Castillo y Tapia, habla el Delegado Soto y Gama, quien defendió calurosamente al Presidente Wilson y al pueblo americano, que nos han traído los ferrocarriles, el asfalto, aumentó los jornales de nuestros obreros, contra la voluntad de los bandidos reaccionarios y los únicos, en fin, que desconocieron al usurpador Huerta, reconocido por las demás naciones de Europa. Dijo también, que era una infamia predicar el odio a los sajones, que llamó nuestros hermanos, y que era necesario volver a la razón y a la justicia y aprobar el artículo a discusión.

Como el Delegado Castillo y Tapia insistiera en hacer presente la historia de nuestras divisiones ocasionadas por manejos del Gobierno de Norteamérica, del que, raza, costumbres, ideales y todo -dijo- nos separa, el general González Garza abandonando al ciudadano Montaño la Presidencia, subió a la tribuna y combatió todos los argumentos de Castillo y Tapia, cuya actitud -aseguró- parecía ser la de retardar la aprobación de un artículo que en la conciencia de todos estaba debía ser aprobado.

El Presidente Wilson -añadió-, el digno presidente de esa nación amiga, Wilson, el profesor del pueblo, en su gran libro El Gobierno Constitucional, sostiene la teoría perfectamente justa de que los gobiernos son constitucionales aun cuando no se ajusten al cartabón de las constituciones previas de las naciones, cuando esos gobiernos cuentan con las simpatías de la mayoría de los habitantes.

Y éste es el caso; el que habla abriga la esperanza de que muy pronto los Estados Unidos sabrán hacer honor y justicia al pueblo mexicano, cuando vean que la Soberana Convención expide leyes y decretos que tienden a conquistar la paz, al acercamiento de las facciones armadas y a encarrilar al país por el sendero constitucional.

Nuevamente pide la palabra el ciudadano Castillo y Tapia, y después de una acalorada discusión el general Montaño pide que abandone la tribuna, pues sus divagaciones han desviado la discusión.

Se procede a votar el artículo nominalmente, y por 38 votos contra 30, resultó aprobado, citándose para sesión a las cuatro de la tarde de hoy.

Se levantó la sesión.

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