Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO PRIMERO.


CAPÍTULO DÉCIMO.

Tratan los emulos de Cortes vivamente de descomponerle con Diego Velazquez: no lo consiguen, y sale con la armada del Puerto de Santiago.


Aceptó Cortés el nuevo cargo con todo rendimiento y estimacion, agradeciendo entonces la confianza que se hacia de su persona con las mismas veras que sintió despues la desconfianza. Publicóse la resolucion, y fue bien recibida entre los que deseaban el acierto; pero murmurada de los que deseaban el cargo: entre los quales sacaron la cara con mayor osadia los parientes de Diego Velazquez, que hicieron grandes esfuerzos para desconfiarle de Hernan Cortés. Decianle: Que fiaba mucho de un hombre poco arraigado en su obligacion: que si volvia los ojos a su modo de obrar y discurrir, le hallaría de ánimo poco seguro, porque no solian andar juntas su intencion y sus palabras: que su agrado y liberalidad tenian mucho de astucia, y le hacian sospechoso a los que no se gobiernan por las apariencias de la virtud; porque cuidaba demasiadamente de ganar voluntades, y los amigos, quando son muchos, suelen avultar como parciales: que se acordáse de que le tuvo preso y disgustado, y que pocas veces salen buenos los confidentes que se hacen de los quejosos; porque en las heridas del ánimo quedan cicatrices como en las demás, y suelen estas acordar la ofensa, quando se mira como posible la venganza. A que añadian otras razones de mas ruido que substancia, sin acertar con el camino de la sinceridad; porque querian parecer zelosos, para disimular que lo estaban.

Cuentan que saliendo un dia a pasearse Diego Velazquez con Hernan Cortés y con sus parientes y amigos, le dixo un loco gracioso, de cuyos delirios gustaba: Buena la has hecho, amigo Diego, presto será menester otra armada para salir á caza de Cortés. Y hay quien lo refiera como vaticinio, ponderando lo que suelen acertar los locos, y la impresion que hizo esta profecia, asi se resuelven á llamarla, en el ánimo de Diego Velazquez. Dexemos a los Filósofos el discurrir sobre si cabe el acierto de las cosas futuras entre los errores de la imaginacion; o si es posible a la destemplanza del juicio el encontrar con la adivinacion: que ellos gastarán el ingenio en fingir habilidades a la melancolía; y nosotros creerémos que lo dixo el loco, porque le impusieron en ello los émulos de Cortés, y que andaba pobre de medios la malicia, quando se llegaba a socorrer de la locura.

Pero Diego Velazquez mantuvo a rostro firme su resolucion, y Hernan Cortés trató de ganar el tiempo en sus prevenciones. Fue la primera arbolar su estandarte, poniendo en él por empresa la señal de la Cruz, con una letra latina, cuya version era: Sigamos la Cruz, que en esta señal venceremos. Dexóse ver con galas de soldado, que parecian bien en su talle, y venian mejor a su inclinacion. Empezó a gastar liberalmente el caudal con que se hallaba, y el dinero que pudo juntar entre sus amIigos, en comprar vituallas, y prevenirse de armas y municiones para ayudar al apresto de la armada; cuidando al mismo tiempo de atraher y ganar la gente que le habia de seguir: en que fue menester poca diligencia, porque el ruido de las caxas tenia sus ecos en el nombre de la empresa, y en la fama del Capitan. Alistaronse en pocos dias trescientos soldados, y entre ellos sentaron plaza Diego de Ordaz, criado principal del Gobernador, Francisco de Moda, Bernal Diaz del Castillo escritor de nuestra Historia, y otros Hidalgos que se irán nombrando en su lugar.

Llegó el tiempo de la partida, y se ordenó a la gente con bando público que se embarcáse: lo qual se executó de día, concurriendo todo el pueblo: y aquella misma noche fue Hernan Cortés, acompañado de sus amigos, a la casa del Gobernador, donde se despidieron los dos, dandose los brazos y las manos con amigable sinceridad; y la mañana siguiente le acompañó Diego Velazquez hasta la marina, y asistió a la embarcacion. Circunstancias menores que hacen poco en la narracion, y se pudieran omitir, sinó fueran necesarias para borrar la temprana ingratitud con que manchan a Cortés los que dicen que salió del puerto alzado con la armada. Asi lo refieren Antonio de Herrera, y todos los que le trasladan, afirmando, con poca razon, que en el medio silencio de la noche convocó a los soldados por sus casas, y se embarcó furtivamente con ellos: y que saliendo al amanecer Diego Velazquez en seguimiento de esta novedad, se acercó a él en un barco guarnecido de gente armada, y le dió a entender con despego y libertad su inobediencia. Nosotros seguimos a Bernal Diaz del Castillo, que dice lo que vió, y lo mas semejante a la verdad: pues no cabe en humano discurso, que un hombre tan avisado como Hernan Cortés, quando tuviera entonces esta resolucion, se adelantáse a desconfiar descubiertamente Diego Velazquez hasta salir de su jurisdiccion, pues habia de tocar con la armada en otros lugarés de la misma Isla para recoger los bastimentos y la gente que le aguardaba en ellos: ni quando dieramos en su entendimiento y sagacidad esta inadvertencia, parece creible que en un lugar de tan corta poblacion como era entonces la villa de Santiago se pudiesen embarcar trescientos hombres llamados de noche por sus casas, y entre ellos Diego de Ordaz y otros familiares del Gobernador, sin que hubiese uno entre tantos que le avisáse de aquella novedad, o despertasen los que observaban sus acciones al ruido de tanta conmocion: admirable silencio en los unos, y extraordinario descuido en los otros. No negarémos que Hernan Cortés se apartó de la obediencia de Diego Velazquez; pero fue despues, y con la causa que verémos.

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