CRÓNICAS Y DEBATES
DE LAS SESIONES
DE LA
SOBERANA CONVENCIÓN REVOLUCIONARIA
Compilador: Florencio Barrera Fuentes
PRESENTACIÓN
Con la colocación de este tomo referente a las crónicas y los debates ocurridos en el seno de la Soberana Convención Revolucionaria en sus sesiones del 1° de marzo al 8 de julio de 1915, finalizamos un arduo trabajo iniciado en el mes de noviembre del 2009 y que terminamos ahora en abril del 2010. Cerca de cinco meses nos llevó la captura y configuración de los tres tomos elaborados por el historiador Florencio Barrera Fuentes, correspondientes a las ediciones del Instituto de Investigaciones Históricas sobre la Revolución Mexicana, que en su conjunto representan dos mil ciento cuarenta y dos páginas de formato grande, con letra... muy menudita.
Éste, que vendría siendo el tercero, fue impreso en abril de 1965 y contiene la relación de las sesiones celebradas en Cuernavaca, Morelos, así como las realizadas en la ciudad de México.
Por desgracia, Florencio Barrera Fuentes omite en muchos casos incluir los debates de las sesiones, insertando únicamente las crónicas de lo ocurrido publicadas en el periódico La Convención, argumentando la pérdida del material referente a las versiones taquigráficas de esas sesiones. Sin embargo, sabemos, porque las hemos leído, que esa pérdida no es ni tan generalizada ni tan dramática como lo expone el compilador. Ciertamente en lo referente a la documentación propia del instituto político gubernamental que fue la Soberana Convención Revolucionaria, es muy lamentable la pérdida de valiosísimos documentos que ayudarían a tener una mejor comprensión y por ende generarían mayores y más profundas reflexiones sobre el devenir del macro proceso político, social y económico conocido con el nombre de Revolución Mexicana. Sin embargo, y ateniéndonos a lo publicado por la editorial Jus -por tan sólo referirnos al material que ha estado al alcance de cualquier interesado, haciendo omisión de materiales albergados en archivos y centros de documentación de uso cuasiexclusivo de profesionales de la investigación histórica-, tanto a finales de la década de 1960 como principios de la de 1970, en su colección titulada Documentos históricos de la Revolución Mexicana, encontramos, por ejemplo, en el tomo XXVI, quinto de la serie la Convención, las actas de los debates correspondientes a las sesiones del 6 al 17 de mayo de 1915, mismas que en este tomo que estamos colocando en los estantes de nuestra Biblioteca Virtual Antorcha, Florencio Barrera Fuentes tan sólo incluye las crónicas publicadas por el periódico La Convención, por lo que no nos queda clara la argumentación referente a la pérdida de ese material.
Ahora bien, ateniéndonos a lo acontecido durante el que podríamos denominar último periodo de existencia de la Soberana Convención Revolucionaria, varios son los puntos que podemos resaltar.
En primer lugar, conviene destacar la falta de claridad estrictamente militar que existía en el seno de la Soberana Convención Revolucionaria, cuando en el tiempo en que celebraba sus sesiones en Cuernavaca, Morelos, los delegados ponían énfasis en volver a instalarse en la ciudad de México, viendo tal objetivo como la prueba de la proximidad del triunfo soberanista sobre los constitucionalistas. Tan anhelado deseo no evidenciaba más que una absoluta miopía, porque para nadie era un secreto la pesadísima carga que, militarmente hablando, representaba para las fuerzas convencionistas el organizar la administración de la ciudad más grande del país, en un momento de guerra. El cúmulo de recursos tanto militares como económicos y logísticos que el gobierno soberanista debía de proporcionar a la ciudad era cuantioso, resultando éstos una auténtica sangría para el avance y consolidación de las campañas militares que en diferentes frentes veíase obligado, el gobierno de la Convención, a llevar a cabo contra las fuerzas militares del gobierno constitucionalista encabezado por el señor Venustiano Carranza.
El intentar mantenerse a toda costa en la ciudad de México sólo podía interpretarse como un innecesario lujo del cual ninguna fuerza militar, incluso la más potente que se quiera, podría aguantar sin pagar por ello un altísimo costo.
Ciertamente, en el plano estrictamente político y debido al peso que la ciudad de México tenía para el país en su conjunto, suponíase que la fuerza militar que dominase la capital, dominaría al territorio en su totalidad, lo cual no era del todo acertado; y aunque los delegados convencionistas suponían que su presencia en la ciudad de México por sí sola mandaba un claro mensaje al mundo entero sobre la fuerza del gobierno que ellos representaban mediante la Soberana Convención Revolucionaria, el balance de lo que aparentemente ganaba y de lo que realmente perdía la Convención manteniéndose en la capital, les resultaba totalmente adverso.
En el mismo plano militar también es de destacarse la inconsistencia del ejército convencionista compuesto principalmente de dos grandes afluentes: la División del Norte, comandada por el general Francisco Villa y el Ejército Libertador del Sur, encabezado por el general Emiliano Zapata. La disparidad entre los afluentes saltaba a la vista, ya que si bien la División del Norte era sin duda un ejército en toda forma, no ocurría lo mismo con el Ejército Libertador del Sur, el cual más que ejército constituía un conjunto de guerrillas no necesariamente entrelazadas en su accionar militar, y de limitadísima movilización en cuanto a abarcar considerables extensiones territoriales ejerciendo en ellas acciones tanto ofensivas como defensivas. En pocas palabras, la falta de equilibrio militar en la Convención hizo recaer en un altísimo porcentaje las embestidas en las fuerzas de la División del Norte, lo que trajo un exagerado fraccionamiento de ese cuerpo militar, y por ende una merma en su potencialidad.
En el terreno diplomático, los errores convencionistas y, a contraparte, los aciertos del constitucionalismo, marcaron una fundamental diferencia que influenció para que el convencionismo desaprovechara sus relaciones internacionales, no obstante el haber mantenido la ocupación de la ciudad de México y el haber estado en constante comunicación con el cuerpo diplomático de diferentes países acreditado en México. En este punto, son prácticamente inexistentes las investigaciones al respecto, lo que ha generado el que no podamos aún comprender en su cabalidad a la institución gubernamental de la Soberana Convención Revolucionaria.
Ahora bien, en el terreno específicamente ideológico, en el periodo que abarca el conjunto de documentos que aquí se contienen, encontramos el enfrentamiento entre las posturas, permítasenos llamarlas, villistas y zapatistas, o regionalmente hablando, las del norte -mayoritariamente conformadas por villistas y maytorenistas-, y las del sur - mayoritariamente conformadas por zapatistas y salgadistas.
Las luchas parlamentarias entre estas, llamémoslas, enfrentadas corrientes ideológicas, generarían interesantísimos debates y, particularmente se constituirían en apreciadísima fuente de alternativas a los problemas políticos, económicos y sociales que aquella coyuntura generaba.
En lo particular, nos permitimos llamar la atención sobre la presencia de una clara postura anarquista en el seno de un instituto gubernamental, particularidad que adquiere gran relevancia a la luz tanto del ideario como de la historia del anarquismo internacional.
En efecto, para la historia, llamémosle común, se tiene como única referencia de la participación anarquista en un gobierno, lo acontecido durante la guerra social en España ocurrida de 1936 a 1939. Pero si nos atenemos a lo sucedido en el seno de la Soberana Convención Revolucionaria, se tendría que tomar nota de que veinte años antes, o sea, en 1915, una tendencia anarquista participó, y de manera muy activa, en el seno de un instituto de gobierno.
La participación anarquista en el caso de la Soberana Convención Revolucionaria trajo como consecuencia el derrumbamiento del encargado del Poder Ejecutivo -recuérdese que la Soberana Convención Revolucionaria partía de un criterio gubernativo parlamentario, en el que la figura del Encargado del Poder Ejecutivo actuaba supeditado a las directivas y exigencias de la Convencion-, general Roque González Garza, quien fue sustituido por el general Lagos Chazaro, indiscutible representante de la corriente zapatista.
Otra de las particularidades a destacar, sin duda está contenida en la conformación del Comité de Salud Pública, organismo de gobierno cuya función era evitar la infiltración en los órganos políticos, militares, sociales y económicos del convencionismo, del elemento considerado contrarrevolucionario, es decir de aquellas personas claramente identificadas con las administraciones porfirista y huertista.
Finalmente, y ante las derrotas militares ocurridas principalmente en los combates de Celaya, Trinidad y León realizados a mediados de 1915, la Soberana Convención, al perder su principal bastión militar -léase la División del Norte-, y ante la imposibilidad de que el Ejército del Sur, pudiese contener el despliegue militar del constitucionalismo, busca intentar llegar a una solución honrosa, tratando de establecer un arreglo con el general Pablo González, jefe del Ejército de Oriente de las fuerzas Constitucionalistas, el cual, dada su cercanía con la ciudad de México -recuérdese que estas fuerzas militares encontrábanse posicionadas en los Estados de Querétaro e Hidalgo-, amenazaban con iniciar un avance sobre la ciudad, que inevitablemente conduciría a la toma de la ciudad de México. Así, los convencionistas proponen una serie de condiciones que resultaba obvio iban a ser rechazadas, lo que, por supuesto, terminó ocurriendo. Y así las cosas, la Soberana Convención opta por trasladar su cede a la ciudad de Toluca, en donde prácticamente se desintegra.
Para finalizar, podríamos señalar que no obstante su corta duración, ni tan siquiera un año, la relación que para la Revolución Mexicana guarda la experiencia convencionista es, a nuestro parecer, de primerísima importancia para poder entender de mejor manera este macro proceso y, lo que es aún mejor, poder comprender la proyección y el alcance que para los tiempos actuales guarda aún lo salvable de aquel proceso que en su momento pretendió constituirse en puerta de salida para la problemática que agobiaba al México de aquel entonces.
La comprensión del proceso convencionista puede conducirnos a reflexiones más elaboradas y más profundas sobre el México del siglo XXI, de sus problemáticas y posibles alternativas de solución.
Chantal López y Omar Cortés