Índice de Crónicas y debates de la Soberana Convención Revolucionaria Recopilación de Florencio Barrera FuentesPrimera parte de la sesión del 6 de febrero de 1915 Primera parte de la Sesión del 8 de febrero de 1915Biblioteca Virtual Antorcha

CRÓNICAS Y DEBATES
DE LAS SESIONES DE LA
SOBERANA CONVENCIÓN REVOLUCIONARIA

Compilador: Florencio Barrera Fuentes

SESIÓN DEL 6 DE FEBRERO DE 1915 CELEBRADA EN CUERNAVACA, MORELOS
Segunda parte

Presidencia del C. Delegado Otilio Montaño


El C. Nieto

Pido la palabra para una moción de orden.

Nuestra falta de práctica parlamentaria nos hace seguramente, con alguna frecuencia, apartarnos de las cuestiones a debate. Yo noto en este caso particular un desquiciamiento completo de parte de la Asamblea sobre lo que debiéramos estar discutiendo. Se trata, sencillamente, de dar respuesta al telegrama del señor general Buelna, y nos hemos profundizado tanto, que hemos entrado de lleno a discutir la cuestión agraria en todo el pais; por tal motivo, como moción de orden, y, además, moción razonable, acabamos de presentar una que viene a orientar el criterio de la Asamblea; yo quiero discutir de lleno la cuestión del problema agrario, y no en el caso particular de Tepic. La moción, si tuviera la bondad el señor presidente de ordenar su lectura, creo que pudiera resolver el caso presente, para que se nos deje también tiempo para dar contestación al señor general Buelna.

La cuestión de la nacionalización de las tierras, atañe a toda la República, y no solamente al caso particular de Tepic, y me parece que sobre el caso particular del señor general Buelna no debemos extendernos tanto.

El C. Soto y Gama

Voy a contestar la interpelación hecha por el señor Nieto y manifiesto que está mandado por la orden del dia que se discuta el caso de Tepic, y la proposición hecha por el señor Nieto y demás compañeros, es relativa a que se suspenda esta discusión y se excite a la Comisión correspondiente para que presente la ley que debe abarcar el reparto de terrenos en toda la República. Si la Presidencia da cabida a esta proposición, creo que viola la orden del dia.

El C. Nieto

Precisamente, señor, porque se relaciona con la cuestión que estamos tratando, hemos presentado esta proposición, y hemos pedido permiso a la Asamblea, que, con su buen criterio, dirá si se relaciona directamente con el asunto y si lo toma en cuenta o no.

El C. presidente

La Presidencia se permite advertir al señor Nieto, que la orden del dia es para prevenir cualquiera novedad que pudiera presentarse. Hace dos dias que se está discutiendo el dictamen reformado en el sentido de la discusión, y resulta ahora un grupo de delegados pidiendo que se suspenda la discusión; si generalizamos este trámite y dejamos que se permita que, contra la orden del dia, se suspenda la discusión, comprenderá el señor Nieto que eso no es ordenar los debates ni garantizar el orden en las discusiones, sino que es prestarse, en muchos casos, no diré en el presente, a subterfugios peligrosos. (Varias voces: Pido la palabra)

Tengo que volver al debate y conceder la palabra a los oradores; pero la Asamblea dirá si está suficientemente discutido.

El C. Borrego

Pido la palabra para una moción de orden; para apoyar la petición que hace el señor Nieto.

Las prácticas parlamentarias indican que ningún dictamen puede interrumpirse, salvo el caso en que se proponga una moción suspensiva sobre la discusión; en ese caso la apoyo, y debe de permitirse al autor de la moción que la funde y que hable en pro o en contra de ella cualquier otro miembro de la Asamblea; hecho esto, se preguntará si se acepta, y creo que debemos atenernos a este procedimiento, porque es perfectamente recto y perfectamente lógico. También los casos de suspensión de discusiones son muy contados, pero existen, y en este caso pudiera tener razón la moción suspensiva que hace el señor Nieto; pero si creo que no procede, porque está en la conciencia de todos, que debemos discutir este asunto capital, que viene a resolver sobre lo que se refiere a la cuestión agraria, como nos lo ha indicado el señor Nieto empiricamente.

Suplico al señor presidente muy respetuosamente, lo consulte a la Asamblea para que apoyen la moción que ha hecho el señor Nieto y que se le permita fundarla.

El C. presidente

La Presidencia no puede hacerse responsable de la alteración del orden de los debates, asi es que, bajo la responsabilidad de los autores, va a preguntar si se suspende el debate; pero haciéndose eco de la proposición del señor Borrego, debe decir que las proposiciones suspensivas tienen por origen un incidente, y en este caso, en que la Asamblea va a llegar a una resolución definitiva, no cree conveniente la moción.

El C. Nieto

Me está usted impugnando mi proposición, y la Asamblea todavía no la discute.

El C. presidente

Estoy impugnando el desorden.

El C. Nieto

Me la está usted discutiendo.

El C. Borrego

Pido la palabra para indicar un procedimiento muy sencillo que dará fin a esta cuestión: que se lea la proposición y que se le conceda al señor Nieto la palabra para que apoye los motivos que tenga para que se suspenda la discusión, e inmediatamente que se pregunte a la Asamblea si acepta o rechaza la proposición. Si se rechaza, continúa la discusión del dictamen.

El C. presidente

Va a darse lectura a la proposición.

El C. secretario

Dice así:

Los subscriptos proponemos a esta H. Asamblea, por estimarlo conveniente, que se suspenda la discusión del proyecto a debate, referente a la contestación que debe darse al mensaje del señor general Buelna, relativo a lo que debe hacerse con los terrenos intervenidos en el Territorio de Tepic, y que se excite al mismo tiempo. a la Comisión Agraria para que sin demora proceda a la formación de la iniciativa de ley para el reparto general de las tierras en toda la República.

Cuernavaca, a 6 de febrero de 1915.
José E. Níeto.
Alberto B. Píña.
José Casta.
Luis Zubiría y Campa.
Angel Castellanos.

El C. presidente

Como la Presidencia no está ni a favor ni en contra en ningún sentido, va a conceder la palabra al señor Nieto y después a alguno de los oradores solamente, porque si no, resultaría que nunca se acabarla la discusión. (Voces: Pido la palabra en contra; pido la palabra en pro; qúe se pregunte antes si se toma en consideración)

La costumbre ha sido que siempre que se altere el debate, es porque la proposición ha sido tomada en consideración.

El C. secretario

La Secretaría pregunta a la respetable A,;amblea, si toma en consideración la proposición suscrita por los señores Piña, Casta, etc.

Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie.

No se toma en consideración. (Aplausos)

El C. presidente

Continúa la discusión. Tiene la palabra en pro el ciudadano general Montaño.

El C. Montaño

Ciudadanos delegados:

Acabo de escuchar, primeramente, que se dijo que sin conocimiento de causa habíamos extendido el dictamen, y debo manifestar a ustedes, que la causa no es desconocida para nadie, puesto que somos revolucionarios y que requiere toda nuestra atención. Por esa circunstancia me permito decir que nosotros hemos dictaminado con conocimiento de causa; también se dice que sin base; nuestra base está apoyada en una revolución trascendentalísima, que ni los romanos ni ninguno de los hombres del mundo ha resuelto sin gravísimos trastornos. Así, señores delegados, debo decir a ustedes, que la base de las revoluciones ha sido y es precisamente la cuestión agraria y que con esta Revolución tratamos de implantar varias reformas, pero la más importante es la agraria, la que hace temblar a los burgueses, a los reaccionarios, a los hombres que siguen con las mismas reglas, en un camino que nos han señalado nuestros antepasados, a los que no pueden tener otro camino más que el de la rutina.

Así es, señores, que debo manifestarles a ustedes, que no es como se dice que no ha habido una ley general para la República, y debo decir que sí la ha habido y qüe esa ley es uno de los ideales de todo revolucionario, es la bandera por la que van al sacrificio, y por la que derraman hasta la última gota de su sangre, y esa ley es él Plan de Ayala, esa resolución está fundada en el Plan de Ayala, que no beneficia a las clases opulentas, y no queremos que se pierda más tiempo en lograr ese ideal, y no deseamos que esté estancado el cultivo de esos terrenos; no, señores, porque nosotros queremos el progreso del pueblo, queremos dar al pueblo lo que realmente le corresponde, porque si fuera lo contrario, entonces, señores, en Morelos, en Guerrero y en otras partes, no se habrían repartido las tierras, entonces habríamos esperado que se resolviera el problema agrario; pero en las actuales circunstancias, sí tratamos de beneficiar al pueblo, principalmente al pueblo que tiene hambre, cuando los campos están desiertos; entonces, señores, creo yo que en vez de que nuestra obra alcanzara una alabanza del pueblo, ese pueblo protestaría contra nosotros, como debe protestar por estas vacilaciones, por estas dilaciones.

Tenemos ya un mensaje, que no es la solución del problema agrario, que no constituye un proyecto de ley, y estamos vacilando, cuando debemos resolverlo de plano y sin vacilaciones de ninguna clase, en una disposición que se dé por el momento en vista de las necesidades que se presentan en Tepic, como en toda la República.

En estos momentos vamos a dar una solución provisional, porque debemos contestarle desde luego, y sin vacilaciones, a quien consulta qué es lo que debe hacer en el presente caso, y en esa forma debemos resolverlo, mientras se da la solución definitiva del problema.

Así es, señores delegados, que esa solución satisface, en esa forma, las necesidades del pueblo, porque, señores, estamos perdiendo miserablemente el tiempo; es lamentable que un mensaje como el de que se trata no se resuelva de una manera violenta, para que se satisfagan las necesidades que tal vez estén presentándose en Tepic, y se satisfagan todas las demás necesidades de la República.

Para la solución del problema agrario se necesita un concienzudo estudio, se necesita que todos hagamos esfuerzos poderosos para llegar a una solución, de tal manera que queden satisfechas las necesidades del pueblo y no traicionemos los principios de la bandera por la que venimos luchando.

Se agrega, además, se pone como obstáculo, que existen propiedades extranjeras, y yo creo que no debemos traer esto aquí, porque tratamos de la nacionalización de la tierra, tratamos de que el pueblo se salve de la opresión, tratamos de que las haciendas, mejor dicho, los latifundios, desaparezcan, y de que la redención del pueblo sea un hecho y de que sus cadenas se despedacen y destrocemos para siempre el yugo de sus opresores. (Aplausos)

El C. Quevedo

Señores delegados:

La discusión de la respuesta al mensaje del señor Buelna ha sido raquítica, porque muy poco se ha hablado de lo referente al objeto de la discusión; los señores del pro han hablado hermosamente, como si estuvieran defendiendo la ley agraria, la repartición de tierras, que creo que no ha habido ninguno que impugne. Aquí han hablado de comunismo, que, entre paréntesis, la forma como lo ha presentado un orador me da risa. Los señores oradores del contra no han presentado más que un argumento aparentemente serio: el del respeto a las propiedades de los extranjeros, y digo aparentemente serio, porque eso tiéne una solución más fácil que la de las propiedades de los nacionales en un asunto meramente de forma; pero eso lo dejaremos para más tarde, para cuando se haga la ley agraria, no para el momento en que estamos, tratando un asunto meramente de forma. Yo creo, que aquí en la Asamblea, no hay ninguno que se oponga; no hay ninguno que se atreva a oponerse en la repartición de tierras. Algún señor orador nos llamaba pusilánimes, ciertamente era una sátira, la que estaba fuera de tiempo, era ridícula, porque no se puede llamar pusilánime a un hombre que ha estado luchando varios años y sufriendo y haciendo sufrir a su familia, por que el pueblo obtenga lo que necesita: su pedazo de tierra.

El asunto es muy sencillo, yo no pido más sino que las cosas se hagan inteligentemente, para llegar a un buen resultado; las haciendas, las grandes pertenencias, deben fraccionarse para entregarlas al pequeño propietario, al que va a formar la clase media futura; pero mientras se pueden entregar esas haciendas, mientras se pueden fraccionar, creo que es justo y es honrado y es práctico que esas tierras sigan cultivándose y no se encuentren como en estos momentos, abandonadas, porque todos o la mayor parte de los agricultores, se encuentran levantados en armas.

El dictamen presentado por la Comisión parece, no estoy seguro, que dice que se les reparta únicamente en cantidad que pueda cultivar una sola persona. Ahora voy a hablar algo en concreto, porque no hemos hablado nada en concreto. Creo que no es conveniente que se encomiende al señor general Buelna la repartición de tierras por el momento, porque se va a encontrar con la dificultad de la falta de hombres a quienes repartirlas, porque, como dije, la mayor parte se encuentran levantados en armas; esto yo lo tengo sabido por experiencia en el Norte, cuando yo, con pusilanimidad, he repartido tierras que ya se están trabajando, que han dado trabajo y han servido para atender a la subsistencia de muchos hombres, y mi humilde nombre ha figurado y ha sido objeto de aplauso por parte de algunos revolucionarios sinceros y honrados que han sabido interpretar la forma que he aceptado para repartir las tierras. Digo que es cerrarle la puerta al señor general Buelna, porque no debemos consentir que la tierra no siga produciendo sus frutos, y si nos limitamos a autorizar al señor general para que la reparta a los pequeños propietarios en cantidades que la puedan trabajar, con toda seguridad que va a pasar mucho tiempo para que pueda ser trabajada, primeramente por el tiempo que se haya de dilatar en hacer el reparto y, después, por las dificultades con que tropiece para encontrar a los agricultores.

La forma que yo expresaba anteriormente, no fue comprendida, quizá porque no la expliqué bien. Nosotros vamos a repartir tierras, ya sean regaladas o vendidas, a pagarlas en un plazo de 20 o 30 años. En cualquier forma que sea, las vamos a repartir; pero, mientras las repartimos, hagámoslas trabajar por cuenta de la Revolución y conforme se vayan presentando agricultores en pequeño para recibirlas regaladas o a precio, mientras tanto se pueden ir repartiendo por Comisiones nombradas por la Revolución, para que las trabajen y recojan los frutos de esas tierras, para bien de la misma Revolución, de la misma Patria. Por eso opino que no se le cierren las puertas, como dije, y que esas tierras se vayan dando por cuenta de la Revolución; que se vayan trabajando poco a poco, a medida que se vayan presentando agricultores en pequeño, ya sea repartiéndolas en la forma que se dice, o dándolas a partido, con el tanto por ciento para la Revolución; pero que no se le mande al general Buelna que las reparta sin trabajarlas por cuenta de la Revolución, y sí que se le ordene las reparta conforme se vayan presentando los solicitantes. Creo que esto sería conveniente y razonable, porque ya hemos visto sus resultados en la práctica.

El C. presidente

La Presidencia, como parece que el debate se agota, va a conceder la palabra a un orador en pro.

La tiene el señor Castellanos en pro.

El C. Castellanos

La pedí en contra, señor.

El C. presidente

Está usted inscrito en pro.

El C. Castellanos

Es un error.

El C. presidente

Entonces, tiene la palabra en pro el señor Lecona.

El C. Lecona

Señores delegados:

No voy a hacer un discurso, no voy a traer nada nuevo al debate. Los señores delegados que me han precedido en el uso de la palabra, han explicado bastante y han dado suficientes razones; únicamente me voy a concretar a dar a ustedes datos históricos y estadísticos del Territorio de Tepic en el asunto que nos ocupa: como todos sabemos, el Territorio de Tepic es o fue una parte del Estado de Jalisco; la serranía está formada o habitada en su totalidad por indígenas, así hay muchos Estados en la República, el mío por ejemplo, Puebla; la parte Norte ha pertenecido siempre a los indígenas, los cuales han tenido el cuidado de conservar siempre sus tierras; allí no ha habido despojo; allí no hay problema agrario que resolver; pero en Tepic no sucede lo mismo, pues por ser tierra más feraz y más rica, ha sido más codiciada por el. ladrón de tierras.

Verán ustedes que Tepic, teniendo antiguamente una población excesivamente grande, comparándola con la extensión de su territorio, se ha reducido en la actualidad a menos de la tercera parte, debido a que los pueblos han sido robados o despojados de sus terrenos para formar las grandes haciendas, que no hay en el Norte del Estado de Puebla.

El Territorio de Tepic está dividido en Partidos que son: Acaponeta, Santiago Ixcuintla, Ixtlán, Tepic. En Acaponeta nos encontramos con las grandes haciendas de Mimiges, Tecoalá, San Felipe, la Guásima, Sayula y San José; hacienda o ingenio de San José y otros muchos terrenos nacionales de esos que llamamos comúnmente baldíos. También se encuentran entré esos terrenos, la hacienda de Navarrete que es famosísima.

Estos datos históricos y estadísticos, quieren decir lo siguiente: que esa disposición, por más que muchos de mis compañeros opinan lo contrario, está perfectamente bien dada, porque en el dictamen se responde a una pregunta del momento, y debemos tener presente que hace más de un mes que el señor general Buelna se dirigió a esta Convención -véase la fecha de su mensaje-, preguntando qué se hacía con esos latifundios que tienen en su poder las autoridades revolucionarias y que están con el carácter de intervenidos; nada más justo que contestar en la forma que en el dictamen último nos ha presentado la Comisión Agraria. Me permití presentar una proposición, la cual retiro, porque veo que para el caso del momento, el último dictamen presentado por la Comisión Agraria satisface suficientemente la pregunta del señor general Buelna. Ya digo que es bastante justo, bastante equitativo, por más que algunos señores se titulan socialistas y se escaman, como decía un compañero: es el primer paso que el socialismo va a dar en beneficio del pueblo, al que le han robado sus tierras. ¡Qué más justicia que devolvérselas! No hagamos más grande la discusión, terminémosla aquí y aprobemos el dictamen.

El C. Piña

Deseo hablar en contra, señor presidente; hace más de una hora que me he inscrito.

El C. secretario

La Mesa, por conducto de la Secretaria, manifiesta que habiendo hablado siete oradores en pro y siete en contra, se pregunta si se considera suficientemente discutido el punto.

Las personas que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie.

Suficientemente discutido el punto. (Aplausos)

El presidente:

Se pone a votación eu lo general el dictamen de la Comisión Agraria.

El C. Piña

Pido votación nominal.

El C. secretario

La Mesa, por conducto de la Secretaría, pregunta a la Asamblea si se acepta la moción del ciudadano Piña. (Voces: No, no)

Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie.

No se acepta la votación nominal. (Risas)

En votación económica se pregunta si se aprueba.

Los que estén por la afirmativa sírvanse ponerse de pie.

Aprobado en lo general. (Aplausos)

Se pone a discusión en lo particular la primera proposición que dice: (Leyó la primera proposición del dictamen que antes se insertó)

La Mesa, por conducto de la Secretaría, suplica a los señores delegados que deseen inscribirse, pasen a la Mesa. (Voces: Ya se van los delegados) (Campanilla) (Una voz: Moción de orden)

El C. Pérez Taylor

Moción de orden.

Rogaria atentamente al señor Presidente de la Asamblea excitara a los señores delegados para que no se ausenten del salón cuando se está tratando un asunto tan grande y tan bello como es el de la repartición de tierras, y es verdaderamente vergonzoso que de un modo altanero abandonen el salón. (Aplausos)

El C. presidente

La Presidencia, con el mayor gusto hace, no digo ya la súplica, sino la excitativa muy encarecida a los señores delegados, para que cumplan con su deber, cuando se trata de resolver uno de los principales problemas que han provocado la Revolución. (Voces: Ya se fueron como quince)

Tiene la palabra en pro el ciudadano Ramírez Wiella.

El C. Ramírez Wiella

Señores delegados:

Aunque la discusión en lo general se concretó a la parte que ahora está al debate, de los oradores del contra, hago yo una clasificación en dos partes, la de los señores Casta y Menchaca, que fueron al fondo de la cuestión, y la del señor Quevedo, que está de acuerdo con la idea y únicamente hace modificaciones.

Voy a contestar directa y concretamente a las objeciones de los señores Casta y Menchaca. Hacen consistir sus objeciones en que probablemente las tierras que se han confiscado pertenecen a individuos que no son enemigos de la Revolución y, por lo mismo, hay que devolvérselas, entre tanto viene la ley agraria, y el señor Menchaca aduce como argumento el que probablemente algunas de esas tierras son de propiedad extranjera y que pueden traernos cuestiones internacionales.

Me permito suplicar a ustedes se fijen bien en el telegrama, y suplico al señor secretario tenga la bondad de leerlo.

(El C. secretario lee el telegrama del señor Buelna, que antes se insertó)

El C. Wiella

¿Oyen ustedes? Nada se habla de enemigos de la Revolución, ni de que habrá o no habrá; las objeciones de los señores Casta y Menchaca radican en conjeturas gratuitas, y así podemos llegar hasta el infinito en ese terreno; tenemos, al contrario, la presunción de que, desde el momento en que fueron confiscadas, son de enemigos de la Revolución, y a eso, los señores nos objetan ideas que están equivocadas, y así podrian llegar hasta el infinito, de disparate en disparate, a decirnos que deberemos previamente indemnizar el valor de los terrenos; pero esto no es de atenderse, puesto que radica en meras conjeturas, en una suposición sin fundamento.

Debemos atenernos a lo que dice el señor general Buelna en su telegrama. Respecto de que esas tierras puedan constituir un gravamen para la Nación, esto, en mi concepto, depende únicamente de la mala administración, cosa que fácilmente puede remediarse. Entonces, ¿por qué nos anticipamos, de una manera tan infundada, de una manera tan gratuita, de una manera tan inexplicable, a decir lo que no ha querido decir el señor general Buelna? Por lo tanto, y no encontrando objeción alguna que oponer al punto a discusión, pido que se apruebe esa cláusula que, repito, no tiene objeción en el fondo, supuesto que la opinión unánime de la Asamblea la ha estado aprobando y supuesto que, por otra parte, los oradores del contra no la han atacado en realidad. (Voces: Pido la palabra)

El C. presidente

No se concederá más que a los oradores inscritos.

El C. Menchaca

Pido la palabra para una alusión personal.

El C. presidente

No se concede para alusiones personales, porque no valen la pena las personalidades.

Señor delegado Orozco, se le suplica a usted no abandone el salón.

Tiene la palabra en contra el ciudadano Casta.

El C. Casta

Señores delegados:

Verdaderamente me ha extrañado el que la Asamblea haya aprobado en lo general el dictamen; y me ha extrañado, no porque, como dice el señor Méndez, haya sido agente viajero y trate de defender intereses, o que esté yo posesionado de tales o cuales ideas de agente viajero. (Risas)

En síntesis, lo que quise decir cuando hice uso de la palabra, quizá no en términos tan brillantes como lo han hecho otros oradores del pro, era que venía a impugnar ese dictamen, porque se trataba de un caso particular.

No me asusta a mí el que las tierras estén en poder de extranjeros, no me asusta a mí el que se despoje de las tierras a amigos o enemigos, porque yo no tengo tierras. (Risas)

Así es que si de esa expropiación me viene a tocar alguna parte, saldré beneficiado. Por tal concepto, señores, están en un perfecto error todos los que crean que a mí me asusta el problema agrario; por el contrario, y lo he demostrado en la primera vez que se discutió el dictamen, fui el primero en apoyar el Plan de Ayala; por tal concepto, señores, no me asusta nada de eso; y sí, como el señor Méndez me dijo, que a él le parecía estar oyendo a Mora y del Río cuando yo dije que debíamos hacer las cosas como Dios manda, debiera haber interpretado el señor Méndez, lo dije de otro modo, porque no soy yo de los que creen que Dios lo hace todo.

Me opongo al artículo primero, como lo hice en general, y seguiré oponiéndome en los demás artículos, como digo, en la verdadera esencia del dictamen, por tratarse de un punto particular; si hoy se presenta el asunto de Tepic, mañana se presenta el de Guanajuato, y pasado mañana el de Tamaulipas, ¿vamos a estar dictaminando Estado por Estado y perdiendo el tiempo, y el enemigo ganando terreno?

Aquí tienen a Venustiano Carranza dictando leyes agrarias, y nosotros perdiendo el tiempo; a eso se debió nuestra moción suspensiva, a que se suspendiera la discusión del dictamen, para entrar de lleno a la discusión del problema agrario, y decirles a esos señores que defienden tanto al pueblo, decirles: aquí tienes la tierra, pueblo; no proyectos.

Venustiano Carranza, comprendiendo que solamente por medio de las tierras podría adquirir algún prestigio, se ha preocupado más que nosotros los agraristas, solucionando, mal o bien, indudablemente que mal, la resolución de este problema.

He leído algunos artículos y se ve que todo lo quiere para él, así es que no le doy importancia al documento este; pero vengo a decir que aquéllos, para captarse más simpatías del pueblo, se preocupan por lo verdadero, más que nosotros los que defendemos al pueblo, que nos ocupamos de este asunto, y en lugar de entrar de lleno al problema agrario, nos limitamos a Tepic, y mañana a Zacatecas, y pasado mañana a Durango, y luego a que la Asamblea se convierta en legislativa, y lo mero gordo lo estamos haciendo a un lado. (Risas y aplausos)

Por eso, señores, yo les suplico atentamente que consideremos el punto, nosotros, los defensores del pueblo, seámoslo de verdad; pero no nos concretemos a prédicas, entremos de lleno a la cuestión agraria; que se nos presente un proyecto en general, y verán que no ponemos obstáculos, porque nosotros mismos, los que conocemos las necesidades del pueblo, no nos espantamos de que se repartan las tierras, sean de X, americanos, o de R, españoles.

Por tal concepto, señores delegados, rechazamos ese proyecto que nada más es parcial, y vamos a combatir a Carranza y a todos esos que, mal que bien, nos pueden ganar terreno, porque nosotros estamos en Morelos y él está en Veracruz, donde es más extenso el terreno; insisto en que debemos tratar el punto de una manera general, seguros de que no tiene nada de particular el que reprobemos este dictamen; los señores de la Comisión Agraria no se ofenderán porque les echemos abajo su dictamen, cuando se trata de cosas más importantes que ellos mismos reconocen.

Así, pues, obviemos discusiones y entremos de lleno a la discusión del problema agrario, ya que argumentos sobrarían. para impugnar ese dictamen; me concreto al punto esencial: a que no perdamos tiempo y que la Comisión Agraria nos presente un proyecto para la repartición de tierras en toda la República, y entonces solucionaremos no sólo el problema de Tepic, sino otros, mucho más urgentes. Además, ese telegrama del señor general Buelna es del 2 de enero, y, ¿sabemos acaso si el señor general Buelna está todavía en Tepic? (Voces: No, en Sinaloa)

Eso en primer lugar, y después, ¿sabemos acaso cuándo le trasmitiremos esta comunicación a Buelna?, ¡porque no tenemos comunicaciones! Exhorto a la Asamblea para que vuelva sobre sus pasos.

El C. presidente

Tiene la palabra el ciudadano Velázquez, en pro.

El C. Velázquez

Señores delegados:

El señor Casta nos está diciendo, a cada momento, que nos ocupemos de algo; y yo entiendo que estamos trabajando dentro de la cuestión, estamos poniendo los primeros escalones para resolver el asunto que nos ha preocupado durante largos años. Y en el mOmento en que se entra, precisamente de una manera práctica, y por algo se ha de principiar, a devolver a los vecinos de Tepic lo que les corresponde, el señor Casta nos dice que empecemos por algo serio; ahora le preocupa lo que hace el señor Carranza y después se contraría con lo que está diciendo.

El C. Marines

Pido la palabra, para una moción de orden.

El C. presidente

Hasta que acabe de hablar el señor Velázquez.

El C. Velázquez

Dice el señor Casta que le extraña que toda la Convención esté de acuerdo en la aprobación del dictamen; no debía extrañarle al señor Casta, puesto que la mayor parte, si no toda la Convención, se ha reunido aquí, con el único y principal objeto de resolver la cuestión agraria. (Voces: No, no), y desde luego procurará que se solucionen todas esas dificultades. (Una voz: Son puras falsedades)

¿De dónde vienen esas falsedades? ¿Acaso es una falsedad devolver a los vecinos de Tepic sus terrenos? ¿No es eso por lo que el pueblo viene luchando desde hace cuatro años? Esas suspensiones no son más que medios de que se valen algunos señores delegados, con la mejor buena fe, tal vez, para entorpecer los trabajos de la Convención; es el primer paso serio que damos, indudablemente que la cuestión presentará muchas y muy serias dificultades, más de las que puedan presentarse en Tepic.

El señor Lecona nos ha dado a conocer cuáles son las haciendas importantes del Territorio de Tepic, formadas con los robos de terrenos hechos a los indígenas; no debemos esperar más, señores, comencemos y de este modo podremos demostrar al país que estamos trabajando, por algo debemos empezar; de manera que no debe extrañar al señor Casta que apruebe la Convención lo que está en el ánimo de todos los señores delegados, y por eso pido que se apruebe el dictamen, porque en estos momentos no se puede hacer nada más práctico.

El C. presidente

Tiene la palabra, en contra, el delegado Piña.

El C. Piña

Señores delegados:

Tengo entendido que en la conciencia de todos y cada uno de los miembros de esta Asamblea está la idea de que no solamente los que apoyan este dictamen, sino también los que lo impugnamos, somos partidarios ardientes de que se resuelva el problema agrario en la República; lo hemos demostrado, y no solamente con las repetidas declaraciones que en ese sentido hemos hecho aquí, lo hemos probado con hechos tangibles; notarán los señores delegados que varias de las personas que han impugnado el dictamen han hecho relación histórica de cómo ellos personalmente han intervenido en distintas regiones del país para llevar a la práctica la resolución del problema agrario; pero si nosotros, los del contra, manifestamos nuestra inconformidad acerca del dictamen que se consulta, es porque queremos que el problema agrario se resuelva de una vez por todas, y que la resolución sea general, que abarque a todo el país; y además, porque el dictamen cuyo origen ha sido un simple telegrama del señor general Buelna, no viene tampoco a satisfacer la pregunta que el mismo señor general Buelna ha hecho a esta Asamblea.

Si nosotros nos concretáramos a decir al señor general Buelna que él debe continuar manteniendo la intervención de las fincas, en tanto que esta Soberana Convención dicta las disposiciones o las leyes encaminadas a resolver todo el problema agrario de la República, para que estas leyes las aplique al Territorio de Tepic, entonces sí le daríamos una contestación categórica, correcta y del todo aceptada; pero si a un telegrama tan lacónico como ese vamos a dar por contestación un decreto, sucederá que cada vez que se nos consulte un asunto semejante por telégrafo, tendremos que contestar con otro decreto, y entonces resultará algo risible y verdaderamente impropio de una Corporación tan respetable como es esta, que no debe proceder en esa forma.

Verdaderamente los elementos a quienes nosotros calificamos de enemigos, nos están ganando terreno, como lo ha dicho muy acertadamente el señor Casta. Los carrancistas por un lado y los gutierristas por otro, han resuelto ya el problema agrario a su manera de ver las cosas; han lanzado ya un decreto estableciendo las bases generales, bases más o menos equitativas, sobre las cuales debe resolverse en cada localidad el problema agrario, y en tanto nosotros perdemos el tiempo aquí, pretendiendo hacer experimentos en Tepic, y a mí me parece que si estamos dispuestos a hacer estos experimentos, los hagamos aquí, en donde estamos, en Morelos, y no en Tepic.

Yo estoy, señores delegados, por que no se apruebe el artículo primero, como estaba también por que no se aprobara el decreto en lo general. Invito a los señores delegados á que entremos de lleno a la cuestión del problema agrario y lo resolvamos sobre bases equitativas, sobre bases justas, sobre bases científicas; a que lo resolvamos en vista de los antecedentes que tenemos, estudiando concienzudamente el problema y no en esa forma, que resulta del todo imperfecta y que quizá nos traiga más tarde mayores dificultades que las que actualmente tenemos en Tepic y en cualquier otro punto.

He podido observar que algunos delegados de los que apoyan el dictamen, ya con su palabra o con su voto, se han manifestado caricontentos porque han obtenido un aparente triunfo, sobre nosotros los del contra; pero debo decir a esos señores que no deben mostrarse contentos con nuestra pérdida, que no deben felicitarse creyéndonos derrotados, porque ellos han obtenido, lejos de un triunfo, un fracaso, dado que están creándose nuevas dificultades, en vez de solucionar de una manera justa y liberal el problema agrario.

Si los delegados del pro hicieran manifestaciones de contento porque se ha resuelto el problema en general, estaría conforme con ellos, pues soy partidario, como lo he manifestado muchas veces, de que se resuelvan cuanto antes ese problema y los muchos otros que tenemos pendientes, para poder ganar prestigio en esa forma, tanto política como socialmente, dentro del país y fuera del mismo.

Por el momento, estamos en condiciones especialísimas para dedicar todas nuestras atenciones, todas nuestras energías, todo nuestro saber y entender, a estudiar de una manera meditada y concienzuda los diferentes asuntos que se nos tienen encomendados y darles una solución más o menos acertada, toda vez que estando fuera de la influencia de los grandes centros, o más bien, porque esa es la verdad, estando incomunicados en lo absoluto con el mundo civilizado, hoy, aqui tranquilamente, sin preocupaciones de ningún género, sin prejuicios de ninguna naturaleza, podemos dedicar todo nuestro tiempo a resolver con acierto, con mediano acierto siquiera, esos asuntos.

Por hoy, si se aprueba este artículo o todos los que componen el decreto, transcurrirán muchas semanas, muchos meses tal vez, sin que el general Buelna tenga conocimiento de él en virtud de que no tenemos telégrafo, ni comunicación para Tepic, en virtud de que actualmente, en la región norte de Sinaloa, mucho muy lejos de Tepic, entre él y nosotros, hay un enemigo armado, carrancistas o gutierristas, y si al general Buelna, en contestación a ese telegrama, le vamos a presentar ese dictamen que está por aprobarse, sencillamente sufrirá una desilusión, porque él se dirá ¿qué han hecho nuestros compañeros allá, después de tantas deliberaciones, después de tanto tiempo, que no me traen aquí en concreto nada que satisfaga no solamente a Tepic, sino al pueblo en general? El general Buelna comprenderá, se convencerá de que hemos perdido el tiempo, y ese triste convencimiento también lo tengo yo, porque en lugar de dedicarnos de lleno, de una manera resuelta, a estudiar estos asuntos, perdemos aqui el tiempo en discutir mociones y proposiciones diversas que no conducen absolutamente a nada; si todo nuestro tiempo, si toda nuestra atención los dedicáramos a un solo problema, el problema agrario, estoy seguro de que en menos de seis u ocho días habríamos de producir algo que satisficiera en parte las exigencias de la Revolución y los anhelos del pueblo, y yo invito muy cordialmente a los que hacen alarde de que se preocupan y se desvelan por mejorar la situación de ese mismo pueblo a que cuanto antes entremos a la discusión del fondo del asunto. Señores delegados, vamos a preocupamos todos por encontrar una solución lógica y razonable al problema agrario y al problema social de la República; cuando hayamos encontrado un medio práctico, sencillo y llano, de resolver esos problemas, entonces podremos sentirnos satisfechos por haber dado un paso en pro de los intereses de la Revolución; de lo contrario, perderemos el tiempo y nos colocaremos en la picota del ridículo.

El C. Orozco

Pido la palabra, para una moción de orden.

Hasta ahora, en concreto, no se ha dicho nada absolutamente relatívo al dictamen.

Se afirma que estamos perdiendo el tiempo y son los señores del contra los que hacen perder el tiempo.

Suplico a la Secretaría dé lectura al punto que está a discusión, para que los señores del contra se concreten a rebatirlo.

El C. presidente

Es lo que va a hacer la Secretaria.

El C. secretario

La Mesa, por conducto de la Secretaría, manifiesta que habiendo notado que no se han concretado los oradores al punto a discusión, y en obvio de pérdida de tiempo, como diría el señor Piña, se proceda a dar lectura al artículo primero, que dice:

Primera: Dígase al general Rafael Buelna, en respuesta a su telegrama de dos de enero último, que en vista de los malos resultados de la intervención de las fincas rústicas del Territorio de Tepic, deben ponerse todas las tierras a disposición de los campesinos o antiguos jornaleros de las haciendas, sin más taxativa que la de que nadie podrá recibir mayor extensión que la que pueda cultivar personalmente. Quedan exceptuados los ejidos y terrenos de común repartimiento de los pueblos, los cuales serán devueltos inmediatamente a éstos, para que procedan a repartirlos entre los vecinos de cada localidad, que serán los únicos que tendrán derecho a tomar parte en esa distribución.

Se suplica a los señores oradores no se desvíen del punto en cuestión.

El C. presidente

Tiene la palabra, en pro, el ciudadano Montaño.

El C. Montaño

Señores delegados:

Es de llamar altamente la atención que el debate se haya desviado de tal manera del punto a discusión, cuando realmente no se ha rebatido nada de lo que nosotros hemos propuesto. ¿Acaso nosotros vamos a ofender al pueblo?, ¿cómo nosotros, con esta proposición, vamos a buscar la ruina del pueblo?, ¿acaso nosotros, señores, con esta proposición no cumplimos con un precepto legal establecido por el Plan de Ayala?, ¿acaso nosotros, con esa proposición, violamos, por decirlo así, los principios revolucionarios que estamos defendiendo? Creo que no, señores delegados.

En la conciencia de todo el mundo está que venimos sosteniendo con tesón los principios revolucionarios del Plan de Ayala, en el que se dice, de una manera clara y precisa y terminante, de tal modo que no admite réplica, y me llama la atención que los señores delegados se estén oponiendo a un principio que han jurado sostener, se dice en ese principio que los montes, tierras, etc., que se hayan usurpado a los pueblos, se les devolverán desde luego, siempre que tengan en su poder los títulos correspondientes a esas propiedades; desde luego, ¿por qué vamos a negar lo que dice esa proposición? ¿Vamos a negar un principio de orden que vive en el alma y en el corazón de los pueblos? ¡Lo hemos pactado y debemos sostenerlo! A eso se reduce esa proposición. Ahora, de la otra manera, ¿quíeren ustedes que perdamos el tiempo, mientras estamos discutiendo un mensaje, ocupándonos de algo distinto? Si se tratara del problema agrario, dilatariamos un siglo, y nosotros no somos los que estamos perdiendo el tiempo, sino los señores del contra, en la solución de este mensaje verdaderamente racional. Yo quiero que de una manera justa y equitativa se le aumenten beneficios al pueblo, pero no que se le suprima nada.

Tengo la honra de sostener que la proposición que nosotros defendemos beneficia al pueblo, y está formulada en acatamiento a los preceptos de la bandera revolucionaria que tanta sangre ha costado.

En consecuencia, señores delegados, no debemos hacer referencias de Carranza; si realmente hizo la solución del problema agrario, como dicen, en hora buena que haga cuanto quiera, si esas soluciones son como el Plan de Guadalupe. De esta manera también puede ser la solución del problema agrario que nos pueda dar Carranza; lo mismo que el señor Gutiérrez, si ha hecho una solución del problema agrario como hizo la solución de apoderarse de la Presidencia de la República, cumpliendo así, señores delegados, ese juramento, esa protesta que hizo en Aguascalientes, de cumplir y hacer cumplir los acuerdos de esta Soberana Convención. ¿Y qué hizo, señores?, pues únicamente desgarrarlos por completo. Señores: si esos pactos que hicieron, tanto Carranza como Gutiérrez, con la Nación, los violaron, la Nación y el pueblo mexicano ya no tendrán fe en la solución del problema agrario, ni en ninguna engañifa que nos prediquen y que en el terreno de la práctica nada valen.

El señor general Villa, uno de los caudillos del Norte, a quien tanto admiramos, nos ha dicho: nuestras legiones, de hecho, han repartido las tierras en el Norte, y varios Estados comienzan a obtener los beneficios de la Revolución: y yo creo que el señor general Villa, impuesto de las necesidades del pueblo, ha comenzado a llenar las aspiraciones de ese mismo pueblo.

El C. Casta

Allí se ha dado una ley sobre la materia.

El C. Montaño

El general Villa indudablemente que ha comprendido que el pueblo no debe esperar tanto tiempo, y que, provisionalmente, debe dársele lo que le corresponde para satisfacer sus necesidades, y no como ahora pretenden los del contra, haciendo largos estudios que perjudican a la Nación, de una manera fatal.

Señores: lamento demasiado que tengamos varios días discutiendo un mensaje, y ¿qué será cuando tengamos que traer al debate todas las necesidades del pueblo de la República?, porque, como ustedes lo han dicho, y han visto en esta Asamblea, las necesidades de Morelos no son las mismas que las del Estado de Durango, ni las de Durango son las mismas que las de Chihuahua y ¿vamos a resolver de plano, vamos a resolver sin meditación profunda, Vamos a resolver, señores, de una manera efectiva el problema agrario? Es necesario, señores, que meditemos honradamente, y que, en las presentes circunstancias, fijemos más la atención. También debo referirme a otra cosa: yo acepto todo lo que sea en beneficio del pueblo; si vosotros, señores delegados, aumentáis algo a esa proposición que resulte en beneficio del pueblo, bien, aunque no creo que a eso se aumente más; si vosotros hacéis más, perfectamente; sí voy a manifestar que algunos invocan la justicia, pero la justicia que muchos entienden de diferente manera, a su manera de ser, y no la conceden al pueblo que la reclama; porque muchos entienden por justicia, que se debe respetar la propiedad del hacendado, y que al pueblo no se le debe dar nada desde luego, sino hasta que haya una ley; eso no es justo ni razonable. Entienden, muchos por justica, que debemos respetar las propiedades extranjeras y yo creo, señores, que esos bienes no deben corresponder a los enemigos de la Revolución. Los bienes de los potentados, los bienes de los hacendados, mejor dicho, corresponden a la Revolución, porque todos son enemigos del pueblo. No conozco ni conoceré un hacendado, un burgués, que sea partidario del pueblo; en consecuencia, todos sus bienes deben considerarse como bienes del pueblo, todas esas haciendas, todos esos latifundios en general; en consecuencia, debemos meditar profundamente para que no existan esos señores feudales de horca y cuchillo.

Así es que, señores, tratándose de una contestación a un mensaje, que no de un decreto, como se acaba de decir, debo manifestar que si queréis la podréis sintetizar en cuatro palabras, en un renglón; hacer de cada palabra una frase, de cada frase un libro; a nosotros nos gusta ser precisos, claros y terminantes, como claros, precisos y terminantes son el Plan de Ayala y nuestros ideales, que han sido expuestos a la luz del día; nosotros somos amigos de la luz, nosotros no confraternizamos con las sombras ni con las tinieblas.

Por lo tanto, señores, yo me permito proponer a la Honorable Asamblea, que acepte el dictamen, que es para beneficiar al pueblo, para reducir a los opresores y fustigar a los tiranos. (Aplausos)

El C. presidente

La Presidencia ruega tanto a los señores del pro como a los del contra, se sirvan concretarse a la proposición primera, que se reduce a que deben ponerse las tierras a la disposición de los campesinos; la Presidencia ha hecho notar que se está discutiendo en lo particular. Con esa salvedad, tiene la palabra, en contra, el delegado Quevedo.

El C. Piña

¿Me permite usted hacer una aclaración, a propósito de las declaraciones que acaba de hacer el señor Montaño?

El C. presidente

Inscríbase usted en la lista de los oradores.

El C. Quevedo

Me viene a la mente la idea de que si los señores miembros de la Comisión que formó ese dictamen fueran gobernantes se enredarían con la calza y a los ocho días irían a dar de cabeza, porque al mensaje del señor Buelna han contestado con un proyecto de ley completo, olvidando todas las causas y circunstancias que concurren en aquella región del país.

Dice muy bien el señor delegado Montaño, que no hay que resolver las cosas precipitadamente, y por eso es por lo que estamos obstruccionando a los señores oradores del pro. Yo creo que ese dictamen no es racional, está muy lejos de serlo, y no es racional, porque no resuelve inteligentemente la pregunta hecha por el señor general Buelna. Tengo yo aquí un proyecto hecho a grandes rasgos para contestarle, al que daré lectura, pero antes me voy a referir al señor general Montaño, para explicarle cómo se han repartido las tierras en el Norte ya que hizo alusión a ello. Yo tengo pleno conocimiento de cómo se han repartido, porque fui uno de los autores de la Ley Agraria en el Estado de Chihuahua, que hasta ahora, y sin pretensiones, no ha sido superada por ninguna de las que se han hecho allá.

Allí, inmediatamente que se toma una plaza o se conquista una región, se intervienen todas las haciendas, todas las propiedades de los enemigos, y lo primero que se ha hecho en el Estado de Chihuahua, y que considero inteligente, es continuar el cultivo de esas tierras, en la mayor parte de los casos dirigidas o administradas por los mismos administradores de nuestros enemigos, con el objeto de que no dejen ni un solo dia de trabajar, e intervenidas y bien intervenidas por la Revolución. Esto se ha hecho siempre, a reserva de ir repartiendo las tierras conforme se van solicitando. Nombramos una Comisión Agraria, hicimos unos proyectos de ley y esas tierras se han ido repartiendo conforme se han ido solicitando, dándoles la preferencia a quienes sabían trabajarlas, siempre en determinada cantidad, que no pase de lo que pueda trabajar cada unO, y eso es lo que yo propongo que nosotros hagamos en el dictamen, ordenemos desde aquí que se haga lo mismo que se ha hecho en el Norte, que se trabajen las tierras, mientras haya quien vaya solicitándolas, porque si nosotros decimos: esta hacienda está intervenida, y para cultivarla esperamos que sea repartida a los pequeños propietarios, seguramente, para que sea trabajada, van a pasar muchos meses o años, y una buena parte de esas tierras estará inculta.

El C. Montaño

¿Me permite, señor Quevedo, una interrupción?

El C. Quevedo

Sí, señor.

El C. Montaño

Estoy atento a lo que usted me acaba de manifestar, respecto a la solución que ustedes han dado al problema agrario en Chihuahua. (Voces: ¿por qué cuando solicita Piña la palabra no se le concede?) (Ruido, desorden, siseos, campanilla)

El C. Piña

El señor presidente Soto y Gama debe ser justo, debe ser enérgico, no parcial, y no debe conceder la palabra nada más a los suyos.

El C. presidente

Me acusan de parcialidad, señor Montaño, y me veo en el penoso caso de no dejar hablar a usted sino cuando haya terminado el orador.

El C. Piña

Van dos veces que yo pido la palabra y no me la conceden.

El C. Quevedo

Ahora, concretándome al punto a discusión, que es muy sencillo, yo creo que alguno de los delegados que forman la Comisión Agraria, que formuló el dictamen, conoce las circunstancias que concurren en el Territorio de Tepic; creo que los mismos señores han obrado poco cuerdamente, al dictar una disposición, ignorando si podrá o no cumplirse. Con tal motivo, para solucionar las dificultades que se presentan, para coordinar las ideas de uno y otro lado, me permitiría proponer a los señores firmantes del dictamen, una contestación lacónica, que se le mandara al señor general Buelna, la que creo resolverá la respuesta racionalmente, diciéndole así, poco más o menos:

En respuesta a su mensaje de tal fecha, la Convención acordó que proceda usted conforme a las círcunstancias de aquella región, en primer término, repartiendo las tierras a los agricultores hábiles para cultivarlas, y el resto, si sobra tierra, deberá ser trabajado por cuenta de la Revolución, mientras se decreta la Ley Agraria.

Eso es fundándome en lo que decia antes. No encontrará hombres suficientes entre los cuales repartir las tierras, y como nosotros aquí le damos una disposición, por la cual esas tierras no deberán ser repartidas, sino a las personas que puedan cultivarlaS personalmente, resultará que las cinco octavas partes de esa tierra se van a quedar sin ser trabajadas por culpa nuestra. Creo que la contestación que propongo es una contestación racional y correcta: que se repartan las tierras que puedan repartirse, según las gentes que haya o que las soliciten, y que el resto sea trabajado por cuenta de la' Revolución, nombrando, al efecto, una Comisión Agraria.

El C. presidente

Tiene la palabra el ciudadano Orozco, en pro.

El C. Marines

Pido la palabra, para una aclaración.

El C. presidente

No puedo concederla a usted, sino hasta que termine el ciudadano Orozco.

El C. Castellanos

Antes la pidió el señor Orozco, interrumpiendo a un orador, y se la concedió usted, ¿por qué ahora la niega al señor Marines?

El C. presidente

La concedí al señor Orozco, pero ya no había oradores inscritos en contra. (Voces: sí había)

Pero cuando habló el señor Orozco fue porque se lo permitió el señor Piña.

El C. Castellanos

También le dio usted la palabra, interrumpiendo al orador, al señor Cruz, y en cambio a mí, que la he pedido varias ocasiones, me la ha negado usted.

El C. presidente

La negué a usted como a todos los señores delegados que la solicitaron, porque el debate estaba ya cerrado, a propósito de la proposición suspensiva.

El C. Cruz

Efectivamente, solicité la palabra, pero me la negó el señor presidente.

El C. Nieto

La respetabilidad de la Asamblea exige que se proceda con más honradez y más seriedad.

El C. presidente

No cree la Presidencia haber faltado a la honradez ni a la seriedad, porque se ha sujetado a las disposiciones del Reglamento, concediendo la palabra de una manera alternativa a los oradores que estaban inscritos.

El C. secretario

Se suplica al señor Castellanos que se reserve para hablar en su oportunidad.

El C. Castellanos

¿Por qué no he de hablar? Usted no me calla, señor secretario.

El C. Piña

No se enoje, porque es peor.

El C. presidente

De manera que siguiendo' el orden de la lista, tiene la palabra el ciudadano Orozco, en pro.

El C. Orozco

Antes de entrar en mi peroración, debo decir que, cuando el señor presidente me concedió la palabra, fue para una aclaración, y después para pedirle a la Secretaría que dijera a los oradores del pro y del contra, que se concretaran al punto a discusión, y no atacaran al dictamen en lo general.

Vuelvo a repetir lo que dije cuando pedí la palabra para la moción de orden de que se concretaran al punto a discusión, y suplico a la Presidencia que si no me concreto yo a él, se me llame al orden, porque no quiero gozar de ningún privilegio.

El espíritu y la letra de la proposición es perfectamente racional y perfectamente lógico y perfectamente moral para las circunstancias en que nos encontramos. Dice en primer lugar el dictamen a discusión, que deben devolverse las tierras a los pueblos que las reclaman, habiendo sido ejidos de ellos, y antes de apoyar este punto, debo exponer a la Asamblea muchos datos exactísimos que me acaba de proporcionar un hijo del pueblo, nacido en Tepic.

Dice, con una indignación propia del pueblo que sufre, que casi ve que fracasan sus ideales, dice, señores: ustedes van a hacer que no se resuelva este asunto, cuando he venido huyendo de Tepic, cuando los hacendados son los que reinan, los únicos que tienen derecho a la vida, a la justicia, porque la compran, ¿van ustedes a hacer que no se resuelva ese asunto, cuando lo piden todos los ciudadanos de la República? Quieren los señores delegados que de una vez resolvamos el problema agrario. ¿Para que se presente una moción como de pronta y obvia resolución? ¿Para que todo lo hagamos sin antecedentes, sin verdaderos principios, nada más porque un delegado lo propone, y la Asamblea lo cree de pronta y obvia resolución? Pues nos exponemos, como ya sucedió alguna vez, a tener que reconsiderar el acuerdo aprobado, y es verdaderamente censurable, que una Asamblea compuesta de hombres de alto corazón y que son verdaderos revolucionarios ...

El C. Piña

Pido la palabra, para una moción de orden. Con esas divagaciones perdemos el tiempo. ¿Qué tiene que ver eso con el asunto a discusión?

El C. presidente

Suplico al orador se contraiga al punto a debate. (Aplausos)

El C. Orozco

Me desvié un poco y voy a entrar en materia, para evitar que los señores del contra vuelvan a desviarse a su vez.

No hay nada más moral, señores, que darle a cada uno de los ciudadanos que componen los pueblos, la tierra que pueda trabajar con sus brazos, porque de esa manera se evitarán los monopolios y se matarán los latifundios. Nadie podrá tener, absolutamente, en la República, mayor cantidad de tierra que la' que pueda cultivar con sus propios esfuerzos, y de este modo se puede desarmar a los grandes latifundistas, a los grandes terratenientes, pues esas grandes extensiones de terreno se repartirán entre el pueblo, y todo el que quiera tierras, el que quiera trabajarlas, podrá hacerlo, y se evitará, conforme a ese principio, que los hombres, cualesquiera que sean, nacionales o extranjeros, puedan acaparar la tierra, bajo cualquier pretexto. Esa puede ser la base y esa base que se ensaye con Tepic, será aquella sobre la cual se resolverá el problema agrario de la República.

El C. Piña

Yo quisiera que se ensayara en Sonora.

El C. Orozco

Dice el campesino de Tepic que me acaba de hablar, que allí se mata a un individuo porque se roba un pedazo de carne, se mata a un hombre que roba un pedazo de pan, y no se le mata porque se levanta en armas, y no se le mata en la Revolución, frente a frente, con toda valentía, con todo heroísmo ...

El C. Palacios Moreno

Palmo a palmo ...

El C. Orozco

... sino que se manda asesinar al individuo que se sabe que está de parte de la Revolución, no de parte de las otras revoluciones, que no han hecho más que provocar más perjuicios por personalismos mezquinos; además, hay los datos que el compañero Lecona ha dado a la Asamblea, relativos a Tepic; la monopolización por las haciendas; es allá donde, como en Morelos, es preciso. destruir los latifundios, es precisQ que sentemos cualquier precedente, cualquier principio, para que el pueblo satisfaga sus ambiciones, sean nobles o mezquinas, y tengan entendido que esta Asamblea ha sentado un precedente, ha proclamado ya un principio, que esta Asamblea ha puesto la base indispensable sobre la que ha de levantarse grandioso el porvenir de la República.

Si los compañeros del contra siguen obstruccionando en lo general, que obstruccionen en lo particular, y sentarán el precedente que deseen. Nosotros tenemos la creencia de que cuando el problema agrario se discuta en lo general para toda la República, habrá más dificultades y entonces podremos descubrir hasta la mala fe de esos señores.

El C. Castellanos

Ya lo veremos.

El C. Orozco

De manera que si los compañeros del contra están dispuestos a que se solucione el problema agrario, están dispuestos a que se solucione este conflicto, que se está volviendo hasta enojoso, a fuerza de prolongarse tanto, pido respetuosamente a la Asamblea que se apruebe esa primera parte del dictamen de la Comisión Agraria, porque ella encierra el principio más justiciero, el principio más moral, el principio más grande que viene proclamando la Revolución en toda la República; es por él porque se han levantado todos los desheredados, todos los miserables, todos los que han vivido en los campos y en los pueblos una vida mezquina y que son dignos de mejor suerte, y que, sin embargo, han derramado constantemente tantas lágrimas y han vivido una vida dolorosísima. No es el problema agrario el único de que se va a ocupar esta Asamblea, sino de otros muchos grandes problemas, como del problema obrero y de otros, que vienen a formar, en conjunto, el problema económico, y no solamente el problema económico, sino también del problema político y del problema ... (Voces: que se concrete al punto a discusión)

El C. Piña

No parece sino que nos está dando clase. (Risas)

El C. Orozco

Voy a concluir.

El C. presidente

Tienen razón los señores oradores del contra. Está usted fuera del punto a discusión.

El C. Orozco

Si no quieren que concrete mis ideas respecto al problema agrario, no lo haré aquí, sino que lo haré donde pueda hacerlo con libertad.

El C. presidente

No es aquí donde se debe hablar en lo general.

El C. Orozco

Digo por última vez que si la Asamblea no aprueba en lo particular la parte del dictamen a discusión, comenzarán a fracasar los principios de la Revolución. (Voces: ¿Cuántos han hablado?)

El C. presidente

Cuatro en contra y tres en pro.

El C. Piña

Me inscribí en el contra para hacer una aclaración.

El C. Treviño

Han pasado ya cuatro horas y pido que se declare en receso la Asamblea.

El C. presidente

La Mesa, para terminar con la discusión sobre este punto, va a preguntar a la Asamblea si lo considera suficientemente discutido.

El C. Marines

Puesto que han hablado más oradores en pro, que hable uno más en contra.

El C. presidente

No, porque queda la impresión del contra.

El C. Piña

Hasta allá lleva usted la parcialidad, señor Soto y Gama; pero no puede usted impedir que cierre el debate un orador del contra.

El C. presidente

La Presidencia no tiene inconveniente en que hable al último un orador en contra. Tiene la palabra el señor Nieto, en contra.

El C. Nieto

Señores delegados:

Tengo entendido que para que la razón se oiga, para que la verdad se imponga y la justicia se abra paso, es necesario hablar alto y claro; por tal motivo, yo les ruego que si en el curso de mi peroración me muestro franco y sincero en algunos conceptos, tengan la bondad de no considerarse personalmente aludidos ninguno de ustedes, que no es mi intención ofender a nadie de mis respetabilísimos compañeros.

Voy a empezar, pues, mis argumentaciones, no sin sentir antes tentación de invocar la protección de Santa Rita de Casia (risas), vencedora de imposibles, según dicen las beatas, para llevar un poco de convencimiento, un poco de sensatez, al cerebro de esos niños grandes que se llaman pomposamente socialistas-radicales. (Voces: Al punto a discusión)

El C. Nieto

Digo esto, señores, porque no parece sino que hay en esos niños el capricho de sostener a todo trance lo que no tiene pies ni cabeza, que es esto: ... (Lee la primera proposición, que antes se insertó)

Esto, señores, no tiene pizca de sentido común. ¿Cómo van a ponerse las tierras a disposición de los campesinos o de los nuevos o viejos jornaleros, si todavía no hay quien las ponga a su disposición? ¿Quién las pone, con qué autoridad se pondrán, si todavía no se establece una Comisión que lo haga, ni se dice bajo qué bases han de repartirse? Y sin estas bases, ¿cómo es posible que se pueda verificar esta distribución?

El C. presidente

Suplico al orador que se contraiga al punto a debate.

El C. Nieto

En él estoy, señor presidente, y para probarlo, voy a permitirme volver a leer la proposición. (Lee nuevamente la proposición)

Desde luego, para poner las tierras a disposición de los jornaleros, se necesita, primero, que haya jornaleros, y segundo, que haya quien las ponga a disposición de los mismos; de otra manera, no puede hacerse ese reparto.

¡Y porque pensamos con este criterio, se nos dice que somos reaccionarios! Si aceptamos esta proposición en la forma en que está concebida, sucederá algo parecido a lo que sucedió cuando el diablo quiso hacer pelear a las gallinas: les tiró un grano de maíz, y estos animales, de mansa y humilde condición, se picotearon horrorosamente porque no había quien se los repartiera. Así sucederá si se ponen a disposición de los campesinos las grandes extensiones de tierras de Tepic, sin haber designado antes quien se las reparta y quien les diga: esto te toca a ti, y esto le toca al otro.

Esto es tan claro que no admite discusión.

El C. Montaño

Pido la palabra, para una aclaración. (Voces: No, no)

El C. presidente

Cuando termine el orador, porque no se le puede interrumpir.

El C. Nieto

A otra cosa: se dice aquí que se repartan las tierras, sin más taxativa que darle a cada campesino la que pueda cultivar personalmente. (Leyó la misma proposición)

Magnífico, y ¿quién o quiénes van a juzgar sobre la extensión de tierra que pueda cultivar cada uno personalmente? En el momento de recibirla, es seguro que todos se encontrarán capaces de cultivar diez, veinte o cincuenta fanegas. Pero vamos al hecho práctico, al hecho positivo: ¿porque lo dicen ellos, los campesinos, es cierto que podrán cultivarlas? ¿Quién es, en caso contrario, el encargado de juzgarlo? No me extiendo más sobre el punto, porque en toda la proposición hay qué discutir, y no quiero quitarle mucho tiempo a la Asamblea.

Hay más todavía. Supongamos que se pueden repartir las tierras. Bueno; pero esos campesinos a quienes deben repartírseles, andan en estos momentos con el fusil al hombro, y, o dejan el fusil, o, si no lo dejan, no recibirán tierra, y esto sería notoriamente injusto y falto en absoluto de equidad. Si aquellos que andan exponiendo su vida en los campos de batalla por las reformas y los principios que aquí estamos discutiendo, no merecen un pedazo de tierra, ¿quién lo merece entonces? Los que se hayan quedado en casa por conveniencia o por cobardía, ¿serán los únicos favorecidos en ese famoso reparto? ¿O vamos a llamar a todos los campesinos de Tepic, a los que están en la línea de fuego, y por cierto no tan cómodamente sentados como nosotros, los vamos a llamar, digo, para que dejen el fusil y vayan a recibir el pedazo de tierra que les corresponde? Sólo así obraríamos justicieramente; de lo contrario, vamos a repartir las tierras entre los muy pocos que hayan quedado en el territorio de Tepic, que serán, sin duda, los que menos las merecen, y los que estén peleando frente al enemigo, esos, no recibirán nada ...

Queda otro punto por discutir: Quedan exceptuados los ejidos, etc. (Lee la parte relativa de la proposición)

Tontamente se nos podría atribuir a nosotros los del Norte, un obstruccionismo que no sentimos para la finalidad de esta idea. Ella existe en cada uno de nosotros, quizá más cierta y más real, por mejor comprendida, que en el grupo de radicales a que ya me he referido. Está en cada uno de nosotros, con profundo convencimiento esa hermosa idea revolucionaria, ese anhelo redentor de repartir las tierras; pero lo Queremos realizar de un modo consciente y definitivo, para que mañana no se le quiten al pueblo esas tierras nuevamente. No queremos resolver el problema de las tierras de manera que un día u otro los que posean un pedazo de tierra dado por la Revolución, se sientan desposeídos al quitárselos, porque su posesión era injusta y arbitraria. Queremos que el reparto de la tierra sea definitivo, para que no haya mañana más hombres descontentos, para que no haya mañana más revoluciones ...

Dice, además, la proposición a debate, que los ejidos serán inmediatamente devueltos a los Ayuntamientos ... Magnífico; yo estoy de acuerdo con ello, y creo que todos mis compañeros lo estarán también; pero, para devolver los ejidos de los Ayuntamientos, es lógico, es elemental, que los Ayuntamientos tengan que presentar los títulos respectivos, y que estos títulos sean revisados por una persona o por un tribunal que diga si son buenos o son falsos. Y como este tribunal todavía no se instituye, ¿quién va a juzgar sobre la validez o la falsedad de esos títulos? Es indudable que para devolver los ejidos usurpados, antes hay que saber cuáles fueron éstos; de otra manera, los Ayuntamientos, atendiendo sólo a su propio interés, dirán, o podrán decir: esto nos corresponde, cuando en realidad no les corresponde; es decir, es muy posible que se quieran despachar con la cuchara grande. Es necesario que todo esto vaya ordenado, metódico; es preciso que se proceda en forma conveniente, en forma justificada, para que no se nos diga mañana que somos niños de escuela que apenas sabemos multiplicar y queremos resolver problemas algebraicos, dictando acuerdos absurdos, únicamente porque somos la Convención.

Por todo esto debe desecharse de plano el artículo. La cuestión debe resolverse con más oportunidad y estudio, y no como quieren los señores del pro, ameritando que esto se prolonga indefinidamente.

Queremos que la Comisión Agraria, yendo más al fondo de la cuestión, y con más criterio, se ocupe ocho o diez días de estudiar un proyecto en toda forma, para discutir ampliamente la cuestión agraria, y ya verán los señores socialistas, esos señores abnegados, más abnegados que nosotros, según dicen; ya verán cómo entonces no encuentran obstrucción como la que han encontrado ahora, porque lo que nos presentan tiene mucho de discutible. Nosotros queremos que nos presenten algo que sea más juicioso, más eficaz; que nos presenten ese proyecto, y entonces no lo discutiremos tanto, porque los miembros de la Comisión habrán pensado mejor lo que debe hacerse.

Yo pido, señores, que esto se deseche, porque no resuelve nada; carece hasta de sentido común, y no nos conduce a nada práctico. Este punto, como todos los demás de la proposición, debe generalizarse a toda la República, conscientemente, más a fondo: cuando así se haga, les aseguro a los señores socialistas, a los señores radicales, que no encontrarán obstrucción en ninguno de nosotros.

El C. Orozco

Pido la palabra, para una aclaración.

El C. presidente

Sólo para moción de orden.

El C. Piña

No, señor; no se puede.

El C. secretario

La Mesa, por conducto de la Secretaría, pregunta a la Asamblea si se considera suficientemente discutido el punto.

Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie. Suficientemente discutido.

Se pone a votación la primera proposición, que dice: (Repite la lectura de la primera proposición)

En votación económica se pregunta si se aprueba.

Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie. Aprobada.

(Voces: hay muchos sentados) (Voces: hay mayoría)

El C. secretario

Sírvanse pasar aquí y se convencerán de que está aprobada.

El C. Piña

Pido votación nominal.

El C. secretario

Tengan ustedes la bondad de sentarse. (Voces: votación nominal) (Voces: El voto nominal es más consciente)

El C. presidente

Señor secretario: recoja usted la votación a la inversa, para que se cerciore el señor Piña.

El C. Piña

Es que nosotros queremos votación nominal, para que conste quiénes votamos en contra, pues es preciso que la Nación sepa quiénes somos los que no aprobamos este acuerdo.

El C. secretario

La Mesa, por conducto de la Secretaría, pregunta a la Asamblea si es de aceptarse la votación nominal, como desea el señor Piña. (Aplausos)

No es de tomarse votación nominal. En votación económica se pregunta si se aprueba.

Los que estén por la negativa, sírvanse ponerse de pie. Aprobada.

Señores: sírvanse ustedes sentarse. Un momento, señores, va a darse lectura a la orden del día para el lunes próximo.

El C. presidente

Se levanta la sesión.

Índice de Crónicas y debates de la Soberana Convención Revolucionaria Recopilación de Florencio Barrera FuentesPrimera parte de la sesión del 6 de febrero de 1915 Primera parte de la Sesión del 8 de febrero de 1915Biblioteca Virtual Antorcha