Indice de Memorias de un socialista revolucionario ruso de Boris Savinkov | LIBRO TERCERO - capítulo quinto | LIBRO TERCERO - Capítulo séptimo | Biblioteca Virtual Antorcha |
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Memorias de un socialista revolucionario ruso Boris Savinkov LIBRO TERCERO Relaté a Azev lo sucedido en Moscú, explicándole los motivos por los cuales habíamos decidido liquidar temporalmente el asunto. Azev acogió mis palabras escépticamente. - Dices que se os vigilaba ... Os lo habrá parecido. Si os hubieran vigilado, es seguro que habríais sido detenidos. Te has precipitado a marchar de Moscú. En Nóvoie Vrémenie (Los Nuevos Tiempos) apareció una nota en la cual se decía que una banda de criminales preparaba un atentado contra el almirante Dubásov, pero que dichos preparativos fueron oportunamente descubiertos por la policia y los miembros de la banda habían desaparecido. Mostré esta nota a Azev, el cual sin quitarse el pitillo de la boca y Arrastrando, como siempre, perezosamente, lAs palabras, dijo: - Resulta, pues, que es verdad. Espera unos días y vuelve a Moscú. Hay que dar cima a la empresa. Le contesté que, a mi juicio, mandarme nuevamente A Moscú significaba exponer la organización de dicha ciuoao a un riesgo inútil; que si era posible reemplazarme, debía hacerlo, y con tanto mayor motivo que, como estaba constantemente en Moscú, iba a Petersburgo menos de lo que exigía el atentado contra Durnovo; que él, Azev, durante todo este tiempo no había estado ni una sola vez en Moscú; que allí no se le conocía y, que, por consiguiente, era más conveniente que fuera él. Azev dijo: - No, es mejor que vayas tú. Los compañeros están acostumbrados a trabajar contigo y les conoces. Serás más útil que yo. Le contesté que, en mi opinión, ese riesgo no era racional, y que convenía reemplazar al mayor número posible de compañeros que habían actuado ya en Moscú. Si era necesario que los hermanos Vnorúvski y Chillerov volvieran a Moscú, por ser los únicos que podían reconocer al general-gobernador, no era preciso mandar con ellos a Rachel Lurié, que podía ser fácilmente reemplazada por Benévskaya. Semen Sémenovich estaba escondido en las cercanías de Moscú y no vino a Helsingfors. Propuse que se le sustituyera también. Azev, después de escuchar atentamente, dijo: - Está bien. Iré a Moscú. Se decidió que Chillerov y Benévskava alquilaran un piso en Zamoskvorechia, en la parte de la ciudad en que habiamos estado menos. Una de las habitaciones sería realquilada a Vladimir Vnorovski; Boris se instalaría asimismo en dicho barrio. Azev llegaría cuando todos los preparativos estuvieran terminados. En la primera mitad de abril, todos los compañeros, con excepción de Azev, salieron para Moscú. Zilberberg dió a Benévskaya las últimas indicaciones sobre la manera como había de preparar las bombas, y, a propuesta de Azev, entregó a Boris Vnorovski un explosivo preparado. Dubásov se hallaba en aquel entonces en Petersburgo, y se esperaba, de un día a otro su regreso a Moscú. Vnorovski podía salir a su encuentro en el tren expreso. Yo era contrario a este plan, por encontrarlo excesivamente arriesgado; la menor imprudencia podía determinar la explosión de la bomba en el vagón y matar a otra gente. Azev insistió en su proposición. Si Vnorovski no veía a Dubásov en el tren, devolvería la bomba a Benévskaya para que ésta la descargara en Moscú. El 10 de abril, Chíllerov, con el nombre de Evgraf Lubkovski, alquiló un piso de tres habitaciones en la casa de la iglesia de San Nicolás, en la Piatniskaya, y el 15 del mismo mes, en un momento en que Chíllerov no estaba en casa, Benévskaya, descargando la bomba que le había traído Vnoroski, rompió el tubo del fulminante. Este le hizo explosión en las manos, a consecuencia de lo cual perdió la mano izquierda y algunos dedos de la derecha. Ensangrentada, tuvo la fuerza suficiente para salir de casa, y sin perder los sentidos, ir hasta el hospital próximo. Chíllerov no volvió al piso y vino a Finlandia a dar cuenta de la explosión. Dicho compañero había mostrado muchas veces en el trabajo un valor y un ingenio ejemplares. Sus observaciones daban siempre un resultado valioso y seguro. Su participación en las fracasadas tentativas de marzo no dejaban duda alguna con respecto a su decisión de llevar la empresa hasta el fin. Su abandono del piso había sido, indudablemente, una desgracia, pues había quedado en él el retrato de Dubásov. Este retrato agravó considerablemente la suerte de Benévskaya en el juicio, pues demostró su relación con el atentado contra el general-gobernador. Me parece, sin embargo, que sería injusto acusar a Chíllerov de falta de serenidad o de valor insuficiente. La prudencia exigía que no volviera al piso: no se podía suponer, como sucedió en realidad, que éste no fuera descubierto durante algunos días. Chillerov obró de acuerdo con todas las reglas de la conspiración; pero al hacerlo estaba extraordinariamente disgustado de no haber tenido la posibilidad y el derecho de correr el riesgo de volver al piso. Estaba desconocido y exigía insistentemente su participación, con la bomba en la mano, en el atentado contra Dubásov. Los documentos oficiales (acta de acusaci6n contra la aristócrata María Arkádievna Benévskaya) describen así la explosión ocurrida el 15 de abril de 1906 en el piso de Lubkovski: El 21 de abril, al atardecer, el portero Imojin, al acompañar al piso de Lubkovski a un señor que deseaba ver las habitaciones, halló el piso abierto y vacío, y en el recibidor observó que había una toalla ensangrentada. Se dló cuenta de esto inmediatamente a la policía, la cual comprobó que el recibidor, la cocina y las dos habitaciones que ocupaban los inquilinos estaban manchadas de sangre. Se distinguía principalmente en este sentido la habitación, con una sola ventana, que da al callejón sin salida y que, por lo visto, servía de dormitorio de la mujer. Las patas de la mesa, de madera' blanca, colocada cerca de la ventana, tenían algunas huellas frescas de destrucción; la silla vienesa qUe estaba cerca de la mesa carecía del asiento, y en los restos de la silla había pedazos de metal; los restos del asiento y de la silla estaban manchados de sangre, y en el respaldo, en la parte inferior, había pedazos de carne. A un paso de la mesa, el linoleum que cubría el suelo estaba agujereado, y en la parte del suelo puesta al descubierto se veían pedazos de hoja de lata y esquirlas de hueso. Próximo al agujero abierto había un charco de sangre, desde el cual, en dirección a la puerta del recibidor, y con una desviación hacia la estufa, situada cerca de dicha puerta, partían manchas de sangre en zig-zag. Desde la estufa hasta el suelo corrían algunos regueros de sangre, que formaban un charco. El pestillo y el puño de la puerta del dormitorio estaban manchados de sangre. Después, las huellas sangrientas conducían a la cocina, al sitio donde estaba el lavabo, y de allí a la pared donde estaba colocado el estante con la batería de cocina. En el recibidor y en las habitaciones había tres toallas manchadas de sangre. Por el suelo del dormitorio, en el techo y en las paredes, y sobre todo en el rincón de la ventana, sangre coagulada, pedazos de carne, de tendón y de huesos. En distintos sitios de dicha habitación se hallaron el dedo anular de la mano izquierda de una mujer, arrancado, a juicio del médico que asistió al examen del piso, unos días antes del 21 de abril, una uña con el dedo de la mano y la tapa de una caja de caramelos con un pedazo de piel y tendones en la parte interior, una arista de hueso y un pedazo de hoja de lata. En la habitación del lado, en la que, por lo visto, habitaba un hombré, las huellas de sangre iban desde la puerta del dormitorio a la pared contraria, hacia una gran mesa. Estaba asimismo manchada de sangre la silla de al lado de la mesa y la pantalla de la lámpara. En el techo, cerca de la puerta, se habían engastado pedazOs de carne y sangre coagulada, y se recogió del suelo un pedazo de dedo con la uña. En las otras habitaciones del piso de los Lubkovski se encontraron los siguientes objetos: un envoltorio con dos paquetes de gelatina explosiva, de cerca de cinco libras de peso; cuatro tubitos de cristal con globos llenos de ácido sulfúrico, con unos pesos de plomo atados a los tubos; dos cajas de hoja de lata de forma cilíndrica con cápsulas de mercurio fulminante en el interior; dos tapas de dichas cajas; una caja, parecida a éstas, cubierta por una tapa y llena de parafina, y que, como se vió después, representa en sí una bomba cargada; una tapa de hoja de lata, una caja con una mezcla de sal de Madrid y de azúcar, dos madejas de alambre fino; diez pedazos de plomo, un mortero de bronce, unas balanzas de farmacia con pesos; un carnet de notas con indicaciones convencionales y cálculos; tres cajas de caramelos, dos ovillas de cintas de color; un retrato del vicealmirante Dubásov y algunos números de los periódicos de Moscú y de Petersburgo del período comprendido entre el 10 y el 14 de abril inclusive, con la particularidad de que del 14 de abril estaba el periódico petersburgués Riech, que no pudo ser adquirido en Moscú antes del 15 de abril. Los peritos invitados, teniente coronel Kolontáiev y el consejero titular Tislenko, expusieron la opinión de que en el piso de los Lubkovski se había producido la explosión de una bomba como consecuencia de un movimiento inhábil o imprudente de la persona que la estaba cargando. Dicha explosión causó heridas a dicha persona, como la indican las huellas de sHngre y los dedos encontrados durante la inspección ocular. Todos los materiales explosivos estaban destinados a la fabricación de bombas, parecidas a la que fue arrojada a la carroza del general-gobernador. Al buscar a las personas que vivían en la casa de la iglesia de San Nicolás con el apellido de Lubkovski, se comprobó que el pasaporte que habían presentado era falso. A pesar de todas las medidas tomadas, no se ha podido precisar exactamente la personalidad del hombre que había alquilado el piso; la mujer que figuraba como su esposa ha sido detenida. La instrucción ha comprobado que el 15 de abril por la noche se presentó en la clínica particular Schulmann, de la calle Piátniskaya, una mujer ensangrentada: le faltaban todos los dedos de la mano izquierda, a excepción del pulgar, que pendía de un pequeño pedazo de piel, y en la mano derecha algunos dedos aparecían mutilados. Efectuada la primera cura, la mujer fue enviada al primer hospital de la ciudad, donde dijo llamarse Schestakova, vecina de Poltava, y presentó el correspondiente pasaporte, que se vió después que era falso. El origen de las heridas lo atribuyó a la explosión de una lamparilla de petróleo, En el hospital se le practicó una operación, después de la cual continuó allí con el fin de restablecerse. El 21 de abril, una mujer y un hombre, que no han podido ser capturados, trasladaron a Schestakova del primer hospital al de Bajruschinski, donde dijo llamarse Yákovlieva, y explicó qua una semana antes hab:a sido víctima de una explosión de bencina. Hechas las oportunas indagaciones, se averiguó que el pasaporte a nombre de Yákovlieva presentado por la enferma en el hospital era también falso. El 28 de abril fue detenida. Moiseenko, al enterarse de la explosión, se marchó inmediatamente a Moscú y, con ayuda de R. I. Gavrónskaya, sacó a Benévskaya de la clínica de Schulmann para trasladarla al hospital de Bajruschinski, donde prestaba sus servicios un doctor llamado Ogarkov, a quien Benévskaya conocía personalmente. Después de la detención de esta última, también fue detenido casualmente Moiseenko. Benévskaya fue juzgada en el otoño de 1906 en Moscú bajo la acusación de complicidad en la preparación del atentado contra el almirante Dubásov. La defendieron los abogados Jdánov y Maliantóvich. El tribunal la condenó a diez años de trabajos forzados. Moiseenko, contra el cual no había ninguna prueba, fue deportado administrativamente fuera de los límites de la Rusia europea, y después de casarse con Benévskaya, la siguió a la Siberia oriental.
LOS ATENTADOS CONTRA DUBASOV Y DURNOVO
CAPÍTULO SEXTO
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