CRÓNICAS Y DEBATES
DE LAS SESIONES DE LA
SOBERANA CONVENCIÓN REVOLUCIONARIA
Compilador: Florencio Barrera Fuentes
SESIÓN DEL 26 DE MARZO DE 1915
Presidencia del ciudadano Angel Castellanos
SUMARIO Acta de la sesión anterior.- Continúa la discusión del Proyecto de Programa de Reformas Político-Sociales de la Revolución.
El C. presidente El C. secretario ¿No hay quién pida la palabra? En votación económica se pregunta si se aprueba el acta, tal como se ha leído. Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse en pie. Aprobada. Continúa la discusión del artículo del Programa Político-Social de la Revolución, que quedó pendiente en la sesión anterior, que dice: Reconocer amplia personalidad jurídica a las uniones de trabajadores y a las sociedades de obreros, dependientes o empleados, para que el Gobierno y los patrones tengan que tratar con fuertes y bien organizadas agrupaciones, y no con el obrero aislado e indefenso. El C. de la Torre El C. secretario El C. presidente El C. Treviño Después de dos días de debates discutiendo este artículo, he venido a comprender que la Asamblea está verdadera y positivamente desorientada. El ciudadano delegado, mi distinguido amigo, el señor Cervantes, reconoce desde luego el derecho de huelga, el supremo derecho de las asociaciones obreras; dice él que en el fondo no se opone al artículo a discusión. El ciudadano delegado Casta -y aquí conviene una rectificación-, dice que la Revolución no exige esta Legislación obrera, y está muy equivocado el señor Casta, porque yo y muchos compañeros revolucionarios efectivos de este movimiento, desde el principio hemos venido persiguiendo con anhelo, con tesón, esta reforma obrera, que creemos de grandísima importancia. Hago notar de paso, que en el Ejército del Norte, que es el que conozco, pues desconozco los elementos que componen al Ejército del Sur, hay algunos miles de obreros que persiguen, no ideas utópicas, sino una Legislación obrera, que verdaderamente tenderá a mejorar sus condiciones. El ciudadano Nieto ha refutado y, en general, todos los que han hablado en contra del artículo, no precisamente el artículo a discusión, y aquí es donde voy a comprobar que está desorientada la Asamblea, porque positivamente no han refutado el artículo a discusión; eso se ve en todos los oradores del contra. (Murmullos) Señor: (Dirigiéndose al presidente) No puedo hablar porque me están interrumpiendo. (Campanilla) Decía, pues, que la Asamblea está desorientada; no se ha refutado realmente el artículo a discusión; se nota en los señores del contra un miedo, miedo muy justificado por las teorías demagógicas o anárquicas del compañero Soto y Gama, y han refutado a él, no al artículo. Decía ayer el compañero Casta que qué haríamos con sociedades obreras dirigidas por el señor Soto y Gama; lo que prueba que el compañero Casta no está al tanto de lo que son las sociedades obreras. Nosotros, los obreros, tenga usted seguro que nunca escogeríamos directores como el compañero Soto y Gama, compañero nada más en la Convención. La Casa del Obrero Mundial no prueba absolutamente nada; fue allí un nidal de apasionados doctrinarios, de los cuales, unos con buena y otros con mala fe, se aprovecharon de la ignorancia de nuestro pueblo. De las verdaderas asociaciones obreras, algunas, muy pocas afortunadamente, han fracasado; pero la mayoría, y entre la mayoría puedo citar setenta y tantas asociaciones obreras únicamente en la capital de la República, han tenido bien encauzadas sus energías y han escogido siempre a individuos, que han brotado de los talleres, que han brotado de las fábricas, que han brotado de las oficinas donde laboran los mismos; no han escogido a soñadores, a agitadores o petardistas (risas), que desde las oficinas, que desde sus escritorios o desde las cantinas sueñan con la legislación obrera o con los principios socialistas o anarquistas para lograrlas. No, señores, las verdaderas asociaciones obreras, las que han comprobado sus fines lícitos, su anhelo ferviente por el engrandecimiento del gremio, han estado muy alejadas de los agitadores. Puse el otro día, como ejemplo, la Asociación de los Ferrocarrileros Mexicanos, porque me parece que en la República es la Sociedad modelo; tengo en mis manos la escritura de esa sociedad, en la cual se le reconoce personalidad jurídica, y los delegados que gusten pueden examinar esta escritura; pero ... -aquí viene el pero-, es una escritura que le da personalidad conforme al Código de Comercio, puede contratar, pero nunca puede colectivamente reclamar el salario de algunos de sus asociados. Ha habido, para haber llegado a esta finalidad, para reconocer la personalidad jurídica de acuerdo con el Código de Comercio, infinidad de cortapisas; varios notarios se han negado a hacer ese trabajo debido a las dificultades que oponen los Códigos vigentes. Algunos compañeros del contra dicen que no hay necesidad del artículo, de acuerdo con las necesidades económicas, porque la Constitución en uno de sus artículos dice que está permitido el derecho de asociación, pero las asociaciones de la época del 57, es decir, cuando se hizo nuestra Constitución, eran recreativas: la Sociedad Filarmónica, la Sociedad Literaria, etc., que no tienen fines sociales ni económicos tampoco, y ahora lo que pedimos es una modificación al artículo de esa Constitución. Ha dicho antes el compañero Piña, si en la Constitución tenemos un artículo que permite la libre asociación, ¿por qué vamos a poner en nuestro Programa, otro artículo que sería redundante? No, compañero Piña, no sería redundancia; vamos a hacerlo más amplio. Ustedes, vuelvo a decirlo, están temerosos de las ideas que llaman anárquicas o demagógicas de los compañeros Soto y Gama y Méndez, y están temerosos con justicia; yo, en el fondo, también lo estoy; pero creo que el Programa de Gobierno no es más que el criterio revolucionario, y vendrán individuos más competentes que nosotros, capacitados por su ilustración a legislar sobre ese criterio revolucionario de este artículo, pidiendo el reconocimiento de las sociedades obreras; saldrán multitud de leyes en otros países tan civilizados o más civilizados, y en algunos de ellos, menos civilizados que el nuestro, han salido ya verdaderas Legislaciones obreras, y yo creo firmemente que en el nuestro también se expedirán; en esas Legislaciones obreras se pondrán las taxativas para todos aquellos que, como el señor Soto y Gama, se salen fuera de lo que es verdaderamente justo y necesario para nuestro medio. Así es que yo quiero que ustedes desechen ese temor que sienten por lo desconocido, porque positivamente ustedes no saben lo que son las sociedades obreras; quiero, sí, que en su conciencia quede grabado hondamente que es una necesidad de la Revolución esta reforma; yo, con toda sinceridad lo digo, junto con muchos compañeros hemos entrado a la Revolución persiguiendo este ideal, y creo que si no se lleva a la práctica no concluirá pronto la Revolución; porque muchos hermanos, muchos compañeros, cuyos ideales han sido éstos, no se considerarían satisfechos si no se hace una modificación a nuestras leyes en este sentido. ¿Por qué, pregunto yo, una Sociedad Anónima tiene reconocida su personalidad jurídica? ¿Por qué hay capital? ¿Porque son de una clase superior? No, señores, creo que el dinero es menos que la vida, y las vidas son las energías de la nación. No pido para ellos lo que el señor Soto y Gama, que la tierra sea de todos, que las minas sean de todos; no, señores, para esto hay que buscar el equilibrio, darle a cada quien lo que le corresponde, y la forma en que lo legislarán. Creo que, como reforma, debemos sentar un principio, sentar nuestro criterio en este Programa, aprobando el artículo a discusión. El C. presidente El C. Velázquez El C. Ortiz El C. presidente El C. Velázquez Porque amo a la clase obrera y también su progreso, no estoy conforme con que se dé por este artículo una entrada a los ambiciosos, que serán mañana los explotadores de esa clase obrera, pues sabiendo o haciéndoles comprender malamente esos directores que tienen derechos mayores que los que les concede esa ley, van a llegar a convertirse en los esclavos de aquéllos; y precisamente por eso me opongo al artículo. No solamente con palabras, sino con hechos vengo defendiendo a esa clase sufrida desde el año de 1900, y precisamente durante esas luchas he llegado a comprobar de una manera práctica lo que perjudican a los obreros aislados esas uniones. Para presentar casos prácticos voy a relatar algunos episodios que presencié y sufrí en mi vida de destierro en los Estados Unidos. En el año de 1906 hubo una huelga en Cananea, en la cual se me complicó a mí como uno de los que habían agitado a esos obreros; con ese motivo fuí internado en la Penitenciaría de Hermosillo, y después desterrado del país. Fuí a los Estados Unidos, a la ciudad de Tucson, Arizona, y apenas pude encontrar trabajo emparejando los pavimentos de las calles con una parada de caballos y con un screp, pero apenas supieron los que formaban la sociedad respectiva que yo no pertenecía a ella, empezaron a intrigar y combatirme hasta que me quitaron el trabajo; en el mismo caso se vieron muchos que conmigo estaban en los Estados Unidos. Después, en 1911, habiendo sufrido una derrota, tuve otra vez que emigrar a los Estados Unidos, fuí a un campo ferrocarrilero, y porque no pertenecía a la Unión, intrigaron también, y para no ser una carga para los amigos que me acompañaban, tuve que hacer el papel de acarreador de agua, ganando un dólar diario, con el cual compraba cartuchos para la Revolución; y si esto pasó en un país como los Estados Unidos, rico y bien organizado, donde se goza de toda clase de libertades, ¿qué sucedería con un pueblo inculto como el nuestro, en que todavía nos falta mucho para tener las facultades con que cuentan los obreros de aquella región? Yo entiendo que con las garantías que la Constitución da a los obreros, es suficiente para que tengan toda clase de facilidades para la vida; nuestro país es rico, fértil, extenso y precisamente lo que faltan son brazos para cultivar las tierras y para atender a las pocas fábricas que en él hay. Entiendo, señores delegados -puedo asegurarlo y hasta creo están convencidos ustedes de ello-, que si nuestra Constitución hubiera sido observada en todas sus partes por el Gobierno del general Díaz, jamás habríamos negado a esta Revolución, sino que habríamos encontrado siempre los medios de tener facilidades para la vida, de tener justicia y libertad; los obreros la habrían tenido tanto como nosotros, porque en un país rico como el nuestro, nunca falta trabajo para los obreros. Además, creo firmemente, no obstante lo dicho por el compañero Piña, que no fue la causa de la Revolución las pocas garantías que tenían los obreros; éstos las han tenido siempre por nuestras leyes escritas; pero ellos y nosotros nunca las hemos tenido en la práctica, y aun si damos esta ley y otras y otras y si se declara el sabotaje y el boicotaje y hasta la etiqueta de que habla el señor Pérez Taylor, nunca vamos a tener facilidades si no ponemos en práctica esas leyes; lo que se necesita es practicar las leyes, no nada más escribirlas, ni pregonarlas. Además, en un país como el nuestro, donde el obrero está tan poco cultivado que tiene tan escasa educación, muy poca ilustración, se presta mucho para que los agitadores lo estén moviendo, y esto se presta a muchas dificultades. Como decía al principio, la Revolución primero empezó a agitarse por la falta de justicia, por la no observancia de la Constitución; no pudiendo conseguir nunca la justicia, creímos que pudiendo elegir nuestras autoridades, la conseguiríamos y entonces nos levantamos con la bandera de Sufragio Efectivo y No Reelección; a la vez los campesinos del Sur levantaron el estandarte reclamando tierras; éstas son las verdaderas reclamaciones de la Revolución y no el asunto obrero que se nos viene presentando. Hay un artículo en el Programa de Gobierno con el que sí estoy enteramente de acuerdo, porque favorece a la clase obrera, en el sentido que lo entiendo yo; es el momento oportuno de favorecerla, instruyéndola, dándole pensiones de retiro, haciendo que las fábricas o minas estén en buenas condiciones; ésas sí son reformas que necesitamos y le favorecen; pero con lo que ahora pretendemos hacer y con la aprobación de este artículo, lo que sucedería, sería crear una nueva clase y formar para los obreros una tiranía mayor que la de todos los gobiernos. El C. Borrego El C. presidente El C. Ortiz El C. presidente El C. Borrego El C. presidente El C. Borrego No estoy apercibido para el debate, y no estoy apercibido porque no creí que un asunto de tan escasa importancia fuera a dar origen a una discusión tan tempestuosa como la que hemos tenido desde hace tres días. Sin embargo, y por indicaciones de un amigo mío, voy a tomar parte en este asunto para hacer algunas observaciones que tenderán a encauzar el debate y evitar que sigamos perdiendo tan miserablemente, como lo hemos estado perdiendo, el tiempo. No se rompe impunemente con el pasado; el conjunto de ideas, de sentimientos, de creencias y de prejuicios que la herencia trasmite de una generación a otra, pesa como una losa de sepulcro sobre nosotros y nos obliga a pensar y nos obliga a creer, y nos obliga a sentir como creyeron, como pensaron y como sintieron nuestros antepasados. Toda reforma, toda innovación, levanta murallas formidables que impiden el acceso a ese pequeñísimo grupo que se llama de innovadores y que, por lo mismo, con altísima justicia debe llamarse grupo de privilegiados. Tenía razón el señor licenciado Soto y Gama de indignarse al ver cómo levantaba una tempestad de discusiones un artículo tan sencillo, tan insignificante en su fondo y, sin embargo, tan combatido en su realidad. La cuestión puede indicarse en breves términos: ¿Conviene reconocer personalidad jurídica a las asociaciones de obreros? (Campanilla) El C. presidente El C. Borrego El C. Velázquez El C. presidente El C. Borrego El C. Casta El C. Borrego El C. presidente Continúe usted, señor Borrego, con el uso de la palabra. El C. Borrego El C. presidente El C. Borrego Señores, venir a decir esto en los momentos actuales, cuando esta Revolución ha surgido de las hondonadas del dolor y del sufrimiento, cuando ha sido hecha por el pueblo, por los miserables, por los explotados, por los desvalidos, por los desheredados; venir a decir que se contenten con un poco de libertad electoral, es ver el sol en sus manchas, nada más en una pequeñísima parte; porque se olvida que esta Revolución antes que todo, quiere pan para los desheredados, para los explotados y para los oprimidos. (Voces: ¡Bien! ¡Bravo! Aplausos) Decía a ustedes que la cuestión debe plantearse de esta manera: ¿Conviene que las asociaciones de obreros, llámense sindicatos, llámense uniones de oficios o sindicatos, como se les llama en Inglaterra y Suiza, tengan una personalidad jurídica? Esta es la cuestión. A propósito de ella he oído una verdadera requisitoria del señor coronel Velázquez contra el socialismo, y tengo que contestarle que el socialismo es una religión y las religiones no se discuten, se abren paso y siguen su camino, es decir, su marcha triunfal. Asistimos, señores, a uno de los momentos más difíciles y más interesantes de la historia de la humanidad, al momento en que agonizan todas las supercherías religiosas y surge una nueva religión -la religión del socialismo y de la humanidad. (Aplausos) A propósito de la personalidad jurídica de las asociaciones, se nos ha venido a hablar de la política social, que tiende a determinado fin, mediante ciertos procedimientos; pero la Comisión actual de este Programa, y en esto le hago altísima justicia, teniendo en cuenta el medio actual, teniendo en consideración que la política no es la reforma social sino del momento histórico en que atraviesa, no nos viene a proponer el programa del sindicalismo de Europa, sino un programa en consonancia con el momento actual en que vivimos. En efecto, señores, dentro del sindicalismo existen dos grupos -el grupo revolucionario que no necesita al Estado que no quiere al Estado, que no pretende nada del Estado, y que tiende a imponerse y que se impondrá como un fenómeno social que nosotros no podemos evitar; y el otro grupo -el reformista, que podríamos llamar reformador evolutivo, que sí quiere la intervención del Estado para determinados fines que persigue. Pues decía a ustedes que el señor licenciado Soto y Gama, con el talento que lo caracteriza, y creyendo que podría fracasar el artículo si se decía: Se concede autorización para conceder personalidad jurídica a los sindicatos, nos lo ha presentado bajo otra forma; cierto es que significa lo mismo, y en esto tenía razón el señor Nieto: es lo mismo Sindicato que Uniones de oficios. Decía yo que en Bélgica, en Holanda, se llaman sindicatos, en Inglaterra se llaman Uniones de Oficios, y existe la misma distinción entre los revolucionarios y los reformistas, que dan a todo el programa del sindicalismo toda la amplitud que tiene, toda la amplitud que tendrá en lo sucesivo y aquéllos que se limitan a la realidad existente y se limitan a determinados medios para llegar al fin que persiguen, a la resolución del asunto; pero no quiero aquí apartarme de él, porque no está a discusión el sindicalismo, ni el socialismo, ni el derecho de asociación, derecho que, por otra parte, está reconocido por nuestra Constitución. No datan de hoy las asociaciones de obreros, existen desde los tiempos más antiguos; en la Edad Media existió la asociación de las maestrías que equivalía a lo que hoy podemos llamar de los patronos, y existían las asociaciones de obreros que tenían el nombre de compañerismo; pero, repito, no quiero incurrir en el mismo error en que han incurrido los demás oradores. (Voces, murmullos) La personalidad jurídica de estas asociaciones, ¿y sabéis señores delegados lo que significa la personalidad jurídica de estas asociaciones? Es la personalidad legal, es la personalidad moral reconocida por la ley para propugnar por sus derechos legítimos dentro de su instituto, dentro de los derechos que le da esa asociación, y ¿por qué le vamos a negar a los obreros esta personalidad exigida para su conveniencia, para defender legítimamente sus intereses? Voy a permitirme poner un ejemplo que puede dar una idea exacta de lo que significa personalidad jurídica de las asociaciones. Supongamos que un obrero es objeto de ultrajes por parte del empresario, o de falta de pago, o de cualquier otra circunstancia que amerite la intervención de las autoridades constituidas; pues bien, señores delegados, en lugar de que ese obrero que no cuenta con recursos, ni con relaciones sociales, que no encuentra patronos que lo ayuden para que pueda prosperar, en lugar de ser él quien vaya a solicitar de los tribunales la justicia que le asiste, en esa dificultad acude al sindicato y es esa asociación la que va a los tribunales a exigir que se le imparta justicia; ésta es toda la cuestión, toda la significación de la personalidad jurídica. Yo no me explico cómo ha sido materia de tan acalorados debates; pero para terminar, debo decir a ustedes que si esta Revolución, que ha sido hecha por el pueblo, que ha sido hecha por las clases obreras principalmente, no redunda en beneficio del pueblo, si esas clases no tienen derecho a que se les mejore un poco, reconociendo personalidad a las uniones que forman; entonces habría que abominar de una Revolución que no da nada a quienes han derramado su sangre por conquistar un poco del bienestar que tanto necesitan. (Aplausos) El C. Nieto Sé lo que es una aclaración, ya que el señor Borrego no lo sabe. El C. presidente El C. Nieto Creí explicar suficientemente anoche que no argumentaba contra la conveniencia que había para las agrupaciones obreras en el reconocimiento jurídico de su personalidad; por el contrario, lo creo bueno; pero como no se refiere a Cuerpos, sino a clases, por eso argumenté en contra de la reforma. Mi otra aclaración que quiero hacer al señor licenciado Borrego, es que está poseído de un lirismo, que no me explico, al decir que los obreros que forman las uniones, son los que han ido al campo de batalla; eso es mentira. (Voces; siseos) El C. Cruz El C. Nieto El C. Treviño El C. Pérez Taylor El C. Treviño Hago constar que el ochenta por ciento de los que forman en las filas del Estado Mayor del general Villa está formado por ferrocarrileros, y que hay una División de ocho mil obreros en la División del Norte; no sé si en los del Sur los haya. El C. Nieto En cuanto al señor Pérez Taylor debo decirle que yo entiendo que la personalidad jurídica que se quiere conceder a las agrupaciones obreras debe ser amplísima absolutamente, al menos tal como lo propone para llevar su personalidad civil, su personalidad política y su personalidad económica ante la ley. Estoy de acuerdo en que se le conceda, y me faltó decirlo ayer, el reconocimiento que se les concede a las Uniones Obreras en países extranjeros, por ejemplo, en los Estados Unidos, y entiendo es copia de algunos otros; se les reconoce personalidad jurídica únicamente para contratar; pero por los argumentos que acaba de exponer el señor licenciado Borrego, veo que quiere que tengan personalidad civil en la más amplia de sus formas, y como no estoy conforme con el permiso de la Asamb!ea ni de la Presidencia para formular sobre este tema un discurso, siento mucho no extenderme más porque no quiero incurrir en el error en que incurren muchos de argumentar al hacer aclaraciones. El C. Borrego El C. Méndez El C. Pérez Taylor El C. presidente El C. Méndez Es un error ... (Voces: Para una rectificación solamente) Un momento, señores. La rectificación que considero necesarisima hacer al señor Nieto es la de que sostiene un error que, a mi juicio, es incomprensible en una inteligencia como la suya. Dice que en la actual Revolución los obreros han tomado una participación mínima que cree calculada en un dos o tres por ciento, y yo debo hacer la rectificación siguiente: no debe entenderse por obrero al que hace únicamente una cosa manual como un zapatero o un carpintero, obrero se llama al que se ocupa en una cosa útil; a los trabajadores se les llama obreros, y son tan obreros los que cosechan el trigo como los que hacen los zapatos; de manera que me parece de justicia hacer esa rectificación, y creo debía decirse lo siguiente: reconózcase personalidad juridica a las uniones de trabajadores, etc., es decir, para que no queden excluidos los trabajadores del campo que tienen derecho a formar esas uniones y que deben quedar incluidos; para que no se preste a que, con pretexto de que no son obreros, según alguna equivocación del diccionario, cualquier funcionario público pueda poner dificultades a los sindicatos de Corporaciones Agrícolas o como quieran llamar a las Uniones de Campesinos. El C. Treviño El C. Orozco El C. presidente El C. Treviño El C. presidente El C. Treviño El C. Cervantes El C. presidente El C. Cervantes El C. Orozco El C. Treviño El C. presidente El C. Treviño El C. Cervantes El C. Treviño El C. Cervantes El señor delegado Zepeda hizo en esta tribuna una hermosa disertación sobre el capital; no habría habido necesidad de leer a Carl Marx, sino que habría bastado con la conferencia que nos dio el delegado Zepeda para conocer a ese autor. Ciertamente es interesante escuchar, por medio de la palabra discreta, razonada y correcta de un señor delegado, como mi amigo el señor Zepeda, toda una lección sobre el capitalismo, desde el punto de vista socialista, tal como lo ve Marx; pero en cambio, es penoso que una persona tan conceptuosa siempre, venga a hacer esa exposición sin entrar de hecho en argumentaciones sobre el punto a discusión. Yo me explico muy bien la actitud del señor delegado Zepeda. El es un hombre perfectamente honrado y perfectamente consciente, que no trata más que de poner su grano de arena, con conocimiento de causa, en los asuntos que se discuten. Yo sabía, porque él me lo expresó así, que en su ánimo había justificadas dudas respecto al asunto de la discusión; y sé más todavía; que él tuvo la bondad de agregar su firma a las de los cuatro delegados que firmaron la moción respectiva, con objeto de que se discutiera el asunto; pero no porque tuviera el convencimiento de que lo que proponían esos señores delegados, como reforma, fuera bueno. En atención, justamente, a esa intención honrada y loable del señor delegado Zepeda, vengo a discutir y a contradecir algunos de sus conceptos, y ojala que siendo tan buena mi intención como la suya, lleve yo a su ánimo el convencimiento que deseo. El señor delegado Zepeda viene a establecer aquí que el capitalismo es una amenaza. Yo le digo al señor delegado: ¿quién lo niega? Nosotros, los que atacamos el artículo a discusión no hemos venido a defender el capitalismo, ni hemos venido tampoco a atacar el sindicalismo y por eso estimo que el señor delegado Zepeda hizo esa afirmación en vano. Dice también el señor delegado Zepeda que hay que elevar al proletario, y ¿quién se opone a elevar al proletario? Todos nosotros, aunque no seamos proletarios, los estimamos de veras, porque sabemos cuál es su enorme función social, porque es elevar al individuo débil y porque amamos al pueblo; nosotros no venimos bajo ningún concepto a atacar al proletariado, y menos aún nos oponemos a que el proletario se eleve; sólo los capitalistas ávidos podrán oponerse a la elevación del proletario, porque su elevación traería un ataque a ellos; puedo asegurar al señor Zepeda que los que atacamos ese artículo no tenemos nada de capitalistas; pero si eso no le bastara, yo le pregunto al mismo señor delegado Zepeda, ¿qué más quiere que el artículo 16 primitivo de este Programa, que dice lo siguiente?: Precaver de la miseria y del prematuro agotamiento a los trabajadores, por medio de oportunas reformas sociales y económicas, como son: una educación moralizadora, leyes sobre accidentes del trabajo, pensiones de retiro, reglamentación de las horas de labor, higiene y seguridad en los talleres, fábricas, minas, etc., y en general, por medio de una legislación que haga menos cruel la explotación del proletario. Yo creo que este artículo es suficientemente amplio para que no abrigue el señor delegado Zepeda duda alguna respecto a nuestra sana intención de favorecer al proletario. Finalmente, entre las afirmaciones sinceras, que concretamente expresé, del señor delegado cuyos argumentos comento, está la de que entre el capitalista y el obrero, él se coloca del lado de éste; también nosotros, los que atacamos ese artículo, nos colocamos del lado del obrero, porque nosotros, con la misma sana intención del seños delegado Zepeda, queremos elevarlo y revivirlo, y lo defenderemos siempre, porque es principio de Moral el ponerse del lado del débil. Pero, hay un concepto importante en el cual creo que el señor delegado incurrió en confusión: dijo el señor Zepeda que había que combatir el individualismo, que yo creo entiende como un sistema de aislamiento de los individuos en la sociedad; dijo que había que combatir el individualismo en la sociedad por medio de la fomentación del colectivismo. Yo no sé si esa afirmación perfectamente socialista, estará dentro de las doctrinas de Karl Marx, que seguramente inspiraron al señor Zepeda. Yo sé que Marx fundó o creó el sistema del colectivismo, considerándolo como una solución social que consiste en poner en común todos los medios de producción, para provecho de la colectividad; pero aunque esa teoría es discutible, es todavía más discutible aquello de que el individualismo y el colectivismo son el uno efecto del otro, y aquél reacción de éste. Yo creo que esa afirmación del señor delegado Zepeda es errónea y, para discutirla, voy a permitirme hacerle una cita del notable sociólogo Lester Worth, cuyos conceptos dicen así: ... Este arte social general, la intervención científica de las fuerzas sociales por el espíritu colectivo de la sociedad para su provecho; en estricta homología con las artes prácticas del mundo industrial, es lo que he llamado sociocracia. Algún tiempo se ha confundido con el socialismo y quizá no podría terminar de mejor manera mi obra que explicando brevemente en qué medida, dado lo que yo entiendo que es el socialismo, difiere éste de aquélla, y además del régimen de concurrencia imperante o individualista. 1° El individualismo ha producido desigualdades artificiales. 2° El socialismo trata de producir igualdades artificiales. 3° La sociocracia, reconoce la existencia de desigualdades naturales y trata de abolir las desigualdades artificiales. 4° El individualismo proporciona los beneficios únicamente a los capaces de obtenerlos mediante su poder superior, astucia, inteligencia, o en virtud de la casualidad de la posición. 5° El socialismo proporcionaría los mismos beneficios a todos por igual, y pretende asegurar la igualdad de goce. 6° La sociocracia proporcionaría los beneficios en relación estricta con el mérito, pero insistiendo sobre la igualdad de facilidades, como el único medio de determinar el grado de mérito ... Creo que esos conceptos de Lester Worth esclarecerán bastante las ideas del señor delegado Zepeda, porque ni el colectivismo ni el sindicalismo pueden ser remedio de males de una sociedad, para una felicidad que tal como la entienden los socialistas, yo la califico de utópica; por eso recomiendo al señor delegado, cuyos conceptos estoy combatiendo, la lectura de las teorías del notable sociócrata mencionado. El señor delegado Zepeda debería, ya que tiene tan alto criterio, aceptar las teorías positivistas, relativas, en materia sociológica, debería aceptar, como lo dice el mismo autor que vengo citando, que en la naturaleza, la esencia del orden es el equilibrio de fuerzas, y a este respecto debería comprender la idea que yo he pretendido asentar aquí, de que hay una gran diferencia entre lo que constituye el sindicalismo y lo que es el socialismo. Los señores socialistas quieren comúnmente hacer unión de ideas en estos dos asuntos que son enteramente diferentes, porque así les conviene. La teoría socialista casi constituye, como bien lo dijo el señor delegado Borrego, una religión, nada más que me voy a permitir explicarle qué diferencia tan grande, podría calificar tan enorme, existe, entre lo que es religión, la religión de Cristo, pongo por caso, y lo que es el socialismo, por más que, repito, algunos de los señores socialistas invocan como primer socialista de los de su escuela a Jesucristo. La religión de Cristo, como todas las religiones y como todas las creencias, llena una necesidad de la humanidad. La humanidad en su afán supremo de investigación de la verdad, tiende al más allá, tiende hacia un mejoramiento que sin darse cuenta, siempre busca y fija su pensamiento en la forma de esperanzas y de creencias. La religión de Cristo ofrece a los hombres una época de redención -por cierto bien remota- época tan lejana como improbable, es decir, que todo lo que la religión ofrece con sus doctrinas es algo que no se podía comprobar porque está en ultratumba, y porque nadie de los que se han ido ha podido volver para comprobarlo, y esa originalidad de promesas, es aquella por la cual la religión de Cristo ha permanecido grabada en el espíritu de los hombres tan largo tiempo, por tantos y tantos siglos, y porque no es posible su verificación, es por lo que siempre tiende el espíritu humano a esa esperanza, a esas ilusiones tan remotas; pero estableciendo parangón entre lo que es la religión de Cristo y el socialismo que también predica la igualdad, debo decirle al señor licenciado Borrego, para ilustrar su ya ilustrado criterio, que el socialismo como religión, ofrece y promete cosas que están bastante próximas, porque se refiere a un perfeccionamiento futuro próximo de sociedad; y esa será precisamente una de las causas de la poca vitalidad del socialismo, a pesar de las afirmaciones del señor delegado Borrego y de todos los socialistas. El socialismo está destinado a perecer en muy corto plazo, porque en el estudio de la vida social, con la sociología, vendrá a hacerse entender que esas no son más que utopías, no son más que aspiraciones irrealizables, y, por consecuencia, al venir ... NOTA No habiéndose encontrado la edición del periódico La Convención, correspondiente al sábado 3 de julio de 1915 donde se continuó la publicación de los debates de esta sesión, en su lugar se inserta la parte relativa de la crónica publicada por el mismo periódico en su edición del 27 de marzo de 1915. Sigue hablando del cristianismo, que cree desaparecerá cuando la desilusión convenza a los ilusos, como forzosamente tendrá que derrumbarse el anarquismo, cuando sean convencidos esos mismos ilusos. En seguida da lectura a un texto socialista, y se refiere al contrato social de Juan Jacobo Rousseau y la antítesis de ese contrato, obra de Gumplowicz. El orador ataca al delegado Méndez, quien declaró en la anterior sesión que la burguesía sería substituida por otra burguesía, en la que, sin duda, su colega Méndez figuraría prominentemente, y que las célebres frases del ilustrado compañero Méndez, de no considerarse inferior a nadie, ni inclinarse ante nadie, las comparaba con los populares versos de Díaz Mirón: Humillarme, ni ante aquel Después habla de la obra revolucionaria, cita a Luis Cabrera, su enemigo político, declarando que admira a los revolucionarios que después de haber cumplído con su deber y de haber ostentado los mayores grados militares, respetan los derechos y la igualdad de todos y se retiran, sin prebendas y sin exigir recompensas, así como que odia a los revoluclOnanos que, no contentos con los más altos grados militares, se convierten en odiosos Judas del pueblo. (Aplausos) Ojalá y todos hicieran lo que yo me he propuesto hacer: salvar los principios de la Revolución y después de esta terrible lucha, retirarme sin llevar en mis bolsillos ni un solo centavo y sí, la tranquilidad de la conciencia por el bien cumplido. Habla del imperio del militarismo y del imperio industrial y recomienda a los oradores del pro lean a Spencer, Darwin y Nietzsche, para que comprendan la oposición del imperio del militarismo sobre el imperio industrial. Califica de atrasados a los que hicieron la reforma del artículo, describe cómo se ejercerá en lo futuro el unionismo, y termina pidiendo que se repruebe el artículo. El delegado Pérez Taylor explica el funcionamiento del unionismo, pidiendo la aprobación del artículo, con objeto de que los obreros engañados por Carranza vean y se convenzan de que la Convención no es reaccionaria. El ciudadano Soto y Gama suplica a la Secretaria dé lectura a la ley sobre sindicatos, expedida en Jalisco por el Partido Católico, cuando era Gobernador el licenciado Portillo y Rojas, bajo la dominación huertista: varios delegados se oponen, y la Secretaría da lectura a la ley, haciendo aclaraciones los delegados Pérez Taylor, Nieto y Zepeda. En seguida se concede el uso de la palabra al delegado Orozco, quien comienza su disertación manifestando a la Asamblea que él no habla con el cerebelo, sino con los puños; que no sabe cómo la Convención menciona que ha dormido con los miserables y desheredados, incurriendo en innúmeras alusiones personales, algunas bastante severas, contra el delegado Cervantes. ... pero si queréis, señores, como quiere todo este pueblo, que nos contempla, que la paz venga cuanto antes, que la Revolución no continúe, que vuelva a su cauce el desquiciamiento social que estamos contemplando, entonces ceded un poco, sed un poco razonables y aceptad, para estar de acuerdo con la evolución, algo, señores delegados, que redunde en favor de esos obreros, que si no han ido a la Revolución, no tardarán en ir. Concluyo, señores delegados, porque a mí no me gusta monopolizar la palabra, como al señor Cervantes, que es un revolucionario, diciendo a ustedes que yo creo que ya la gran revolución obrera empieza, porque Carranza y sus compañeros han tenido especial atingencia en atraerse ese elemento, y no será difícil, si no resolvemos el problema obrero, con Carranza o sin él, que esos obreros un día se echarán sobre nosotros, y tengamos que salir huyendo a las montañas, de nuevo, porque nos echen en cara, delante de la Representación Nacional, que no somos la representación revolucionaria. (Aplausos) El C. Cervantes Voy a hacerme propaganda. Aunque a algunos señores delegados, y entre otros al muy apreciable licenciado Soto y Gama, no les importen los aplausos de las galerías; sí les afectan; en cambio, a mí me son enteramente gratos, y el día en que las galerías me siseen, sentiré mi ánimo un tanto conturbado; pero no por eso se piense que voy a organizar la claque que el señor Orozco tenía con sus amigos, en el lado derecho de las galerías, que a la indicación del señor licenciado Soto y Gama, seis u ocho señores de aquéllos, le tributaban sus aplausos. Voy a contestar a alguna insinuación del señor Orozco, diciéndole que yo no he pretendido que el mismo señor Orozco hable con los puños, porque todavía no lo conozco como boxeador. (Aplausos) Hay algunos señores delegados que nos llaman burgueses, porque nos presentamos en el seno de esta Asamblea con la decencia del vestido. (Aplausos y siseos) Y yo les diré a quienes así piensen, que si yo fuera a presentarme con blusa y con sombrero charro, cosa que nunca he usado, incurriría en una cosa que se llama snobismo y que, desgraciadamente, existe entre nosotros bajo el título de snobismo revolucionario. Se viene, como en todas las ocasiones, a contarnos mentiras, se viene a hablarnos de esfuerzos infinitos y de merecimientos colosales; y nosotros, los del Norte, escuchamos esa palabrería de algunos que se llaman del Sur, francamente, con desprecio. (Estupefacción) Nosotros, los que vestimos con decencia, no porque traemos el saco cepillado hemos dejado de sufrir el polvo del camino y de aspirar todo lo desagradable de la vida en campaña. El señor Orozco ha dormido junto a los miserables, junto a los humildes; yo también he dormido revuelto con la tropa, y no sólo he dormido junto a los humildes y a los miserables, sino que es bueno que le digan al señor Orozco los señores sus amigos, que el 23 de junio del año pasado, en el asalto de Zacatecas, cuando llegué a la ciudad y me encontré con la turba, con una enorme multitud (20,000 hombres) que invadían en son de guerra una ciudad pequeña; triunfantes, y encontrando puertas y ventanas herméticamente cerradas los hombres que luchamos en esa batalla no tuvimos albergue, y pude encontrarme en la desagradable necesidad de dormir, no ya junto a los miserables, sino de dormir junto a muertos y (de eso no vengo a hacer alarde, porque no soy snobista revolucionario). De manera que si el señor Orozco ha dormido junto a los pobres, yo también he dormido junto a los desheredados; pero ahí viene el snobismo: después del sacrificio que el señor Orozco hizo durmiendo con los pobres, ha encontrado muy lógico y muy razonable dormir en la casa de Creel. (Aplausos prolongados) Y yo, en cambio de eso, vivo, y eso me causa honra y satisfacción, en una vivienda que me cuesta sesenta pesos mensuales. (Aplausos) Quiero hacer una pequeña observación, muy justa, al inteligente delegado Nieto, que razona serenamente; observación sobre la cual no se han parado mientes y es ésta: los que se llaman sindicalistas y los que se llaman anarquistas, como lo indica muy terminantemente ese último término, son individuos que se erigen contra todo Gobierno, que no quieren Gobierno. La palabra anarquista es privativa de Gobierno, y, en cambio, vienen al seno de esta Asamblea, siguen titulándose anarquistas y nos hacen lanzar un decreto ridículo por el cual la Convención reasume el Poder Ejecutivo, y quieren todavía que la Convención sea la que gobierne. Yo no entiendo ese contrasentido, no entiendo esa inmoralidad, señores; o sois anarquistas, y entonces vuestro puesto no está aquí, o venís a gobernar, y entonces no sois anarquistas. (Aplausos nutridos; bravos; algunos siseos) El C. Soto y Gama El C. presidente El C. Soto y Gama Venimos a discutir simplemente si es peligroso, si es disolvente, si es inmoral o no lo es resolver un artículo del Programa que está a discusión, porque como se ha dicho mucho que con reconocer personalidad jurídica a las agrupaciones obreras, se conseguirá introducir el desorden social, etc., etc., yo quiero rectificar ese hecho y señalar el hecho contrario. Si a un país se le niega la libertad de imprenta, si se le ahoga, si se le comprime, viene el estallido y viene la insurrección; igualmente sucederá en el terreno obrero; si a los obreros se les impide asociarse y se les ponen trabas en pro de su emancipación, pues esos obreros acabarán por dar un formidable estallido, y ese estallido será la insurrección; las fuerzas comprimidas hacen explosión, y precisamente los que cuidan del orden social, que, en este caso, como decía el señor Orozco, somos nosotros, por una rara paradoja: nosotros somos una válvula de escape y no venimos a hacer labor anarquista; esa la haremos, como la hemos hecho siempre, entre los grupos burgueses; aquí simplemente venimos a cumplir con nuestro deber de oposicionistas, porque no es incompatible el pensar en un más allá luminoso, que es la anarquía, y atenerse a las tristes contingencias del momento, que exigen, ¿quién lo creyera?, la explotación del hombre por el hombre; esa frase, tan rídicula como le parece al señor Cervantes, es la condensación de los sufrimientos que pesan sobre la humanidad, por culpa de un montón de haraganes, los menos útiles, los menos trabajadores, viviendo con todas las comodidades, viviendo en medio de la opulencia; y los trabajadores, los que crean la riqueza, sin derecho a ella, languideciendo de miseria y muriendo en los hospitales, tuberculosos, y sin tener jamás derecho a lucir ninguno de los objetos que crean, ni a comer sino muy poco de las enormes cosechas de trigo, de patatas, de frijoles, de legumbres y de elementos alimenticios, que sólo van a las bocas de los burgueses, de los ricos y de los poderosos, a podrirse muchas veces; esa industria social, esa explotación del hombre por el hombre, la tenemos que tolerar, nunca aprobar, como tenemos que tolerar también que la humanidad vaya como borregos, guiada por las manos de individuos sin conciencia, que no tratan más que de esquilmarla; pero tampoco aprovechemos esa industria, distingamos entre el presente, que no podemos suprimir, y el porvenir radioso, lleno de luz y esperanzas, el porvenir que verdaderamente realizará las inmensas y hermosas frases del Nazareno: Amaos los unos a los otros. Nuestra prédica es de amor y no de destrucción; queremos ahora, no destruir a los ricos, sino que vayan poco a poco respetando a los pobres; que llegado el momento, cuando toda la sociedad esté sindicalizada, se vea que no hay ni ricos ni pobres; ni hombres que se mueran de necesidad, de hambre, ni hombres que se mueran de indigestión en medio de la opulencia. Lo que queremos es lá justicia, que sabemos está lejana; y por eso venimos a trabajar aquí, modestamente, tristemente, cada vez más tristes, porque vemos que después de una revolución tan grande como ésta, vienen los hombres del pasado con ideas también del pasado, las ideas de disciplina, las ideas de halago a la clase burguesa, a las clases ricas, a las que nosotros, los socialistas, no halagaremos con la perversión del criterio de la clase media, que se pone del lado de los ricos, que no sabe lo que hace y vuelve las espaldas al pobre. (Aplausos) Ese espectáculo me contrista; pero no nos hace desmayar, porque vemos que se hace propaganda y se comienza a descorrer el velo que ocultaba la verdad, y tenemos la honda esperanza, el grande anhelo de que alguna vez esa clase media, que está con los ricos hoy, porque también en la clase media hay muchos proletarios, los proletarios de la oficina y del bufete, ayudarán a los pobres, porque hay muchos proletarios en el bufete y en las oficinas, que ayudarán a sus compañeros de abajo a que mañana supriman esa palabra amo, esa odiosa palabra fraile, esa odiosa palabra militar; pero eso no quiere decir que nosotros esgrimamos las ideas de los altos pensadores, ni que reneguemos de nuestras ideas y de nuestras teorías, ni de nuestras esperanzas; somos anarquistas, señores, ¡y a mucha honra! (Aplausos y siseos) Y, sin embargo, señores, en este momento, más doloroso de nuestra existencia nacional, somos modestamente revolucionarios y tendemos la mano al obrero, al campesino, y les decimos: espérate, hermano, muy pronto la clase media te ayudará, muy pronto las clases ricas note pondrán obstáculo y vendrá la justicia sobre la tierra, la igualdad soñada por Cristo, por Mahoma, por los grandes pensadores; en vez de esa teoría de la lucha monstruosa por la vida, en que el pez grande se come al pequeño, y en que, porque un hombre nació más grande, más audaz o más rey que otros, o más bribón que otros, se erige en el tiburón que devora a los demás y da lugar para que diga Nietzsche, el gran Nietzsche, el que arrancó la verdad de donde la encontró, que desaparezcan los pequeños, que desaparezcan los enfermos, que desaparezcan los débiles, porque esa lección es la lección que surge de esa sociedad miserable que nunca ha hecho justicia a los humanos y que se ha empeñado en que se luzcan los poderosos, los que más valen, pero no por la inteligencia, sino por la falta de escrupulos. (Aplausos) Y a ese respecto ... (Campanilla) Señor, yo creo que es trascendental este asunto. (Voces: Que hable) El C. presidente Permítame usted que le diga que a todas las personas que se han salido del orden les he llamado la atención. Eso hago siempre; si la Asamblea lo autoriza, puede usted seguir hablando, porque estoy en la mejor disposición. (Voces: Que hable) El C. Soto y Gama Quiero leer, pues, ese párrafo de Kropotkin, para que se vea hasta qué punto tiene razón el señor Zepeda, católico honrado, en arrojar su maldición de cristiano sobre la hipocresía de esta sociedad, que arroja el individualismo brutal, el individualísmo del más fuerte, sobre el menos fuerte pero más honrado. Tenía mucha razón Napoleón cuando decía: es pobre como la honradez, rico como los bandidos; era su frase favorita; y a ese respecto debo recordar que en los Estados Unidos, el emporio de los grandes capitales, se abrió un concurso entre los lectores de un periódico para que dijeran si en una sociedad como la nuestra un hombre podría honradamente adquirir más de $500,000.00, Y la contestación fue negativa. Y yo pregunto: ¿es posible que honradamente, sin robar el trabajo de los demás, sin sacrificar a una gran multitud de trabajadores, pueda un hombre, ahorrándolo peso a peso, formar las riquezas, esas fortunas colosales de los Terrazas, de los Creel, de los Iñigo Noriega, de los Escandón y todos esos hombres que con su enorme fuerza monetaria quieren detener ¡infelices de ellos!, la oleada de esta Gran Revolución, que los barrerá como ha barrido a los grandes acaparadores y bribones? (Aplausos) Dice Kropotkin, el anarquísta, el demoledor, el peligroso a quien todos los anarquistas vemos como un santo y quien contesta en el Polo de la humanidad burguesa a Cristo, el que en el otro Polo de la humanidad predicaba el amor de los unos a los otros, el amor a los débiles, la bienaventuranza de los pobres de espíritu, de los pobres de cuerpo que no tienen riquezas, de los que han hambre y sed de justicia, palabras que siempre serán una maldición y un anatema para esta sociedad hipócrita que no sabe ser cristiana, que no sabe ser honrada y que no sabe tener vergüenza. (Aplausos) Y mientras que en los países salvajes ... (Leyó) Tiene razón el señor Zepeda, maldita sea la ciencia de Spencer, que proclama esas enormidades. (Continúa leyendo) Con cuánta razón, con cuánta profunda filosofía, decía el señor Zepeda: el socialismo es la reacción contra ese individualismo, el socialismo es el apoyo mutuo. ¿Qué cosa más natural que nosotros pidamos a la unión obrera, que venga a corregir los efectos de ese individualismo?; por eso, descendiendo a la prosa de los hechos, voy a leer un párrafo del escritor Richards, en el que ha estudiado el Contrato Colectivo, y en el que pide se conceda personalidad a los trabajadores para que se vea hasta qué punto ese contrato, en vez de dañar, es una garantía para la socíedad. Es muy corto el período, ofrezco terminar brevemente, y yo suplico a la Asamblea me perdone la digresión, porque me nace del corazón. La aplicación ... (Leyó un párrafo de la obra de Richards) y es natural, que evite conflictos la aproximación diaria o frecuente entre trabajadores representados por sus uniones, o la mesa directiva de las mismas y los capitalistas; es evidente que esa manera de tratar ló asuntos, pacíficamente, sea menos mala que la otra, la compresión brutal de las fuerzas obreras, que tiene que dar por resultado la explosión, como dije al principio. Si se quiere detener el movimiento Revolucionario Social, hoy que tenemos la experiencia, concedamos a los obreros lo muy poco que piden, que es la unión como medio para mejorar sus condiciones económicas. (Aplausos) El C. Cervantes El C. presidente El C. Nieto Sentado este hecho, suplico a los señores delegados lo tengan en consideración, por el eco que pudiera producir en su cerebro la emoción provocada por el licenciado Soto y Gama. El C. Cervantes El C. Orozco Dice el señor Cervantes que soy amigo de los pobres y vivo en la casa de Creel.
El señor Cervantes se equivoca, porque no soy yo quien vive en la casa de Creel, sino mis soldados. (Aplausos) Debo hacer esta aclaración: tengo la idea de que nosotros, es decir, mis soldados y yo, que hemos sufrido, que no habíamos probado nunca esas comodidades, esas dulzuras, esos placeres que tienen acaparados y monopolizados los ricos, creí que mis soldados y yo teníamos derecho a probarlos; no vamos a vivir siempre en ellos, sino que mis soldados y yo, cuando llegue el momento, se irán de nuevo a dormir en los duros peñones del Ajusco; iremos mis soldados y yo a dormir allí, sin extrañar el haber dormido en colchones de plumas. (Aplausos) Dice el señor Cervantes que no encontró alojamiento en Zacatecas según tengo entendido; y no haberlo encontrado no significa haber sufrido; lo que significa mucho en esta vida es haber tenido o haber comido del Gobierno. (Aplausos) Dice el señor Cervantes que él viste en esa forma porque él está acostumbrado a vestir decentemente; y yo visto así porque así me conviene, porque así estoy satisfecho; no por hacer alarde de humildad; pero no porque la forma en que el señor Cervantes viste sea más decente que la que yo visto. (Aplausos) El C. Cervantes El C. Orozco El C. Cervantes Iba yo a pedir perdón al señor licenciado Soto y Gama por las frases que voy a verter, ya que siguiendo el ejemplo del señor Orozco, cuando yo iba a hablar, se marchó, que los estimables colegas que están cerca de él le adviertan de este perdón que pido de antemano. Tengo a la mano un diccionario y en él confirmo este término: Clerizonte. Se llama clerizonte el que usa de actos clericales sin estar ordenado, el clérigo relajado o fanático. La alusión se refiere a que tomando mis frases en un sentido figurado, yo quiero llamar al señor licenciado Soto y Gama, con el perdón que le pido, un clerizonte del socialismo. El señor licenciado Soto y Gama ha venido a enunciar hoy el mea-culpa; hoy se ha mostrado perfectamente moderado en sus nobles aspiraciones; nos ha hecho recitación primero de algún concepto de Kropotkin, después nos ha leído otro autor, y el señor licenciado Soto y Gama ha venido, siguiendo su sistema, a hablar en términos perfectamente metafísicos. El señor licenciado Soto y Gama no quiere comprender, como no quieren comprenderlo los que se llaman socialistas, que hay una enorme diferencia entre lo que es ciencia y lo que es religión; yo he argumentado desde el punto de vista de la ciencia, y a la ciencia nadie podrá tildarla, ni los mismos clerizontes, de ser una osadía, una tontera o un disparate. La ciencia es el procedimiento supremo de investigación del hombre; no puede tener detractores; y en cambio, la religión de los hombres sí es perfectamente discutible en cada caso; y el religioso señor licenciado Soto y Gama, confunde lo que es socialismo con lo que son las doctrinas de Cristo. Hace un rato me explayé un poco sobre ese asunto y, por lo tanto, no voy a insistir en él; sólo quiero recordar la incongruencia de ideas y de conceptos vertidos en sesiones anteriores con las que ahora ha vertido el señor Soto y Gama, porque ayer nos predicaba la destrucción, el sabotaje, la destrucción de la riqueza, el aniquilamiento de los ricos, la destrucción de lós burgueses, etc., etc., términos perfectamente demagógicos, anárquicos, destructores y locos, y en cambio, ahora que está ya impresionado de los siseos de las multitudes, nos habla de Cristo y nos habla de sus doctrinas, y es claro que en esa actitud, encuentre muy favorable eco; pero se permitió, en cambio, lanzar un concepto que va a caer sobre él mismo. El señor Soto y Gama llama a los militares y sobre los militares no quiere explayarse, los llama odiosos militares; pero en cambio el señor Soto y Gama, sacerdote del socialismo ostenta con orgullo, al mismo tiempo, el título de coronel, cierto es que asimilado. (Risas y aplausos) El C. Montaño
Se abre la sesión.
(Leyó el acta de la sesión anterior) Está a discusión el acta.
Que se lea la lista de los faltistas.
Lista de los oradores inscritos para ahora: en pro, los CC. Treviño, Orozco, Ortiz, Cruz, Montaño, Borrego y Fierro; en contra, los CC. Velázquez y Cervantes.
Tiene la palabra, en pro, el ciudadano Treviño.
Señores delegados:
Tiene la palabra el señor Velázquez en contra.
Señores delegados:
Pido la palabra para una aclaración.
Ya le concedí la palabra al señor Velázquez.
Señores delegados:
Pido la palabra para hechos y aclaraciones.
Tiene la palabra el señor Ortiz para una aclaración.
Ya no tiene caso, señor.
Tiene la palabra el señor delegado Borrego.
Pregunto si se me permite hacerlas con la amplitud que requiere el asunto para hacerlo así.
Sí, señor.
Señores delegados:
Un señor delegado se ha acercado para suplicarme diga a usted que cumpla con el Reglamento.
Yo suplico al señor presidente consulte a la Asamblea si se me permite hacer algunas argumentaciones. (Voces: Que hable)
Es contra el Reglamento. ¿Para qué sirve el Reglamento, señor presidente? (Voces: No le hace; que hable)
Entonces siga usted, señor Borrego.
El señor Velázquez teme, indudablemente, que venga a decir todo lo que hay de verdad en este asunto.
Pido la palabra para una moción de orden.
No tiene usted derecho a interrumpirme.
No tiene usted derecho en este momento para hacer aclaraciones. (Aplausos)
Las interrupciones no tienen otro objeto que privar al orador de sus ideas, para no expresarlas con toda amplitud; le agradezco al señor, pero estoy acostumbrado a las luchas parlamentarias, y cualquiera que sea la interrupción que se me haga no será obstáculo para que yo diga todo lo que hay de verdad en esta materia. (Aplausos)
Siga usted, señor delegado.
Y precisamente ya que este señor delegado Casta me interrumpe, voy a concretarme a lo que dijo ayer: decía con una torpeza que yo no concibo, que la Revolución actual era solamente política, que todos se habían agrupado para defender el principio de Sufragio Efectivo y No Reelección.
Pido la palabra para una aclaración.
(Voces: Pero sea usted breve)
Tiene usted la palabra.
Estoy viendo que se confunde lastimosamente Cuerpos de Uniones con clases obreras. Las uniones son unas, y en realidad, con toda la clase obrera de la República son minoría.
No es mentira; yo soy obrero. Pido la palabra. (Siseos)
Es muy poco el señor Cruz para representar a todas las uniones de las capitales; de manera que la aclaración que me propongo hacer es que los obreros que han ido a la Revolución y han ido en número crecidísimo, son los obreros de los campos que no han pertenecido a las asociaciones obreras.
Pido la palabra para una aclaración.
El ciudadano Casta está de vena, pero yo quiero preguntar a mi compañero Nieto qué es lo que entiende por dar personalidad jurídica a las asociaciones obreras, y, además, que delinee a grandes rasgos cómo se forman más o menos en una exposición de motivos generales sobre una legislación referente al reconocimiento de las asociaciones obreras.
Pido la palabra para una aclaración.
Me permitirá el señor Treviño que antes haga constar que aunque haya diez mil obreros en las filas del general Villa pertenecientes a los ferrocarrileros, hay muchos obreros en la República, y que diez mil obreros son una parte mínima en la población obrera de México.
Pido la palabra para una aclaración.
Pido la palabra para una rectificación.
Pido la palabra para una aclaración.
¿Verdadera rectificación?
Sí, señor.
Pido la palabra para una aclaración importante.
Pido la palabra para una interpelación.
No se le puede conceder.
Quiero asentar un hecho, antes de que hable Cervantes.
Va usted a hablar después de que hable el señor Cervantes en contra.
Es para una interpelación, o más bien dicho, aclaración a la Comisión.
El señor Borrego también pidió la palabra para una aclaración.
Pero habló en pro.
De hecho sí, señor. Que hable el señor Orozco.
No señor, muchas gracias; quería sentar un hecho antes de que hablara otra persona.
Suplico al señor Cervantes me deje sentar un hecho antes de que tome la palabra; puede servirle de argumentación.
Venga usted a decirlo, pero no haga uso de la palabra por mucho tiempo.
Quería sentar el hecho de que hay muchas Compañías extranjeras que, por conveniencia comercial, han reconocido el carácter jurídico a las Asociaciones. (Siseos. Campanilla)
Hago constar que yo sí quería que el señor delegado hiciera sus explicaciones; pero no me dio ningún argumento.
No me dejan. (Risas)
De las argumentaciones que se han venido a hacer en el seno de esta Asamblea en pro del artículo a discusión, modificado, y que todavía pretenden modificar más las Comisiones, se desprende que quienes lo redactaron tienen debilidad de espíritu; las más sensatas son, seguramente, las expresadas ayer por el señor delegado Zepeda.
que enciende y apaga el día ...
Pido la palabra para contestar algunas alusiones personales. (Aplausos y siseos)
Pido la palabra para rectificar un hecho.
¿Para qué?
No para contestar alusiones personales, porque no soy aficionado a que las grandes cuestiones se empañen con las pequeñas pasioncillas; pero sí rectificaré un hecho concreto, porque no venimos a discutir sobre socialismo ni anarquismo, ideas que nosotros tenemos el derecho de profesar, derecho que nadie nos puede negar. (Aplausos y siseos)
Usted la pidió sólo para aclaraciones. (Voces: Que hable)
Quiero, para que se vea hasta qué punto son peligrosos los anarquistas y son demoledores, leer un párrafo a este propósito, de las ideas que ha esbozado el gran príncipe ruso Kropotkin, que abandonó sus títulos nobiliarios sus riquezas, para dedicarse honradamente a la lucha por el proletariado, en donde precisamente se interesa la teoría de Darwin; pero conviene su apoyo en el gran mundo, donde se les hace servir para lo que deben servir, es decir, que en la Naturaleza no sólo existe la lucha del débil contra el fuerte, sino el apoyo mutuo dentro de la especie, y demostró el gran Kropotkin, que jamás en la historia de la humanidad, ni en sus más remotos tiempos, unas familias habían devorado a las otras, sino que siempre se han ayudado, no se han impuesto.
Pido la palabra, para sentar un hecho.
Tiene la palabra el señor Nieto.
Quiero sentar el hecho de que la argumentación seria y razonable en esta vez del señor licenciado Soto y Gama me ha conmovido tanto a mi como a muchos; pero tiene un principio falso, va contra nuestra pretendida hostilidad a la unión de los obreros, y yo invito al señor licenciado Soto y Gama a que, procediendo con honradez, consulte las versiones taquigráficas, para que vea como no hay una sola palabra, un solo concepto, en que hayamos atacado la libertad de los obreros para unirse.
Pido la palabra, para un hecho.
He pedido y tengo la palabra para contestar algunas alusiones personales del señor Cervaptes. Voy a ser breve.
Soy enemigo del yo y del tú; pero agregaré dos palabras a las del señor Orozco: si no vive usted en la casa de Creel viven sus soldados, en Cuernavaca sus soldados no vivían en casa de Alarcón, sino que era el señor Orozco quien vivía en casa de Alarcón.
¿Me permite hacer una aclaración?
Voy a continuar.