CRÓNICAS Y DEBATES
DE LAS SESIONES DE LA
SOBERANA CONVENCIÓN REVOLUCIONARIA
Compilador: Florencio Barrera Fuentes
SESIÓN DEL 3 DE FEBRERO DE 1915 CELEBRADA EN CUERNAVACA, MORELOS
PRIMERA PARTE
Presidencia del C. Delegado Otilio Montaño
SUMARIO
Lectura y aprobación del acta de la sesión anterior.- La Secretaría da cuenta con los asuntos en cartera.- Discusión sobre el trámite de los documentos de los generales Gutiérrez y Cerecedo Estrada.- Discusión de un Proyecto de Manifiesto a los jefes disidentes que han desertado de la Convención.- Discusión sobre la respuesta que debe darse al general Buelna, Comandante Militar y Jefe Político del Territorio de Tepic acerca de lo que debe hacer con las haciendas incautadas por la Revolución.
El C. presidente:
Se abre la sesión plena.
El C. secretario
Los ciudadanos delegados que tengan representación propia o de otros generales, sírvanse pasar a prestar su protesta.
El C. presidente
Se hace saber a los señores delegados que no estando en la orden del día la protesta de los señores, se reserva para mañana.
El C. scretario
Da lectura a un oficio del Cuartel General del Sur, relativo a que el coronel Zamora no ha sido dado de baja. A la Comisión de Poderes.
Oficio del ciudadano M. U. Iriarte, dando cuenta de que cambia a su representante Vidal Bolaños por el señor Paulino Martínez. A la Comisión de Poderes.
Comunicación del ciudadano P. Bonilla, avisando que el ciudadano coronel M. Dorantes, se ha hecho cargo de sus tropas y por eso no se presenta en las sesiones. A la Comisión de Poderes.
Oficio del ciudadano encargado del Ejecutivo, avisando que ya se ordena que el agua de Xochimilco sea encauzada para la capital de la República. De enterado y al archivo.
Comunicación del ciudadano Eulalio Gutiérrez, en que protesta contra y desconoce los actos de la Convención, y comunicación del ciudadano Cerecedo Estrada, desconociendo a la Convención.
Dictamen de la Comisión de Gobernación, relativo a las comunicaciones anteriores, proponiendo que pasen a la Comisión Instructora del Gran Jurado.
El C. secretario
Está a discusión el anterior dictamen. ¿No hay quien haga uso de la palabra?
El C. Casta
Pido la palabra. Acatando la indicación de algunos de los señores delegados, la Comisión de Gobernación no creyó de su competencia el dictaminar sobre esos telegramas, sino pasarlos a la Sección Instructora del Gran Jurado, en virtud del acuerdo tomado por esta Convención, de asumir, por medio de su Presidente el Poder Ejecutivo y de haber desconocido por medio de un decreto al presidente Gutiérrez como tal; por ese motivo, la Sección Instructora del Gran Jurado será la encargoada de dictaminar sobre este asunto y sobre la pena en que han incurrido los infidentes de esta Convención.
Yo creo que no puede haber otro fundamento.
El C. secretario
Continúa la discusión.
El C. Piña
Pido que se repita la lectura de la parte resolutiva.
El C. secretario
(Leyó la parte resolutiva) ¿No hay quién haga uso de la palabra? En votación económica se pregunta si se aprueba.
El C. Piña
Pido la palabra para una interpelación a los miembros de la ComIsión Dictaminadora.¿Que la Comisión del Gran Jurado se ha instituido con el objeto de inquirir sobre la responsabilidad en que hayan incurrido o puedan incurrir los que son rebeldes al Gobierno de la Convención?
El C. Samper
Pido la palabra para contestar al ciudadano Piña en nombre de la Comisión Dictaminadora.
Los telegramas enviados por el general Gutiérrez y Cerecedo Estrada, son las bases sobre las cuales puede levantarse un proceso y ciertamente no es la Comisión de Gobernación la que ha de conocer sobre estos asuntos que son meramente delictuosos; en todo caso, la Comisión Instructora del Gran Jurado, es la que puede rendír un dictamen sobre un asunto de esta naturaleza, y sólo ella podrá decir si se considera o no competente, pero de ninguna manera la Comisión de Gobernación.
Ese ha sido el criterio que orientó a la Comisión de Gobernación para poner este asunto a disposición de la Sección Instructora del Gran Jurado, que sí es competente para juzgar de un delito de tal naturaleza, que es nada menos que una rebelión contra la Revolución representada por esta Soberana Convención.
El C. Piña
Tengo entendido, señores delegados, Que la Comisión Instructora del Gran Jurado, se ha instituido con el objeto de dictaminar sobre las responsabilidades que pudieran tener algunos de los miembros de esta Soberana Convención o de un alto funcionario como es el Presidente de la República o la persona encargada del Poder Ejecutivo; y como en este caso particular el general Gutiérrez y el gobernador del Estado de Hidalgo, han dejado de hecho y de derecho, el primero Presidente de la República, y el segundo, gobernador legítimo de aquel Estado, creo que no es el Gran Jurado el que debe tener conocimiento de este asunto, y, por lo tanto, no debe resolver sobre el particular.
Cuando se tratara del actual presidente o de algún cargo contra el actual presidente o contra alguno de los miembros de la Convención, estaría de acuerdo que fuese la Sección Instructora del Gran Jurado la que inquiriese sobre la responsabilidad que tuviera alguno de esos funcionarios; pero tratándose de personas a quienes de antemano la Asamblea ha declarado rebeldes, infidentes, recuerdo que cuando se nombró o asumió esta Convención el Poder Ejecutivo, dispuso en el artículo primero del decreto relativo, que considerándose infidente al general Eulalio Gutiérrez, asumía ese poder, es decir, desde entonces la Convención en masa declaró rebelde, infidente al señor Gutiérrez.
Con respecto al caso actual, creo que ese dictamen o esa proposición, debería pasar a la Comisión de Justicia para que ella inquiriera sobre las responsabilidades en que haya incurrido o el castigo a que sea acreedor el general Gutiérrez y el señor Cerecedo Estrada como gobernador.
La Sección Instuctora del Gran Jurado, entiendo, se ha instituido para conocer de acusaciones, de responsabilidades que tengan relación con los miembros de esta Asamblea o con personas que desempeñen aItos puestos en el Gobierno de la Convención.
El C. Casta
Pido la palabra.
El señor Piña ha dicho que la Sección Instructora del Gran Jurado es para conocer de los asuntos que se relacionen con los miembros o altos funcionarios que dependan o estén ligados con esta Soberana Asamblea; y yo me permitiría preguntarle si el señor Gutiérrez y el señor Cerecedo Estrada no fueron miembros de esta Asamblea ...
El C. Piña (Interrumpiendo)
Antes ...
El C. Casta
Y yo entiendo que el señor Gutiérrez y el señor Cerecedo Estrada quedan bajo el dominio de esta Convención para juzgarlos sobre su actitud, pero no por el simple hecho de haberse ido, de ser infidentes, dejaron de pertenecer a este Cuerpo; fueron convencionistas los dos, y por tal concepto esta Asamblea debe conocer de estos asuntos, por conducto de la Comisión Instructora del Gran Jurado, que es la competente para conocer de estas infidencias.
Ya la Asamblea dijo que eran infidentes, ahora se trata de averiguar qué castigo merecen y a quién corresponde aplicarlo, a la Comisión de Justicia o a la Sección Instructora del Gran Jurado.
El C. Piña
Indudablemente ...
El C. Casta
Indudablemente, yo suplicaría al señor Soto y Gama nos ilustre sobre el papel que desempeña la Sección Instructora del Gran Jurado, en realidad.
El C. Soto y Gama
Yo creo que la Sección Instructora del Gran Jurado y el Gran Jurado mismo, se han hecho para deslindar las responsabilidades de los altos funcionarios de la Federación, y como el Presidente de la República es un alto funcionario de la República, se le debe juzgar por infidencia, por su abandono del puesto, que aunque lo desliga de todo vínculo con la Convención, no por eso ha perdido el carácter de Presidente en la época en que cometió la infidencia; en consecuencia, yo creo que tiene razón el señor Casta y no la tiene el señor Piña; sea o no miembro de la Convención, indudablemente que es un funcionario que no cumplió con su deber. Se le exigen responsabilidades por sus actos como Presidente. Se le exige la responsabilidad al igual que se le exigiría a un Presidente traidor a la Patria, desde ese :momento es infidente y sólo se le juzga como infidente, lo mismo que si un presidente asesina a un ministro, es claro que se suspende en sus funciones; pero aun cuando haya sido infidente, seguramente no lo juzgarán los tribunales del orden común, sino que tiene que pasar a conocimiento de la Sección Instructora del Gran Jurado; a un Presidente de la República lo juzga el Gran Jurado, esto es conocido. De hecho deja de ser presidente un presidente que ha cometido delitos graves, como el de traición a la patria, que antes señalé, como el de infidencia al Poder Legislativo o a la Soberanía Nacional, como en este caso. ¿Esto lo vamos a sOmeter a la jurisdicción de un tribunal común?
El C. Piña
Sí, señor.
El C. Soto y Gama
¿Un delito oficial como es ese? No señor Piña. El objeto del Gran Jurado es precisamente, que sólo la Representación Nacional debe juzgar de los delitos cometidos por un funcionario tan alto como es el Presidente de la República. Y la explicación es muy sencilla. Ese funcionario tiene poder bastante para substraerse a la sección de los tribunales comunes. Un pobre juez local, un juez, por ejemplo, de lo penal, de México, que se considera inferior a Gutiérrez, ¿quiere el señor Piña que lo juzgue con imparcialidad, cuando no es posible que ese juez se pueda hacer obedecer por sí solo?
El C. Piña
En mi concepto, y antes voy a hacer una pequeña digresión; el asunto que motivó esta discusión, no tiene en sí mayor importancia para la Asamblea, puesto que cualquiera que sea la forma de cómo se persiga el delito de rebelión, del cual son responsables el general Gutiérrez y el ex gobernador del Estado de Hidalgo, siempre que se logre la finalidad de aplicarles el condigno castigo es bastante, eso nos satisface a nosotros. Pero aquí es una cuestión más bien de forma, y ya que por primera vez se nos presenta el caso, yo desearía que no se sentara un precedente que en un futuro, más o menos lejano, viniera a causar consruencias desfavorables a los intereses del Gobierno que representamos.
En fin, esa es la doctrina jurídica que hasta aquí ha estado aceptada y en vigor.
Entiendo yo que la Sección Instructora del Gran Jurado, está instituida, como he dicho antes, para conocer de alguna acusación que se hiciera contra los altos funcionarios del Gobierno de la Federación, ya sean delegados de esta Convención, ministros o el propio Presidente de la Convención. Si la Sección Instructora del Gran Jurado encontrara justificado el cargo que se hace a algún alto funcionario, ella consultaría en un dictamen, a la Convención, el desafuero de esos altos funcionarios y una vez desaforados pasarían a las autoridades competentes, para que se les imponga el castigo correspondiente al delito cometido. Pero es el caso, señores, que los presuntos responsables o los responsables de los delitos de rebelión, general Gutiérrez y Cerecedo Estrada, llamado Gobernador de Hidalgo, para nosotros ya no son altos funcionarios de la Federación, sino rebeldes, dejaron de ser el uno Presidente de la República y el otro Gobernador de un Estado, de hecho y de derecho, y dejaron de ser, por tanto, miembros del Gobierno, del cual formamos parte nosotros.
En eso precisamente consiste mi escrúpulo o la idea que tengo de que el dictamen a discusión no está bien fundado, es decir, la parte resolutiva, que consulta que pase el asunto a la Comisión del Gran Jurado. En mi concepto, deberían pasar todos los antecedentes relativos a la Comisión de Justicia para que ella investigue lo conducente, con todos los documentos fehacientes y dé cuenta a los Tribunales para que persigan en toda forma o impongan el castigo a los responsables.
El C. Samper
El señor Piña se debate inútilmente en un circulo vicioso, porque nos dice que han dejado de ser funcionarios los señores Gutiérrez y Cerecedo Estrada; pero si precisamente el delito consistió en haber abandonado esta Asamblea y el poder Que ella les habia conferido, precisamente ellos estaban subordinados a la Soberanía de la Convención y han cometido ese delito en contra de esa misma soberanía y la única capacitada para conocer de ese delito, de asuntos oficiales, es la Sección Instructora del Gran Jurado, y no la Comisión de Justicia, como se pretende, que no puede conocer sino de asuntos del orden penal, sino cuando se trate de legislar en cuestiones administrativas; pero sabemos que la encargada de conocer en asuntos del orden penal, es la Sección Instructora del Gran Jurado.
El C. presidente
Tiene la palabra el ciudadano Zubiría y Campa.
El C. Campa
Señores delegados:
Pedí la palabra para defender el dictamen de la Comisión que termina con la proposición de que se consignen los telegramas del ex presidente Gutiérrez y del ex gobernador del Estado de Hidalgo, a la Comisi6n Instructora del Gran Jurado.
Desde ayer he sentado la idea de que la Comisión de Justicia tiene ciertas facultades investigadoras y de especie de juez. La Comisión de Justicia, como las otras comisiones, órganos de la Convención, son únicamente comisiones técnicas para dictaminar en asuntos de su ramo, la de Fomento, en asuntos de fomento, la de Justicia, para asuntos de justida, la de Instrucci6n Pública, para asuntos de instrucción pública, etc., etc.; pero no tienen por objeto juzgar o investigar delitos; por eso es que los telegramas mencionados deben consignarse a la Sección Instructora del Gran Jurado, que sí tiene funciones de juez y puede investigar esa clase de delitos. La razón que aduce el señor Piña de que ya no es presidente el señor Gutiérrez, no obsta. La duración que se concede por las leyes para perseguir a los altos funcionarios de la Federaci6n, a los miembros de la Convención o del Congreso, es de un año. Dentro de ese año, después de que han cesado, se les puede llevar al Gran Jurado, y se les puede juzgar dentro de ese año.
Se presentó acusación, en tiempo reciente, contra el señor Limantour, por malversación de fondos, por un señor Barrios; se le llevó al Gran Jurado, fue uno de los asuntos importantes que tuvimos en la Cámara; se presentaron todas las pruebas a la Sección Instructora del Gran Jurado: se llevó a la Cámara, hubo pugna en la votación y al fin fue absuelto el señor Limantour, que se encontraba en Europa; así es que no hay razón para decir que porque el señor Gutiérrez no está en la Convención, no se le puede llevar a la Sección Instructora del Gran Jurado.
El C. Wiella
Aparte de la razón que da el señor Piña respecto a las facultades y alcance de la Comisión de Justicia, hay que ver que hay dos clases de jueces: los del orden común que conocen de los delitos que se cometen bajo la designación de delitos del orden penal, y el Gran Jurado que conoce de los delitos oficiales, cometidos por los funcionarios públicos, en el ejercicio de sus funciones. El delito cometido por Gutiérrez lo cometió siendo Presidente, así es que desde ese momento queda perfectamente definida la competencia y corresponde al Gran Jurado conocer de ese delito. Debemos fijarlos en que no es el hecho de que el señor Gutiérrez haya abandonado el Poder lo que da la competencia al juez, sino el hecho mismo, esto es, la clase de delito cometido, que, en este caso, es un delito oficial y debe ser conocido por el Gran Jurado.
Por lo demás, no queda más que los jueces del orden común que no tienen más misión que conocer de los delitos cometidos por particulares. Supuesto que el delito cometido por los señores Gutiérrez y Cerecedo Estrada, en su carácter de funcionarios. no es un delito del orden común, está perfectamente fundado el dictamen al consignar este asunto a la Sección Instructora del Gran Jurado.
El C. secretario
¿No hay quién haga uso de la palabra? En votación económica se pregunta si está suficientemente discutido. Los que estén por la negativa, sírvanse ponerse de pie. Suficientemente discutido.
Se toma la votación del dictamen. En votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa, sirvanse ponerse de pie.
Aprobado.
Oficio del ciudadano Presidente Provisional, acusando recibo del oficio número 45, en que se le transcribe otro dirigido por el señor Vicente Navarro, quien a su vez acusa recibo de la cantidad de veinte mil pesos para haberes de tropa. De enterado y archívese.
Proposición de los señores Castellanos y Casta proponiendo un proyecto de manifiesto a los revolucionarios disidentes. Dictamen de la Comisión de Gobernación, en sentido aprobatorio.
Está a discusión. ¿No hay quién pida la palabra?
El C. Méndez
Pido la palabra.
Señores delegados:
No voy a oponerme en principio al manifiesto que se proyecta lanzar a la nación y especialmente a los jefes disidentes a esta Convención: pero me permito indicar a la Comisión o a los compañeros que han hecho ese dictamen, que está incompleto o, en otros términos, que está un poco ambiguo. Habla en abstracto de las necesidades nacionales o de las reformas políticas, económicas y sociales que debe llevar a cabo la Revolución; pero falta un capítulo importante, el capítulo primordial, sin el cual no se soluciona el conflicto nacional, y ese capítulo es la cuestión de la tierra; y la cuestión de la tierra ha sido la base esencial de la Revolución, y debe tocarse precisamente en ese manifiesto y exponer clara y terminantemente las intenciones que se tienen sobre la manera de resolver la cuestión agraria. De manera que en principio seria muy difícil que en el manifiesto se fueran a explicar los medios por los cuales llegaría a hacerse ese reparto de tierras, pero sí debe estar expresado de una manera clara y terminante que la Revolución y la Convención que la representa, tienen el propósito de resolver la cuestión agraria en una forma la más radicalmente posible. Yo quisiera que la tierra en masa fuera a parar en manos de los que la trabajan, pero como quiera que esto es difícil, quiero que se asegure que ese reparto se hará de la manera más radical, ya sea haciendo alusión al Plan de Ayala o no explique que la tierra va a ser de los trabajadores, que la tierra va a ser, como principal anhelo de ]a Revolución, de los que la cultivan, que será repartida y que quedarán satisfechas las justas ambiciones del peón, de quienes la han laborado; y que la Revolución por medio de esta Soberana Asamblea, muy principalmente se preocupará de satisfacer las necesidades del pueblo.
Ese manifiesto tiene que ser lo más preciso posible; es necesario que en él se diga que el Plan de Ayala se respetará, para que los jefes disidentes, entre los cuales hay muchos radicales, sepan a qué atenerse, que no crean que ese manifiesto sólo es una arma de dos filos, y que comprendan que la cuestión de la tierra será resuelta.
Propongo a los compañeros que redacten su manifiesto en ese sentido; que se haga alusión al problema agrario, porque, repito, es la base primordial para resolver el conflicto por que atravesamos.
El C. Castellanos
Señores delegados:
Yo, como uno de los firmantes del manifiesto, debo decir al señor Méndez que en este caso está perfectamente errado, porque este manifiesto no es absolutamente un programa de Gobierno, ni cosa que se le parezca. Este manifiesto no va dirigido a todos los habitantes de la República, sino única y exclusivamente a los disidentes a esta Soberana Convención. Los disidentes también están convencidos de que nuestras dificultades no son por cuestión de programa, esto lo han dicho ellos mismos, y nosotros, y ciertamente los ideales que perseguimos son casi y sin el casi los mismos.
Todos pensamos en la cuestión de las tierras, en lo que no tenemos diferencia de ideas, pero no es la única cuestión, y estamos convencidos de que son las cuestiones políticas esencialmente las que nos dividen, y este manifiesto se relaciona exclusivamente a la cuestión política, no trata de la cuestión social. El Plan de Ayala, que invoca el señor Méndez, recuerdo que en Aguascalientes lo aceptamos en principio; y ayer tarde lo defendimos nosotros más que los señores surianos; de manera que sale sobrando que digamos que se acepta el Plan de Ayala y que debe ser la base de nuestro manifiesto, que sólo trata de una cuestión política.
Esta no es la dificultad, señores, ni tampoco es la única base del conflicto la cuestión agraria, sino la cusetión política, la cuestión personal; reasumiendo más todavía, cuestión personal, y si estamos conformes con los ideales, y nadie nos lo podrá negar que tenemos que hablar sobre eso, ya vendrá el programa de Gobierno, y también tendremos tiempo y oportunidad de laborarlo aquí, y entonces sí cabe eso, todo lo que se quiera de la cuestión agraria; pero aquí este manifiesto es de otra naturaleza, es exclusivamente político, y sólo se ocupa de problemas políticos, y el problema político solamente se refiere por medio de las personalidades que son las que nos traen de un lado o de otro dificultades; de tal manera que deseamos que sea aprobado este manifiesto, toda vez que los principios son los mismos y no necesitan más que pasar a la categoría de ley. Lo que queremos es convencerlos de que dejemos las personalidades, puesto que los ideales son los mismos.
El C. Liñeiro
Para una alusión personal.
El C. Méndez
Pido la palabra, en contra.
El C. presidente
Tiene la palabra el ciudadano Liñeiro, para contestar una alusión personal.
El C. Cordero
No se ha hecho ninguna alusión al señor Liñeiro.
El C. Méndez
Me reservo para cuando haya hablado el señor Liñeiro.
El C. presidente
Suplico a los oradores, se sirvan pasar al foro, porque los señores taquígrafos, según acaban de manifestar a la presidencia, no escuchan a los oradores, y la Mesa ha sufrido una equivocación al conceder la palabra al señor Liñeiro, porque no escucha nada de lo que dicen los oradores; pero dada la aclaración del ciudadano Cordero, la Presidencia concede la palabra al señor Méndez, y le suplica se sirva pasar al foro.
El C. Méndez
No hay necesidad, señor presidente, me haré oír desde aquí, procuraré hablar suficientemente fuerte.
El señor Castellanos dice que lo que ha dividido a la Convención o a muchos de los jefes revolucionarios, es únicamente la cuestión personalista. Yo estoy con el señor Castellanos, en parte, porque indudablemente el personalismo ha tenido gran influencia en nuestras dificultades; pero hay que saber otra cosa que el señor Castellanos, seguramente no ignora, y es que la gente que se denomina carrancista, que los disidentes, acusan a la División del Norte de reaccionarios, de que entre sus miembros, hay muchos individuos conservadores, y que hay entre sus filas muchos individuos que tienen grandes intereses y no quieren que se resuelvan los problemas agrarios de una manera radical. Ese manifiesto, aunque es verdad que se debía dirigir a los disidentes, a los jefes militares va a ser leído por toda la nación, va a ser leído por el pueblo mexicano, y quizá el pueblo haya dado oído en todo o en parte a las insinuaciones en contra de la Convención, a las insinuaciones que los enemigos han hecho en contra de la División del Norte; es preciso que no sólo a los jefes militares se les satisfaga, sino también al pueblo, al pueblo que vale más que todos los militares juntos; a ese pueblo que tiene derecho de conocer, no completamente la manera cómo ha de resolver la cuestión; pero sí que sepa que la Convención es radical; que se ha aceptado el Plan de Ayala, pero que se diga que será repartida la tierra, y si es posible, que se le pongan algunos ejemplos como en Morelos y otros puntos de la República, donde ha comenzado a hacerse el reparto de tierras.
También el personalismo ha sido el motivo de la Revolución, en el fondo; pero se tienen pretextos de que hay conservadores en la División del Norte, que hay hacendados que se oponen a la repartición de las tierras, y quizá tengan razón, cuando menos en parte; es preciso satisfacer al pueblo mexicano, como a los militares y que se publique en la forma que debe hacerse, porque supongo que no va a mandarse en sobre cerrado, sino que se mandará en esta forma a los jefes disidentes y se dará a conocer fijándolos en las esquinas de todas las ciudades y de todos los pueblos donde la Convención pueda fijarlos.
En consecuencia, insisto una vez más en que deben agregarse unas palabras más sobre la cuestión de las tierras para que quede más explícito; insisto en que se agregue la cuestión de las tierras, porque si al señor Castellanos le parece que no ha sido motivo principal de la Revolución, yo estoy perfectamente convencido y conmigo todos los del Sur, y conmigo la República entera, que ésta ha sido la condición sine qua non de la Revolución; si no hubiera habido la cuestión del reparto de tierras, estoy seguro que habría habido solamente un motín pretoriano para quitar a Porfirio Díaz o a Bernardo Reyes, pero no habría habido una Revolución como la que hoy nos sacude. Las revoluciones no se hacen por caprichos, ni personalismos; obedecen a principios; y en este caso, la condición esencial, el motivo principal de la Revolución, ha sido el reparto de tierras, y esto, en mi concepto, es, quizá, la única o principal causa de la Revolución.
El C. secretario
La Mesa por conducto de la Secretaría, suplica a los señores delegados, en vista del giro que ha tomado este asunto, se sirvan inscribirse en pro o en contra.
También suplica la Mesa a los ciudadanos delegados, se sirvan pasar al foro porque los ciudadanos taquígrafos han manifestado que no oyen nada.
El C. López
Pido la palabra para una aclaración.
El C. presidente
Tiene usted la palabra para una aclaración, y le suplico se concrete mucho, porque no se debe hablar para interrumpiar a los oradores.
El C. López
Para aclarar al señor Méndez que en la División del Norte no hay elementos reaccionarios, como él ha indicado, entre los que figuran levantados en armas; y para informarle que si en Chihuahua el Gobierno está administrando las fincas es para fines revolucionarios, no para obtener provechos personales, todo lo que se obtiene es para sostener la Revolución.
El C. presidente
Tiene la palabra el ciudadano Castellanos (Voces: arriba, arriba)
El C. Castellanos
Señores delegados:
Yo me inscribí en el pro en principio, y digo en principio, porque creo que este Manifiesto es bueno, pero como todas las cosas, necesita oportunidad.
Este Manifiesto, como ustedes lo verán, tiene una fecha de hace varios días, desde los primeros acontecimientos, es decir, desde la huída del general Gutiérrez. Desde entonces se aceptó la idea de este Manifiesto; la situación se ha ido agravando más para nosotros, y yo creo que este Manifiesto tendría perfectamente bien su cabida en el caso de que nosotros pudiéramos ahora mismo entrar a la capital de México, o que supiéramos que el general Villa hubiera tomado la ciudad de San Luis o la de Guadalajara; o cualquier otro hecho de armas que nos pusiera en condiciones de creernos fuertes, entonces sí vendría perfectamente bien el Manifiesto, porque es un acto de nobleza y los actos nobles de la guerra se hacen a raíz de los grandes triunfos; entonces está perfectamente justificado. En tal virtud, sostengo este Manifiesto en su principio y me reservo esta misma idea para el momento en que crea que con la justicia que nos asiste llegue ese momento propicio, y entonces pediré que se ponga en acción.
He oído algunas opiniones acerca de que se trata de refutarlo en la forma; debo decirles, desde luego, que estoy de acuerdo en que lo reservemos para mejor oportunidad. Ahora, si antes había pedido la palabra en pro, era con el objeto de valerme de ese pretexto para contestar algunas argumentaciones que el compañero Méndez adujo con respecto a esto: dijo el señor Méndez que precisamente a la División del Norte se le tachaba de reaccionarios, porque precisamente había en ella varios individuos que poseían tierras y que ellos seguramente se opondrían a la repartición de tierras.
Yo le preguntaría al señor Méndez cuáles son esos elementos de la División del Norte, porque si es únicamente un cargo que hacen a la Revolución, la reacción o los carrancistas, creo que no debemos decirlos si no tenemos pruebas de ellos.
Por otra parte, me extraña que el señor Méndez crea en un cargo de esa naturaleza, y yo le rogaría que tuviera la bondad de acompañarme a un paseíto a las tierras de Michoacán, La Laguna, Zacatecas, Sonora, y la mayor parte de los Estados de la frontera, para que se convenciera de que se ha mejorado allí de una manera cierta, de una manera inmediata, la cuestión del proletariado, y verá cómo allí los obreros, los peones ganan sueldos perfectamente de acuerdo con sus necesidades actuales y con las promesas hechas por la Revolución.
Allí se han hecho efectivas todas las promesas de la Revolución, y todo lo que la Revolución ha confiscado, y todo lo que ha llevado a su seno no se ha dado a fulano o a zutano, sino que allí todo ha pasado a una Comisión, a un Cuerpo, a una Sección establecida en cada uno de los Gobiernos de los Estados, que si mal no recuerdo, se llama Oficina de Confiscación, en la cual se administran todos estos bienes; es una Sección Administrativa, donde todas las ganancias que se obtienen, poniendo a trabajar las tierras o industrias, todos esos fondos, entran oficialmente al Gobierno revolucionario, y el Gobierno revolucionario las reparte para las necesidades de la Revolución. Esto por lo que respecta a las propiedades; y, naturalmente, todos los operarios, todos los que trabajan, ya sea en las fábricas o en las tierras ganan buenos jornales.
Yo invito al señor Méndez para que recoja todos estos datos y vaya a ver al Norte, donde relativamente no hay miseria; hay miseria porque en toda la República la hay, pero allí no se ve la situación lamentable que hay del centro para acá. Allí inmediatamente se procede sin decirlo, pero se hace, pero yo insisto en suplicarle que vaya allá para ver cómo se maneja la División del Norte en este particular.
Por otra parte, yo creo que si el señor Méndez insiste en que esto lo pongamos nosotros en el Manifiesto, es desde luego inconveniente, porque como digo, este es un Manifiesto del orden puramente político, no tiene absolutamente ningua otra tendencia más que llamar aquí a los que no están con nosotros. Mucho se dijo en Aguascalientes, bastante se ha hecho por la Convención, bastante se ha hecho en el Estado de Sonora; por consiguiente, esos señores no pueden por ningún concepto, ponernos el pretexto de que nosotros no queremos tal o cual cosa; los hechos hablan más que las palabras; lo que no se ha hecho por ninguna otra facción, se ha hecho por la División del Norte. Por tal concepto, cualquier cargo que nos hagan los carrancistas, debemos desvanecerlos por medio de los hechos, no por medio de las palabras.
Nosotros los invitamos a que vayan a ver lo que ha hecho la División del Norte. Esta división, fraternalmente unida con el Ejército Libertador del Sur, han trabajado por el Plan de Ayala, que se llevó a Aguascalientes, cuyo Plan, tanto por nosotros, como por los carrancistas, se dijo que era el mínimo de lo que podía apetecer el pueblo y que si solamente eso pedían, era muy poco y se lo deberíamos dar.
Tampoco estoy de acuerdo en que diga el señor Méndez, que es la causa primordial de la Revolución. ¿Qué cree el señor Méndez que únicamente el acaparamiento de las tierras, es la causa social del elemento revolucionario? ¿Qué no sabe que hay muchos obreros que no tienen garantías? ¿Qué no sabe el señor Méndez que la Administración de Justicia ha estado por los suelos para los que no tienen dinero? La agricultura será una de las causas primordiales, pero no la principal; en mi concepto, repito, tanto derecho tienen los campesinos como los obreros, que después de veinticinco años de estar metidos en una fábrica y de estar tuberculoso ese individuo tiene derecho para que se le subvencione; a esos pobres hombres que nunca han tenido derecho para quejarse del patrón que los insultaba, a esos desgraciados que no podían ir a pedir justicia y de quienes abusaban.
Por eso digo que las causas de la Revolución son múltiples, han formado un conjunto homogéneo, que nos ha lanzado a la Revolución, no ha sido solamente la cuestión de la tierra. Yo aseguro al señor Méndez que si la tierra hubiera sido la única dificultad que había en México, no se hubiera hecho la Revolución; hubo otras causas y todas igualmente contribuyeron, cada una en su ramo, en su pequeño círculo.
La agricultura entre nosotros está muy poco desarrollada; nosotros tenemos más bien otras industrias, como la minera, por ejemplo, que es una de las grandes industrias que tenemos nosotros y aunque indudablemente sepamos que la agricultura nos da mucho y nos puede dar más, no hemos podido concebir que tanto en las épocas pasadas como en la actual, sea la causa principal para nuestras revoluciones.
En tal virtud, yo creo que se le debe dar verdadera atención; pero no debemos creer que la única causa de la Revolución es la cuestión de la tierra; no, señores, estoy de acuerdo en que sea una de ellas, pero no la única. Hay mucho que hacer en otros ramos, muchísimo y bastante grande. La Casa del Obrero, a la cual entiendo que -pertenece el señor Méndez, podría decirme si esta casa o agrupación no tiene muchos anhelos y muchas esperanzas en esta Revolución, muy justas y debidas aspiraciones; y ¿no es indudable, que un elemento más ilustrado -dispénsenme los señores agricultores-, y de más fuerza activa, necesita muchas garantías y tiene en la actualidad menos que los campesinos? Y así po.r el estilo, si vamos viendo en cada unO de los ramos, veremos que cada uno de ellos necesita grandes recursos para poderse respetar y valer y para que se les llame ciudadanos.
Por lo tanto, insisto, en que no se debe creer que sólo el problema agrario deba figurar en los manifiestos, debe figurar en todos, pero como esto no es un Manifiesto, ya llegará la época en que podamos lanzar uno, y allí podamos decir esto y mucho más, pero no quiero que se siente el principio que se ha sentado, durante muchos años, de que el problema agrario es la causa de la Revolución.
El C. Casta
Pido la palabra, para una moción de orden.
La moción de orden consiste en que parece que toda la Asamblea, en principio, acepta el Manifiesto; yo, como miembro de la Comisión Dictaminadora, estoy dispuesto a retirar el dictamen, para modificarlo en el sentido de que se expida ese Manifiesto en su oportunidad, y que se pase a la Comisión de Corrección de Estilo, para que lo redacte en la mejor forma, y adicionándolo con otros detalles que serían de interés en la época en que se expida; por tal motivo, yo creo, señores, que de esta manera se suspende la discusión.
El C. Secretario
La Mesa Directiva, por conducto de la Secretaría, pregunta si se concede permiso a la Comisión para retirar el dictamen.
El C. Méndez
Queda entendido que en el sentido de la discusión; en el concepto de que la Asamblea apruebe el dictamen y pasará a la Comisión de Corrección de Estilo; creo que no se van a suprimir sino unas cuantas palabras, como dice el señor Casta, relativo a las tierras.
El C. secretario
Con la modificación propuesta por el ciudadano Méndez, se concede permiso para retirar el dictamen y reformarlo. (Voces: en el sentido de la discusión)
El C. Wiella
Pido la palabra, para una aclaración.
Señores delegados:
Si el dictamen va a modificarse en el sentido de que ese Manifiesto todavía no es oportuno, sale sobrando hacerle hoy tal o cual modificación, que no debe hacerse hoy si no se puede aplicar mañana; en ese concepto, es preferible reservarlo para que se amplíe en su oportunidad, en el sentido en que se quiera. (Aplausos)
El C. secretario
La Mesa pregunta, por conducto. de la Secretaría, si se permite que se retire el dictamen para presentarlo en la forma que se crea conveniente en su oportunidad. (El mismo ciudadano secretario lee un dictamen sobre el telegrama que con fecha 2 de enero dirige el señor general Buelna, de Tepic, pidiendo instrucciones sobre la incautación de unas haciendas)
Está a discusión. La Mesa suplica a los ciudadanos delegados se sirvan pasar a inscribirse en pro y en contra, para que haya orden en la discusión.
El C. Ortiz
Suplico a la Secretaría, se sirva dar lectura nuevamente a la parte resolutiva del dictamen.
El C. secretario
Con mucho gusto. (Le da lectura)
El C. presidente
Suplico. a los ciudadanos delegados, que se sirvan guardar el maYor silencio. (El ciudadano. secretario lee nuevamente la parte resolutiva del dictamen)
El C. presidente
Tiene la palabra el ciudadano Méndez.
El C. Méndez
Creo que el ciudadano Nieto está inscrito antes en contra y desearía que hablara primero.
El C. secretario
Dice el señor presidente que el orden es que primero hable el pro y luego el contra, alternándose los oradores. Se suplica al ciudadano Méndez tenga a bien pasar al foro.
El C. Méndez
Desde aquí me haré oír.
El presidente
Muchos de los señores delegados, y los señores taquígrafos, me han manifestado que no oyen nada.
El C. Méndez
Pido a alguno de los miembros de la Comisión Dictaminadora, que funde su dictamen.
El C. Soto y Gama
Debo decir al señor Méndez y en general a esta H. Asamblea, que los fundamentos del dictamen son muy claros y perfectamente precisa su forma.
En el dictamen no se trata más que de aplicar los principios de la Revolución; Se trata de destruir el latifundismo, de reconstruir los ejidos, que son condición esencial de vida de los pueblos.
En cuanto a que esas fincas no presentan orden alguno y lejos de producir utilidades ocasionan pérdidas, bastará dar orden al ciudadano general Buelna para que se tenga más cuidado con la administración de las fincas, y que no se produzca el absurdo de que esas fincas, sean causa de pérdida en manos de la Revolución, en el resto de la discusión se verá esto. Si estuviéramos en una Asamblea de reaccionarios, se tendrían que decir muchas cosas; pero, por fortuna, estamos en una Asamblea de revolucionarios.
El C. presidente
Tiene la palabra, en contra, el ciudadano delegado Nieto.
El C. Nieto
Señores delegados:
Anticipadamente declaro que al hablar en contra de la parte resolutiva de este dictamen, sé que voy a merecer el calificativo de reaccionario o de burgués, que, a falta de argumentos, se esgrime en esta Asamblea contra todos aquellos que no estamos de acuerdo con el socialismo particular de muchos que predican determinadas teorías, con el propósito de confundirnos y de echarnos encima la opinión de la Asamblea. Hecha esta declaración, voy a hablar en contra de la parte resolutiva del dictamen.
Empiezo por manifestar que estoy de acuerdo con la parte resolutiva que dice, que se tenga en cuenta el artículo 6° del Plan de Ayala, para repartir los terrenos intervenidos, las haciendas o lo que sea, en los pueblos que hayan sido despojados de ellos; pero, en cambio, estoy en contra de la parte resolutiva, que dice que se respeten las intervenciones hechas por las autoridades revolucionarias anteriores, por motivos que voy a expresar lo más claramente que me sea posible.
La Revolución, en mi concepto ha tenido sobre la causa de la repartición de tierras y sobre las demás causas en general, una causa que puede llamarse la causa fundamental de todas las demás causas: la de la justicia. Justicia para repartir tierras, justicia para garantizar la vida de los hombres; justicia, en fin, para disfrutar equitativamente las prerrogativas a que nos dan derecho las instituciones; no considero, pues, de justicia, que así, sin más fundamentos que el de destruir los grandes latifundios, se diga inmediatamente: respétense las expropiaciones hechas por las autoridades anteriores y reténganse las fincas en poder de las fuerzas convencionistas.
Con un desconocimiento absoluto de las realidades que por los ojos de muchos de nosotros han pasado, se ha dicho eso. Las fincas intervenidas, en la mayoría de los casos, es absolutamente cierto que en lugar de producir utilidades al Gobierno de la Revolución, le están quitando los pocos recursos de que dispone, lo cual demuestra lo inconveniente de retenerlas en nuestro poder.
Casos concretos podría citar muchos, en apoyo de esta verdad, pero para citarlos sería preciso hacer una lista inmensa de personalidades y de cargos para estas mismas. Básteme decir que en el Estado de San Luis y parte del de Tamaulipas, en donde he presenciado esto, cada una de las intervenciones hechas no ha venido a favorecer al pueblo, ni ha venido a parar en manos del pueblo un solo pedazo de tierra, ni se ha beneficiado en nada al proletario; con un solo grano de maíz, no se ha beneficiado a los hambrientos, ni a los desheredados. Causa rubor y vergüenza decirlo, causa tristeza pero es necesario; las intervenciones han venido a proporcionar brillantes a las manos de quienes las han hecho; han proporcionado capitales a los que antes de ir a la Revolución no tenían un solo centavo ... (Aplausos) ... y que hoy se pasean orgullosamente, vanamente, por las calles de la metrópoli de México, y por las calles de las capitales en automóviles cuya procedencia no podrian justificar debidamente. (Aplausos)
En cambio, debo decir a ustedes que en el Estado de San Luis, donde, repito, he visto con mis propios ojos el resultado de esas intervenciones, las fincas han quedado completamente destruídas, se les han sacado las semillas, las pasturas, los aperos y útiles de labranza; se les ha sacado todo, absolutamente todo, hasta convertirlas en campos yermos, en desiertos donde ni con millones de pesos se podría sacar actualmente provecho, porque todo el mundo sabe que para sembrar esas tierras se necesitaría gastar millones de pesos, porque todo el mundo sabe que para sembrar las tierras, para labrarlas, se necesitan arados, y éstos no hay con qué comprarlos; porque todo el mundo sabe que para administrar una finca se necesita un administrador honrado, que lejos de aprovechar el dinero de las rayas para su enriquecimiento personal, lo distribuya equitativamente en todos los gastos que indudablemente debe hacer para la laboración y sostenimiento de aquella misma finca.
Las fincas de algunos Estados, pero principalmente de los que conozco, no digo en manos de los gobiernos, que siempre han sido malos administradores, sino de los dueños que están interesados en sacar de ellas todas las utilidades, no producirían ahora un solo centavo. ¿Saben ustedes lo que ha sucedido con la famosa intervención de fincas en algunos Estados? Pues, sencillamente, que se está matando la gallina de los huevos de oro, que se está matando la riqueza nacional, porque esa riqueza ha ido a parar en manos de unos cuantos que no se ocupan más que de dilapidarla y que la juegan y se embriagan con ella. Repito, sólo ha servido esa intervención para sacarles a las fincas hasta el último centavo que pudiera realizarse de sus productos.
La riqueza ha desaparecido, y esa riqueza actualmente no es para los dueños de las fincas, ni es para los pobres que no están con la Revolución, ni es para los pobres que están con la Revolución: lo primero que se necesita para que coma un individuo, es que haya qué coma, y puesto que se ha destruído todo lo que había, no lo podrá tener nadie, porque ya no existe. Si tontamente nos empeñamos en seguir con las teorías de que por no ser burgueses y reaccionarios vamos a seguir reteniendo esas fincas que no podemos administrar, nada práctico habremos hecho por la Revolución.
Insisto: antes que los principios socialistas, antes que los principios conservadores, antes que todo eso, está el principio de la justicia, base indiscutible, base fundamental de donde emanan todos los principios. Sin justicia no podrá haber socialismo, sin justicia no podrá haber igualdad para los hombres, sin justicia no podrá haber garantías para el comercio, para la industria, para la agricultura, para nada de lo que pudiera constituir nuestra vida nacional.
¿Se quiere repartir las tierras? Sí, señores, repartirlas, pero repartirlas equitativamente, con justicia. ¿Se quiere repartir las tierras? Pues apropiémonos las tierras, sin olvidar el principio de justicia, despojando de ellas sólo a los que las han habido ilegalmente. ¿Se quiere repartir las tierras, repito? Pues hagámoslo en una forma equitativa y razonable. No deben destruirse de una manera sistemática los grandes latifundios, como lo pretende el señor Soto y Gama, porque, en mi concepto, no se debe destruir para repartir después lo que ya no existe. Mientras que repartimos las tierras, mientras que las damos a esos pobres campesinos que no las tienen, según lo decimos todos los días, es necesario que la tierra se conserve, es necesario que no se destruya, que no se le quite lo que pueda hacerla productiva; no estamos para administrar haciendas, estamos para organizar hombres que vayan al campo de batalla, estamos para arbitrarnos recursos para sostener a esos mismos hombres y para poder proporcionarles armas.
Debemos ocuparnos de estos y otros problemas del momento que son más graves y más interesantes que el de la intervención de las haciendas, que malamente están en manos de los generales, así se trate del general Buelna o de otros honorables como él, pues no creo conveniente que dejen la dirección y el mando de sus fuerzas para ir a convertirse en administradores de fincas intervenidas. Seguramente que el cerebro del señor general Buelna y el de cualquiera otro no será infinito para que pueda abarcar la dirección de las operaciones militares y la dirección de las fincas.
Y, además, mal se puede pretender que el señor Buelna vaya a ser un buen administrador, cuando no tiene recursos para hacer producir esas fincas. Por otra parte, tampoco debe pretenderse que el señor general Buelna ponga otro administrador, sencillamente porque no lo tiene. Me supongo que no creerán ustedes que el señor general Buelna va a poner a un coronel o a un sargento, o un soldado, para que administre fincas, porque los señores coroneles, soldados, sargentos y todos los hombres de machete, son pésimos administradores. (Risas)
Seamos razonables; seamos socialistas, pero seámoslo de verdad. En teoría, repartir la tierra es muy fácil, saber repartirla es muy difícil. Este reparto no lo vamos a hacer nosotros; repartir la tierra queda para criterios un poquito más ilustrados que los nuestros ... (Aplausos)
Nosotros estamos diciendo todos los días que se les van a repartir tierras a los desheredados; pero de hecho queremos que llenen su estómagos con discursos. Ya empalaga la cuestión de las tierras; hablemos menos y obremos más; procuremos conservar la riqueza de las tierras para que en el momento en que sean repartidas, se den tierras productoras y no desiertos, ruinas; que en el momento en que reciban tierras los pobres, la reciban en condiciones de poder trabajarlas; por eso estoy en contra del dictamen, pues dice que se retengan las fincas, sin pensar en las consecuencias. Esa retención va contra la riqueza nacional, que cualesquiera que sean las manos que las retengan en este momento, y si las fincas continúan militarmente ocupadas, como lo están apora, si habían de acabarse sus productos en ocho meses, se acabarán en una semana, y entonces se repartirán a los pobres barro y lodo para que hagan adobes, porque la tierra no producirá otra cosa. (Aplausos)
El C. Méndez
Señores delegados:
Comenzaré por decir que estoy de acuerdo con gran parte de los argumentos del señor delegado Nieto; pero no con todos absolutamente.
Cuando comenzó su discurso, muy brillante por cierto, comenzaba diciéndonos que la Justicia era la causa principal de la Revolución, o más bien dicho, que las injusticias eran las causas que habían provocado la misma. Estoy conforme con esto. Nos dijo en seguida que el latifundio era la causa primordial de la riqueza nacional; a esto no diré más que es verdad que el latifundio ha sido la causa de la riqueza nacional; pero hay que ver primero qué es riqueza nacional. No ha sido de los quince millones de habitantes esa riqueza, sino de unos cuantos señores latifundistas, y han sido ellos los que se han enriquecido y no la Nación. Es, pues, un sofisma, querer decirnos que el latifundismo ha sido la causa del enriquecimiento nacional; si se entiende tan sólo el hecho de que el enriquecimiento nacional es porque la nación ha producido tantos millones de kilogramos de trigo, eso está perfectamente para la economía política, pero no para la economía social. El hecho ha sido que el pueblo está bien miserable, ha sido, pues, el latifundismo, la causa de la Revolución y de la pobreza de la Nación.
El señor Nieto nos decía, y con muchísima razón, que la intervención de las haciendas ha beneficiado en primer término y en muchos casos a los interventores, y sin decirlo bien claro, nos ha insinuado la idea de que los interventores son muchos de los jefes revolucionarios. A eso, que yo lo admito, no quiero agregar más que esto: que los jefes revolucionarios son tan bandidos como los hacendados. (Aplausos)
Pero si de esto vamos a deducir que porque los generales se han vuelto bandidos debemos abandonar las tierras, en mi concepto no es éste el remedio; el remedio es hacer colgar a esos bandidos, sin fijarnos ni en sus galones ni en sus méritos como generales; la justicia debe ser pareja; pero tampoco vayamos a devolver a los hacendados la tierra para que la manejen, con el pretexto de que pueden y saben manejarla. Yo propondría una cosa más sencilla: que todo el que quiera trabajar la tierra la trabaje en beneficio propio y donde quiera, y no hace falta saber si esos individuos tienen elementos para laborarla, pues estoy seguro que aun cuando fuera con un azadón o con algo semejante, le bastaría a ese hombre para trabajar su pedazo de tierra y poder mantener a su madre, a su esposa y a sus hijos; pero no deben, de ninguna manera, volver las tierras a las manos de los que el compañero Nieto conceptúa sus verdaderos dueños, porque los que como tales se conceptúan, son los herederos de Hernán Cortés, y contra ellos se ha empleado, justificadamente, la fuerza, las armas y la violencia. De manera que, repito, no hay ningún legítimo dueño de las tierras; los verdaderos dueños podemos decir, son únicamente aquellos que las trabajan.
El señor Nieto no formula en concreto la petición, pero sí la insinúa, diciendo que se deben devolver a los hacendados las tierras. A esto yo me opongo terminantemente. Estoy con el compañero Nieto en que los hacendados de hoy, que eran revolucionarios ayer, son tan sinvergüenzas como los otros; pero de esto no se deduce la conveniencia de devolver las haciendas a sus primitivos dueños; lo que debe hacerse es buscar administradores honrados y colgar a los sinvergüenzas, porque, de no hacerlo así, hoy será el general H., ayer el hacendado Z., y mañana se sucederán uno y otro y al fin resultará que aniquilarán la hacienda y acabarán sus productos, en beneficio personal. Esto ya lo insinuó el señor Nieto, pero, en mi concepto, no sólo se debe castigar a unos, sino que se debe castigar a todos; esto debe ser tomado en cuenta por la Asamblea. La Revolución debe ser inexorable con esos sinvergüenzas, pues la Revolución no se hizo para sancionar esos actos punibles, sino para castigar a todos ellos, sin excepción; pero no debemos decir que porque se han obtenido malos resultados al principio, vayamos a devolver las haciendas a sus primitivos dueños, porque eso equivale a poner en acción el adagio que dice que más vale malo por conocido, que bueno por conocer. Sigamos con el mismo sistema, teniendo en cuenta que los legítimos dueños son los que trabajan personalmente, y no vayamos a discutir si es socialismo o no; que se castigue a los que hayan robado; que se castigue a los ladrones, aun cuando lleven galones y estrellas, es lo que se necesita, y devolver las tierras a quien las trabaja: al pueblo, que es el verdadero dueño.
El C. Nieto
Pido la palabra, para una aclaración: Yo no insinué que se devolvieran a los hacendados las tierras; hablé en contra del dictamen, en el sentido en que está la parte resolutiva que está a discusión; yo no he insinuado nada todavía; propondría que se nombrara una oficina; yo no he dicho que se les devuelva a los hacendados, he dicho sencillamente que en manos del general Buelna, no estarían bien.
El C. presidente
Tiene la palabra, en contra, el ciudadano Casta.
El C. Casta
Señores delegados:
El dictamen que nos rinde la Comisión Agraria. está completamente viciado, y aunque el señor Soto y Gama y otros señores me llamen reaccionario y burgués, este dictamen está mal hecho, porque está hecho absolutamente sin conocimiento de causa. El señor Soto y Gama nos habló ayer de que el señor general Buelna tenía una gran participación en el Territorio de Tepic, y me atrevo a juzgar que el señor Soto y Gama no está bien interiorizado sobre el particular; el señor general Dozal sí está más familiarizado con los asuntos de Tepic, y esas intervenciones las hizo de manera arbitraria; no soy un perfecto conocedor del Territorio de Tepic; pero sí sé que tienen más ascendiente los Dozal que los Buelna; por eso digo que el señor Soto y Gama ha procedido sin conocimiento de causa.
Además, el señor Soto y Gama nos dijo ayer que no era de las atribuciones de la Comisión de Gobernación, el dictaminar sobre el particular, y yo me atrevo a sostener, aunque ayer, en un momento dado me ofusqué y dije que no era de la incumbencia de la Comisión de Gobernación, y acepté el trámite de que pasara a la Comisión Agraria, que sí tiene competencia.
En el caso actual, se trata de una cuestión que pudiéramos llamar meramente administrativa; no se trata de repartir las tierras sino de dar una contestación al señor general Buelna, diciéndole qué debe hacer con esas tierras que tiene intervenidas el general Dozal. Era más completo el dictamen de ayer, porque se facultaba al general Buelna para que procediera como creyera conveniente, porque sólo él conoce las circunstancias en que se encuentran esas haciendas, y podía hacer el reparto de conformidad con los principios del Plan de Ayala.
Nosotros, sin conocimiento de causa, estamos dando órdenes, sin saber de qué se trata, porque por un simple telegrama del señor general Buelna no es posible saber en qué condiciones se encuentran las haciendas de Tepic.
En tal concepto, señores delegados, yo suplico a la Asamblea tome en consideración lo que he dicho, a fin de que no vayamos a aprobar un dictamen enteramente vicioso, como el que nos presenta la Comisión Agraria; que esta Comisión pida mayores detalles al general Buelna, pero no aprobemos este dictamen, que es una orden.
¿Cómo sabemos de qué manera el general Dozal intervino esas haciendas? Indudablemente si esas haciendas eran de enemigos del general Buelna, no consultaría; pero indudablemente que debe haber cierta arbitrariedad en esa cuestión, y por eso consulta. Yo creo que no hay ningún inconveniente en que la Secretaría o la Comisión Agraria pida mayores detalles al señor general Buelna, a fin de poder dictaminar de una manera más sólida. Me parece que este dictamen adolece del grandísimo defecto que he señalado. Es decir, que el dictamen, sin conocer en qué condiciones se encuentran las haciendas de Tepic, proceda en la forma que lo hace.
Así, pues, señores delegados, ruego a ustedes, que se sirvan rechazar este dictamen para que la Comisión Agraria lo reforme en el sentido de pedir mayores datos al señor general Buelna.
El C. Soto y Gama
Señores delegados:
Voy de admiración en admiración y de sorpresa en sorpresa. El señor Nieto hace unos momentos ha declarado que los socialistas somos una especie de camellos que no sabemos ni dónde tenemos la cabeza.
Cree el señor Nieto que por el cariño que tenemos a las masas, no cariño de relumbrón, sino cariño que llevamos en el fondo de nuestras almas, nos hemos ocupado de la cuestión agraria, y no somos como él asegura, los que menos han estudiado esa importantísima cuestión, pues es para nosotros perfectamente conocida en todas sus menudencias y en todos sus detalles; conocemos la cuestión agraria, no sólo de nuestro país, sino también la cuestión agraria de la gran Revolución Francesa, la cuestión agraria de los Estados Unidos, y la cuestión agraria inglesa, y podremos, establecer comparaciones, demostrar al señor Nieto que tan poco revolucionario se mostró en este caso, que al oír su moción, me pareció estar escuchando alguna firmada por don Lucas Alamán o don José María Lozano. (Aplausos)
Me voy a ver en el caso de tener que decir al señor Nieto cómo se hace el progreso de los pueblos, cómo para realizarlo hay que destruir miles de obstáculos, y cómo los reaccionarios tienen siempre pretextos para impedir ese progreso, y cómo todo lo que es revolucionario significa una transición dolorosa, como doloroso también es tener que darle al señor Nieto una lección de historia. (Risas)
La clase de historia es muy sencilla: En la Revolueión Francesa vino el hambre, vino la falta de cultivo de los terrenos, vino una inmensa porción de terreno en barbecho, vinieron otras mil calamidades, pero no por eso se acabó la riqueza de la tierra, porque la riqueza de la tierra está en la tierra, está en los gusanillos que llevan esos microorganismos, de que nos hablan los sabios. Así que no porque se acaben los arados, ni porque se acaben los cultivos, se acabará la riqueza de la tierra, se acabará la riqueza de la nación; por lo tanto que no se asuste por la obra destructora de la Revolución el Sr. Nieto porque de lo contrario, razón habría para decir que necesitamos a un Porfirío Díaz, a un Huerta, o a nuestros sabios, a esas lumbreras del Partido Científico, como los Macedo, los Casasús, o esos grandes industriales, a esoS grandes hombres de acción, a esos grandes latifundistas, dueños de vidas y haciendas, a esos Creel, a esos Terrazas, a esos Noriega, y tendremos que declarar que a esos hay que proteger, y según el señor Nieto a esos hay que devolverles las tierras de cultivo; el señor Nieto quiere que volvamos a estar amparados por títulos como los de Noriega, que sabía armarse de veinte millones de pesos, o por los títulos de Creel que sabía traer arados o introducir mejoras, cuando en realidad no eran más que unos hábiles ladrones que robaban al pueblo.
No hay más que dos formas de entender la cuestión: o creemos que el pueblo sabe administrar por sí mismo sus intereses o creemos que nuestro pueblo necesita de directores hasta para labrar la tierra. O somos revolucionarios o somos reaccionarios, enemigos del pueblo, que es el único que tiene derecho para labrar la tierra y comer sus productos; si nuestros labradores se van a morir de hambre, ellos que han trabajado la tierra, ellos que le han dado de comer al señor Nieto y a todos nosotros, durante siglos, entonces para nada ha servido la Revolución, entonces, según el señor Nieto, necesitamos que vuelvan a posesionarse de toda la extensión de la República, para que nos vengan a enseñar los procedimientos de cultivo, un Terrazas o un Iñigo Noriega, entonces tendremos que confesar que la Revolución ha fracasado, y que ha sido estéril derramar tanta sangre para conquistar las libertades del pueblo.
La verdad es que estamos en un período de transición, en un período revolucionario que se caracteriza por este estado de miseria actual; tiene que venir por unos momentos el caos, la suspensión de trabajos. Entre nosotros no puede suceder como con el campesino francés que tiene lo que él llama la media de lana, en la que tiene un montón de centavos, un pequeño ahorro, con el cual puede vivir sin trabajar la tierra, y esto no puede suceder en nuestro país; no tienen los campesinos esa media de lana, esos ahorros, y por eso es que para lograr que lleguen a disfrutar de esos recursos y que tengan esos ahorros, es preciso comenzar por la creación de los Bancos Agrícolas; pero no debemos empezar por la segunda píldora como pasó con aquel enfermo a quien le dijeron que la primera píldora le sabría mal y dijo: empezaré por la segunda. (Risas)
Es odioso ese acaparamiento de la tierra por los ricos, pues el pobre va mendigando de tierra en tierra y regalando su trabajo a los pocos ricos que quieren cultivarla.
Esto se acabaría con la creación de los Bancos Agrícolas, administrados honradamente y los cuales podrían repartir aperos de labranza en más abundancia de la que supone el señor Nieto, esos Bancos podrían repartir a los agricultores semillas, abonos, maquinaria, ganado, semovientes, etcétera, etcétera. Y eso tendrá que venir, más o menos tarde, porque nuestro país es inmensamente rico, y no se va a acabar el país porque la hacienda de la Angostura, de Espinosa y Cuevas, que tanto echa de menos el señor Nieto, no se cultive y porque se hayan robado los pésimos ganados pertenecientes a esa hacienda.
Se nos dice que en el Norte se han hecho muchas cosas buenas a favor del pueblo, y realmente no he visto en San Luis Potosí que se haya hecho nada en favor del pueblo, y sí he visto que se devuelvan sus tierras a los hermanos Muriedas por intrigas con Eulalio Gutiérrez, a quien llaman su salvador, y quien mediante ciertos contratos onerosísimos, ha acaparado la mayor parte de las haciendas de San Luis Potosí, para devolverlas a sus propietarios; mediante exorbitantes cantidades de dinero.
Esas son las haciendas que dice el señor Nieto que no producen ni un solo centavo, ni en manos de los hacendados, y yo le contesto al señor Nieto que ya quisiera tener una de esas haciendas y vería si le sacaba dinero ... (Risas) ... aun cuando esa hacienda estuviera en el Territorio de Tepic o en San Luis Potosí.
¿Sabe el señor Nieto dónde radica el principal obstáculo para el reparto de tierras? En los hacendados, que al verse amenazados con la confiscación definitiva que tendrá que venir tarde o temprano, se valen de cuantos medios están a su alcance para desprestigiar a la Revolución y esa confiscación definitiva no puede venir en estos momentos en Tepic, porque no es posible que el general Buelna se erija en juez y el gobierno se erija en un Tribunal para juzgar si tal o cual propiedad es de amigo o enemigo, y que el Gobierno se erija en un Tribunal tan peligroso y de facultades tan amplias.
Los hacendados ante el peligro de una confiscación, todos han abandonado sus fincas, ellos son los que han establecido el hambre para el pueblo, ellos son los que en Guanajuato, al solo anuncio de que se les iba a confiscar, retiraron sus administradores a México, y entonces los jornaleros que en Guanajuato ganaban cuarenta o cincuenta centavos, han tenido que emigrar de hacienda en hacienda, para venir a regalar su trabajo en Querétaro en diecinueve centavos. ¿Es culpa de la Revolución esto de la falta de trabajo? ¿Vamos a darles el gusto a los señores hacendados, para que sobre esos abusos todavía les quede la facultad de pedir que se les devuelvan sus haciendas? ¿Entonces cómo cree el señor Nieto que va a hacerse esta Revolución? Se ha derramado sangre a torrentes, han caído millares de mexicanos y luego el señor Nieto nos viene a decir: con discursos no se hace la Revolución; que estamos perfectamente equivocados los socialistas que hemos engañado al pueblo; que el hambre se está enseñoreando del país; que la riqueza nacional se está acabando; y la tierra, en lugar de dar maíz va a producir adobes; la República Mexicana se va a convertir en un desierto, porque se dejan de cultivar las haciendas de San Luis o de Tepic; que vengan los hombres de ciencia, que vengan los señores de horca y cuchillo, que vengan esos hombres ilustres que son los únicos capaces de hacer producir maíz a una tierra, que vengan ellos con un filtro mágicó a hacer producir esta tierra, a devolverle su fertilidad, porque se volvió estéril desde que desaparecieron los hacendados, desde que desaparecieron los administradores, desde que desaparecieron los capataces; se acabó la fertilidad de Morelos, porque no está Escandón, porque no está Ramón Corona, porque no está Alarcón, que venían cada cuatro meses a divertirse a sus fincas; los socialistas deben ser fusilados y debemos volver al procedimiento primitivo. Tienen razón los reyes de España, tienen razón los conquistadores; se equivocó el Cura Hidalgo, se equivocó Juárez y todo el mundo que ha querido establecer reformas; que se vuelva al arado primitivo; que se vuelva al jornal de 25 centavos; que se vuelva a la explotación del jornalero y que cada hacienda sea un castillo feudal, en que se tire de balazos al infeliz jornalero que pida que se mejore su condición.
Pero el señor Nieto se equivoca; no es esta la cuestión; debemos conformarnos con la actual situación; ya mejoraremos a nuestros jornaleros, todo tiene que venir como producto de la Revolución; necesitamos hacer la ley agraria, y para crearla, necesitamos, previamente, impedir que los hacendados conspiren; y conspirarán y tendrán recursos y dinero para organizar una reacción formidable si les dejamos las tierras en sus manos; nuestra mira principal debe ser defender y afianzar los ideales de la Revolución, y para lograrlo, debemos desarmar a nuestros eternos enemigos, los hacendados.
Si Juárez a pesar de sus grandes defectos, no hubiera desarmado al clero, coníiscándole todos sus bienes, el clero se hubiera sublevado y se lo hubiera comido; y eso nos pasará a nosotros si les dejamos a los hacendados su tierras, si no les quítamos esa arma terrible que les dan sus fincas.
Que venga la obra de la Revolución como debe venir: primero la parte destructiva, primero desoladora con sus grandes crisis, con ese enorme sacrificio de vidas, con esa gran miseria y con todas esas calamidades que duraron diez años en Francia y que, sin embargo, no acabaron con la riqueza de Francia, y que, sin embargo no acabó la Sociedad Francesa; que venga ese período destructivo que es en el que estamos, y que luego venga el período reconstructivo en que se verá que la tierra es mucho más feraz, cuando todo el producto eS para el trabajador, porque es imposible que el trabajador trabaje con gusto cuando no tiene pan para sus hijos, no tiene segundo vestido que ponerse, y en cambio el señorito gasta el dinero y gasta automóviles que llaman la atención del señor Nieto, en manos de los revolucionarios de hoy, y no llaman su atención en manos de los señoritos de ayer; de manera que en lugar de perder el tiempo con discursos vanos, los que estamos defendiendo la obra revolucionaria, debemos tener cuidado en esta Asamblea con los discursos de los que vienen precisamente con palabras elegantes y floridas y COn argumentos desJumbradores, a sostener la tesis reaccionaria, tan fácil de defender; siempre será fácil defender el pasado, porque siempre será más fácil defender la rutina, defender la comodidad de estar sentados viendo que pasan los ricos disfrutando, los pobres sufriendo con resignación, con mansedumbre evangélica, como han sufrido desde que el Salvador del Mundo vino a fracasar a esta tierra; y estuvo a punto de salir de los labios del señor Nieto: habéis nacido para callar y sufrir.
Somos muy poco ilustrados, nuestra obra revolucionaria ha fracasado, sigamos con las tradiciones del pasado, escuchemos los consejos de don Porfirio; escuchemos los consejos de esos hombres de trabajo, de esos hombres de orden, que eran indispensables para el progreso del país, el pobre será lo que ha sido siempre. Todo esto es lo que nos dice el señor 'Nieto, y francamente yo no entiendo las razones del señor Nieto para defender semejante tesis; yo no lo llamo ni burgués ni científico ni reaccionario; pero francamente el señor Nieto ha hecho la crítica más amarga de la Revolución; aunque le quepa la satisfacción de haberlo venido a hacer con galanura, pero de ninguna manera en bien de la Revolución.
Los que creemos en la Revolución, los que creemos en la redención del proletario, venimos a decir al señor Nieto: nosotros queremos que se quiten las haciendas a los hacendados, puesto que en sus manos no han producido la riqueza de las tierras, sino que han producido la destrucción del progreso nacional y que aquí, como en Italia y en todo el mundo producirían la miseria, al convertir campos fértiles en verdaderos desiertos como sucede en San Luis, Sonora, Chihuahua, etc.; al talar los bosques en la forma que se ha hecho aquí, y todo, señores, toda esa inmensa riqueza desapareció bajo la acción de los latifundios. Aquí viene de molde la frase de Plinio al referirse a la riqueza de Italia: latifundii perdivere Italia, los latifundios perdieron a Italia, y entre nosotros, los latifundios han perdido la riqueza nacional. Los latifundios constituyen la vergüenza de los pueblos y son, como lo entenderá el señor Nieto, la causa única de la Revolución actual.
El C. Nieto
Pido la palabra, para una aclaración.
En primer lugar, empiezo por decir al señor Soto y Gama que siempre me ha inspirado profundo respeto su talento y sus teorías y sus conceptos, que son bellísimos. Nos acaba de decir que él ha estudiado el socialismo en Inglaterra, en México y en otras partes del mundo, habidas y por haber; pero con todo y esos estudios, señor licenciado, yo no veo, por ningún lado, que usted haya podido repartir tierras hasta ahora.
Otra aclaración. El señor licenciado Soto y Gama dice que yo defiendo al latifundista, y el señor licenciado Soto y Gama me atribuye una afirmación que yo no he hecho. El latifundio es una cosa y el latifundista es una persona. El latifundio lo defiendo, como ninguno; al latifundista no lo defiendo. Defiendo al latifundio, es decir, al terreno nacional. Latifundio, sencillamente, es una gran extensión de terreno. Yo, contra lo que voy, es contra el hecho de que ese latifundio, que antes estaba en manos de un hacendado, como Iñigo Noriega, pase a las manos de un general, porque entonces, de todas maneras, ya sea don Iñigo Noriega o un general, sigue siendo una persona, un gran terrateniente con perjuicio de los que no lo son.
Otra aclaración: el señor Soto y Gama dice que nos conformemos con la situación actual; pues entonces, vámonos a nuestra casa. ¿Para qué estamos aquí si nos hemos de conformar con la situación? Si estamos aquí, es precisamente porque queremos mejorarla; por eso todos los días estamos aquí cambiando ideas y dictando medidas encaminadas a la reconstrucción de lo que la Revolución ha destruido; yo francamente, si he sabido que venimos aquí para conformarnos con la situación, me hubiera quedado en mi casa tranquilamente.
Otra aclaración: El señor Soto y Gama dice que yo protesto contra los poseedores de automóviles en la actualidad, y no contra los de los tiempos pasados; pero olvida el señor Soto y Gama que cuando él se quedó en México, yo ya estaba desterrado en los Estados Unidos por protestar contra el sistema de los ricos, que ya desde entonces me parecía tan injusto como me parece ahora, y como me parecen ahora los perjuicios que contra los desheredados se causan por el grupo de jefes que han confiscado las tierras con el pretexto de repartirlas, pero que disfrutan de ellas y no las reparten.
Esas son las cuatro aclaraciones que deseaba hacer.