CRÓNICAS Y DEBATES
DE LAS SESIONES DE LA
SOBERANA CONVENCIÓN REVOLUCIONARIA
Compilador: Florencio Barrera Fuentes
SESIÓN DEL 15 DE FEBRERO DE 1915 CELEBRADA EN CUERNAVACA, MORELOS
Segunda parte
Presidencia del C. Delegado Otilio Montaño
El C. presidente
Tiene la palabra el ciudadano Cervantes, miembro de la Comisión.
El C. Cervantes
El señor delegado Méndez ha incurrido en el mismo error de principio, de inteligencia, que el señor Marines Valero en su anterior peroración.
Ellos hacen una confusión lamentable entre lo que es un traidor militar y lo que es un traidor civil, que se llama traidor a la Patria; olvidan que militarmente -vuelvo a repetirlo, aunque sea innecesario- se llama traidor al individuo que se pasa a las filas enemigas, y si esto han hecho esos individuoSl, ¿cómo no se han de llamar traidores, señor delegado Méndez? Pero no se llama traidores, no se titula traidores a aquellos que cambian de ideas políticas. Yo soy el primero, con el señor Méndez, en pregonar que con los enemigos políticos debe usarse de la forma del convencimiento, antes que de las formas coercitivas; pero no puedo estar de acuerdo, bajo ningún concepto, en que a un militar no se le aplique el título que merece.
Lo que sucede es que los señores Méndez y Pérez Taylor, revelan, aunque no puedo asegurar que lo sean, ser hombres de poca fe, porque parece que se hacen el argumento de que quizás aquellos hombres puedan tener razón. Pero si vamos a extremar nuestras ideas, nuestro radicalismo, porque tengo fe en ellas, porque creo que nuestra causa es justa, yo les daría el nombre de traidores a la Patria a aquellos que no sigan nuestros ideales revolucionarios. Yo quiero que los señores delegados Méndez y Pérez Taylor comprendan lo que es la condición militar y lo que es la traición militarmente.
La carrera militar, en mi concepto, es carrera más digna de encomio y más grandiosa, porque encierra el mayor desinterés, la mayor dignidad, el mayor sacrificio y la mejor jura de nuestras convicciones; el militar que defiende con convicción una causa, es el único que puede ser buen militar; el militar que abjura de ella, no puede ser más que un traidor; y como tal, debe juzgársele, señores delegados. (Aplausos)
El C. González Cordero
Para una aclaración únicamente.
El C. presidente
Tiene la palabra, en contra, el ciudadano Castellanos.
El C. González Cordero
Puede ser que, con lo que yo voy a decir, se termine el debate.
El C. presidente
Tiene usted la palabra.
El C. González Cordero
Yo veo que en el artículo a debate, el punto sobre que se basan los señores del contra, es cuestión de palabras enteramente; hablan de disidente, de infidente y de traidor y, a juicio de ellos, es distinta la acepción de la palabra; es decir, ellos le dan interpretación distinta; yo creo que todo militar, cuando no está de acuerdo con una causa por el giro que ha tomado, tiene un recurso, que es el de darse de baja, como lo han hecho y no me cansaré de alabarlos, el general Felipe Angeles y el señor coronel Cervantes, que son casos que yo conozco; se dieron antes de baja del Ejército Federal, y luego se fueron a incorporar a los revolucionarios, esa conducta me parece honrada. (Aplausos)
Pero el individuo, el militar en quien se ha confiado y que de la noche a la mañana cambia, como vulgarmente se dice, de chaqueta y se va a las filas del enemigo, siempre será un traidor, y, por consecuencia, digno de castigo.
Para evitar la discusión sobre palabras, voy a permitirme leer a ustedes las distintas definiciones que da el Diccionario de la Real Academia Española, sobre las palabras disidente, infidente y traidor para que se vea la diferencia que hay entre ellas.
Dice así:
Infidencia: Falta a la confianza y fe debida a otro.
Infidente: Que no corresponde a la confianza que se hace de él.
Traidor, adj.: Aleve, falso, fig., que falta a la lealtad o fe jurada. Se aplica a los irracionales que faltan a la obediencia o lealtad debida a sus dueños, etc.
Por consecuencia, verán los compañeros que infidente y traidor quiere decir enteramente lo mismo. (Voces: ¡No, no!)
Disidente es otra cosa.
El C. Samper
Para una aclaración, pido la palabra.
El C. González Cordero
Disidente. Que diside. Que se separa de la creencia que antes mantenía. ¡Pensar de distinto modo que la mayoria, distar, estar apartado!
Por consecuencia, yo creo que aquí la palabra traidor está bien aplicada, no asi la de disidente, porque, como dice la misma definición, puede haber disidentes hasta entre un mismo partido; por ejemplo: los socialistas; yo sé que hay disidentes en las finalidades, según la manera de pensar en la finalidad, en la manera de llegar a esa finalidad. Así es que yo creo que está bien empleada.
El C. presidente
El señor González Cordero ha pedido la palabra, para una aclaración, y resulta que ha hablado en pro.
El C. González Cordero
Estaba apuntado en el pro, señor presidente.
El C. presidente
Pero, procediendo de una manera consecuente, debo conceder la palabra alternativamente. Tiene usted la palabra, señor Castellanos.
El C. Castellanos
En primer lugar, señores, me voy a permitir hacer algunas observaciones a las aseveraciones hechas por el señor Montaño, porque no quiero que, de ninguna manera, queden en el ánimo del público, porque las juzgo de trascendental importancia.
Dijo el señor Montaño que eran traidores a la Revolución. ¿Es así, señor Montaño? (El ciudadano Montaño asintió)
No está en lo justo el señor Montaño, y no está en lo justo sencillamente porque, como lo dijo el señor Pérez Taylor en la pequeña alocución que nos hizo, se están asimilando los ideales de los convencionistas y los que se llaman carrancistas; según se sabe, hace varios días, que el Plan de Guada]upe, por todos conceptos detestable, ha sido adicionado por una serie de artículos o capítulos que son los mismos que estamos debatiendo ...
El C. Montaño
Pido la palabra para una moción de orden.
El C. presidente
No se debe interrumpir al orador.
El C. Montaño
Pero el señor debe concretarse al artículo a discusión.
El C. presidente
Está dentro del orden del debate.
El C. Castellanos
Conste que estoy contestando lo mismo que el señor Montaño dijo, es decir, se salió del punto a discusión, y, ahora que estoy impugnándolo, no quiere que yo lo impugne, no sé por qué razón. (Aplausos)
Decía yo que en esos principios que figuran en el Plan de Guadalupe, figura la Cuestión Obrera, que estamos tratando nosotros también, con mayor radicalismo, si ustedes quieren; forma en ese Plan un capítulo de la Cuestión Agrícola; otro capítulo de la Cuestión Judicial, y así, sucesivamente, tiene ocho o diez articulos, en los cuales está vaciado, podemos decir, el mismo programa que nosotros tenemos; que sean capaces o no de llevarlo a la práctica, eso ya es motivo de una discusión muy aparte; que los procedimientos, que es lo que yo creo constituye hoy la división entre nosotros, sean completamente distintos, creo que es una diferencia que tenemos los que formamos la Convención, y los que forman el partido constitucionalista, salvo aquel caso en que solamente se trate de presentar por ellos un programa, que nunca llevarán a la práctica, pero que, lógicamente y puntualizando, no podemos nosotros prejuzgar en qué condiciones piensen llevarlo a efecto; de manera que, suplicándoles a ustedes me dispensen la pequeña digresión, vamos ahora a tratar y a circunscribirnos al artículo, o, mejor dicho, más bien que al segundo artículo, a la palabra traidores, que es lo que yo vengo aquí a combatir; no vengo a combatir la idea, por eso fue que en lo general lo aprobé; pero el título de traidores, no quiero por ningún concepto que se les vaya a dar, por lo dicho anteriormente; es decir, que no son traidores a los principios; no creo que se les deba, de ninguna manera, dar este título, no obstante las aclaraciones del compañero González Cordero, quien nos hizo ver que el Diccionario dice: que traidor e infidente tienen la misma acepción; sin embargo, el uso (y el uso es una de las cosas que más peso hace en esta cuestión) el uso de la palabra traidor, encierra una idea esencialmente radical, encierra una idea tan vergonzosa que, a cualquiera que se le diga, debe considerarse profundamente ofendido si no lo es; de otra manera, será poco el castigo que se le dé si realmente es un traidor; de suerte que no siendo estos individuos realmente traidores, vamos siquiera quitando ese uso tan sancionado por todos, de lo que significa la palabra traidor.
Lo podemos hacer de dos maneras: o bien desde luego substituir la palabra infidente, que en el uso no está verdaderamente autorizada, por el anatema tan grande que se le puede dar al que verdaderamente se le dice traidor; vamos poniéndole ese nombre de infidente, agregando una pequeña palabra: Infidente a la Convención.
Nada más, no prejuzguemos de ninguna otra cosa, buena o mala, que se haya hecho; bien o mal que hayan obrado, con o sin razón, únicamente ellos han sido infidentes a la Convención.
Por consiguiente, substituyendo la palabra traidores por infidentes a la Convención, no los ofendemos, porque así no vamos a hacer apreciaciones, solamente vamos a sentar hechos; que quede a la conciencia de cada uno su verdadero papel y, cuando estemos en mejores condiciones, podremos aplicarles tal o cual pena; pero ahora sólo estamos autorizados para decir que son infidentes a la Convención; no podemos decir otra cosa.
En tal virtud, yo ruego a los señores delegados, que, sin más discusión, pues que el objeto es castigar a los que no hayan permanecido fieles a la Convención, substituyamos la palabra traidores por infidentes a la Convención.
El C. secretario
Se pregunta a la Honorable Asamblea si da permiso para que se retire el artículo y se modifique en los términos en que se le va a dar lectura:
Segundo. Los militares que se sepa prestan. sus servicios, en las filas disidentes, sean dados de baja por traidores y juzgados militarmente en su oportunidad, es decir, cuando sean, capturados. En ambos casos, se publicará esta disposición por la Orden General de la Plaza, dando a conocer los nombres de lo~ mencionados jefes y oficiales.
EL C. Cervantes
El término oficiales se aplica, de generales y subtenientes, pero puede decir: Jefes y Oficiales.
El C. González Cordero
Y los generales, ¿se quedan fuera?
El C. Marines
Ruego a la Secretaria me informe si dice: infidentes a la Convención.
El C. presidente
Dice: infidentes.
El C. Marines
Pregunto si dice: infidentes a la Convención.
El C. secretario
Dice: infidentes ...
El C. presidente
Tiene la palabra el ciudadano Cervantes, como miembro de la Comisión.
El C. Cervantes
Se ha discutido mucho sobre un término, y en querer substitujr una palabra con otra de la misma significación, razón por la cual la Comisión no vacila en cambiar estos términos. La misma, Comisión se permite cambiar la palabra militares, por Jefes y Oficiales, como un cambio indispensable, en lo cual los señores delegados no han parado mientes; se trata de castigar a aquellos individuos que por su categoria y por sus deberes de intelectualidad, tienen obligación de hacer, de cometer sus actos conscientemente y en ese caso, están todos los oficiales. En cambió, si se acepta el término militar genérico, se incluiría en ellos a los soldados, y yo siempre he defendido la idea de que en nuestro país, por desgracia, debido a la gran ignorancia en que se encuentra, hay un gran número de mexicanos que sirven en el bando contrario sin saber por qué sirven; puedo citar en apoyo de ese dicho, un gran número de casos; pero lo que es particularmente significativo y de actualidad, es el que conozco de ciento cincuenta indios yaquis, que se han presentado a las filas surianas, manifestando que sus jefes les aseguraban que estaban peleando por Villa y contra el zapatismo; por eso, señores delegados, me permito hacer esa proposición, que no dudo estará en la buena aceptación de toda la Asamblea.
El C. Ramirez Wiella
Pido la palabra, para una interpelación a la Comisión dictaminadora.
El C. presidente
Tiene usted la palabra.
El C. Ramirez Wiella
Dice el primer artículo algo que es no sólo antijurídico; sino antilegal: la creación de una ley privativa y de un tribunal privativo, y que juzgue a los que únicamente se quedaron en México sin afiliarse al partido contrario, nos pone en la situación más difícil que ésa, y más injusta la de imponerles un castigo, y, por lo mismo, un castigo privativo, puesto que los somete. a un tribunal creado ex profeso; siendo, por lo mismo, un tribunal privativo, contra toda justicia y contra toda ley.
Pregunto ¿por qué a esos que han cómetido la menor falta los pone en peores condiciones qUe a los que se les juzga verdaderamente infidentes, y a éstos sí los va a juzgar la autoridad establecida, como debía haberlo hecho con los que se quedaron simplemente en México?
El C. presidente
¿Desea contestar la Comisión?
El C. Cervantes
Confieso ingenuamente que no presté la debida atención a la interpelación del señor delegado, porque algunos de los compañeros no me lo permitieron al estar hablando; yo le suplicaría, que perdonándome, lo repitiera.
El C. Ramírez Wiella
Decía yo, tratándose de los que simplemente se quedaron en México, cuya falta es muy pequeña, en comparación con la falta de los que se afiliaron al partido contrario, que la Convención ha cometido la injusticia más grave, y la Comisión Dictaminadora, también. porque se crea una ley ex profeso, una ley privativa imponiendo unas penas muy duras, en lugar de atenerse a una ley que ya existe, y en vez de consignarlos a las autoridades que ya existen, y ¿por qué a los que cometen una falta más grave, un verdadero delito, como es pasarse al bando contrario, se les deja sujetos a las leyes preexistentes?
El C. Cervantes
La observación del señor delegado parece justa, pero no lo es en el fondo; porque si el señor delegado tiene la bondad de escuchar el primer artículo, verá que están incluidos en él esos traidores, y están incluidos pqr su actitud, privándolos de sus derechos civiles durante cinco años; porque se refiere a todos los militares en servicio activo y en disponibilidad, del Ejército Convencionista, que no se han incorporado a esta plaza, y los que se han pasado, están comprendidos en el artículo segundo, están sometidos a castigo.
El C. Ramírez Wiella
Pido la palabra, para una aclaración.
El C. presidente
Es complicar el debate.
El C. secretario
Se pregunta a la Honorable Asamblea si da permiso a la Comisión para que retire el artículo segundo a debate, y lo presente reformado en estos términos:
Segundo: Los generales, jefes y oficiales que se sepa prestan sus servicios en las filas disidentes, sean dados de baja como infidentes a la Convención, por traidores, y juzgados militarmente en su oportunidad, es decir, cuando sean capturados.
Sala de Comisiones de la Soberana Convención Revolucionaria.
Cuernavaca, Mor., febrero 10 de 1915.
F. Cervantes.
J. V. Casarín.
M. Menchaca
(Rúbricas).
Los que den su consentimiento ...
El C. Pasuengo
Pido la palabra para una aclaración.
El C. presidente
No se permite en estos momentos el uso de la palabra.
El C. Pasuengo
Pero luego el secretario pregunta si se aprueba, y se aprueba sin que uno pueda pedir aclaraciones.
El C. presidente
Ya el artículo ha sido impugnado por varios oradores, luego vendrá la discusión, señor general, del reformado; ahora se va a preguntar nada más si se admite a discusión.
El C. Piña
Pido la palabra para una moción de orden.
El C. presidente
Se va a proceder a la discusión.
El C. Piña
Es para no perder el tiempo. Quiero suplicar a la Honorable Comisión Dictaminadora, que nos diga de una manera categórica, en qué sentido va a reformar el artículo, porque si es en el sentido en que lo ha leído el señor secretario, no estamos conformes.
El C. presidente
Esa no es moción de orden.
El C. Piña
Lo es, porque se había dicho: infidente a la Convención, y en eso sí estamos conformes.
El C. presidente
Se está alterando el orden.
Se va a preguntar a la Asamblea si después de las explicaciones hechas por la Comisión, de la interpelación del señor Ramírez Wiella, de la contestación de la Comisión, y de la reforma del artículo, se admite a discusión la proposición que se acaba de leer.
El C. secretario
Se pregunta a la Honorable Asamblea, si da permiso a la Comisión Dictaminadora para que retire el artículo segundo a debate y lo presente modificado, tal como se le ha dado lectura.
Los ciudadanos delegados que den su permiso de que se modifique o presente modificado ...
El C. Ramírez Wiella
Nada más que se modifique.
El C. Piña
Que se modifique en el sentido de la discusión.
El C. Ramírez Wiella
Porque en el sentir de la Asamblea está que se diga: disidentes a la Convención.
El C. presidente
Que la Asamblea lo diga.
El C. Pasuengo, Matías
Que se diga si permite retirarlo, y ya está.
El C. Cervantes
Quiero suponer que el señor delegado, general Pasuengo, tenga razón, pero el señor delegado Pasuengo olvida los procedimientos que para las discusiones hemos seguido aquí; que es pedir permiso para retirarlo y presentarlo en una forma cualquiera, y. después sí se tiene el perfecto derecho de discutirlo.
El C. presidente
La Presidencia va a explicar qué es lo que está pasando, que es muy sencillo. Está a discusión el artículo sin la modificación; la Comisión pide permiso para hacer una modificación; si la Asamblea admite la modificación, se pregunta si se admite a discusión, si no admite la modificación, sigue a discusión el artículo.
El C. Castellanos
Pido la palabra para una aclaración.
El C. presidente
Nada más se pregunta si se permite modificarlo; es un enredo extraordinario del debate, la Presidencia insiste en su trámite, y pregunta a la Asamblea si permite a la Comisión que modifique el artículo en el sentido que lo solicita.
El C. Castellanos
¿Me permite la Presidencia?
El C. presidente
Sostengo mi trámite.
El C. Castellanos
En contra del trámite.
El C. presidente
Llamo al orden al señor orador; de alguna manera nos hemos de entender; precisamente para entendernos, la Asamblea es la que tiene que resolver si da permiso a la comisión para modificar el artículo.
El C. Castellanos
No es ésa la costumbre seguida.
El C. presidente
Suplico al señor secretario, haga la pregunta a la Asamblea.
El C. secretario
La Mesa pregunta a la Asamblea si da permiso a la Comisión para que retire su proposición con la modificación a que dio lectura.
Los que estén por la afirmativa, de pie.
No se da permiso.
El C. Piña
Eso tenía que resultar. Pido la palabra.
El C. Castellanos
Pido la palabra, en contra.
El C. presidente
Sigue a discusión la proposición, sin la modificación.
El C. Pasuengo
Pido la palabra.
El C. Marines
Pido la palabra, para una moción de orden.
El C. Piña
Pido la palabra.
El C. presidente
Tiene la palabra, en pro, el delegado Montaño.
El C. Piña
Yo he pedido la palabra a usted antes.
El C. presidente
No se modifica, según lo ha resuelto la Asamblea.
El C. Castellanos
¿Por qué vuelve de nuevo a discusión?
El C. presidente
Porque la Asamblea no permite que se modifique la proposición.
El C. Piña
No, señor, usted no ha conducido bien el debate.
El C. presidente
Tiene la palabra el ciudadano Montaño.
El C. Castellanos
Yo pedí la palabra primero que el señor Montaño.
El C. presidente
No, señor, eso no es cierto.
El C. Castellanos
Parece que usted tiene especial interés en que hable el señor Montaño; yo voy a ser muy breve.
El C. presidente
Yo no tengo interés alguno en que hable uno u otro de los señores delegados.
El C. Castellanos
Yo quiero que el artículo quede redactado en el sentido de la discusión, es decir: infidentes a la Convención.
El C. presidente
¿Está conforme la Comisión en agregar las palabras a la Convención?
El C. Cervantes
Sí está conforme. (Aplausos)
El C. secretario
La Mesa, por conducto de la Secretaría, interroga a la Honorable Asamblea si está conforme con la modificación que se hace al artículo a debate.
Los que estén conformes, sírvanse poner de pie.
Continúa la discusión.
¿No hay quién pida la palabra en pro?
Los que la pidan que pasen a inscribirse.
El C. Marines Valero, en pro
Estoy pasmado, verdaderamente me he quedado perplejo al ver la tendencia que existe entre nosotros, después de tantos brincos y tantos aspavientos, de llamar a los carrancistas personalistas; confundir la causa que defendemos, que es nobilísima, con nuestra propia persona.
Para que los señores que se quedaron en México puedan ser considerados como infidentes a la causa que defendemos, necesitaríamos demostrarlo con argumentos, no con berridos ni gritos; necesitaríamos demostrar con argumentos que ya no defienden la causa del pueblo, que ya no defienden el repartimiento de tierras, que ya no defienden el mejoramiento de las clases trabajadoras, que ya no defienden esa serie de reformas que nosotros tratamos de llevar a la práctica, creyendo de buena fe, como lo creemos, que con esto vamos a mejorar las condiciones materiales y el bienestar de nuestra Patria; para demostrarles que son infidentes a la causa, tendríamos que demostrarles todo eso, y en el artículo, como lo dije al principio, se dice: Se consideran como infidentes a los que se quedaron en la ciudad de México; así es que el haberse quedado o venido a Cuernavaca, pasa, según esto, a la categoría de principio, según lo estamos considerando, puesto que, los que se quedaron en México, son infidentes.
El C. presidente
Me permito llamar al orden al orador, porque está discutiendo el artículo primero que se refiere a los que no vinieron a la ciudad de Cuernavaca, y ahora se trata de los que sirven en las filas contrarias.
El C. Marines
Voy a demostrar que sí tiene relación lo que acabo de decir: para poder castigar a aquellos a quienes se refiere este artículo, se necesita demostrar que tienen culpa, y aquí lo que se trata de demostrar, es que esos individuos no sean infidentes a la causa, sino infidentes a la Convención, y por esa razón, nosotros hemos pugnado por que se diga con toda claridad, que son infidentes a la Convención, y nuestra mente es esta: ser justicieros.
Pueden ser ellos infidentes a la Convención, porque es posible que muchos hayan tenido la creencia de que nosotros no íbamos a continuar nuestra labor con honradez; es posible que ellos hayan creído, y tengan muchos datos para creer, que íbamos a ser personalistas; es posible que ellos hayan creído que nosotros íbamos, desde que venimos a Cuernavaca, a ser zapatistas, y que ellos, de buena fe, se hayan metido en sus casas, pero sin pasarse al otro partido.
Así es que por esa razón yo soy partidario de que se les dé de baja, por ejemplo, en el Ejército; pero no que se les diga traidores, como se pretende; y que se diga, con toda claridad, que se les considera infidentes a la Convención.
Ahora, es curioso lo que ha pasado aquí en la Convención; a los demás los tachamos de personalistas, y nosotros somos los primeros personalistas, porque estamos confundiendo la causa con nuestra personalidad.
Así es que, por estas razones, suplico a la Honorable Asamblea que apruebe ese artículo tal y como nosotros lo proponemos, porque es justiciero, porque se aplica esa pena por ser infidentes a la Convención, no por ser infidentes a la causa, porque no se castigará sino solamente a los que se hayan alistado en las filas contrarias, y no a los que se hayan quedado escondidos en su casa y que más tarde pueden venir con nosotros.
El C. Nieto
Pido la palabra.
El C. presidente
¿Se ha inscrito usted en pro o en contra?
El C. Nieto
No, señor.
El C. presidente
Pues entonces no puedo concederle la palabra.
El C. Quevedo
No creo razonable, como dice el señor Marines Valero, que aprobemos un articulo que, por su redacción, está muy torpe, como lo está el primero que se aprobó. Desgraciadamente nosotros procedemos irreflexivamente en muchos casos, dejándonos llevar por palabras huecas o por rivalidades oratorias, que nos llevan al desastre. En lo que se ha aprobado por la Asamblea Revolucionaria, por la Gran Convención Soberana, hacemos caer, nada menos que al general Villa y a todos sus generales y oficiales, los hacemos caer con la pena gravísima de que sean dados de baja en el Ejército, y que se les inhabilite por cinco años; esto ha sucedido con lo que sé ha aprobado, y se los voy a demostrar.
El C. presidente
No está a discusión el artículo primero.
El C. Quevedo
Pasaré al artículo segundo, ya que la Presidencia tiene pensado dar ese trámite y que se cambie la redacción, en el sentido del espíritu del debate.
El C. presidente
Respecto a lo que alude el ciudadano Quevedo se subsanará cuando pase a la Comisión de Estilo.
El C. Quevedo
Voy a hablar contra el artículo segundo, y lo hago con el mismo espiritu que me anima para censurar el primero; dice así: (lo leyó).
Todo depende de la forma en que está redactado el artículo. Un asistente que yo tenía en Torreón está prestando sus servicios en el Ejército carrancista, y, sin embargo, no es infidente en la Convención. (Voces: se habla de Generales, Jefes y Oficiales).
Pues no son infidentes a la Convención; y por eso hablaba yo con el séñor Piña, diciéndole que, según mi criterio escaso, debía ser en la forma a que se refiere el artículo primero, es decir, los que se quedaron en México, y que presten sus servicios a las filas disidentes; sean dados de baja como infidentes a la Convención; porque entonces sí cabe la infidencia a la Convención; pero de los demás no, porque hay muchos oficiales que no han juramentado jamás, ni se han adherido.
La forma que yo propongo es ésta: qué los generales, jefes y oficiales, a que se refiere el artículo anterior o que quepan en el artículo anterior, que presten sus servicios en las filas disidentes, sean dados de baja como infidentes a la Convención, y juzgados militarmente en su oportunidad, es decir, cuando sean capturados.
La forma en que está el artículo actualmente, es ésta: Que los militares que se sepa que prestan sus servicios en las filas disidentes, y el espíritu de la moción presentada, sé refiere a los militares del Ejército Convencionísta, que se quedaron en México.
Por eso es que yo impugno el artículo segundo en la forma en que lo he hecho.
El C. Menchaca
Pido la palabra, para una aclaración.
El dictamen se refiere a una moción presentada por uno de los ciudadanos delegados, y que dice claramente que a los militares que se quedaron en México; de manera que ese dictamen no se refiere a los militares en general; sino a los militares que, estando con nosotros, se quedaron en México.
El C. presidente
Tiene la palabra, en pro, el ciudadano delégado Pérez Taylor.
El C. Pérez Taylor
Aplaudo la determinación de la Comisión Dictaminadora, en haber cambiado el epíteto de traidor por el adjetivo Infidente a la Convención.
El ciüdadan:o González Cordero, con su diccionario, me hizo recordar aquellos muchachuelos qué van a la escuela y se aprenden las lecciones al pie de la letra, y a la hora en que el maestro les interpela sobre la clase, van diciéndola de memoria, letra por letra, y coma por coma, sin pensar ni desarrollar ideas nuevas sobre aquello que han aprendido; sino al pie de la letrá; capítulo p6r capítulo.
Debo decirle al ciudadano García Cordero ...
El C. González Cordero
González Cordero ...
El C. Peréz Taylor
Bien, hago la rectificación debida: González Cordero.
Debo decirle que una cosa es la letra del Diccionario, y otra cosa es el espíritu de las cuestiones políticas, sociales, económicas o de cualquier otro carácter.
Hecho este pequeño paréntesis, voy a exponer un argumento más para probar de una manera concreta, qúe hemos hecho perfectamente bien en cambiar la palabra traidor por infidente.
Aquí dentro de la Convención existe la esperanza de que tarde o temprano los que han sido infidentes, vengan a esta Asamblea, desde el momento en que en México se ha pasado lista a todos los que han dejado de ser de la Convención.
Por otra parte, no son traidores desde el punto de vista militar, porque, como hemos dicho en muchas ocasiones, están considerados como ciudadanos armados y no como militares. Así es que creo que han hecho bien en cambiar la palabra traidor por la de infidentes.
El C.Montaño
Señores delegados:
Verdaderamente me ha llamado la atención la confusión de ideas que se ha desatado en el seno de esta Asamblea cuando el asunto es verdaderamente claro.
Qué carcajada homérica lanzará el pueblo al ver que nosotros nos estamos ocupando de un asunto que es baladí para todo el mundo civilizado.
Aceptar el término traidor -en vez de infidente, es muy claro, desde el momento en que el artículo a discusión está diciendo que se justifique que los individuos aludidos no están en las filas de la Convención, y si es así: ¿todavía se niega que se les llame traidores? ¡Entonces vamos con Carranza, vamos con todos los infidentes!
Me ha llamado poderosamente la atención que, al estar hablando de Carranza, se diga que es perfectamente revolucionario y se le trata como si estuviera en el seno de la Convención; y me ha llamado la atención, porque saben ustedes que Carranza ha dicho que no aceptará Convenciones, que no aceptará ligas con Congresos, que no ha de haber más que una personalidad: el Primer Jefe, sobre los grandes principios de la Revolución, y todo lo demás ha de ser emanado de aquella majestuosa divinidad; todo ha de reducirse a una sola persona: Carranza; y así se quiere que a todos aquellos infidentes, ¿no se les califique de traidores? Todo el mundo debe calificarlos de traidores, porque realmente comprendemos el lenguaje castellano, aunque se le quiera desfigurar.
Señores, realmente, ese pueblo, que nos está contemplando, nos va a censurar de una manera dura; porque yo no comprendo que se cambie el nombre de infidentes, cuando realmente son traidores, pues, señores, ¿qué acaso los que no sentimos eso, nos convertimos en asnos? ¿Verdaderamente nos preocupamos para ir al porvenir?
Realmente no, señores; debemos reflexionar, meditar profundamente acerca de eso, debemos ser inflexibles, porque, como dijo el compañero Méndez, hace un momento, que realmente nos llama la atención sobre manera, que abramos los brazos para los que huyen del seno de la Convención, que abramos los brazos para los que desertan del partido, y que abramos los brazos para aquellos que no tienen ideales; yo no comprendo esas doctrinas, por más que se prediquen en defensa de esos ideales, qué no son ideales; eso es provocar la disolución de los principios, ésa es la disolvencia de los principios triunfantes, que no se debe buscar de ninguna manera, señores, y, en ese concepto, yo debo insistir en que se califique de traidores a los que realmente lo son, y como son traidores, no haya compasión para ellos, porque siempre que nosotros vengamos invocando la compasión para los traidores, siempre que nosotros hagamos a un lado la justicia, nuestros ideales, señores, caen en el abismo, ruedan al abismo; nosotros debemos estar con la justicia, y el que realmente merezca el castigo, el que realmente haya defeccionado de las filas revolucionarias, el que haya pisoteado y haya violado los acuerdos de esta Honorabel Convención, que sea castigado, porque esta Convención, señores, no la componen ni la integran personalismos, esta Convención, señores, permítanme que os lo diga, es la representación viva de los principios, no de las personalidades; en consecuencia, señores, debemos optar porque se califique debidamente a aquellos hombres que merezcan el título de traidores, y que se les castigue sin piedad, sin compasión, porque ese perdón, que ustedes tantas veces han invocado y esa reconciliación que invocan, ese sistema de perdón que tanto tiempo se ha ensayado en la República, ha sido de fatales consecuencias, y por esa circunstancia me permito recordarles en este momento, la frase de Alejandro Magno, cuando luchaba con el más grande de los Daríos: en el mundo no pueden existir ni dos soles ni dos amos; uno de los dos debe sucumbir.
Nosotros recibiremos con los brazos abiertos a los soldados de Carranza, que se vengan con nosotros, aceptaremos todos los partidos que se pongan bajo la bandera revolucionaria; pero no podemos aceptar a aquellos hombres que se niegan a contribuir a esta causa que tanta sangre ha costado, que tantas lágrimas ha costado, que tantos sacrificios ha costado, a esa causa por la cual las víctimas se remueven en su tumba, y la sangre de sus heridas pide que esta Convención cumpla con la Patria y pide que se haga justicia a este pueblo hambriento, y que siempre obremos dentro de los limites de la justicia.
La justicia debe ser como la muerte, no debe perdonar a nadie, debe desatarse como el rayo para caer sobre los culpables.
En consecuencia, señores, pido que no se ponga la palabra infidentes, sino traidores; porque no hemos podido nombrar cielo ni estrellas a lo que no es cielo ni estrellas.
En consecuencia, si verdaderamente queréis la salvación del pueblo, la salvación de la sociedad, es necesario castigar a sus enemigos, y si es necesario, que el suelo que pisamos haga una explosión para que caigan las cabezas de los enemigos del pueblo, como son los adoradores de los fetiches, como Carranza, y que entonces, señores, que de ese cataclismo resulte un panteón, antes que permitir que los traidores, que el elemento gangrenado venga a corrompernos.
Me permito, señores, decir que no es una vana ostentación por el simple hecho de querer que se haga una innovación en ese artículo; no, señores, sino que quiero que desde ahora comencemos por ser justicieros y que siempre estemos de parte de la Patria, y así siempre seremos invencibles. (Aplausos)
El C. González Cordero
Pido la palabra, para una alusión personal.
El C. presidente
Como no hay oradores inscritos en pro ni en contra, le concedo a usted la palabra, por excepción.
El C. González Cordero
Al señor Pérez Taylor, con esa carita de Divino Rostro, que tiene, ofendió sus delicados oídos ...
El C. presidente
Me permito llamar al orden al orador; contestar una alusión con otra alusión, es ...
El C. González Cordero
Le quería decir que ofendió a sus delicados oídos la palabra traidor y no la de infidente, y según el Diccionario de la Real Academia Española, al que me atengo, la acepción de las dos palabras, es la misma; lo que pasa es que, uno es término más usual que el otro: el término traidor es más usado que el otro, pero es el equivalente al mismo, tiene la misma significación; de manera que, lo que ofendió a sus oidos es la palabra traidor, aunque tiene más uso que la de infidente.
Por otra parte, dice que, para que no se sientan los traidores, se sujeten a un consejo de guerra, que los condenará a muerte, porque a ese fin se reduce el asunto: cualquier Consejo de Guerra que los juzgue los condenará a muerte. Andamos con delicadezas, como si fuéramos señoritas, y al final de cuentas les pegamos cinco tiros.
Respecto a que yo me atengo al Diccionario de la Real Academia Española, es porque lo creo de más autoridad que usted, sobre el particular.
El C. Marines
Por considerarlo de estricta justicia, y con el deseo de que no se continúen haciendo alusiones, hago constar a la presidencia, que cuando el señor Pérez Taylor ridiculizó al señor González Cordero, llamándole chiquillo de escuela, y otras palabras que lo ridiculizaron -lo cual, como usted sabe perfectamente, no es ningún argumento-, no lo llamó usted al orden, y ahora que el señor González Cordero lo ridiculizó, ahora se acuerda usted que no es argumento, y que está fuera del debate, ahora sí se acuerda usted.
El C. presidente
Digo al señor Valero, que la cuestión es enteramente clara y sencilla: lo que el señor González Cordero dijo fue una verdadera burla que no tenía relación sobre el particular, fue alusión a la fisonomía y a la manera de usar la barba; en cambio, el señor Pérez Taylor hizo uso de un argumento perfectamente atendible; decir que no es argumento traer a la luz un diccionario, y el señor González Cordero, demasiado susceptible, le llamó alusión personal a algo que pudo, por ejemplo, referirse no sólo al señor González Cordero, sino a todos aquellos que traigan aquí como argumento un diccionario; de manera que, por esta razón, no pude llamarlo al orden: hubiera hecho mal, porque ése será un argumento, no de fondo si se quiere, pero al fin, es un argumento.
El C. González Cordero
Yo protesto, yo no quise ofender al orador; emplee un término irónico nada más.
El C. Marines
¿Podria hacerme ver el señor presidente en qué consiste el argumento de estas palabras como un chiquillo de escuela, ya que me dice que es argumento?
El C. presidente
Seria imposible la oratoria si todo fuera seco, como en una lección de pedagogía, como quería el señor Marines Valero; todo el mundo tiene el derecho de adornar sus discursos con frases picantes, como la de chiquillo de escuela, que se aplicó al señor González Cordero, o para usar un sarcasmo: pero eso no es una alusión personal, es una forma de argumentar.
El C. Marines Valero
Lo único que he hecho, es hacer notar la parcialidad de la presidencia ... (siseos)
El C. Treviño
Señores delegados:
Verdaderamente me ha llenado de asombro ver que en plena Convención, la palabra traidor se haya impugnado, y ya que se ha allanado ese escollo, voy a hablar en pro, únicamente para quitarles ese pretexto para seguir en su propaganda de que los términos de traidor e infidente son iguales; y yo suplicaría a la Mesa que recogiera la votación, porque en el fondo el pensamiento ha quedado lo mismo.
El C. secretario
La Secretaria pregunta a la Asamblea si considera suficientemente discutido el asunto.
Los que estén por la negativa, sirvanse ponerse de pie.
Sí se considera.
Se pone a votación el articulo segundo, que dice: (lo leyó nuevamente).
Los que lo aprueben, sírvanse ponerse de pie.
Aprobado.
El C. presidente
Como el resultado de la votación es dudoso, sírvase la Secretaría apuntar el número de los del pro y los del contra.
El C. secretario
Los que aprueben el articulo sírvanse poner de pie.
Cuarenta y tres parados, por treinta y dos sentados. (Aplausos)
Pasa a la Comisión de Estilo.
Proponemos a la Honorable Asamblea como de pronta y obvia resolución; el siguiente acuerdo:
Unico. Ordénese a quien corresponda, por los conductos debidos, que en vista de que los indios de la tribu yaqui y demás soldados rasos que luchan al lado de las tropas carrancistas, están engañados, no se les fusile cuando caigan prisioneros.
Cuernavaca, Mor., febrero 15 de 1915.
Fco. R. Velázquez.
A. Díaz Soto y Gama.
F. Cervantes.
J. V. Casarín.
Luis Méndez.
Tulio Espinosa.
Lamberto C. Chávez.
José H. Castro.
Alvaro Torre G..
Héctor Fierro.
José G. Nieto.
I. Borrego.
Alberto B. Piña.
José Casta.
R. Lecona.
¿Se considera de obvia y pronta resolución el presente asunto? (Aplausos)
Sí se considera.
Se pone a discusión. (Voces: aprobada, aprobada. Aplausos)
El C. Velázquez
Señores delegados:
Como representante del Jefe de la tribu yaqui, vengo a pedir, como consta en la proposición, que se considere como de pronta y obvia resolución, con el fin de que no sigan los hermanos del Sur, qué tomen prisionero a algún yaqui, fusilándolo.
Se ha aprobado, por diferentes declaraciones que los yaquis vienen engañados, y que están en la creencia de que el señor Maytorena y el géneral Villa están luchando contra el general Zapata, y como ellos desde la época de la dictadura huertista, se incorporaron en las filas de Carranza para luchar contra la dictadura y en la separación de Carranza y de la Convención, se encontraron ya incorporados en las filas carrancistas, no han tenido oportunidad de separarse y como existe también la circunstancia de que antier se pasaron ciento cincuenta a nuestro lado, si los que se quedan, saben que los prisioneros son fusilados, probablementE! se diSgÜsten y no sigan haciendo lo que hicieron los cientO cincuenta, lo cual vendrá a quitarnos una gran fuerza; por esa razón pido a esta Honorable Asamblea, apruebe la proposición. (Aplausos)
El C. Quevedo
Señores delegados:
Yo no me impresiono momentáneamente con algún asunto que me entusiasme; soy uno de los que más se han sentido halagados con la noticia de que los indios yaquis se han pasado a nuestras filas, soy el primero que siento que por error o por cualquier otro motivo, se les fusile; pero en la moción que se nos acaba de presentar como de pronta y bbvia resolución, si nosotros la aceptamos, tácitamente autorizamos el que a otros soldados se fusile, y eso es inmoral, eso es injusto; el decir aquí que nosotros aprobamos que a los indios yaquis no se les fusile, quiere decir que tácitamente admitimos que a otros soldados si se les fusilé; éste es el único argumento que expongo en contra de la moción que se acaba de presentar.
Si los señores delegados encuentran otra forma que dar a la proposición que sirva de halago y de garantía a los indios yaquis, aclarando la que se aé acaba de presentar, yo seria el primero que la apoyara calurosamente; peró no por los ihdios yaquis, quiero que los demás mexicanos sufran ó queden por lo menos en peligro de alguna injusticia; y nosotros con esto aprobamos una cosa, -y nadie me lo negará-, que a los prisioneros, a los soldados prisioneros, si no son yaquis, se les fusile (voces: no, no)
Quien tenga cabeza, así lo entiende. (Aplausos)
El C.Velázquez
A nombre de los demás firmantes, pido permiso a la Asamblea para agregar a la proposición que ningún soldado raso sea fusilado. (Aplausos)
El C. secretario
Los que estén por que se presente la proposición en ese sentido, sírvanse ponerse de pie.
El C. Cordero
Que se diga clases.
El C. Montaño
Señores delegados:
La proposición que acaba de presentarse no puede ser más justá; tanto los yaquis como los demás soldados que se pasen a nuestras filas, serán aceptados aquí con los brazos abiertos. (Aplausos)
En consecuencia, no debemos alargar tanto la discusión, porque esa proposición es tan racional como patriótica y merece verdaderamente el aplauso que se le acaba de dar.
Se trata de los yaquis, de la raza yaqui, de esa raza que siempre ha sostenido el estandarte de la justicia, y a la cual la dictadura de Porfirio Díaz no pudo dominar, porque esta labor era contra la justicia y contra la Patria; a la raza que ahora se ha acogido bajo el estandarte de la Revolución, y que pertenece a la más grande raza del Norte, que yo calificaría de hijos de Esparta, a esa raza debemos nosotros atraerla al seno de la Revolución porque esa raza no ha podido conseguir su redención; y si han ido con Carranza no ha sido sino por engaño, y por tanto, debemos aceptarlos como verdaderos hermanos.
Yo pido que sin más discusiones, aceptemos esa proposición, que se extienda no sólo a los indios yaquis, sino que se extienda a todos los demás soldados que militan en las filas de Carranza, y no sólo en las filas de Carranza, sino a los de todos los partidos opositores a los principios de la Revolución; que vengan, aquí los recibiremos con gran efusión, los recibiremos con gran cariño y téngase la seguridad de que esos soldados mañana llegarán a hacer la confraternidad y a hacer la paz y el bienestar de México. (Aplausos)
El C. Casta
Pido la palabra, para un hecho.
El C. presidente
Hay oradores inscritos; pero, en fin, para asentar un hecho, tiene usted la palabra.
El C. Casta
Como probablemente la discusión no se alargará más, por ser de estricta justicia la aprobación de esa moción, quiero hacer sentar el hecho de que los yaquis que están en México, no pelean por Carranza, los yaquis que están en México, siempre han estado al lado de Maytorena, y como uno de los delegados de Sonora, correspóndeme hacer sentar este hecho. Obregón los llevó a Puebla, y cuando los yaquis quisieron venir a México, a echarnos a nosotros, los hicieron entender que al llegar a México, quedarían libres para irse a su tierra; por tal concepto, no debe pasar desapercibido a la Asamblea, que los yaquis están con nosotros, y por tal concepto, es de entera justicia, y ahora más justiciera la moción, cuando se ha hecho extensiva a todos los demás soldados. (Aplausos)
El C. presidente
Tiene la palabra el ciudadano Quevedo para una aclaración.
El C. Quevedo
En vista de que parece que ha sido recibido bien por algunos de los señores delegados el argumento que yo he presentado, me voy a permitir proponer a los delegados firmantes de la moción presentada, un final que vendrá conciliando la idea que se tiene, sin que diéramos nosotros pábulo a que se considerara que a los demás sí deberá fusilárseles; yo creo que quedaría muy bien en la forma siguiente, y sería de efecto político y trascendental.
Unico: Que todos los prisioneros de guerra, deben ser sometidos al respectivo Consejo de Guerra.
En esta forma queda perfectamente solucionada y hasta serviría como de efecto político para que todos ... (Voces: ¡Todos!)
Naturalmente, si dice que a todos, cambia por completo el espiritu de esta moción, que se refiere a los indios yaquis, a quienes han fusilado; por eso creo que así queda perfectamente bien.
El C. Cervantes, en pro
Señores delegados:
Aunque he pedido la palabra en pro cuando se inició la discusión del artículo, los argumentos que voy a exponer, en su generalidad, en realidad atacan ese artículo, por falta de sentimientos igualitarios en la consideración de ese perdón.
Yo sé muy bien que, por espíritu de humanitarismo, se debe perdonar, pero sé, además, que las leyes de la guerra prohíben la ejecución de los prisioneros porque de hecho son individuos que están indefensos; y yo soy de opinión que en la lucha nunca se debe ejecutar a los indefensos que quedan en poder nuestro.
Soy, pues, partidario de la idea del perdón en el sentido de que a todo hombre, quienquiera que sea, que caiga en nuestras manos, debemos perdonarle la vida; y esto es tanto más necesario, en mi concepto, cuanto que si hay ocasiones en que las guerras se hacen crueles, cruentas, y en que se exige el sacrificio de la vida de los prisioneros, esto pasa en luchas internacionales; pero en este caso, como consta a todos los delegados, se trata de una lucha de opiniones políticas, en la que puede haber patriotismo por ambos lados.
En consecuencia, yo me permitiría indicar que ya que los delegados tuvieron ese sentimiento altruista relacionado con los yaquis, se haga extensivo a todos los prisioneros de guerra; y para que el señor Quevedo no diga que se pierde el espíritu de la proposición, puede modificarse el artículo en el sentido de hacerlo extensivo, diciendo que en atención a que algunos han sido ejecutados, se prevenga a los jefes militares, que no deben, en general, ejecutar a los prisioneros de guerra.
No necesito fundar más aún las razones de leyes de guerra, de humanitarismo, que se deben tener en consideración para defender la vida de los prisioneros, porque sé muy bien que está en la conciencia de todos ustedes el caso igualmente doloroso que se presenta en nuestras luchas intestinas, de que los hombres van a la lucha inconscientes de la causa que defienden; yo siempre me he sentido con el espíritu altamente contristado cuando he presenciado las luchas de hermanos con hermanos y cuando he presenciado que los nuestros vencen, el corazón se me llena de entusiasmo; pero no he dejado de reflexionar con dolorosa impresión, que del otro lado, del lado de los enemigos, se encuentran miles de hombres que inconscientes de sus obligaciones y de sus derechos, de sus derechos civiles, inconscientes de su vida misma marchaban a las filas y hacían fuego, y no sólo morían por las balas justicieras de los nuestros, sino que caían anatematizados por el estigma de traidores; y bien, señores, esos hombres eran mexicanos, no mexicanos tan buenos como los que estaban en nuestras filas; pero solamente lo hacían obligados por la infidencia, por la traición, por el crimen más alto -que es el de conducir a los ignorantes a la lucha para morir en ella. (Aplausos)
Para terminar, pues, señores, yo excito vuestro patriotismo, a fin de que, si es necesario, si es una necesidad dolorosísima la de privar de la vida a los hombres que marchan con las armas en la mano contra nosotros, y a quienes para ese efecto les lanzamos nuestras balas, no llevemos nuestro ensañamiento hasta privar de la vida a aquellos que después de la lucha, vencidos, están sin armas frente a nosotros. (Aplausos)
El C. Méndez
Pido la palabra, como signatario de la proposición a debate.
El C. Ramírez Wiella
Creo que estoy inscrito después del señor Cervantes.
El C. presidente
Tiene usted la palabra.
El C. Ramirez Wiella
Señores delegados:
Aun cuando la opinión de la Asamblea es favorable a la proposición, voy a permitirme traer a colación un hecho anterior, más bien dicho, dos hechos anteriores y perfectamente justificados, cuyas consecuencias políticas pondrán de resalto la conducta que hoy debemos observar y la que en lo sucesivo tengamos que seguir.
Para ninguno de los mexicanos será desconocido, ni lo habrá olvidado, el hecho famoso del generalísimo del Ejército Insurgente, del Héroe de la Independencia, quien, después de haber sido fusilado su padre por los españoles, mandó perdonar a éstos, poniendo a varios centenares de ellos en libertad; y para ninguno habrá pasado inadvertido el efecto que produjo en la Nación aquel hecho de magnanimidad; aquel hecho tan heroico atrajo muchos adeptos a la causa de la Independencia, y se ha señalado como una de las páginas más gloriosas de nuestra historia patria.
No es desconocido tampoco el efecto que produjo la conducta del conservador Márquez ordenando el sacrificio de todos los que caían en sus manos; efecto enteramente contrario al que produjo el perdón de los españoles; este hecho magnánimo trajo muchos adeptos a los que combatían por la libertad y por su patria, rodeándolos de prestigio, y la conducta de Márquez trajo el desprestigio para todos los que le rodeaban.
Pues siguiendo este ejemplo, debemos aprobar el dictamen, ímitando el ejemplo de los buenos, apartándonos enteramente del ejemplo que nos puso el reaccionario Márquez; que no vaya a decírsenos que si Márquez fue El Tigre de Tacubaya, nosotros somos los tigres de la Revolución.
El C. secretario
La Mesa ordena a la Secretaría que pregunte a la Asamblea si considera suficientemente discutida la proposición en el sentido de la reforma.
Los que crean que está suficientemente discutido el punto, que se sirvan poner de pie.
El C. Méndez
No se ha presentado la reforma del dictamen que se discute.
El C. Ramírez Wiella
Pido la palabra, para una moción de orden.
El C. presidente
Como se han presentado varias proposiciones y parece que hay varias personas que opinan por que no está suficientemente discutido el punto, se va a preguntar si se amplía el debate.
El C. secretario
La Mesa ordena a la Secretaría pregunte si la Asamblea da permiso de que se amplíe el debate.
No se amplía el debate.
El C. Ramírez Wiella
Para una rectificación.
El C. presidente
No es posible conceder la palabra, porque ya se ha cerrado el debate.
El C. Ramírez Wiella
Para rectificación de un hecho.
El C. presidente
Que se ponga a votación, no hay más remedio; si la Asamblea dijo que estaba suficientemente discutido, se pone a votación.
El C. Ramírez Wiella
Nada más para una rectificación en el sentido de la discusión.
El C. presidente
El señor Velázquez es el autor.
El C. secretario
Se recoge la votación de la proposición, que dice:
Unico. Que todos los prisioneros de guerra, deben ser sometidos al respectivo Consejo de Guerra.
El C. Casta
Pido la palabra.
El C. presidente
No hay nada a discusión.
El C. secretario
Los que estén por la afirmativa, que se sirvan ponerse de pie.
No se aprueba.
La Mesa me ordena, suplique a las personas que aprueben ese dictamen, que se sirvan ponerse de pie.
El C. Nieto
Para una moción de orden.
Creo que no se ha suspendido la discusión, señor presidente, y yo le suplicaría me concediera la palabra.
El C. presidente
Como la Asamblea rechazó la forma pero no la idea, la Presidencia se ve obligada a presentar alguna proposición; la Asamblea quiere algo más de lo que se dice en la proposición.
El C. secretario
Se ha presentado la siguiente proposición:
I. En vista de que algunos de los indios yaquis caídos prisioneros, han sido pasados por las armas sumariamente, ordénese a los jefes militares surianos que no fusilen a los prisioneros de guerra, sino que los remitan a esta capital, para que sean juzgados por un Consejo de Guerra.
II. Hágase notar a los mismos jefes militares, que los indios de las tribus yaquis que luchan en las filas carrancistas, están siendo engañados y deben, por tanto, ser recibidos y tratados con todo género de consideraciones.
III. Hágase extensiva esta determinación a todos los jefes militares fieles a la Convención, en el sentido de que todos los prisioneros de guerra deben ser sometidos al respectivo Consejo de Guerra.
Cuernavaca, Mor., febrero 15 de 1915.
F. Cervantes.
Luis Méndez.
Alberto B. Piña.
Francisco R. Velázquez.
Angel G. Castellanos.
Tulio Espinosa.
M. Menchaca.
J. Casta.
(Rubricas)
El C. Borrego
Suplico a la Secretaría se sirva volverla a leer.
El C. secretario
(Leyó nuevamente la proposición)
La Presidencia, por conducto de la Secretaria, pregunta si se toma en consideración.
Los que estén por la negativa, sírvanse ponerse de pie.
Se toma en consideración.
Está a discusión.
El C. presidente
La Mesa suplica a los señores delegados que quieran hacer uso de la palabra, pasen a inscribirse, sea en pro o en contra.
El C. Menchaca
Para una moción de orden. Acabo de presentar también otro proyecto de dictamen y suplico ...
El C. presidente
La Mesa hace saber al señor delegado que hace alusión a la otra proposición, que se va a someter primero a debate a la Asamblea, y a continuación vendrán las otras, porque si no, habría una confusión tremenda, y yo creo que el deber de la Mesa se sujetará primero éste a la discusión de la Honorable Asamblea.
El C. Menchaca
Yo decía esto: que se diera lectura a la proposición mía presentada, y se preguntara cuál era la que se debía tomar en consideración.
El C. secretario Velázquez
La Presidencia, por conducto de la Secretaría, informa a la Honorable Asamblea que hay tres proposiciones presentadas sobre el mismo asunto y pregunta si permite que se reúnan los autores de las tres proposiciones para evitar así la pérdida de tiempo; los que estén por la afirmativa, que sé sirvan poner de pie.
Se suplica a la Honorable Asamblea se sirva decir si está conforme en que se suspenda la sesión, en vista de que los señores autores no se pueden poner de acuerdo.
No se suspende la sesión. (Leyó)
¿Se toma en consideración?
Los que estén por la afirmativa sírvanse poner de pie.
Se toma en consideración.
Está a discusión en lo general.
El C. Borrego
No debe discutirse en lo general, porque ya fue aprobada.
El C. secretario
Tiene razón el señor licenciado Borrego.
Artículo primero ... (Leyó el artículo primero)
Está a discusión.
¿No hay quién tome la palabra?
Los que estén por la afirmativa sírvanse poner de pie.
Aprobado.
Artículo segundo ... (Leyó el artículo segundo)
Está a discusión.
¿No hay quién haga uso de la palabra?
En votación económica se pregunta sI se aprueba.
Lós que estén por fa afirmativa, sírvanse poner de pie.
Aprobado.
Artículo tercero ... (Leyó el artículo tercero)
La Mesa se permite informar a los señores delegados, en vista de que el dictamen, insiste en que han sido juzgados sumariamente varios prisióneros yaquis, que no hay ninguna prueba de que hayan sido fusiiados ...
El C. Castellanos
Yo me voy a permitir hacer notar al señor Montaño, que desgraciadamente, y digo desgraciadamente, porque no hubiera querido verlo, en la comisión que desempeñé con el señor Cervantes, tuvimos la oportunidad de ver en el camino a varios individuos fusilados y luego colgados; de tal manera, creo que esto hace fe, y por eso fue que presentamos esa moción.
El C. Cervantes
Lo que dice el señor Castéllanos, es muy cierto; pero. en este caso no es pertinente, porque esos colgados no eran yaquis.
La observación del señor presidente es muy justa, a mi entender; no hay pruebas de que hayan sido juzgados sumariamente ni que hayan sido pasados por las armas; simplemente llegaron a nuestros oídos rumores de lo que había sucedido, y para no incurrir en falsedad, yo me permitiría proponer que se dijera: en vista de que corren rumores, o algo así.
El C. Borrego
Ese artículo ya está aprobado; por hoy, se puede hacer la modificación sin necesidad de trámite de ninguna naturaleza, al pasar a la Comisión de Estilo, se puede hacer la rectificación correspondiente.
El C. secretario
Sigue a discusión el artículo tercero. (Leyó)
Se recoge la votación.
Los que estén por la afirmativa, de pie.
Aprobado.
Pasa a la Comisión de Estilo.
(El ciudadano secretario dio lectura a la orden del día)
El C. Piña
Pido la palabra:
Quiero hacer notar a los señores delegados'que se consigna en esa orden que mañana se pondrá a discusión el proyecto de Programa de Gobierno; siendo yo uno de los miembros de esa Comisión, declaro que no he dado mi conformidad para que se someta a discusión ese dictamen, y, por lo tanto, no debe figurar en la orden del dia.
El Proyecto de Programa no se ha terminado, no es cosa concluida, apenas hemos dado principio a tratar este asunto y pido a la Mesa que se sirva retirar de la orden del día la discusión sobré el Programa de Gobierno.
El C. Marines
Como suplente de la Comisión de Programas, se me invitó también, y con gusto asistí, para colaborar en la medida de mis fuerzas, a la formación de ese Programa; no me explico por qué, sin haberme llamado otra vez para colaborar, se ha presentado; yo no soy partidario de seguir, como un borrego, al que dice sí o no; aquí, o tenemos derechos iguales y se va derecho, o vámonos; así es que, puesto que no me llamaron otra vez, pido que no se presente a la consideración; debieron haberlo hecho los señores, si no, no llamarme, claro está.
El C. Borrego
Para una moción de orden. Las órdenes del día no se ponen a discusión; los señores tienen razón en pedir que no se someta a discusión el Proyecto de Programa de Gobierno sin haber dado ellos su consentimiento; pero eso no está a discusión en este momento, eso se hará si mañana se pone a discusión el asunto; entonces sí son pertinentes estas razones, entonces dirán: nos oponemos a que se discuta el Proyecto por no haber dado nuestro consentimiento; pero las órdenes del día no se discuten.
El C. Marines
Pido la palabra. (Voces: No se ha levantado la sesión)
El C. Cervantes
El señor licenciado Borrego ha incurrido en un error en que ya incurrió también el señor licenciado Soto y Gama. El objeto de la orden del día es determinar los asuntos que deben tratarse; de otro modo, yo no sé qué objeto tendría la orden del día.
Aprovecho este momento para decir a la Presidencia que retire de la orden del dia la discusión del Programa, porque yo también, como primer miembro de la Comisión, no he emitido mi opinión, y aunque es cierto que estuve ausente, tengo algunas opiniones que exponer.
El C. Borrego
Me permito llamar la atención de mi distinguido amigo el señor coronel Cervantes, sobre que la orden del día no se sujeta a discusión en ningún parlamento; la orden del día se hace en virtud de las facultades que tiene la Mesa, ella es la que determina el orden que debe seguirse; pero no se discute si debe figurar un asunto en la orden del día, y esto es lógico. Se ve que tengo la razón; lo qué importa es que no se discuta un asunto sin haber dado su asentimiento la Comisión, y eso tiene que hncerse cuando se someta a discusión.
El C. Nieto
Yo creo que el señor licenciado Borrego tiene razón, solamente que en este caso probablemente no la tiene tanto como si hubiera Reglamento.
Aquí aprobamos que se leerían las órdenes del día, con objeto de que todos los asuntos contenidos en ella, fueran los que se discutieran en la sesión siguiente; de manera que tácitamente aprobamos que un asunto que consta en la orden del día, ya no podemos rechazarlo. Tanto es así, que cuando hemos querido discutir otros asuntos que no están en la orden del día, nos dicen que no.
Por otra parte, se dice que se discutirán los artículos primero y segundo del Reglamento, y no es así; todavía no se sabe el lugar que les corresponda.
El C. secretario
La Mesa ordena a la Secretaría exprese que, encontrando justas las razones expuestas por el ciudadano Borrego, da por terminado el asunto y manda se levante la sesión.
El C. presidente
Se levanta la sesión.