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CRÓNICAS Y DEBATES
DE LAS SESIONES DE LA
SOBERANA CONVENCIÓN REVOLUCIONARIA

Compilador: Florencio Barrera Fuentes

SESIÓN DEL 25 DE JUNIO DE 1915

Presidencia del Coronel Alfonso Salinas

(Crónica publicada por el periódico La Convención, en su edición del 26 de junio de 1915)


Ayer, al cabo de nueve días, la Asamblea Revolucionaria pudo reunir el quórum que fija el Reglamento para la celebración de sesiones, y entró de lleno al estudio del problema que a todos preocupa: el hambre que ha dejado sentir su aguijón en la clase menesterosa.

De antemano se supo que el Ministro de Gobernación sería llamado a informar acerca de las providencias que hubiera tomado para conjurar tan ardua situación, y fue por ello que desde hora temprana la masa popular invadió todas las localidades al público destinadas y con sumo interés siguió el curso de los debates, llegando a tomar participación en ellos.

Ancho campo ofrece el pavoroso problema del hambre a la exposición de diversas teorías socialistas. Y los miembros de la Soberana Convención abordaron el problema desde diferentes puntos de vista: quién lo estudió bajo el prisma de las medidas extremas, pugnando por que se castigue severamente a los que han hecho más aflictiva la situación actual. Para ellos se pidió la última pena y se consideró justificado que el pueblo se apodere de las mercancías que han tratado de ocultarle.

Para los oradores que tal tesis sostuvieron hubo aplausos clamorosos. En cambio, para los que consideran que la acción gubernativa debería sujetarse a prevenciones legales y que se resolviera el problema sin lastimar ajenos derechos, hubo muestras de disgusto por parte del público que llenaba tribunas y galerías; disgusto que se acentuó cuando un orador condenó la conducta del populacho de la metrópoli, a quien calificara de indigno de las libertades que la Revolución ha conquistado, y recordó que el pueblo de la capital fue el más cobarde de la República, porque sufrió paciente los rigores de la usurpación y nada hizo en pro de la obra libertaria.

LA CUESTION PALPITANTE

A las cinco de la tarde ocupó la Presidencia el coronel Alfonso Salinas, y después de comprobar que había quórum, declaró abierta la sesión plena de la Asamblea Revolucionaria.

El secretario Pérez Taylor puso a discusión el acta de la sesión celebrada el 16 del mes en curso, que sin debate fue aprobada.

En seguida, rindió la protesta de ley el delegado Bonilla, representante del general Esteban Márquez, cuyo acto revistió la acostumbrada solemnidad.

Tomó la palabra el ciudadano Pérez Taylor. Dijo:

Como la cuestión del hambre es de palpitante actualidad, pido a la Presidencia se sirva mandar citar al ciudadano Ministro de Gobernación, para que informe en esta tribuna acerca de las medidas que haya adoptado para conjurarla.

Y la Asamblea, interrogada sobre el particular, apoyó la petición; y en vista de ello los delegados Antonio Díaz Soto y Gama y Enrique Zepeda fueron comisionados para que llevasen tal invitación al ciudadano José Quevedo, Encargado de la Cartera del Interior.

El quórum era estrictamente el necesario; y como de la Asamblea se ausentaron dos de sus miembros, desintegrándolo, el presidente manifestó que entraba en receso por breve tiempo y suplicó no salieran del salón los presentes.

Cerca de una hora tardaron en regresar los comisionados. A las seis de la tarde hizo su entrada el coronel Quevedo, seguido de los ciudadanos Díaz Soto y Gama y Zepeda. Acto seguido, la Secretaría participó que el Ministro de Gobernación estaba pronto a informar acerca del trascendental problema del hambre.

INFORMA EL MINISTRO DE GOBERNACION

Señores delegados -dijo el Ministro Quevedo-:

Como ustedes habrán visto por mis declaraciones que la prensa de la mañana ha publicado, ya he tomado en consideración la gravedad de la situación actual, y he puesto los medios pertinentes para conjurarla. Antes de que ocurrieran los tumultos callejeros que hoy se han registrado, me estaba ocupando por calmar el hambre que hiere al pueblo.

Como fruto de las investigaciones que he mandado practicar, puedo asegurar que varios comerciantes habían ocultado sus mercancías, almacenándolas en espera de poder obtener mayores utilidades cuando esta situación hubiera culminado.

Consideré de urgente necesidad adoptar medios enérgicos para evitar esa punible conducta; pero, como previamente debe dictarse una medida legal, creí prudente no violentar los acontecimientos, y por ello ordené que los comerciantes, dentro de un plazo de cuarenta y ocho horas, manifestaran las mercancías que tienen en su poder.

Y aquí debo manifestar que existen esas mercancías en numerosas casas de extranjeros, que no son abarroteros, y que por diferentes causas las mantienen ocultas.

He visto que la mayor parte de esos comerciantes han estado cambiándose sus mercancías, unos a otros, en grandes cantidades, y sin que una pequeña parte de ellas hubiese llegado al pueblo. Han realizado operación semejante a las que practican los bancos, quienes, debo decirlo, son los principales causantes de la presente situación.

Explicó el ciudadano Ministro, que las instituciones bancarias, a la cercanía de las tropas carrancistas, se negaron a recibir los billetes de dos caras, las sábanas, etc., y esto motivó que los comerciantes que anteriormente habían estado haciendo operaciones en buena forma, a su vez, se rehusaron a recibir determinada clase de papel moneda de circulación forzosa, ya que a ellos no les era admitida en sus transacciones mercantiles.

ACTITUD DE LOS COMERCIANTES

Continuó el Ministro de Gobernación:

He celebrado varias juntas con numerosos comerciantes de la capital, y éstos están dispuestos, con la mejor voluntad, a poner los artículos de primera necesidad que tienen en su poder a disposición del Gobierno, para que éste los venda al pueblo.

Puedo afirmar que entre los abarroteros no existen grandes cantidades de cereales, porque desde hace tiempo no han podido aumentar sus existencias realizando nuevas compras, ya que esa operación se ha realizado, exclusivamente, entre los almacenistas.

Mis gestiones no se han reducido a lo expuesto: está por llegar a esta metrópoli un tren con cereales. Tal vez llegue hoy mismo, y desde luego, el maíz será vendido en las comisarías.

Después, se venderá, no maíz, porque aún en esto caben abusos y especulaciones; se está en tratos con los molineros para que el maíz se convierta en masa y en tal forma pueda llegar al pueblo y se aleje el peligro de que pueda ser acaparado.

Respecto a los tumultos que se han registrado en las calles, tumultos que tienen su razón de ser, porque el hambre es mala consejera, debo decir que obedecen a instigaciones. Se me asegura que son obra de agentes carrancistas que están incitando al pueblo y aun se ha llegado a repartirle alcohol, buscando que cometa punibles excesos.

El Comandante Militar de esta Plaza ha puesto a disposición del Ejecutivo mil cargas de maíz, que mañana mismo serán distribuidas, y me prometo hacer que los Comités de Beneficencia hagan el reparto de los cereales que poseen, ahora que es notoria la gravedad de la situación. Estas medidas son por el momento, pero no debemos olvidar que el problema sigue en pie y debe resolverse en forma práctica y duradera.

Vamos a poner a disposición de los comerciantes, facilitándoles las necesarias garantías, dos trenes diariamente para que puedan traer mercancías a la capital; y así, yo creo que dentro de pocos días cesarán los espectáculos dolorosos que hoy se registran.

SE CONCEDERA ACCION POPULAR

Los principales almacenistas de abarrotes -continuó el ciudadano Ministro-, están dispuestos, y dicen haberlo estado siempre, a poner a disposición del Gobierno las mercancías que guardan en sus bodegas; están dispuestos, también, a contribuir con nosotros en la tarea de traer más víveres a la capital, señalándonos precios y sitios donde puedan encontrarse los deseados artículos de primera necesidad, que tanto necesitamos.

Después de transcurrido el plazo fijado para que los comerciantes manifiesten las mercancías que poseen, voy a conceder acción popular, para que todo el mundo pueda denunciar los lugares donde se hallen ocultas las mercancías que se han retirado del mercado, y las cuales se decomisarán para venderIas a los necesitados.

Prometió el coronel Quevedo poner en esta cuestión toda su energía, y agregó:

El Gobierno es suficientemente capaz de resolver la presente situación; por lo mismo no debe permitirse que el pueblo deje sentir su acción; sólo, cuando el Gobierno se declare imponente, será cuando el pueblo pueda dejar caer el peso de su mano.

Y terminó augurando que en breve finarán los motines que hoy se registraron en las calles. El Gobierno está dispuesto a reprimirlos prudentemente, ya que los considera resultantes de la labor de carrancistas y reaccionarios, que buscan que el pueblo cometa atropellos, especialmente con los extranjeros.

Entre general aplauso descendió de la tribuna el Ministro de Gobernación; y le siguió en el uso de la palabra el delegado Pérez Taylor. Después de felicitar, por su actitud revolucionaria al actual Encargado de la Cartera del Interior, observó que existía una medida que debe tenerse presente siempre: ya que la mayoría de los comerciantes, pusilánimes y cobardes cierran las puertas de sus establecimientos, impidiendo que el pueblo no pueda alimentarse, debe obligárseles a que las abran de nuevo.

Los establecimientos que continúan cerrados, no son únicamente aquellos tras de cuyos escaparates pueden contemplar los hambrientos los ampulosos pollos y las suculentas salchichas, sino también los bancos, las casas de cambio y las ferreterías, ¡como si el pueblo, para saciar su hambre, fuera a comerse los tornillos! ...

LAS MEDIDAS VIOLENTAS

Tal proceder ha justificado la conducta de Obregón; esa actitud nos demuestra que los que especulan, todos los que se nutren y engordan con los sufrimientos del pueblo, son sus principales enemigos y los creadores de la situación actual.

Y terminó excitando al Ministro de Gobernación para que sobre ellos haga sentir el peso de la Asamblea Revolucionaria, y haga que todos esos comerciantes cobardes, especuladores o bandidos, abran inmediatamente las puertas de sus establecimientos, ante la amenaza de que, si no lo hacen, se incendiarán esas puertas que permanecen cerradas.

Intervino en el debate el general Serrano, observando que será inconveniente vender el maíz en las comisarías. Lo más práctico sería -dijo-, entregarlo a los jefes de manzana, y que éstos informen quiénes pueden comprarlo y quiénes son los verdaderamente pobres y a quiénes deberá darse gratuitamente. Así se evitaría que mujeres pobres, después de permanecer por todo un día bajo los rayos del sol, en vez de recibir un puñado de maíz, mueran aplastadas por la multitud hambrienta.

A los dos oradores respondió el coronel José Quevedo.

A Pérez Taylor, que todo Gobierno, aun cuando sea un Gobierno revolucionario, tiene, como obligación imprescindible, dar garantías a todo el mundo.

Nosotros -dijo-, como Gobierno revolucionario, debemos ejercitar medidas revolucionarias; pero que estén bien pensadas y que nos favorezcan; no que nos desprestigien a los ojos de propios y extraños.

Yo he procurado quitar las plagas que sufría esta sociedad -continúa-, por ejemplo: los coyotes y los cambistas. Los primeros están en la cárcel, y a pesar de que muchas personas, para mí estimables, han intercedido por ellos, allí continúan.

Ahora, como ya lo manifesté, lo repetiré nuevamente: el mal no radica en los cambistas tan sólo; radica, de modo principal, en los bancos, pero contra ellos, sin orden €xpresa de esta Asamblea, nada puedo hacer.

COMO OBRARA EL GOBIERNO

No puedo mandar que el comercio abra las puertas -continuó el Ministro-, porque no tengo fuerzas para garantizarlo. Sé que muchos comerciantes han obrado malamente; sé quiénes tienen acaparados artículos de primera necesidad; pero, el domingo próximo, ya se podrá ver cómo obra el Gobierno en este asunto.

Por lo que respecta a las observaciones del general Serratos, dijo:

Por de pronto, el Gobierno sólo cuenta con los edificios de las comisarías para realizar las ventas. Después, ya se buscarán otros lugares. Ahora, lo que precisa es conjurar la gravedad de la situación.

La conveniencia de no vender maíz, como no sea convertido en masa -terminó- estriba en que se evitará que una sola persona adquiera maíz para venderlo a precio alto. Vendiendo la masa, sólo podrá adquirirse la cantidad absolutamente necesaria para cada hogar; porque de lo contrario, como ésta sólo dura pocas horas, se echará a perder.

El ciudadano Luis Méndez, para poner un hecho en conocimiento del Ministro de Gobernación:

Hay comerciantes que, ante la amenaza popular, amenaza que sólo puede llegar al extremo de apoderarse de las mercancías de que se ha privado al pueblo, han respondido a balazos a la multitud. Yo sé que esta mañana ha muerto una pobre mujer y que varios niños han sufrido graves lesiones ...

Y considero que si han fusilado a dos jefes militares porque intentaron robar, con mayor razón deben morir los que han robado siempre y ahora se han convertido en asesinos. Y que mañana no quede absuelto el matador, por el sólo hecho de ser un extranjero, que, para mí no existe más que un ladrón y un asesino ...

Tal vez tenga razón el ciudadano Méndez -respondió el Ministro-; el asesino ya está en poder de la justicia. Yo sólo debo decir que carezco de ley en que fundarme.

Nada puedo hacer a este respecto. Que la Soberana Convención decrete una ley marcial, y ya se verá si yo la hago cumplir o no ...

QUE COSA SON LOS TUMULTOS

El C. Marines Valero
Una cosa es la que proponíamos ayer y otra la que está resultando ...

Nosotros proponíamos que se nombrara una comisión que se incautara de los artículos de primera necesidad y que los vendiera o repartiese al pueblo para evitar tumultos que serían aprovechados por nuestros enemigos; porque, los tumultos son la anarquía y el desprestigio ...

Y esos señores que piden que el pueblo tome por su mano, seguramente no vieron lo que yo vi esta mañana en un mercado: el pueblo asaltó los puestos de verduras, y unos a otros se tiraban con los jitomates; es decir: destruyó lo que podria haber aprovechado para su alimento ...

Yo creo, que si los comerciantes han continuado cometiendo algún delito, debe castigárseles, imponiéndoles fuertes multas; pero nunca aconsejaré al pueblo que robe, porque, entonces, sería seguir las huellas marcadas por el general Obregón.

Una vez más, pido que se nombre una comisión que se incaute de esas mercancias para que las venda o reparta al pueblo. Eso sería revolucionario; lo contrario será labor de bandidos ...

El Ministro de Gobernación, concretando sus acuerdos
Mis disposiciones tienden: primero, a saber, por la buena qué cantidad de mercancías existe y con las cuales pueda favorecerse al pueblo. Segundo, si la lista que se ha pedido a los comerciantes no da los efectos que se desean, el Gobierno decomisará las existencias que no aparezcan en las manifestaciones, y esos víveres se llevarán al pueblo. Creo que estas medidas son las más prudentes que se pueden emplear en estos momentos.

El doctor Castellanos
Las disposiciones que se han dictado, ¿son exclusivamente para la ciudad de México?

El Ministro de Gobernación
Son para el Distrito Federal.

El doctor Castellanos felicitó al coronel Quevedo, porque, hasta ahora sólo se habían tenido presentes las necesidades de la metrópoli y se habían olvidado a las poblaciones foráneas donde también se deja sentir el hambre.

NO DEBE EXCITARSE AL POPULACHO

En seguida, el ciudadano Ministro de Gobernación pidió permiso para retirarse por tener que asistir a un Consejo de Ministros, donde también se considerará tan ardua cuestión, y, más tarde, tendrá que conferenciar con varios comerciantes.

La Asamblea concedió tal permiso, y el doctor Castellanos continuó en el uso de la palabra.

Lamentó las ideas expuestas por el delegado Pérez Taylor, que más que socialistas deben calificarse de socialeras.

Yo no quiero que se favorezca a los acaparadores y a los almacenistas -dijo-, pero, tampoco aceptaré que se excite al populacho. Yo no quiero que se tome la justicia por su mano, porque aún no ha llegado el caso.

Después, el orador entró en consideraciones e hizo ver que la Revolución se ha convertido en Gobierno, y como tal tiene que hacer respetar los derechos de todos y exigir el cuplimiento de las obligaciones que todos tienen. Calificó de ridículas e inmorales las manifestaciones que por la mañana recorrieron la vía pública. y ante tales calificativos protestó el público de las galerías, que desde las primeras palabras del doctor Castellanos empezó a dar muestras de disgusto.

Y entre gritos y siseos de los espectadores y no pocos aplausos de numerosos delegados, continuó el orador citando varios atropellos que por la mañana se registraron en distintos rumbos de la ciudad. Demostró que el populacho no obedeció a impulsos del hambre, porque algunas mujerzuelas y algunos boleros robaron objetos que no necesitaban para comer y varios transeúntes fueron despojados de dulces y pasteles, y la multitud, lejos de aprovecharlos, los tiró al suelo.

Denunció que un jefe militar invitó al populacho para que saqueara los grandes establecimientos mercantiles.

Eso es indigno ... (¡Es un bandido! ... Gritó una voz desde las galerías)

Y el doctor Castellanos hizo saber que también un delegado, faltando a sus deberes como revolucionario y hombre honrado, había aconsejado a la multitud al saqueo.

Y, el saqueo -afirmó-, no es el medio por el cual podrá resolverse el problema del hambre.

EL PUEBLO DE LA CAPITAL

Continuó el doctor Castellanos pugnando por que no se dé suelta a las malas pasiones del populacho. Y señaló al pueblo de la capital como el más cobarde y vil de la República, porque sufrió paciente a la usurpación. ¡No ayudó a la obra liberria, y ahora sí quiere aprovecharse de los motines! ...

Entre grande agitación de parte del público de las galerías, que muchas ocasiones le interrumpió con fuertes voces, continuó el doctor Castellanos.

Dijo no ser enemigo del pueblo y estableció importante diferencia: el pueblo no es el que ha robado algunos establecimientos comerciales. Ha sido el populacho. Calificó nuevamente de ridículas e inmorales las manifestaciones a que antes se refirió, y observó que cuando los carrancistas atacaron la ciudad, los carrancistas que, bien lo sabe el pueblo, lo harán morir de hambre, entonces, el populacho no hizo ninguna manifestación.

¿Qué ayuda prestó ese populacho a los bravos defensores? ¡Ninguna!

Después, el delegado Maurilio Acuña, secretario de la Comisión de Subsistencia, informó de las gestiones realizadas, y de las que habló anteriormente el Ministro de Gobernación. Y el delegado Pérez Taylor repitió las palabras de Cristo: ¡Benditos sean los hartos, porque ellos estarán satisfechos! Y con la Pardo Bazán, afirmó que los hombres que no tienen hambre jamás podrán comprender a los que sí la tienen.

La historia se repite: en el 93 de Francia hubo hambre; en el 915 de México también hay hambre. Y los mismos principios de entonces son los que nosotros tenemos.

Pasó a definir la doctrina socialista, y agregó:

Ya que se ha cantado la palinodia de las mujerzuelas y de los boleros, al doctor Castellanos debo decir: ¡Cuántas mujerzuelas de esas cayeron en el vicio por hambre! ¡Cuántos de esos canallas por hambre han robado!

Y no hay que engañarse ni hacerse ilusiones -terminó-; el problema del hambre está por resolverse; y, aun cuando muchos se espanten, sólo podrá ser resuelto decapitando a los acaparadores ...

El doctor Castellanos intentó hacer rectificaciones. Las galerías le impidieron hacerse oír.

Marines Valero, haciendo moción de orden observó que sólo podrían discutirse proposiciones que hubieran recibido dictamen.

Existe uno en poder de la Mesa -dijo-; que se le dé lectura. De otra suerte no haremos nada práctico. (Varios delegados salieron, y el quórum quedó incompleto)

El presidente
No habiendo quórum no puede tratarse nada ...

Pues entonces -dicen varios convencionistas-, suspenda usted la sesión ...

Y a las siete y treinta minutos de la noche, el coronel Salinas agitó la campanilla, declarándola terminada.

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