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IV

¿QUE SE ENTIENDE POR PROLETARIADO?

La palabra proletario se aplica a los individuos que no tienen bienes de fortuna, que viven única y exclusivamente de su trabajo y que además no se enriquecen por el concurso del trabajo de otro.

De lo que se deduce: todo asalariado es un proletario, porque depende tan sólo del salario que le dan, a cambio de sus energías gastadas en el desarrollo de su trabajo.

Por lo tanto, en la clase obrera debe ser comprendida la clase de empleados que cada vez entra más en el proletariado, es decir, todos los que sufren las consecuencias del sistema actual de la gran producción; las consecuencias bestiales de las injusticias del patrón; las consecuencias egoístas de los hombres que comen y no trabajan y las consecuencias de la rapacidad, altivez y desprecio de todos los opresores.

Todo este proletariado busca ampliación de libertades.

Algunos ignorantes pretenden buscar la discordia y exaltar los ánimos de los humildemente vestidos, hacia los modestamente vestidos, sembrando la desconfianza entre las filas de los luchadores.

Así se dio el caso de que un camarada correctamente vestido, fuera el blanco de ataque de unos analfabetas fanáticos que lo impugnaron de la siguiente manera por no sostener sus ideas:

Un individuo que usa cuello limpio y viene decentemente vestido a nuestras sesiones, no puede ser buen compañero en ideales, es un explotador.

Y resultó que nuestro camarada visiblemente contrariado, sacó sus credenciales que lo acreditaban como un contador de importante casa comercial.

Por dicha este procedimiento es poco común y sólo hacen uso de él, los agitadores de oficio por creer ver en esos individuos aseados, inteligencias capaces de destrozar sus argumentos arrebatados y pletóricos de mala fe.

El obrero y el empleado son los que más directamente están sometidos a la explotación y por eso se organizan en batallones de trabajadores, acudiendo a los diferentes medios de asociación.

Este les da un carácter revolucionario que la mayoría de las compañías actuales no permiten reconocer, temiéndoles al mismo tiempo y prohibiéndoles bajo pena de destitución si organizan su gremio respectivo.

El patrón llama enfáticamente al obrero de más prestigio entre sus compañeros y amenazándolo le dice:

Agrupación o empleo.

Por la necesidad, la mayoría de las veces, los obreros y empleados, ambos asalariados, desisten de organizarse y se aferran con más bríos que antes a su empleo, ganando con esto mayores odios y soberbias de sus jefes.

Por lo que se ve, todo asalariado, es o tiene que ser socialista. El que no lo sea tendrá que ver en contra de sus propios intereses y ser un enemigo de sí mismo.

El asalariado es llevado irresistiblemente al Socialismo por el medio en que vive y por todas las condiciones en que se encuentra, al contemplar a hombres que no trabajan y nada producen, viviendo en hermosos palacios rodeados de la abundancia y colmados de lo superfluo, mientras abajo se encuentran los hacinamientos de criaturas hambrientas que miran con curiosidad el movimiento de sus lujosos salones, donde toda una turba de mozos y lacayos llevan en charolas de plata exquisitas viandas y exquisitos vinos, mientras que ellos también con su cara enjuta y terrosa sienten en sus estómagos el calambre formidable del hambre y viniendo agotados por un trabajo brutal contemplan que la vida es injusta, que está mal hecha, porque si ellos ven para el bien de los demás, los demás no ven para el bien de ellos.

En la actualidad existe una poderosa Compañía, la de Tranvías, de Luz y Fuerza Motriz, S. A., que nos da los mejores ejemplares de injusticia y de absurdos que orillan a sus empleados a lanzarse definitivamente en los batallones de trabajadores.

La Liga Mexicana de Electricistas está en vías de organizarse, pese a los egoísmos de los poderosos patronos.

El lema de esa Compañía parece ser: Al bienestar del extranjero, por las injusticias cometidas al mexicano.

La compañía, apenas tiene rumores de organización, pone en funciones a su policía secreta y descubierto tan inmoral complot, son arrojados los empleados a la calle, por el único delito de cumplir con sus deberes de hombres conscientes.

La compañía sabe perfectamente que tiene que ser justa y razonable si los electricistas se organizan.

Una huelga de electricistas bien organizada, significa nada menos que el paro general de los tranvías eléctricos, del alumbrado público, de la fuerza motriz y de las minas, casi nada: que la Compañía antes que faltar al contrato con el Gobierno, perdiendo con ello la exclusiva, tendría que acceder a todas las condiciones exigidas por el Comité de Electricistas.

Esta existencia actual del asalariado electricista lo hace pensar en las ventajas indudables del Socialismo.

Ahora bien; si el asalariado de ciudad es factor importante para el desarrollo del Socialismo, lo es más todavía el asalariado del campo, o sean los pequeños cultivadores y el peón en general.

El asalariado de ciudad sabe su mal y puede remediado inmediatamente, los medios de su vida son más fáciles, su desarrollo más accesible a la organización, mientras que el asalariado del campo ignora la mayoría de las veces, el por qué de la actual situación, sus conocimientos son más rudimentarios y sus medios de organización casi imposibles.

Las manifestaciones de injusticia cometidas con el asalariado de la ciudad, éste las puede combatir por medio de la organización, de la prensa y raras veces por el escándalo.

Mientras que, las injusticias cometidas contra el asalariado del campo, éste no tiene otra manera de combatidas que por medio de venganzas espeluznantes y por medio de las armas.

Allí es donde urge hacer propaganda activa.

Los individuos que explotan la naturaleza, son los explotados por todos.

Urge la organización en todos los ramos del asalariado para no llegar a sangrientas derrotas y a que se ejerciten con nosotros las horribles represalias de los vencedores, trayendo con eso el agotamiento del proletariado.

Tenemos elementos en todas partes, porque hay descontento del orden económico y moral.

Es necesario conquistar para las filas del Socialismo, a todas las diferentes clases del proletariado, a todos los que sean explotados: al obrero de la ciudad, al trabajador del campo y al empleado burgués.

No hay que escuchar las frases teatrales y fanáticas de los que predican odio contra los que visten mejor, porque eso oculta un egoísmo de fondo maquiavélico, feudal, policiaco.

Todos los que sufrimos las consecuencias de la desigualdad económica, en su más alto grado, debemos unirnos.

El empleado tiene sus necesidades dentro de su ambiente y es a veces más explotado que el asalariado en su manifestación obrera.

El socialismo ultra revolucionario sólo llama a sus filas a las manos callosas, limitando el movimiento y haciéndolo exclusivo a una clase sufrida. El Socialismo racional, lógico y adaptado a nuestro ambiente, debe llamar a sus filas a toda clase de explotados, de cualquier categoría, para fortalecer el edificio grandioso de las doctrinas igualitarias.

¿Decidme si nuestro inmortal compositor Juventino Rosas, no fue un explotado, siendo un artista?

¿Decidme si Guy de Maupassant no fue un explotado de sus editores, siendo un gran cuentista?

¿Decidme si los autores dramáticos, líricos y cómicos, no son explotados siendo genios?

¿Decidme si los novelistas, que son intelectuales, no son explotados por sus editores?

¿Decidme si los periodistas que exprimen su cerebro con noticias continuas y que no tienen ni siquiera el galardón del nombre, pues su obra es completamente anónima, no son unos explotados por las compañías editoras?

¿Decidme si los pintores que terminan bellezas y no tienen dinero para satisfacer sus necesidades perentorias y acuden a una Agencia de Cuadros donde les dan una irrisión por su obra de arte, no son unos explotados?

¿Decidme si los empleados que desarrollan en sus pupitres energías brutales, teniendo en cambio un mínimo sueldo, no son unos explotados?

¿Decidme si los necesitados que caen en manos de agiotistas, buitres de la humanidad, con el 20% no son unos explotados?

Todos; como el obrero del taller, como el obrero del campo y como el obrero en general, son unos explotados.

Hagamos esfuerzos por unirnos y llegaremos con brío, con entusiasmo y pujanza a la defensa de nuestros legítimos derechos, legando a nuestros hijos obra gloriosa y quedándonos la satisfacción de haber cooperado, aunque sea débilmente, en pro del Código de la humanidad.

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