Índice de Crónicas y debates de la Soberana Convención Revolucionaria Recopilación de Florencio Barrera FuentesSesión del 5 de marzo de 1915 Primera parte de la sesión del 8 de marzo de 1915Biblioteca Virtual Antorcha

CRÓNICAS Y DEBATES
DE LAS SESIONES DE LA
SOBERANA CONVENCIÓN REVOLUCIONARIA

Compilador: Florencio Barrera Fuentes

SESIÓN DEL 6 DE MARZO DE 1915

Presidencia del ciudadano Matías Pasuengo

(Crónica del periódico La Convención, publicada en su edición del día 9 de marzo de 1915)


Bajo la Presidencia del general Matías Pasuengo, a las cuatro y diez minutos de la tarde, se abrió la sesión del sábado seis de los corrientes, de la Soberana Convención Revolucionaria.

Leída y aprobada el acta de la sesión anterior, la Asamblea se consagró al estudio y discusión en lo particular del Proyecto de Programa de Reformas Sociales y Políticas de la Revolución.

Su preámbulo, que dice:

La Convención Nacional Revolucionaria se propone procurar el respeto a los derechos del hombre y del ciudadano, y llevar a la práctica aquellos preceptos de las leyes de Reforma, que garantizan el principio de independencia entre la Iglesia y el Estado, así como las reformas agrarias y politicas sociales contenidas en el siguiente decreto, fue objeto de un reñido debate, en el que hicieron uso de la palabra; en pro y en contra, gran número de los delegados.

Inicia la discusión el delegado Orozco, en contra, atacando el preámbulo, que juzga inútil e indigno de una Asamblea revolucionaria.

El delegado Cervantes, en pro, analiza los argumentos esgrimidos por su antecesor en el uso de la palabra, y defiende con calor los derechos del hombre, base de las instituciones sociales.

Cita el orador la situación politica y económica de la República, antes de que desapareciera la dictadura; después analiza la situación del Estado de Morelos, y habla de la necesidad de establecer las autoridades, cultivar los campos y reconstruir todo lo que se ha destruido. Termina pidiendo la aprobación del preámbulo.

El licenciado Díaz Soto y Gama habla en contra y manifiesta que, la aprobación de ese preámbulo significaría abrir las puertas de la legalidad a los enemigos de la Revolución; apoya su afirmación citando el caso del Presidente apóstol Francisco I. Madero, y concluye pidiendo que, por respeto a la Historia y a la Revolución, se repruebe el preámbulo y no se conceda a los enemigos ninguna de las libertades enunciadas en los derechos del hombre.

El delegado Pasuengo cede la Presidencia al doctor Castellanos y hace uso de la palabra en contra, sosteniendo que es atentatorio para los hombres que han peleado, aprobar ese preámbulo, que sería el salvavidas de la reacción.

El delegado Cervantes entra en explicaciones precisas y terminantes, sosteniendo la aprobación del preámbulo, y el delegado Zepeda se refiere a la libertad de imprenta concedida por Madero, marcando la conducta de los periódicos Multicolor, El Mañana y otros que convirtieron en libertinaje las garantías otorgadas a la prensa.

El delegado del Valle aclara que su colega Zepeda se olvidó de citar al diario católico La Nación, y el licenciado Soto y Gama interpela a la Comisión Dictaminadora en el sentido de la redacción del texto del preámbulo. Contesta la interpelación el delegado Cervantes.

Para contestar una alusión personal, habla nuevamente el licenciado Soto y Gama, y después el delegado Piña habla en pro, sosteniendo la aprobación del preámbulo, como garantías al pueblo, y marcando la importancia de los derechos del hombre en la Constitución. El delegado Orozco ataca la Constitución, y parte de las galerías protestan.

El general Montaño pide que sea rechazado el prólogo, produciendo un discurso que fue muy aplaudido; el giro del discurso del orador hace suponer a la Asamblea que Montaña habla en pro. Esto da lugar a varios incidentes, que se resuelven después de algunas explicaciones del orador.

Después de dos horas de discusión, la Mesa anuncia que se va a dar lectura a los asuntos en cartera, y esta disposición provoca un incidente. El delegado Orozco protesta enérgicamente por el trámite que se acaba de dar; el licenciado Borrego pide el cumplimiento del Reglamento; el general Montaño formula una protesta a la Secretaría, a cargo del delegado Treviño, pregunta a la Asamblea si se considera suficientemente discutido el preámbulo.

Considerado suficientemente discutido, se pone a votación, resultando desechado por cincuenta y tres votos del contra. El pro tuvo treinta y cinco votos.

La Comisión traza de que vuelva el preámbulo a ser presentado a la Asamblea, reformado en el sentido de la discusión, y se declara rechazado en lo absoluto, pidiendo el licenciado Soto y Gama, y aprobando la Asamblea, que consten en el acta los nombres de los votantes en pro.

La Secretaria procede en seguida a dar cuenta con los asuntos en cartera, leyendo un mensaje de Teloloapan, dirigido al delegado Antonio Mesa y Salinas, de su poderdante, el genera] Salgado, quien le transcribe la orden telegráfica del general Emiliano Zapata, de substituirlo en la Convención, por persona patriota e identificada con los ideales revolucionarios. La lectura de este telegrama da lugar a una borrascosa discusión, que se prolonga por varias horas, en medio de aplausos estrepitosos, siseos, silbidos y continuo agitar de la campanilla, reclamando el orden.

El delegado Fierro manifestó a la Asamblea que su colega el señor Mesa y Salinas es un cumplido ciudadano, honrado a carta cabal, consciente de sus actos, que por haberse prestado a componendas de varios intrigantes se pretende expulsarlo del seno de la Convención por parte de la Delegación del Sur y por medio de una intriga indigna.

El ciudadano Fierro se refiere con energía a la labor de los intrigantes del Sur, para los que tiene frases severas. Su corta alocución produce aclamaciones en las galerías.

El delegado Cervantes sube al escenario y habla de las intrigas de las camarillas, pidiendo que por aclamación, la Asamblea aprueba dirigir un telegrama a los señores Zapata y Salgado, en el que se les manifiesta que el delegado Mesa y Salinas es grato a la Convención. La Asamblea lo aprueba en medio de ruidosísimos aplausos de las galerías y de la gran mayoría de la Asamblea, que rindió un homenaje de justicia al delegado Salinas.

El delegado Lecona manifestó que, efectivamente, hay intrigantes en el seno de la Asamblea, pero que él no es denunciante y el tiempo se encargará de descubrirlo. Refiriéndose al incidente, manifiesta que el delegado Mesa y Salinas no es grato a la Delegación del Sur, y pide a la Secretaría indique en qué sentido lo ha votado en la discusión del preámbulo. La Secretaría informa que el delegado Mesa y Salinas se abstuvo de votar, y el delegado Lecona concluye señalándolo como persona no adicta a la representación suriana.

El delegado Orozco protesta no ser intrigante, ni haber dirigido telegrama alguno al general Zapata; robustece las argumentaciones de su colega Lecona, de que Mesa y Salinas no es persona grata al Sur y protesta porque estima que el delegado Cervantes, ha usurpado funciones que no le competen, al pretender, por sorpresa, pedir la aprobación del telegrama oficial a los generales Zapata y Salgado.

El general Montaño, en nombre de la Delegación del Sur, formula enérgica protesta. La gran mayoría de la Asamblea levantóse indignada contra la injusticia de que era víctima Mesa y Salinas, no obstante las numerosas voces del Sur que intentan sincerarse del cargo, de que hayan sugerido el telegrama motivo del tumulto. El licenciado Díaz Soto y Gama públicamente manifiesta que él, representante del general Zapata, jamás le ha dirigido telegrama alguno, ni carta, ni recado personal, refiriéndose al profesor Mesa y Salinas.

Explica la formación de los partidos en los parlamentos, habla de las alas derechas e izquierdas de ellos, de las altas y bajas cámaras, y señala los ideales revolucionarios del Norte y del Sur, estudiando las representaciones de ambos.

El delegado Piña pide la palabra para una moción de orden y concedida que le fue, suplica a la Mesa, que le conceda la palabra al delegado Mesa y Salinas que permanece en pie hace más de media hora, pretendiendo defenderse de los cargos que se le hacen.

La Mesa concede la palabra al delegado Mesa y Salinas. Comienza diciendo que lamenta sobremanera, que su insignificante personalidad diera motivo a un debate tan reñido. Se refiere el orador a los delegados que lo han inculpado de no ser grato a la Delegación del Sur, y manifiesta que él jamás se ha humillado ante nadie, ni ha obedecido las indicaciones de los grupos; que, en las discusiones, vota conforme a su conciencia y de acuerdo con los intereses de la Patria, y que, probablemente, por emitir algunas veces votaciones contrarias a la Delegación del Sur, se le tiene por persona no grata.

Las palabras de Mesa y Salinas tuvieron la más honda emoción de sinceridad y una elocuencia sencilla, enfiladora de hechos y con tal acento fueron pronunciadas y tal espíritu había en la Asamblea y en las galerías, que estalló una nutridísima y prolongada tempestad de aplausos como muy pocos oradores la hayan obtenido en la Convención, desde Aguascalientes.

El delegado Velázquez manifiesta a la Asamblea que hace 24 años conoce al profesor Mesa y Salinas; siempre independiente y siempre leal, y que la Asamblea debe estar segura de tener en su seno a un honrado patriota.

El licenciado Palacios Moreno declara que se ha descubierto el velo de la disciplina del Sur, y que ésta es la causa del desorden producido. El delegado Méndez contesta que la Delegación suriana obra con toda libertad; interpela al delegado Fierro para que diga los nombres de los intrigantes. El delegado Fierro manifiesta que, al hablar de los intrigantes, no ha singularizado ni singulariza, pero que esos intrigantes existen.

Sube nuevamente el calor en las discusiones; hablan los delegados Marines Valero, Ortiz, Del Valle, Soto y Gama, Nieto, Montaño y Palacios Moreno.

El licenciado Soto y Gama explica el incidente; la Mesa lo da por terminado acordándose que el telegrama oficial será firmado por toda la Mesa Directiva de la Convención.

La Secretaría continúa dando lectura a los asuntos en cartera; del Ejecutivo que avisa haberse publicado el decreto sobre la organización del Gobierno, durante el período preconstitucional.

Del delegado Briones, que avisa estar enfermo y sin poder concurrir a las sesiones.

Del general Andrés Pérez que comunica haber nombrado su representante en la Convención al C. Alejo Osorio.

El licenciado Soto y Gama interpela a la Mesa por el trámite dado a la signación del telegrama al general Salgado, y pide se considere nuevamente el caso.

Explicó que si se enviaba el telegrama al general Zapata, firmado por la Mesa, algunos miembros de la Delegación del Sur, tendrían que telegrafiar a aquel jefe, haciéndole saber que ellos no estaban conformes, ni con esta decisión, ni con Mesa y Salinas; y esta declaración del líder suriano produjo vehementísimas acusaciones contra semejante actitud, inculpándosele de no someterse a las decisiones de la Convención y de exhibir furibunda animadversión contra el representante del general Salgado.

Este incidente da lugar a nueva discusión, declarando la Asamblea que no es de reconsiderarse.

Después de darse lectura a la orden del día, se pasa lista y se levanta la sesión a las nueve y veinte minutos de la noche.

PROGRAMA DE REFORMAS POLITICO-SOCIALES


Nota

No existiendo versión taquigráfica de estas sesiones y para mayor conocimiento del lector, insertamos el texto del Programa de Reformas Político-Sociales tal como fue presentado a la Soberana Convención Revolucionaria para su discusión, tomado de la publicación hecha por el periódico La Convención, en su edición del día 9 de marzo de 1915.

I. Destruir el latifundismo para crear la pequeña propiedad, dando a cada mexicano que lo necesite, tierra suficiente para su subsistencia y la de su familia.

II. Devolver a los pueblos los ejidos yaguas de que han sido despojados y dotar de ambos a las poblaciones, que, necesitándolos, no los tengan, o los posean en cantidad insuficiente para sus necesidades.

III. Fomentar la Agricultura, fundando bancos agrícolas que provean de fondos e implementos a los agricultores en pequeño e invirtiendo en trabajos de irrigación, plantíos de bosques, vías de comunicación y en general, en las obras de mejoramiento agrícola, todas las sumas que sean necesarias, a fin de que nuestro suelo produzca las riquezas de que es capaz.

IV. Fomentar el establecimiento de escuelas regionales de agricultura y de estaciones agrícolas de experimentación, para la enseñanza y adaptación de los mejores métodos de cultivo.

V. Evitar la creación de monopolios y destruir los protegidos por las administraciones anteriores, mediante la revisión de las leyes y concesiones relativas a explotación de bosques, pescas, petróleo, minas y demás recursos naturales.

VI. Aplicar una legislación minera que, además de impedir el acaparamiento de vastas zonas, declare caducas las concesiones de aquellas minas cuya explotación se suspenda por más de cierto tiempo.

VII. Preparar debidamente el restablecimiento del periodo constitucional que debe iniciarse el primero de enero de mil novecientos dieciséis, haciendo que los gobernadores o en su defecto los primeros jefes militares de cada Estado, nombren autoridades judiciales y convoquen con la debida anticipación, a elecciones sucesivas de Ayuntamientos, de diputados y Magistrados de los Estados, de Diputados y Senadores al Congreso de la Unión y de Magistrados de la Suprema Corte de Justicia.

VIII. Suprimir la Vicepresidencia de la República y las Jefaturas Políticas.

IX. Realizar la independencia de los Municipios procurando a éstos una amplia libertad de acción que les permita atender eficazmente los intereses comunales y los preserve de los ataques y usurpaciones de los Gobiernos Federal y local.

X. Procurar la efectividad del sufragio, con la adopción de procedimientos que eviten la indebida intromisión de las autoridades en las elecciones y castigar severamente los fraudes y abusos de aquéllas.

XI. Implantar el sistema de voto directo, tanto en las elecciones locales como en las federales, y facultar a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, para que decida si así lo piden los electores, en última instancia, sobre la validez de las elecciones de los Poderes de los Estados.

XII. Restringir las facultades del Ejecutivo de la Nación y de los Estados, y para ello adoptar un parlamentarismo adecuado a las condiciones especiales del país.

XIII. Reconocer amplia personalidad ante la ley a los sindicatos y sociedades de obreros, dependientes o empleados, para que el G06ierno, los empresarios y los capitalistas, tengan que tratar con fuertes y bien organizadas uniones de trabajadores y no con el operario aislado e indefenso.

XIV. Dar garantías a los trabajadores, concediéndoles amplia libertad de huelga, de boicotaje, para evitar que estén a merced de los capitalistas.

XV. Suprimir las tiendas de raya y el sistema de Vales para la remuneración del trabajo de los operarios, en todas las negociaciones de la República.

XVI. Precaver de la miseria y del prematuro agotamiento, a los trabajadores, por medio de oportunas reformas sociales y económicas, como son: una educación moralizadora, leyes sobre accidentes del trabajo, pensiones de retiro, reglamentación de horas de labor, higiene y seguridad en los talleres, fábricas, minas, etc., y, en general, por medio de una legislación que haga menos cruel la explotación del proletario.

XVII. Castigar a los enemigos de la causa revolucionaria, por medio de la confiscación de sus bienes y con arreglo a procedimientos justicieros.

XVIII. Procurar el mejoramiento de la situación hacendaria regularizando las rentas del Estado, con el perfeccionamiento de los procedimientos catastrales y de estadística, con la efectiva equidad en los impuestos y por medio de la facultad de qUé se investirá al Estado para expropiar bienes raíces, remunerando a sus dueños con el valor declarado por ellos mismos para el pago de sus contribuciones.

XIX. Reorganizar sobre nuevas bases el Poder Judicial, para obtener la independencia, aptitud y responsabilidad efectiva de sus funcionarios y hacer efectivas también las responsabilidades en que incurran los demás funcionarios públicos que falten al cumplimiento de sus obligaciones.

XX. Formular las reformas que con urgencia reclama a derecho común, de acuerdo con las necesidades sociales y económicas del país; modificar los Códigos en ese sentido y suprimir toda embarazosa tramitación, para hacer expedita y eficaz la administración de justicia, a fin de evitar que en ella encuentren apoyo los contratantes de mala fe.

XXI. Establecer procedimientos especiales que permitan a los artesanos, obreros y empleados el rápido y eficaz cobro del valor de su trabajo.

XXII. Proteger a los hijos naturales y a las mujeres que sean víctimas de la seducción masculina, por medio de leyes que les reconozcan amplios derechos y sancionen la investigación de la paternidad.

XXIII. Favorecer la emancipación de la mujer por medio de una juiciosa ley sobre el divorcio, cimentando la unión conyugal sobre la mutua estimación y el amor y no sobre las mezquindades del principio social.

XXIV. Atender a las urgentes necesidades de educación y de instrucción laica que reclama el pueblo, elevando la remuneración y consideración del profesorado, estableciendo escuelas normales en cada Estado o regionales en donde se necesiten, exigiendo en los programas de instrucción que se dedique mayor tiempo a la cultura física y a los trabajos manuales y de lnstrucción práctica, e impidiendo a instituciones religiosas que impartan la instrucción pública en las escuelas particulares.

XXV. Reorganizar el Ejército Nacional sobre las bases de la moralización de sus elementos, de la revisión de las hojas de servicios, de la reducción de su efectivo en armas y del reconocimiento de la sagrada obligación que tiene todo ciudadano de defender el territorio nacional y las instituciones legales.

Cuernavaca, 18 de febrero de 1915.
Federico Cervantes.
Ezequiel Catalán M.
Alberto B. Piña.
Heriberto Frías. Conforme, a excepción de los artículos XXII y XXIV que rechazo en parte y el XXIII que repruebo; reservándome el derecho de fundar. verbalmente las razones de mi oposición.
Enrique M. Zepeda. Con exclusión del artículo XXII.
D. Marines Valero. En desacuerdo con el preámbulo y en contra del artículo XXV.
A. Díaz Soto y Gama.
Otilio E. Montaño. Con excepción del preámbulo.
S. Pasuengo.

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