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Memorias de un socialista revolucionario ruso

Boris Savinkov

LIBRO TERCERO
LOS ATENTADOS CONTRA DUBASOV Y DURNOVO
CAPÍTULO SEGUNDO


Después del fracaso de la insurrección de Moscú se planteó de nuevo la cuestión de la Organización de Combate. No podía caber la menor duda de que el Gobierno había emprendido definitivamente la senda de la reacción y, por consiguiente, la necesidad del terror era indiscutible. Sin embargo, la resolución de esta cuestión fue aplazada hasta que terminaran las tareas del congreso del partido. Este se celebró a fines de 1905 y principios de enero de 1906, en Imatra, en el Hotel Turisten.

Dicho hotel pertenecía al miembro del partido finlandés de la resistencia activa, Uno Serenius. En Finlandia, entonces, no había sido adoptada la ley relativa a la extradiCión de los delincuentes políticos, y por este motivo los miembros del congreso podían trabajar en el transcurso de algunos días sin temer por su seguridad personal. En el congreso no se planteó el problema del terror central; la cuestión fue resuelta en la reunión del Comité Central elegido por el congreso, y que fue formado por: M. A. M. Natanson, V. M. Chernov, N. Y. Raktuikov, A. A. Argunov y Azev. Más tarde fueron adscritos a dicho Comité P. P. Kraft (que murió en Petersburgo en 1907), S. N. Sletov y yo. Participé en la reunión del congreso en calidad de uno de los representantes de la Organización de Combate; pero no tomé parte en los debates.

El congreso, después de prolongadas discusiones, elaboró el programa y los estatutos del partido de los social revolucionarios. Además, adoptó unánimemente la resolución de boicotear la primera Duma de Estado y las elecciones a la misma. De los distintos episodios de dicho congreso considero el más importante los debates alrededor de la proposición presentada por V. A. Miakotin, A. V. Peschejonov y N. F. Annenski, quien posteriormente fue fundador del Partido Socialista Popular. En la sesión de la tarde del 30 de diciembre de 1905, dedicada a los estatutos, pidió la palabra el compañero Rojdtevenski (V. A. Miakotin) y dijo:

... Hemos llegado a un momento en que se impone la acci6n declarada de un partido político, pero los estatutos esqUIvan esta cuestión. Sin embargo, ¿puede haber la menor duda de que sólo un partido que actúe abiertamente, organizado sobre la base de los principios democráticos, es el único que puede crear nuevas formas de vida? La labor destructora aún cabe que sea realizada por pequeños grupos; pero la creadora debe efectuarse por grandes masas organizadas, y ésta es la labor que se presenta ante nosotro3. El que permanezca en los pequeños círculos quedará al margen del movimiento. Se trata no sólo del principio electivo, lo cual es relativamente una menudencia, sino de saber si debemos adoptar o no la senda de un partido político que actúe abiertamente.

V. A. Makotin proponla un principio de organización completamente nuevo. Incitaba al partido a salir de la clandestinidad para pasar a una amplia área política; exigía que la actuación conspirativa de los pequeños grupos fuera reemplnzada por una agitación legal entre las masas, al amparo del manifiesto del 17 de octubre. A su juicio, sólo una agitación semejante podía conducir a la creación de un fuerte partido estrechamente unido con el pueblo.

N. V. Annenski apoyó la proposición de Miakotin.

- ... Ahora -dijo- por doquier desempeñan un papel las masas, y con la simpatía sola no se puede ir muy lejos. El partido no ha podido estar siempre al corriente del estado del espíritu de la masa. Así ha sucedido, por ejemplo, en la cuestión de la huelga. No estábamos seguros del estado del espíritu de las masas; adivinábamos únicamente lo que éstas sentían. Hay que cohesionar a la masa. Hasta ahora buscábamos a los individuos aislados; cuando sea organizada la masa, de su mismo seno saldrán fuerzas y propagandistas. No es posible establecer un contacto estrecho entre la masa y ]a organización conspirativa. El único camino posible es conservar la organizacIón conspirativa y crear otra a su lado. Se dice que esto no es ahora oportuno; pero después del 17 de octubre hubo un período en que nadie lo hubiera dicho, y entonces, previendo la reacción, insistimos ante el Comité Central en favor del partido abierto. El Comité Central no se decidió entonces a tomar sobre sí la responsabilidad de ello y renunció. Consideramos que la organización del nuevo partido deben emprenderla los elementos que se hallan al frente de la organización existente; si así lo hacen darán al nuevo partido el color necesario, crearán un estado de espíritu correspondiente, y entonces deberá determinarse la acción de las dos organizaciones. Hay que conservar la organización existente, mejorarla desde el punto de vista práctico y, al mismo tiempo, aprovechándose de las fuerzas de que se dispone; empezar la organización del nuevo partido más amplio ... Cuando la masa se organice y se transforme en partido tendrá una fuerza inmensa.

El punto de vista de Annenski y Miakotin fue combatido por muchos compañeros, cuyos argumentos se reducían en esencia a lo siguiente:

Comprendemos la necesidad de organizar un partido abierto cuando se nos ofrezca la menor posibilidad de ello; pero nos damos cuenta asimismo de la necesidad de desbrozar tenazmente el camino, mediante una dura lucha y la presión de las fuerzas combativas organizadas conspirativamente. Trabajamos para la futura organización abierta incluso cuando exteriormente nos valemos de métodos antitéticos, pasamos a la clandestinidad, pacientemente en las tinieblas, forjamos las armas y preparamos secretamente golpes contra el enemigo. Pero ¿significa todo esto que haya negado el momento de prescindir de la ilegalidad en la parte principal de nuestra actuación? No, al contrario; las organizaciones que han actuado abierta y legalmente, como, por ejemplo, La Alianza Campesina, el Sindicato ferroviario y otras orgamzaciones semejantes, ahora se ven arrojadas a la clandestinidad. Hago a los compañeros una pregunta: ¿consideramos posible prescindir en lo sucesivo del terror? Si esto es evidentemente imposible, ¿es posible la organización de un partido en cuyo programa figure el terror? Y si no lo es, ¿qué puede considerarse como posible? En este caso, los compañeros proponen lo siguiente: ¿por qué paralelamente con el partido abierto no puede eXistir un partido conspirativo, que conserve los antiguos procedimientos de lucha? Desdoblémonos, existiremos con dos caras. La dificultad, aparentemente, queda eliminada; pero sólo aparentemente. Surge otra nueva: todo partido debe tener una táctica determinada, dar una respuesta franca a cada cuestión. ¿Cómo contestarían los dos partidos a las cuestiones más agudas y delicadas? Si responden de un modo idéntico, entonces, en realidad, será un sólo partido, y su existencia oble no engañará a nadie. Si cntestan de un modo distinto, entonces inevitablemente la cosaterminará con la divergencia, surgirán roces, se producirá la lucha. ¿Acaso es concebible qie se pueda pertener a dos partidos?

El orador terminó su discurso con las siguientes palabras, que fueron acogidas con aplausos:

Hemos dicho que la clase obrera debe ser el legislador supremo; pero el camino que conduce a la organización susceptible de retalizar la legislaciÓn popular directa pasa por las horcas caudinas, y hay que marchar en grupos estrechos a través de estas horcas para desplegarse después en un amplio frente.

(Discurso de V. M. Chernov).

Después de largos debates, V. A. Miakotin sometió al congreso la siguiente proposición:

¿Considera el congreso necesario, conServando por el momento la organización existente de las fuerzas activas del partido, emprender con la participación directa de las mismas, la creación de un partido político abierto, como organización peculiar basada en amplios principios democráticos?

El congreso se prQnunció contra esta proposición, que obtuvo sólo un voto. Hubo siete abstenciones, Después fue adoptada la de I. A. Rubanóyich y M. A. Natanson, concebida así:

El partido de los socialistas revolucionarios, que representa los intereses del proletariado urbano y de los campesinos laboriosos, unidos por él en una clase obrera única que lucha irreconciliablemente contra todas las clases de los explotadores y los partidos que los representan, por radicales que sean los programas políticos de estos últimos, aspira con su actuación a instaurar un régimen en el cual dicha lucha puede desarrollarse en las más amplias proporciones, en la unión más estrecha con las masas trabajadoras, en la arena descubierta y en el marco de una organización legal.

Teniendo en cuenta las condiciones políticas actuales y las necesidades de la lucha, se cOnsidera por el momento imposible el paso inmediato de la organización conspirativa a la organización completamente abierta del partido de los socialistas revolucionarios.

En los dos casos me abstuye de votar. No podía hacerlo en favor de la resolución de Peschejónov, Annenski y Biakotin, porque consideraba impracticable en aquel múmento la finalidad que se señalaban; es indudable que el Gobierno no hubiera permitido la existencia legal del partido de los socialistas revolucionarios, aunque las fuerzas combativas del mismo se hubieran agrupado en una organización completamente independiente. La experiencia del partido de los socialistas populares demostró más tarde la imposibilidad de la existencia en Rusia de un partido socialista legal; sus mismos fundadores creo deben reconocer que, gracias a las persecuciones del Gobierno, la influencia de dicho partido sobre las masas no era muy grande, y su significación política insignificante.

No podia tampoco votar por la resolución del Comité Central. Consideraba que la proposición de Peschejónov, Annenski y Miakotin era justa en principio y que, por el contrario, el congreso, en la persona del Comité Central, no se había dado cuenta de la contradicción en la táctica del partido que más tarde se manifestó, y colocó a este último, y particularmcnte al terror, en una situación grave. La mayoría de los militantes del partido aspiraba a la insurrección general como coronamiento victorioso de la revolución iniciada. Esta insurrección se les antojaba posible y próxima.

Considerando -dice una de las resoluciones del congreso- que, a nuestro juicio, es casi inevitable en una porción de sitios una gran explosión agraria, si no una insurrección campesina completa, el congreso recomienda a todos los organismos del partido que estén a punto de combate para la primavera y preparen previamente un plan de medidas prácticas, tales como la destrucción de vías férreas y puentes, el deterioro de telégrafos, indicar las personas desempeñando cargos administrativos cuya supresión puede producir la dcsorganización de la administración local, etc., etc.

(Adoptada sin discusión).

Esta concepción dictaba, naturalmente, una táctica determinada. El terror central y local pasaba a segundo término. Por el contrario, la preparación técnica de la insurrección adquiría una importancia primordial. Revestía una importancia no menor la agitación revolucionaria entre las masas. De aquí, el boicot de la primera Duma como medio para dicha agitación y la participación en la segunda Duma para utilizar la tribuna de esta última con el mismo fin; de aquí también la subordinación del terror a los fines de agitación y éstos a la preparación de la insurrección. En esta opinión había, naturalmente, su lógica; pero no se puede dejar de reconocer que la realidad la destruyó. Es imposible ejercer una influencia seria sobre las masas de un modo conspirativo: en el marco de un partido ilegal la agitación es siempre limitada, alcanza únicamente a pequeños sectores de las masas populares. Además, la preparación de la insurrección, el plan de medidas prácticas cuando no existe la explosión eRpontánea, que excluye la necesidad de dicha preparación, son realizables únicamente por medio de la organización conspirativa, el complot. Por este motivo la mayoría de los militantes del partido caía en su táctica en un círculo vicioso: sÓlo la agitación abierta puede dar el resultado deseable, sólo el complot puede utilizar técnicamente dicho resultado, La unión de lo uno y de lo otro en un solo partido determina inevitablemente el debilitamiento de este último o bien la agitación queda encerrada en el marco de los comités clandestinos, o bien la preparación de la insurrección choca con la agitación abierta o semiabierta, y entonces pierde su carácter de complot. Peschejónov, Miakotin y Annenski comprendieron esta contradicción e intentaron eliminarla. Yo no podía dejar de mostrarme de acuerdo con ellos.

Además, las esperanzas mismas en la proximidad de una insurrección general debían parecer prematuras. No había síntoma alguno que señalara la existencia de un impulso del espíritu revolucionario entre los campesinos. Por esto no era muy racional que la táctica del partido se basara en la convicción de que nos hallábamos cerca de una gran explosión agraria. Al contrario, se podía llegar a la conclusión de la necesidad de una labor socialista lenta, prolongada y tenaz, para la creación del partido por la senda lega1. El 17 de octubre se concedió un mínimo determinado de libertad política y civil. A juicio de Annenski, Peschejónov y Miakotin, una de las finalidades más importantes de aquel momento consistía en la utilización inmediata de dicho mínimo en beneficio de la propaganda socialista pacífica y en el reforzamiento de las formas legales del partido. Tampoco podía dejar de mostrarme de acuerdo con este punto de vista.

Finalmente, en los debates se aludió, de paso, al terror central. Chernov argumentaba en favor de la necesidad del mismo, basándose en la imposibilidad de dividir al partido en dos partes. Aunque hubiese reconocido que la insurrección general era inevitable y próxima, no me habría unido tampoco a la opinión de la mayoría del partido. A mi juicio, incluso en aquel entonces, el partido no era suficientemente fuerte para asignarse dos fines prácticos análogamente difíciles: la preparación de la insurrección y el terror. Inevitablemente, las fuerzas del partido se habrían dividido, el terror hubiera menguado en intensidad y amplitud y la preparación técnica se habria visto privada de muchos militantes de valor. La renuncia a la insurrección armada y la conjunción en un solo partido de las funciones de combate y la agitación socialista pacífica no habría conducido a mejores resultados de los que se obtuvieron con el empleo de la táctica adoptada por la mayoría del congreso. El terror hubiera inevitablemente entorpecido la labor pacífica, distrayendo de la misma fuerzas y medios, comprometiendola como comprometió a la fracción socialista-revolucionaria en la segunda Duma, Por el contrario, la agitación socialista pacífica en los límites de un mismo partido inevitablemente hubiera creado obstáculos al desenvolvimiento del terror: los intereses de la agitación se antepondrían a los del terror y la revolución. Así sucedió más tarde, cuando el terror fue en varias ocasiones interrumpido y reanudado por el Comité Central por motivos políticos, es decir, por las condiciones del momento transitorio por que atravesábamos.

He aquí por qué si bien no voté la proposición de Annenski, Peschejónov y Miakotin tampoco di mi voto en favor de la fórmula del Comité Central. Consideraba prematura la esperanza de una insurreccion general; que el terror era la única fuerza que el Gobierno tomaría seriamente en cuenta, obligándole a hacer concesiones importantes; que la táctica del partido debía por esto, ante todo, partir de la utilidad del terror, y ésta, así como los intereses de la agitación socialista pacífica, exigían en aquel momento la división del partido en dos sectores ideológicamente unidos, pero independiente desde el punto de vista de organización: en un partido de agitación socialista semilegal o aun conspirativa, que se propusiera como fin, no la insurrección general en un porvenir próximo, sino la difusión de nuestras ideas, y otra organización que, concertando todos los elementos socialistas-revolucionarios combativos, tuviera por objeto el desarrollo de un vasto movimiento terrorista central v local.

Annenski, Peschejónov y Miakotin quedaron en minoría y abandonaron el partido. Yo, inmediatamente después del congreso, emprendí, junto con Azev, la reconstitución de la Organización de Combate.
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