CRÓNICAS Y DEBATES
DE LAS SESIONES DE LA
SOBERANA CONVENCIÓN REVOLUCIONARIA
Compilador: Florencio Barrera Fuentes
SESIÓN DEL 2 DE MARZO DE 1915
Presidencia del ciudadano Matías Pasuengo
Primera parte
SUMARIO
Acta de la sesión anterior.- Oficio del ciudadano general Otilio Montaño, remitiendo el acta levantada con motivo de la elección de Gobernador Preconstitucional del Estado de Morelos.- Oficio del ciudadano J. Quevedo, participando que se retira de la Soberana Convención por el motivo que expresa.- Continúa la discusión del dictamen de la Comisión de Gobernación en su parte tercera, relativa a que el Presidente de la República o Encargado del Poder Ejecutivo no gozarán del privilegio del veto, ni aún con el carácter suspensivo.- Se nombra una Comisión para introducir al salón al ciudadano Encargado del Poder Ejecutivo, quien usó de la palabra para presentar su formal renuncia, de las facultades que se le concedieron en los Ramos de Hacienda, Gobernación y Guerra.- Dictámenes de las Comisiones de Guerra, Gobernación y Hacienda, respectivamente, que consultan si es de aceptarse la expresada renuncia.
Lista, ciudadano secretario R. Wiella. El ciudadano secretario dio cuenta, con el acta de la sesión anterior, y puesta a discusión, sin debate fue aprobada en votación económica y con los oficios que en seguida se expresan: Para conocimiento de usted tenemos el honor de remitirle copia del acta levantada con motivo de la elección de Gobernador Preconstitucional del Estado de Morelos, y cuya elección, según la convocatoria de fecha 28 de febrero último se verificó en entero acuerdo con lo prescrito en el artículo trece del Plan de Ayala. Protestamos a usted nuestra atenta y distinguida consideración. Reforma, Libertad, Justicia y Ley. Al ciudadano general Matías Pasuengo, Vicepresidente en funciones de Presidente de la Soberana Convención Revolucionaria. De enterado con satisfacción. En atención a que mi permanencia en el seno de esa Honorable Asamblea es injustificada y fuera de la razón, por ser representante de un general infidente, que faltó al compromiso de honor empeñado, desconociendo a la Convención Revolucionaria, ruego a ustedes se sirvan borrarme de la lista de delegados y dar cuenta de ello a la Honorable Asamblea. Cuernavaca, Mor., 2 de marzo de 1915. A los ciudadanos secretarios de la Honorable Convención Revolucionaria. A la Comisión de Peticiones. El C. secretario III. Dígase al mismo ciudadano presidente de la Convención, en funciones de Poder Ejecutivo, que en lo sucesivo no podrá demorar la publicación y promulgación de las leyes y decretos de la Asamblea ni el cumplimiento de sus acuerdos, por ningún motivo, pues la Convención declara que el Presidente de la República o Encargado del Poder Ejecutivo no gozan del privilegio del veto, ni aun con el carácter suspensivo. El C. presidente El C. Bolaños Van dos largas sesiones que tenemos sin poder llegar a un acuerdo sobre el punto a discusión. Yo entiendo que no defendemos el veto, sino únicamente la facultad de hacer observaciones del Poder Ejecutivo, cuando se dicte una ley o cualquiera otra medida cuando vea la necesidad urgente de alguna corrección. Yo no sé por qué vamos a negarle esa facultad de hacer observaciones, facultad que es innata muchas veces en el hombre, ¿vamos a quitársela a un Presidente, a un Encargado del Poder Ejecutivo, que está perfectamente bien enterado de cómo camina la cosa pública, y que puede, por tal motivo, hacer una observación sobre una ley, como cualquiera otro, tanto más cuanto que cualquier ciudadano tiene el derecho de presentar una ley para ser estudiada? ¿Por qué no va a tener ese derecho el Ejecutivo, para poder hacer una observación? Yo creo que no es precisamente el veto lo que defendemos, es únicamente la facultad de hacer observaciones cuando lo crea conveniente. Los del pro se fijan en esto: los puestos públicos, dicen ellos, siempre corrompen a los hombres. Y al afirmar eso, creo que están perfectamente convencidos; bueno, si os llamáis anarquistas, si sois socialistas, no andemos con rodeos, no andemos con que vamos a poner un hombre de figura decorativa; suprimamos la Presidencia de una vez, porque a eso tendéis; es verdad, entonces, ¡no andéis con rodeos! Bueno, ya todas las razones que yo pudiera tener han sido perfectamente dadas por el delegado Cervantes; ahora bien, yo voy a afirmar esto: esta es una Asamblea netamente revolucionaria, creo que esto que está a discusión no compete a nosotros, porque queremos cuanto antes dictar medidas para el bien del pueblo. Yo creo que los puntos principales que tiene que discutir la Asamblea son los siguientes: Primero: Unificación del criterio de la Revolución en la República. Segundo: Ese Programa que se le entregará al gobierno que venga, o Cámara Legislativa, que funcione después del período preconstitucional. ¡Pero en todo pensamos, menos en la unificación del criterio revolucionario, menos en hacer la paz; nosotros, los del Norte y vosotros los del Sur, estamos con esa división, parece que hay un abismo que tiende a no podernos unir nunca! Ya digo que los razonamientos que yo pudiera hacer están perfectamente expresados por el señor delegado Cervantes, y, por tal motivo, termino mi discurso. Esto es todo lo que tengo que decir. El C. Méndez, en pro Se ha hablado tanto con el pretexto de la supresión del veto o de la negativa al Ejecutivo para hacer observaciones relativas a los proyectos de ley, iniciativas, o, mejor dicho, a las leyes que esta Asamblea vaya dando, que realmente se necesitaría un libro muy voluminoso, para hacer constar todo lo que se ha dicho respecto al particular; pero como no ha sido más que un pretexto para hablar de este ásunto, tenemos que aprovechar el mismo pretexto para hablar de otros, como lo han hecho todos los señores que han hablado en contra. Se ha hablado aquí sobre diversas ciencias, ha sido una verdadera enciclopedia, nos han hablado de cosmogonía, porque han hablado aquí de apocalipsis; el señor Mesa y Salinas nos dio una conferencia sobre antropología; el señor Cervantes nos habló largamente sobre quién sabe cuántas cosas, creo que hasta sobre balística; en fin, hubo tantísimas cosas, que sería muy difícil retenerlas en la memoria; pero, en definitiva, han venido a decir todos los señores, una cosa: que el pueblo es demasiado ignorante. El señor Nieto me parece que fue quien dijo que no éramos los verdaderos representantes del pueblo; parece, o mejor dicho era necesario, para que el señor Nieto fuera lógico con esa conclusión, que hubiera propuesto a renglón seguido que se dictara mañana una ley convocando a elecciones, para que de esta manera fueran legítimamente los representantes del pueblo, los que se ocuparan de discutir los gravísimos problemas de la patria; pero como desgraciadamente no se puede obrar más que dentro del momento histórico, por que atravesamos, debemos ceñirnos al momento mismo y dictar las medidas oportunas para asegurar de la manera más efectiva posible los inconvenientes que el dejar a los Ejecutivos en muy amplia libertad traería consigo. Los señores delegados han olvidado o no han comprendido la psicología del momento histórico; no sólo en esta región del mundo, que se llama vulgarmente México, sino en todo el mundo se opera una transformación lenta, pero segura y seguramente también muy radical, en pro de la abolición de los poderes públicos; esa es una consecuencia natural, histórica, debida al desenvolvimiento inevitable e indiscutible de las masas populares, y día llegará en que, aunque haya muchos compañeros, como el compañero Bolaños que se asustan de la supresión de los gobiernos, llegaremos a suprimirlos ... El C. Bolaños El C. Méndez Parece que la restricción de esas facultades, hasta hoy omnímodas, y que mañana serán restadas seguramente al Ejecutivo, disgusta a los señores delegados, entre ellos al distinguido compañero Cervantes, cuyos méritos estudiosos, cuyas constancias en la Asamblea, cuya dedicación son indiscutibles, y que, francamente, debía servirnos de modelo para ocuparnos con mayor eficacia, con mayor constancia, en tratar el asunto que se discute en esta Asamblea;
pero el señor Cervantes tiene unas condiciones o cualidades que no me atrevo a calificar de defectuosas, pero que obran de una manera poderosa sobre su idiosincrasia y que han contribuido a formar su idiosincrasia misma; el señor Cervantes se me antoja un caballero de la Edad Media, con todo el pundonor de un caballero militar; pero todas esas circunstancias, que tan justamente le adornan, hacen que trate con un respeto religioso a los Ejecutivos, y que no se atreva a restarles ninguna de sus facultades, antes omnímodas; esa es la condición de su carácter que, repito, si así fueran todos los militares, yo no sería tan antimilitarista como lo soy; pero siempre lo sería; hay elementos militares que son una plaga; tiene, sin embargo, el ejército sujetos muy inteligentes, personas muy apreciables, entre los cuales no vacilo en calificar como una especie, como una rara avis al delegado Cervantes; pero honradamente, como lo decía, la circunstancia de haberse educado en medio de la disciplina, le hace sentir mayor respeto del que se merecen los Ejecutivos; y no quiere decir esto, que me refiera, en ningún sentido, al Ejecutivo actual; todos los Ejecutivos del mundo, merecen todo el respeto a que se hagan acreedores por sus actos individuales, como hombres y por sus actos políticos como gobernantes; pero todos los Ejecutivos del mundo están también sujetos a la crítica, y aquí nosotros tratamos de hacer una crítica popular de todos los Ejecutivos que ha habido, y tratamos de analizar un poco la manera de c6mo se formarán los Ejecutivos futuros y tratamos de reducir poco a poco, palmo a palmo, como diría nuestro compañero el señor Montaña, sus facultades, para evitar la posibilidad de que abusen de ellas. Alguno ha dicho que se quiere hacer del Ejecutivo, de una manera restrictiva, un mero titere; yo no digo que sea precisamente tal, pero sí quiero que se le vaya bajando un poco de los escalones de la pirámide en que se le ha colocado, a fin de que aparezca menos grandioso, menos potente; es necesario que el pueblo se acostumbre a ver en todo Ejecutivo, en lo general en los prohombres, hombres de carne y hueso, con todas las debilidades de los demás, con tantas o más que la masa del género humano, y por eso deben aprovecharse los momentos históricos para efectuar cambios radicales. El parlamentarismo, por sí mismo, encierra un cambio notable en la vida política del país y el parlamentarismo no se aviene con el derecho de hacer observaciones, observaciones que no podrán ser, en la generalidad de los casos, más que una obstrucción constante, una obstrucción del Ejecutivo por diferencia de criterio, con la mejor buena voluntad del mundo, si se quiere, pero siempre tiene esa puerta para hacer obstrucción, que se convertirá en una verdadera imposibilidad, para la Asamblea, de realizar sus actos si se llegara a aprobar con un absurdo inconcebible, con una falta de sentido común absoluta, el que para que la Asamblea ratificara aquellas disposiciones se tuviera la necesidad de contar con el 66 por ciento, o sean las dos terceras partes de los votos de la Cámara. Ustedes comprenden que el Ejecutivo, por mucho que se le vaya a restringir, siempre podrá tener un treinta y tres por ciento, una tercera parte de la Cámara, en su favor, por medio de la amistad, por medio de la complicidad de los que estuvieran a sus órdenes; en fin, por esos mil medios de que disponen todos los Ejecutivos del mundo; y sencillamente podría, bajo todas circunstancias, restringir, imposibilitar, derogar todas aquellas disposiciones que la Asamblea aceptara. En tal concepto y procurando ser lo más sintético posible, debo decir una cosa: las cosas o se hacen bien o no se hacen, o se implanta el parlamentarismo con todas sus ventajas, con todos sus inconvenientes, con todos sus defectos, pero con la esperanza que el mismo entraña, o desechamos el parlamentarismo; si vamos a implantar el parlamentarismo a medias, más vale que no se haga, para que el Ejecutivo tenga las facultades de oponer constantemente su barrera, de oponer constantemente su veto, porque eso que democráticamente se llama hacer observaciones, no es, en realidad, más que el veto suspensivo y el veto suspensivo puede muy bien convertirse en veto completo y en veto absoluto; de manera que las cosas se hacen bien o no se hacen. No asusten a los señores del contra, en este caso, las medidas revolucionarias -que es bien poco revolucionaria ésta-, ojalá que estuviéramos unos cincuenta años más adelantados, con la clase obrera menos analfabeta, y propondríamos la supresión de todos los Ejecutivos, y nosotros no tendríamos oportunidad de estar estorbando en esta Asamblea para asuntos que entrañan verdaderas aspiraciones del pueblo, sino que el pueblo, por sí mismo, se ocuparía de hacer esas observaciones, sin tenernos para nada en cuenta; pero ya que desgraciadamente no estamos en ese caso, tratemos de no desvirtuar aquellas medidas que vengan a dar libertades al pueblo, de no desvirtuar aquellas disposiciones que vayan a dar al pueblo, felicidad. No le vamos a dar al pueblo nada, más bien el pueblo es el que nos está dando de comer a nosotros; de manera que el pueblo, que se ha conquistado muchas libertades por su esfuerzo, tiene derecho a que nosotros tengamos bastante sentido común para interpretar sus aspiraciones. En todos los pueblos del mundo se ha hecho así por el Poder Legislativo, los miembros de éste han interpretado las necesidades públicas, las aspiraciones públicas, no vamos a dar nada al pueblo, porque tiene más de lo que nosotros podemos darle, él que todo lo tiene; debemos reconocer todos los derechos que el pueblo tiene, interpretar sus necesidades para evitar que ese pueblo mismo, convertido en una falange potente, venga y nos aplaste. Eso es lo que hay que hacer, señores delegados, y no venirnos con demasiado respeto al Ejecutivo que, en definitiva, no es más que un hombre como su misma palabra lo dice, y quisiera yo suplicar al señor Nieto nos diera una lección de etimología para que nos dijera qué cosa es Ejecutivo. El Ejecutivo es una persona que se encarga de ejecutar tal o cual acto, el Ejecutivo no viene a ser más que el ejecutor de las disposiciones de la Asamblea; la Asamblea debe ser la única que debe tener sobre sí todas las responsabilidades, pero también todas las facilidades y todo el camino abierto para hacer todas aquellas cosas que juzgue de acuerdo con las necesidades del pueblo. Si mañana a este Ejecutivo o a otro Ejecutivo no le parece, pues sencillamente que no acepte; que el que acepte sepa que viene a estar sujeto a la Asamblea, no sobre ella sino sujeto a ella. Respecto a las dificultades materiales, mecánicas de que se haya informado pronto y oportunamente el Ejecutivo, tendrá, como todos los señores delegados, tiempo de saber con bastante anticipación, las grandes cuestiones que se van a tratar; tiene, además, su delegado en esta Asamblea; en el caso actual está perfectamente representado el general González Garza por el señor licenciado Borrego, por su cultura, por sus antecedentes, por todas las cualidades que le adornan, está bastante bien representado, digo, mientras llega el período preconstitucional; tendrá aquí la voz de sus ministros, tendrá la libertad de discutir en el seno del Consejo de Ministros, tendrá la facultad de pensar, porque no le vamos a cerrar el cerebro; viene por medio de sus representantes, a presentar reformas, proyectos, es la misma voz del Ejecutivo la que va a hablar con instrucciones amplias, ¿para qué, pues, darle facultades más amplias? Probablemente ningún pueblo llega a crearse un amo expresamente para que se goce en azotarlo o regir los destinos a su arbitrio. En tal virtud, y para ser concreto, digo lo siguiente: El parlamentarismo es una medida que puede cambiar la faz política, que quizá ahorre, no digo algunas revoluciones, porque las revoluciones no se improvisan, pero sí es posible que evite algunos motines, algunas conspiraciones y algunos cuartelazos, eso sí es posible evitarlo. Respecto a las revoluciones, lo que se entiende por revolución, es un movimiento armado de la masa popular; eso no lo evitarán ningunas leyes. Vendrá una guerra inevitable, una revolución probablemente más sangrienta que ésta, dentro de algunos años, y es de desearse que la haya, para que arrastre mayores obstáculos; ojalá venga pronto, hasta que llegue a fundirse el proletario con la masa directora del pueblo, para que no existan esas dificultades, para dar margen a que vengan los idóneos, los de buena voluntad. Volviendo a mi parecer sobre el derecho de veto que para el Ejecutivo se pide, repetiré que no soy de parecer de que se le conceda ese derecho, esa facultad de obstruccionar con la mayor buena voluntad del mundo, si se quiere; pero es casi seguro que se equivoque. Yo no admito, como decía un compañero, que es más fácil que se equivoque una Asamblea que un Ejecutivo; si eso es verdad, si se apura ese razonamiento, vamos a buscar con la linterna de Diógenes a ese hombre infalible, y a decirle: en tus manos encomendamos nuestro espíritu y nuestra felicidad. (Risas y aplausos) ¡Apuremos los argumentos hasta el extremo! Parece que el señor Casta, en un largo discurso jeremiaco, se lamentaba hondamente, diciendo que desgraciadamente no teníamos más que una sola Cámara, ya que no había la del Senado, al menos por el momento, y se refería a la ventaja del veto, de hacer observaciones. Yo apuro también este argumento del compañero Casta; dos parlamentos son mejores que uno, tres serán mejores que dos y, así sucesivamente, vamos a hacer una escalera de Job, hasta llegar al Padre Eterno. No hay que andar con medias tintas: o se hace el parlamentarismo, o no se hace; quitémosle todo al Ejecutivo, aun le queda mucho, pueden creerlo los señores delegados; aun será necesario que el pueblo le restrinja las facultades, que con ser pocas, todavía podrá abusar;
se dice que la Asamblea se equivoca más o menos frecuentemente que los individuos solos, y, en ese caso, habría que abominar del progreso, habría que declarar que los tiempos de Nerón, de Alejandro Magno y de Napoleón, eran mejores que los tiempos modernos. A pesar de todo, aunque sea paso a paso, algo se ha adelantado, y estamos mejor ahora que en tiempos de Porfirio Díaz para no andar muy lejos. De manera que hagamos las cosas completas y sin miedo a ningún Ejecutivo, ni a éste ni al que venga; ni temamos que vengan a disolver el Parlamento, ni tengamos temores a cuartelazos; hagamos las cosas con entereza, sin irles a rendir. En lo personal, pueden ser los Ejecutivos tan honrados y caballerosos como se quiera, pero hay que ver la circunstancia política de que el medio hace al hombre; un hombre colocado a cierta altura y con una suma de poder inmenso, fatalmente abusará; y, para evitar esto, no tengamos miedo y demos nuestra reprobación al veto, aboliéndolo completamente, porque así se quitará el serio, el formidable obstáculo a la evolución del pueblo. (Aplausos) El C. secretario Se considera suficientemente discutido; se pone a votación. El C. Soto y Gama El C. Piña Yo suplicaría a la Presidencia que dispusiera lo necesario a fin de que, al tomarse la votación nominal sobre este asunto, no ocurran confusiones de ningún género, y pido que para ello adopte el procedimiento, la Secretaría, de pasar lista y exigir que los delegados, al dar su nombre, voten en sentido afirmativo o negativo, que se pongan en pie y que expresen que votan en sentido afirmativo o negativo. El C. presidente El C. Piña El C. presidente El C. B. Caraveo El C. secretario Se procedió a recoger la votación. en la forma indicada. El C. secretario El C. Cervantes El C. Nieto El C. Piña El C. Cruz El C. presidente El C. Santos Coy El C. presidente El C. Montaño El C. presidente El C. González Garza Yo no sé qué tienen las Asambleas -y especialmente ésta-, que siempre que deseo tratar asuntos que incumben al cargo que tal vez inmerecidamente me confiásteis, me emociono de tal manera que al principio de mis peroraciones me encuentro casi imposibilitado para hilar mis ideas; pero esto no obstante, y acostumbrado como estoy, a hacer buena cara al mal tiempo, vengo en estos momentos, independientemente del acto que acaba de verificarse aquí, a presentar mi formal renuncía, que hago, de las facultades extraordinarias que la Asamblea tuvo a bien otorgarme en los ramos de Hacienda, Gobernación y Guerra; repito que independientemente del acto que acaba de pasar, porque fue una sorpresa para mí que, llegando a la puerta de esta Asamblea, se me dijera que se había perdido una votación en el sentido de no admitir al Ejecutivo el derecho, indiscutible e incuestionable, que tiene, del veto, en la forma siquiera suspensiva, en los asuntos graves, porque muchas veces las Asambleas ignoran la cuestión de fondo que hay en lo que respecta al Ejecutivo. Las razones en que me baso para presentar esa formal renuncia, son, para proceder con orden: que en las condiciones anormales por que atraviesa el país, falto de comunicaciones con el Norte, que es la parte más extensa del territorio dominado por las fuerzas convencionistas, no puede hacer nada absolutamente el Ejecutivo en el Ramo de Gobernación, y como el mismo Ejecutivo está muy lejos de querer ser tirano, está muy lejos de pretender ser dictador, está muy lejos de querer dominar absolutamente, hace renuncia de las facultades extraordinarias en el Ramo de Gobernación; porque, en ese sentido, no ha hecho más que una pequeña indicación para hacer comprender la conveniencia de que el Estado de Morelos, a la mayor brevedad posible, tuviese un gobernador que satisficiera las necesidades y las aspiraciones del pueblo, en armonía con todos los jefes que han operado en esta región, para darle un gobierno que bien necesita este Estado. Sé muy bien que por ahí se ha dicho que hasta me he querido entrometer en cuanto atañe a la Soberanía del Estado de Morelos, y por eso vengo a hacer renuncia de todo lo que signifique Gobernación, toda vez que se me ha comunicado oficialmente que ha sido electo el general Vázquez, persona a quien no tengo el honor de conocer, pero de la cual todos los datos que me han sido suministrados, dicen que es muy capaz y que hará, a no dudarlo, la felicidad del Estado; por lo cual me siento muy satisfecho con venir a hacer cesión de las facultades extraordinarias que bondadosamente tuvo la Convención a bien darme, en el Ramo de Gobernación. Hago también renuncia de las facultades extraordinarias que se me han otorgado en el Ramo de Guerra porque el Ejecutivo, en todas partes y en todos los países del mundo, es el jefe nato del ejército, y aquí, en este caso, no soy jefe ni soy nada; no mando yo, todos los asuntos los trato directamente con el Cuartel General del Sur; él es el que hace absolutamente todo, y no quiero que mañana o pasado se me quieran atribuir glorias que no tengo, así como tampoco fracasos en que no tuve la culpa. Pido también, pues, que se me quiten las facultades extraordinarias en el Ramo de Guerra. En el Ramo de Hacienda es un tanto cuanto más delicada la cuestión. Todos vosotros sabéis que, al salir de México, la Convención se trajo consigo una cantidad mucho, muy pequeña en relación con los gastos enormes que tiene el Ejército Convencionista: tres millones y medio, alrededor de esa cantidad ha estado fluctuando; no sé a punto fijo, exactamente, cuál fue la cantidad que se sacó de México, aunque si sé la cantidad que se ha entregado aquí; pero de todas maneras, manifiesto a ustedes que todo el dinero se ha entregado, con excepción de quinientos mil pesos que están en estos momentos en caja, de los cuales consisten unos ciento cincuenta mil en billetes que no son muy aceptados en esta región del país. Estoy obligado a dar doscientos mil pesos cada diez días a las fuerzas del Sur; he ordenado la entrega de doscientos mil pesos para esta decena y también, en vista de una comunicación que recibí del Cuartel General, en donde aumenta esa cantidad, a pesar de estar el Tesoro tan exangüe, he dado la orden de que se entreguen cuatrocientos mil pesos más; resultado: que quedan en caja, fuera de esa determinación, cien mil pesos, que yo creo que no durarán ni para cinco días. Se me dirá, ¿qué ha hecho usted para habilitarse de recursos? ¿ha tenido usted facultades? Pues, señores, me he valido de las personas más influyentes en el Sur para ver de conseguirme papel, tinta y lo necesario para hacer una fuerte emisión de billetes; he lanzado el decreto para la emisión de veinticinco millones de pesos. Yo creo que vienen en camino los modelos que mandé hacer a unos artistas de Toluca; probablemente dentro de quince o veinte días tengamos los primeros billetes firmados, como dice el decreto del Ejecutivo, por un interventor de la Convención, por el Tesorero General de la Nación y por el Ejecutivo; pero esto no es más que un puro proyecto que está sujeto a los vaivenes de la guerra, a las contingencias de la campaña y, naturalmente, antes de un fracaso o de un buen resultado, es mi obligación venir a poner esos cien mil pesos a la disposición de la Convención, así como la cantidad de ciento treinta y cuatro mil pesos que, en monedas de oro, pertenecientes a la Comisión de Cambios y Moneda en México, están en la Tesorería, para lo que a bien tenga hacer la Convención. Obrando así, cree el Ejecutivo cumplir exactamente con la misión que se le ha encomendado y, sobre todo, viene a demostrar de una vez por todas, que ni es tirano, ni quiere absorber el Poder, y que sólo quiere dar justa satisfacción a la Asamblea que tuvo, quizá, el error de haberlo nombrado Encargado del Poder Ejecutivo. He dicho, señores. El C. secretario Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse en pie. El C. Cervantes El C. secretario El C. Cervantes El Encargado del Poder Ejecutivo, obrando, y esto comprueba mi teoria relativa, mucho más cuerdamente que el voto de la mitad más uno de los señores delegados, ha venido a hacer, con marcada atingencia, devolución de facultades que no podían corresponderle, en virtud de las circunstancias por que atravesamos, y esa atingencia, es tanto más grande y más completa, cuanto que viene a hacernos devolución de esas facultades en los precisos momentos en que cometéis el error, no vacilo en declararlo así, de suprimir para ese Encargado del Poder Ejecutivo, toda facultad de hacerle observaciones a esta Asamblea. Por manera que esta vez, y seguramente que no será la última, no necesito ser profeta para asegurar que el caso se repetirá múltiples veces si acaso llega a ser un hecho, que mucho lo dudo, el pretendido' establecimiento del parlamentarismo en México. Viene a quedar comprobado una vez más, repito, que las más de las veces un Ejecutivo sensato y honrado, podrá estimar y obrar más cuerdamente que una Asamblea Revolucionaria; pero para comprobar más todavia cuán llenos de error estamos nosotros, señores delegados, quiero llamaros la atención sobre el acto que acabáis de realizar. El señor Encargado del Poder Ejecutivo, viene a declinar facultades que le habéis conferido y vosotros, con un poder de que os investís, perfectamente despótico, le decís: tomo -como pudisteis haberle dicho, no tomo- en consideración, vuestra resolución; es decir: que pretendéis que a ese pobre Ejecutivo, que no tiene facultad ninguna de hecho, aunque debiera tenerlas con mucho derecho, le afirmáis de una manera descarada y terminante, que está a vuestro arbitrio que él pueda tener o dejar de tener facultades que declara honradamente no poseer, le decís al Ejecutivo: tomamos en consideración el que renunciáis a esos derechos, como pudisteis haberle dicho: aunque vuestra razón sea muy grande y vuestro criterio muy honrado, al hacer renuncia de las facultades extraordinarias que os concedimos, nosotros que somos soberanos, mejor dicho, tiranos, os obligamos por la fuerza para que aceptéis esas facultades extraordinarias. Insisto, pues, señores delegados, en que anotéis este hecho en vuestra conciencia, para que reflexionéis que si es cierto que debemos venir aquí armados de mucho pasionalismo para defender con radicalismo completo los ideales de la Revolución, también debemos poner una cortapisa a esos pasionalismos, a esos caprichos de secta, para sujetarlos a la reflexión y al raciocinio y en lo futuro obrar más cuerdamente de lo que hasta ahora lo habéis hecho. El paso que acabáis de dar, sancionando por un voto más sobre la mitad el que el Encargado del Poder Ejecutivo no tendrá facultades ningunas de hacer observaciones a las leyes o decretos de esta Asamblea, sería seguramente de grande, de enorme trascendencia en el país, si no fuera porque en esta vez, afortunadamente para nosotros, yo tengo la creencia de que esas nuestras leyes sobre parlamentarismo, como otras muchas leyes de ideales, lirismos de los que las propusieron, no serán llevadas a la .práctica, porque no pueden serlo. Se ha venido al seno de esta Asamblea, a conturbar conciencias honradas, para inducirlas a creer en las teorías socialistas, que son muy difíciles de comprender, y que, puedo asegurar, son muy pocos los que las dominan. Se han venido a introducir, repito, ideales de gobierno, que existen en países mil veces más civilizados que nosotros. Se nos ha venido aquí a hablar del parlamentarismo, puedo aseguraros que, sin conocimiento de causa, puesto que si es cierto que se ha defendido como una de las bases de este parlamentarismo la no existencia de una gran personalidad para el Ejecutivo, se ha venido a declarar con gran falsedad y con gran desconocimiento de causa, con gran desconocimiento de lo que es el parlamentarismo, que el Ejecutivo en aquellas naciones civilizadas en que el parlamentarismo es factible y es viable, no tiene la facultad de hacer observaciones. Y bien, señores, yo os aseguro que en la gran mayoría, si no en la totalidad de aquellos países en que el parlamentarismo es víable, el Ejecutívo tíene no sólo la facultad de hacer observacíones, sino la facultad mucho más grande, de disolver a las Cámaras, y puedo aseguraros yo, si, con conocimiento de causa, porque me he enterado un poco con el estudio de lo que es la cuestión parlamentaria, de que es una condición indispensable para la existencia del parlamentarismo, la facultad concedida al Ejecutivo, de disolver las Cámaras; porque el Ejecutivo, aunque aparezca para aquellos que pretenden conocer el parlamentarismo, como un muñeco de trapo, es un representante de la soberanía popular; si no tiene facultades ínmedíatas sobre el ejercicio de las leyes, sí tiene, en cambio, la muy superior, de ser el salvaguarda de los íntereses del pueblo, y, basados en esa condición, es como los principios del parlamentarismo, le conceden la facultad de disolver las Cámaras en los momentos difíciles, en los momentos revolucionarios, con el fin de consultar nuevamente al pueblo, para que ese pueblo, que él sí es soberano, sea el que decida y sea el que nombre nuevos delegados, nuevos diputados, que con mejor criterio y con orientación política, vayan a resolver los altos problemas del país y los destinos de la patria. Decía yo, señores delegados, que afortunadamente, tengo de ello la convicción, el pretendido parlamentarismo que quieren íntroducir en nuestro país como una cosa rara, como un principio que nos traen de las greñas, de lugares que desconocen, con una aplicación enteramente inoportuna, será, repíto, felizmente, letra muerta entre nosotros. Para la existencia del parlamentarismo en un país, se necesita, tenedlo bien entendido, una gran ilustración en el pueblo, una gran ilustración de la masa social, porque de esa masa, de donde tienen que venir los diputados, tienen que salir esos mismos elementos directores, como elementos intelectuales, como elementos conocedores del medio, como elementos que conozcan la sociología y la psicología del pueblo y que conozcan algo de política de su país; y desgraciadamente entre nosotros, aunque esto sea desagradable a muchas vanidades, abunda, señores delegados, el desconocimiento de la cosa pública. Era lo que tenía que decir, y para terminar, no dejaré de aseguraros, señores delegados, que yo siempre permaneceré en mi puesto para defender aquellas ideas que crea conocer y que crea de justicia, y para aseguraros que convencido de que en el seno de esta Asamblea en muchas ocasiones la' palabra de los oradores podrá arrastrarme para sentir inclinado mi voto hacia el pasionalismo de sus disertaciones, siempre procuraré apartarme de esa atracción funesta, para, con el raciocinio, separarme de todo juicio pasional. (Aplausos) El C. secretario El C. Piña El C. Cervantes, para una moción de orden El C. Castellanos El C. presidente El C. Castellanos El C. Borrego El C. presidente El C. Borrego El C. secretario La Presidencia suplica a las Comisiones de Guerra, Hacienda y Gobernación ... El C. González Garza El C. Borrego Tenemos ya aquí, en la práctica, qUe en varios casos se han declarado de urgente y obvia resolución, la Comisión respectiva ha dictaminado inmediatamente. Por consiguiente, yo creo que procede lo que pedía uno de los compañeros: que las Comisiones, a la mayor brevedad posible, dictaminen respecto a la petición hecha por el Encargado del Poder Ejecutivo. El C. Cervantes El C. secretario El ciudadano secretario dio lectura al siguiente dictamen de la Comisión de Guerra: Siendo un contrasentido la existencia simultánea de una ley sobre el parlamentarismo, que próximamente se promulgará, con las facultades extraordinarias, y siendo, además, de tomarse en consideración las razones expuestas por el Ejecutivó, es de aceptarse la renuncia que el ciudadano Encargado del Poder Ejecutivo hace del Ramo de Guerra, de las facultades extraordinarias que se le concedieron. Sala de Comisiones de la Soberana Convención Revolucionaria. Esta á discusión. El C. presidente El C. Santos Coy El C. Piña El C. presidente El C. Cervantes Eso es por lo que respecta al prinCipio; por lo que respecta a la exposición que hizo el señor González Garza, para presentar su renuncia, creo que las razones fundadas en hechos, que las razones que expone, unidas a una exposición de hechos, son perfectamente fundadas para que deba abstenerse de tener virtualmente en sus manos facultades extraordinarias que no puede ejercitar. El C. secretario El C. Piña El C. presidente El C. Piña Por lo demás, señores, yo presiento que las consecuencias naturales que traerá consigo nuestra actitud irreflexiva, inconsciente las más de las veces, ha de darnos resultados fatales, de los cuales muy pronto nos vamos a arrepentir. Nosotros, señores, no hemos pesado, ni por un solo momento, la situación tormentosa, tremenda que tiene encima el Gobierno emanado de la Convención. Solamente, señores, estamos pendientes de todos y cada uno de los actos de la persona encargada de encauzar nuestra causa, sin tomar en consideración las inmensas responsabilidades que tiene encima; estoy seguro que el actual Encargado del Poder Ejecutivo, ha hecho cuantos esfuerzos han estado a su alcance por obtener un éxito satisfactorio; pero, desgraciadamente, nosotros, los que formamos esta Soberana Asamblea, somos los oposicionistas, los obstruccionistas por sistema, y no queremos ni permitimos que el Ejecutivo, atendiendo a esta situación tan difícil. pueda obrar libremente, a fin de salvar la bandera de la Revolución. Aquí se ha inculpado pública y privadamente, y también esbozadamente, al Poder Ejecutivo, de que ha hecho mal uso de esas facultades -suposición imaginaria-, en el Ramo de Guerra. Pues bien, para que esos que le han inculpado de que no ha sabido hacer honradamente uso de esas facultades, no tengan pretexto alguno para inculpar a un funcionario que es digno de respeto y que es digno de consideración, puesto que emana del seno de esta Soberana Asamblea, debemos aceptar en masa la renuncia que acaba de hacer, que mucho le honra y que significa en el presente y en el futuro un tapaboca que da a sus calumniadores. (Aplausos) El C. Zepeda Allí en el dictamen se dice nada más que han de tomarse en cuenta las explicaciones dadas por el Ejecutivo; no se refiere a qué explicaciones, y yo quisiera que la Comisión las expusiera ahí, porque es un documento que va a pasar a la Historia y porque la razón primera que se da, de que es un contrasentido el parlamentarismo con las facultades extraordinarias, no me parece un fundamento, puesto que vemos que en Francia, donde el parlamentarismo está implantado -aun cuando ciertamente es un pueblo mucho más culto que el nuestro-. El Ejecutivo tiene facultades en Guerra y en Hacienda, cuando esa nación está en guerra con algunas extranjeras; es cierto que no tiene las facultades que le queremos conceder al Ejecutivo, pero esto no es un fundamento para aceptarle la renuncia; de manera que las razones principales, para mí, son las que el Ejecutivo ha dado y ésas deben expresarse en el dictamen. El C. Cervantes El C. secretario Las explicaciones que ha dado el Encargado del Poder Ejecutivo, para hacer declinación de esas facultades extraordinarias, han quedado consignadas en el acta de este día, taquigráficamente. Si esta Soberana Convención quiere pedir que se agreguen al dictamen esas reclaraciones que ha hecho el Encargado del Poder Ejecutivo, puede hacerlo. Sigue a discusión. El C. Piña El C. presidente El C. Piña El C. secretario El C. González Garza El C. secretario Aprobado. La Mesa, por conducto de la Secretaría, pregunta a la Honorable Asamblea si considera suficientemente discutido el dictamen de la Comisión de Guerra. Los que estén por la afirmativa sírvanse ponerse de pie. Suficientemente discutido. Se pone a votación el dictamen, que dice: (Leyó el dictamen que antes se insertó) Está a votación. Los ciudadanos delegados que aprueben este dictamen, sírvanse ponerse de pie. Aprobado. A continuación el ciudadano secretario dio cuenta con el siguiente dictamen de la comisión de Gobernación: En vista de las razones expuestas por el ciudadano Encargado del Poder Ejecutivo, esta Comisión opina que debe admitirse a dicho ciudadano la renuncia que ha hecho del uso de facultades extraordinarias en el Ramo de Gobernación, y por lo tanto pide a la Asamblea apruebe el siguiente ACUERDO Unico. Es de aceptarse y se acepta la renuncia que el ciudadano Presidente de la Convención, Encargado del Poder Ejecutivo, general Roque González Garza, hace de las facultades extraordinarias que en el Ramo de Gobernación se le tenian conferidas. Sala de Comisiones de la Soberana Convención. Está a discusión. El C. Castellanos El C. Palacios Moreno Por tal motivo, la Comisión de Gobernación, como un acto de justicia. ha creído que se le debe retirar esa fórmula de facultades extraordinarias al Encargado del Poder Ejecutivo, y que ya que la Convención se considera capaz de gobernar a todos los que están sometidos a su esfera de acción, que gobierne. (Aplausos) El C. secretario El C. Castellanos Seguramente que la razón por la que el señor actual Encargado del Poder Ejecutivo nos viene a hacer renuncia de las facultades extraordinarias que le concedimos, es obvia y no debemos vacilar en aceptarla; basta hacer un ligero razonamiento acerca de los móviles que nos condujeron hace muy pocos días a darle esas facultades, para que hoy esta Convención, por un espíritu de justicia, más que por un espíritu de conveniencia política acepte la renuncia que hace de estas facultades extraordinarias. Viendo bien a través de la Historia, de esa Historia que eternamente invocaremos los que siempre creemos que debemos inspirarnos en ella, porque invocando esa Historia, es, como se puede ver el futuro, debo hacer constar que con esa Historia hemos concedídole una de esas facultades al Poder Ejecutivo. Se ve perfectamente bien a través de las evoluciones de los pueblos, que cuando estos pueblos se hallan en una agitación tremenda, como la que, desgraciadamente, parece prolongarse en nuestro país, es altamente inconveniente, altamente censurable -permitidme la frase- que un grupo numeroso de individuos quiera asumir ciertas facultades que no lo llevará a otra cosa sino al fracaso o al ridículo. Esta consideración, que hace muy pocos días nos hicimos en México, fue la que nos obligó a darle esas facultades extraordinarias al Ejecutivo. Venidos aquí, a esta hospitalaria ciudad, se creyó en que algo podía hacerse con esas facultades; desgraciadamente los hechos, unos por imperiosa necesidad y otros creados aquí en el seno de esta Convención, han hecho que esa facultad no la pueda ejercer en lo más mínimo, el Encargado del Poder Ejecutivo; pero, muy al contrario de lo que era de esperarse, muy al contrario de lo que era, en honor de la justicia, muy al contrario de lo que era de esperarse en conveniencia de nuestros intereses político-sociales, a ese individuo -que no me avergüenzo, ni me arrepentiré jamás de decirlo- a ese individuo que ha sabido enfrentarse en momentos difíciles, se le ha querido hacer aparecer como un individuo ambicioso, como un individuo intrigante, como un individuo que no era capaz de poder desarrollar esas pequeñas facultades, imaginarias, por cierto, en el seno o en el corto radio que él dominaba. El deber de los hombres honrados, el deber de los hombres que sí piensan, es que a ese individuo, como a cualquiera otro que fuera, ya que no puede ejercer libremente esas facultades, ya que no puede él, con espíritu de justicia, asumir todas esas responsabilidades, seamos nosotros un poco equitativos, seamos un poco justos y no permitamos que cuando comienzan las malas interpretaciones, se le haga responsable; estando convencidos nosotros de que no puede tener responsabilidad, quitémoslo de alli, quitémosle esas facultades, para que así, por ningún motivo, haya pretexto para exigirle más tarde responsabilidades que de ninguna manera le recaerian, pero que de todos modos nuestra obligación es justificar nuestros actos y a los hombres. Yo sinceramente lamento que tengamos nosotros que asumir esas responsabilidades, y lo lamento no porque tiemble ante el futuro negro que se nos presenta; no, sino porque veo que nosotros, aunque no guste a algunos, no seremos capaces de resolver, en ese sentido, la situación. Decía yo que a través de la Historia se ha visto que las grandes asambleas que los grupos numerosos siempre eran un estorbo para la finalidad que se perseguía; eso no necesito demostrarlo y bastárá haber leido la Historia, para que se vea que siempre han sido un estorbo. Hoy queremos que esta Asamblea pueda resolver todas esas dificultades, y yo os emplazo para unos cuantos días, para que veáis con cuántos obstáculos se tropezará y se tendtá que enfrentar, y se verá que esta Asamblea no podrá resolverlos, ni tampoco podrá justificarlos, En vista de eso acepto, por la imposición de ios hechos nada más, la renuncia, y pido a esta Asamblea que, por un espíritu de justicia, acepte la entrega de las facultades extraordinarias que en el Ramo de Gobernación se le ha hecho al Encargado del Poder Ejecutivo. El C. Zepeda Mi muy estimado amigo y compañero el señor Castellanos, y también los que han fundado el dictamen, o, más bien, el que fundó el dictamen, que fue el señor Palacios Moreno, se han basado en un principio que si creo que es bueno cuando se trata de un amigo, no creo que sea suficiente cuando se trata de la salvación de la República; el principio en que se han basado los señores apreciabilísimos, en su modo de pensar, tanto más cuando creen fundarse en justicia, es el de hacerla a un Ejecutivo que se ha visto atacado por calumnias y, según parece, o según dicen, por intrigas. No quiero juzgar este punto; pero suponga el Encargado del Poder Ejecutivo, o, más bien, piense que aquí no se trata de su persona, sino de los intereses de la República, y que hay momentos de flaqueza en que -a pesar de que esta figura no le parezca a algún orador de esta Asamblea- si el capitán tiembla, si el capitán no está en su puesto, la nave naufraga, aunque los marineros sean peritos; porque cuando no hay cabeza en un barco, ese barco se hunde. No creo que estemos discutiendo, señores, la personalidad del Encargado del Poder Ejecutivo, ni creo que tampoco los sentimentalismos de amistad, ni de justicia, cuando se refieren a un individuo, tengan que sobreponerse a los sentimientos de patriotismo. Casos nos ofrece la Historia en que precisamente por ese hecho, porque se ha querido sobreponer a los intereses de la Patria el interés de una persona, por todos puntos apreciabilisima, en muchos casos también, como el presente, se ha hundido la Nación o se ha ido por caminos verdaderamente extraviados. ¿Qué nos importa, señores, y qué le importó, por ejemplo, al gran hombre de Caracas, a Bolivar, que toda la malicia de los hombres se echara sobre él? ¿Qué le importó cuando estuvo firmemente en el puesto que le tocaba para defender a su Patria, es decir, 'para formar aquellas naciones que él en su mente veia ya poderosas y grandes? Suponed un momento que aquel hombre de genio, llamado por Dios (murmullos); por Dios, aunque me digáis otra cosa; llamado por Dios para formar naciones, hubiera temblado en momento de peligro; suponed que aquel hombre, llamado por la Providencia para formar naciones, hubiera vacilado en los momentos de peligro, que hubiera creído en todas las insensateces de los que venían rodeándole, inspirados por envidia precisamente, porque veían que la gloria lo coronaba en momentos no lejanos, y por eso se cebaban contra él y contra sus fines, ¿qué hubiera sucedido de Caracas, de Perú, de Bolivia, del Ecuador, de Venezuela y de toda la América del Sur, si ese hombre hubiera temblado y hubiera cedido y hubiera dicho: En estos momentos me retiro para que no se diga ya que soy estorbo para ello? Recordad lo que pasó para la pobre Bolivia, cuando San Martín se retiró porque la malignidad se cebaba contra él; vino a dividirse esa infeliz nación en Alto Perú y Bajo Perú, precisamente porque el gran patriota, cansado de la malignidad de los hombres, cansado de sus vilezas, se retiró a la vida privada y prefirió ir a sembrar lechugas en su huerta, que seguir luchando contra el enemigo que había sangrado a su Patria; más que luchar por ella, por no poder luchar con las pasiones de sus mísmos conciudadanos. Está bien, señores, que aleguemos por la libertad, por ideas que todos perseguimos, por ideales por los que todos luchamos, por libertades, sí, señores; pero hay momentos en que no se sacrifica la libertad cuando se le dice a un hombre: ve con ese hachón, ilumínanos el camino, tú serás el guía, tú nos dirás si hay tropiezos y amenazas, y nosotros estaremos para salvaguardarte, porque perseguimos los mis'mos ideales. No creo que el Ejecutivo ni la Asamblea estarán en estos momentos en pugna; no lo estarán jamás en una Nación a la que nosotros amamos con el alma y por la cual estaremos dispuestos, ya no como dice una frase común, a derramar la última gota de sangre, sino a derramar hasta la última lágrima por su libertad; la vida debe entregarse en aras del sacrificio, para darle verdadera libertad, para darle grandeza. Pues, señores, me refiero precisamente al argumento de mis estimados amigos, que se basa en otra cosa; que nos digan que la Asamblea ya está cansada, que nos hablen con franqueza, pero no se diga que se va a hacer justicia. Si la malignidad se ceba en un hombre, ¿qué importa? antes que la malignidad están los intereses de la Patria. No defiendo aquí atributos de ley ni atributos divinos, porque jamás he creído yo en la infalibilidad de los hombres; pero lo que sí defiendo es que nos basemos en un principio; no el de salvaguardar la honra y los intereses de un individuo, por no salvaguardar los intereses de la Patria; porque antes que todo y sobre todo, después de nuestra honra está nuestra Patria; antes que nuestra vida, antes que los intereses de cualquiera y antes de la malignidad de los hombres, está la Patria. Por eso yo opino y voto en contra de que se retiren las atribuciones extraordinarias que se le han dado al Ejecutivo; porque, además, me parece que en estos momentos no es lógico. Está bien que el parlamentarismo diga que es un monigote el Ejecutivo, según parece que así queremos establecerlo; pero, señores, en los momentos düíciles nos vendrán a decir que el tal monigote tal vez pueda salvarnos en el instante en que la barca se sacuda más fuerte; porque hay, señores, momentos, y vuelvo a repetirlo. en que surgen hombres que parecen monigotes y, sin embargo, con firme corazón y con cerebro despejado y con luz verdaderamente clarividente se enfrentan al peligro y salvan a las naciones. Yo no me fijo en personalidades; jamás he creído que el principio personalista salve a las naciones; pero sí me fijo en que en estos momentos la Patria sacudida por horrorosos estragos, por tempestades violentas, pide, antes que todo, el sacrificio de sus hijos, la abnegación, la verdadera abnegación señores, que no consiste en venir a gritar aquí que el pueblo soberano y que el pueblo por todos lados, y mientras olvidamos a ese pueblo y mientras nos burlamos de ese pueblo. Es más, señores, no se nos pide en este momento ese sacrificio, esa abnegación, sino un verdadero patriotismo, y por eso yo voto en contra, por eso estoy sobre todas las pasiones; yo, que creo que el Ejecutivo debe ponerse sobre todas las pasiones y sobre todas las intrigas, estoy dispuesto también a sostenerlo en ese punto; no porque me gusten las tiranías, no porque crea en la infalibilidad de los hombres, sino porque creo que en estos momentos debe haber un guía del timón de la nave, para decir: aquí hay arrecifes, aquí hay bancos; vamos a ver, señores, cómo los evitamos; aquí, en estos momentos, una ola viene fuerte de proa; vamos, señores, a enfilar la popa, para que no nos dé de frente y nos hunda. Pues señores, a las conciencias de todos me voy, para que piensen que en estos momentos difíciles no se juegan aquí los intereses del Encargado del Poder Ejecutivo, sino que se juegan los intereses de esta Nación, y después de meditarlo, y después de pensarlo, vean si es justo lo que el Ejecutivo nos pide. (Aplausos) El C. Palacios Moreno El C. presidente El C. Palacios Moreno
Del ciudadano general Otílio Montaño.
Cuernavaca, Mor., a 19 de marzo de 1915.
El general, Otilio E. Montaño.
Presente.
Del ciudadano delegado J. Quevedo.
J. Quevedo, ex representante del general E. Aguirre Benavides.
Presentes.
Continúa la discusión del tercer punto del dictamen de la Comisión de Gobernación, que dice:
Tiene la palabra, en contra, el ciudadano Bolaños.
Señores delegados:
Señores delegados:
No me asusto por eso.
Me alegro de que el compañero lo confiese y espero que todo el resto no se asustará para proponer algunas medidas más radicales, porque realmente estamos dentro de un medio que no vacilo en calificar de burgués y de conservador; no me atrevo a decir que sean mis distinguidos colegas reaccionarios; pero sí hay, desgraciadamente, muchos conservadores.
La Mesa, por conducto de la Secretaría, pregunta a la Honorable Asamblea si considera suficientemente discutido el punto, en vista de que han hablado tres oradores en pro y tres en contra; los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie.
Pido votación nominal.
Pido lo mismo (aplausos), y también quiero hacer una moción de orden.
La Presidencia contesta al señor delegado Piña, que no tiene ningún inconveniente.
Muchas gracias, señor.
Suplico a los señores delegados que los que van a contestar en sentido afirmativo o negativo, se sirvan ponerse de pie, porque es lo indicado.
Para una moción de orden. No se ha leído el dictamen.
Se pone a votación el dictamen, que dice: (Leyó)
Por la afirmativa, 42; por la negativa, 41. Ha sido aprobado.
(Aplausos)
Pido la palabra, para suplicar a la Presidencia que se sírva hacer anotar en el acta respectiva, la constancia de mi voto en contra.
Y el mío también.
Para suplicar que se haga constar mi voto en sentido negativo; y hago constar a la Honorable Asamblea, que al haberse llevado por las insinuaciones caprichosas de los delegados Soto y Gama y Montaño, hemos incurrido en un acto de consecuencias fatales. (Siseos y murmullos)
Somos conscientes de nuestros actos, no somos un atajo de imbéciles.
No hay nada a discusión.
El señor Encargado del Poder Ejecutivo, quiere pasar a la Cámara para informar sobre un asunto importante. (Voces: Que se nombre una Comisión)
Ya van los secretarios.
Pido la palabra, para una constancia en el acta.
El ciudadano presidente de la Convención, Encargado del Poder Ejecutivo, va a hacer uso de la palabra para informar sobre un asunto que trae, muy importante para esta H. Asamblea. (Aplausos)
Señor, señores delegados:
La Mesa, por conducto de la Secretaría, pregunta a esta Honorable Asamblea si cree de pronta y obvia resolución la petición hecha por el Encargado del Poder Ejecutivo.
Para una aclaración, pido la palabra.
Es de tomarse en cuenta, como de pronta y obvia resolución, la petición del ciudadano Encargado del Poder Ejecutivo.
Me parece a mí, señores delegados, un hecho bien singular y que comprueba la abundancia de facultades que se da una Asamblea Revolucionaria, al haber aprobado con la rapidez del rayo, el trámite que acaba de presentar la Mesa a la consideración de esta Asamblea.
Se someten a discusión las peticiones hechas por el Encargado del Poder Ejecutivo.
Yo suplico a la presidencia, se sirva excitar a las Comisiones respectivas para que dictaminen sobre los puntos sometidos a la consideración nuestra por parte del Encargado del Poder Ejecutivo.
El señor general González Garza, Encargado del Poder Ejecutivo, ha venido a presentar renuncia, o sea a declinar, las facultades extraordinarias que se le concedieron; la Asamblea declaró que tomaba en consíderación la renuncia presentada por el general González Garza, o mejor dicho, que la acepta; yo no sé de qué otro modo se va a discutir, señores delegados, yo no sé, qué es lo que se va a discutir.
Pido la palabra.
Tiene usted la palabra.
El señor compañero Cervantes, seguramente no se ha dado cabal cuenta de lo que se trata de hacer. Efectivamente, el Encargado del Poder Ejecutivo viene aquí a devolver las facultades extraordinarias que se le habían dado;
pero esta Asamblea no puede, porque cometería gravísimo error de cualquiera manera que fuera, aceptar esa declinación o devolvérsela, sin hacer un previo estudio de las causas, de las razones, de los motivos, en fin, lo que haya sobre el particular; por consiguiente, el trámite reglamentario y el trámite razonable, es que esa devolución que el señor González Garza nos hace, pase a una Comisión dictaminadora, después viene el dictamen y entonces discutiremos si es de aceptarse o no el dictamen, o, mejor dicho, si es de aceptarse o no la devolución que el señor González Garza nos viene a hacer aquí; de manera que ese es el trámite debido.
Para una rectificación, señor presidente.
Tiene usted la palabra.
Desearía que me informase la Secretaría si consultó a esta Asamblea si la moción del señor Encargado del Poder Ejecutivo se tomaba simplemente en consideración o si se declaraba que era de urgente y obvia resolución.
La Asamblea determinó que se considerara de pronta y obvia resolución.
Yo pido la palabra, ciudadanos delegados, para hacer una súplica. Es de rigor que toda vez qUe la Asamblea ha considerado este asunto de pronta y obvia resolución, le dispense el trámite de pasar a Comisión, que inmediatamente entre a discusión. El Ejecutivo de mi cargo está dispuesto a contestar absolutamente todos los cargos que le hagan; eso es lo correcto, es lo de Regalmento.
En el Reglamento, en la parte del Reglamento que hemos aprobado, hay un precepto que dice que ninguna discusión podrá recaer a algún asunto, a no ser que se haya emitido sobre la proposición el dictamen correspondiente.
Para ahorrarnos tiempo, yo me permito invitar a las Comisiones para que desde luego emitan su opinión, como yo me voy a permitir hacerlo, en mi calidad de miembro de la Comisión de Guerra. (Voces: ¡No, no!)
De acuerdo con el artículo 17, la Mesa, por conducto de la Secretaría, invita a los ciudadanos que forman las Comisiones de Gobernación, GUerra y Hacienda, para que pasen a formular sus dictámenes.
Cuernavaca, Morelos, marzo 2 de 1915.
F. Cervantes.
Santiago Orozco.
M. Menchaca.
Los delegados que deseen inscribirse en pro o en contra, tengan la bondad de pasar a la Mesa.
Sería conveniente que la Secretaría diera lectura a los tres dictámenes, para que se discutan al mismo tiempo. (Voces: No, uno por uno)
Para suplicar a la Comisión dictaminadora funde su dictamen.
Tiene la palabra el ciudadano Cervantes, como miembro de la Comisión.
En el dictamen mismo están expuestas en concreto las razones en que fundamos esa resolnción; habiendo aceptado nosotros, habiendo aprobado, mejor dicho, la ley sobre el llamado parlamentarismo, y habiendo decretado que esa ley se promulgue muy próximamente, es evidente que sería un contrasentido el pretender que subsistieran al mismo tiempo el parlamentarismo efectivo, con las facultades extraordinarias, porque sería pretender que al mismo tiempo existiera la personalidad perfecta de funcionamiento de los Ministros ante la pequeña personalidad de un Presidente que los partidarios del parlamentarismo quieren hacer un muñeco y que a ese muñeco fuéramos a concederle facultades extraordinarias; es decir, para concretar mejor mi idea, sería un error craso el pretender que hubiera subsistencia simultánea de una Asamblea revolucionaria, soberana y única y que al mismo tiempo hubiera un individuo dictador, por el hecho de concederle facultades extraordinarias.
Sigue la discusión.
Pido la palabra.
Tiene la palabra el ciudadano Piña.
Voy a hablar, señores delegados, en pro del dictamen, porque creo oportuno y de justicia excitar a todos los señores delegados aquí presentes, a que volviendo por el buen nombre de esta Soberana Asamblea, que está muy por encima de las ambiciones bastardas, no dé por más tiempo pretexto a los pasionales para que se inculpe de una manera injusta e infame a un hombre que ha sabido hasta hoy cumplir con su deber. (Aplausos)
Para una aclaración:
Sin tomar el nombre de la Comisión, sino como miembro de ella, me permito hacer notar que la observación del señor Zepeda es muy justa y que yo me inclinaría a consignar en ese dictamen todas las razones que ha expuesto el Encargado del Poder Ejecutivo, para fundarlo debidamente; pero le hago observar al señor Zepeda, que se nos ha exigido, conforme a Reglamento, formular el dictamen en unos cuantos minutos, y no tenemos constancia escrita de las declaraciones' del señor Presidente. De manera que si la Asamblea se inclinase a que ese dictamen fuera medianamente completo, yo pediría que esas declaraciones se consignaran por escrito y formuláramos un dictamen más completo y más razonado.
Me refiero a la interpelación que ha hecho a la Comisión el ciudadano delegado Zepeda.
Pido la palabra para una moción de orden.
Tiene la palabra el ciudadano Piña.
Yo deseo que la Presidencia, de acuerdo con la Soberana Convención, disponga que se consignen textualmente en el acta que se levante de esta sesión, las razones que el Ejecutivo ha dado para renunciar las facultades extraordinarias que tiene en los Ramos de Guerra, Hacienda y Gobernación. Es de justicia, señores, que conste, para que el futuro juzgue de nuestros actos y de los actos del Encargado del Poder Ejecutivo.
Sigue a discusión.
Me parece que es muy sencillo el asunto; bastará con que la Asamblea tenga a bien aprobar que la versión taquigráfica de las frases vertidas por mi, sean las que formen cabeza de este dictamen, y basándose en esas consideraciones hechas por mí; así queda sancionado y es lo mismo que quede en el acta del día.
La Mesa, por conducto de la Secretaría, pregunta a los ciudadanos delegados si están conformes en que se tomen textualmente las explicaciones y la exposición que ha hecho el Encargado del Poder Ejecutivo, para que sirva de base al dictamen de las difirentes Comisiones. Los que estén por la afirmativa sirvanse ponerse de pie.
Cuernavaca, Mor., marzo 2 de 1915.
C. M. Samper.
José Casta.
Genaro Palacios Moreno.
(En pro) Antes me permitiría, con la buena atingencia que tuvo el señor Piña, pedir los fundamentos del dictamen a uno de los miembros de la Comisión respectiva, para hacer después uso de la palabra.
(Para fundar el dictamen) La Comisión de Gobernación, tomando en cuenta que el Encargado del Poder Ejecutivo, por encontrarse en la ciudad de Cuernavaca, está aislado de comunicación con los demás Estados sometidos a las fuerzas convencionistas, a excepción del Estado de Guerrero, y que, por tanto, no puede hacer uso, ni ejercer ninguna clase de facultades; de acuerdo con la realidad de los hechos, que es más vigorosa que las imputaciones que se le pudieran haber hecho al Encargado del Poder Ejecutivo, ha opinado que tales facultades extraordinarias sólo se han prestado para hacerle imputaciones calumniosas, y a fin de retirar todo pretexto de una dictadura irrealizable de hecho y en la práctica, de una dictadura que no existe, porque cada quien de los revolucionarios que están dentro del Gobierno de la Convención, en estos terrenos hace lo que quiere; para evitar, como he dicho antes, que solamente sea esto un pretexto para los dicterios de personas aue no han podido fundar esa dictadura, la Comisión de Gobernación, en pro de la justicia y de la verdad, ha opinado que se le deben retirar esas facultades que, de nombre, se le tienen concedidas al Presidente de la Convención, ya que de hecho no las tiene, a fin de que no se le hagan cargos de tal manera injustificados que puedan impresionar desfavorablemente y de una manera injusta a la Convención en contra de una persona que ningún acto puede ejecutar, porque no tiene con quién ni contra quién ejecutarlo.
Sigue a discusión el dictamen.
Compañeros convencionistas:
(En contra) Jamás he sido adulador, ni me precio tampoco de valiente; pero en estos momentos, señores, estamos discutiendo asuntos que atañen muy a fondo a los intereses de la República, que quizás se hunda cuando nosotros todavía no lo sentimos.
Pido la palabra para rectificar un hecho.
Tiene usted la palabra.
El señor delegado Zepeda no prestó atención a las primeras palabras de mi discurso; dije que por las razones expuestas por el Ejecutivo y por otras más que había tenido la Comisión, era de aceptarse la renuncia de las facultades extraordinarias. En este sentido quiero rectificar el criterio del señor Zepeda. La Comisión de Gobernación aceptó las razones expuestas por el Encargado del Ejecutivo, porque ellas son las siguientes: se le han concedido facultades extraordinarias en el Ramo de Gobernación, estas facultades implican que él resuelva todos los casos, todas las dificultades que en este Ramo se ofrezcan; en la ciudad de Cuernavaca no se ofrece un solo caso, porque está aislado del resto de la República el Encargado del Poder Ejecutivo, y, en consecuencia, no hay razón para que en estos momentos tenga esas facultades, que son simplemente nominales. RespectO de estas facultades nominales, agrega esto -y ésta es la rectificación- que estas facultades sólo se prestan como muletilla de intrigas en el seno de la Asamblea, y para que no se sigan prestando a ello, ya que no sirven para nada, debe de aceptarse su renuncia. (Aplausos)Índice de Crónicas y debates de la