Índice de Crónicas y debates de la Soberana Convención Revolucionaria Recopilación de Florencio Barrera Fuentes | Sesión del 15 de junio de 1915 | Sesión del 24 de junio de 1915 | Biblioteca Virtual Antorcha |
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CRÓNICAS Y DEBATES
DE LAS SESIONES DE LA
SOBERANA CONVENCIÓN REVOLUCIONARIA
Compilador: Florencio Barrera Fuentes
SESIÓN DEL 16 DE JUNIO DE 1915
Presidencia del Coronel Alfonso Salinas
(Crónica publicada por el periódico La Convención, en su edición del 17 de junio de 1915)
En la sesión que ayer celebró la Soberana Convención Revolucionaria, se dio lectura a dos importantes documentos relacionados con la actual situación política y militar. Uno de dichos documentos contiene la réplica que el general Villa hace a las declaraciones deí presidente Wilson, con respecto a los conflictos interiores de México y el otro es la contestación que da el general Pablo González a la nota que le envió la Convención, proponiendo bases para la unificación revolucionaria. El general González declara que dichas condiciones son inaceptables e insinúa como única forma para llegar a un avenimiento, la de que los convencionistas se sometan a la Primera Jefatura del Ejército Constitucionalista. Al ser conocida esta nota, se notó desagrado en las curules. Las galerías permanecieron en actitud expectante. PROTESTA DE NUEVOS DELEGADOS Bajo la Presidencia del delegado Salinas se abrió la sesión. Antes de que se reuniera el quórum suficiente, el delegado Casta excitó a la Mesa para que llamara al orden a los delegados que no cumplen con su deber, y que por falta de puntualidad son causa de que sufran demora los importantes asuntos de la Asamblea. Pide que a los morosos y faltistas se les imponga una multa (aplausos), y que se declare que sobre ellos caerá la responsabilidad de sucesos futuros que no pueden ser tratados con la oportunidad debida. Minutos después se completa el quórum. Mientras queda terminada el acta de la sesión anterior se aprovecha el tiempo en tomar la protesta a los nuevos delegados, ciudadanos Rosendo R. Rodríguez, Manuel Méndez y Quintín A. y Pérez. Terminado este acto se da lectura al acta de la sesión del día 14 que resulta aprobada sin debate. La Secretaría comienza a dar lectura de los documentos en cartera, que se refieren a representaciones conferidas por varios generales convencionistas. El delegado Casta pide que se dé preferencia al oficio contestación del general Pablo González. (Aplausos) La Asamblea aprueba la petición. LA RESPUESTA DEL GENERAL GONZALEZ La Secretaría lee: Ejército Constitucionalista. He sido enterado de que en respuesta a mi nota de fecha 12 del actual, relativa a la unificación de los elementos revolucionarios, la Convención de México, aceptando el Programa del ciudadano Primer Jefe de la Revolución, hace las siguientes proposiciones: Que se suspendan las hostilidades en toda la República por un mes; que se nombre nuevo Presidente Provisional con nuevo gabinete, compuesto de tres miembros por parte del Gobierno Constitucionalista, tres por parte de Villa y tres por la de Zapata; que los jefes militares retengan el control de sus respectivos territorios y que se amnistíe a tooos los levantados en armas, siendo sólo castigados los reaccionarios. En contestación a tales proposiciones, manifiesto a ustedes que ellas son enteramente inaceptables, toda vez que la suspensión de hostilidades retardaría la benéfica acción del Gobierno para restablecer el orden en la República; que el nombramiento de un Presidente Provisional con ministros designados por los diversos grupos contendientes, haría imposible la organización de un gobierno que tuviera la cohesión, estabilidad y poder del Gobierno Constitucionalista para establecer la paz en el país y realizar los ideales revolucionarios; que la autorización a los jefes militares para ejercer absoluto control en los territorios de su dominio, equivaldría a implantar oficialmente un estado anárquico, peligroso para el gobierno y para la nación; y, por último, que seria ligero y hasta culpable acordar una amnistía en términos tan generales y sín meditado estudio de su amplitud y condiciones. Debo advertir a ustedes que la presente contestación tiene el carácter de definitiva, quedando todos, por lo tanto, en libertad para proceder, como mejor lo estimemos conveniente; en el concepto de que si alguna vez, y en plazo posterior, desearen ustedes reanudar negociaciones de paz, esto será sobre la base de una completa sumisión al gobierno, y quedando sujetos a las disposiciones de la Primera Jefatura del Ejército Constitucionalista. Constitución y Reformas. A los señores Leovigildo Bolaños, Mauricio Contreras y Luis Méndez. Cuando la Secretaría termina la lectura del anterior documento, se escuchan siseos, y rumores de desaprobación en las curules. También de las galerías parten algunos siseos. El delegado Treviño pide que alguno de los miembros que integraron dicha Comisión informe verbalmente de su gestión. La Secretaría pregunta si la Asamblea desea que se abra una sesión secreta para escuchar a la Comisión. El delegado Casta expone que, en su concepto, no se pueden pedir a la Comisión otros datos, aparte de la contestación a que se ha dado lectura, puesto que su misión se concretaba a entregar una nota y recabar respuesta. Treviño insiste en su petición, alegando que es necesario que el público conozca la aditud de los enemigos. INFORMA CONTRERAS El miembro de la Comisión, teniente coronel Mauricio Contreras hace uso de la palabra: Pocos datos puedo dar a conocer a la Asamblea, porque nuestra misión no era la de ir a cambiar impresiones, sino solamente entregar una nota y recibir su respuesta. No pudimos llegar a la ciudad de Puebla, porque en Calpulalpan, donde encontramos las fuerzas del general constitucionalista Cepeda, se nos dijo que el general Pablo González estaba en Ometusco. El general Cepeda se informó de nuestra comisión, y nos envió a la hacienda de San Lorenzo, donde se nos dijo que se encontraba el general Coss. No estaba allí y seguimos hasta Chimalpa, donde lo encontramos en compañía del general Sánchez. Cuando les informamos de nuestra comisión, nos dijeron que iban a pedir un tren a Ometusco para que nos condujera al lugar en que se halIaba el general González. Esperamos el tren toda la tarde, y cuando se hizo de noche, regresamos a dormir a la hacienda. A media noche se nos presentó un enviado a pedirnos el pliego que llevábamos para el general González; lo entregamos, y hoy en la mañana se nos dijo que a los pocos minutos tomariamos el tren para ir a hablar con el jefe de las operaciones. En los precisos momentos en que nosotros íbamos a salir, se nos dijo que ya no era necesario que fuéramos a Ometusco a entrevistar al general González, porque acababa de llegar el enviado trayendo la respuesta. Nos entregaron el pliego, cuyo contenido ya conocen, y regresamos a esta ciudad. Mis compañeros Méndez y Bolaños, insistían en que debíamos ir a entrevistar a González, pero yo me opuse, en virtud de que no era nuestra misión. LA REPLICA DEL GENERAL VILLA A continuación pasa a la tribuna el general González Garza. Las galerías lo aplauden. Aprovecho esta oportunidad -comienza diciendo González Garza- para dar lectura al importantísimo documento que recibí hoy a la una de la tarde, y que contiene la contestación que dio el general Villa a las declaraciones del presidente Wilson, por medio de una declaración pública fechada en la ciudad de Aguascalientes el día 10 de los corrientes. Este documento llegó a mis manos por conducto del señor Ministro del Brasil, Cardoso de Oliveira, quien lo recibió para entregarlo al Encargado del Ejecutivo, señor Lagos Cházaro, y con recomendación especial del Departamento de Estado para entregarme una copia. Puede advertirse desde luego el contraste de la actitud franca y noble de los convencionistas con la de los disidentes que defienden una causa, en cuyo fondo no existe más que la dictadura. El documento dice así: (En otro lugar de este mismo número insertamos la réplica del general Villa) Cuando termina su lectura, las galerías y los delegados aplauden con entusiasmo. González Garza continúa: Señores delegados: El espíritu del importante documento que acabo de leer, ¿no demuestra hasta la evidencia que existe de hecho una completa unificación de ideas y procedimientos en las facciones revolucionarias que están en el seno de esta Convención? Y si esto es así, yo no sé qué pueden seguir alegando los que se empeñan en combatir a la Asamblea, ni con qué móviles seguirán sacrificando a tantos hombres. Puedo aseguraros que, a partir del día en que el general Gutiérrez consumó su defección, han dejado de existir más de sesenta mil hombres, solamente en la campaña del Norte de la República. Y todo este enorme sacrificio, todas estas víctimas han caído por la ambición del más culpable, del más cobarde de los revolucionarios: el señor don Venustiano Carranza. (Demostraciones de conmiseración y de protesta, que no pueden definirse, porque unos sisean y otros aplauden, casi con temor) y en este momento, es triste -el orador se dirige a las tribunas- que haya quienes piensen que Carranza puede venir a establecer un gobierno democrático. No señores; mientras Carranza no muera o abandone el territorio, seguirá corriendo sangre de hermanos, porque el pueblo no puede aceptar más dictaduras, porque ha llegado el momento en que una necesidad imperiosa reclama el gobierno de muchos, y no el de uno sólo; y es imperioso también que se lleve a cabo el reparto de tierras para cumplir las aspiraciones de la Revolución. (Aplausos) Es necesario que no haya más dictadores, que los empleados públicos sean responsables de sus actos ... y nada de esto hará el señor Carranza, que es incapaz, no digamos de formar gobierno, pero ni siquiera de refrenar a sus turbas que han violado, saqueado y cometido toda clase de atropellos, sin preocuparles absolutamente nada la Constitución. (Aplausos prolongados en las galerías) Mientras nosotros de toda buena fe, los invitemos a la unión, mientras les proponemos un armisticio para arreglar nuestras dificultades, sobre bases perfectamente aceptables, porque no pretendemos dominio de ninguna naturaleza y sí queremos darles a ellos la participación en el gobierno que corresponde a cada facción revolucionaria, ellos nos contestan en la forma en que habéis escuchado ... y en estas condiciones, ¿quién es capaz de no ir a detener el avance de esos hombres, no sólo para contenerlos, sino también para castigarlos, porque vienen a atentar contra la vida, contra las garantías, y contra lo más sagrado que tenemos: contra la integridad nacional? Yo, como representante del general Francisco Villa, hago responsables: primero a Carranza, después a Pablo González, y por último, a todos los que con él vengan, de todos los sucesos que se puedan desarrollar, si, desgraciadamente no cuento con este pueblo para defender sus propios intereses. (Aplausos entusiastas en las galerías) Es inútil contar mentiras. El público no cree en engaños; él sabe que el enemigo avanza, y debe saber que es necesario salir a su encuentro para detenerlo. Así, pues, maldito sea el metropolitano que vea con desdén estos acontecimientos, y no se apreste a la defensa de sus propios intereses. (Aplausos estruendosos de las galerías, que se prolongan hasta varios minutos después de Que el orador ha abandonado la tribuna) SESION SECRETA El delegado Castellanos presenta una moción suspensiva, a fin de que se cierre la sesión pública para entrar en secreta y tratar asuntos de pronta y obvia resolución. La Asamblea, con dispensa de trámite, aprueba la moción y el público desaloja las galerías. Los delegados se reúnen en sesión secreta que termina dos horas después. Como decimos en otro lugar de este periódico, en la sesión que ayer celebró la Soberana Convención Revolucionaria, el general González Garza dio lectura a las declaraciones del general Villa, hechas en Aguascalientes, con relación a las declaraciones del presidente Wilson sobre la cesación de la guerra civil en México. El documento aludido está redactado en los siguientes términos: La consideración y el respeto, que por su elevado espíritu de justicia ha sabido captarse el Presidente de los Estados Unidos de América, dentro y fuera de su país y muy especialmente entre las clases media y desvalida de México. consideración y respeto que yo he compartido, me obligan a hacer como réplica a su declaración pública y solemne, relativa a la futura politica de su gobierno con motivo de nuestra actual guerra civil, y la excitativa que hace a los partidos en armas para restablecer la concordia entre ellos, la siguiente también pública y solemne declaración, en mi propio nombre, y creo poder afirmarlo, en el de la facción, cuyas tendencias políticas representa el Gobierno de la Convención y sostiene el Ejército de mi mando. El pueblo mexicano reconoce que el americano vio con el mismo horror que nosotros los asesinatos del presidente Madero y del vicepresidente Pino Suárez, y que por esa causa simpatizó generosamente con el movimiento constitucionalista que tuvo por objeto fundamental arrojar del poder al usurpador y restablecer e1 imperio de nuestra Constitución, para poder llegar, dentro de la Ley, al mejoramiento de la condición social del pueblo, que era la finalidad de la Revolución de mil novecientos diez, por la ayuda moral que el pueblo de los Estados Unidos nos prestó en aquellas circunstancias. HUBO UNA ESCISION Los usurpadores pretendieron hacer cargos al gobierno americano, y a nosotros de dar y recibir respectivamente ayuda material para fomentar la Revolución; el pueblo mexicano conserva sincera gratitud a] americano por aquella generosa simpatía y aquella ayuda moral, y me complace ver que el presidente Wilson reconoce que el pueblo y el gobierno americanos no tienen derecho de tomar parte en la resolución de nuestros negocios interiores. Es un hecho por desgracia que, después de consumado nuestro triunfo, hubo una escisión entre nosotros, que ha dado lugar a una nueva guerra civil; pero debo consignar aquí que si en ésta entra, quizá en parte, la ambición de algunos hombres, hay también una causa de principios que debe apreciarse para no juzgar ligeramente como torpes ambiciones a todos los que, en uno u otro bando, propugnamos por afianzar las mismas conquistas en beneficio del pueblo. El falso concepto de algunos líderes de que dentro del orden constitucional era imposible hacer efectivos los principios revolucionarios, falso concepto que interesadamente difundido por quienes a su sombra pretendían conservarse indefinidamente en el poder, sin leyes, sin tribunales, sin principio alguno de disciplina, nos llevó en menos de un mes a la anarquía más desenfrenada en la propia capital y en casi todos los lugares ocupados por las fuerzas adictas al Primer Jefe del Ejército Constitucionalista. UNA TIRANTEZ DE RELACIONES Asimismo, la falta de tacto del señor Carranza, nos llevó a una tirantez de relaciones sin precedente con los países amigos; seguramente que no se habrán olvidado los actos de indisciplina ejecutados aun en las personas y bienes de los representantes diplomáticos por jefes, oficiales y soldados que han seguido la bandera del señor Carranza, y que éste jamás tuvo autoridad para reprimir, y ante la expectativa de ver perdido el prestigio de la Revolución por aquel desorden y aplazada indefinidamente la reorganización de nuestra administración interior, de nuestras finanzas y nuestro crédito y de no llegar en largo tiempo al funcionamiento de un Gobierno Constitucional, ni a la implantación de nuestras leyes fundamentales, de los principios revolucionarios, los Jefes de la División del Norte y otros de diversos Cuerpos de Ejército, en acuerdo con gran parte del elemento civil, propusimos al Primer Jefe que asumiera la Presidencia interina de la República y formara un Gabinete respetable, que volviera a abrir ,los Tribunales de Justicia y que en breve plazo convocara a elecciones generales para organizar un Gobierno Civil Constitucional. Aquellas proposiciones, proporcionadas en el mes de septiembre del año próximo pasado al señor Carranza por el señor general Alvaro Obregón y por mí como jefes respectivamente del Cuerpo de Ejército del Noroeste y División del Norte, no fueron atendidas, ni siquiera discutidas. El Primer Jefe y sus adictos, en vez de convocar al pueblo, prefirieron convocar a una Convención esencialmente militar, pretendiendo que para afirmar el triunfo de la Revolución era necesario un largo período preconstitucional dentro del cual se dictaran revolucionariamente las reformas a la Carta de mil ochocientos cincuenta y siete. Nosotros creíamos que este sistema de gobierno era la ruina de la Patria y más, confiados en la justicia de las reivindicaciones revolucionarias, pensamos que las reformas constitucionales deberían hacerse por un Congreso electo por el pueblo. UN MANIFIESTO DEL SEÑOR CARRANZA Había, pues, en el fondo de nuestra contienda algo más elevado que una cuestión de personalidades y el mismo señor Carranza nos ha dado ya la razón, puesto que en manifiesto que expidió en Veracruz, después de que la Convención de Aguascalientes lo declaró rebelde, ha ofrecido que, si llega a triunfar, convocará a la Nación a elecciones de diputados a un Congreso Constituyente. Ya no hay, pues, diferencia substancial entre ambos partidos, pero declinamos la responsabilidad de la sangre derramada, pues oportunamente propusimos convocar al pueblo a elecciones, antes de que se encendieran nuevos odios. Es mi deber, como uno de los lideres del Partido Convencionista, apartar de nosotros los cargos que en términos generales contiene la nota del señor presidente Wilson. En ella se dice que apenas se alza una autoridad central en el país, empieza a minársela y se la desconoce por aquellos que deberían apoyarla: y tal cargo no pueae hacérsenos justificadamente. Fue desconocida por la División del Norte la autoridad del señor Carranza, porque él desconoció el Plan que le sirvió de bandera a la Revolución, y su principio fundamental de restablecer la vigencia de nuestra ley suprema: más tarde la Convención de Aguascalientes proclamó su soberanía que todos le reconocimos, y desde entonces lealmente hemos sostenido los convencionistas la Suprema Autoridad de aquella Asamblea. Fueron el señor Carranza y sus adeptos quienes se declararon hostiles a la Asamblea Revolucionaria que ellos mismos habían convocado. Otro cargo que se hace a los partidos en lucha es el de que en realidad no hay garantías para nacionales ni extranjeros y de que México está devastado y sin Gobierno. LAS GARANTIAS EN EL NORTE Ciertamente que no hay ninguna autoridad reconocida en todo el territorio del país (y sólo en este sentido es cierta la afirmación de que no existe gobierno en México), pero esto acontece en toda guerra civil, cualquiera que sea la nación en que se desarrolle; pero en cuanto a que no se imparte protección a nacionales ni a extranjeros, me creo en el deber de refutar el cargo por lo que se refiere al territorio dominado por las fuerzas de mi mando, y no seré yo quien hable en defensa del Gobierno Civil anexo a mi Cuartel General. El honorable señor Duval West, representante personal del señor presidente Wilson, el diez de marzo de este año, me decía en un mensaje de despedida, entre otras cosas: Al mismo tiempo me es agradable manifestarle la magnifica impresión que me ha dejado la tranquilidad y el orden que he observado en todas partes donde he estado y las facilidades y garantías que los extranjeros y los hijos del país encuentran para dedicarse a sus trabajos. Y en mensaje dirigido el diecisiete de marzo por sir Cecil Spring Rice, embajador británico en Washington, al honorable señor Homan C. Myles, cónsul inglés en El Paso, Texas, y representante de la Embajada en el norte de México, le ordenaba que manifestara a mi gobierno su alto aprecio por la pronta acción en proteger los intereses británicos; los gobiernos americano e inglés han reconocido, pues, que en territorio dominado por mis fuerzas, se imparten protección y garantías a nacionales y extranjeros; y podría aun corroborar esta aseveración con muchos telegramas de personas de diversas nacionalidades. Que el funcionamiento del gobierno y de las instituciones no es normal, nada tiene de extraordinario: siempre es lenta la labor de reconstrucción, pero más cuando se reconstruye con una mano mientras se combate con la otra; sin embargo, en medio de la lucha se ha fomentado la instrucción entre la clase popular; se han reorganizado los Tribunales de casi todos los Estados y han empézado a fnhcionar los de la Federación; se ha reformado la ley de minería: se han expedido la de acuñación libre de moneda, las bases de la Ley Agraria y las de la explotación de la pesca y demás riquezas naturales del país, sobre principios de equidad. Los servicios de Ferrocarriles, de Correos y de Telégrafos, han sido mejorados y se ha atendido a transportar artículos de primera necesidad a los lugares donde se ha hecho sentir la escasez. LOS FRUTOS DE LA GUERRA Que la guerra ha producido sus amargos frutos y estancado la riqueza nacional, que la vida ha encarecido y que no hay la abundancia de los años de paz, es cierto, pero hay exageración seguramente involuntaria al afirmar que la miseria ha hecho presa del pueblo, que los campos están yermos, que las cosechas están destruidas y que el hambre amenaza a toda la nación. Ciertamente en la capital, en Monterrey y en alguna otra ciudad, la vida en ciertos momentos se ha hecho penosa, pero más a causa de las operaciones militares que por falta de viveres en el país. No; no hemos llegado a tal grado de miseria y de desesperación que necesitemos el auxilio de fuera, y nuestro pueblo no huye a las montañas porque tiene confianza en que las facciones, cualquiera que ella sea, del partido constitucionalista, le prestan una garantía que jamás había llegado a tener en cerca de cien años de vida independiente, con excepción del corto período del gobierno del señor Madero. Esta garantía es la de que nadie es enganchado contra su voluntad en el ejército, y que la odiosa leva que sirvió para reclutar el federal, llenando de orfandad a miles de hogares, ha quedado abolida y esto, que constituye una de las más hermosas conquistas de nuestras libertades, está grabada en el corazón y en la conciencia de nuestro pueblo, que vería con horror entronizarse nuevamente un gobierno integrado por el partido de la reacción; no es, pues, una realidad la miseria en el grado que se señala, ni tampoco tenemos amenaza de hambre, pero hay consideraciones de un orden moral más elevado y patriótico que siempre nos ha inclinado a facilitar la concordia entre los constitucionalistas y el perdón a los que delinquieron, más por debilidad, por inconsciencia o simplemente por inercia, que por ambición o maldad. LA CONVENCION DE AGUASCALIENTES Estas consideraciones de orden moral han sido las de aplacar los odios que entre connacionales engendra la guerra civil, las de evitar toda extraña injerencia en asuntos interiores y las de apartar todo peligro de conflictos internacionales; por eso de buena fe los Jefes de la División del Norte y los que se han conservado fieles al compromiso que firmaron en la enseña nacional, convenimos en tratar con nuestros contrarios en las juntas pacifistas que prepararon la Convención de Aguascalientes. Por desgracia no todos llevaron la misma buena fe a aquellas conferencias, algunos fueron sólo para adormecernos con promesas, entre tanto se aprestaban en realidad para la lucha. Por esas mismas consideraciones morales y patrióticas, desde el primer manifiesto que di al público, al asumir la autoridad política en el Norte de la República, ofrecí que recibiríamos fraternalmente a los extraviados por error, y más tarde, el nueve de abril, autoricé el regreso, al territorio dominado por mis fuerzas, de todos los mexicanos refugiados en el extranjero, exceptuando a los autores de los pronunciamientos de Félix Díaz y de los crímenes de febrero de mil novecientos trece. No es, pues, la autorizada voz del presidente Wilson la que nos sugiere por primera vez deseos de concordia, ni tampoco es móvil de nuestra resolución, la creencia de que nuestra docilidad a plegarnos a extrañas indicaciones pudiera atraernos las simpatías de un poderoso. Los convencionistas, nosotros, no hemos luchado por ambiciones de poder ni deseamos en ningún caso obtenerlo por otro medio que por el voto libre del pueblo mexicano, pero puesto que están aceptados por la facción carrancista nuestros deseos de consultar al país para restaurar el régimen legal de nuestra Constitución ante la inminencia de que un poder extraño pretenda intervenir en nuestros problemas nacionales, estamos dispuestos a invitar nuevamente a la concordia a todos los mexicanos para que unidos colaboremos en la obra de afianzar los principios revolucionarios, en especial, la Cuestión Agraria y la difusión de la enseñanza entre las clases populares, y sólo exceptuaremos de esta invitación a los que según la frase del señor presidente Wilson, desconocieron a la Constitución de la República, y usaron del poder en menosprecio de los intereses del pueblo. Aguascalientes, a los diez días del mes de junio de mil novecientos quince.
Cuerpo de Ejército de Oriente.
Ejército de operaciones sobre la ex capital de la República.
Cuartel General.
Ometusco, Estado de México, 15 de junio de 1915.
El General en Jefe, Pablo González.
Presentes.
Francisco Villa.
El Encargado del Departamento de Relaciones y Justicia, Miguel Díaz Lombardo.Índice de Crónicas y debates de la Soberana Convención Revolucionaria Recopilación de Florencio Barrera Fuentes Sesión del 15 de junio de 1915
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