Indice de Memorias de un socialista revolucionario ruso de Boris Savinkov | LIBRO TERCERO - capítulo noveno | LIBRO TERCERO - Capítulo undécimo | Biblioteca Virtual Antorcha |
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Memorias de un socialista revolucionario ruso Boris Savinkov LIBRO TERCERO En vísperas de la convocatoria de la Duma de Estado, pero antes del 23 de abril, cuando se vió que el atentado contra Durnovo era imposible y el que se proyectaba contra Dubásov traía aparejadas muchas dificultades, Gotz propuso dos planes. Consideraba, y todos estábamos de acuerdo con él, que antes de la apertura de la Duma era necesario realizar un acto terrorista de importancia. Si no se podía realizar por medio de una prolongada preparación, había que intentar, a su juicio, obtener el éxito mediante una acción de guerrillas. Propuso hacer saltar la casa en que vivía Durnovo o el tren en que se dirigía a ver al Zar. Sin entrar aún en los detalles de estos planes, Azev dijo: - Estoy conforme sólo en el caso de que yo vaya delante. Gotz y yo le contestamos que, a nuestro juicio, esto era inadmisible. Por grande que fuera la necesidad de un acto terrorista inmediato y por responsabilidades que el mismo trajera aparejadas consigo, la organización no podía sacrificar a Azev, su jefe y su director práctico. Le pedimos que renunciara a esta condición. Azev dijo: - En asuntos semejantes, en los ataques abiertos, es necesario que el director vaya delante. Tengo que ir. A esto objetamos que juzgábamos suficiente que nosotros dos fuéramos con los compañeros y que, por este motivo, no era necesaria su participación directa en el atentado. Azev, después de reflexionar un instante, dijo: - Está bien. Veremos. Pasamos al aspecto técnico de los planes de Gotz. Tropezamos con dos dif!cultades: en primer lugar, no estábamos seguros de que pudiéramos obtener para las dos empresas, o por lo menos para una de ellas, las materias explosivas; hacer saltar la casa de Durnovo y el tren exigía algunos puds de dinamita. En segundo lugar, no conocíamos de un modo preciso la disposición de las habitaciones en el domicilio de Dumovo; la casa que ocupaba en la Moika era tan grande que, aun en el caso de que consiguiéramos entrar en ella, no habría ninguna garantía de que el ministro fuera muerto. Podía fácilmente suceder que la mitad de la casa fuera destrU:Ída y Durnovo se quedara con vida. Así sucedió en agosto de 1906, cuando los maximalistas realizaron un plan análogo al hacer saltar la casa de campo del ministro Stolypin. Tampoco sabíamos con precisión el tren que tomaba Durnovo y el vagón en que se instalaba. Pudiera ocurrir que hiciéramos saltar un tren expreso ordinario, causando la muerte a personas ajenas al Gobierno. Nos acordábamos de algo parecido sucedido en noviembre de 1868, cuando el partido de La Libertad del Pueblo intentó hacer saltar el tren del zar. No había posibilidad alguna de averiguar en un breve plazo la disposición de las habitaciones de Dumovo. Era dudoso asimismo que en ese plazo se pudiera saber con exactitud el tren que tomaba el ministro. Lo único que podíamos determinar era las fuerzas que tenía la policía en la red ferroviaria de Tsárkoie-Tselo y si era factible un ataque abierto. Se encargó de esta labor Gotz. Este declaró que la línea era muy vigilada y que hacerla saltar al acercarse el tren ministerial era más que dificultoso. Por lo que se refería a la dinamita, debía dar la conclusión a este propósito Zilberberg. Este vivía en Terioki, en el laboratorio. Tanto él como su domicilio estaban fuera de toda sospecha, y su labor se desarrollaba muy satisfactoriamente; pero a Zilberberg le pesaba su papel más bien pasivo y quería tomar una participación más directa en las empresas de la Organización, para lo cual estaba dotado de todas las cualidades. Se dispuso que tomara sobre sí el observar directamente a Durnovo en Petersburgo y que a este fin se hiciera cochero. Pero sus trabajos en el laboratorio -la preparación de las bombas para Dubásov y Akimov-lo impidieron, y siguió desempeñando el mismo papel de químico. Zilberberg, a quien comunicamos el plan de Gotz, contestó que con la ayuda de algunos compañeros adiestrados se comprometía a fabricar en breve plazo algunas bombas; pero que la cantidad de dinamitá de que disponía no creía que fuera suficiente para volar el tren o la casa de Durnovo. Por consiguiente, la primera de nuestras dificultades no era eliminada, la segunda lo era sólo en parte. Azev, después de examinar el plan una vez más, dijo: - Además de todas las dificultades. hay otro aspecto de la cuestión: ¿tiene derecho la organización a exigir que uno de sus miembros caiga víctima de la explosión? Se decidió rechazar el plan de Gotz, con lo cual él mismo se mostró de acuerdo. Así, pues, antes de la convocación de la Duma de Estado, esto es, en el plazo señalado por el Comité Central, no nos hallamos en condiciones para realizar un acto terrorista de importancia, si descontamos el atentado contra Dubásov, el cual, si bien tuvo un éxito moral indudable, fue casi un fracaso: Dubásov quedó con vida. En aquel tiempo me inclinaba a atribuir estos fracasos a tres causas: primero, a la limitación del plaza de nuestro trabajo; segundo, a la ineficacia del método de la observación exterior, como lo demostraba la impOsibilidad de dar con Dumovo, y tercero, la elasticidad y movilidad insuficientes de la Organización de Combate. Además, el número excesivo de sus miembros y el reducido de los del centro (Azev y yo) excluía la posibilidad de un contacto estrecho entre éste y los distintos miembros de ]a organización. Más de una vez hice observar estos defectos a Azev.
LOS ATENTADOS CONTRA DUBASOV Y DURNOVO
CAPÍTULO DÉCIMO
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