Índice de Crónicas y debates de la Soberana Convención Revolucionaria Recopilación de Florencio Barrera FuentesPrimera parte de la sesión del 10 de marzo de 1915 Primera parte de la sesión del 11 de marzo de 1915Biblioteca Virtual Antorcha

CRÓNICAS Y DEBATES
DE LAS SESIONES DE LA
SOBERANA CONVENCIÓN REVOLUCIONARIA

Compilador: Florencio Barrera Fuentes

SESIÓN DEL 10 DE MARZO DE 1915

Presidencia del ciudadano Matías Pasuengo
Segunda parte


El C. Piña
Voy a hacer, señores delegados, una aclaración y una rectificación.

Empezaré por la rectificación, que consiste en lo siguiente: el señor licenciado Borrego ha afirmado que la Federación interviene cuando surge una dificultad entre dos Estados; yo le hago notar o le recuerdo al señor licenciado Borrego que también puede intervenir cuando surge un conflicto entre los Poderes del Estado o de un Estado; ésa es la rectificación.

La aclaración: En la República hay, aproximadamente, como lo sabemos todos, ocho mil seiscientos diecisiete municipios, y, en consecuencia, se practican durante el año, ocho mil seiscientas diecisiete elecciones municipales o de los Ayuntamientos; imagínense ustedes si la Suprema Corte de Justicia fuera a conocer, ya no de la totalidad de esas elecciones en última instancia, sino de la mitad nada más, de la quinta parte ...

El C. Soto y Gama
De los Poderes de los Estados.

El C. Piña
También se practican elecciones de funcionarios, de magistrados y de gobernadores y de otros funcionarios; si la Suprema Corte de Justicia fuera a conocer en última instancia, de parte, no de todas, de parte de esas elecciones, resultaría que no le alcanzaría el tiempo para leer los expedientes respectivos; simplemente para eso, y los asuntos que le están encomendados de preferencia, que son los de velar por el respeto a las garantías individuales, esos asuntos tendrían que ser considerados por ese supremo poder, como de segundo orden y esto con perjuicio de la nación.

He hecho la aclaración.

El C. secretario
La Mesa pregunta a la Asamblea si desea que continúe la discusión de este artículo, porque ya concluyeron las dos horas, o si se pasa a la orden del día.

Los que estén por que sea la orden del día, sírvanse ponerse de pie.

Sigue la discusión del Programa.

El C. Soto y Gama
Pido la palabra para rectificar hechos.

El C. presidente
Tiene la palabra el ciudadano Velázquez, en pro.

El C. Velázquez
El argumento principal que han alegado los oradores del pro, es que la Suprema Corte de Justicia reconozca en última instancia de las elecciones de los Poderes de los Estados -oígalo bien el señor Piña-, no se trata de los distritos o municipios.

El principal argumento es que se invade la soberanía de los Estados, y con esto quiere decir, según mi entender, que todo Poder Federal que interviene en algo que toque a los actos de los Estados, ya viola esa soberanía; sin embargo, hay leyes de aduanas, de comercio y muchas otras que pueden ustedes alegar. (Voces. Campanilla)

Si ésta es una disposición que tiende a evitar la corrupción electoral por medio de un poder alto que está lejano del lugar donde se traman los chanchullos, porque viene a dar ese resultado la violación del sufragio, nada de extraño es que la Convención decrete que la Suprema Corte, que puede ver estos asuntos con más serenidad, decida en última instancia, y por eso dice: en última instancia.

Hay más, dice el señor Piña que los municipios son muchos, ¿y qué sucedería si la mitad fuera ante la Suprema Corte a pedir la revisión?

Aparte de que no tienen que ver nada los municipios, aun tratándose de las elecciones municipales y de los gobernadores de los Estados, no sería posible ponernos en esa consideración, porque también la Suprema Corte de Justicia tiene que resolver sobre violaciones de garantías individuales, ¿y qué sucedería si los quince millones de hombres o habitantes de la República se presentaran pidiendo que no se violen sus garantías? (Aplausos)

Nunca se deben poner esta clase de argumentos porque son de mala fe. Por esta razón creo que es más legal, que es más atinado, que es más correcto, que la Suprema Corte de Justicia resuelva y no el Congreso de un Estado; porque ya me parece que veo al diputado de determinado distrito, recibiendo al vecino, al amigo del municipio, para que influyan más directamente sobre él que con los individuos que están en la Suprema Corte.

Ahora, en nuestras leyes existentes se ve el caso de que el Poder Federal interviene en las dificultades de los Estados y hasta de poder a poder. Al mismo señor delegado Piña le consta que existió una dificultad entre el gobernador Maytorena y el Congreso de que él formaba parte, sobre la expedición de una ley; y el Senado vino a resolver en definitiva la publicación de esa ley, y era cuestión electoral ...

El C. Piña (interrumpiendo)
No.

El C. Velázquez
Fue en el asunto de las Prefecturas, como lo recordará el señor Piña.

De manera que no sé por qué estos señores alegan que se invade la soberanía de los Estados; entonces en cada acto que practicaran los magistrados de la Suprema Corte y en que tuvieran que ver algo con los Estados, diríamos que se estaba invadiendo su soberanía; entonces hagamos que los Estados no tengan ninguna relación entre sí, relación con la Federación, en ningún sentido, y entonces no se ataca la soberanía.

Por esa razón creo que la Suprema Corte de Justicia es la que debe decidir en última instancia; porque será la única legal en el caso y la más imparcial para resolver. (Aplausos)

El C. Nieto
Son hombres de otra raza, ¿verdad?

El C. Cervantes
Pido la palabra para una aclaración, mejor dicho, para un hecho.

El C. presidente
Tiene usted la palabra.

El C. Cervantes
Les suplico a los señores que para sus argumentos recuerden el caso del derrocamiento de Lerdo de Tejada como Presidente de la República; entonces se suscitó justamente este incidente de las facultades o no facultades que tenía la Suprema Corte de Justicia; y les ruego que tengan presente que debido a las declaraciones injustificadas que hizo el señor don José María Iglesias, de que no era legal la elección, se provocó una revolución.

Y el otro hecho es éste: el señor Velázquez, que fue uno de los renovadores de la Asamblea legislativa de hace poco tiempo, del tiempo del señor Madero, presencio y dio su voto en la cuestión que se presentó con don Francisco Pascual García, cuando pidió amparo a la Suprema Corte de Justicia, para que resolviera sobre la validez de su elección como diputado al Congreso de la Unión, y me extraña que entonces el señor Velázquez haya dado su voto con un criterio que ahora viene a estar en completa contraposición con lo que expone. (Aplausos)

El C. Piña
¿Tengo la palabra, señor presidente?

El C. Soto y Gama
Para un hecho importante. Porque el señor Cervantes, que se mete en terreno vedado para él, como es la Jurisprudencia, ha dicho muchas herejías jurídicas, y la última herejía es ésta: pretender confundir el caso de que un diputado al Congreso de la Unión sea bastante bárbaro para no saber que la Cámara de Diputados es la única que puede decidir sobre la validez de la elección de sus miembros, con el caso enteramente distinto de un poder local, de un gobierno local, que puede acudir a la Suprema Corte de Justicia, y que si no acude a ella, su voto es enteramente interesado.

Ya sabemos por qué el ilustre Vallarta opinó en ese sentido; Vallarta, el gran Vallarta, aspiraba a la Presidencia de la República, que quería tener de su parte a varios Estados, entre ellos al de Jalisco, que era su Estado natal, y para halagar a los Estados y hacerles la barba, interpretó la Constitución en el sentido de ampliar su soberanía, disminuyendo las facultades de la Suprema Corte; de ese modo contaba con que el Estado de Jalisco votara a su favor, así como el de Guanajuato y otros, y por eso falseó el sentido y dijo que la Suprema Corte de Justicia tiene derecho para revisar las elecciones locales; y como aquí, además, se trata de reformar la Constitución, es bueno que se entienda que no estamos sosteniendo más que esto: que la soberanía de los Estados, que ha sido materia de tantas limitaciones, sufre una limitación más, estamos limitando la soberanía de los Estados hasta este extremo: nos metemos hasta el régimen municipal, nos metemos hasta la cuestión de tierras, nos metemos, probablemente, hasta la cuestión del divorcio, y ya las Leyes de Reforma reglamentan el matrimonio y la familia; de manera que los Estados no van a tener libertad para legislar, ni sobre la familia, porque las leyes imponen taxativas; ni sobré los municipios, porque se les obliga a la mayor independencia; ni sobre el voto, porque se les impone el voto directo; ni sobre tierras, porque se van a regir sobre leyes generales; ni sobre minas, porque están sujetos a leyes generales; ni sobre comercio, porque también hay un Código de Comercio, y después el señor Piña reconoce también que la soberanía de los Estados no es igual a la soberanía nacional, sino que es una soberanía muy relativa y muy llena de restricciones; él y el señor Nieto nos salen con el argumento de que se atacará la soberanía, y se atacaría la soberanía cuando fuera del pacto constitucional se estableciese una legislación fuera también de la soberanía de los Estados; pero cuando la Constitución fija límites, no son ataques a la soberanía; por ejemplo, la Constitución dice: Se prohíbe a los Estados acuñar moneda, se prohíbe a los Estados contratar empréstitos con naciones extranjeras, se prohíbe a los Estados hacer tratados con potencias extranjeras, se les prohíbe hacer la guerra o la paz, etc., etc.; todos ésos no son ataques a la soberanía, y no será ataque a su soberanía cuando mañana, que esté reformada la Constitución, se diga: Se faculta a la Suprema Corte de Justicia para evitar sinvergüenzadas de las Legislaturas locales, en materia de elecciones. (Aplausos)

El C. Nieto
Pido la palabra para rectificar un hecho o hacer una aclaración.

El C. presidente
Un momento, señor; el delegado Piña tiene la palabra en contra y hasta que acabe le concederé a usted la palabra.

El C. Nieto
El señor delegado Piña me da permiso; si la Mesa me lo permite rectificaré un hecho.

El C. presidente
Entonces, ¿a quién le concedo la palabra?

El C. Piña
A quien usted quiera.

El C. Velázquez
Quiero probarle que sí tengo derecho.

El C. presidente
Entonces usted concédasela.

El C. Piña
No, señor; usted dígalo; la Mesa es la que debe disponerlo.

El C. presidente
Pues yo digo que usted siga hablando y que los demás lo oigan. (Risas)

El C. Velázquez
¿Cómo permite usted que hable el señor Cervantes?

El C. Cervantes
¿Cómo se permite usted interrumpir al orador?

El C. Nieto
Hago notar que ya me permitió hablar el señor Piña.

El C. Piña
Sí, señor.

El C. Velázquez
No puede hablar. (Campanilla)

El C. Nieto
¿Por qué se la dio entonces al señor Soto y Gama?

El C. Piña
Restablezca usted el orden, señor presidente.

El C. presidente
Confieso que el señor Soto y Gama se me pasó.

El C. Nieto
Pues todos hijos o todos entenados. (Voces. Campanilla)

El C. Contreras
Pido la palabra para una moción de orden.

El C. presidente
¿A qué horas comienza a hablar el señor Piña?

El C. Piña
Cuando el señor presidente restablezca el orden.

El C. presidente
(Campanilla)

El C. Piña
Señores delegados:

Debo empezar por rectificar un hecho aseverado por el señor Velázquez, el cual, según lo presenta él, resulta inexacto; efectivamente, durante la época en que tuve el alto honor de pertenecer a la Legislatura local del Estado de Sonora, surgió un conflicto entre el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo de aquel Estado, con motivo de la Ley número 39, y que tenía por objeto esta ley, es decir, las reformas que en ella se consultaban, restarle facultades a los Prefectos y ampliar las facultades que debían tener los Ayuntamientos en aquella entidad federativa; con ese motivo, repito, surgió el conflicto, no por cuestión de elecciones; de modo que hago notar la inexactitud del señor Velázquez, en haber aseverado que el conflicto surgió con motivo de elecciones.

El señor licenciado Soto y Gama pretende aquí engatuzarnos con argumentos sofísticos y con afirmaciones también absurdas; nos dice que los Estados no tienen facultades para legislar en materia de tierras. Ciertamente, y hago notar aquí, de paso, que el señor licenciado Soto y Gama es uno de los que más se oponen a que los Estados tengan facultades para legislar en cuestión de tierras; pero sepa la Asamblea que los Estados nunca han tenido esa facultad, es decir, la de legislar en materia agraria, y en eso consiste precisamente la razón de por qué en México estamos tan atrasados y subsisten inmensos latifundios en perjuicio del progreso y del bienestar de nuestro pueblo; nos quiere también hacer creer que nosotros hemos dado una disposición encaminada a dejar en absoluta libertad a los municipios; efectivamente, ésa es la idea de la Asamblea; pero la Asamblea no ha cometido una temeridad, que no sería otra cosa, señalando la manera de cómo vamos a lograr una idea que es muy halagadora.

La libertad económica y política de los Ayuntamientos y de los municipios se conseguirá por el único procedimiento que existe: excitando a los gobiernos locales para que dejen mayor libertad a esas instituciones; nunca podrá hacerlo el Gobierno del Centro, porque eso equivaldría sencillamente a entrometerse en cosas que no le corresponden.

Yo me opongo a que la Suprema Corte de Justicia conozca en última instancia en materia de elecciones, porque eso constituye, ya no un ataque a la soberanía de los Estados, sino que da motivo para que se corrompa el Poder Judicial, desde el momento mismo en que va a conocer de asuntos políticos; y todos sabemos que una de las cosas que más corrompen a las autoridades es la de que tengan intervención en cuestiones políticas; y si hasta hoy el Poder Judicial ha sido el único de los que se han portado o se han manejado con relativa honradez, desde el momento mismo en que le concedamos facultades para que se entrometa en asuntos políticos, indudablemente que este poder que, como digo, hasta hoy ha observado una honradez relativa, porque sus funciones se limitan a interpretar las leyes, se corromperá como los demás poderes.

Hago notar a los señores delegados, que en cuanto los pueblos de las diferentes entidades de la República, en cuanto los gobiernos de los Estados se den cuenta de que nosotros pretendemos, de que nosotros tenemos esa pretensión estúpida (porque no es otra cosa) de violar su soberanía, de no respetar los pactos que existen desde hace muchísimos años, entre los Estados de la Unión Mexicana, el descontento será general en todo el país.

Llamo la atención a la Asamblea, respecto de la circunstancia de que, conforme a la Constitución General de la República, los Estados son libres y soberanos para resolver sus asuntos, tanto políticos como administrativos, y en el evento o en el caso frecuente, porque realmente es frecuente, que parte de un pueblo o de un partido político de algún Estado no esté conforme con el resultado de las elecciones municipales, por ejemplo, este partido político tiene un recurso que alegar en apoyo de su derecho: ocurriendo al Poder Legislativo del Estado, en solicitud de nulidad de las elecciones respectivas, y este poder es el que resuelve en última instancia; y recuerdo en este momento que las constituciones, oígase bien, las constituciones de todos los Estados disponen que las Legislaturas locales son las que dicen la última palabra en materia de elecciones del Estado; todas, estaría dispuesto a probarlo, y yo invito al señor licenciado Soto y Gama, a que me demuestre lo contrario; y yo sí estoy presto a demostrar lo que digo, con la colección de las leyes de las distintas entidades de la República y todas esas constituciones tienen esa disposición.

El C. Soto y Gama
No lo niego; pero me asusto.

El C. Píña
Aun cuando se asuste usted, ésa es la verdad. Ciertamente se trata de una reforma que puede provocar verdaderos conflictos, porque se puede dar lugar a que los diferentes Estados protesten contra los procederes nuestros.

Tengo en mi mano un estudio muy concienzudo hecho por el eminente Riva Palacio, quien, a propósito de una sentencia dictada por la Suprema Corte de Justicia sobre un conflicto surgido precisamente en el Estado de Morelos y que él califica'de absurdo, porque la Suprema Corte de Justicia no se ha limitado en su fallo a velar por las garantías individuales que nos otorga la Constitución y ha pretendidó, con su famoso fallo, inmiscuirse en asuntos que son de la exclusiva competencia de los gobernadores de los Estados, opina el señor Riva Palacio que la Suprema Corte de Justicia debe limitarse, o más bien, que la misión de la Suprema Corte de Justicia es velar constantemente por los derechos del hombre y del ciudadano, pero que por ningún motivo debe meterse en asuntos que sólo corresponden a los ciudadanos de los Estados.

El C. Nieto
Pido la palabra para rectificación de hechos.

El C. Velázquez
Pido la palabra para un hecho, una rectificación y una aclaración.

El C. presidente
Se les concederá la palabra en el orden en que están inscritos.

El C. Nieto
Es para un hecho.

El C. presidente
El ciudadano Cervantes la ha pedido antes que usted.

El C. Velázquez
El Reglamento dice que se concede primero para aclaraciones.

El C. Nieto
Yo la pido para un hecho y ya la había pedido desde antes.

El C. Velázquez
Se ha asegurado una herejía. ¿Después del señor Nieto hablaré yo?

El C. presidente
Después del señor Cervantes. Tiene la palabra el ciudadano Nieto.

El C. Nieto
La aclaración es la siguiente:

El licenciado Soto y Gama, que ya ha argumentado tres o cuatro veces en pro de sus tesis, nos ha dicho que al aceptar todos los principios que hemos aprobado respecto a la independencia de los municipios, hemos violado la soberanía de los Estados. Se engaña el señor Soto y Gama; no la hemos violado, porque no se viola la soberanía de los Estados cuando se aceptan principios que los afecten; pero sí se viola la soberanía de los Estados cuando, además de imponerles esos principios queremos entrometernos en sus procedimientos enteramente locales, y la cuestión de la intromisión de la Suprema Corte de Justicia es procedimiento; por esa circunstancia es por la que se viola la soberanía de los Estados.

El hecho es el siguiente: no solamente está en pugna con el artículo noveno esta proposición, sino que está también en pugna con el artículo que se refiere a la intromisión de las autoridades en las elecciones. Acabamos de aprobar que se evitará por todos los medios posibles que las autoridades se entrometan en las elecciones, y me extraña mucho que, acabando de aprobar ese principio, ya vayamos con otro en el que precisamente se considera como necesarísima reforma constitucional, el hecho de que las autoridades se entrometan en las elecciones.

¿A quién atiendo, a los que sostuvieron el primer artículo, o al señor licenciado que sostiene este segundo?

Yo no sé a qué atenerme y me extraña mucho la falta de lógica y la falta de conciencia de lo que hemos hecho.

El C. presidente
Tiene la palabra el ciudadano delegado Cervantes.

El C. Cervantes
Decididamente ésta es una serie de aclaraciones al señor licenciado Soto y Gama; ya va a tener que soportarlas.

Es indudable, señores delegados, que yo no pretendo tener pericia en materia jurídica; pero quiero sentar este hecho: el señor licenciado, valiéndose de la preemínencia que tiene un abogado sobre uno que no lo es, sobre todo si es militar, afirmó que yo había expresado diversas herejías en materia jurídica; nada más que, después de afirmarlo, se le olvidó probarlo.

El otro hecho que quiero sentar es que el señor licenciado expresó claramente que el licenciado Vallarta, al emitir su juicio, que es todo un estudio, aplaudido por la gran masa de los abogados notables del Foro mexicano, al hacer y presentar sus estudios, lo hacía interesadamente, que era una torpeza y que tenía estas miras y las de más allá; y con eso, el señor licenciado no hace más que poner en evidencia un sistema muy frecuente en él: el sistema de constituirse en demoledor de reputaciones de personajes.

Nunca sin prueba podria yo sentar que la opinión del señor licenciado Soto y Gama fuera a prevalecer contra la de su colega el coloso Vallarta; pero debo advertir que ese acto del señor licenciado nos es perfectamente explicable. Los socialistas no pueden reconocer personalidad superior ninguna, y los anarquistas -él declaró que es anarquista- no sólo no la admiten, sino que tienden a suprimirla. (Áplausos)

El C. Velázquez
El señor delegado Cervantes ha aseverado que yo no tengo criterio (risas) y para comprobarlo dice que, cuando fui diputado renovador yo no admití que la Suprema Corte de Justicia conociera de la elección del señor licenciado Pascual García, y el señor Cervantes ha olvidado que aquí no se trata del Poder Federal, sino de un poder local de un Estado, lo cual resulta completamente distinto; es un caso especialísimo, con lo cual le pruebo que sí tengo criterio, porque, en primer lugar, resolví así en razón de estar cumpliendo con ley expresa que dice que la Cámara de Diputados resolverá sobre la elección de sus miembros; y mal podría un poder extraño entrometerse en las elecciones de ellos.

Y ahora voy con el señor diputado Piña (risas), delegado actual; el señor Piña es un buen revolucionario, por lo menos así lo he considerado hasta ahora; pero acaba de darle un bofetón muy grande a la Revolución: asegura que el Poder Judicial en nuestro país fue bueno.

El C. Piña
Relativamente.

El C. Velázquez (continuando)
Y si quiere, le voy a demostrar con tres hechos que no había entonces Poder Judicial. (Voces: ¡Con uno basta!)

Con uno no. (Siseos y risas)

El primero, cuando el Juez de Primera Instancia, ciudadano Rendón, dio libertad a un asesino, por miles de cosas que sabe el señor Piña.

El C. Piña
No me consta.

El C. Velázquez
Segundo:

Cuando el tribunal de Sonora dijo, para favorecer a un cacique, que poner el fierro a unos animales encima de otro no era delito, porque el Código a este respecto no decía nada (aplausos); fue lo mismo que cuando un juez americano, cuando se acusó a un indivíduo de que había matado a un chino, dijo que el Código no decía nada sobre esto, porque matar un chino no era delito. (Aplausos y risas)

Y respecto de la Suprema Corte de Justicia, recuerde el señor Piña el asunto de Santa Marta; el pueblo de Santa Marta es una comunidad que tiene multitud de tierras de labor. (Voces: ¡Ya dijo los tres!)

Un señor francés denunció esos terrenos como baldíos, y aquellos desgraciados alegaron que hacía quinientos años que sus antepasados estaban poseyendo esos terrenos; pero como la Constitución dice que ninguna corporación civil o eclesiástica puede administrar bienes raíces, el francés se apoderó de ellos.

Ese es el tercer ejemplo de la buena autoridad judicial. (Aplausos)

El C. secretario
La Mesa, por conducto de la Secretaría, informa a los ciudadanos delegados que habiendo asuntos urgentes en cartera, se suspende la discusión del Programa de Gobierno.

El C. Marines
Que se pregunte a la Asamblea si quiere que se vote o no. (Voces: No, no; sí, sí)

El C. Marines
Para una moción de orden, pido la palabra.

Suplico a usted atentamente que pregunte a la Asamblea, que no se dirija usted por unos cuantos, que no son la Asamblea; que se pregunte a la Asamblea si quiere que se vote o no el artículo a discusión; si ellá lo niega, perfectamente; pero no porque no lo quieren tres o cuatro, deje de preguntarse.

El C. presidente
Yo debo manifestar al señor delegado Marines, que la Asamblea manifestó claramente que continuara el debate, la Mesa quiso ilustrar a la Asamblea manifestándole que hay asuntos muy importantes en cartera; pero no tiene inconveniente en que siga el debate.

El C. Santos Coy
No, señor.

El C. Nieto
Para una moción de orden, pido la palabra.

El C. presidente
Vamos a preguntar; la Asamblea es la que manda.

El C. Nieto
Para una moción de orden, pido la palabra.

Precisamente porque la Asamblea manda, la Asamblea ha mandado que solamente dos horas discutiéramos el Programa, y ya se ha pasado más de una hora.

El C. presidente
La Asamblea aprobó que siguiera el debate.

El C. Nieto
Magnífico; pero ya siguió el debate y todavía no se puede acordar nada.

El C. presidente
Si la Asamblea quiere que siga ...

El C. Sergio Pasuengo
Habiendo hablado 60 en pro y sesenta y tantos en contra, que se pregunte si está suficientemente discutido.

El C. presidente
Hay todavía dos en pro y dos en contra del segundo.

El C. Sergio Pasuengo
Son 62 ahora.

(El ciudadano secretario dio lectura a la siguiente proposición):

Habiendo probabilidades de que la capital sea evacuada por las tropas carrancistas, y siendo un hecho el que tales tropas no se han ocupado de otra cosa que de ejercer actos vandálicos extrayendo de la ciudad todo lo que han podido, y agotando toda clase de recursos hasta producir el hambre y la miseria del pueblo.

Supuesto que al ocupar la capital podemos continuar incomunicados con el Norte, con lo que la gran ciudad estaría en el mismo estado que antes, puesto que son escasísimos los artículos de primera necesidad que pueden procurarse en el Valle de México; y dado que esta H. Convención está en la obligación moral y políticamente, de preocuparse por remediar el desastroso estado en que seguramente se encontrará la capital, cuando la ocupen tropas surianas, proponemos que se apruebe el siguiente

DECRETO

Se autoriza al C. Encargado del Poder Ejecutivo para que emplee hasta cinco millones de pesos, de los veinticinco millones, cuya emisión se le ha autorizado, a fin de que con la mayor urgencia se adquieran y almacenen elementos de primera necesidad, con qué surtir a los habitantes de la capital de la República cuando esté en poder de las tropas convencionistas.

Cuernavaca, Mor., marzo 10 de 1915.
F. Cervantes.
A. Díaz Soto y Gama.
Gral. Otilio E. Montaño.
C. Treviño.
A. Cuarón.
Castellanos.
(Rúbricas)

(Aplausos nutridos)

A la Comisión de Hacienda. (Voces: Se declara de pronta y obvia resolución)

El C. Fierro
Para evitar un trámite que es inútil, puesto que la Asamblea está por la afirmativa, pido que se dispense el de que pase a la Comisión de Hacienda, porque ésta dictaminaría en sentido afirmativo; lo que se debe preguntar a la Asamblea es si desde luego se aprueba. (Aplausos)

El C. secretario
La Mesa, por conducto de la Secretaría, pregunta a los señores delegados si se toma en consideración la proposición verbal que acaba de hacer el señor Fierro. (Voces: ¡Sí, sí!)

La Mesa, por conducto de la Secretaría, pregunta a los señores delegados si aprueban la proposición que dice: (Leyó)

Los que la aprueben, sfrvanse poner en pie. (Voces: ¡Todos! Aplausos)

El C. Cervantes
Dos palabras nada más diré, para pedir que, por el buen nombre de esta Asamblea, conste en el acta que la proposición fue aprobada por unanimidad y aclamación, con dispensa de trámites. (Aplausos)

El C. José Luis Valle
Pido la palabra, para una moción de orden.

(El ciudadano secretario dio lectura a un oficio suscrito por el ciudadano A. Cuarón, por el cual presenta su renuncia del cargo de delegado, a fin de dedicar todas sus energias y tiempo a la atención del Hospital Militar de esta ciudad).

A la Comisión de Poderes.

La Mesa, por conducto de la Secretaria, pregunta si se acepta esta petición como de pronta y obvia resolución. (Voces: ¡No! ¡no!)

El C. Cuarón
Pido la palabra.

El C. presidente
No hay nada a discusión. (Voces: Tiene derecho para apoyarla)

El C. Cuarón
Señores delegados:

Actualmente se encuentran asilados en el Hospital Militar de esta plaza, gran cantidad de heridos que han sido recogidos en la línea de combate, y esos heridos no tienen la asistencia necesaria, porque no hay una verdadera dirección en el Hospital; tenemos alli a dos eminentes cirujanos, que son el doctor Silva y el doctor Cerisola, que los atienden bajo el punto de vista quirúrgico, perfectamente bien; pero bajo el punto de vista administrativo está aquello mucho, muy mal atendido, porque yo no puedo dedicarle todo el tiempo necesario a la atención especial de los detalles administrativos, y a la mejor me encuentro en virtud de tener que estar toda la tarde en la Convención, con que los enfermos no pueden tomar en la noche sus alimentos debidamente, o con cualquiera otra cosa del servicio; así es que los enfermos no están atendidos en la forma en que debían estarlo.

Yo me he dedicado durante toda mi época profesional, única y exclusivamente a atender enfermos y heridos y las circunstancias especiales en que me he encontrado en el Estado de Morelos, me han obligado a venir a esta Convención y no tengo aptitudes para eso; pero tengo aptitud suficiente para dirigir un hospital, porque ya lo he dirigido otras veces, y he visto que es posible que lo pueda atender debidamente; pero, para atenderlo, necesito dedicar todas mis energías a ello, para que puedan estar los enfermos debidamente atendidos; por lo tanto, suplico a la Asamblea tenga la bondad de considerar esta proposición de pronta y obvia resolución y ya, en su oportunidad, expondré los motivos especiales por los cuales es indispensable que yo me separe de aquí.

El C. secretario
La Mesa, por conducto de la Secretaría, pregunta a la H. Asamblea ...

El C. Castellanos
Pedí la palabra en contra de considerarla de pronta y obvia resolución. (Murmullos)

Yo tengo derecho a hablar en contra.

El C. presidente
Tiene usted la palabra.

El C. Castellanos
Yo voy a hablar en contra de que el señor Dr. Cuarón considere su moción de pronta y obvia resolución; no voy a hablar, entiéndase, en contra de que el Dr. Cuarón pueda dedicarse a curar a los heridos, cosa muy justa y natural ...

El C. Casta
Y humanitaria.

El C. Castellanos
Usted puede seguir agregando todo lo que guste.

El señor Dr. Cuarón efectivamente cree tener mucha razón al querer declarar esto de pronta y obvia resolución, para dedicarse con toda libertad a lo que él, con mucha justicia, dice que es para lo que él sirve; pero no debe tomarse en consideración como de pronta y obvia resolución, porque seguramente que 24 horas más o menos pueden muy bien ilustrar el criterio de la Comisión.

Yo, como miembro de la Comisión de Poderes, quiero estar perfectamente documentado para no restarle a esta Convención un elemento, el cual creo que de todas maneras debe tenerlo en su seno. No es enteramente indispensable que por 24 horas más o menos que se retardará este asunto, los enfermos mejoren o empeoren de manera tan trascendental que por ese simple hecho ocho o diez heridos vayan a perder la vida o ponerse en tales condiciones que después sea imposible devolvérselas, y por eso digo yo que no es de tan urgente resolución este asunto y necesitamos ese tiempo para poder meditar debidamente en él, porque en último caso debe concederse al señor Dr. Cuarón una licencia, pero él no debe retirarse, por ningún motivo, de esta Asamblea.

Yo, por mi parte, diré, si se declara este asunto de pronta y obvia resolución, que por todos los conceptos anteriores no podré dictaminar inmediatamente, y por eso suplico a la Asamblea que tome estas consideraciones en su debido tiempo, pero que no lo considere de pronta y obvia resolución; a reserva de que mañana presentemos dictamen, tal como se debe presentar; porque, insisto en que el señor Dr. Cuarón no debe separarse de esta Asamblea, sino por medio de una licencia; pues no veo lejano el día -al contrario, lo veo muy próximo-, de que nos vayamos a México, esto será cuestión de una o dos semanas cuando más, y en ese tiempo el señor Cuarón curará a los heridos y ya en México será otra cosa distinta.

El C. presidente
Tiene la palabra el ciudadano Cuarón.

El C. Cuarón
Ya no, señor.

El C. secretario
Se pregunta a los señores delegados si se considera de pronta y obvia resolución.

Los que estén por la afirmativa, sírvanse poner en pie.

No se considera de pronta y obvia resolución. (Aplausos)

A la Comisión de Poderes.

El C. Soto y Gama
Para que se ruegue al señor Dr. Cuarón que nos presente persona que lo substituya, que nos presente un nombramiento de delegado para que tenga base de qué partir la Comisión de Poderes ... (Voces: ¡No se puede!)

No él; que gestione con su representado, quise decir. (Voces: ¡No, no!)

El C. Montaño
Pido la palabra para una aclaración muy sencilla.

El C. presidente
Yo creo que el asunto que estaba a discusión ya no tiene aclaraciones ni nada; fue reprobado.

(El C. secretario dio lectura al siguiente dictamen):

Comisión de Hacienda.

Con relación al escrito presentado con fecha de ayer a esta H. Asamblea por el ciudadano delegado Luis G. Gavaldón, en el que denuncia el hecho de que se ha estado descontando a las tropas del Ejército Libertador por la Pagaduría General del mismo, el dos al millar sobre el monto de sus haberes, el Ejecutivo ha informado a la Comisión que sucribe, según el oficio adjunto, que la Secretaría de Hacienda no ha dado ninguna orden para que se haga el descuento de referencia.

En tal virtud, esta misma Comisión, se permite someter a la aprobación de la H. Asamblea el siguiente

ACUERDO ECONOMICO

Unico. Dígase al Ejecutivo que se sirva ordenar, desde luego, el esclarecimiento del hecho que denuncia el ciudadano delegado Gavaldón, relativo al descuento que se hace a las tropas del Ejército Libertador por la Pagaduría General del mismo, exigiendo a quien corresponda, las responsabilidades respectivas, si las hubiere.

Sala de Comisiones de la Soberana Convención Revolucionaria.
Cuernavaca, Mor., marzo 9 de 1915.
E. Liñeiro.
José G. Nieto.
Héctor Fierro.

Está a discusión el dictamen de la Comisión de Hacienda.

El C. Amezcua
Pido la palabra, señor presidente, para hacer desde luego una protesta enérgica contra la Comisión de Hacienda, porque esta Asamblea ...

El C. presidente
Un momento, señor.

El C. Fierro
¿Me concede la palabra la Presidencia?

El C. presidente
Yo creo que la protesta de usted vendrá oportunamente, nada más que es muy conveniente comenzar a inscribir a los que hablen en pro y en contra.

El C. Amezcua
Pido la palabra, en contra.

El C. Zuribía y Campa
Pido la palabra, para una aclaración.

El C. secretario
¿Ningún otro ciudadano quiere hacer uso de la palabra?

El C. Velázquez
Para una aclaración.

(El ciudadano secretario dio lectura a la lista de oradores).

El C. presidente
Tiene la palabra el ciudadano Zubiría, para una aclaración.

El C. Zubiría y Campa
Señores delegados:

Cuando recibí la Tesorería de la Nación, desde luego tuve la duda de si debía cobrarse lo correspondiente a estampillas rebajando las cuotas, ya que no existían estampillas en esta ciudad; pero considerando que nos encontrábamos en una situación anormal, desde luego, porque carecíamos de estampillas y que los pagos iban a hacerse a las tropas en pequeñas cantidades que no causan las estampillas del timbre, tanto por ser pequeñas las cantidades que se entregan, como porque están exceptuadas expresamente por un artículo de la Ley del Timbre, preferí abstenerme de cobrar lo correspondiente del timbre a los pagadores, a quienes les entregaba yo grandes cantidades.

Así lo he hecho, tanto con el Pagador del Ejército del Sur, señor Genaro Amezcua, que tiene recibidos más de 600 o 700,000.00, y que no se le ha rebajado la cantidad correspondiente a estampillas, como tampoco a los otros pagadores de empleados civiles ni empleados de las Secretarías; a ninguno se le ha rebajado lo correspondiente a estampillas.

Ahora después he sabido, aun antes de la denuncia que se ha hecho ante esta Asamblea, que se estaban cobrando las estampillas; el mismo señor Amezcua me dijo que se estaba rebajando lo de las estampillas en los pagos que él a su vez hacía. Yo esperaba, y espero, que esas cantidades ingresen a la Tesorería, mientras hay lugar de comprar las estampillas para adherirlas en los documentos respectivos.

No se trata del dos al millar, se trata del uno al millar; son dos centavos por cada veinte pesos, es decir, el diez por ciento; de manera que en una cantidad de setecientos mil pesos son setecientos pesos, es decir, como ya dije, el uno al millar; ésa es la cantidad de que se trata.

Si el señor Amezcua, por una equivocación ha estado deduciendo el dos al millar, es cosa que debe aclararse, y hacerse la devolución consiguiente.

Así es que la aclaración que quería hacer es que la Tesorería no ha hecho ninguna deducción por cuestión de estampillas, que el asunto se refiere a los pagadores, a quienes la Tesorería ha entregado cantidades sin hacer ese descuento.

El C. Velázquez, para hacer una aclaración
La Ley del Timbre determina que se cobre en los recibos dos centavos por cada veinte pesos o fracción; naturalmente esto no alcanza a los soldados, porque hay un artículo que los exceptúa; pero la aclaración se refiere a lo siguiente: se ha dicho que han descontado el veinte por ciento, por dos ocasiones, y quiero. que la Secretaría aclare si ese veinte por ciento ha sido descontado.

El C. Fierro
Quiero que antes que hable el señor Amezcua ...

El C. presidente
El señor Velázquez quiere que informe la Secretaría acerca de un dato.

El C. secretario
El documento dice: signo de pesos, un uno, un dos y tres ceros; que leidos dicen: $120.00 que recibió el señor mayor Luis R. Elizondo, se descontaron veinticuatro pesos por el veinte por ciento de descuento, acordado por la Secretaría de Hacienda.
El Pagador, Genaro Amezcua.

Eso dice el documento.

El C. Velázquez:
Eso pido que se explique.

El C. Fierro
Señores:

El señor Amezcua desde luego que oyó el dictamen, tuvo razón de indignarse, porque tal parece que la Comisión de Hacienda puso en duda su honorabilidad; y siempre se debe proceder con toda justificación para que los hombres honrados justifiquen su conducta y no haya lugar a dudas.

El señor Gavaldón al hacer la denuncia, parece que tuvo la intención de que la Asamblea hiciera ciertas investigaciones, porque según se desprende de su iniciativa, él se imaginó tal vez, que había mala fe en el asunto, y yo sinceramente confieso que no hemos encontrado más que un error de parte del señor Amezcua.

Inmediatamente que se turnó esta iniciativa a la Comisión de Hacienda, yo me permití llamar al señor Amezcua, y él francamente nOS dijo que su procedimiento obedecía a una orden del Secretario de Hacienda. Entonces nos dirigimos al Encargado del Poder Ejecutivo, y éste nos contestó, diciéndonos que se descontaba el veinte por ciento, lo cual es inexacto, en mi concepto, porque todo depende de una equivocación, de un error en que incurrió el señor Amezcua, muy explicable, según saben todos los que están acostumbrados a escribir, más cuando tienen muchos asuntos que tratar.

Este recibo no dice de los ciento veinte, sino de los doce mil, se descuentan veinticuatro pesos por el veinte por ciento, dice por error de escritura; pero debe ser el dos por ciento, acordado por la Secretaría de Hacienda.

Es indudable que veinticuatro pesos sobre doce mil, no es el veinte por ciento, sino el dos al millar, y aquí el Ejecutivo nos dice en su nota que le llamaba la atención que se descontara el veinte por ciento; todo por una equivocación.

Nosotros formulamos este dictamen, en que se dice que se haga un extrañamiento y se exijan responsabilidades, para dejar a salvo la honorabilidad del señor Amezcua, que soy el primero en reconocerla.

No veo mala fe en el asunto, y como ya el Ejecutivo nos decía que le extrañaba el procedimiento del señor Amezcua y nosotros no vemos otra manera de salvar la honorabilidad del señor Amezcua, al proceder de este modo. no creemos que haya ninguna responsabilidad, no creemos que haya habido malversación de cantidades ni intención de disminuir los haberes del soldado con malos fines; todo depende, de que el señor Amezcua creía que era justo descontarles lo de las estampillas de los haberes correspondientes e interpretó mal el precepto relativo, porque el descuento debe hacerse del uno por ciento sobre los sueldos de los oficiales, y nunca sobre los haberes de la tropa. El señor Amezcua tiene los descuentos en depósito, y estoy seguro de que no ha dispuesto de ellos.

Yo alguna vez fui pagador y sé cómo se hacían esos documentos, cuando no había timbres. Sé que los tiene cargados el señor Amezcua y que no ha dispuesto de ese dinero; de manera que al hacerse el esclarecimiento, no habrá responsabilidades que exigirle, y quedará a salvo de dudas y maledicencias.

El C. Gavaldón
Malamente, y no sé con qué intención, el respetable compañero Fierro, cree que yo haya supuesto que el Pagador General Amezcua haya obrado con mala fe. Mi íntención ha sido la siguiente: primeramente, que el descontar a la tropa sus haberes en lugares donde todo le cuesta caro, cuatro o cinco centavos, es demasiado perjudicial para ellos; y segundo: deseando evitar la mala impresión que eso les causa, quería yo que esto se corrigiera.

No sé por qué entonces, el señor Fierro ha querido interpretar mi idea en una forma que perjudica al señor general Amezcua; porque, repito, mi idea ha sido evitar que los soldados se desagraden, y para obviar las dificultades; porque en estos momentos no es viable el impuesto que la ley marca, y además, porque se toma el dos por ciento.

Creo que cumplo con mi deber al aclarar estas cosas, y si el respetable señor general Amezcua ha creído que tenía yo mala intención, como afirma el señor Fierro, uno y otro están equivocados, porque mi intención ha sido la de evitar, como ya dije antes, que la tropa se desagrade al quitarle una torta de pan, puesto que no se le paga el producto de su trabajo.

A este respecto, pido al señor presidente que se dé lectura a mi escrito, con lo que los mencionados señores verán en qué forma está redactado.

El C. Amezcua
Señores delegados, aquí se ha dicho más de lo que realmente es, iba a protestar enérgicamente contra la Comisión, por haber consultado primero la opinión del presidente, que nada tiene que ver con este asunto, y que mal podría dar una información exacta; de ahí que viniera todo ese cúmulo de errores y de malas impresiones.

El mal viene de esto: la víspera de hacer los primeros pagos, mandé un empleado a Hacienda, que preguntara cuál era el descuento que se iba a hacer (puesto que yo en México había observado que se descontaba, porque a mí mismo me lo hicieron), el dos al millar, creía que eso mismo se iba a cobrar.

El empleado, personalmente, me ha confesado que por error vino a decirme que era el dos al millar; ese dos al millar se ha cobrado desde entonces hasta hace dos días, y cuyos excedentes existen en las cajas de la Tesorería General. Ahí están; de modo que en principio, no hay mala fe en esto, ¿para qué es argumentar tantas tonterías, cuando no se ha practicado todavía la visita, y no hay una base segura de qué partir?

También me llama la atención que el Encargado de Hacienda, dé un informe como ese, que da lugar a muchas interpretaciones. Yo desearía que honradamente dijera las impresiones (o cambios) o mejor dicho, los procedimientos que le expuse que había hecho desde que soy pagador; yo creo que con ese solo hecho, basta paraque se aclare el asunto.

El C. Nieto
Honrada y sinceramente le confieso al señor Amezcua como miembro de la Comisión, por lo que a mi respecta y por los demás miembros, que no hemos tenido ni la más leve sospecha respecto de su honorabilidad.

Era natural que nosotros no nos podíamos constituir en investigadores, en policías de sus procedimientos, y, claro, para dictaminar sobre el asunto que se había puesto a nuestra consideración, hubimos de tomar los informes necesarios por los conductos que nosotros creíamos podían venirnos, y éstos eran el Ejecutivo y la Secretaría de Hacienda.

Le consta al señor Amezcua, como le consta a la Asamblea, que mandamos llamar al Ministro de Hacienda y éste no se encontró; entonces se puso un oficio pidiendo esos informes, a cuyo oficio se contestó en la forma que se acaba de leer aquí; en consecuencia, nosotros, no teniendo base de qué partir, y queriendo dejar a salvo la honorabilidad del señor Amezcua, que, repito, ninguno de nosotros pone en duda, hemos creído conveniente que se esclarezca por los medios legales este asunto, y sea el Ejecutivo el que se encargue de ponerlo en claro, porque yo creo que la Asamblea no querrá constituirse en investigadora del caso, invadiendo facultades que no le corresponden. Por esa circunstancia hemos pedido los informés al Ejecutivo.

El Ejecutivo se ha basado, a su vez, en los informes que le ha dado la Secretaría de Hacienda, y la Secretaría de Hacienda, además, ha tenido en consideración el documento firmado por el mismo señor Amezcua ,.. que está aquí escritó y que por error dice que hay ciento veinte en vez de doce mil; pero de cualquiera manera, el origen del error parte del mismo documento firmado por el señor Amezcua.

Que se esclarezca de todas maneras, y sepa el señor Amezcua, mientras eso se esclarece que la Comisión de Hacienda no tiene ni la más ligera sospecha, ni la menor duda respecto de su honorabilidad, la cual nadie pone en tela de juicio.

El C. Fierro, para una aclaración
Quizá por torpeza al expresarme, el señor Gavaldón creyó que yo había dicho que su iniciativa tenía por origen, su mala fe: yo quise decir que quizá se había imaginado.

El C. Aceves, para un hecho
El hecho que quiero dejar sentado es el siguiente:

Cuando se nombró en comisión al señor Montaño y a mí para que recogiéramos los fondos del Erario Nacional, y estando ya en poder de nosotros, recibimos orden de entregarle dinero al señor Amezcua: el señor Amezcua recibió su dinero en la misma pieza donde estábamos, y lo recibió en paquetes que estaban numerados y que decían: este paquete contiene tanto, y a base de que estuvieran bien hechos esos paquetes, el señor Amezcua se dio por recibido del dinero.

Resultó que al contar allí mismo el dinero, delante de nosotros y de los empleados que nos acompañaban, le faltaron más de setenta y tantos mil pesos. De la manera más preocupada me dijo: ¿qué hago? Sencillamente darle a usted el dinero. Le volví a dar los setenta mil pesos que le faltaban; le mandé un empleado para que le ayudara a recontar el dinero en su casa, y le faltaron mil y tantos pesos; le volví a acabalar su dinero. Es exageradamente honrado el señor Amezcua, es un hombre perfectamente honrado, y el señor Gavaldón, al hacer la reclamación, lo único que quería, y eso se dijo también el día que se discutió, era que no se tenga al soldado con el mismo gravamen de dos al millar, con el que se puede cargar al oficial, que tiene sueldo suficiente para pagarlo, mientras el soldado ni nómina hace.

El C. Pérez Taylor, para un hecho
Es una inmoralidad que se le cobren timbres a la tropa y a los delegados no se les cobre. (Aplausos)

El C. presidente
La Mesa suplica a los señores Gavaldón y Fierro, tengan la bondad de pasar a cambiar impresiones a otro departamento, para que puedan dejamos discutir. (Aplausos)

El C. Casta
Yo creo, señores delegados, altamente inmoral por ahora y siempre, el que a la tropa se le haga cualquiera rebaja; por tal concepto, creo que debemos dejar terminado este incidente.

Quiero hacer mi aclaración, y es la siguiente:

Algunos oficiales me han presentado unos vales o recibos, con el sello de la Secretaría de Guerra, en los cuales se les reconocen sus sueldos, sin dárseles en efectivo ni un solo centavo.

Yo quisiera que el señor Orozco me esclareciera ese punto, porque creo que es enteramente injusto que los oficiales no perciban ni un solo centavo, sino que se les dé por su sueldo un papel.

El C. Orozco
¿Me permite usted la palabra, señor presidente?

El C. presidente
El asunto que el señor Casta trajo a discusión, seguramente tiene su importancia, y le suplico al señor Orozco que se abstenga hasta que el señor Casta haga su proposición por escrito, de tratarlo, porque de otro modo no vamos a poder llegar a un resultado.

El C. Casta
Es una simple interpelación.

El C. Orozco
La voy a contestar en dos palabras:

Lo que el señor Casta asienta, es perfectamente cierto, pero no en todos los casos: son algunos los oficiales a quienes se ha pagado así, y es probablemente por los pagadores o por circunstancias que no puedo aclarar en este momento (yo tuve conocimiento de un hecho de esa naturaleza), pero no sucede así en todos los casos.

Del hecho a que se refiere el señor Casta y al que me refiero yo, ya tomó cartas el Cuartel General, y se harán las investigaciones del caso, no sucediendo esto en lo general.

Por otra parte, la iniciativa no es del Cuartel General, sino de la Secretaría de Guerra.

El C. Casta
Por eso asenté que esos recibos tenían el sello de la Secretaria de Guerra, y era naturalmente injusto, aunque fuera de Guerra, que no se les diera nada, que no se les diera su sueldo.

El C. Piña
Para una aclaración.

El C. Santos Coy
Para una moción de orden.

Entiendo que el señor general Orozco no tiene que ver nada con la Secretaría de Guerra; por lo tanto, el señor Casta no está en lo justo.

El C. Piña
Para aclarar que los recibos a que se refiere el señor Casta no están sellados con el sello ...

El C. presidente
Ya la Presidencia dijo que éste era un asunto que no estaba a discusión; de manera que sale sobrando la aclaración.

El C. Piña
Es una aclaración importante.

El C. presidente
No está a discusión esto, señor Piña: haga usted la aclaración por escrito, pero nada más, porque ya está terminado el incidente.

El C. Cervantes
Este asunto debe tratarse por escrito, como indica usted perfectamente.

El C. Piña
Cuando está afectada la reputación de un individuo, creo que deben permitirse las aclaraciones.

El C. presidente
Haga usted la aclaración.

El C. Piña
El documento a que se refiere el señor Casta, o los documentos, dicen así:

Gobierno de la Soberana Convención. N° 5655.
Pagador N° 1.
Nombre, N. N.
Fuerzas del General X. X.
Vale al Coronel X por $230.00.
Primera, segunda y tercera.
Completo de la decena del mes de febrero de 1915, se pagará al establecerse nuevamente el gobierno de la Soberana Convención en la Ciudad de México.

Fecha, Cuernavaca, Morelos, marzo 9 de 1915.
Firma del pagador.
Visto Bueno del Jefe.

El C. Peña Briseño
Pido la palabra, para una aclaración.

El C. presidente
Dije que ya estaba terminado el incidente con la aclaración del señor Piña; le suplico al señor Peña Bríseño que se abstenga ...

El C. Peña Briseño
Es para una aclaración que redunda en bien de la Secretaría de Guerra.

El C. presidente
La Presidencia está dispuesta a tratar este asunto en toda forma en su oportunidad, pero no así.

Tiene la palabra el ciudadano Liñeiro, en pro.

El C. Liñeiro
Los señores Fierro y Nieto acaban de hacer ver a la Asamblea que la Comisión de Hacienda, en manera alguna, quiso dudar acerca de la honorabilidad y de la conducta del Pagador general Amezcua, con relación a los fondos que maneja.

El acuerdo nuestro, señores, por más que ya se ha leído una o dos veces, voy a repetirlo, dice así: (Leyó)

Yo creo que la Comisión de Hacienda no pudo ser más terminante que en este caso. De hecho se ha practicado un descuento y éste no ha sido el que marca la Ley del Timbre; se ha privado al soldado de un haber que le pertenece, y hay la necesidad de que esta investigación se practique para que estos dineros se devuelvan a los soldados.

Si, como el señor Amezcua dice, en sus nóminas constan todos estos descuentos y en sus libros también, no hay inconveniente, y con todo gusto la verá el señor Amezcua, en que se haga esa visita, por un encargado de la Secretaría de Hacienda.

El C. Amezcua
Ya se está practicando.

El C. Liñeiro, (continuando)
Así, la Asamblea quedará satisfecha, y la Comisión de Hacienda habrá cumplido con su deber.

Sí me parece demasiado extraño, y debo censurarlo, que en cuestión de fondos, con tanta negligencia se dé un trámite de esta naturaleza ... (Voces)

Mire usted, señor Amezcua, sencillamente con números usted ha puesto aquí, con números, doce mil, y ha omitido poner el número con letra; apuesto que ha hécho el descuento de veinticuatro pesos por el veinte por ciento, en un recibo de esta naturaleza, firmado por usted. Yo no me explico ese error, la verdad.

El C. Amezcua
Sí se explica, señor. Pido la palabra.

Es perfectamente sencillo lo que pasa aquí. Es que hay un deliberado propósito de herir, y por el hecho de tratarse de un hombre del Sur ... (Voces: No, no, no)

La primera impresión que se debe recibir, está al leer; es: doce mil pesos, cosa que entiende cualquiera, lo entiende el más rudo; y un descuento de veinticuatro pesos, da el error que existía; ¿entonces por qué prejuzgar? Yo le ruego al señor Secretario, que se sirva leer.

El C. Liñeiro
Veinte por ciento con todas sus letras.

El C. secretario
La Secretaria hace una aclaración (vuelve a darle lectura al documento) y dice: signo de pesos, un uno, un dos y tres ceros, después dice: recibió el señor mayor Luis R. Elizondo; se descuentan veinticuatro pesos por el veinte por ciento.

Es un error, señor Amezcua, pero yo, como secretario, tengo obligación de leerlo tal como está. Se ha aclarado que es un error, y es comprensible éste, para todos los de la Asamblea.

El C. Amezcua
Pido la palabra, señor presidente.

El C. Fierro
El señor Amezcua tiene razón.

Cualquiera que vea ese recibo, inmediatamente que lo tiene en su mano, verá que se trata de doce mil pesos, y un descuento de veinticuatro pesos sobre doce mil pesos, que es el veinte por ciento, como dice allí.

El C. secretario
Debo manifestar al señor Amezcua, y en general a la Asamblea, que mi criterio, desde un principio, fue que había un error; pero cumpliendo con mi obligación, como secretario, tenía que dar lectura al documento, tal como estaba.

El C. Amezcua
Voy a hacer esta aclaración:

Que inmediatamente después de los tres ceros, de doce mil, hay una raya que cierra toda la cantidad; yo ruego al señor secretario que haga circular ese documento entre todos los señores delegados,

El C. Nieto
Muy particularmente me dirijo al señor Amezcua, suplicándole retire de su cerebro esa idea; cree que nosotros tuvimos esa intención deliberada, y como es una imputación tan peligrosa, me veo obligado a rectificarla; repito que ninguna intención tuvimos nosotros, ni por tratarse de usted, ni de nadie.

El C. Amezcua, para un hecho
Pido que se haga constar que en la primera lectura que dio el secretario al documento firmado por mí, leyó, no doce mil, sino ciento veinte; quiero que conste este hecho.

El C. secretario
La Mesa, por conducto de la Secretaría, pregunta a los señores delegados si consideran suficientemente discutido el dictamen.

Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse en pie.

Suficientemente discutido.

Está a votación. Los delegados que lo aprueben, sírvanse ponerse en pie. (Voces: Que se lea el dictamen) (El C. secretario leyó el acuerdo y repitió la pregunta)

El C. secretario
Aprobado.

(Acto continuo, se dio cuenta con el siguiente oficio):

División A. Barona.
Al margen un sello que dice: Ejército Libertador del Sureste.
E. de Puebla.
Brigada J. S. Diaz.

No teniendo contestación hasta esta fecha sobre la resolución que esa Suprema Convención haya dado, acerca de la iniciativa que le propuse para la nacionalización del petróleo; y estimando ésta de interés trascendental para beneficio de nuestro país, vuelvo por segunda vez a hacer dicha proposición, esperando de esa Convención que en esta ocasión acogerá con toda la entereza que las circunstancias exigen, la iniciativa de referencia; dándole la aprobación justa y legal.

Reforma, Libertad, Justicia y Ley.
Cuartel General en el pueblo de Tlalancaleca, 19 de marzo de 1915.
El General de Brigada, J. S. Díaz.

A la Suprema Convención Soberana.
Cuernavaca, Mor.

Comuníquese el acuerdo que sobre el particular tomó esta Asamblea, y archívese.

(Igualmente se dio cuenta con el siguiente memorial):

Leopoldo Galván González, Director General de Telégrafos Nacionales ante la Soberana Convención Revolucionaria, comparezco y respetuosamente expongo:

Que creyendo de mi deber, dado el puesto que en la Administración Convencionista desempeño, hacer que mi personalidad sea discutida, y se tomen en consideración o se desechen los méritos que en favor de la causa revolucionaria tenga, a fin de que si lo cree conveniente esa respetable Asamblea, me sea confirmado por ella el nombramiento que la División del Sur hizo en mi favor.

A fin de ilustrar a la Honorable Convención, hago un ligero esbozo de mi vida pública:

Hace veintiséis años que ingresé al ramo de Telégrafos, en calidad de meritorio oficial de la Oficina Telegráfica de la Unión Guerrero, y desde esa fecha hasta el momento presente, no he dejado de prestar mis servicios ni un sólo día, exceptuando únicamente dos meses de licencia que en el año de mil novecientos diez solicité para atender a mi entonces quebrantada salud.

Al estallar la Revolución encabezada por el señor Madero, encontrábame en la población de Chietla, y desde luego todas mis simpatías estuvieron del lado del movimiento libertario: teniendo una numerosa familia y mi esposa enferma, no pude como yo queria, ingresar de una manera activa y con las armas en la mano en las huestes derrocadoras de la dictadura porfiriana, y ya que de una manera directa no podía ayudar a tan santa causa, en compañía de mi difunta esposa, nos dedicamos a salvar cuanto heroico soldado revolucionario caia prisionero de los federales, y todo el vecindario de Chietla, es testigo de que aun arrostrando las iras de los jefes gobiernistas pude salvar a muchísimos de ser fusilados.

En junio de mil novecientos once, haciendo un sacrificio pecuniario, dado lo estrecho del sueldo que disfrutaba (dos pesos cincuenta centavos diarios), mandé imprimir una circular que repartí en toda la República, dirigida a todos los jefes de las Oficinas Telegráficas Federales, en la cual los excitaba a que nos uniéramos, con el fin de que los ideales de la Revolución triunfante en aquella fecha, no fueran nulos para nuestro ramo, y que lucháramos con el objeto de que el Director Camilo A. González, de procedencia porfirista, y conservado en su puesto por el señor Madero, fuera destituido de su empleo, y presentaba en dicha circular un programa de administración para el infeliz Ramo de Telégrafos que (dicho entre paréntesis ha sido uno de los o el que más ha sufrido.) Todos los empleados del ramo secundaron mi idea y me apoderaron para que en su nombre me dirigiera a la Secretaría de 'Comunicaciones con objeto de conseguir nuestros ideales, que condensados eran:

No favoritismos ni recomendaciones para mejorar empleados.
No tiranía.
Justicia para todos.

En cambio el personal telegráfico protestaba cumplir a conciencia con sus deberes, y ayudar al Gobierno fielmente en su santa labor de reconstrucción nacional.

El Gobierno del señor Madero, justo como era, aprobó en casi todas sus partes la moción que presenté, y desde esa fecha es cuando los telegrafistas han podido darse el nombre de hombres libres, y no esclavos como lo eran antes. Me cabe, pues, el orgullo de haber hecho algo bueno en favor, tanto de mi Patria, como en el de miles de telegrafistas.

5in embargo de haber sido yo el promotor de la mejora de que acabo de hablar, no quise aprovechar esa circunstancia para mejorar de condición, pues no me guiaba ningún espíritu de ambición al hacerlo, y permanecí obscuro telegrafista de la insignificante población de Chietla.

En esa lejana y risueña villa, me sorprendió el inaudito y cobarde cuartelazo felicista y la traición del inmundo Huerta; entonces no pude permanecer ya inactivo y de una manera decidida ayudé tanto como mis medios me lo permitían a los surianos para conseguir el triunfo contra la traición infame, y por medio de correos-espías, remiti a las fuerzas zapatistas que operaban en aquella región, noticias acerca de los movimientos de las fuerzas huertistas, con objeto de entorpecerles a éstas su ofensiva y nulificar su acción.

Naturalmente, y como era de esperarse, por más precauciones que tomé para evitar se descubrieran mis operaciones en favor de la causa de la justicia, fui delatado y mandado aprehender y fusilar por el general Maass, de ingrata memoria, gobernador de Puebla; afortunadamente para mí conocía todas las claves de aquel infame gobierno, pues haciendo enormes esfuerzos cerebrales, había podido descifrarlas para conocer sus planes, habiendo recibido yo mismo el mensaje en clave dirigido al general Javier Rojas, en el que se ordenaba mi fusilamiento, pude huir a tiempo, salvándome de una muerte segura.

Cayó el traidor Huerta, como era de esperarse, y entonces reingresé al Telégrafo, y estuve prestando mis servicios en la Oficina Central de México. En esta ocasión sufrí persecuciones por el director carrancista Mario Méndez y su camarilla, ejerciendo en mí venganzas personales, por disgustos que no es del caso referir.

En medio de todo esto, sufrí la pérdida de la compañera de mi vida ... teniendo que empeñar hasta la última prenda de mi humilde ajuar para hacer los gastos de inhumación, pues Mario Méndez no quiso proporcionarme ni un centavo para dichos gastos a cuenta de mi sueldo ... y se rio de mi dolor ... insultándome ... A esa mártir del deber y de la caridad le deben muchos soldados surianos la vida ... y, triste es decirlo, murió por no haberla podido atender, pues como dije antes, la Dirección de Telégrafos, se negó en absoluto a facilitarme los medios para salvarla ...

Cuando el ciudadano general Villa desconoció a Carranza, me lancé a la Revolución yéndome al Norte y poniéndome a las órdenes del general Robles. Cuando la Soberana Convención se reunió en Aguascalientes, fui honrado con el puesto de censor oficial de la Soberana Convención en la Oficina Telegráfica de aquella capital, puesto que desempeñé honradamente durante todo el tiempo que permaneció esta Honorable Asamblea en dicha ciudad.

Posteriormente fui nombrado Visitador general de Telégrafos por el entonces Director General José A. Calero, habiendo tenido que hacer visitas a varias oficinas del Norte, como Chihuahua y Ciudad Juárez. A mi regreso a México, fui nombrado jefe de la Oficina Central, puesto que me encontraba desempeñando cuando se desarrollaron los últimos acontecimientos de la huida vergonzosa y defección del general Gutiérrez.

En esa ocasión es cuando en más peligro me encontré de ser fusilado por el hecho siguiente:

Habiendo sorprendido una conversación por telégrafo, del entonces director Rubén Durán con un coronel carrancÍsta de Tantoyuca, y descubierto los planes de Gutiérrez, cometí la imprudencia de echárselo en cara a Durán, diciéndole no era honrado lo que hacía y tratando de hacerlo volver al buen camino, por toda respuesta me dijo que lo acompañara a ver al ministro Rodríguez Cabo, el cual me remitió incomunicado a la Inspección General de Policía, y según supe después había orden en aquella oficina de suprimirme.

En el apresuramiento con que hicieron esa consignación, no advirtieron el que yo era reo de peligro, y aprovechando un descuido de mi vigilante pude fugarme de la Inspección General de Policía y ponerme en salvo, poniéndome al habla con el general Manuel Palafox y con el general Pasuengo, a quienes denuncié los hechos y los proyectos de Durán y Gutiérrez. Desgraciadamente cuando el señor general Pasuengo iba a informar de todo esto a la Soberana Convención, fue el día en que Gutiérrez abandonó la capital, y en que el infidente director Durán abandonó también su puesto, yéndose a unir con los carrancistas. Al quedar acéfala la dirección de Telégrafos, el señor general Manuel Palafox, que me conoce perfectamente, me ordenó que me hiciera cargo de la Dirección General y reorganizara los servicios trastornados por el momento, lo que logré hacer en el término como de una hora.

Al llegar a esta simpática capital he procurado, haciendo esfuerzos sobrehumanos, mantener la comunicación a toda costa, he tenido que salir a afrontar los peligros, con objeto de corregir algunos daños en líneas de aquí a Contreras; y, por último, acabo de instalar una oficina receptora inalámbrica, con objeto de interceptar mensajes al enemigo y de saber sus movimientos y planes para contrarrestarlos oportunamente; en la inteligencia de que desde hace tres días hemos estado sorprendiendo rodo lo que el enemigo ejecuta, tanto en el litoral del Golfo como en el del Pacífico; llegando hasta lo increíble en los resultados obtenidos, recibiendo perfectamente mensajes procedentes de Key West, que está a la altura de la Habana, aproximadamente.

Hay que hacer notar que los aparatos para esta oficina personalmente los salvé cuando ya el enemigo penetraba a la ciudad de México, sacándolos de Chapultepec, en compañía de mi hijo, el señor Enrique C. González, quien actualmente atiende la citada oficina inalámbrica.

Los esfuerzos que se han hecho para la instalación de la oficina a que me estoy refiriendo, no se pueden escapar a la penetración de esa Honorable Asamblea, dada la carencia absoluta de los materiales necesarios e indispensables para obtener el resultado a que se ha llegado, habiendo tenido que suplirlos con inventos de mi propiedad.

Al presentar a esta Honorable Asamblea esta reseña de la vida de un obrero telegrafista, no me guía el espíritu de ambición, ni de obtener aplausos ni gloria, que no me juzgo digno de merecer, sino el de vindicarme, pues hay desgraciadamente algunas personas que se ocupan de hacerme política en el ánimo del señor presidente, con objeto de que me retire su confianza y apoderarse del puesto que desempeño, y tal vez con bastardas ambiciones.

Pruebo ante esa Soberana Convención que esa inicua pasión no me domina, pues al llegar a esta ciudad, voluntariamente me he rebajado once pesos diarios de mi sueldo, para ayudar con ellos a los enormes gastos que está haciendo el Gobierno emanado de la Soberana Convención.

Después de haber dicho lo anterior, espero tranquilamente el fallo que dkte esa Honorable Asamblea, ya sea confirmando mi nombramiento, o lo que tenga a bien dictaminar.

Con todo respeto.

Reforma, Libertad, Justicia y Ley.
Cuernavaca, febrero 26 de 1915.
El Director General de Telégrafos Nacionales, L. G. González, (rúbrica)

Al ciudadano presidente de la Soberana Convención Revolucionaria en funciones.
Presente.

Dígase al ciudadano Galván González que este asunto no es de la competencia de la Convención, y por lo tanto, debe dirigirse a quien corresponda.

(El ciudadano Secretario dio lectura a la siguiente proposición):

Ha dado en publicarse en esta ciudad un periodiquillo que lleva el titulo de El Tío Carranza, cuyo estilo y redacción se halla en completa pugna con la decencia y la moralidad.

No es esto sólo; sino que la hoja de que se trata ostenta bajo su título la advertencia de que se halla identificada con los ideales de la Convención, y como los subscritos no pueden permitir que ideales y fines tan nobles y elevados como los que la Revolución persigue se mezclen con los que tienden a lesionar el decoro de la sociedad, deseando poner un coto a este abuso y a la vez dejar sentado un precedente, nos permitimos someter a la consideración de esta Asamblea la siguiente

PROPOSICION

Ordénese por las autoridades correspondientes, la supresión del periódico titulado El Tío Carranza, que desde hace algunos días circula en esta ciudad.

Cuernavaca, Morelos, marzo 10 de 1915.
C. Treviño.
Enrique M. Zepeda.
(Rúbricas.)

A la Comisión de Peticiones.

(Se dio lectura a la orden del día) (El ciudadano secretario pasó lista)

El C. presidente
Se levanta la sesión.

Índice de Crónicas y debates de la Soberana Convención Revolucionaria Recopilación de Florencio Barrera FuentesPrimera parte de la sesión del 10 de marzo de 1915 Primera parte de la sesión del 11 de marzo de 1915Biblioteca Virtual Antorcha