CRÓNICAS Y DEBATES
DE LAS SESIONES DE LA
SOBERANA CONVENCIÓN REVOLUCIONARIA
Compilador: Florencio Barrera Fuentes
SESIÓN DEL 24 DE MARZO DE 1915
Presidencia del ciudadano Matías Pasuengo
Segunda parte
El C. Amezcua El C. Cervantes El C. presidente El C. Castellanos El C. presidente El señor Pérez Taylor se ha extendido mucho al hablar antes de que yo le diera la palabra; el señor hizo mal cuando no le di la palabra y también hizo mal el señor Amezcua en llamar imbécil al público. (Voces en las galerías: ¡No somos imbéciles!
Voces: ¡Bien! Aplausos) El C. Fierro El C. Castellanos El C. Amezcua El C. Orozco El C. Marines El C. presidente El C. Cervantes El C. presidente Tiene la palabra para una moción de orden el señor Cervantes y después del señor Cervantes la tiene el señor Castellanos. El C. Cervantes El C. Soto y Gama Voy a continuar, por más que me sea indiferente hacerlo ahora o para otra vez, o cuando me vuelva a inscribir, pues deben hablar tres oradores en pro y tres oradores en contra, cada vez que se consulte si el debate no está agotado, y en esta ocasión no lo está. El señor Cervantes no conoce el tema, ha calumniado a los autores del sindicalismo y a los autores del Programa, y por eso me permito dar a ustedes la molestia de oír el sentir de la doctrina clásica, el sentir de la doctrina vieja del capital, porque estamos haciendo una ley que se debe hacer dentro del actual medio, y para que se den cuenta de cómo es atrasado el criterío del señor Cervantes; porque yo no puedo consentir que el señor Cervantes sea el que dirija los debates en esta Asamblea y sea el que gane las votaciones, puesto que en este punto es el sostenedor de este debate. Ya que de mí, del señor Méndez y del señor Pérez Taylor se tiene bastante desconfianza, yo suplico a los señores delegados que oigan la voz serena, tranquila y calmada de los economistas burgueses; y creo que ustedes estarán en el caso de oírla con atención. La cuestión más importante que se puede presentar en este caso antes de la cuestión agraria, es ésta, y no creo que haya motivo para que se le quite la palabra a un orador; pero si se me quiere evitar que yo hable ahora, hablaré después; yo lo que quiero es acabar mis rectificaciones de hechos, mis argumentos o mis citas. Como veo que el señor Castellanos está de pie, parece que quiere insistir en su moción de orden, y yo quisiera que la formulara para poder hablar con tranquilidad. El C. Castellanos El C. Soto y Gama El C. Cervantes El C. Soto y Gama El C. Méndez El C. Soto y Gama El C. presidente El C. Soto y Gama Esto que llama palabrería, con su aire eterno de suficiencia, el señor Cervantes, es el fondo de la lucha actual entre el capital y el trabajador; el capitalista siempre se entiende con el capitalista, diez capitalistas siempre se pueden entender, y ¿ cómo se quiere establecer que millares de hombres no se pongan de acuerdo y no se unan en forma de sindicatos para ser fuertes por la única forma que pueden serlo, organizándose por medio de las uniones? La cosa es clara como la luz, es transparente, es un verdadero truismo y, sin embargo, no se quiere entender. Lo que pretendemos, pues, es que las huelgas se hagan bien organizadas, no desordenadamente; que las huelgas no produzcan la miseria de los trabajadores sino el triunfo de los trabajadores en sus legítimas pretensiones, y ese triunfo debe existir, porque si los señores Cervantes y Quevedo saben algo de economía política, sabrán que el gran economista Lassalle formó la Ley de bronce, o sea la tendencia innegable del salario a bajar siempre al límite último, es decir, a la tasa en que el operario tiene que conformarse con lo estrictamente necesario para subvenir a sus necesidades más elementales, a mal comer y a mal vestir, a vivir en casas perfectamente insalubres y antihigiénícas; por lo mismo, para salvarse de esa Ley de bronce el obrero no tiene más remedio que contestar con el recurso de la huelga, que causa perjuicios al capital, y contestar con eso a las extorsiones del capitalista, y al decidirse, viene aquí necesariamente la teoría del contrato colectivo, del contrato colectivo que le espanta tanto al señor Cervantes; y por eso digo que no conoce suficientemente las legislaciones que reconocen a los sindicatos, pues el contrato colectivo es reconocido por todas las legislaciones, porque las legislaciones en Europa reconocen el derecho de huelga al sindicalismo y al contrato colectivo, que es el derecho que tiene el obrero para decir al patrón: no nos vas a explotar aisladamente, sino que vas a tener que entenderte con una unión bien organizada por medio del contrato colectivo, y por este medio se llegará ordenadamente a refrenar al capitalista, y quizá se prevendrán muchas insurrecciones sociales, y quizá se detendrá la gran revolución social que, como sabemos, amenaza a la Europa y muy pronto nos amenazará a nosotros. Sobre esto del contrato colectivo, Herbert Spencer, el famoso pensador inglés, el famoso defensor de los burgueses, dice (leyó la parte conducente) La Revolución es la alteración de la paz burguesa, y por lo mismo los que quieran la paz tíenen que convenir en que el remedio para que no venga una revolución social es la libertad de asociación. Todas estas ventajas no las conocen ni las uniones obreras, porque el sindicalismo garantiza que el trabajo de los obreros sea bien hecho y beneficia a todos porque se compromete a proponerles obreros técnicos y el patrón sabe perfectamente con quién tiene que entendérselas, qué calidad y qué cantidad de trabajo le darán y el dinero que va a tener que pagar; y se ha llegado a tal perfeccionamiento por medio del contrato colectivo, que matemáticamente se fijan tarifas para cada clase de perfeccionamiento de un artesano en su ramo y hay tarifa para artesanos de primera, de segunda, de tercera y de cuarta, tal como sea su naturaleza; todo perfectamente fijado con equidad y todo absolutamente arreglado a la más estricta justicia, previas discusiones entre los capitalistas, que siempre pueden hablar con los obreros, y los obreros, que sólo pueden entenderse con ellos. ¿Cómo se quiere, después de que nuestras huelgas las hemos visto disolver a caballazos, cómo se quiere que no entremos a ese principio clarísimo de que se conceda libertad de asociación a las clases trabajadoras? ¿Cómo se puede ser revolucionario sin admitir esa libertad? El sindicalismo lo introduciremos, pese a quien pese, por medio de la propaganda y por medio de ]a acción directa, de la acción tremenda y brutal de los trabajadores que se impondrán a pesar de todo, porque en esta vez se han emancipado y ellos también tienen derecho a vivir y tendrán que emanciparse por encima de todos los gobiernos. Por eso es que yo no tengo ningún inconveniente en que se modifique el artículo en el sentido de decir uniones de trabajadores; pero que no se nos venga a decir que eso del sabotaje es ilegal, porque es contra el orden establecido. Ojalá que se lleve a efecto muy pronto en este país, que está muy esclavizado, porque la clase proletaria tiene perfectamente el derecho a reunirse cuando quiera, y estallará cuando la ley o cuando los gobiernos quieran refrenarla en sus movimientos; y eso que le daba risa al señor Cervantes, no le debe dar, porque de las huelgas saldrá la revolución social y nos llevará a esa lucha salvaje en que están las grandes naciones europeas y quizá con la destrucción de los Rothschild, de los potentados, de los banqueros; la destrucción de todos esos potentados de Europa quizá tenga repercusión en nuestro país. No hay que hacer profecías hay que esperar etapas, esta revolución es otra etapa; de manera que hay que ser prudentes, no enfrentarse con el monstruo del pueblo mexicano, que está dispuesto a no permitir que se le engañe impunemente, que no nos vengan con teorías aristocráticas y con el absurdo de que el sindicalismo y de que las uniones de trabajadores se contenten con que se les dé más pan, que es lo que tienen derecho a pedir; no, porque tienen derecho a todas las comodidades y porque, por la buena o por la mala, las han de tener. El C. Quevedo El C. Pérez Taylor El C. presidente El C. Cervantes El C. secretario El C. Cervantes No se venga a decir que yo vengo a hacer copia de los conceptos de Gustavo Le Bon; ojalá, señor licenciado, que yo tuviera la fortuna de poder almacenar en mi memoria palabra por palabra los conceptos grandilocuentes de ese distinguido sabio revolucionario. Lo que usted pretende atacar es que vine aquí a hacer citas rigurosas, enteramente fidedignas, sin quitarles ni aumentarles una palabra, de muchos de los conceptos de Le Bon; y al hacerlo así procedí por un sistema enteramente correcto y justiciero, pero no como pedagogo de nuevo cuño, de los múltiples textos de Gustavo Le Bon saqué una especial traducción, como usted lo hace, ni mucho menos vine a mezclar en esa lectura mis conceptos enteramente personales. Yo entiendo que el señor Soto y Gama estaba traduciendo un texto en francés, y por eso me admiré del conocimiento que tiene de la traducción de esa lengua. Viene el señor licenciado Soto y Gama a decir que yo he atacado el sindicalismo, diciendo que no debe existir, cuando me cansé de repetir en esta tribuna que el sindicalismo es una fuerza, un movimiento social, y todavía dije más: si esa evolución se manifiesta por el sindicalismo, éste constituye un progreso o una regresión de la humanidad. Todavía el señor licenciado viene a decirme que yo ataqué el derecho de huelga; eso es una falsedad; aquí, en esta tribuna, yo afirmé en alta voz, no ayer, quizás, pero sí en otra ocasión, que el derecho de huelga era un supremo derecho, y todavía dice el señor Soto y Gama que yo quería negar el derecho de asociación. Yo, como lo dice muy bien su señoría, soy defensor de los conceptos de la Constitución mexicana; sepa el señor licenciado que lo que él propone con su humilde reforma al artículo y lo que pretende que yo díje, es un contrasentido; no es más que uno de los derechos que hace muy bien en llamar los derechos naturales, y que está consignado en la Carta Magna, dice así: A nadie se le podrá coartar el derecho para tomar parte en los asuntos políticos del país. Supongo que no va a decirme el señor Soto y Gama que los sindicatos son reuniones armadas. El señor licenciado todavía nos hace lectura ... pero antes de mencionar eso quiero hacer constar que estoy dispuesto a argumentar, con ese texto de Leroy Beaulieu en la mano, demostrando que los conceptos que el señor licenciado ha leído, favorecen rigurosa y terminantemente los conceptos que yo he defendido aquí; una cosa es leer, sobre cualquier materia, párrafos diversos, y otra cosa es saberlos interpretar; el señor licenciado no los ha entendido. (Aplausos) Viene todavía a hacernos cita de algunos conceptos de Herbert Spencer, y yo no descubrí bien cuál fue su intención; pero cruzó por mi imaginación la idea de que el señor licenciado quería establecer que ese burgués de Herbert Spencer, atacaba la idea del sindicalismo, y la atacaba, o por lo menos argumentaba, estableciendo que el sindicalismo en sus manifestaciones no era conveniente porque daba lugar a la natural reacción de parte de los poderosos, por ejemplo, de parte del Gobierno constituido; yo debo decirle al señor licenciado que en esa argumentación estuvo en el término enteramente contrario de lo que es estar feliz. El C. Soto y Gama El C. Cervantes El señor licenciado Soto y Gama no deja de escapar ciertas frasecillas venenosas, ni de dar lugar a ese decantado sistema de los socialistas de venir a predicar doctrinas en todos los medios en que pueden hacerlo. El C. Soto y Gama El C. Cervantes Creo que ya lo dije alguna otra vez, que el militarismo es la intromisión absolutamente dictatorial absurda y terminante de los soldados en la cosa pública; y yo que soy un militar de profesión, y que me honro de ser hijo del Colegio Militar, cosa que algunos aluden como si fuera una tacha (aplausos y bravos), yo que como hijo del Colegio Militar cultivo el santo culto de los héroes de cuarenta y siete, que derramaron su sangre y dieron su vida por la independencia de México (aplausos), yo, señores delegados, soy antimilitarista, pero en cambio soy patriota y entiendo que es una sandez, que es una insensatez y que es un absurdo muy criminal seguir una doctrina que acaba con el sentimiento del pueblo, que acaba con el corazón de los mexicanos y que acaba con aquello que se llama patriotismo. (Aplausos) El militarismo, como el clericalismo y como el capitalismo, son la expresión del abuso en las gestiones públicas; de los curas en el clericalismo, de los capitalistas en el capitalismo y de los militares en el militarismo; y cómo vamos a pretender que un soldado de profesión, es decir, un individuo que tiene pretensión de conocer más a fondo que los socialistas la cuestión militar, quiera por un espíritu de egoísmo enteramente criminal, que la clase militar sea la que domine en un país; no, señor licenciado, yo, como usted, soy antimilitarista. El C. Soto y Gama El C. Cervantes El C. Soto y Gama El C. Cervantes El C. Soto y Gama El C. Cervantes Yo considero que si la Francia, la gran Francia, no hubiera desarrollado para la formación de su ejército el patriotismo en el alma del pueblo francés, sería en estos momentos la que lamentaría con nosotros los de la raza latina el hundimiento de muchas grandes esperanzas del grandioso latinismo. (Aplausos. Voces: Muy bien) De manera que esos serían argumentos para hablarle al señor licenciado respecto a la magnífica idea, a la grandiosa idea del establecimiento del servicio militar obligatorio en un país que quiera ser fuerte. El C. Soto y Gama El C. Cervantes El C. Soto y Gama El C. Cervantes Tengo más argumentos. Voy a contestar todavía una alusión ridícula que revela algo de ignorancia. (Murmullos) El señor licenciado Soto y Gama y el simpático colega señor Méndez (risas), se olvidan de que cuando yo estuve en París (cosa que recalcan muy especialmente, porque para ellos la circunstancia de ir a París no es más que una condición que pueden satisfacer los burgueses), cuando yo estuve en París, obedeciendo un mandato militar y exponiendo la vida para servir a mi Patria en el desempeño de una función peligrosa, como es la adquisición del título que tengo de piloto aeronauta y piloto aviador; yo, que no fui en calidad de burgués, aunque sí tuve una pensión para vivir con comodidad, sí me asusté -aunque de ello me tachen los señores- de las manifestaciones, grandemente anárquicas de los llamados sindicatos. Me asusté de los ataques que un grupo de hombres locos y demagogos pretendían hacer sobre una sociedad sensata, y me asusté de ver que esos hombres llevaban su apasionamiento, y llevaban sus doctrinas, y llevaban su religión hasta el extremo de lanzarse por las calles de París cantando cánticos antipatrióticos con bandera roja y pregonando el incendio, la destrucción con la bandera roja de la Revolución y ofreciendo cortarles las cabezas a todos los burgueses. (Risas. Murmullos) Aunque eso le guste mucho al señor licenciado, a mí me asusta. (Aplausos) Y lo que me asusta más es ver que ellos se sorprenden, ellos que no conocen el miedo, de que un militar sienta susto, porque eso revela que ignoran lo que la palabra susto significa, lo que la palabra miedo significa. Sepan esos señores que la condición de militar no excluye la condición de hombre; todos los hombres aunque digan lo contrario los muchos valientes que puede haber aquí, han sentido el miedo; y el valor, como yo lo entiendo y como yo procuro ejecutarlo, consiste en que siempre que se sienta el miedo se sepa dominarlo. (Aplausos) Cuando yo sienta que por instinto natural hay algo en mi ser que se llama miedo; entonces recurriré a la educación que tengo en la forma de virilidad, para contrarrestar esa manifestación; pero para entender eso hay que recurrir a un libro muy conocido, al diccionario. (Risas) Tengo una hoja de argumentos que me ha sugerido el señor Méndez para cuando se me dé la oportunidad de refutarlos; me la reservo y voy a terminar solamente con unas aclaraciones sistema Soto y Gama, diciendo que el simpático colega señor Méndez ha estado ingrato, se ha manifestado ingrato porque cuando vino a la tribuna el señor licenciado Soto y Gama se constituyó en claque y conste que entiendo lo que ese término significa. Claque es el término que expresa a un grupo de individuos que generalmente entran gratis a las galerías de los teatros de Francia, para en reconocimiento de esa fácil entrada, aplaudir por consigna a los artistas (Risas); y el señor Soto y Gama constituido en claque, el señor era el único, era la clase única, aplaudió a rabiar al señor Soto y Gama y cuando el señor Soto y Gama habló en su larga serie de aclaraciones, el simpático delegado Méndez no se sirvió aplaudirlo. Esa es una ingratitud. (Aplausos prolongados; bravos) El C. Quevedo El C. presidente El C. Quevedo Es para una alusión personal y la pedí a su tiempo. El C. presidente El C. Quevedo El C. presidente El C. Quevedo Ruego a la Presidencia que lea el artículo correspondiente, porque para alusiones personales se da siempre la palabra. El C. Velázquez El C. Quevedo El C. presidente El C. Quevedo El C. Nieto El C. presidente El C. Nieto El C. secretario El C. Juan Antonio Acosta El ciudadano Presidente de la Soberana Convención, Encargado del Poder Ejecutivo, me ha dado la comisión de venir a darles a ustedes cuenta de la que me confirieron el señor general Zapata y el propio señor Encargado del Poder Ejecutivo. En esta expedición tuve el gusto de ser acompañado por el señor general Navarro, que pertenece al honorable Ejército Libertador del Sur. Acostumbro en todas mis declaraciones decir la verdad; pero como reconozco que hay unos cerebros a los que puedo dar el título de inconscientes, en los cuales campea la duda, me asesoro del señor general Navarro para que diga si es verdad y dé fe de todo lo que voy a expresar. Tengo el gusto de participar a los señores delegados y muy principalmente a los señores del Sur, que me fue grato haber palpado el espíritu de armonía de los del Norte para el Ejército Libertador del Sur. Sus primeras palabras fueron preguntarme por el Ejército del Sur en términos de concordia, y al señor general Navarro le dispensaron una recepción como él la merece y como la merece también el grupo que representaba. Quiero hacerles saber a los señores delegados del Sur que del mismo Sur han ido personas a infundir al Norte la idea de que ustedes no son amigos leales y el general Villa ha sabido castigar esa osadía cumpliendo con las promesas que él ha dado al general Zapata. Nosotros fuimos a pedir parque para el Ejército Libertador del Sur y gustoso el general Medinaveytia, que es el segundo del señor general Villa, nos dijo que de momento no había parque, porque la existencia se la había llevado al ataque de Tampico; pero que en seguida daba órdenes a Chihuahua para que se mandara un carro con parque y se pusiera a las órdenes del señor general Zapata; ese carro estará ahora en Querétaro y ya se dan órdenes para que se transporte a esta capital. En cuanto a las operaciones de la División del Norte, éstas han sido muy grandiosas; se encuentran ahí hechos de armas que no se registran ni en las batallas de Napoleón. (Murmullos) En la batalla efectuada en San Felipe Torres Mochas, se dio el caso de que cinco mil hombres derrotaran a treinta mil, y voy a explicar cómo estuvo. No tenían ni siquiera idea de que las fuerzas gutierristas llegaran a tal número y se encaminaron a batirlos con cinco mil hombres; a una distancia de mil metros se dieron cuenta de la enormidad numérica del enemigo, pero a pesar de todo se lanzaron sobre él; afortunadamente la sección de aeroplanos arrojó a éste unas certeras bombas y lo dividió en dos columnas y los nuestros tomaron medidas estratégicas de tal naturaleza que deben ser conocidas por la historia de las naciones: haciendo un cuarto de conversión y con doscientos o trescientos hombres que los apoyaban, en cuerpo de tiradores, para hacerle fuego a su propio enemigo, lo han derrotado completamente, al grado de que de treinta mil hombres que tenía, solamente se escaparon dos mil y al general Navarro le consta, porque elementos del Sur se lo han referido. La batalla de Guadalajara también estuvo enorme. El enemigo contaba con doce mil hombres y ha sido atacado por ocho mil hombres de la División del Norte, derrotándolo al grado de exterminarlo por completo; se le ha quitado toda la artillería; entre lo que se le quitó se cuentan sesenta ametralladoras, veinticinco cañones y los archivos que llevaba. El círculo de hierro en que decía la mendaz prensa que estaba el general Angeles es irrisorio; el general Angeles le ha infligido una derrota tal a Pablo González que le ha quitado hasta los calzones. (Aplausos y risas) Y digo que hasta los calzones, porque su equipaje y sus trajes allí se quedaron y también se recogió el archivo, con cuyos documentos tenemos suficientes luces acerca de los que intervinieron y cómo se tramó la perfidia de Gutiérrez. Al general Almanza se le derrotó, habiéndolo colgado, junto con todo su Estado Mayor, en Vanegas; total, la División del Norte tiene en su poder dominados completamente dieciséis Estados y dos Territorios; todas las fábricas, los bancos, el comercio, la agricultura en general, están en completo desarrollo. (Aplausos) Toda la gente tiende a volver a su habitual trabajo. Al señor general Navarro le consta que tanto en Aguascalientes, como en León, Zacatecas, Torreón y Monterrey, donde estuvimos todo está caminando de completo acuerdo y todo el mundo trabajando. Un cuñado del señor general Navarro está al frente de la fábrica La Fe, conversó largamente con él y no tuvo más que palabras de elogio para la seguridad y calma que hay en aquellos terrenos. Acaban de recibirse unos telegramas del señor general Urbina, en los que da cuenta de nuevos triunfos, y puedo asegurar a ustedes que el general Gutiérrez ya no existe. El ciudadano secretario dio lectura al mensaje fechado en San Luis Potosí el 4 de marzo de 1915, dirigido al general Roque González Garza, y firmado por el general Tomás Urbina R. (Aplausos) Igualmente leyó otro mensaje del mismo general Urbina, fechado el 23 de marzo de 1915. El C. Juan Antonio Acosta Y me es grato decides a todos los delegados del Sur, que altos personajes me recomendaron saludarlos afectuosamente y decirles que donde ustedes se mueran se mueren ellos. (Aplausos) El C. Montaño El C. presidente El C. Montaño El C. presidente El C. Montaño Señor representante del Poder Ejecutivo. A nombre de mis compañeros, me permito la honra de dar a usted nuestro más sincero agradecimiento por la información que acabáis de dar, y que es y ha sido perfectamente acogida en el seno de esta Asamblea. Los conceptos que habéis vertido y que creo yo que harán estremecer todos los pechos, puesto que merecen la más sincera felicitación, no sólo de la Delegación del Sur, no sólo de la Delegación del Norte, sino del pueblo mexicano. (Aplausos) Debemos complacernos todos los que sentimos amor a la Patria, los que sentimos amor a la concordia universal del pueblo, de que tanto el general Villa como sus dignos compañeros en el Norte, enarbolen los estandartes de la libertad y dispersen por completo a los enemigos de las libertades públicas del pueblo. Debemos enorgullecernos, señores, porque hombres de ese temple son los que necesita la Patria para colocarles en sus sienes la positiva corona de la libertad. Aceptad, señor representante del Poder Ejecutivo, y trasmitidle por nuestra voz del Sur, nuestras más sinceras felicitaciones al señor general Villa y al señor Presidente de la Convención, Encargado del Poder Ejecutivo; trasmitidle nuestro más expresivo agradecimiento y nuestra más expresiva felicitación, y tened la seguridad de que los hombres del Norte, desde que empezó la Revolución hasta aquí, os habéis comportado de manera digna, y los hombres así, merecen la gratitud del pueblo mexicano. Entiendo yo que todos los del Sur, en general estimamos en alto grado las frases vertidas por el general Villa, y que esa consolidación de unión, de concordia entre nosotros, existe para bien de la Patria, para bien de la redención de ese pueblo que tanto ha clamado y que en la actualidad sufre, que en la actualidad quiere la concordia, la redención, y no quiere que se siga derramando sangre de aquellos malos hijos del pueblo; pero si es necesario seguir derramando sangre de aquellas chusmas, que no tienen más bandera que el personalismo, iremos al sacrificio para conquistar, como he dicho antes, la libertad del pueblo, la prosperidad general para todos los mexicanos. (Aplausos) El C. Pérez Taylor Señores delegados: Voy a ser sumamente breve. (Voces: Sí, sólo dos palabras) Un hálito de tristeza ha venido sobre mí al escuchar la relación del ciudadano delegado que representa en estos momentos al Ejecutivo. Haciendo a un lado la cuestión egoísta por el triunfo inmenso de la División del Norte, yo siento tristeza desde lo más profundo de mi alma; y a nombre de esa pira de cadáveres, que han muerto, luchando, unos por el personalismo y luchando otros por la conquista de las libertades, desde esta tribuna excito a los ciudadanos delegados para que en lo futuro teniendo siempre en su presencia a todos los que han caído gloriosamente en las llanuras polvorientas, con su frente que besa los rayos del sol, se sirvan manejarse de una manera conveniente para los intereses del país, a efecto de levantar más tarde y de formar una nueva, una magna Patria, para preparar el camino y llegar a la unificación revolucionaria (Aplausos) El C. presidente El C. Orozco De todos los señores delegados y tal vez del público, es bien conocida la inmensidad, la enormidad de las dificultades con que se ha estado combatiendo en el Sur por nuestras fuerzas; a todos los señores delegados les consta con cuántos sacrificios se estuvo atacando la capital de la República, con cuánto esfuerzo, con cuánta fuerza de voluntad, con cuánta energía tuvo que contarse para haber arrojado de aquí a los carrancistas, después de una hostilización de mes y medio. Los señores delegados que me oyen saben que el Sur no ha contado nunca con elementos, que no ha contado con parque y que todas las armas que tiene en su poder las ha quitado a la fuerza a los enemigos; y muchas veces con el valor personal y muchas veces con un fusil que casi ni dispara al enemigo, se ha defendido. Esas armas no han costado dinero, han costado valor y la sangre de muchos de nuestros hermanos; pero por las manifestaciones de estas galerías y por las manifestaciones de algunos compañeros, confieso con todo el dolor de mi corazón, que la Revolución empieza a hundirse y que las libertades van a fracasar. Todos conocen, pues, esa cantidad de sacrificios, esa falta absoluta de elementos, esa constancia, ese valor y ese admirable ejemplo de los surianos contra el enemigo que era en México poderoso y que lo es todavía: el carrancismo. Y verán cómo, después de muchos sacrificios, pudimos llegar a esta capital y eso puede haber sido por la constancia, por el valor, por lo que ustedes quieran, por la marcha de los acontecimientos que muchas veces no tienen explicación posible. Actualmente nos hallamos en la capital de la República y, además de haberla tomado, voy a informar de los Estados que actualmente están dominados por las fuerzas del Sur: todo Michoacán, según informa el señor delegado representante del general Figueroa, que era en aquel entonces Gobernador, actualmente está dominado; todo el Estado de Guerrero, que ustedes saben perfectamente bien que había sido dominado por las fuerzas carrancistas; el puerto de Acapulco es nuestro actualmente; está también en nuestro poder el Estado de Oaxaca, porque había procurado este Estado mantenerse neutral entre los carrancistas y los zapatistas, había permanecido neutral y, sin embargo, había grandes partidas de revolucionarios del Sur y de símpatizadores del Plan de Ayala; este Estado también actualmente está en nuestro poder, porque el Gobierno de aquella entidad comprendiendo que su neutralidad perjudicaba a la noble causa del pueblo, ha enviado al general Zapata una comisión para que conferencie con él. El Estado de Tlaxcala, según informa el representante del señor general Arenas, se halla también en nuestro poder, con excepción de una de las plazas, que está siendo atacada en estos momentos. En cuanto a la capital, bien sabéis que desde que estuvimos en Cuernavaca cayó en nuestro poder; ha sido atacada varias veces por los carrancistas; pero no han logrado tomarla a pesar de la superioridad de elementos, puesto que por Tlaxcala no hay por donde lleguen elementos de ninguna clase. El general Arenas, en su amor a la causa, y en su talento estratégico natural, ha llegado con el corto número de sus fuerzas, que no son más que mil quinientos hombres, hasta amagar la capital de Puebla, habiendo hecho correr vergonzosamente a los carrancistas hasta las goteras de esa ciudad; les ha quitado Panzacola, que es una estación que está inmediata a Puebla, y está en estos momentos amagando la plaza de Puebla. El Estado de México, al que se habían introducido también algunas partidas carrancistas, debido a las gestiones del Gobernador o sea al valor y a la constancia del general Pacheco, también se halla actualmente dominado, casi por completo, por las fuerzas de la Convención, con excepción del lado por donde salieron los carrancistas, en el que todavía se encuentran bastantes partidas de ellos que no han presentado combate y que van procurando salir, porque actualmente se encuentran amagados por las fuerzas que hay en el Estado de Tlaxcala y que están atacando Apizaco y se han destacado fuerzas para impedir que el enemigo avance para ese lugar. Cierto es que los carrancistas están cerca de la capital, pero en completa desorganización; el general Alvaro Obregón, que se encontraba en esta capital, se halla actualmente indeciso e imposibilitado para tomar el rumbo que él desea, pues él quiere unirse a Diéguez, que se halla en Jalisco, para lo cual tendría que ponerse en contacto con las fuerzas que se hallan en Querétaro; para Veracruz, como está interrumpida la línea del Mexicano, no puede avanzar tampoco; en consecuencia se halla desorientado y desmoralizado. Del Estado de Morelos no tengo que decir nada; ya los señores delegados y el público deben saber también que hace mucho tiempo se encuentra en nuestro poder y en completa paz. No ha habido aquí, en la Revolución del Sur, ningún acto extraño a los actos que se han venido sosteniendo durante cuatro años, durante esa grandiosa lucha que fue comenzada con inmensos sacrificios, a fuerza de torrentes de sangre. Es todo lo que tengo que decir a los señores delegados para que puedan darse cuenta de que el Sur, humildemente, ha contribuido con su grano de arena, con su pequeño contingente, a la cimentación de la obra que estamos emprendiendo y que es darle justicia al pueblo, que la reclama. (Aplausos) El C. Juan Antonio Acosta Ni nosotros ni nadie le quitamos su valor al Ejército Libertador del Sur, ni nos ponemos a discutir si las armas que tienen las habrán comprado o no, ni tampoco si la División del Norte compró toda la poderosa artillería que tiene; es enteramente ocioso venir a tratar de esas cosas; pero sí vengo a manifestar al señor Orozco que en el Estado de Michoacán no hay un solo zapatista y que el Estado está dominado por completo por la División del Norte. Ahora, si alguna cosa tiene que decirme, dígamela. El C. Orozco Respecto a lo que manifestó de que en el Estado de Michoacán no ha entrado ningún zapatista, no lo quiero discutir ya que es ocioso; si la División del Norte es nuestra compañera; si el Ejército del Norte es nuestro compañero, ningún celo deben tener porque hayan sido las fuerzas del Sur las que lo hayan dominado o las fuerzas del Norte. Yo, por mi parte, lo único que deseo, lo único que pido, lo único que he anhelado en todos mis años de lucha, es la redención de este pueblo miserable y hambriento, que ha mendigado siempre sus libertades, y que se ha sabido levantar majestuoso y poderoso para pedirlas. Y no me fijo en que un compañero, de un Estado distinto al mío, proclame o lleve a cabo actos heroicos, que pudieran ser superiores a los que mis compañeros del Sur pudieran ejecutar. En consecuencia, yo tengo datos para probar que en el Estado de Michoacán, hay fuerzas del Sur; pero le suplico al señor delegado del Ejecutivo que no entre en esa clase de explicaciones y acepto que es la División del Norte la que ha dominado el Estado de Michoacán. (Aplausos) Una voz El C. Nieto El C. presidente El ciudadano secretario dio lectura a un oficio de la Secretaría de Hacienda, Sección Tercera, en el que pide para formar el Presupuesto una lista de los delegados y los gastos que se erogan mensualmente. Igualmente leyó el oficio contestación al anterior. El C. Lecona El ciudadano secretario dio lectura al siguiente dictamen: Comisión de Hacienda. La Comisión de Hacienda ha venido preocupándose de la formación del Presupuesto de Gastos que originan el sostenimiento de la Soberana Convención Revolucionaria y al llegar a esta capital, después de un minucioso estudio, ha llegado a formular el siguiente Proyecto de Presupuesto que se permite someter a vuestra consideración. PROYECTO DE PRESUPUESTO DE LA SOBERANA CONVENCION REVOLUCIONARIA 1. Para gastos de representación de 122 delegados, a razón de $15.00 diarios, cada uno, cuota diaria, $15.00; asignación mensual, $54,900.00. 2. Para gastos de representación de nuevos delegados, asignación mensual $15,000.00. Total, $69,900.00. SECRETARIA 3. Un oficial mayor, cuota diaria, $14.00; asignación mensual $420.00. 4. Un oficial primero, cuota diaria, $13.00; asignación mensual $390.00. 5. Un oficial taquígrafo, encargado del archivo de la Convención, cuota diaria $10.00; asignación mensual, $300.00. 6. Cuatro oficiales segundos, a $270.00, cuota diaria, $9.00; asignación mensual, $1,080.00. 7. Un taquígrafo para el servicio de los delegados, cuota diaria, $8.00; asignación mensual, $240.00. 8. Un oficial de registro, cuota diaria, $5.00; asignación mensual, $150.00. 9. Dos mecanógrafos primeros, a $150.00, cuota diaria, $5.00; asignación mensual, $300.00. 10. Dos mecanógrafos segundos, a $135.00, cuota diaria, $4.50; asignación mensual, $270.00. Total, $3,150.00. ARCHIVO Y BIBLIOTECA 11. Un Archivero encargado de la Biblioteca, cuota diaria, $7.50; asignación mensual, $225.00. 12. Dos ayudantes del anterior, a $90.00, cuota diaria, $3.00; asignación mensual, $180.00. 13. Un escribiente, cuota diaria, $3.00; asignación mensual, $90.00. Total, $495.00. SECCION DE TAQUIGRAFIA 14. Un taquígrafo, jefe de la Sección y Compilador, cuota diaria, $13.00; asignación mensual, $390.00. 15. Tres taquígrafos primeros, a $330.00, cuota diaria, $11.00; asignación mensual; $990.00. 16. Seis taquígrafos, a $300.00, cuota diaria, $10.00; asignación mensual, $1,800.00. 17. Tres auxiliares mecanógrafos, a $120.00, cuota diaria, $4.00; asignación mensual, $360.00. Total, $3,540.00. SERVICIOS ESPECIALES 18. Un electricista, cuota diaria, $5.00; asignación mensual, $150.00. 19. Dos telefonistas, a $90.00, cuota diaria, $3.00; asignación mensual $180.00. Total, $330.00. SERVIDUMBRE 20. Un conserje del edificio, cuota diaria, $4.00; asignación mensual, $120.00. 21. Un conserje de la Secretaría, cuota diaria, $3.50; asignación mensual, $105.00. 22. Un jefe de mozos, cuota diaria, $2.50; asignación mensual, $75.00. 23. Ocho mozos, a $60.00, cuota diaria, $2.00; asignación mensual, $480.00. 24. Un portero del edificio, cuota diaria, $2.00; asignación mensual, $60.00. 25. Dos veladores, a $60.00, cuota diaria, $2.00; asignación mensual, $120.00. Total $960.00. Suma total, $8,375.00. GASTOS ORDINARIOS Y EXTRAORDINARIOS 26. Biblioteca, asignación mensual, $2,000.00. 27. Gastos de oficio, asignación mensual, $1,200.00. 28. Menores y de aseo, asignación mensual, $600.00. 29. Alumbrado, teléfonos y gastos imprevistos, asignación mensual, $2,500.00. 30. Pago de seguros contra incendio, por el edificio y muebles de la Cámara de Diputados, asignación mensual, $1,067.99. 31. Gastos de conservación, reparación de muebles y útiles y extraordinarios, asignación mensual, $5,000.00. Total, $12,367.99. Sala de Comisiones de la Soberana Convención Revolucionaria. Está a discusión el dictamen de la Comisión de Hacienda. ¿No hay ningún ciudadano delegado que desee hacer uso de la palabra? El C. Lecona Quisiera que algún delegado de la Comisión de Hacienda tuviera la bondad de contestarme si esos 122 delegados son el limite a que se puede llegar, o son los que actualmente hay. El C. Fierro El C. Lecona El C. Fierro El C. Lecona El C. Velázquez El C. secretario
Pido la palabra, para rectificar un hecho.
Pido la palabra para una moción de orden.
Favor de esperar que haya orden.
Pido la palabra para una moción de orden.
Yo no le di la palabra al señor Pérez Taylor; malamente habló; tiene razón el señor, que no me vengan aquí a hablar todos de orden. (Risas. Aplausos)
Pido la palabra para una protesta.
Yo pido la palabra para una moción de orden.
No a todos puede concedérseles.
Pido la palabra.
Pido la palabra.
Tiene la palabra el ciudadano Castellanos, para una moción de orden.
Yo he pedido antes la palabra para una moción de orden, lo hice antes que el señor Castellanos.
Perdone usted; no me acordé en el momento.
Yo suplico que continúe el señor Soto y Gama y hablaré después que él termine.
Pues hablaré, ya que el señor Cervantes ha tenido la sinceridad de dejarme hacer uso de la palabra, puesto que se trata de una cuestión de vital importancia, y, además, porque de ninguna manera podrá quitarme nadie la palabra, aunque dure tres horas, puesto que esto exige una discusión laboriosa.
Si el señor Cervantes me da permiso, haré uso del derecho que tengo para hacer mi moción de orden y al mismo tiempo haré una aclaración, advirtiendo que no la haré kilométrica como las que el señor Soto y Gama hace.
Entonces ¿se me quita la palabra?
No, señor. (Siseos. Campanilla)
Bueno, es lo que yo quería aclarar. (El orador de nuevo empieza a leer un texto. Siseos. Campanilla)
Señor presidente, suplico a usted que llame al orden a las galerías.
Ya ven ustedes que no estamos sosteniendo teorías disolventes, sino teorías partidarias de la paz social. Habría más peligro para el orden público ... (Siseos. Campanilla)
Suplico a las galerías que tengan la bondad de guardar la más estrícta compostura tanto en hablar como en hacer ruido, como en levantarse a cada momento; parece que se vuelve una especie de no sé qué. Háganme favor de estar lo más atentas que sea posible, para podernos dar cuenta; se trata nada menos que de asuntos interesantes para la Patria, y creo que todos ustedes son patriotas; pues en este caso se requiere atención completa.
(Dio lectura a varios párrafos de distintos autores, párrafos conducentes a la tesis que sostenía) Se ve, pues, que todo lo que sea garantizar la libertad de huelga es garantizar el progreso lento, sólido; es decir, el progreso, la evolución que tanto preconizan y sueñan los burgueses.
Pido la palabra para una alusión personal.
Pido la palabra para una moción de orden.
Primero la pidió el ciudadano Cervantes.
Voy a hacer aclaraciones, señor presidente.
La presidencia suplica al delegado Cervantes pase a la tribuna, porque los señores taquígrafos no se dan cuenta perfecta de sus discursos. (Sube a la tribuna el señor delegado Cervantes, con aplausos)
Gracias, señor licenciado, por el honor que usted me hace en aludirme cuarenta veces en su peroración, que era sólo para aclaraciones. Con contestarle una veintena de veces a esas sus aclaraciones, quedaré bastante contento, con tanta más razón cuanto que entiendo que por primera vez desde que discutimos en el seno de esta Asamblea, usted y yo estamos de acuerdo; pero voy a expresar en qué estamos de acuerdo; en admirar a Leroy Beaulieu, porque usted como yo, lo hemos leído, con la diferencia de que el texto que usted se trae para aducir argumentos, es una edición demasiado antigua, y yo tengo un flamante texto. (Aplausos y risas)
Herbert Spencer reconoce que el contrato colectivo es un progreso; el contrato colectivo, no el sindicalismo ligado con la unión obrera.
Pues yo, con respecto al contrato colectivo, no vine a atacarlo; lo que vine a atacar fue el reconocimiento del Gobierno a ese contrato colectivo, que no es lo mismo, porque aunque quiera el señor Soto y Gama que me informe en un solo autor, aunque tenga apasionamiento por los múltiples tratados de Gustavo Le Bon, también he leído otros autores varios, y entre ellos a un distinguidísimo escritor francés, cuyo nombre se escapa en estos momentos a mi memoria, pero el señor licenciado podría decírmelo, dada su erudición tan grande, cuyo autor habla del nacimiento de las energías sociales; y según ese tratado de sociología se dice: que a un fenómeno social corresponde una reacción para que se restablezca el equilibrio de la sociedad; y a eso no se puede oponer nadie que tenga sentido común.
Sí, es cierto.
Y viene a hablarnos de que él ataca el militarismo, y la palabra militarismo nos la han repetido tanto esos señores socialistas que creo que no entienden lo que es militarismo. Sepan los señores socialistas, que yo también soy antimilitarista, y voy a explicarles por qué.
¿Me permite usted una pregunta, señor Cervantes? De dos lineas también.
Con todo gusto, señor.
¿La guerra actual europea la considera usted o no como efecto del militarismo?
La guerra actual europea es un asunto que se prestaría a muy largas disertaciones; pero yo le digo en este momento, contestando a la pregunta que me hace, que la puedo considerar, con fundamentos lógicos, como la consecuencia natural de la lucha económica entre las grandes potencias. (Aplausos nutridos)
Cuestión de criterio ...
De manera ... un momento, todavía voy a decirle más a ese respecto.
Ya está, no deseo seguir.
Pero no quiero hacer uso de conocimientos en esta materia, porque tengo que contestarle todavía algunas de sus aclaraciones.
Como usted contestó suficientemente, yo nada más quiero insistir en que no haya militarismo como en la paz armada de Europa. El hecho de que haya cinco o seis millones de hombres que sostengan a un millón o medio millón de hombres en pie de guerra, ¿no le parece una carga pesada, una carga gravosa sobre una sociedad? ¿Debe admitirse así el militarismo, como lo hay en Europa?
No, señor; a esa carga de hombres que obedeciendo las leyes de su país y sintiendo el deseo de que su nación sea grande, se engrandezca y se mantenga engrandecida, a eso, no le puedo llamar militarismo; a eso le llamo sentimiento patriótico manifiestamente expresado por la actitud siempre noble del ciudadano que cumple con sus deberes defendiendo a su país. (Aplausos)
Pido la palabra para una alusión personal. Hace un momento pedí la palabra.
Pasó el tiempo ya.
Ya van dos o tres ocasiones que usted me niega la palabra.
(Voces: Tiene derecho)
Eso no puede ser. Ya han estado hablando mucho.
Es una alusión personal. (Voces: Tiene derecho; que hable)
La Mesa ha cumplido su deber, porque se han pasado ya más de dos horas y media. (Voces: No importa)
Pido la palabra para una alusión personal.
Pido la palabra para una aclaración.
Exijo de la Presidencia que cumpla el Reglamento, dándome la palabra.
El Reglamento no tiene que ver con el acuerdo último que se tomó relativo a que teníamos dos horas para discutir el programa, y se han pasado ya.
Pido a la Presidencia que se haga constar la protesta mía, que hago por un caso parecido en Cuernavaca, porque el presidente me ha negado varias veces la palabra.
Pido la palabra para una moción de orden.
No le concedo el uso de la palabra.
Renuncio a ella.
Por orden de la Presidencia se hace saber a los delegados que se suspende la discusión del artículo del Programa hasta mañana, por haber transcurrido el tiempo dedicado a la discusión de él, pasando a informar un representante del Ejecutivo sobre la marcha de las operaciones militares en el Norte de la República y respecto a una comisión que le confiaron los señores general Zapata y el ciudadano Encargado del Ejecutivo.
Señores delegados:
Y termino, señores, manifestándoles que en Querétaro hay 12,000 hombres de la División del Norte, listos para atacar a Obregón; pero para hacer ese movimiento, se necesita ponerse de acuerdo con el general Zapata, para que movilice en la forma que crea conveniente sus fuerzas e impida que Obregón vuelva a entrar a México, para asegurar un triunfo completo.
Pido la palabra.
¿Para qué?
Para contestar al señor delegado del Ejecutivo.
¿Tiene usted la bondad de pasar a la tribuna?
Señores delegados:
Pido la palabra. (Voces: A la tribuna. Al subir a la tribuna, aplausos)
Tiene la palabra el ciudadano Orozco.
Ya que el señor Presidente de la República ha querido que a esta Asamblea venga un delegado suyo a informar sobre las operaciones llevadas a cabo en el Norte, creo de mi deber, puesto que los señores delegados no conocen a fondo la situación del Sur en estos momentos, informar acerca de ella, para que se vean los humildes trabajos que los hijos del pueblo del Sur han llevado a cabo en defensa de los ideales que vienen defendiendo.
Parece que un mal pensamiento de celo, que no me puedo explicar, movió al ciudadano delegado Orozco a tomar la palabra; el cree que por arrogancia o por hacer méritos vine yo aquí, en nombre del Presidente de la Soberana Convención, a hacer esas declaraciones.
Debo manifestar que no me ha movido la pasión que acaba de invocar indebidamente, sino que únicamente he creído de mi deber, ya que en esta Asamblea no se tenía un conocimiento exacto respecto de lo del Sur, decir las palabras anteriores. Y no crea el señor representante del Poder Ejecutivo que hayan sido con objeto de herir a su representado. Han sido exclusivamente míos los informes y no los proporcioné con ningún carácter, sino con el de delegado nada más.
Pido la palabra, como delegado de Michoacán.
¿Ya se está discutiendo un asunto, o es sin permiso de la Asamblea?
No hay nada a discusión.
Una pregunta a la Comisión de Hacienda ...
México, 23 de marzo de 1915.
Héctor Fierro.
E. Liñeiro.
Para una pregunta a la Comisión de Hacienda.
Los que hay, pero se considera una partida para los que puedan venir.
En Cuernavaca cuando yo estuve de secretario, hice el cómputo de las credenciales presentadas y aprobadas, y sólo alcanzaron la suma de 115; estos siete delegados son posteriores.
No, señor, son los que se habían quedado aquí y que ahora se han presentado.
Estoy conforme.
Suplicaría que se especificaran los sueldos de los empleados porque ahí se habla por Secciones.
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